2017, verano sobre un polvorín

Desde hace 6 años, el rito del verano se inicia en España con una comparecencia de Mariano Rajoy que evidencia lo desolador de nuestro destino. Presente, al menos. El presidente del gobierno se ha permitido volver a dar un concierto de autoalabanzas extremas a su gestión. Ninguna autocrítica, ningún dato comprometido. Un insulto a las víctimas de sus políticas, un recordatorio a quienes, como Ciudadanos, el PNV, CC, NC -o el PSOE con su abstención- consiguen que Rajoy se enorgullezca de manejarse tan bien “en circunstancias poco habituales”.

Leía un discurso a los asistentes a la rueda de prensa: “Señoras y señores”, reiteraba Rajoy en su mitin para informadores. Ni un requerimiento de aclaración al Viva Yo entonando por el presidente se le ha pedido. La abrumadora mayoría de las preguntas han sido en torno a Catalunya que debe ser el primer problema con el que se enfrentan los periodistas de toda España al despertarse. Apenas se ha abordado lo que realmente afecta a los ciudadanos cada día. Y cuando sí se le ha planteado la corrupción del PP, Rajoy ha utilizado la táctica de no nombrar lo que no quiere. La peor noticia es que nuestros problemas no se limitan a Rajoy.

El cuento del lobo nos enseñó, de niños, que no basta con cerrar los ojos para que la amenaza se evapore. El verano de 2017 nos sitúa en uno de los escenarios más complicados desde hace décadas. Vivimos en un polvorín que se ha ido armando por múltiples decisiones erráticas. Y no mejorará por inhibirse.

En EEUU tenemos a un presidente, Donald Trump, literalmente desatado. Alimentando una crisis con Rusia que los turbios contactos familiares se han encargado de acrecentar. Como los césares locos de Roma, sus caprichos y fobias personales están afectando gravemente la imagen de la presidencia. Ahora le ha tocado al Fiscal General y no hay más que ver sus caras. El nuevo favorito de Trump, Anthony Scaramucci,  se estrenó en el cargo llamando al jefe de Gabinete del presidente “ jodido paranoico esquizofrénico” y dijo de Bannon, cuyas acciones suben y bajan ante el financiero llegado a político: “Yo no intento mamármela como él”. Pocas horas después, Trump cesaba, por medio de Twitter, a su jefe de gabinete, Rince Priebus.

Más peligroso aún, si cabe, es que Trump pretende arrogarse el poder de perdonar delitos, incluso a él mismo y sus colaboradores. Un gravísimo atentado a la democracia, un total desatino como nos contaba la profesora Verónica del Carpio, que está pasando desapercibido en la frivolidad reinante.

Habrá que ver si la sensatez logra parar la deriva emprendida por Trump. De momento, el Senado ha tumbado de nuevo su ley para anular la reforma sanitaria de Obama y dejar sin seguro médico a 20 millones de personas. El senador McCain acudió a votar NO a la propuesta de Trump, desde el hospital y con una grave enfermedad. Pero los McCain no abundan.

A los focos habituales de preocupación, se unen otros. En Europa, Hungría y Polonia han ungido con el mando directamente a la ultraderecha. Bruselas critica en particular la reforma que lleva a cabo el partido Ley y Justicia, en el gobierno de Varsovia, que le aleja de la democracia. Masivas manifestaciones rechazan en la calle las medidas, pero como todo gobierno autoritario el de Polonia arguye que otros se quedan en casa. El presidente del país ha tumbado una parte de la ley cuestionada. La jefa del gobierno dice que no lo acatará. La mala noticia es cuánto se parece esa reforma antidemocrática a lo que rige en España de facto en la justicia. Elisa Beni, como es habitual,  dio cumplido detalle en este diario. 

Aquí al lado hemos de contar también a Turquía. Miles de encarcelados, torturados algunos, con la excusa del golpe a Erdogan, atestiguan la feroz purga que está llevando a cabo el presidente. Ya no se para ni ante organizaciones de derechos humanos, como Amnistía Internacional o Avaaz, ni ante periodistas. A pesar de todo esto, la Turquía de Erdogan insiste en entrar en la UE para cobrar el favor de recibir a refugiados que le sobran a Europa. Bruselas ha expresado a Turquía su “reproche”, tal cual,  reproche, por sus preocupantes tendencias. Acaba de confirmar que le mantiene el estatus de país candidato.

  En Francia, el presidente Macron no para tampoco con sus reformas. En la típica “una de cal y otra de arena” que en modo alguno compensa las medidas de involución. Va a distinguir entre migrantes económicos y refugiados, acogiendo únicamente a estos últimos. A ese fin se propone establecer controles de registro y selección, hot spots, en países africanos, comenzando por Libia. Su popularidad ha caído en picado, a niveles de récord. Solo Chirac sufrió ese despeñe en 3 meses. Lo peor es que también se ha apuntado a reformas de la justicia que suscitan intensas críticas. Sus detractores aseguran que recortan libertades.

Preocupadas por la idea del periodismo que compartimos, Olga Rodríguez y yo solemos comentar la importancia de la información internacional tan menospreciada en nuestro país, de lo que sucede fuera. Permite hasta explicar la deriva involucionista de la España del PP que recibe la ola mundial sin haberse movido apenas de ella. Se avecinan tiempos muy duros y es preferible saberlo y tomar alguna medida.

   En España tenemos a Rajoy, con su mitin-rueda de prensa fin de curso. Cuando aún está caliente la insolencia que desplegó en su declaración en la Audiencia Nacional. Sus mentiras o afirmaciones falsas, no admisibles penalmente en un testigo. La insólita actuación del presidente del Tribunal. Dónde sentaron a Rajoy para remarcar sus privilegios y abofetear con ellos al común de los ciudadanos. Y finalmente el cortejo mediático a su persona que se ha permitido hasta burlarse de la justicia y de los defensores de ella. En ABC y La Razón fue un aquelarre pero el resto de las antaño grandes cabeceras estuvo en un nivel muy próximo.

Con esta prensa -esa prensa, hay otra- no está garantizado el derecho a la información. Con esa prensa, radio y televisión apuntada a similares labores. Una prensa que se desangra a diario perdiendo lectores e ingresos pero que parece preferir su tarea de propaganda política mientras dure. El PP ha llegado al nivel de esperpento al comparar su gestión del paro con la llegada del hombre a la luna y la caída del Muro de Berlín, y su corifeo no ha dicho ni media palabra. Imaginen si lo hubieran hecho otros. El paro, la realidad también es otra. Sus voceros merecerían uno de esos contratos de una hora que se computan como empleo. La posverdad de los Trump tiene poco que envidiar al PP de Rajoy, sin un McCain que nos consuele.

 Toca que nos cuenten que mucha gente se va en viaje de vacaciones, olvidando que no toda puede. Pero no es un verano más. Cuecen distintos conflictos, pugnan intereses ciegos, la verdad y la justicia cada vez importan menos y han caído muchas caretas que mal disimulaban la complicidad en temible descaro. Toca, como alternativa inmediata, descanso si se puede para tomar fuerzas,  sentidos alerta, no dar cabida a estupideces varias y separar lo esencial de lo urgente como prioridad absoluta.

 

Fascismo no, nunca, bajo ninguna excusa

Le Pen se hace fotos en Amiens con los trabajadores de una fábrica en huelga.
Le Pen se hace fotos en Amiens con los trabajadores de una fábrica en huelga.

Vuelta a empezar. A estas alturas de la historia todavía hay que explicar que el fascismo es un punto y aparte en la democracia. De no bastar las imágenes de la Europa desolada que dejó en el siglo XX, disponemos de miles de libros y análisis. El fascismo es una ideología totalitaria. Alemania, Italia y España fueron sus ejemplos prácticos. Aquí se quedó 40 años, con propina. De haberse impuesto y mantenido igual en toda Europa, el mundo sería aún peor. Lo intenta de nuevo. Es increíble que tenga que evidenciarse con cuanto sucedió.

Está documentado cómo surgen los fascismos, por qué, sus maniobras y hechos, pero nos encontramos ante una ciudanía básicamente desactivada por los medios y mensajes de la distracción masiva. Sin olvidar su propia indolencia. Los alemanes que eligieron en las urnas a Hitler si no lo vieron venir, fueron testigos silenciosos de su evolución y optaron por mirar para otro lado. Lo irritante ahora es la inconsciencia con la que embarcan a Le Pen hacia al triunfo desde una presunta progresía.

“Cuanto peor, mejor” no es regla lógica. El “peor” del siglo XX se saldó con guerra, destrucción y millones de muertos. La memoria breve vuelve a reedificar la tolerancia a lo intolerable.

El foco ahora está en Francia. Las encuestas acortan ligeramente las distancias entre los candidatos fijados en la primera vuelta: Macron y Le Pen. Les separan aún 18 puntos –un mundo- pero faltan 4 días para las votaciones y se sigue escribiendo con fruición la crónica de una profecía autocumplida. Escasean los diques para no entrar al trapo de las provocaciones y mentiras que Le Pen despliega sin el menor escrúpulo.

Por supuesto que Emmanuelle Macron es candidato de la banca, las financias, el Mercado, como dice su rival. Ella también. Son mayoría en todos los países. El grave problema es estar dónde estamos. Se libra una batalla decisiva por el control del poder. Mundial. En España, cuece junto a la corrupción que nos anega como elemento doblemente desestabilizador, pero es casi la misma pugna.  De momento, en la mesa, todo es derecha. Extrema o ultraliberal. Con el importante matiz diferenciador del talante democrático. Lo tiene Macron, carece por completo de él Le Pen. Pasó en Estados Unidos. La elección se sitúa entre el mal o el mucho peor. Y allí ganó lo pésimo: Trump.

El contexto es esencial. Los franceses están hartos de los políticos que les llevaron al desastre. Como tantos otros.  Han infligido un varapalo histórico a los dos partidos tradicionales. Juntos, no suman un 25% de los votos. El castigo demoledor fue para el Partido Socialista Francés. Más aún, el desencanto, la ira, por la gestión de Hollande –que tantas esperanzas despertó en su día- es lo que ha precipitado este escenario.  Bernié Hamon recogió su herencia y obtuvo un 6,4% de votos.

  Con Macron podría ocurrir algo similar. Ultraliberal. Como Trump. De los que creen aún en el mito, nunca demostrado -y va ya por casi tres siglos desde que lo formulara Adam Smith (1723-1790)-, de que el mercado se regula solo. Los que no leyeron a Karl Polanyi, por ejemplo, explicando por qué no funciona. Los que, en consecuencia, mantienen que la libertad (de mercado) produce riqueza general, ya no hace falta pagar impuestos –sobre todo los ricos como pueden atestiguar los estadounidenses a los que ama Trump- y las perdices de la felicidad llueven del cielo a la mesa. Bien es cierto que a sus predicadores sí les va bien y no suelen mirar las víctimas que dejan en la orilla.

 Socioliberal, calificado por eso de “centrista”, Macron cree en mecanismos de compensación con políticas sociales. Aunque es el autor de las drásticas medidas económicas que derrotaron a Hollande ante sus votantes.

Marine Le Pen, ampliamente detestada, gana apoyos con una campaña descarada en demagogia. Abrazando a los obreros maltratados por el sistema, por la política tradicional, de los que se aprovechará como ya hace Trump. Marine Le Pen no es en absoluto una incógnita

 La dureza de la confrontación aumenta. Se juegan mucho, no solo los candidatos. La figura de Macron, que venía de príncipe azul, se resiente algo. Un libro le comparaba con Napoleón Bonaparte por su arrojo, es joven, tiene una historia de amor inusual, fue banquero, y ministro socialista. Ganó porque aparecía como la esperanza limpia en todo el caos de la política de siempre. Ahora le afean cada una de sus hasta ahora virtudes.

Lo cierto es que se trata de una persona cultivada. Estudió filosofía y “lee asiduamente a autores clásicos como Hegel o Maquiavelo y a pensadores políticos contemporáneos como Cornelius Castoriadis o Claude Lefort”, nos contaba este excelente perfil de Enric Bonet en Ctxt.es. Nada que ver, por tanto, con Albert Rivera con quién le quieren comparar, incluido Rivera. Seria entretenido verles conversar sobre Kant.

La guerra desatada incluye en los medios a Jean-Luc Melenchón, como si de un tercer candidato se tratase. Nieto de españoles audaces, es presentado en su caricatura. No se parece a Le Pen en absoluto. Como dice Ramón Lobo, “ es lo opuesto: un ex socialista desencantado con su ex partido. Su pro europeísmo es tan profundo que defiende otra Europa, la de los ciudadanos”. Y de ambigüedad, nada. Ha dicho taxativamente a sus seguidores que votar a Le Pen sería un “terrible error”.  Habrán observado que esto no lo destacan medios españoles, aquí se libra la misma batalla. Su Francia Insumisa en cambio se ha decantado -en un porcentaje mínimo- por la abstención o el voto en blanco. 158.000 personas, de los 440.000 inscritos y  de 7 millones de votos que recibió el candidato.

 La apuesta es por el negocio más que por la sociedad o por cumplir a rajatabla los estándares democráticos, por muy fuerte que pueda parecer. Quienes se benefician de la insostenible situación que vivimos no quieren que cambie nada sustancialmente. La corrupción ha creado grandes clientelismos. Visibles, prestando una mínima atención.

El mundo ha tomado una peligrosa deriva. En su inmenso alejamiento de la realidad creían que humillar y potenciar la desigualdad, no pasaría factura. Y lo ha hecho. Lo predecible augura males mayores. Confiemos en que el mal menor venza a Le Pen. Que la filosofía marque a Macron el camino de la lógica. Pendiente queda la batalla por la justicia y la equidad, la que inexorablemente habrá de llegar, salvo que se imponga la barbarie plena del fascismo.

Democracia para zombis

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Francia vota este domingo, 23 de Abril, primera vuelta de presidenciales, en medio de una gran incertidumbre

 

Una de las últimas ha sido Turquía, siguiendo la estela. Se ha permitido dar un puntapié a la democracia, por muchos que sean los atenuantes. Lo que lleva a los guardianes de las esencias a cuestionarse la propia naturaleza del sistema en el que el pueblo decide. A las urnas las carga el diablo, dicen. Vive el mundo momentos precarios en las libertades. Y todo avisó con antelación.

Llamar democracia a lo que regentaba Erdogan en Turquía es un eufemismo pero algunos preferían pensar que cumplía las formas. Al punto de convocar un referéndum para convertirse oficialmente en una autocracia. Ganado de antemano, por supuesto. Lo curioso es que un nutrido sector de turcos ha avalado y potenciado a un dirigente que ya carga a su espalda el encarcelamiento de cien mil personas con la excusa del presunto y oportuno golpe de Estado que sufrió. Intelectuales, periodistas independientes, jueces, profesores, militares demócratas, son los principales objetivos de su cruzada. Muchos han sufrido torturas.

Ahora, el Erdogan que ostenta todos los poderes, podrá legalizar la pena de muerte y ejecutar disidentes como hizo otro colega admitido sin problemas por Occidente, el dictador golpista de Egipto, Al Sisi. Sujeto al que Trump recibió ya con todos los parabienes. 

Sean mayoría o no, millones de turcos han llegado a la conclusión de que necesitan un tirano para tiempos difíciles. O, los norteamericanos, un esperpento millonario sin escrúpulos, a quien ahora adorna el juego de la guerra –con daños reales– para acrecentar el mito. El presidente de Estados Unidos se ha apresurado a felicitar a su «homólogo» turco –titulan con precisión–. Y ha mostrado sus preferencias por la ultraderechista Marine Le Pen en Francia. Son los líderes idóneos para estos tiempos de confusión en los que unos pocos tienen mucho que ganar y millones de personas tanto que perder.

La democracia no está en cuestión, sino quienes la pervierten. A veces imagino a esa pléyade de votantes de «lo inconveniente» plantados en un bancal como el que plasmó José Luis Cuerda en Amanece que no es poco. Cada mañana, los encargados del jardín, les riegan con mimo y siembran nuevos esquejes. Ahora han colocado a sus líderes en el poder, con indiferencia vegetal. Dispuestos a lanzarse al abismo, llevándonos a todos de la mano.

Los cultivadores son los mismos que a lo largo del día criticarán las deficiencias del desorden que apuntalan. Esos que, cubiertos por el agua y a punto de ahogarse, seguirían tecleando con las dos manos libres contra los enemigos de sus trampas y privilegios. Esa gota malaya, ese ejército dispuesto a segar cualquier idea de progreso.

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Millones de personas son incapaces de relacionar que las políticas de la desigualdad tienen consecuencias. Que matan tanto o más que las bombas y camiones de los fanáticos. Muchos turcos declaran las buenaventuras que esperan del nuevo régimen: trabajo, riqueza, una vida mejor. La mayoría de los votantes de Trump lo creen también. Pero así se sembró y alimentó. Con las mentiras, la banalidad y la infantilización de la sociedad, sobre un sustrato de profunda injusticia social. Y de abandono de los más vulnerables.

Francia, el país que cambió el signo de la historia con la Revolución del  XVIII, podría llevar a la presidencia a una mujer ultraderechista acérrima. Los establecidos temen más a Jean-Luc Mélenchon que a Marine Le Pen. El antiguo primer ministro Lionel Jospin ha venido a demostrar que al partido socialista francés se le fueron antes las figuras de la izquierda que los votantes. Ahora aterra su «extrema izquierda». 65 años, curado de muchos espantos, harto de muchos desvaríos, se ha lanzado a la arena con su imagen más provocadora. ¿Seguro que no se lo explican? El tinglado que se montaron los partidos que nos llevaron a la crisis de todos los valores ya no funciona, por mucho que se empeñen. Cómo será que los medios franceses no paran de hablar de Venezuela. Aunque cueste creerlo: Venezuela también en Francia.

Como en España. «Así empieza lo malo», leo, con… el autobús de Podemos. Ah, ¿no había empezado ya? Por la insistencia se diría que con las primeras papillas. Pero, en definitiva, otro spot de la sociedad del espectáculo. No mayor que la perfomance continua de la derecha. Será que los ciudadanos ya no entienden otra cosa. «Lo malo», lo peor, es la prioridad de las iras del sistema que no demuestra sino su propia degradación.

Tras el trance de la Semana Santa, exaltado este año a conciencia, nos caímos de bruces sobre la realidad. Tenemos a 120 empresas disfrutando del trabajo casi esclavo de presos.  A la sanidad pública descuartizada y utilizada. En Madrid no se cobran servicios a la privada, con la jefa entretenida en hacerse la rubia. La peste creada por Aguirre, la rubia por antonomasia, con sus contratos y dispendios, da cada día nuevos signos de putrefacción.

¿Y las autopistas quebradas? Nos van a costar no menos de 5.500 millones de euros y ahora el ministro del ramo avanza su venta porque igual, sin deudas, ya son rentables. Para sus nuevos dueños. O no. Porque las previsiones con las que se construyeron fueron erróneas y siempre está nuestro dinero para sufragarlo. Y esto se vota una y otra vez.

¿Y Rato? ¿Cabe más escandalosa trayectoria? «Rato se comportó en el poder como un cleptócrata profesional, como el vicepresidente de una república bananera, con el descaro y la impunidad de quien se sabe por encima del bien y del mal», escribe Ignacio Escolar. Sello de la casa PP, con bañador rubio.

Rajoy va testificar ante la Audiencia Nacional por la Gürtel. Con todo el aparato que apoyó a la infanta Cristina en su juicio a su favor. Y nos damos por contentos con una declaración, como testigo, del presidente del PP de la Gürtel. Y reconociendo que es un hito en el sistema, además. La reacción visceral del PP, acusando  al PSOE a través de un comunicado de estar detrás de la llamada judicial, da idea del comatoso estado de la Justicia en España o de la concepción del PP sobre su funcionamiento.

No faltó más que la detención e ingreso en prisión incondicional del ex presidente de la Comunidad de Madrid, Ignacio González, como presunto jefe de otra red criminal que involucra a varias empresas y destacados miembros de este remedo de democracia que vivimos. El Canal de Isabel II como epicentro y muchas otras ramificaciones. La Operación Lezo le ha estallado también al PP y siguen mirando para otro lado. Cinismo flagrante. Y hay gente, con un cerebro presumiblemente, que les cree. O quiere hacer como que les cree. Democracia para zombis.

En la operación también está involucrado un viejo conocido, ahora en libertad bajo fianza.  López Madrid, yerno del empresario Villar Mir, amigo de los reyes, compi yogui de la reina por más señas, con Granados, relacionado también con la Púnica y la dulcemente llamada policía «patriótica». Sonroja enumerarlo y aquí no pasa nada. Realmente, en España, también se votó a un partido que había implementado la Ley Mordaza. Y otros partidos sensatos y moderados, constitucionalistas, se dicen, le dieron la mayoría que les faltaba para seguir gobernando. Y ahí están.

Francamente, el autobús de Podemos, la madre de todas las andalucías y las apuestas mediáticas por el candidato que vaya a llevar al desastre al PSOE como a sus colegas en Francia es casi ya lo de menos. La propia impotencia de la denuncia, de escribir como la página que se lanza a un agujero negro a abrirse paso con desigual fortuna. Cuanto se anunció, se cumple y en sus peores escenarios. Y ahí siguen sus autores empecinados en lo mismo.

«Si supiera que el mundo termina mañana, yo, todavía hoy, plantaría un árbol», escribió el líder negro Martin Luther King, asesinado en 1968. A pesar de todo. Por dignidad, siquiera. Ideas que sobrevivan, no bancales de excluidos útiles.

*Publicado en eldiario.es esta misma semana y actualizado al ritmo de los acontecimientos que no dejan de producirse.

Niza, una nueva ocasión para la demagogia

Hoy es Niza. Vidas rotas sobre el suelo de una ciudad maravillosa que celebraba como toda Francia aquel lejano triunfo de la libertad “contra la tiranía”. Los atentados terroristas han entrado en una rutina trágica. Por más controles que establezcan, no parece fácil evitar que un fanático -por el motivo que sea-  coja un simple cutter como ocurrió el 11 de septiembre de 2001 en los aviones que se estamparon en Estados Unidos,  explosivos en numerosos lugares o un camión cargado de odio lanzado este 14 de Julio contra la Costa Azul.  El protocolo es el mismo. Balance de víctimas. Autoría. Un sinfín de declaraciones políticas y condolencias. “No hay españoles”, en nuestro caso. El circo de la visceralidad. Y repetir y repetir hasta la extenuación. Poco del cruce de intereses, de la hipocresía, de la demagogia y de cómo se saca provecho del dolor y el miedo de la población. Nada apenas sobre atajar con eficacia las causas. De establecer al menos cortafuegos útiles.

La práctica se altera un tanto cuando el atentado, con los mismos muertos y heridos, la misma tragedia, no obedece a un islamista radical. Entonces se desactiva en gran medida la atención y se atribuye invariablemente a un «perturbado» que va por libre. Cualquier origen remoto que pueda vincularse al fundamentalismo de este signo servirá para fijar la duda en certeza, sin embargo. Ha nacido la figura mediática del «lobo solitario por emulación». En todo caso sigue el mismo rito: balance, declaraciones, llantos, miedo, repetición inagotable. Poca búsqueda de causas y soluciones racionales. Y, desde luego, el aumento de medidas represoras. Así leemos: Hollande prolonga el estado de excepción tres meses, España refuerza la frontera con Francia, el Gobierno convoca una reunión del Pacto antiyihadista (antes llamado antiterrorista).

En un mundo cada vez más desigual y arbitrario -que es factor esencial a valorar-, el integrismo yihadista se brinda como estandarte de esa ultraderecha que crece en Europa y más allá y que ha causado incontables víctimas en un pasado cada vez más cercano. Al menos de repetirse. Ya vuelven las declaraciones llamando a “repensar” la integración de los emigrantes, aunque se trate de personas nacidas en el propio país contra el que atentan. La excusa para los fines propios presta a ser utilizada. La firmeza frente a los que atentan –dicen– contra nuestras libertades que, en algunas bocas, no son más que la libertad de vender armas al precio de cualquier vida, de fomentar las desigualdades, reprimir o manipular.

Aquel 11 de septiembre sí marcó un giro en la historia de nuestra civilización. Los 3.000 muertos de las Torres Gemelas, terribles, desgarradores, los vengó el gobierno estadounidense en una cifra similar de afganos civiles. Daños colaterales de la búsqueda de Bin Laden, infructuosa entonces. Afganos que vivían en la Edad Media, con una esperanza de vida de 46 años, y que en su precariedad no llegaron a ver ni la imagen de aquél por cuya causa se les castigaba. Así sucede siempre con las víctimas de primera y de segunda, igual de lamentables.

La deriva del mundo desde entonces no ha dado tregua. La seguridad –que jamás puede garantizarse por completo– se ha llevado por delante muchas libertades. Y no precisamente para evitar atentados. Ya nadie sensato duda –y menos tras el informe británico Chilcot – que aquella invasión ilegal de Irak, protagonizada por Bush, Blair, Aznar y Barroso (con un apéndice australiano) fue el arranque del hoy conocido como ISIS o Daesh. Las arbitrariedades que dieron lugar a las primaveras árabes encallarían en muchos de los países protagonistas pero sobre todo en Siria que vive desde entonces una cruenta guerra civil. Arrojando refugiados, por cierto, que nuestros gobernantes dejan ahogarse en el Mediterráneo sin mayor problema de conciencia o encierran en campos que tanto se parecen a los de concentración nazis, o intercambian por favores con el dudoso amigo turco.

Lobos solitarios o en manada, las causas son profundas y precisan soluciones. Olga Rodríguez, tantas veces testigo directo de los hechos, lo explicaba en este documentado artículo: Cómo surge el ISIS, cómo se financia, quienes hacen la vista gorda. Y añadía:

Los aliados de EEUU en Siria en la coalición que bombardea el país han sido entre otros la monarquía absolutista de Arabia Saudí, que sigue consintiendo el apoyo al Daesh desde su país. Washington y los saudíes también operan juntos, con Emiratos, en la coalición que bombardea Yemen, donde están creando más caldo de cultivo para el terrorismo con ataques como el que el pasado septiembre mató a 131 personas e hirió a cientos más. Las matanzas como la de París son habituales en Oriente Próximo y Medio, ya sea por ejércitos o por grupos terroristas. La llamada guerra contra el terror, la estrategia de las bombas y las intervenciones, se ha mostrado ineficaz: lejos de menguar, el terrorismo y la violencia crecen”.

La hipocresía occidental –nuestros actuales líderes al frente–, no solo festeja al régimen saudí como muestran numerosos registros gráficos, sino que le vende armas en cantidades récord. Así funciona esto. Luego lloran en público en la que llaman lucha contra el terror.

El papel del gobierno de Hollande en Francia todavía es más flagrante. Según contaba Íñigo Sáenz de Ugarte, cuando los atentados de París, en e ste otro artículo cuajado de claves:

“Hollande, el nuevo campeón de la lucha contra el terrorismo yihadista, viajó recientemente a Arabia Saudí para vender cazas militares por valor de 6.000 millones de euros, además de otros muchos contratos civiles. Si ISIS es el mal absoluto, parece que eso no impide hacer negocios con los arquitectos de ese mal en caso de obtener beneficios económicos”.

Las lágrimas por el dolor inmediato no deben empañar nuestra mirada para ver el origen de los males y los remedios posibles que no se emplean. Para desenmascarar tanto teatro y tanta ascua que se arrima a toda sardina que sirva para cocer sus guisos. Con qué desfachatez la encienden mientras se asombran de que la cerilla prenda fuego. Cómo van acotando a la ciudadanía para operar sobre ella. Cambien el foco si pueden, aunque no sea fácil. Entre los llantos reales y lógicos de los afectados o de la buena fe atemorizada, reparen en los hilos.

Despojados de sus caretas, los responsables aparecen como el eje del escenario en el que víctimas rotas por diferentes barbaries actúan de decorado y reclamo.

*Publicado en eldiario.es

Un día hablarán de los políticos que mataron Europa

Fue foto del año en Suecia en 1985. Una mujer se enfrenta a bolsazos a una manifestación fascista en Vaxjo

Fue foto del año en Suecia en 1985. Una mujer se enfrenta a bolsazos a una manifestación fascista en Vaxjo

Los viejos demócratas suecos están desolados al ver el ascenso y pujanza de la ultraderecha. El SD, Demócratas de Suecia, ha logrado derribar al gobierno socialdemócrata salido de las urnas hace solo dos meses. Stefan Löfven, antiguo soldador y sindicalista, se ha visto obligado a convocar nuevas elecciones. Pero, en esos solo dos meses, las expectativas de voto del SD han subido del 12,9% al 17,7%.

 Fundado en raíces neofascistas, con el tiempo ajustan sus posiciones a lo que ciudadanos poco formados quieren oír. El SD es nacionalista, racista, xenófobo, homófobo, apoya la monarquía, anti-Islam, y, en una vuelta de tuerca de lo que fuera el nazismo, es pro-israelí –lo que debería llamar a la reflexión-. Y eso es consisderado “ultraderecha sosegada”. Pero sobre todo plantea su campaña con la disyuntiva : Elige entre inmigración y pensiones.

Suecia acogió la inmigración que expulsaban las dictaduras latinoamericanas desde los años 70´. Ahora, ha cobijado a un gran número de refugiados sirios, afganos o somalíes, entre otros. Lo aprobó el gobierno liberal conservador mientras, por ejemplo, el de España aceptaba un cupo testimonial. Con un alto nivel de vida y moderadas diferencias salariales, el temor al futuro prende sin embargo. Y es lo que está sucediendo en otros muchos lugares que consiguieron sociedades democráticas, mucho más igualitarias y responsables. Dinamarca y Noruega, andan en la misma tesitura.

Marsella: Personas sin hogar obligados a llevar este triángulo identificativo

Marsella: Personas sin hogar obligados a llevar este triángulo identificativo

 Los franceses parecen dispuestos a llevar al Elíseo, sin escrúpulo alguno, a Marine Le Pen. Por las mismas razones. Nuestros vecinos del norte ya no parecen recordar –además de la ideología- la sarta de corrupciones que jalonaron el anterior ascenso al poder de este partido. El ultraderechista Frente Nacional cosechó grandes éxitos en las últimas municipales y en las europeas y algunas evidencias se ven ya. Marsella (que viró drásticamente de la izquierda a derecha y ultraderecha) empezó a marcar a ciudadanos “sin techo” con un triángulo que mostrara su condición. Como hiciera con los judíos el nazismo. Como hizo la admirada Reina Católica Isabel con los mismos (puede que la piadosa mujer fuera hasta la inventora). Tras señalar a centenar y medio de seres humanos pobres, las protestas de muchos marselleses lo han parado.

 El ascenso del fascismo en sus distintas variedades en un hecho en Europa. Que no se resalta en exceso porque no molesta demasiado a los poderes que nos gobiernan. Resulta más incongruente aún que ciudadanos normales atribuyan la causa de sus males, de su precariedad, a otros ciudadanos tan atribulados como ellos, más que ellos de hecho. Al punto de dejar su país y lanzarse a la aventura incierta. Una vez más, las estafas del capitalismo –y la actual es de nota, de matrícula cum laude para ser precisos- tienen la habilidad de desviar la atención de los culpables.

 En tiempos de crisis se exacerba el egoísmo, el tratar de salvarse uno mismo, el asegurar el plato de lentejas del día aunque para ello se vendan e hipotequen el futuro: el suyo y el de su descendencia. Estamos emprendiendo un camino temible a la destrucción, estamos en él de pleno. El fantasma del fascismo recorre Europa y no sin razón, porque los depredadores huelen a muerto.

Merkel y Rajoy reunidos en Galicia. Verano 2014

Merkel y Rajoy reunidos en Galicia. Verano 2014

 Angela Merkel se fue la semana pasada a un evento comercial -por su aspecto, de esos que llaman de colaboración publico/privada- en Berlín y esta vez tocó soltar ante la concurrencia esta lapidaria frase: “Europa no es ahora mismo una tierra de futuro para los jóvenes”. Era para ver si vendía la “economía digital” como la panacea, cosa que contradicen numerosos especialistas que por el contrario  piensan que –masificada-  restará empleos. Pero sí es cierta la argumentación de la canciller alemana: “El 90% de los nuevos empleos en un mundo globalizado se crean fuera de Europa”. Tras el ágape de rigor se iría a su silla de mando a seguir decretando tijera y austericidio para la UE.

 Angela Merkel rendirá cuentas a la historia, dudo que a sus víctimas, por la destrucción de Europa. Y lo mismo cuantos la secundaron.  ¿Cómo se puede decir sin mover un músculo que nuestra tierra, donde hemos nacido y vivimos, “no es lugar de futuro para los jóvenes”? ¿Qué han hecho con ella? ¿Un mercado en el que sobran las personas? Porque tiene razón: venderla a los poderes financieros y al lucro de unos pocos a costa de la mayoría ha tenido ese exacto resultado. Tampoco es lugar para viejos, salvo para los acaudalados. No es ya lugar para nadie que no pertenezca al club para el que se gobierna.

Valls y Hollande, primer ministro  y presidente de Francia, respectivamente

Valls y Hollande, primer ministro y presidente de Francia, respectivamente

 ¿Y qué han hecho los socialdemócratas? Si Hollande no hubiera defraudado de tan estrepitosa manera a sus votantes ¿estaría Le Pen en ascenso? Si Manuel Valls no anduviera reinventando el socialismo para que quede derecha neoliberal sin paliativos que es “lo moderno” ¿habrían emprendido las autoridades de Marsella el marcado de seres humanos pobres? Lo peor es que, visto el éxito, casi todos los partidos se impregnan del mensaje que ahora enarbola la ultraderecha. En numerosos países de Europa. Y que ya no hay remilgos para expulsar emigrantes sin trabajo como anuncian Berlín y Londres. También españoles, por supuesto.

¿Y aquí? Entre las feroces críticas a Podemos y su programa económico (o cualquier acción que emprenda, cualquiera), me llamó la atención la de José Ignacio Torreblanca, ideólogo de la órbita del PSOE. Fue categórico: el documento base de Vicenç Navarro y Juan Torres López para Podemos es “ un programa basado en ideas que hace tiempo agotaron su ciclo vital”.  La socialdemocracia “ha agotado su ciclo vital” y ahora somos “librecompradores” como dice la megafonía en los supermercados Caprabo… siempre que la rapiña a la que nos someten deje algún euro en el bolsillo. A este mundo muchos no nos apuntamos.

Pero la estafa que llamaron crisis de 2008 se acompañó de los elementos necesarios para implantarse y no crear un excesivo rechazo. Motivaron al mismo tiempo una crisis cultural que afianzan sus colaboradores. No hay otro remedio, es el único camino. Hay que aguantar que ya escampará. O no, es lo que hay. Son cosas de la globalización. Cuidado con experimentos peligrosos.  ¿Más peligrosos que el fascismo cabalgando hacia el alma de Europa? Ya vimos en el pasado cómo desembocó. O igual no demasiado porque también distraen la memoria.

Sólo una sociedad narcotizada que ha perdido su horizonte y sus principios admite recortes a la democracia como los que estamos padeciendo también en España. Balas de goma que terminan matando seres humanos indefensos en el agua, invasión de las comunicaciones personales sin mediar un juez, Ley Mordaza para acallar las protestas. Con la corrupción empapándonos. Y el silencio o declaraciones de salón de buena parte de los opositores.

Con el tan sospechoso ataque a cuanto pretende realizar algún cambio de rumbo que no es sino la defensa de que esta crítica situación se mantenga. Porque lo que cuenta es el plato de lentejas para hoy. O las angulas y el caviar. Los viejos demócratas suecos atesoran la que fuera foto del año en Suecia en 1985: la de una mujer que se enfrentó, golpeando con su bolso a los manifestantes, contra el fascismo que al ver hueco intenta triunfar. ¿Lo logrará al fin?

La baraja la rompieron los políticos

Han vuelto. Todos. A sus rutinas. A la ceremonia de lo que quieren hacer pasar por normalidad. A intentar hacer pasar como “regeneración” un ataque frontal a la democracia perpetrado exclusivamente por intereses de partido, usando las instituciones y reglas de todos en su provecho. A hacer declaraciones como si la pesada mochila de sus atropellos y turbios manejos fuera un apósito que ni se ve. Lo que en cualquier país tumbaría a un gobierno, aquí se mete en el saco -allí están desde los SMS del presidente a Bárcenas al borrado de sus ordenadores- y se sigue andando con la cabeza muy alta, incluso presumiendo y afeando las críticas. Somos una anomalía. La hegemonía de la desfachatez. Lo asombroso, literalmente, de pasmo, es que cuele.

Están ahí. También quienes modulan la opinión de los más vulnerables en criterio. Y es que, en el tranquilo escenario en el que vivía la Congregación de notables, ha surgido algo tan insólito como gente a la que no le gusta que la estafen –ni que estafen a unos cuantos pardillos-, que aspiran a tener una vida y un futuro, y se ha organizado para hacer lo que no hacen los políticos o para contar lo que no cuentan los medios.

Mientras se prepara un pucherazo electoral de los que cambian la historia, el mantra a difundir por los guardianes del sistema es que Podemos –por ejemplo, están también Guanyem Barcelona y otras plataformas ciudadanas- tienen una ideología acartonada del siglo XIX que usa como nadie la comunicación del siglo XXI. Un gran avance si así fuera porque la política que ahora lleva a cabo en España el PP y que ellos defienden es directamente el feudalismo medieval.

 Amedrentan sobre los peligros que, en su opinión, entrañaría votar fuera del bipartidismo, hasta medidas encuestas se difunden en apoyo sutil de la idea. Por lo visto es mucho mejor seguir como hasta ahora, con políticos –algunos- que te estafan, saquean, despojan, engañan, manipulan o alteran las leyes a su favor para perpetuarse. Al parecer entraña una dificultad insalvable trabajar por el bien común en lugar de para el lucro desaforado de unos pocos que sus métodos tiene. Eso son promesas gratuitas, irrealizables.

 De sobresalto en sobresalto,  desde influyentes diarios han encontrado la clave de lo que se debe hacer: bipartidismo, con una derecha como dios manda y una izquierda como mandan los mercados. Por eso saludan con pasión, en Francia, a “ Macron, el revulsivo que la izquierda necesita”. Es decir, el joven exbanquero de Rothschild que de lo primero que habla es de aumentar la jornada laboral y suprimir convenios. El muchacho forma tándem con Manuel Valls, autor de la frase:  “La izquierda puede morir si no se reinventa y renuncia al progreso”. Desde que pronunció su sentencia se le ha ido a pique el gobierno y la popularidad: en 6 meses ha caído al 36%.  Como el presidente Hollande que anda buscando apoyo social bajo los adoquines y la arena de la playa, porque se le ha esfumado. Todos olvidan un pequeño detalle: los franceses votaron socialdemocracia, no ésta sin complejos de parecer derecha neoliberal aguda.

Las ideas tan intensamente inoculadas calan en ciertas personas, temerosas de soluciones fuera de la política tal como la conocen. Tal como la sueñan en realidad. Tal como la engullen con enormes tragaderas. Tal como nos la imponen a todos. Ni unos ni otros parecen reflexionar sobre hechos decisivos. Las nuevas propuestas ciudadanas nacen como fruto de un inmenso hartazgo hacia la política tradicional, por necesidad, por puro instinto de supervivencia. No les dio un pronto, las razones de la indignación están sobradamente demostradas. La política, el ejercicio de la política, ha fallado y nada conseguirán imponiéndose por la fuerza sin enmendar uno solo de sus errores. El PP, lejos de rectificar, prepara un pucherazo con la reforma que se ha empecinado en aplicar en los ayuntamientos –como primer paso- para echar a los partidos que amenazan su permanencia en el poder. El colmo. Es insólito incluso plantearlo y que no hayan saltado ya todas las instituciones ante semejante cacicada. Claro que algunas igual están también algo contaminadas.

Y aún hablan de temor. A otra forma de hacer política. A las búsquedas de los ciudadanos para remediar una solución que para muchos es ya irresistible. ¿Por qué el miedo? ¿En qué son mejores que cualquier ciudadano? ¿en que velan mucho mejor por lo que les conviene a ellos mismos? No, es que sin duda, tu empleo lo gestiona mejor que tú Báñez, tu pensión y tus impuestos Montoro.  ¿Tu salud? ¿Puedes imaginar una persona en todo el país mejor que Mato para cuidar de ella? ¿Que Wert de la educación de las nuevas generaciones, futuro de España?  Y sigue imaginando a alguien a cargo de la Justicia para acabar con la corrupción que pueda hacer sombra siquiera a Gallardón. O a Soraya Sáenz de Santamaría para vigilar se cumpla el programa prometido. A Fernández Díaz para tus libertades, las libertades. Y sobre todo, a Rajoy. No encontraras nadie más preparado y más honesto que ellos, infinitamente más que tú mismo.

 Aristóteles llego a plantear una selección de cargos públicos por sorteo entre los ciudadanos, rotatorio, y con controles del resto. Cierto es que entre esos ciudadanos y dada la época, faltaban por ejemplo todas las mujeres, pero el planteamiento no deja de ser revelador en este momento. No sitúa ante una verdad desnuda. Llegados a este punto de rapiña y abuso, de alejamiento de la realidad sobre todo del grueso del clan, es difícil encontrar algo peor que lo que tenemos.

 ¿Miedo a los cambios? El miedo lo tienen ellos. Cuidémonos, sin embargo, de los zarpazos del poderoso atrincherado en lo que es una representación de la sociedad y ha convertido en su cortijo. Por lo que están demostrando no piensan ceder ni un milímetro.

De lunes

Cuando me despierto tengo la costumbre de encender mecánicamente la radio de la mesilla y su sonido es lo primero que me pone en contacto con la realidad. Hoy, un redactor desarrollaba con una amplitud sin precedentes un suceso en el que un tío se ha cargado a cuchilladas a su madre en primer lugar, sin mediar palabra. Luego ha salido a la calle y se ha topado con dos mujeres. Dios mío ¿qué pasará con ellas? Bien, pues el periodista ha seguido relatando cargado de pormenores cómo ha tirado a una al suelo y también la ha acuchillado. La otra ha podido escapar a pedir ayuda, no sin un forcejeo. La redacción era tan enrevesada y mi sueño tal, que no estoy segura de si todo esto pasó hace un tiempo y ahora lo habían juzgado porque también hablaba de calificación de ensañamiento. Además al parecer el asesino había sufrido un brote psicótico por consumir cannabis (?).

Amanecer al mundo consciente con estos mimbres no es buen presagio. La victoria de Hollande en Francia se ve amargada por el ascenso de Marine Le Pen. Su triunfo -con ser grave- se ha quedado en un 18,1% frente al 20% de los sondeos, y no supone aumento espectacular sobre su padre; ese señor al que anoche el corresponsal de RTVE en París calificó de “histórico” –el histórico Jean Marie Le Pen- sin añadido alguno, pasando a evaluar cómo podía “beneficiar a Sarkozy” los votos de la extrema derecha. Igual que TVE juega favor del Real Madrid siempre, parece que David Picazo –que así se llama- va a favor del candidato de la derecha francesa. Y lleva varios años en el cargo engolando la voz hasta empachar, no es cosa de los nuevos rumbos de la televisión pública. Pero no es el único manipulador, ya se difunde un nuevo “neologismo”: “populismo” en lugar de fascismo. Le Pen es “populismo”, no fascismo. Ese aparece hoy por doquier.

La ultraderecha ya se sienta en el gobierno holandés, o no sé sienta porque ha decidido petar la coalición con su poder. En Noruega un “pobrecito loco”, otro fascista redomado, se cargó este verano a un montón de gente. La «peste parda» como la llama mi amigo Javier Valenzuela camina…  siguiendo los pasos de lo ocurrido en los años treinta para alumbrar a un Hitler y a un Mussolin, incluso a un Franco, y liarse a tiros y muerte.

El frío de la mañana me trae conversaciones en la calle y me descubre algo en lo que no había reparado. Miles de emigrantes trabajan en España sin que sus empleadores -no perseguidos por ello- les hayan dado de alta en la Seguridad Social, ahora con la ley del PP ¡se quedan sin tarjeta sanitaria! Todo ese tipo de polvos suelen acabar en lodos. Las leyes, los decretos, no son inocuos.

Es el día del libro hoy, debería alegrarme. Personalmente incluso porque tengo tres en la calle hechos con amor y deseo de informar. El mío propio –La energía liberada-, y los colectivos: Reacciona y Actúa, que acaba de salir. Empieza a subir este último en las ventas –en la difusión por tanto- pero la competencia es dura. Echad un vistazo a los más vendidos por ejemplo aquí de donde tanta gente se surte para leer. Cómo competir con tanta invitación a los “emprendedores” de Rajoy. Si pasáis a la segunda página veréis que prácticamente el único que se sale de lo que hoy «es tendencia» se titula: “Haciendo majaradas, diciendo tonterías” firmado por un famoso a causa de “salir” en televisión.

Igual esto es levantarse “De lunes” y una suele tender a ser positiva. Veamos si gana Hollande el 6 de Mayo y al menos dinamita el aciago Merkozy. Ah, también he escuchado al hoy comisario o vicepresidente o algo de mucho poder en la UE. Joaquín Almunia. Explicaba que “a los franceses les gusta decir que no” y que por eso votaron contra la Constitución Europea. Lo hicieron porque ellos sí se dieron cuenta de que era una trampa neoliberal, que es bien distinto. Muy democráticamente entonces la UE se mercó nuevos tratados y disposiciones, hasta llegar a la reforma express de las Constituciones -eludiendo el engorroso trámite de consultar con los ciudadanos- que consagran un hecho que ha pasado desapercibo: lo prioritario es el pago de la deuda “a los mercados”, las necesidades de los ciudadanos quedan en segundo plano y si es preciso su atención se cercena o suprime. Es lo que está pasando. En el suicidio –o con más precisión “asesinato”- del que hablaba ayer Krugman. O Stiglitz siempre. O nosotros, vamos. O la realidad: ahondamos la recesión. De la «herencia» neoliberal nadie nos salvará si no somos nosotros.

No sé, a veces en París se despertaba de otra manera. De “otra manera” al menos… Tenía los ojos bonitos Jacques Dutronc.

 

Queremos ser pobres franceses

En Francia están alarmados porque se han encontrado con 8,2 millones de pobres. De los 66 millones que viven allí. Nosotros también contamos con una cifra similar de pobres, para mucha menor población. La diferencia fundamental reside sin embargo en que en Francia es pobre quien vive con menos del 60 % de los ingresos medios, es decir, con un máximo de 954 euros al mes. El Instituto Nacional de Estadística de nuestros vecinos se ha mostrado sobresaltado por estas cifras que, además, han aumentado un 0,5% respecto al año anterior. 954 euros marcan el límite de la pobreza y del sobresalto oficial en Francia.

La mitad de los asalariados españoles gana mil euros o menos. Somos todos pobres franceses, millones y millones. Y a ello hay que añadir los casi cinco millones de parados con tan dudoso futuro. Aún con gobiernos conservadores, el país que está detrás de los pirineos, es uno de los que más dinero dedica a la inversión (aquí se le llama “gasto”) social. España uno de los que menos.

Y aún hay más. Durante los últimos 15 años –gobiernos completos de José María Aznar y José Luis Rodríguez Zapatero- se han rebajado los impuestos casi un 38% a las rentas altas… y un 2,3 % a la clase media.

En la eterna pescadilla que muerde su cola ocurre que si se resta inversión a la educación –como está haciendo flagrantemente la Comunidad de Madrid en particular y España entera- se crían ciudadanos zotes. Los que han permitido a lo largo de la Historia estas abrumadoras diferencias entre un país y otro separados solo por unas montañas. Aunque no, también y sobre todo, por una muy diferente formación y criterio. Las personas que piensan relacionan conceptos y no se distraen mirando sonajeros, hojas de rábano o zanahorias políticas. Más aún, tras la elaboración de los datos, obran en consecuencia. Aunque esto exige una labor continuada para que funcione, y me temo que vamos por el camino contrario. Con nacientes y esperanzadoras excepciones.

Visto lo visto, sin embargo, creo que -como punto de partida- debemos reivindicar ser pobres franceses, pero ya.

Además nuestro voto sería mucho más útil. El «vicecanciller» de la UE es con la jefa Merkel quien decide qué tiene que hacer el gobierno español.

Exijamos votar en las elecciones alemanas

Si Berlín no viene a Europa, vayamos nosotros a Berlín. Todos. Españoles sin faltar uno, portugueses, y así hasta Suecia. Hay razones fundamentadas para ello. La política de la UE la decide quien ocupa la cancillería alemana (la Bundeskanzleramt o, para los amigos, Kanzleramt, que debemos ir aprendiendo conceptos elementales que nos serán útiles).

La deuda de nuestros tormentos se fija con la alemana como patrón y dios. La alemana es cero, los demás suben y bajan con respecto a ella. Alemania fue quien dictó en su día cómo debía ser la UE, el euro y toda la política monetaria. Y así continúa. Ahora, se ha reunido con el “vicecanciller”, Sarzoky, y han acordado que de unión real la mínima. Sí dan ambos su permiso a la tan esperada –cerca de 20 años, los que van desde el Tratado de Maastricht- política económica común. Lo primero que harán será un organismo, con un presidente, el cuarto ya de los oficiosos (la presidenta real es Merkel). Es decir el del Gobierno económico, el de la Comisión (Durão Barroso), el del Consejo (Van Rompuy) y el de turno rotatorio. Les ha gustado Van Rompuy para el nuevo cargo, especialista en haikus (versos cortos japoneses), porque ya habrán pensado en otro para sustituirle en la presidencia virtual de la UE. Ese gobierno diseñado por Merkel y Sarzoky se reunirá ¡dos veces al año!

Y, eso sí, van a pedir reformar las Constituciones europeas para incluir la obligatoriedad de un límite del déficit público. Es decir, consagrar el neoliberalismo en todas las Cartas Magnas para que nadie posterior se salga del carril y le de por inversiones públicas de esas que generan riqueza, según la experimentada doctrina de Keynes. Han hablado también de la Tasa a las Transacciones Financieras a la que llevan mareando desde hace tiempo. Pero como todo hay que negociarlo, igual se queda aparcada… una vez más.

En estas condiciones, creo que es exigible que todos nosotros votemos en Alemania. Como mal menor en Francia, pero preferiblemente en Berlín. Va a ser la única manera de que nuestro voto –tan bonito, tan “fiesta de la democracia”- tenga valor para decidir nuestro futuro. Y a lo mejor lograr un cambio porque la UE y Europa se van a pique. No tenemos más que mirar los datos económicos. Y es que sus políticas no funcionan.

La imagen de los semáforos de Berlín. Verde, rojo. Abierto, cerrado. Humano.

Francia y los castizos

Mi paisano Goya lo pintó así. Tristes guerras si no es el amor la empresa.

Hablamos en casa de que los españoles –el grueso de ellos- sólo se movilizarían «a causa» de los franceses. No siguiendo su ejemplar protesta contra el ataque a los derechos ciudadanos que perpetran los gobiernos como brazo ejecutor de los mercados, sino para combatir cualquier cosa que hagan nuestros vecinos del norte: contra ellos.

  Hubo un momento crucial en nuestra historia. La revolución francesa venía derrotada por los Bonaparte, pero la ciudadanía gala aún respiraba progreso y un cierto glamour. Los «afrancesados» españoles eran los «antisistema» de la época, los que huían de lo rancio y de la caspa. Y a todos combatimos, sí, señor. Para traer a un deseado Fernando VII, Borbón, que restauró el absolutismo en rechazo constante a la Constitución de Cádiz o a todo lo que oliera a democracia. Hicimos un negocio estupendo. Porque los franceses echaron también a los Bonaparte y, mal que bien, se apañaron una historia en condiciones.

   Triunfaron los castizos. Estamos muy orgullosos de la gesta. Incluso el 2 de Mayo se celebra la fiesta de Madrid, como no podía ser de otra manera.

   Pues bien, hoy –y desde hace días- Francia hierve en rechazo a las medidas de Sarkozy. El muy osado, sube la edad de jubilación de los franceses de los 60 a los 62 años. Sobre los pirineos el país se paraliza. Y los jóvenes estudiantes son los primeros en salir a la calle porque «no quieren vivir peor que sus padres«. ¡Viva la difference! Aún volverán los franceses a sacarnos las castañas del fuego a todos.

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