La involución marca la pauta informativa

Salvini expulsa a un vendedor ambulante.

Cada día trae una lluvia de sobresaltos informativos que se diluyen como las piedras en los círculos del agua. Solo quedarán unos pocos en la relevancia: los más polémicos, los más entretenidos, los más útiles a determinados intereses. La agenda de la actualidad está más clara de día en día. La involución ha colado en el sumario los temas que más le favorecen. Peor aún si cabe que sus fake news, es cómo marcan lo que hay que ver y discutir, los fogonazos que tapan el resto, lo que crea y fideliza ideología

De repente, todos hablando de hombres maltratados, denuncias falsas de malvadas mujeres, niños asesinados “por sus mamaítas”, ocultaciones premeditadas de las estadísticas públicas. Desaprensivos cum laude las difunden a propósito. Con éxito. Todos hablando de esa irrealidad. Flagrantes mentiras que caen por su peso.  Se aportan datos serios que las rebaten pero da igual, las cabezas que las creen y propagan son impermeables a la verdad. Como  todo, ha sido estudiado.  Los hechos no cambian lo que “creen” los adictos.

Constituyen un temible ejército que se nutre del mismo viejo oscurantismo medieval sustentado en la ignorancia, en los bajos instintos del mal pensar. El amplificado éxito de sus correligionarios les ha proporcionado confianza en sí mismos. Se oyen y se leen estos días comentarios de personas que evidencian problemas mentales notorios al punto de llegar a mostrar temor por las mujeres, por ejemplo. El machismo congénito que nubla la razón viene atizando desde tribunas de más entidad. Y luego todo se discute, sin cesar, dando vueltas y más vueltas, hasta engordar bolas mayúsculas.

 Fuera de las noticias destacadas, se van cociendo movimientos muy a tener en cuenta. La “Academia del Occidente judeo-cristiano” que pretende crear Steve Bannon en Europa sigue su andadura. A cuentagotas se ha ido hablando de ella –The Times en septiembre y varios otros medios-  El vicepresidente italiano, el fascista Matteo Salvini, les  ha cedido el monasterio de los Trisulti, en Collepardo, un pueblo de apenas mil habitantes en los Apeninos. De origen cartujo, ahora cisterciense, fue construido en 1204. La protesta vecinal ya ha llegado a las calles de la localidad. Preguntan, y con razón, de dónde sale tanto dinero para montar ese centro.

Es una pista a seguir. El dinero. Los centros ideológicos de la ultraderecha ultraconservadora tienen a manera de sucursales en los medios de comunicación –no diré informativos- de países estratégicos. Con relación entre sí o por coincidencia de objetivos. 400.000 votos andaluces a un partido de extrema derecha plena han llenado las programaciones de televisiones y radios y las portadas de los diarios. A toda hora. Se crea la necesidad, la avidez de ellos. Ningún país democrático llevaría a sus pantallas a la Fundación de un  dictador, que por otro lado ni siquiera existiría, ni a los defensores de la Manada del salvajismo machista, ni a tantos que sonrojan. Y ahí están, discutiendo a voces las bondades de unos y otros. La involución, la audiencia, los ingresos que proporcionan, marcan las prioridades informativas.

Ya apenas importan la agenda social. Los desahucios que permanecen, el trabajo precario, los 600.000 niños que no han tenido juguetes estas navidades por ejemplo. Solo el programa de la ultraderecha, presuntamente debatido en las tripas de los que tragan los anzuelos lanzados con profusión.

Sin empacho alguno, la derecha española más aterradora desde la dictadura es llamada en los periódicos centro-derecha. Y sus delirantes propuestas acaparan un desmesurado porcentaje de la atención mediática en los informativos generalistas. Dados a conocer y lavados, el camino está hecho. De esta forma, se llegan a ver imágenes como la de Salvini en Italia adorado por la multitud que pasa de largo ante el agravio a un vendedor ambulante.  Pocas imágenes más reveladoras de lo que está ocurriendo. 

   Bannon, Salvini, Orban, Le Pen, Abascal y Casado si se tercia  y el resto de la ultraderecha europea se están organizando, es cierto. El tenebroso Bolsonaro abre las puertas de Brasil a las bases norteamericanas y a unos niveles de regresión increíbles.  El primer objetivo de todos ellos, de todo el movimiento,  es acabar con los derechos –ni siquiera plenos- logrados por las mujeres.

Para distanciarse del apelativo “fascistas”,  hablan de occidente judeo-cristiano, la doctrina que ha castrado a millones de seres, imbuyendo complejos de culpa. De tasa o peaje de dolor por la felicidad terrena. No guardan relación alguna racionalmente, pero son útiles porque atan, paralizan.

Bannon trabajó primero con Donald Trump. El avanzado de la corriente. Trump no es una casualidad. Es el prototipo. El propio Bannon tampoco aparece porque sí. ¿De dónde sale tanto dinero preguntan los italianos de  Collepardo que se temen ver llegar a la flor y nata del fascismo mundial?

Es cierto que ya nos pueden manipular hasta el cerebro –dentro de unos cauces-. Aunque más que los bots rusos -situados en la cima del ranking de los peligros-, está todo el entramado que explicaba en un artículo magistral hace más de un año, aquí, Marta Peirano.  El nuevo mercado del marketing digital ha contaminado el debate político en todo el mundo. Mercenario, Capitalismo 3.0. Nada más, y nada menos, decíamos. Dinero que piensa en dinero.

Y aun así, el mundo se mueve. Y mucho. Al menos  3,5 millones de mujeres indiasse unieron el día 2 en una cadena humana que cubría 620 kms. para pedir igualdad en un fenómeno nunca conocido antes allí. Y no lo verán en los medios y programas de masas.

La Hungría de Orban hace aguas por pura lógica. No se puede criminalizar a los emigrantes y sacar el trabajo que realizaban.  La llamada allí “Ley de esclavos” para los húngaros está levantando ampollas. Por ella, las empresas pueden demandar a sus empleados hasta  400 horas extra al año a pagar en diferido en hasta 3 años.  Miles de húngaros salen a  protestar ¿Lo han visto en alguna tertulia? ¿En las portadas de la  prensa? Será interesante ver qué ocurre en Andalucía con el gobierno de derecha -caso de que llegue a formarse con el apoyo y las exigencias de VOX-. Porque serían clavado ideológicamente al húngaro.

EE.UU. elige a número récord de mujeres para Congreso, con un 22 % de escaños
EE.UU. elige a número récord de mujeres para Congreso, con un 22 % de escaños EFE

Pero quizás es en Estados Unidos donde los movimientos están siendo todavía más notables. Trump ha perdido el control del Congreso, en las elecciones de medio mandato. Las marchas de cientos de miles de mujeres que renegaron de su presidencia desde el primer día, las protestas que cristalizarían en las denuncias de agresiones sexuales de la violencia machista han desembocado en un récord de mujeres congresistas: 102 de 435, cuando antes eran casi testimoniales. Nancy Pelosi, la sólida demócrata que fue la primera mujer en presidir la cámara de Representantes en 2007 vuelve al puesto. No lo tendrán fácil los republicanos.  Son datos que aporta Angels Martínez Castells citando a personas, mujeres, que remiten a otra agenda. La hay.  “Como escribía la periodista Jill Abramson a The Guardian, «Washington ha dejado de ser de Trump». Y lo demostraba Deb Haaland de Nuevo México abrazo a Sharice Davids de Kansas, de la nación Ho-Chunk. Ellas dos son las primeras mujeres indígenas americanas que tienen escaño”, en esa larga e insólita lista de congresistas, llena de diversidad, de realidad. EEUU ya cambia.

Porque existe otra agenda informativa, otras prioridades, otras realidades a destacar antes de lo que nos presentan como una condena irremisible a la ultraderecha.  No podemos abrir espacios de conocimiento en los cerebros cerrados e impermeables pero tampoco ser condescendientes con el daño que infieren al conjunto de la sociedad. Y sí podemos desconectar de los mensajes capciosos que pasan por ser noticias y circunscribirse a la información.  Completa, sin lagunas y apartados. Si la actitud fuera masiva, algunas cosas cambiarían.

Por salud democrática, por salud mental, hay que desconectar de la basura.

Al rescate de los refugiados y de la democracia

Cada vez que se produce un episodio con refugiados atrapados en el mar se desencadenan las mismas diatribas. Y con los mismos falaces argumentos por parte de la derecha xenófoba que engloba a muchos más de los que se cree.  Lo que está en cuestión es la confrontación entre ser humanos o inhumanos.  Y, una vez tras otra, se demuestra la proporción que nutre cada lado.  Es una batalla crucial. Con posturas irreconciliables y excluyentes. La diferencia es que una de ellas ataca los cimientos de la convivencia democrática.

En las leyes internacionales, por muy contradictorias que sean sus competencias, prevalece, como máxima prioridad, la atención a las personas cuyas vidas están en peligro. Más aún, la omisión de socorro a náufragos es un delito. Cierto que se viola impunemente mientras, desde la Unión Europea a sus ciudadanos, miran para otro lado. Están dejando pasar atropellos intolerables, impensables en la condición humana al menos en períodos menos siniestros que los actuales.

Hemos visto pasar en este último tiempo no solo numerosas víctimas mortales sino rostros atravesados de espanto de niños y adultos. De dolor, de impotencia. Los hemos visto caminando en el barro, durmiendo en el suelo, con lluvia y nieve, tras barrotes con los que premiaron su llegada a la Europa prometida, bajo las miradas de botas militares. Y  nuestra vida ha seguido su curso, ignorándolo. La UE pagó nada menos que al presidente turco Erdogan para desembarazarse de ellos. Países miembros  de la Unión cerraron sus fronteras.

Niña refugiada en el campo de Idomeni, Grecia. Eduardo Rivas
Niña refugiada en el campo de Idomeni, Grecia. Eduardo Rivas

¿Quieren abordar a fondo el problema?  Pues lo primero es revisar la  venta de armas a países en conflicto –como mínimo-. Y ya les aseguro que eso no va a ocurrir. Hay demasiada gente ganando cantidades obscenas de dinero con ese negocio. Otro punto esencial a examinar nos sitúa ante los intereses estratégicos y económicos de Occidente en países de procedencia de los refugiados. Su papel incluso en provocar conflictos. Ardua tarea. Con ese lastre de partida habrá que ir a buscar soluciones a las derivas de esta sociedad.  Quizás en el fondo es el quid de la cuestión.

Xenófobos y neofascistas consiguen mayorías ya en algunos países europeos. Personas aparentemente normales han colocado con sus votos a dirigentes de extrema derecha en los gobiernos. Por alguna incomprensible causa, esos seres obtusos y despiadados se creen superiores a los migrantes.  Es al contrario, el auténtico peligro para la convivencia son ellos.

Hemos de analizar qué ha podido llevar a una parte de la sociedad  a permanecer impasible ante tanta inhumanidad, a callar, a menospreciar el dolor exacerbando su egoísmo. Entre los rescatados por Médicos Sin Fronteras y acogidos en el Aquarius, hay siete mujeres embarazadas y 123 menores que viajan solos. Los hombres han dormido a la intemperie, las mujeres y los niños a cubierto, cuentan los periodistas que viajan con ellos. Escasea la comida.  Ayuda a entender ponerse en el lugar del otro, imaginarlo por un momento.  Verse en una situación crítica, con peligro vital, y que salvo unos pocos nadie mueva un dedo. Y el mundo entero siga con sus charlas incluso sobre ti. Experimentar la sensación de sentirse tan abandonado. Temer el después. Niños y adultos vagando, usados, prostituidos. ¿No lo han pensado?

Lo asombroso es que no se vea la sociedad que se está creando y la ceguera con la que comienza a abrazar el fascismo creyéndolo solución. No lo es. Por el contrario, hoy es nuestra principal amenaza.

A tener un ministro del Interior como Matteo Salvini no se llega ni en un día ni por casualidad. Y de hecho en esa senda hay numerosos países en este momento, por distintas vías. La de Italia pasa por la corrupción mafiosa incrustada en las instituciones y en una parte de la sociedad. Por la falta de respuestas políticas a la precariedad. Por las reacciones de una ciudadanía educada en la frivolidad y la idiotización televisa. Problemas que reconocemos bien como propios. El caos italiano ha llevado al poder a una coalición entre el movimiento -antisistema pero menos-  5 Estrellas y la ultraderechista Liga, llamada ahora así, sin apellidos. Tan singular que su  propio líder, Matteo Salvini, fue elegido por Calabria, situado abajo, justo en la punta de la bota de Italia, tras haber combatido en sus discursos al Sur perezoso. La Calabria, trufada de mafia, que paga 25 euros por 12 horas de trabajo a los emigrantes y en la que, no por casualidad, acaba de morir asesinado un jornalero de Malí de 29 años.

La ultraderecha, los Salvini de turno, los Albiol, hace crecer el odio sin aportar soluciones. Sus falaces discurso calan sin embargo en mentes proclives. Les podemos garantizar que no han sido los emigrantes los que han precarizado su vida, han sido las políticas del abuso y fomento de la desigualdad que precisamente ellos practican. Ese capitalismo salvaje cuyos excesos han vuelto a embarcarnos en el ascenso del fascismo. Puede afirmarse  también, con rotundidad, que el fascismo no soluciona problemas. Los acrecienta.

Es cierto que Italia se ha comido la mayor parte de la crisis migratoria. El problema no es solo suyo, es de todos. Hay que tomar medidas, estudiar soluciones conjuntas dentro de la Unión Europea.  Eficaces y urgentes. La decisión del Gobierno de Pedro Sánchez de traer a España a los refugiados a los que el gobierno italiano cerró los puertos es un paso importante que les conmina a ello.  No se acaba el gran cisma sin embargo entre los demócratas y la chusma inhumana con la que convivimos y se destapa a la menor oportunidad.

No me digan, como andan por los medios los “expertos” de turno, que aprueban por humanidad y por mandato de la legalidad internacional la decisión del gobierno español pero que si las mafias, que si el efecto llamada y la maldad de las soluciones particulares.  ¿Qué es pues lo que aprueban? ¿Qué mueran las personas rescatadas en el Aquarius, como han muerto ya miles, mientras volvemos a aplazar las salidas?

Van “creciendo” en las referencias  los miles de refugiados que han llegado a Italia o Europa en su conjunto. Al final, se diría que toda África y toda Asia residen entre nosotros. Cualquier demócrata preferiría, si lo piensa bien, tener a su lado a esos miles de seres humanos tan valientes como para arriesgar su vida por vivir realmente que a los millones que votan ultraderecha xenófoba, aunque se autojustifiquen llamándola incluso centro-derecha. Y no digamos ya, en España, a ladrones que nos han expoliado. Con lo que nos han robado podíamos vivir decentemente, nosotros y los miles de miles de migrantes.

Los españoles, algunos,  empezamos a ver un punto de luz entre tanta tiniebla que nos apagaba. Gestos si se quiere, pero algo en otra dirección. Mucho por hacer.  Y a fondo. Quizás, de ese sector de la sociedad que no cree en la democracia, que la combate y le pone zancadillas, habrá una parte rescatable entre los tibios, al menos.

El fascismo se combate leyendo y reflexionando. Abriendo la mirada. Porque ya está aquí.  Uno de los pensadores que más se está empeñando en denunciarlo y combatirlo es el filósofo holandés Rob Riemen.  Aconseja llamar al fascismo por su nombre. No es “populismo” como se desliza por los medios, en busca a veces de réditos electorales. Ese populismo es la demagogia de toda la vida, Y el fascismo es el fascismo. Y llega, advierte Riemen,  cuando se pierden los valores. Pasó en los años treinta. No puedo estar más de acuerdo.  Propone como solución centrarse, regresar, a un Humanismo europeo. Salvar vidas humanas es el primero capítulo.

Cultura para abrir los ojos, decencia como motor, empatía con los otros seres humanos. Y proa directa a los que no lo son.  A la ultraderecha xenófoba, al fascismo, a quienes les apoyan y escuchan. Ahí tenemos a los verdaderos enemigos de la democracia. Y son tantos ya los que la secuestran que se precisa también rescatarla.

Cómo se fraguan los desastres

Entra la extrema derecha neonazi en el Parlamento alemán por primera vez desde la Segunda Guerra Mundial. Con fuerza: 88 diputados. Pierde escaños el bipartidismo, en particular los socialdemócratas de Schulz, que cosechan el mayor fracaso desde aquella aciaga fecha hace 80 años. ¿Cómo habrá podido suceder?, se preguntan los aposentados. Básicamente, con políticas de incremento de las desigualdades, desvirtuando la verdad y no queriendo ver las evidencias. La consecuencia es que se propicia lo que se dice combatir. Y así ocurre en gran parte de los temas trascendentales por no decir todos.

La rica Alemania ofrecía dos versiones en la prensa. Una crítica y otra que cantaba las maravillas de un país en el que todos eran felices y hasta, sobrados de pleno empleo, buscaban trabajadores para acogerlos en el idílico paraíso. La realidad se ha impuesto en los resultados electorales. Hay mucha gente descontenta, incluso desesperada.

Luego hay que entrar en detalles. Publicitaron el Efecto Schulz como la gran panacea. “ El ‘efecto Schulz’ pone contra las cuerdas a Merkel en los sondeos ”, titulaban  arrebolados vendiendo la piel del oso antes de cazarlo.  La euforia reinaba en las filas socialdemócratas tras secundar durante años las políticas de Merkel con ligeros retoques. ¿Cómo se habrá despeñado en votos? El partido de Merkel también ha sufrido enorme pérdida, un millón.

El bipartidismo menguante y su tenaz prensa de apoyo creen que basta publicitar profusamente sus deseos para que se conviertan en realidad, en contra de la realidad. De forma que terminan propiciando un fiasco. Fomentando lo que les causa alarma. En este caso, que la extrema derecha entre en el Bundestag.

España es otro ejemplo. El Efecto Sánchez lleva el mismo camino que el Schultz como el PSOE no deje de ponerse de perfil en los asuntos cruciales. No es un camino de rosas lidiar con la potente y nutrida ala derecha del partido pero no sirve de excusa. Sánchez habla por fin para buscar la equidistancia imposible que en nada influye en los preocupantes hechos que se suceden. Rodríguez Ibarra pide a Sánchez que forme gobierno con el PP, sin complejos. Gobierno uno, grande y libre. Alemania, la última derrota en sus filas, no les sirve de ejemplo. Albert Rivera se apunta y se incluye en el pack. Son los “gobiernos de concentración” sin ideología dominante en apariencia. En la práctica, conservadores, ultraliberales en lo económico y autoritarios. El líder de Ciudadanos pide suspender libertades: limitar y cerrar  las redes y páginas sin intervención judicial en un hipotético estado de excepción. Sus prelaciones están claras. Siempre lo estuvieron. Y aún andan destacados socialistas repitiendo que Pedro no es presidente porque no quiso Pablo.

Un personaje como Rajoy, un partido como el PP actual, pone peliagudo el apoyo del que disfruta sin sacar los colores. Este miércoles todas las portadas de la prensa de Moncloa y Corte traerán la foto de Rajoy con Trump. El presidente más desprestigiado de la historia de los EEUU. Con grandes afinidades con el nuestro, sin embargo. A los ciudadanos nos costará caro en compra de armamento. Y hasta en imagen: Trump no da precisamente prestigio. La preocupación por Catalunya se desvanece para Rajoy al cruzar el océano para esa promoción personal. Nos cuentan que Rajoy le ha pedido a Trump, el mesurado, ayuda con el tema de Catalunya. Se suma a la historia de los peligrosos esperpentos que ya nos brindó otra afamada pareja: Bush&Aznar.

El domingo en Zaragoza ocurrió un hecho de enorme gravedad. Unos 300 ultraderechistas con banderas de España, aguiluchos y rancia agresividad cercaron una reunión de cargos electos en busca de un acuerdo político para Catalunya. Con alcaldes dentro, incluso el de la propia Zaragoza. Con la presidenta de las Cortes de Aragón a la que dieron un botellazo. Un grave delito en las leyes que se mercó el gobierno. Se ha sabido que al menos un dirigente del PP de Zaragoza participó en el asedio. Y que policías nacionales se convocaron por WhatsApp para comentar e insultar y que algunos participaron en el cerco.  Es inadmisible en un Estado democrático, son garantes de la seguridad de todos los españoles.

No ha tenido apenas repercusión, no la que merece una agresión de tal entidad. Los medios de apoyo le dieron un tratamiento menor y llegaron a calificar a los acosadores de “manifestantes” o « manifestantes por la unidad de España«. No es política, la afectada es la democracia. No había policía suficiente para proteger a los reunidos, lo prioritario es que no se vote en Catalunya. Salieron entre insultos y escupitajos varias horas más tarde.

En la Alemania que va a sentar a los ultras en el Parlamento no gozaban de la tolerancia que tienen en España. Todo avisa. Intensamente, a veces. Y más cuando se siembran bidones de gasolina y cerillas.

Buena parte de los políticos de la asamblea celebrada en Zaragoza eran de Unidos Podemos o las Plataformas. Grupos que han mostrado una cierta tibieza con el proceso catalán y que ahora piden un acuerdo político. No deja de ser curioso. Los ultras no van contra los independentistas por mucha bandera que agiten, van contra la izquierda que pone en peligro el bipartidismo blindado, sus intereses. Todavía prensa y políticos culpan a Podemos del proceso independentista que ya es manipular la realidad. Su modelo está en crisis le den las vueltas que le den.

Miren a Alemania, a la que ha vuelto a meter en el Parlamento a la extrema derecha. A lo herederos de aquel genocida llamado Adolf cuyos pasos políticos fueron de estricta legalidad, por cierto. Hasta que dejaron de serlo. Dense una vuelta por Hungría y Polonia, paraísos ultras y  « la oposición europea a Merkel«, según ABC.  Ambos gobiernos reprochan a Alemania que se les esté culpando por triturar el  Estado de Derecho. Echen un vistazo a la América de Trump. Son un mapa de futuro.

Analicen la España que pierde derechos a manos del PP. Ayudado por partidos que no ven hora de implicarse en serio en lo que nos estamos jugando. O por una pléyade de establecidos, notables en las prosapias de la divinidad culta. Avalar de facto la política incendiaria de Rajoy en Catalunya, del fiscal que nombró y reprobó el parlamento, es toda una declaración de principios. Menos mal que Pedro Sánchez le ha dicho al Fiscal Jefe Mena que sea prudente.

 Las despedidas a la Policía y Guardia Civil e n vario s municipios españoles como si fueran a la guerra contra los catalanes evidencian un problema serio .  El “ A por ellos” de Huelva en particular o el de Castellón son hijos del cerril y arcaico franquismo sociológico que se fomenta desde el pensamiento oficial. El líder del PP castellonense se apresuró a difundir la gesta. La subdelegada del gobierno en Huelva  se apuntó a la cruzada. Al delegado regional en Andalucía estas despedidas le emocionan.

Portada bélica de ABC
 

La portada de ABC del martes, bélica, entiende el diálogo como imposición y derrota, el triunfo como humillación.  “Trapero acata pero no se cuadra”. 2017. Siglo XXI. Pregúntense otra vez qué hacen los neonazis tomando decisiones en el Parlamento alemán.

Lo del “ya te avisé” no suele funcionar. Pero todo esto vino de mucho antes, se vio venir y se dijo. El futuro llega como una bala: vamos camino del desastre por esta senda. Aunque se hagan los sorprendidos una y otra vez los cómplices de la situación. Llega un día que en el que los agraviados, los perdedores de sus victorias, se hartan e incluso empiezan a ver a través de las banderas. Ellos son nuestra esperanza.

Fascismo, la complicidad del silencio

Agosto se nos tiñó de nazi. Se desparramó el depósito que a duras penas lo contenía. Y se plasmó el sábado 12 de agosto en la ciudad universitaria de Charlottesville, en el Estado de Virginia que albergó la capital de los Confederados en la Guerra de Secesión norteamericana. Una nutrida representación, masculina, blanca, violenta, irracional, fascista, armada hasta con fusiles de asalto, sembró de odio y sangre las calles para hacer alarde de la superioridad que creen ostentar. Una mujer –Heather Heyer, 32 años– asesinada, una veintena de heridos, múltiples apaleados, una sociedad con una profunda brecha en el corazón. Las impactantes imágenes grabadas por HBO dejan poco lugar a la imaginación para saber la dimensión de lo qué está ocurriendo.

«Una injusticia en cualquier parte es una amenaza a la justicia en todas partes», decía Martin Luther King, el líder de los derechos civiles que caería abatido por esta misma intolerancia en 1968. El despertar del nazismo latente en un país es una amenaza para todo el mundo libre, podríamos parafrasear. No es insignificante lugar los Estados Unidos de América, lo que le añade gravedad. Y no cabe tregua. El sábado en Charlottesville emergió cuanto se venía gestando, lo que llevó a Donald Trump al poder. El presidente que tardaría 48 horas en condenar la violencia de los partidarios de la supremacía blanca, obligado por una intensa condena a su reacción inicial. Cuando, hablando de «distintas fuentes», enarboló la bandera de la falsa equidistancia siempre, siempre, culpable. Este martes recuperó la versión de «las dos partes», culpables ambas y con buena gente ambas en su interior, y dijo que la prensa había tratado injustamente a los manifestantes neonazis a los que justificó. Trump no abandona a los suyos. Las felicitaciones más efusivas -dentro de un clima de desolación- han sido las de un par de líderes del KuKluxKlan  agradeciendo a Trump «la condena a los matones de izquierda que nos atacaron». 

El brote estadounidense se produce en la sociedad de la confusión, donde voces insistentes tratarán de minimizar y establecer paralelismos con cualquier otra tendencia. No la hay. El fascismo destruye la sociedad. Basado en la idea de la supremacía, de la superioridad de la raza blanca sobre las demás, buscan imponer su dominio por la fuerza. Tras la raza superior van los hombres superiores sobre las mujeres inferiores, y todas las «perfecciones» que se atribuyen. Salen al calor de Trump, sin duda. Muchos lo han señalado. Los nazis precisan un líder y el tosco personaje que ocupa la Casa Blanca jugó todos los números para serlo.

Vean el equipo de Trump en la presidencia. La ultraderecha extrema, enmascarada como Alt-Right, con Steve Bannon y similares. Vean de quién se nutre y a quién sigue el twittero compulsivo que calló precisamente el sábado como señalaría la escritora J. K. Rowling. Un escueto número que copa su familia, sus colaboradores, sus empresas, líderes religiosos y Fox. Fox&Friends, el programa favorito del hoy presidente de EEUU que en la misma noche del sábado defendía la supremacía blanca. « Trump era esto: el terrorismo nazi de Charlottesville«, escribía aquí Ruth Toledano, pues claro que sí.

La historia se repite. Una crisis económica por abusos del sistema financiero –no de los ciudadanos– desencadena precariedad para la mayoría. La derecha más radical, el fascismo en todas sus vertientes, la aprovecha a su favor. Cuantos callaron por su auge en los años 30 ofrecían como excusa el temor a caer en manos del comunismo que se había ido extendiendo desde la Revolución de 1917. Pensado que, tras utilizarlo, en último extremo lograrían contener al nazismo. Ahora cuentan como enemigos a ofrecer con Corea del Norte y Venezuela y a Trump como exaltado a moderar. Y cuela aún menos.

La gran diferencia hoy es la manipulación masiva y la deseducación que deja inermes a millones de ciudadanos, de todos los países. El abandono de grandes capas de la sociedad. El embrutecimiento que viene a recordar a los epsilones de Aldous Huxley creados en Un mundo feliz (1958) para ser usados en trabajos arduos. La casta inferior del sistema. De un sistema de castas explícitamente, en efecto. De la desigualdad como sistema. En donde los implicados la acatan encantados. «Nada en el mundo es más peligroso que la ignorancia sincera y la estupidez concienzuda», advirtió Martin Luther King.

Estados Unidos se ha sobrecogido con la explosión de odio que vieron, ven y saben existe en las raíces de su historia. El periódico británico The Guardian recordaba en su editorial del lunes ( El fracaso moral que avergüenza a América) que, «escribiendo Mein Kampf en la década de 1920, Adolf Hitler elogió el racismo institucional de Estados Unidos como un modelo del que la Alemania nazi podía aprender». El tiempo ha pasado, con avances de desarrollo, pero quedan raíces irreductibles que germinan en huecos seres susceptibles de interpretar en ese sentido el «América, grande otra vez». No por casualidad como se ve en su propio inspirador, Donald Trump.

La preocupación es intensa en quienes son capaces de entender lo que hay tras esa explosión de odio y elogio de la desigualdad. Lo que se palpa en las calles de muchas ciudades y pueblos de Estados Unidos con su rechazo al extranjero, al diferente. Se nota en el ambiente. En miradas y en gestos, como cuentan los residentes. «En zonas donde tu color de piel y tu acento te delata como no bienvenido. En ataques racistas en los lugares más insospechados, como la cola de un supermercado», relata entre otros muchos detalles de alta significación Diego E. Barros en Ctxt.es.  Allí están los votantes que encontraron en Trump el líder a medida que les llovió del cielo. El que dice las cosas como son.

Mayor peligro aún ofrecen quienes, en favor de los más espurios intereses, se apuntan a amparar el fascismo norteamericano y cuantos están floreciendo en Europa. España incluida. Las reacciones tibias a los terribles sucesos de Charlottesville han sido muy significativas en la prensa tradicional española. Incluso han compartido el «distintas fuentes» de Trump, y han hablado de altercados entre radicales de distinto signo. Fascistas y luchadores por la igualdad en el mismo plano. Delirante. Preocupante.

Y la complicidad con la profunda inclinación autoritaria exhibida por el PP. Su ideología que ya no se priva ni de abstenerse cuando Sada, donde se ubica el muy regalado Pazo de Meirás, declaró persona «Non grata» a la familia Franco. Realmente hay lugar a poca duda, hace años Mariano Rajoy proclamó por escrito en el Faro de Vigo su creencia en la superioridad por estirpe, que, al parecer él mismo personifica con su brillante inteligencia.

Fox News se reencarna en 13TV. Con más medios, sin duda. O en Intereconomía y la COPE. TVE se ha convertido en otra 13tv o Fox News, sin que una dirección que acabe con las prácticas manipuladoras termine de llegar como se prometió. Y se encuentra también en tertulianos que participan en los llamados debates de otras cadenas. Los que enarbolan más que nadie «la libertad de expresión» pero solo del discurso que les gusta, como dice esta columna de The New York Times. Cristina Cifuentes nació al estrellato político en 13TV y similares. En pareja línea ideológica, Albert Rivera o Begoña Villacís, también. Y no es difícil atragantarse en un zapping con la presencia de altos cargos del Gobierno e incluso el presidente en las cadenas de ultraderecha. Así se van sembrando los  Charlottesville.

Martin Luther King señaló en todos los tonos la enorme complicidad del silencio. En todos los conflictos. «Llega la hora en que el silencio es traición», «al final, recordaremos no las palabras de nuestros enemigos, sino el silencio de nuestros amigos» o «no nos parecerá lo más grave las fechorías de los malvados, sino el escandaloso silencio de las buenas personas», «el estremecedor silencio de los bondadosos».

Ahí estamos. El fascismo se ha plantado en nuestras caras en pleno agosto. Cuanto se veía venir llegó y con creces, por muchas risas que provocaran las advertencias. Va a más. Pero no es irremediable si se ponen los medios. Muchos están hablando hoy, muchos que no lo hacían en EEUU. La indignación y el valor han vencido al miedo y el silencio. Martin Luther King consciente de las dificultades dijo también: «Si ayudo a una sola persona a tener esperanza, no habré vivido en vano». Y, no, podemos asegurar que no vivió en vano. Y que el fascismo se destierra con la justicia social, la verdad y la cordura.

 

La prensa que odia Trump

trumpfoxandfriends

La propia familia de Trump y figuras de la Fox acaparan la escueta lista de 43 personas a las que el presidente sigue en Twitter. Fox no es prensa enemiga

La prensa está en entredicho. Una crisis mal afrontada y peor resuelta la mantiene en situación de debilidad. Donald Trump, el nuevo presidente de Estados Unidos, ha decidido usar ese estado vulnerable a su favor para avanzar en unos planes realmente temibles. Pero no es el único peligro que acecha a la información y por tanto a la sociedad. La bola avanza en caída arrolladora engrosándose, con excepciones como asideros.

Donald Trump ha declarado la guerra a la prensa de su país. La llama incluso «enemiga del pueblo «. En su escalada bélica por todos los frentes, ha denegado la entrada a The New York Times, CNN y Politico, entre otros medios, a un acto en la Casa Blanca. Es el comienzo de una persecución anunciada. Pero conviene matizar. Trump carga contra la prensa que informa, la que expone sus (escandalosas) medidas, la que cuenta la verdad. Hay medios a los que el presidente adora. Son su guía, de hecho. De Breitbart News, la web de agitación ultraderechista y manipulación, procede su estratega y principal asesor: Steve Bannon. Y todo el grupo mediático Fox es faro y norte de Trump. Lejos de menospreciarles, les rinde veneración.

Pocos datos ilustran con más precisión la personalidad del actual inquilino de la Casa Blanca que el reducido grupo de personas a las que sigue en Twitter, la red de la que hace un uso casi diarreico. Su cuenta personal, anterior a su acceso a la presidencia, tiene más de 25 millones de seguidores, él se limita a seguir a 43. En ese exclusivo grupo, lo que más se repite es el apellido Trump. Allí tiene a su familia, comenzando por su hija Ivanka, y sus empresas. Están varios miembros de su equipo, no todos. Un par de estrellas, de la canción y del deporte, con el común denominador de añadir a su fama el extremismo religioso, y el resto son todos de Fox News. El resto del mundo no parece interesarle, y llama la atención semejante pobreza de fuentes y hasta de inquietudes personales en alguien con tan enorme poder de decisión.

Para quien no conozca la línea editorial de Fox, viene a ser lo que en España resume a la Caverna mediática, una mezcla de 13TV, Intereconomía, Losantos y OKdiario. Son famosos sus locutores increpando agriamente a los enemigos políticos de la derecha más reaccionaria y a los periodistas rigurosos. Véase el caso del mexicano Jorge Ramos tratado con extrema agresividad por el presentador. La objetividad no se roza ni por equivocación.

Donald Trump intenta, por lo que vamos viendo, acallar a la prensa, expulsar a los testigos de sus atropellos. Para seguir sembrando el desconcierto en esa masa que le apoya y cree sus «verdades alternativas», es decir sus mentiras. Los inexistentes sucesos de last night, la última noche, en Suecia o en Júpiter, que siembren el miedo y justifiquen ese  brutal aumento del arsenal militar que se dispone a contratar  54.000 millones de euros a detraer de las necesidades de los ciudadanos. Como se anunció, Trump avanza por las sendas del totalitarismo y ni su propio partido, el Republicano, le detiene. En ese objetivo es clave restar el derecho a la información de los ciudadanos a muchos de los cuales deja tan desvalidos como a todos con su acopio de bombas.

¿Se imaginan guiarse únicamente por Fox y Breitbart News? Trasladado a nuestro país, por todos esos cascabeles y gatos de ultraderecha mediática de agitación. La verdad es que numerosos cargos del PP acuden asiduamente a sus programas. Las investigaciones judiciales dan cuenta de que el PP financió con dinero negro a Libertad Digital, por ejemplo. No es preciso incidir en sus desbordamientos de opinión y hechos tergiversados. Son de sobra conocidos. Basta verlo. De la mañana a la noche además.

El problema aquí reside en el deslizamiento de medios, antaño más o menos fiables, hacia posiciones dudosas. Esas portadas, editoriales, artículos, programas de radio y televisión generalistas en los que se encuentra a menudo mucha más propaganda que información, por expresarlo de una forma mesurada. Pueden ir al kiosco, siquiera virtual, y cada día encontrarán ejemplos. En España el problema de la prensa es la credibilidad. Y en ambos casos pierde la sociedad destinataria.

No es el caso de los «Estados de Trump», pero la siembra de sospechas sobre la veracidad de los hechos y las creativas versiones acerca de lo que realmente sucede en España y con su Gobierno también dañan la información a la que tienen derecho las personas. En todos los medios, o en su inmensa mayoría, se pueden encontrar periodistas que siguen informando a veces con riesgo de su puesto de trabajo. La dirección de las propias empresas sabe de esa exitosa mezcla de contar medias verdades y verdades completas que regularicen todas. Y, sin duda, existen medios que no se amilanan, como éste, eldiario.es y varios otros sin duda, y entienden la importancia de una sociedad que disponga de datos que le afectan para tomar decisiones. De la información. Si con todo lo que está ocurriendo que nos tiene ahogados de escándalo contásemos solo con las portadas panfletarias o las soflamas de algunas emisoras, la impunidad sería mayor.

Para que nos entendamos de la forma más gráfica más posible. Trump justificó sus ataques a la prensa hace unos días afirmando que, «los periodistas están fuera de control». Aquí, la única queja que se ha oído del Gobierno ha sido hacia medios digitales y algunos programas de La Sexta, cadena donde no es unánime –como en la mayoría– el apoyo al PP. Con el resto de los medios están encantados. El rey lo resumió mejor que nadie en la entrega de unos premios periodísticos de ABC. En estos días convulsos de sentencias judiciales que crean alarma social y de juicios múltiples a autores de tuits afectados por la Ley Mordaza del PP, Felipe VI destacó «el papel de la prensa para la estabilidad en un año político inédito».

De ahí que resulten hasta enternecedoras las comparaciones entre los ataques reales de Trump a la prensa que informa y la que aquí se duele, henchida de autocomplaciencia, de las quejas fundamentadas a sus desvíos. En Estados Unidos ya hacen alguna autocrítica por haber primado las ganancias inmediatas a la labor de informar. Aquellos días en los que los directivos de las cadenas, como Les Moonves de CBS, decía: «Donald Trump quizás no sea bueno para los Estados Unidos pero es una bendición para CBS», lo han sentado en el despacho oval. De alguna manera la prensa se construyó la soga de la que ahora la cuelgan. Los más desaprensivos. En la campaña electoral francesa también se han apuntado, con Marine Le Pen a la cabeza, a la exitosa táctica de disparar a la prensa crítica. El trumpismo mediático, como amenaza a la democracia, está ahí.

*Publicado en eldiarioes

Dos años de esperanza, frustración y maniobras mediáticas

Enero de 2015. La ministra de Empleo, Fátima Báñez,  escribía a los pensionistas para venderles la gestión de gobierno del PP  y una exigua subida del 0,25% en las mensualidades. En la actual legislatura la ha mantenido pese a no contar con mayoría absoluta. Los enfermos de hepatitis C se lamentaban de su viacrucis sin la medicación que puede salvarles. Hoy, dos dirigentes de la sanidad pública gallega se enfrentan a la investigación (antigua imputación) por asesinato sin que, por cierto, los principales periódicos locales llevaran la noticia a sus portadas.

La máxima preocupación de los grandes medios españoles en aquel inicio de 2015 era Syriza. Al margen de los creativos “Desgrecia” de La Razón, El País vaticinaba a 4 columnas que la victoria de Syriza en las elecciones griegas anticipaba “un periodo de agitación en Europa”. Y acudía en el subtítulo a una opinión de calidad: Rajoy advertía que “no jugaría a la ruleta rusa con Podemos”. En realidad, ahora, el período “de agitación” en Occidente corre a cargo de la extrema derecha, obviamente fanática y demagoga, que está a punto de coronar a su máximo exponente, Donald Trump, en la primera potencia mundial: Estados Unidos.

DENTRO DE 20 AÑOS, LOS HIPÓCRITAS HABITUALES LLORARÁN SUS LÁGRIMAS DE COCODRILO POR GRECIA COMO A TORO PASADO LO HACEN POR SREBRENICA

Machacaron a la Grecia de izquierdas, igual que la había sangrado su conservador bipartidismo. Aquel  verano de 2015, la UE protagonizó uno de los episodios más deleznables que quepa imaginar para cortar las alas a Tsipras, y lo logró. Con decidida voluntad de humillar, como castigo ejemplarizante, y el presidente griego se plegó. Esos días, por cierto, marcaron el principio de la profunda deriva en la que se encuentra la propia Unión Europea cuya actitud con los refugiados sonroja a la más tibia decencia. Los están dejando morir de frío. Dentro de 20 años, los hipócritas habituales llorarán sus lágrimas de cocodrilo por Grecia como a toro pasado lo hacen por Srebrenica o por cada atropello que históricamente propiciaron o no quisieron evitar, escribí entonces, pero, al paso que vamos, serán tantos los destrozos que ya no quedará llanto.

El atentado contra la revista satírica Charlie Hebdo con un balance de 12 muertos, entre ellos los principales autores de la publicación beligerante contra los integrismos religiosos, supuso el despegue de una espiral diabólica. París, otra vez, Niza, Bruselas, Estambul, Berlín, sufrieron el impacto del terrorismo. Y, como siempre, Siria, Irak, Afganistán, Pakistán, Yemen y tantos otros países olvidados. La espiral que siembra el miedo con causa y el miedo irracional que otros aprovechan. La que atribuye a una colectividad de 1.500 millones de personas el salvajismo de unos pocos, lo que no hace en buena lógica con otras comunidades: la de los noruegos rubios por poner un caso. La que  termina por extender la represión a todos, sin atajar soluciones efectivas si están vinculadas a poder y lucro.

El mundo ha cambiado. Los ciudadanos holandeses, por ejemplo, despertaron el año 2015 con una nueva ley que suponía un tajo mortal al Estado del bienestar. El cuidado de ancianos y dependientes, incluso niños discapacitados, pasaba a ser una obligación exclusiva de “familiares, amigos y vecinos”. Los Países Bajos se convertían en “una sociedad participativa”, un “allá te apañes por tu cuenta”, tras haber sido uno de los paradigmas del paraíso del bienestar. Imaginemos el estado de otras sociedades mucho menos exigentes con lo que importa, como es el caso de la española. Hoy, Donald Trump es el presidente de los EEUU aplicando con urgencia un programa xenófobo, insolidario, brutal que se puede encuadrar en el fascismo.

José Ignacio Wert sacaba adelante su ley de educación y sembraba el BOE de adoctrinamiento religioso: el alumno “reconoce con asombro y se esfuerza por comprender el origen divino del cosmos”, dice el Boletín Oficial del Estado Español aconfesional. Hoy lo tenemos becado en París, como embajador de España ante la OCDE, en unas condiciones laborales dignas de un príncipe. Otro embajador, Federico Trillo, fue descabalgado bajo las alas de un Yak-42 que nunca debió volar, pero poco, como se hacen las cosas en la derecha española y quienes la alientan.

DA LA SENSACIÓN DE QUE TODO SIGUE IGUAL QUE SIEMPRE, O PEOR SI SE MIRA LA INCERTIDUMBRE MUNDIAL, PERO LA POLÍTICA CIUDADANA HA PUESTO UN PIE EN LAS INSTITUCIONES

La corrupción lucía vigorosa. The Times publicaba en marzo de 2015:  “La élite gobernante española acusada de robar 450 millones de euros de dinero público”. Y añadía nombres. A la Gürtel se había sumado la PÚNICA y siguieron EMARSA, GUATEQUE, POKEMON, TAULA… vinculadas al PP. Las sagas familiares cleptómanas, como los Pujol, continuaron mostrando su desvergüenza. O supimos de las tarjetas black de la quebrada Bankia –que tuvimos que rescatar– con las que se solazaron a nuestra costa miembros de los principales partidos y sindicatos. Según la investigación judicial, el nuevo Sodoma y Gomorra estuvo regido por Blesa y Rato, otros dos destacados miembros de la formación en el gobierno.

Algo más pasó: volvió a despertarse ese poder ciudadano que se repliega como un gato al menor atisbo de duda. O de los palos y multas de las leyes y códigos Mordaza con los que se guarneció el PP. En mayo de 2015, las elecciones locales traen ayuntamientos de cambio. En las principales ciudades españolas. Barcelona, Madrid, Zaragoza, Valencia, además de Coruña, Cádiz o Santiago. Son acribillados desde el minuto 1 por la prensa convencional. Contrasta con el trato dispensado a los salientes. Fuera de Madrid, incluso en Madrid, muchos ciudadanos desconocen el caso de las viviendas sociales –ocupadas, no vacías– que Ana Botella vendió a un fondo buitre.

Podemos, el partido revelación de 2014, consolidó su fuerza al lograr, en unión de las confluencias, casi el 21% de los votos y 69 diputados en las generales de diciembre de 2015. La alianza Unidos Podemos no sumó  los votos de las dos formaciones por separado en junio de 2016, aunque logró 71 escaños. Ciudadanos, “el Podemos de derechas” que pedía el poder, no respondió a las expectativas creadas por los medios, pero sirvió para apuntalar al PP. Con un PSOE protagonista de un golpe interno que aún le cruje y cuyos vencedores manifiestan sin pudor que lo mejor para España es, al parecer, lo que hizo: un gobierno del PP.

La prensa de parte jugó un papel fundamental durante este tiempo, con una descarada apuesta porque nada cambiase. Sin temor a perder las formas. El director de El País, Antonio Caño, llegó a  enviar una carta a los suscriptores que se habían dado de baja, disconformes con la línea editorial del periódico. Caño atribuyó los editoriales incendiarios y cargados de insultos contra Pedro Sánchez, el secretario general del PSOE defenestrado a la brava porque se negaba a apoyar al PP,  a la “efervescencia” que se produce en algunos momentos en este tiempo en que “los ánimos están exaltados”.

LOS SUEÑOS DE JUSTICIA Y DIGNIDAD TAMPOCO SE MARCHITAN. EN ALGUNOS PERÍODOS, COMO ÉSTE, CUESTA MÁS PERO OCURRE QUE LOS DERECHOS HUMANOS NO CADUCAN. Y ES IMPERATIVO DEFENDERLOS

La prensa independiente que fluye por Internet –la independiente entre la que utiliza esa vía– ha tenido también un papel esencial. En rescatar la información, dar los datos fundamentales para estimular el pensamiento crítico, y destapar numerosos casos de corrupción. Desde las tarjetas black a los papeles de Panamá por los que grandes figuras han evadido impuestos que detraen al funcionamiento del país.  Fueron perseguidos por ello, colean aún las denuncias… por contar lo que el poder no quiere que se sepa. No está todo perdido por tanto.

Es un largo recorrido de luces y sombras. Hubo puertas que no se abrieron, y realidades no asumidas. Cerrojos que se atrancaron dejando a los más vulnerables fuera. Da la sensación de que todo sigue igual que siempre, o peor si se mira la incertidumbre mundial, pero la política ciudadana ha puesto un pie en las instituciones. Y hay una poderosa siembra de cambio aún no agostada por los temporales. La realidad se impone tozuda en su rotunda injusticia: ocho personas acumulan tanto dinero como los 3.500 millones más desfavorecidos, según informe de Oxfam. Uno  de esos nombres es el español Amancio Ortega. Nuestro país sumaba 7.000 nuevos millonarios en 2016 mientras el 30% de la población más pobre perdía otro tercio de su poder adquisitivo. Sube la electricidad y la bombona de butano y las grandes soflamas de Báñez no permiten cuadrar las cuentas.

Los cantos de recuperación de la prensa cortesana (periódicos, radios y televisiones) no pueden ocultarlo. Ni la política que colabora con esta situación, desdibujar sus intereses. La prensa independiente se lo seguirá contando. Porque los sueños de justicia y dignidad tampoco se marchitan. En algunos períodos, como éste, cuesta más pero ocurre que los derechos humanos no caducan. Y es imperativo defenderlos.

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Publicado aquí: CTXT. Orgullosos de llegar tarde a las últimas noticias

CTXT cumple dos años y escribí este recopilatorio comparado

2016, el año del desconcierto

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Dicen y escriben que 2016 ha sido el año que no vieron venir. Suele ocurrir cuando se vive en los cenáculos del poder y las personas se convierten en números estadísticos o un fastidio si osan hacer patente su malestar. Con claridad, 2016 ha sido el año de las mil definiciones que se resumen en una: desconcierto. El año que acaba ha confirmado el absoluto divorcio entre las élites y el resto de la población. El triunfo del No que lo caracteriza es a lo que todos ellos representan, a lo establecido, aunque los erráticos caminos de la banalidad programada, no hagan sino consolidarlo. Porque en 2016, la verdad, los límites de lo admisible, han saltado por los aires. El año en el que se volvió atrás para reedificar los más terribles monstruos de nuestro pasado, con el fascismo en ciernes a la cabeza. Se ha desencadenado lo que, desde hace no menos de un quinquenio, incluso casi un decenio, veíamos venir y escribimos. Basta tener los pies en el suelo y mirar qué sucede alrededor.

El rey en el palacio del ayer. La cuerda para el nudo. La risotada. El dolor. El consumible. La manta de la que tirar. Una espectacular ciénaga. Barra libre para robar. Para imponer. Para mentir. La pobreza invisible. Necesidades inaplazables. Impunidad. Crónicas cortesanas. Al servicio del poder. Periodismo. Al servicio de la gente. El año que fuimos “populistas” o el de las etiquetas. Aquél en el que la corrupción parece haber sido legalizada tácitamente. La invasión aplastante de los mediocres.

Maniobras para la continuidad del PP y las políticas de siempre

En España fuimos repitiendo elecciones generales hasta que -con un golpe de mano chapucero y evidente-, se formó el gobierno que conviene al poder, al que vive en camarillas y no ve venir otra cosa que las bandejas de canapés. O los peligros que acechan a sus privilegios. La decencia se ha resentido en gran medida del devastador impacto. Hasta provocar destrozos desestabilizadores. El “atado y bien atado” que anuda desde antaño los caminos de futuro de los españoles volvió a echarnos otra lazada más.

Repasar la mascarada política y mediática de estos doce meses deja sabor a inmensa tomadura de pelo. Es ver quiénes movían los hilos de la operación, cómo se desechaban las piezas inservibles, las encuestas-puñal, la maquinaria de la intoxicación a pleno rendimiento. Cuando en el Congreso entraron las personas que cada día vemos en la calle, los aposentados dieron un fuerte respingo. De ahí que se blindaran para luchar contra la pura alergia física a la realidad y a la posibilidad de algún cambio que alterara su estatus.

Por 2016 pasaron ministros, como José Manuel Soria, tan preocupado por los beneficios de las empresas energéticas y por orillar adversarios políticos, que terminó apeado por un offshore negado a ritmo de sainete. Y llegaron repuestos como la Ministra de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad, en pura añoranza de aquel pasado de Beneficencia en el que la gente no se quejaba no fuera a ser que, encima, le cayera un buen palo. Conocimos al Hernando mutante de un partido llamado PSOE, las migas asturianas al PP, y a la reina en el sur pendiente de una Operación Triunfo, con los vientos favorables de los dioses del socialismo versión cachirulo. A la explosión de las tensiones, de la presión, en un proyecto interesante  que pesa más que las personas que no estén a la altura. A la evaporación de Ciudadanos mientras se desdecía, prácticamente, de cuanto dijo.

Corrupción fangosa

Vimos los grandes desfiles por los juzgados de un buen número de saqueadores de lo público, nivel presunto. Cuesta recordar la serie de mangancias, cohechos y cohechitos, prevaricaciones y transgresiones varias que este sufrido pueblo ha soportado. Menos mal que cada día llegan refuerzos para recordar que en cualquier otro país, incluso en algunos bananeros, la corrupción pasa factura. Y declaraciones como las de Francisco Correa, mediador de la Gürtel, hubieran hecho saltar gobiernos por los aires. Nos han dejado ahogados de cinismo y desvergüenza. A las personas decentes, se entiende.

Añadamos el temor a la impunidad que se materializa en la imagen de una Infanta de España que, a tenor de sus declaraciones: “Qué ganas tengo de que esto acabe para no volver a pisar este país”,  parece dar por hecho –como tantos otros- que saldrá exonerada de los delitos contra la Hacienda Pública por los que se le juzgó. El amor lo excusa todo cuando se posee sangre azul en particular. Azul realeza o azul ideológico. Mientras en España muchas personas siguen viviendo sin luz, mueren sin luz.

No hay sector susceptible de lucrarse en el que algunos de nuestros próceres no hayan metido mano. Todo es magro para la rapiña: infraestructuras, servicios, hasta colegios y hospitales. Visto los destrozos en la sanidad, incluso vidas humanas. 2016 nos deja la impresión de que en España operan varias mafias y que una parte de las pistas que sigue la justicia proviene de algún tipo de ajuste de cuentas entre bandas o facciones rivales. Algunas, como afirman las pesquisas judiciales de Ausbanc, chantajeando a bancos y empresas de lo más relevante del país durante 20 años sin que nadie dijera ni pío. En cambio todo español debe estar al corriente ya hasta del primer borrón, real o supuesto, de cualquier miembro de Podemos en sus años de parvulario y, sin duda, del color de su ropa interior.

La prensa cortesana

“Puigdemont promete romper España”, leímos en un titular entre los muchos irrisorios con los que nos obsequian a diario. «Insensato sin escrúpulos» llamaba un editorial al candidato del PSOE que acabaría defenestrado. La prensa oficial participando de parte en política. Hasta obvió noticias. Una bien reciente: la investigación por homicidio a dos altos cargos de la sanidad pública gallega al posponer la medicación eficaz para la hepatitis C no ha llegado a las portadas de los principales medios de la comunidad. Una más alejada en el tiempo, un juez grabado proponiendo a un imputado fabricar indicios contra su predecesora, Victoria Rosell, sin que tenga grandes repercusiones, ni mediáticas. La denuncia del ex Ministro Soria contra ella,   por supuesto cohecho, retraso malicioso y prevaricación, relacionado con el caso, archivada por la justicia con similar eco. Y nunca hemos sabido tanto de Venezuela y tan poco de Huesca, Cáceres o León, por poner el caso.

Multitud de personas en España, no se enteran de asuntos esenciales que les afectan. Cuesta creer que las graves noticias difundidas sobre la atención pediátrica en la Comunidad de Madrid no levanten auténticas ampollas. Hablamos de niños. Absolutamente imperdonable que las denuncias de carencias o deficiencias se estén saldando con despidos, ante el silencio cómplice de los apoyos políticos, de los medios y los propios usuarios. Vistas las consecuencias, seguramente muchos lo dicen solo en voz baja, aunque lo dicen.

2016, el año en el que las políticas pudieron cambiar y el pasado se atrincheró, dejando una ciudadanía anestesiada o frustrada. La España sucia ha ganado de nuevo la batalla, un respiro más. Un estertor quizás.

El Rey en su palacio

Descorazonador escuchar el remate del Rey Felipe VI, en un mensaje de Navidad conservador y banal por mucho que lo alabe la gran coalición de poder. Sorprende que una persona de su edad y preparación, con contactos en la vida real (de realidad) opte por ese camino.  El  discurso menos visto de la historia, y sigue hablando, con paternalismo, de un país que la mayoría desconoce.

Crece la ultraderecha

2016 se vio venir. El desvarío electo, la peste fascista. La hegemonía de los inanes convertidos en sujeto. Los nuevos rumbos mundiales sí traen significativas variaciones: la ultraderecha, la sinrazón, avanzan a grandes zancadas, mientras los medios y la propia sociedad vuelven a equivocar el foco. Los  emigrantes pobres no son los culpables. Y no hay nada -ni los dolorosísimos atentados terroristas-, más desestabilizador que la extrema derecha por su capacidad de llegar al poder en varios países, algunos muy decisivos. Europa entretanto no mueve un dedo. 2016 acrecienta el profundo deterioro del proyecto común. El año que… siguió muriendo la UE.

La involución ha animado a salir del armario posiciones ultraconsevadoras. El machismo se ha rearmado con fiereza. Con ese reguero de muertes incomprensibles, y la exaltación verbal de sus defensores. La homofobia también ha repuntado hasta apalear a varias víctimas.

El año que… sabe a injusticia y egoísmo llegado a la crueldad. En el que ya ni se mira a los miles de refugiados que se traga el mar -5.000 en 2016 como mínimo- o a los que se abandona llegados a tierra. Manos pequeñas que abrazan el llanto inconmensurable del padre. Niños que ya no lloran. Un año que apesta a cerrazón y torpeza. A mordaza, la forma que el poder autoritario tiene que dialogar con sus inferiores. A trampa, fraude, plagio, mentira y manipulación. El año en el que fue estruendoso el silencio de las buenas personas, de muchas que creen serlo.

Amanece cada día

Pero la vida no sería soportable sin las luces que alumbran la marcha y nos hacen levantarnos cada día con ganas de emprender la jornada. Asideros que cada uno reconoce como suyos. Sin manida autoayuda. Mi propia retina se llena de mujeres que se alzan con muchos pesos a cuestas para luchar por los demás, mientras den de sí las fuerzas. O jóvenes generosos volcados en una idea sin otro afán que contribuir a un mundo mejor. O un general, al que el gobierno del PP cesó con deshonor por su opción política, leyendo un libro, solo en una silla, en medio de un tumulto de personas, focos y cámaras.

Y, frente a esa prensa, radio y televisión cortesanas tan dañinas para la sociedad, he vuelto a ratificar, a conocer y reconocer a periodistas insobornables, empujados a contar lo que precisan saber los ciudadanos, cueste lo que cueste. Como un mandato irremediable que impele a revelar lo que el poder no quiere que se sepa. A pesar de las represalias o de no llegar a los afectados, tan distraídos en otros menesteres.

El año de las voces que ya no se callan para lograr detener la pezuña mortal de los machistas y las lenguas viperinas de su coro de soportes, colaboradores necesarios. Violencia y más violencia. Y, enfrente, coraje, fuerza, honestidad, razón.

He visto, ustedes también, a artistas, actores, a la cultura que persiste y vuela sobre las dificultades. A los científicos que se multiplican por encima de la tijera para investigar y buscar soluciones. A personas que, desde cualquier ámbito, siguen intentando lo mejor para su familia y para ellos incluso en terrenos hostiles.

La muerte y la vida

Es cierto que la muerte se nos ha llevado mucho en 2016: personas y utopías. Lo primero es lógico, lo segundo no, aunque lo diga aquel concejal mastuerzo de Pamplona. El mundo que resucita la irracionalidad y la violencia da miedo, pero podría caer en su propia emboscada. Otras muertes significativas, deberían tomarse, como insistía José Luis Sampedro, en algo que forma parte de la vida. Me quedo, si me lo permiten, con las viñetas feministas de la pionera Nuria Pompeia, fallecida este mismo martes. Ese compendio de valores que constituye “Matar un ruiseñor” que nos dejó en herencia perpetua Harper Lee. Carrie Fisher, la Princesa Leia de Star War por ser mito de una generación a la que demostró que una mujer puede encabezar una rebelión y que no hace falta ser perfecta. Con el entusiasmo del solista del Coro del Ejército Rojo al cantar la jota de La Dolores muerto, según se ha publicado, al estrellarte el avión en el que viajaba con sus compañeros en Navidad.  Con el propio grupo que hace muchos años nos descubrió los Ojos Negros de Rusia. Con la creatividad de Bowie y Prince, con la prodigiosa voz de George Michel y con Leonard Cohen que nos acompañó en un buen tramo del trayecto, en caídas y empeños. A muchos.

Con los caminos que recorrimos juntos, las fronteras que traspasamos, los muros que derribamos. Las jaulas que, más que abrir, rompimos. Las sendas cotidianas. En los pasos que buscan la belleza, la dignidad y la justicia. No hay otra, excepto si no ves venir nada que no sea tu propio interés. Los años no son sino tramos de tiempo a convenir. Pero, atentos, porque ése al que llamaremos 2017 se ve venir. Y viene fino. El nombre por el que será conocido aún está por escribir.

*Publicado en eldiarioes

Trump y el fin de las utopías

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Trump y Farage. El británico propulsor del Brexit fue su primer contacto europeo

«El mundo se derrumba y nosotros nos enamoramos«, le dice Ilsa Lund a Rick Blaine en la mítica película Casablanca, bajo el ruido de las tropas nazis que ya entraban en París. A lo largo de la historia las víctimas de todos los conflictos –bélicos o económicos– han sufrido mucho, como mínimo tanto como ahora. Sus reacciones son imprevisibles. En Estados Unidos ha primado el rencor de un sector decisivo de electores. Con motivos pero nada ingenuo: la mochila de Trump viene cargada hasta de algo que se parece al fascismo. El mundo que nunca ve lo que tiene alrededor se muestra atónito con el odio de los votantes que nos han clavado a alguien como Donald Trump en la presidencia del país más poderoso de la tierra. Y con los que en Europa siguen parecidas sendas. La diferencia crucial, ante el dolor, está en la actitud de los ciudadanos.

El triunfo en las urnas de Trump era el peor de los escenarios posibles y sin duda puede agravarse mucho más si el fenómeno se extiende por Europa. Lo aterrador es que los creadores de Trumps, los responsables de esta situación, no operan ni el menor cambio en sus estrategias y se mantienen atrincherados en las ensoñaciones de un tiempo que se les escapa para mal de todos. Ahí siguen definiendo populismos, atacando contrincantes de su estatus, invocando varitas mágicas que devuelvan las aguas al cauce. A veces de forma tan obsesiva y pueril que roza el patetismo. Olvidan a los ciudadanos y el cóctel maldito que se les ha aplicado: primero el abuso, y, parejo, el entontecimiento.

Quién nos iba a decir que, tras empobrecer a una gran parte de la población, truncar sus oportunidades y sus esperanzas, educarles en la ignorancia y embutirles basura adormecedora a través de la televisión y otros medios, iba a pasar lo que ha pasado. Ni la más tenebrosa pesadilla llegó a imaginar –alguna película sí– el ascenso al poder de un patán de las dimensiones de Donald Trump. Los indigentes intelectuales han encontrado a su líder. Se han reafirmado y presumen de ello. Es lo que lo cambia todo. En la COPE, cadena de emisoras de la Conferencia Episcopal española, un tertuliano del programa de Herrera dice que Trump ha derrotado a las dictaduras feminazis, medioambientales y «buenistas» que quieren proteger a las minorías. Las personas que «piensan diferente», como él aclara,  se sienten muy reconfortadas con los nuevos tiempos.

Definía el español Ortega y Gasset en 1930 al Hombre Masa, satisfecho de su ignorancia. Unos años antes lo había hecho también el italiano argentino José Ingenieros al alumbrar su Hombre Mediocre. Ése es el modelo que hace furor ahora. A través del tiempo, había sido más habitual el espíritu de superación, la búsqueda de valores, la lucha por lograr un mundo mejor. De hecho, por eso no nos hemos extinguido. Siempre hubo quién lo intentó y logró avances. Enormes en el último siglo. Hoy, la búsqueda del dinero como objetivo máximo ocasiona Trumps. Cuando lo que sueñas son loterías, como nos manda la administración española, caemos en picado hacia las cavernas.

El pintoresco concejal de UPN en el Ayuntamiento de Pamplona dio la pauta estos días de la era que se abre. Su delirante discurso contra el compañero de Pamplona En común por querer ampliar el circuito del carril bici arrancaba de considerar las utopías un hecho deleznable. Ya no es que desbarrara en todo el hilo argumental, que lo hizo, es ese inquietante punto de partida. No se ha valorado la importancia de tamaño ensañamiento con el ideal de una sociedad más justa, perfecta incluso, concepto al que dio forma Tomás Moro en el siglo XVI. Fijarse objetivos más altos de lo posible, la utopía, ayuda a conseguir metas superiores a las que andan a ras de suelo. El conservador navarro no hacía sino marcar por dónde camina la nueva derecha, la derecha más cerril que se haya conocido.

A diario vemos ejemplos de una incultura que deja boquiabierto a cualquier ser humano con cierta sensibilidad. Y sin complejo alguno. Aquí tenemos, por ejemplo, la redefinición del Muro de Berlín que una adolescente se marcó en un programa de gran audiencia en España. Nadie dirá que no pueda emular en su día a Trump. Nuestro ministro de Deportes, Educación, Cultura y portavocía del Gobierno, no sabe –según evidenció esta semana– si los poemas de Leonard Cohen se cantan o se bailan.  Miles de anécdotas y una actitud común de rechazo a la cultura. Ni se nos ocurra usar en un texto o en la contraportada de un libro el término «intelectual»: provoca urticaria. El conocimiento vive una época crítica. Porque peor aún que no saber es que no querer saber. Sentirse orgulloso de ser un ignorante. Trump y sus electores han venido a reafirmales. A ambos lados del océano atlántico.

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Familia Trump en su apartamento, la foto es real y no un fake aunque cueste creerlo

El mundo feliz se impone a la utopía del mundo mejor. El mismo Mundo Feliz que Adouls Huxley escribiera en 1932. Con sus «epsilones», el nivel más bajo de los empleados subalternos destinados a trabajos arduos. Con sus mujeres «neumáticas» y el «soma», un narcótico que evade de la realidad. Las grandes novelas futuristas (ficción distópica) surgidas a raíz de las grandes convulsiones de los años 30 del siglo XX se están cumpliendo con terrible precisión. En todos sus extremos. La imagen se superpone con la realidad actual. Con esa estética hortera del nuevo presidente estadounidense, sus mujeres clónicas, su palacio de oro, y el estado de sus votantes. La manipulación, la neolengua y la permanente vigilancia que planteaba Orwell también se ha dado. Y aún podríamos terminar convertidos en personas-libro para salvar de la hoguera la literatura como aventuró en este caso Ray Bradbury en Fahrenheit 451. La era iletrada y sin escrúpulos ha llegado.

Lo peor está por venir si todo avanza por el cauce emprendido. Mientras oímos las quinielas sobre cuánto cumplirá Donald Trump de sus promesas electorales, conviene analizar los hechos. Mintió en su campaña y es lógico pensar que lo sigue haciendo ahora. Algunos dirigentes de nuestro país también mintieron y mienten. En estos casos hay que atender a lo que hacen.

El vicepresidente de Estados Unidos, Mike Pence, es un ultraderechista nato sustentado por el Tea Party. Extremadamente religioso y conservador, se opuso con firmeza a las políticas sociales de Obama. No «cree» sin embargo en el cambio climático. Contrario al aborto y a los derechos de los LGBT, en su página web como congresista se puede ver aún su deseo de «financiar de forma directa a estas instituciones que asisten a las personas que buscan cambiar su comportamiento sexual». Como Trump, también se hizo popular por su participación en medios.

Los jueces que apoya el presidente para la Corte Suprema son del mismo perfil. Y además pro-armamentista y anti-regulación (el ultraliberalismo que acabaría ocasionando la crisis financiera de 2008). El nombramiento de Stephen Bannon como jefe de estrategia y principal asesor de la Casa Blanca no ofrece la menor duda: extrema derecha de manual, sin paliativos. Para educación Trump anda pensando en un creacionista. Es decir, los que están convencidos de que los seres vivos han surgido de un acto del creador y que, por tanto, no son fruto de la evolución. Y si alguien cree no hay peligros mayores, déjenle con el botón nuclear en un día tonto. Lo tendrá todos.

Es fácil deducir cómo quedará la sociedad tras el tratamiento que van a impartir estos dirigentes. En Estados Unidos y en España –dan muchas pistas los nombramientos de Rajoy–. Es cierto que quienes alientan a los Trump de América y Europa no representan a toda la ciudadanía. Y que siempre hubo quien salió adelante pese a todo. Hay quien habla también de una catarsis para regenerarse. Sería partiendo cada vez de más atrás. El problema es la apatía y desprecio al pensamiento que se está imponiendo. El patanismo amenaza con extenderse de forma incontrolable. Apoyado, de forma consciente o no, porque quienes son incapaces de ver lo que sucede de tanto mirarse el ombligo. Frenar esta deriva en objetivo común debería ser una prioridad. Ya que no lo hicieron en el largo proceso que ha derivado en esto, a pesar de todas las evidencias y todas las advertencias.

Para que no quede ninguna duda, recapitulemos. Ilsa Lund le dijo a Rick Blaine en circunstancias tan terribles como la invasión del primer nazismo y casi pidiendo disculpas por distraer un espacio a la lucha por derrotarlo: «El mundo se desmorona y nosotros nos enamoramos». Ahora, le diría «El mundo se desmorona, vamos a ver qué dicen Inda y Marhuenda».

*Publicado en eldiarioes

Un certificado de pobre para acceder a ayudas sociales

En la España de la recuperación del PP -ejemplo para el mundo y constelaciones estelares- la pobreza está llegando a límites que desbordan las previsiones. En ReaccionaDos citamos que el año de gracia de 2011 acabó con una tasa de pobreza infantil del 17% y ahora la gestión del equipo de Rajoy ha logrado otro de sus récords: la tiene en el 33%. No se ven, pero tienen carencias serias. Y muchos adultos también.

¿Qué hacer? El gobierno va a exigir un informe de los servicios sociales que acredite que la familia es realmente pobre para que pueda acceder a las ayudas de la UE, como una bolsa de comida. No estamos hablando de un ático en Marbella. El ministro Alfonso Alonso, nuevo titular de Sanidad, Igualdad y Asuntos Sociales, argumenta que es un criterio impuesto por Europa para que la ayuda llegue a quien realmente la necesita. Con eso de intentar hacerse con un kilo de garbanzos hay muchos abusos, al parecer.

Marselles, marcado como "sin techo" en 2014. Las protestas anularon la medida.

Marselles, marcado como «sin techo» en 2014. Las protestas anularon la medida.

No cabe dudar de las palabras de un componente de un partido tan honesto como el PP, pero es que cuando en Marsella (Francia) hace unos meses el gobierno local ultraderechista se le ocurrió marcar a los sin techo, se armó un lío considerable. Claro que igual la UE no facilitaba un jergón plegable para dormir y no exigía contrapartidas. El Frente Nacional francés cosechó grandes éxitos en las municipales y en las europeas y Marsella viró drásticamente de la izquierda a derecha y ultraderecha. Y empezó a marcar a ciudadanos “sin techo” con un triángulo que mostrara su condición. Como hiciera con los judíos el nazismo. Como hizo la admirada Reina Católica Isabel con los mismos (puede que la piadosa mujer fuera hasta la inventora). Tras señalar a centenar y medio de seres humanos pobres, las protestas de muchos marselleses lo pararon.

Los servicios sociales atienden a más de ocho millones de personas en España. Y el incremento es constante. Porque España lidera con Letonia el aumento de la desigualdad en Europa. Recordemos que la cifra de millonarios y las ganancias de las grandes fortunas no cesan tampoco de aumentar desde que gobierna Rajoy. Un 67% las de los dueños del IBEX. Bancos, eléctricas, constructoras… besan por donde pisa el PP.

Susan George, filósofa, licenciada en Ciencias Políticas y presidenta de honor de ATTAC Francia escribió: «la desigualdad profunda es el equivalente a 1000 Katrinas, 100 tsunamis, solo que causa estragos un mes tras otro, un año tras otro, arrastrando no solo a los pobres y vulnerables sino a todo el mundo».

Es cierto, las sociedades desiguales funcionan peor. Además hay un factor que no se tiene en cuenta: No todos engullen —más bien pocos— ser relegados sin sentir humillación y, por tanto, ver arrebatado uno de los pilares del ser humano: su dignidad. Y trae consecuencias. Lógicamente.

Pues bien, el ministro Alonso y su PP al completo van a añadir al dolor de ser pobre, de no poder afrontar las necesidades de la familia, de haber sido despojado en muchos casos de lo que tenía por «la crisis», el estigma de tener que pedir un certificado que lo acredite. Habrá un registro. Sin duda los «sin papeles» sufrirán muchos más impedimentos. Ya les quitó el PP la tarjeta sanitaria, ahora el litro de leche o de patatas se les pondrá muy cuesta arriba. A los españoles también. Pero es que, seguro, debía haber muchos abusos. Las angulas ya sabemos que no son para todos, pero es que algunos quieren hasta darles proteínas a sus hijos.

Y Papá-Estado no está para eso, Papá-Estado está para recaudar impuestos con los que pagar a los miembros del gobierno y a las fuerzas de seguridad que en estos momentos da la sensación de estar usando para proteger sus políticas. Incluso algún sobresueldo «de los legales», como dice Rajoy que cobra «todo el mundo».  Pedir una bolsa de comida sí que es realmente una extralimitación.

Hay una imagen de las que no se van de mi retina. De una película, El Pianista, que refleja hechos desgraciadamente reales. Aquel hombre (interpretado por Adrien Brody) que camina desolado y marcado por la barbarie… a la que volvemos a dirigirnos de la mano de las ultraderechas que gobiernan. Tiene que llegar un día que los responsables paguen por tanta atrocidad, al menos en votos. Tiene que llegar un día en el que los cómplices de tanta injusticia y crueldad se piensen un poco el daño que hacen.

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Y después del atentado contra Charlie Hebdo ¿oportunidad para la libertad o para la involución?

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Este domingo una multitudinaria marcha (republicana, dicen los organizadores), ha mostrado su repulsa a los asesinatos de varias personas en la revista satírica Charlie Hebdo que sigue teniendo conmocionado a medio mundo. Eso era lo importante, pero hay más matices. Por ejemplo, Las fotos de los políticos, aislados de la sociedad que llenaba las calles de París, en actitud que está siendo muy criticada.

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Numerosos líderes han acudido para situarse en cabecera, o en grupo aparte. Entre ellos, algunos que reprimen la libertad de expresión en sus países. Netanyahu, políticos rusos, turcos, el presidente húngaro Viktor Orban. El propio Rajoy que está a punto de aprobar contra viento y marea su Ley Mordaza y la modificación del Código Penal. Y no parece que para cazar terroristas sino la protesta ciudadana a sus políticas.

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La UE reforzará el control de Internet y de las fronteras. El gobierno de Rajoy quiere, directamente, volver a levantarlas. Y su ministro del interior ya lleva días anunciando restricciones de todo tipo, qué mayor placer para un demócrata. Y él tiene claro lo que quiere conseguir y asegura ocurrirá: “Habrá controles en las fronteras aunque haya que modificar Schengen”. Como si solucionasen algo en el sentido que dicen desear.

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Marine Le Pen quiere capitalizar el descontento. La extrema derecha saliva con el terrible atentado, mientras miles y miles de ciudadanos se manifiestan sinceramente contra el terrorismo y por la libertad.

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No había enlazado mi artículo de esta semana en eldiario.es precisamente porque primó la noticia del atentado. Pero es buen momento para recuperarlo. Hablaba precisamente de  los alarmantes signos que anuncian un auge desmedido de la ultraderecha y la involución. Y en esas llegó, Kalasnikov en mano, el fanatismo religioso que asesina. Y lo más probable es que no sea la última vez.  ¿Las soluciones apuntan a la involución de toda una sociedad para remediarlo? ¿Consiguen así erradicar el terrorismo? Sería la primera vez.

2015, AÑO CRUCIAL

Los ciudadanos holandeses han despertado al año 2015 con una nueva ley que, bajo algún eufemístico título, supone un tajo mortal al Estado de bienestar. El cuidado de ancianos y dependientes, incluso niños discapacitados, pasa a ser una obligación en exclusiva de “familiares, amigos y vecinos”. El nuevo monarca ya había sido encargado por el Gobierno –en su toma de posesión en 2013– de anunciar que los Países Bajos pasaban a ser “una sociedad participativa”. Es decir, un “compóntelas como puedas”. Es un hecho trascendental. Si esto ocurre en Holanda, todas las barbas del continente han de ponerse a remojar.

Cuesta entender cómo un país que durante décadas representaba el paraíso, el paradigma de un Estado que se estructuraba en función de las necesidades de la ciudadanía –donde la sanidad pública costeaba hasta gafas y dentista–, acepte tan radicales mermas. La condena o absolución en virtud del dios del dinero. Mark Rutte, el primer “liberal”, conservador y democristiano, que llegaba al Gobierno en 1918, algo tiene que ver en el cambio. Con la complicidad –de nuevo– de un partido socialdemócrata y haciendo guiños xenófobos a la ultraderecha en sus ideas “antiinmigración”.

En la vecina Suecia, recortes similares y privatizaciones le costaron el gobierno a los conservadores. Los socialdemócratas aún buscan asentar su estabilidad precaria, atacada precisamente por la ultraderecha. Y, mientras, tres mezquitas han sido incendiadas en los últimos días. Así empezaron las SS. Francia se apresta con fruición a recortar y reprimir, abriendo de par en par la puerta al neofascismo que representa en la práctica el partido de los Le Pen. Y, sin tapujo alguno, Merkel, su UE –algo más prudente– y su troika, a dirigir la coacción, incluso las amenazas, a los griegos para que sigan tragando la austeridad que les ha llevado a la miseria. Es casi jocoso cuando arguyen que a Portugal les ha ido bien con esas políticas. O a España. Con esos PIB que “repuntan” en dardo ahogando a las personas.

Vivimos en un cóctel explosivo. Y se libra una durísima batalla, con demasiadas reminiscencias amargas. La ultraderecha xenófoba sube ya también en la reincidente Alemania. Hasta voces reputadas como la de Paul Krugman empiezan a ver el fantasma que asoló Europa y el mundo en los años 30 del siglo XX porque se dan casi idénticas circunstancias. No es tremendismo. Hace ya tiempo que el macabro manual se está cumpliendo. Frente a un sector de la sociedad empecinado en cerrar los ojos. En seguir alentando, con su silencio y sus votos, la crónica de una muerte anunciada.

 Tras rescatar a los bancos con millones de euros arrancados de nuestro bienestar, tienen el cuajo de colar que la causa de la crisis es que “vivimos por encima de nuestras posibilidades”. Durante décadas se costeó sin problemas el Estado de bienestar –precisamente desde el final de la atroz última guerra–, lo único que ahora ha cambiado es la codicia de los beneficiarios del capitalismo y los destrozos que se causaron a sí mismos con sus malas prácticas. El origen de la crisis fue ese, no otro. Lo pasmoso es que nos lo han hecho pagar a los ciudadanos. Y que, al gozar de tan disciplinada aceptación, han perdido el miedo y se han lanzado a aumentar aún más sus beneficios sin reparar en daños.

Pero nos señalan otro culpable, alguien a quien agredir: la inmigración. Los poderosos que nos roban hasta los derechos están fuera del foco. Es lo que está funcionando ya en Europa jaleado por la extrema derecha. En España cuenta con entusiastas compinches. La portada de La Razón del sábado, llevando a asociar a un loco (sin explosivos) que hablaba solo en un tren con el yihadismo, es claro ejemplo. O la insistencia de RTVE, a través del individuo que dirige y presenta los telediarios del fin de semana, de fijar como responsable de la lamentable muerte de un policía en acto de servicio a “un emigrante”. ¿Qué emigrante? ¿Cristiano Ronaldo? ¿Leo Messi? Quizás sean los miles de españoles que el partido para el que trabaja ha expulsado de España. Esos que, en la precariedad general, empiezan a ser maltratados y pronto expulsados. Es la guerra.

La que van ganando ‘los malos’. Los mismos que durante siglos saquearon a sus semejantes para vivir como reyes y  llevaron a la hoguera el progreso. Los que mataron a Alan Turing y su cerebro hace cuatro días, en el siglo XX. Es altamente recomendable ver su odisea, en Imitation game, con ojos lúcidos. No se fueron, nunca se han ido.

A estas alturas de la historia, el que no quiere enterarse de que con la excusa de la crisis nos han estafado como a pardillos es que ya tiene poco remedio como ser racional. La técnica es tan burda, tan visible, que ni el timo de la estampita. Los presuntos atenuantes, dudas y justificaciones quedan para el espectáculo comercial de los debates que entretiene los días y las noches de muchos. Las coartadas que numerosos ciudadanos se presentan a sí mismos para esconderse se suman a la vieja bolsa de la infamia española (hoy abrazada por otras sociedades) con aquel espeluznante rótulo: “Vivan las caenas”. Con mayor o menor responsabilidad, son los auténticos culpables de cuanto nos sucede. Y deben ser conscientes de ello.

¿A alguien le extraña que las víctimas de la primera línea de fuego busquen salidas distintas en Grecia o en España? Va a ser apasionante ver el pulso en tan desigual batalla.

“Feliz 2014… si podemos.  Podríamos”, concluía mi artículo de hace justo un año. No sabíamos entonces aún que la clave era creer que podemos, que tenemos en nuestras manos instrumentos de cambio. La cadena de desgracias que nos asolaban ha aumentado. La desfachatez de quienes las perpetran, de forma exponencial. La estulticia de los cómplices se multiplica para servir los intereses del mando. Y en el principio, se hizo la luz en la oscuridad y «allí donde había crisis, hay recuperación” y revolotean las mariposas de colores. Pero algo más está pasando: ha despertado un poder ciudadano que permanece bastante sólido aun en el fragor de la batalla. Pese a sus descalificaciones, los políticos tradicionales modifican sus discursos. Se han tambaleado sus estrategias.

2015 puede ser el año en el que nuestra tragedia empiece a aliviarse. Hay varias convocatorias electorales. Llega un momento en el que la sociedad, maltrecha por golpes continuos, madura y es capaz de saltar del Titanic. Ese momento es ahora, cuando no lo había sido antes ni quizás después: puede no haber otra oportunidad.

Algo ha cambiado ya. Se nota. De nosotros depende que no lo sepulten. Que logremos alimentarlo para que crezca sano y fértil. 2015 puede ser un buen año, si nos dejan. O, con más precisión, si queremos.