21D, la tormenta perfecta

21 de diciembre de 2007. Era el día anunciado por el entonces presidente Zapatero para la llegada del AVE a Barcelona, tras 12 años de obras, incidentes y retrasos. Hubo algunos más. Agujeros y derrumbes de un obra gestionada en los principales tramos de su recorrido por el Ministerio de Fomento de Álvarez Cascos trasladaron la inauguración hasta febrero del año siguiente. Jalones de la historia de la normalidad española, perpetuamente asaltada por zancadillas con olor a corrupción. La principal distancia, sin embargo, es la que habla de los cambios drásticos operados en una década en las relaciones entre Catalunya y el Estado. De cómo un Estatut con todos los parabienes legales, fue repudiado, recurrido, servido en píldoras de ponzoña a la españolidad más recalcitrante, por un PP con afán recaudatorio de votos. El apoyo al independentismo pasó de apenas el 10% al 48%.

21 de diciembre de 2018. El AVE llegará a Barcelona, sí, y esta vez, de nuevo, cargado de huestes del “a por ellos”, regados, alentados, por una derecha que se ha dividido, multiplicado, en tres para no desperdiciar un solo voto. En el conjunto de España, naturalmente. Lo anunció de alguna manera el nuevo viejo líder del PP. Pablo Casado dijo que « 3.000 radicales antisistema de toda Europa, algunos de ellos armados, se aprestan a acudir a Barcelona para participar en la rebelión contra el Gobierno español”. Si se aprende a leer en las trazas de las fake news más que a anuncio suena a amenaza. Son esperados algunos, pocos, italianos, “suficientes para acompañarlos y que no se pierdan”, me dicen. De donde sí van a llegar es de la España ultra. Casado dice que «armados algunos», Casado dice que “para participar en la rebelión contra el gobierno español”. Hay que oír la letra, más que la música.

En Barcelona, este viernes 21, la previsión del tiempo anuncia la tormenta perfecta. Se cumple un año de las elecciones celebradas bajo el artículo 155 decretado por Rajoy. Electoralmente, dejó resultados similares y la misma sociedad dividida. Un 21 de diciembre aquél, poco después del referéndum del 1 de Octubre, considerado ilegal por el  gobierno del PP y sus apoyos, y que fue reprimido con dureza por las Fuerzas de Seguridad.  Imágenes que dieron la vuelta al mundo. Y nada las puede borrar. Después, también, de la salida a escena del Rey, el día 3, crispando los ánimos y marcando el camino. De ruptura. Desencuentros y dolor en este año completo que confluyen este viernes con un cúmulo de expectativas cercadas por circunstancias condicionantes.

El campo de batalla ofrece a siete políticos independentistas huidos, uno de ellos el president Puigdemont del PDeCAT, que sería sustituido a su iniciativa por el imprevisible Quim Torra. Nueve, en prisión preventiva, en varios casos desde hace más de un año. Cuatro, en huelga de hambre desde primeros de diciembre, aunque la han abandonado para facilitar el diálogo en este día. Protestaban para que el Tribunal Constitucional resuelva sus recursos y restituya sus derechos. Uno, Jordi Turull, ha sido llevado a la enfermería. Dura pena sin juicio para quienes permanecieron en España, dado que los delitos por los que son acusados en la cuestionada instrucción del juez Llarena no son considerados tales en la Europa encima de los Pirineos y negaron la extradición de los reclamados. Ésa que el juez en cuestión dictó y retiró al albur de sus estrategias.

En este clima, el presidente del gobierno Pedro Sánchez lleva el Consejo de Ministros a Barcelona, por primera vez en 42 años. Ha tenido ya una una reunión con el president catalán, Quim Torra y se ha producido una mini cumbre, que han distendido los ánimos. No en la derecha que utiliza una batería de términos que van desde la humillación a la claudicación. Siempre de España.   Sánchez  ha venido utilizando un doble lenguaje. Rechaza aplicar el 155. Ha retomado el discurso duro contra el independentismo. Incluso con visos de cierto desprecio cuando afirma que hicieron un referéndum «solo para su pandilla» (estimada en unos dos millones de catalanes). Pero ha abierto la puerta al diálogo en esa reunión con Torra.

Los barones del PSOE aprietan en argumentos ideológicos indistingibles de la derecha radical que nos ha sobrevenido. A los niveles vistos en Pablo Casado que ya manda mensajes de colega a Lambán (Aragón) y García Page (Castilla-La Mancha).  Rodríguez Ibarra pide voz, la misma voz, desde Extremadura. A los niveles del mentor de esta deriva, José María Aznar y de Rivera y Arrimadas. Dejemos al otro en la nada que tiene todavía en Catalunya. Piden ilegalizar partidos. No los que corrompen la vida pública robando o las instituciones como el PP de las policías “patrióticas” de partido pagadas encima con dinero público. Lo que importa, lo único, es la unidad de España.

Exigen aplicar el 155 de forma total, como si la Constitución fuera un chicle y no estuviera reglada. Se llaman constitucionalistas, por cierto, y parecen serlo del articulo 2 en exclusiva: “La Constitución se fundamenta en la indisoluble unidad de la Nación española, patria común e indivisible de todos los españoles”.  Porque el bipartidismo decretó el fin del Estado Social que propugnaba la Constitución cuando firmó la reforma del 135, relegando las necesidades de los ciudadanos. En la carrera desenfrenada actual, el PP dice ahora que el PSOE tampoco es constitucionalista, vaya por dios.

Va a haber múltiples manifestaciones y gestos el viernes en Barcelona. La derecha solo ve a CDR a quienes persiguen con el bolígrafo de tachar. Pasando a asuntos serios, ANC y Òmnium –con sus líderes de hace un año encarcelados- lideran la protesta del 21D con la idea de evitar altercados.  Garantizan, dicen, que promoverán «movilizaciones totalmente pacíficas» –como así ha sido siempre – y reclaman al Gobierno el mismo compromiso de la Policía.

Existe cierto temor a que se repitan algunas actuaciones del año pasado. Con más o menos fundamento, con alguno. Mil efectivos de las Fuerzas de Seguridad se van añadir a los 8.000 desplegados en Catalunya entre Mossos, policía y Guardia Civil. Para atender la seguridad del gobierno y de los manifestantes, se supone. Y con las calles presumiblemente sembradas de esos radicales de los que habla Pablo Casado. Entre líneas. Los que toman trenes y autobuses desde más al sur, que al norte o al este.

Más de un centenar de agentes de la lucha contraterrorista también están desplegados en Catalunya estos días. A la tormenta perfecta se une la amenaza yihadista, a la que fuentes de Inteligencia dan credibilidad.  Es genérica para España y ha sido publicada. Aunque no aconsejo su visionado y por tanto no lo enlazo, mucho menos para amplificarla. Aparecen en la sorprendente casualidad con la que coinciden en momentos decisivos en política.

Los ciudadanos catalanes, soberanistas y no, saben que siempre hay amenazas. Y tienen derecho a no verse coartados. A no tener miedo. A manifestarse pacíficamente como les dicte su conciencia y su valor.

Y todos a que las ambiciones políticas, sin escrúpulos, que no reparan, ni sienten, el daño que siembran, sean arrinconadas. La voluntad de las buenas gentes, el trabajo de los honestos profesionales, puede guarecernos de las nubes amenazadoras.  Más cargadas de peligro las que traen a violentos agitados por la muy interesada derecha ultra en los diversos campos en los que opera.

Y para empezar a devolver la cordura, que los presos sin juicio y sin condena salgan a la calle y se establezca, de una vez, un diálogo constructivo entre quienes tienen voluntad de llegar a acuerdos. Andando o desandado hasta  puntos en común.

No sé por qué terreno anda Raimon, cantautor pionero, en estos conflictivos tiempos, pero seguro que sus canciones que nos hicieron a tantos amar una lengua y una cultura son vigentes y sirven ahora también. Recreando sus textos creo que, a veces, los errores no son “más que miedo, miedo de ti, miedo de mí, miedo de los hombres (y mujeres) que no queremos la noche”. Y que cualquier noche precisamente puede salir el sol, como nos contó otro grande: Jaume Sisa. Y que no falte ninguno.

 
 

Preocupante euforia por los escaños de Vox

Asistimos a una reacción inquietante por los resultados electorales en Andalucía: los 12 escaños de Vox parecen ya una mayoría simple de gobierno estatal, a completar con las derechas de PP y Ciudadanos radicalizadas. Partiendo de análisis parciales que minimizan u obvian elementos decisivos, empeñados en extrapolar a toda España lo ocurrido en los comicios andaluces. Con Vox hasta en el agua que sale por el grifo, es imprescindible racionalizar las especulaciones. Tarea ímproba en este maremágnum de voces en torre de babel. La formación ultraderechista filofascista –que lo es por más que la laven  – ha subido en votos sin duda.  Y en Andalucía. En todo lo demás abundan las teorías incompletas.

El factor fundamental para el resultado electoral andaluz ha sido la abstención. Relegar en las consideraciones que más del 41% de los electores no acudió a votar es dejar el análisis radicalmente incompleto. 400.000 votos ultras es un elevado número, 2.600.000 abstencionistas mucho mayor. Quienes faltaron a las urnas fueron votantes de izquierdas, englobando ahí a Susana Díaz lo cual es cuestionable.

Susana Díaz, además de su propia gestión, del cansancio por un gobierno del mismo partido durante 36, añadía haber sido la candidata que perdió frente a Pedro Sánchez. La que orquestó –entre otros– la defenestración del entonces secretario general en una cacería bochornosa y encima salió derrotada. ¿Cómo se puede obviar esto en los análisis?

Unidos Podemos –aun teniendo en Teresa Rodríguez una candidata con el aire de  la formación – pagó sin duda las marcas locales que desdibujan a UP nacional. Los evidentes cruces de protagonismos. Así parece sentirlo el electorado.

Es evidente que esta izquierda no responde en este momento a lo que piden los andaluces. Y por eso se quedaron en casa sus seguidores. En casa o en la calle. No en los colegios electorales para votar a otros.

Lo que ocurre en Catalunya también explica los resultados, pero no debe en modo alguno transferir culpas a lo que hacen los andaluces con su voto. Para el electorado de derechas que, según ha demostrado, prefiere esa imagen de la unidad española –tan folclórica y hueca en la campaña, a caballo y en vaca – a resolver sus problemas reales. Igual es que no los tienen.

Conocido el escrutinio, los 12 escaños de Vox parecen un triunfo colosal. Cuando lo es relativo. El PP, habiendo perdido votos, se ve reforzado en sus estrategias ultras. Y, en unión de Ciudadanos, que ha perdido toda etiqueta centrista, se diría están a punto de formar gobierno en Madrid. Y no es así.

Un poco de calma y de racionalidad. Una cosa es el interés informativo indudable y otra ponernos Vox en vena cada vez que se abre casi la totalidad de los medios informativos. Y los lavados y perfumados. Es tan abrumadora la reacción que hace saltar las alarmas. Como añorada agua de mayo ha caído ese éxito. Lo más granado del establishment reaccionario –presuntos progres incluidos – nos dicen el eslogan clásico del maltratador: algo habremos hecho. Ahí tienen al académico Arturo Pérez Reverte, escritor «con agallas» según proclama. «Somos nosotros quienes extraemos al lobo por nuestra propia estupidez», dice textualmente. Cuando el grave problema español es que ha alimentado a la bestia franquista fascista criada en la impunidad.

Este lunes se cumplían 70 años de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, nacida de una enorme congoja y de un intenso deseo de que la barbarie fascista no se repitiera más. Díganme qué tiene que ver Vox y las versiones de sus colegas de la derecha, con estos principios irrenunciables. Los ataca con virulencia. Atiendan a lo que les están vendiendo por noticia, porque en muchos son caramelos envenenados.

Y la manipuladora asimilación con Podemos. Así, miles de franquistas se sienten justificados. No, la ultraderecha no es democrática, la ideología que defiende Podemos sí. Todo el arco ideológico lo es -aunque no nos gusten algunas opciones-, salvo el fascismo que se sale de todas. Y acaban de meterlo en las instituciones.

Los resultados electorales en Andalucía no son extrapolables al resto de España y para diferentes comicios. No todavía. Aunque se nota cómo se está dibujando la táctica de la profecía autocumplida. Por frivolidad, por vender audiencias e intereses, o con objetivos desestabilizadores y de control de mayor alcance y peligro. Vox son los fachas de moda. Buena gente para políticos y periodistas afines. Su temerario programa electoral no pasa de cuatro niñerías para esta gente.

Y ya tenemos un nuevo elemento de controversia… y banalización. Catalunya perenne desplazando todo lo demás. Vía eslovena, con unos Balcanes crujidos de siglos de enfrentamiento, de heridas incurables que afectan casi a cada familia, con crímenes de lesa humanidad de por medio, no es comparable a Catalunya. La vía escocesa que pide Torrent, presidente del Parlament, se encuentra con el escollo de gobiernos que no son como el de Cameron, paradójicamente, ni como una Reina Isabel II británica que se mostró exquisitamente neutral en el referéndum.

La reacción “centrista” del gobierno Sánchez no es la solución si es lo que se busca. Torra no es el más diplomático de los presidentes, como Borrell no es el más diplomático de los diplomáticos en funciones de tales. Grandes tragedias ocurrieron en España sin movilizar efectivos de control de la envergadura prevista. Enviar de nuevo piolines a Catalunya se inscribe en la estrategia de aplacar a la ultraderecha crecida con pozales de carnaza que la alimenta.

Ya cuesta repetir lo que precisamos para ahuyentar el peligro. La inacción o las actuaciones equivocadas no dejan de agrandarlo. Desde la política sí pueden, con acciones efectivas, siquiera cumpliendo lo que se prometió. Desde el periodismo independiente también, brindando información veraz y sin cargas externas.

El problema es un ultracapitalismo que resuelve sus crisis con más abusos y que está dejando una Europa en demolición. Tendría que primar la negociación, no el enfrentamiento. Solo el diálogo puede salvarnos del futuro que viene por sí mismo o prefabricado.

Algo fuera de la lógica está ocurriendo. Con los pies firmemente apoyados en el suelo, no pierdan el horizonte.

 
 

A esta España le revientan las costuras

Nuestro ánimo, el de los ciudadanos decentes, va estos días como un acordeón. Y no porque seamos emocionalmente inestables. De repente,  el sistema que venía avisando de graves desajustes, se ha abierto en canal por varios frentes esenciales. Lo ocurrido va más allá, con ser mucho, del máster de Cifuentes o del ridículo internacional en la persecución del Procés catalán.  La mugre que ha quedado al aire intoxica.

Todo lo aflorado en este par de semanas trepidantes nos ha situado ante una realidad insoportable que sin embargo se ha sedimentado. La cultura de la apariencia, el gusto por la farsa, la trampa y la mentira. El uso particular de lo público. La cadena de favores y temores clientelares. La amenaza como defensa. La existencia de una tupida red. Lo que Cifuentes ha hecho no es otra cosa que aplicar el protocolo habitual en el PP, con Rajoy de máximo oficiante. Negar hasta las más palmarias evidencias y lanzar acusaciones como maniobra de disuasión. Sembrar la duda por ver si todavía quedan votantes que crean en los cuentos de hadas. Que los hay. Y ahí permanecen aunque las letrinas desbordadas les lleguen a la boca. El modus operandi se aplica con eficiencia en toda eventualidad.

El caso Cifuentes es paradigmático. Durante unos días, desde el 21 de Marzo, fuimos leyendo en eldiarioes un cúmulo de informaciones de estrepitoso escándalo que partían de una bomba para las personas decentes, para los miles de ciudadanos que se esfuerzan en cumplir la legalidad: Cristina Cifuentes obtuvo su título de máster en una universidad pública con notas falsificadas.

Sigue una primera comparecencia exculpatoria de la Rey Juan Carlos. Los vínculos y puestos obtenidos por participantes en el caso. El instituto que opera con fondos públicos y lucro privado dentro de la universidad. Los trasiegos de la amiga cambiando notas con una habilidad mágica. Las presiones buscando coartadas. Las firmas falsas en el tribunal. Las continuas mentiras de Cifuentes.

La comparecencia de toda una presidenta de la Comunidad de Madrid en la Asamblea que le pide cuentas helaba la sangre. Empecinada en la negación, con  tono alto y chirriante, plena de arrogancia, esparciendo basura y amenazas, querellas con petición de cárcel a los periodistas Ignacio Escolar y Raquel Ejerique por informar. Sonriendo, despreciando, y dando muestras de la certeza de sus apoyos. Es evidente que no ha actuado sola. Ninguno de ellos lo hace. Y que no está sola aún. Hasta este momento al menos. Ya llegará el «esa persona de la que usted me habla» y, con suerte, una buena colocación en el organigrama.

Argumentan los portavoces de Podemos y el PSOE, regurgita a Cifuentes el del PP, y llega Ignacio Aguado de Ciudadanos y anuncia: “Hablaré con PSOE  y Podemos para que esta misma tarde… Pongamos en marcha una comisión de investigación”. ¡Una comisión de investigación!  La sensación de impotencia, de tristeza, invadió a muchos ciudadanos.  Se convirtió en tema de conversación hasta con desconocidos. Y ahí se mantienen: Ciudadanos no ha cambiado su negativa a secundar la moción de censura que ha presentado el PSOE y apoya Podemos.

No hay acta, no hay constancia de la presentación del trabajo. El director del presunto máster echa la culpa al Rector. Porque reconoce haber “reconstruido una hipotética acta”. De la nada, con firmas falsas, ante las informaciones de eldiario.es. En tres horas para tapar el chanchullo. Se consensuó la fecha a alegar y hasta la ropa que supuestamente usó Cifuentes. Entramos en terreno delictivo. La Universidad ha llevado el caso a la Fiscalía. Es insultante que siga estando en el cargo y que la apoye su partido –todavía-  y Ciudadanos.

El problema es cuántos títulos más están falsificados. El de Javier Maroto, vicesecretario del PP, tampoco era cierto aunque figuraba en la web de su partido.  Lo dijo él. Y lo que implica. Buscar el título y no el conocimiento casi es lo de menos, si pensamos en que esta gente tiene a su cargo desde la sanidad y la educación a todas las cuentas públicas, con ese talante. No debemos olvidarlo. Es origen y consecuencia.

Y siguen los fiascos, ya con gran proyección internacional. La gestión del Procés ha sido una chapuza de dimensiones cósmicas. Y por más que voces sensatas les avisaron, persisten acrecentando el ridículo. De alguna manera, comparte en muchos puntos el esquema habitual de esa red, y añade alguno más de extrema gravedad.

En lugar de buscar cauces a sentimientos que no nacieron ayer, ni mucho menos con Puigdemont, se ha buscado la máxima confrontación por intereses políticos destinados a lograr réditos electorales. Se ha usado la fuerza. Se ha exacerbado al máximo la manipulación de instintos primarios en una parte de la sociedad muy proclive a ello. La bandera del  “a por ellos” cubrió muchos huecos existenciales en atávicas necesidades de pertenencia. Más simbólica que con contenidos, más en la vuelta a una idea ultraconservadora de España. Una estrategia en la que ha participado Ciudadanos con tanto o más ahínco que el PP. Y con mayor beneficio.

Y como colofón y por encima de todo, el papel de la justicia española con arriesgadas atribuciones de delitos que ha tumbado la europea.

La Audiencia de Schleswig -Holstein, el land alemán donde se detuvo a Carles Puigdemont, le ha puesto en libertad y rechaza que exista delito de rebelión en su caso. Por lo que, en una eventual extradición a España, no podría ser juzgado ya por este supuesto. Sí contempla la malversación de fondos públicos, negada por Montoro. “Unos mismos hechos no pueden ser delictivos en un país y no en otro dentro del ámbito de la Unión Europea”, dice su abogado Gonzalo Boye. Pero España está entrando en la tentación de enquistarse en el error. Anuncian que Lamela anda pensando en recurrir al Tribunal de la UE.

Tengamos en cuenta que la justicia belga ha dejado en libertad sin fianza a los exconsejeros Toni Comín, Lluis Puig y Meritxell Serret. Y ha abierto diligencias por el geolocalizador que Interior puso en el coche de Puigdemont.  Y que se decidió actuar en Alemania y no en Finlandia, Suecia o Noruega, a  ver si les iba mejor. Estos atajos españoles tan toscos. Que Escocia ha amparado a Clara Ponsatí. Y que el Ministro de Justicia suizo, según VilaWeb, habría dicho: « Falciani no será moneda de cambio por Rovira«. El Ministerio del Interior, en otra jugada errática, reactivó este jueves una vieja o rden de detención contra Hervé Falciani reclamado por Suiza y sus bancos, que ha venido colaborando con el Gobierno en la persecución del fraude fiscal.

ABC, con una portada en la que osa acusar a la justicia europea de “dar aire al golpismo”,  incluye declaraciones de asociaciones de magistrados. Muy ofendidos, reivindican el derecho a tener una justicia «a la española», diferente a la universal. Uno de ellos dice que «No cumplir una euroorden implica no reconocer la soberanía de un Estado». La soberanía ha de ajustarse a derecho.  En los medios, la gradación de insultos, ha llegado a su cenit con el inefable Losantos que incluso ha sugerido atentados. La policía alemana ha dicho haber tomado nota.

La tesitura es seria. Queda fuera de toda lógica juzgar por rebelión a cargos de inferior rango al President  pero el entramado que rige en España ha demostrado que es capaz de esas cabriolas. Esperemos que no le caiga toda la culpa al ex Mayor Trapero de los Mossos al que acusan hasta de organización criminal.  La cordura que ahora sería necesaria no parece que esté ni se la espere.

No pueden disimular las felonías hasta ese punto. Pero reflexionemos si no será éste nuestro único consuelo porque el desastre que se ha adueñado de nuestro país suele saldarse con cierta impunidad. La red teje su tela como las arañas. Habría que emplearse a fondo para seguir la estela del impulso de justicia que sí se ha producido.

Lo cierto es que nos hallamos en una lucha abismalmente desigual.

 
 

Rajoy, un presidente normal para un electorado normal

Mariano Rajoy ha vuelto a sacar del fondo de armario el concepto “normal” que nunca le ha fallado hasta ahora entre sus votantes normales. Gentes toda ellas con un “sentido común”: el de la normalidad de la derecha española. Común, normal, frecuente, ordinario,  general, universal. Como el Barón de Claret, ministro Portavoz, o la Condesa consorte de Murillo, Esperanza Aguirre por su casa, a la que le acercan los pies a los juzgados para responder de alguna de las tramas de corrupción de su partido. Lo normal, en el PP.

Sin irnos tan lejos, García Albiol, defenestrado en Catalunya, encuentra que no está a la altura del cargo quien suena para la presidencia de la Generalitat: Elsa Artadi, Doctora en Ciencias Económicas por la Universidad de Harvard. “Esta señora no ha demostrado nada”, dice el líder popular. Para precisar a su jefe, Mariano Rajoy, que urge a buscar un presidente “normal”, porque, en caso de que no le parezca normal a él, mantendrá el 155. Lo normal en una democracia.

En España ya llevamos dos legislaturas con un  presidente normal llamado Mariano Rajoy. Más los previos de toda su carrera política con hilillos de plastilina y una catástrofe ecológica incluidos. En su mandato ha recortado hasta en medicamentos de uso común como antiácidos –por mano de la Señora del Confeti Ana Mato- porque una ciudadanía con ardor de estómago conoce mejor el valor de lo normal. Aquel medicamentazo del que tan poco se habla tenía ese único objetivo: fastidiar porque de ahorro, nada de nada. La normalidad de Rajoy y sus lugartenientes en las CCAA se llevó ciencia, cultura, educación, sanidad, ayuda a la dependencia, a la lucha contra la violencia de género. Lo normal. En el PP.

Lo mejor es que todavía queda bastante de dónde tirar. Un consejo de ministros el de este viernes destinado a dar satisfacción a los sentimientos de su electorado normal. A esta gente le gusta la Cadena Perpetua –que esto es la Prisión Permanente Revisable- y extendida a más delitos. Aunque no sirva como disuasión – lo argumenta Ignacio Escolar al detalle– la venganza satisface a un determinado tipo de personas normales versión PP. España tiene una larga tradición en los placeres de este tipo. El desollamiento de infieles en los gloriosamente normales tiempos de la Inquisición parece que fue muy reconfortante. Por cierto, como siga en vigor el delito de blasfemia en esta normal democracia española del Siglo XXI, podríamos volver a reeditarlo. Ni siquiera es constitucional ahora, como explica Joaquín Urías, ex magistrado del TC.  Pero si la quiere la gente normal del PP está todo dicho. O la lapidación que también descarga muchas tensiones en los que arrojan la piedra.

Las pensiones están sentenciadas. El saqueo de la Hucha de reserva, tan ideológico, es solo un síntoma pese a su magnitud.  El gobierno ha decretado medidas nada inocentes este viernes. Un plan de estímulo para fondos de inversión, tal cual, a los que reducirá comisiones para apoyar a bancos y usuarios con la capacidad económica de suscribirlos. Los nuevos pensionistas-si llegan a serlo- cobrarán cada vez menos. Hasta el 30% según algunos cálculos. Por eso el presidente normal del gobierno ha dicho que vaya pensando el personal en hacerse un plan privado sí o sí. Lo reiteran a menudo en todas las voces, pero ahora ya lo presentan como inevitable. En EEUU ya van por los  79 años para seguir subsistiendo trabajando en minijobs.

Lo “normal” es hacerse un plan de pensiones. Solo que la inmensa mayoría de los ciudadanos no puede afrontar ese gasto.  Únicamente  el 25,7% lo hacían en 2013, al inicio de la precarización más brutal, según el libro de dos economistas solventes: Juan Torres y Vicenç Navarro. Y no va a mejor. A 3,90 euros están pagando la hora en España, contaba Laura Olías en eldiario.es, ahorre usted así para el plan de pensiones y para el resto de los gastos. En aumento, con las privatizaciones y copagos. Los votantes normales del PP -pensionistas, el grueso de su electorado- se niegan a ver las evidencias, al parecer, o algo les compensa.

Vayan ahorrando también para la educación de sus hijos y nietos. Lo normal en los nuevos tiempos. Cifuentes acaba de  regalar suelo público para un colegio en el que habrá que pagar.  Es la tónica. Y el normal apoyo a la ideología de la desigualdad. La Comunidad de Madrid se sitúa en cabeza de Europa, solo por detrás de la Hungría de ultraderecha oficial , en segregación de escolares. Los ricos con los ricos, los pobres con los pobres. Con ayuda de dinero público en muchos casos. Y gracias. Ahorre para el futuro, lo anuncia el Presidente normal.

Rajoy, Sáenz de Santamaría, Báñez, De Guindos, Cospedal, Zoido, Casado, Hernando, son la normalidad del PP que valoran sus votantes. Y Cañete, Camps, Wert, Mato, Soria, Celia Villalobos, viviendo aún de las rentas en mayor o menor grado. Los mejores, será, de esa derecha española tan normal.

Los votantes del PP son capaces de tragar y apoyar una corrupción que salpica con su mugre en cada nueva declaración de sus propios autores. Avalan la educación clasista aunque procedan de capas con escasos recursos y se lo pongan más difícil a los suyos. Se da ese nivel. Sustentan la precarización y privatización de la sanidad. Ni con la salud cejan en su cruzada. Engullen sin problemas las mentiras flagrantes, el uso partidista de la justicia. El borrado y machaco de los ordenadores de Bárcenas y que la Fiscalía diga que no es delito en contra del criterio de jueces. Son personales normales, tan normales como Rajoy.

Se diría que al electorado del PP con un buen palo al que se desvíe de su normalidad y unos cuantos whatsapps de escarnio para enviar a las amistades ya les compensa. Convierten en asunto nacional cualquier estupidez. Aunque, entretanto, se dejen saquear y propicien el saqueo de todos. La educación en valores ha fallado ostensiblemente en España bastante más que la gramatical, que también.

Lo anormal -tras décadas de mayor o menor progreso- es salir como la gente del PP. Pero no desviemos la atención de lo esencial. Un votante puede equivocarse –al punto de creer que es normal lo que hace el partido al que entregaron su confianza-, pero los auténticos responsables de este escarnio son otros. Son los políticos y medios que secundan la profunda anormalidad en la que vivimos. Aquellos, entre los periodistas, que ofrecen una visión distorsionada e interesada de la realidad. El PP que calla y otorga desde todos los puestos de poder y quienes se auparon en las elecciones prometiendo que nunca apoyarían un gobierno de Rajoy. En este caso, Pedro Sánchez y Albert Rivera. No solo lo mantienen en La Moncloa sino a todas las leyes regresivas que uno o los dos anunciaron revocar. Los que siguen subiendo y bajando en los sondeos ante una ciudadanía desconcertada que ve desmoronarse sus pilares sin saber cómo afrontarlo.

 

*Publicado en eldiarioes 9/02/2018 – 

¿Y si el fin no es la unidad de España?

Pablo Casado, cualificado portavoz del PP, avisó a Roger Torrent con toda claridad: «tiene dos hijos y sabe a qué se atiene».  Este ha sido uno de los más chirriantes solos de trompeta en la fanfarria que culmina la gran ópera bufa de nuestra democracia, ahora en cartel. El presidente del Parlament, en la encrucijada establecida para la investidura de Puigdemont, ha decidido aplazar la sesión. Sin ceder. Quiere una toma de posesión con garantías pero el Constitucional se ha ratificado en los requisitos impuestos. Torrent ha sido rotundo en la idea central: «Ni la vicepresidenta Soraya ni el TC decidirán quién tiene que ser el President de la Generalitat», ha dicho. La tensión es ya mucha, y por la tarde se han producido incidentes aislados en el acceso al Parlament.

Plumas, teclas y micrófonos hacían guardia desde primera hora de la mañana.  Desde hace muchos días, en realidad. Salvo a los más adictos, tienen al personal agotado. En Radio Nacional de España hablaban de «la corresponsal en Barcelona», la «corresponsal» en ese país extranjero. Un tertuliano advierte de que, como insistan con Puigdemont, «volveremos a tener que aplicar el artículo 155». Volveremos.  Como las oscuras gaviotas que nunca abandonan el nido. La idea dominante situaba este martes como un día terrible para la democracia, un día más. Y como principal problema de los españoles, Catalunya. Con una sociedad rehén, está arrastrando por el suelo el prestigio del país, oigo. El Gobierno y los partidos que sustentan al Gobierno se manifiestan en parecidos términos.

Volvamos al balcón donde anidan las oscuras gaviotas. «Tiene dos hijos y sabe a qué se atiene». La amenaza de Pablo Casado suena a problema grave. Claro que también dijo que Puigdemont podía acabar como Lluís Companys [fusilado], y no pasó nada. En los últimos días hemos asistido a una escalada insólita de la desvergüenza, como gran colofón a una obra largamente trabajada. Cada nota es de una seriedad extrema.

Tras filtraciones de la operación, El País confirma que algunos ministros, el propio Rajoy, y, desde luego, la vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría  llamaron a miembros del Tribunal Constitucional para «trasladarles lo grave que sería investir a Puigdemont». La separación de poderes saltaba por los aires, con ella suele ir el Estado de Derecho, y apenas nadie se inmutó. «Estamos asistiendo -de la mano del TC- al nacimiento del ‘derecho constitucional del enemigo’. La idea es que frente a quien desafía al Estado no rigen las normas estatales y cabe cualquier acción que lo frene políticamente. Aunque sea inconstitucional», escribía el profesor de la materia y antiguo letrado del TC  Joaquín Urías.

Hagamos una salvedad: el Tribunal Constitucional dejó de ser un órgano exclusivamente consultivo desde 2015, cuando el PP le otorgó con su mayoría absoluta poder sancionador, una revolución jurídica, se dijo. Casualmente, puso al frente al magistrado Pérez de los Cobos, el mismo al que quería estos días colocar en el Tribunal de Derechos Humanos de Estrasburgo, donde han de verse recursos a actuaciones del gobierno del PP, también desde Catalunya. La jueza homófoba que logró el puesto -mintiendo en el currículo- alegó que este candidato trabajaba para el Gobierno de España. Luego supimos que  el Constitucional elaboró ‘a posteriori’ los fundamentos jurídicos de la decisión sobre Puigdemont. El prestigio de España está con todo esto que da gusto verlo.

Las llamadas del Gobierno al Constitucional, lejos de provocar un clamor de indignación, han sido alabadas por quienes están siempre dispuestos a estos menesteres. Se diría que aplican el principio maquiavélico según el cual «el fin justifica los medios». El fin, aparentemente, es preservar la unidad de España. Sin atenerse a molestos requisitos legales. Sin tener en cuenta los votos obtenidos por la opción independentista en Catalunya. Para un demócrata, la propia democracia es un bien superior en sí misma. Ya no es hora de hablar cuánto se hizo mal en este camino, el fraude que supone que el PP, hoy en el Gobierno, se ponga a recoger firmas para declarar inconstitucional el Estatut aprobado por los ciudadanos. Ese que ahora añoran algunos que ayudaron a hacer crecer esta enorme madeja. Supuestamente ese es el fin, pero permítanme que lo dude.

Al mismo tiempo, y en pleno juicio Gürtel, nos salta la Fiscalía pidiendo que no se juzgue al PP en el caso de los ordenadores de Bárcenas en aplicación de la doctrina Botín. La Fiscalía no ve delito en borrar 35 veces su contenido ni en el contenido que no conoce a través de la investigación por el simple hecho de que lo han hecho desaparecer. El Ministerio Fiscal tiene entre las misiones que lo definen «promover la acción de la Justicia en defensa de la legalidad, de los derechos de los ciudadanos y del interés público». Y tampoco pasa nada. No protesta la gran familia por los daños causados a la imagen de España. A la realidad de España, a su democracia.

Entretanto, el Tribunal Supremo -que también ha de decidir sobre denuncias contra el Gobierno- conoce nuevos nombramientos, entre ellos el número dos de Gallardón y un ex senador del PP.  En la línea de lo que viene siendo la tónica.

La labor que dirige Mariano Rajoy cubre un amplio espectro. Acabo de leer en eldiario.es que la nueva Ley de Contratos del Sector Público para poner coto a prácticas que facilitan la corrupción eleva del 10% al 50% los sobrecostes permitidos en contratos como los de las mordidas de Gürtel. No hay más preguntas, señoría.

El Rey Felipe VI tampoco se ha pronunciado sobre estos graves asuntos. Nos cuentan los cronistas que en Davos saludó al magnate asiático Lim Boon Heng, a quien quería conocer. Es el presidente de Temasek, uno de los fondos soberanos más grandes del mundo que opera desde Singapur y que  declaró a periodistas españoles: «Espero que Catalunya esté bajo control». Bajo control.

Este 30 de enero, en su 50 cumpleaños, Felipe de Borbón ha sido homenajeado efusivamente por los medios afines. El País nos servía la gran frase del día como estímulo para empezar la jornada:

«El Rey no se presenta a las elecciones, pero eso no quiere decir que no esté sometido al escrutinio de los ciudadanos. La Casa del Rey sondea regularmente el estado de la opinión pública».

Tranquiliza mucho. Un escrutinio de uso interno sin consecuencias. Quizás para lanzar o no los vídeos familiares con almuerzos entrañables. Eso sí es que someterse a un escrutinio, no me dirán. A la misma hora sabíamos que laAudiencia Nacional ha condenado a un hombre por llamar corrupto malparido al rey Juan Carlos en Facebook. Se le ha encontrado culpable de injurias a la Corona que pueden atentar contra la paz social.

Casi a la vez Rajoy decía que lo más sensato es proponer un candidato limpio en Catalunya. Predicando con el ejemplo. Y que «por encima de la ley no hay nada». Salvo algunas cosas. Muchas, como vemos.

Donde haya sondeos, que se quiten las urnas. No dan más que problemas a estas buenas gentes que mandan, si a los ciudadanos se les ocurre votar lo que no les gusta. Ciertamente, con el apoyo de partidos muy concretos, corresponsables por tanto. Y de millones de personas a quienes se supone que al menos conocerán la razón de sus prelaciones. En estas circunstancias, a ver qué sociedad es rehén de qué. ¿De Catalunya? ¿De Puigdemont?

Y ahora díganme: ¿de verdad creen que lo que se dilucida de forma prioritaria es la unidad de España?

 
 

Jack El Destripador como método de diagnóstico

Puigdemont, Catalunya, legalidad, PP, millones, Catalunya, Puigdemont, Puigdemont, imperio de la ley, millones, PP, PSOE, Ciudadanos, jueza homófoba, millones, empleo, legalidad, millones, PP, Puigdemont.  La cantinela suena en nuestros oídos de la madrugada a la noche.  Como una letanía se repite en un eco interminable de sonidos y textos. Interpretada desde la severidad de una maestra de escuela en el Telediario 1 que se torna júbilo en el “PP, ora pro nobis”, a la gomina de sus tertulias.

Agrias, justicieras, censoras, superiores de nacimiento en las ondas de las radios, la sorna mal disimulada entre los aposentados en la derecha de todas los televisiones.  Salta de ellas al papel, a las ondas de voz y de regreso a las pantallas de la temible red. Puigdemont, Catalunya, PP, millones, millones, we are the best, siempre the best, a por ellos. Agua, por favor, un vaso de agua.

Dice la magistrada Elósegui que el tribunal de Estrasburgo debía elegir entre un juez al servicio del gobierno y ella que es neutral. Neutral y homófoba. Y machista y retrógrada.  A veces la disyuntiva ni siquiera es tal y viene todo junto en el mismo paquete. Ése es nuestro drama, la España de hoy, la peor de siempre. Fuera de nuestras fronteras nos conocen bien pero en la Europa de los mercaderes pesa mucho contar con un contable que paga las cuentas a los acreedores de la deuda pública convertida por Rajoy en descomunal. Es el mercado, amigos.

Nuestras élites andan reunidas en Davos, Suiza, mira qué casualidad. Nieve y bancos. Bancos de cuentas opacas si se precisa, ciudadanos que votan hasta si vender pipas en los kioscos. A Davos hemos mandado un rey, jefe de Estado no electo, que da lecciones de democracia y riñe a Catalunya. Ningún otro jefe o jefa de Estado con corona ha acudido, nos lo contaba el catedrático Pérez Royo. Y no es una anécdota.

Toda la selecta delegación española ha podido constatar que Catalunya preocupa mucho, que los palos policiales del 1-0 hicieron un daño enorme a la Marca España.  Cómo será que TVE entrevista al presidente del BBVA -el bien pagado Francisco González- para que cuente que se siente tranquilo con el tema de Cataluña. Noticia de alcance. Si él está tranquilo, si los grandes magnates y empresarios de postín que se ocupan de nuestros destinos en Davos están tranquilos, no hay más que hablar.

La vicepresidenta sale con gafas retro y moviendo rítmicamente las dos manos, con dos dedos enhiestos (se llevan las maestras de derechas esta temporada) para decir que su jefe el impoluto, inmaculado, Mariano Rajoy,  hará cuanto sea necesario y más por evitar que Puigdemont vuelva a ser presidente de la Generalitat de Catalunya. Pide el gobierno un dictamen al Consejo de Estado, les dice que no procede, que Puigdemont tiene intacto sus derechos civiles -como los tiene el encarcelado Junqueras-, pero el gobierno del PP no se arredra. Ahora toca apelar al Constitucional. Para poner al alto tribunal en un brete. Expertos independientes lo consideran incluso «un fraude de ley».

En el recurso de inhabilitación preventiva de Puigdemont, al PP le apoyan sus socios. Ciudadanos saca a la palestra hasta a Girauta que ya es haber perdido el miedo al ridículo. Pedro Sánchez Castejón pone tuits. El empleo es precario, te están robando tu pensión, la electricidad está al doble de precio que hace una década, los estudiantes han de abandonar la universidad porque no pueden pagar la matrícula, este es un país rico con trabajadores pobres. A su bola, como un bot, limpio de responsabilidades. Pero al Gobierno de Rajoy ni tocarlo, ni siquiera a RTVE, una de sus voces más activas. De Rajoy y del PP.

Catalunya. Corrupción. Gurtel. ¿Qué me dice usted de corrupción?, alma de dios, son estrategias de defensa. En estéreo, en cadena de estéreos. Desigualdad de récord, injusticia, listas de espera médicas, privatizaciones, sarna en los hospitales, goteras en las UCI infantiles, te cambio balas por ciencia… déjadlo ya¡ qué plastas. El Bernabeu, el Atleti, el Barça, Messi, Zidane, Puigdemont, Cataluña, ¡Venezuela!, oh, my God, regresa Venezuela.

Seamos fuertes, ellos hacen lo que pueden. Sin meterse en algunas cosas. A ver si les vamos a decir a los empresarios qué es lo que tienen que pagar a las mujeres. El presidente alado levita en estado de ingravidez. En Davos toman canapés, la amenaza tuitera muerde sin fuerza. Lo que apalea es el BOE. O los juzgados, según toquen.

El ex president les ha hecho un buen roto. Está amortizado nos dicen, con suerte se convertirá en el catalán errante surcando las aguas y los aires europeos. Pero les lleva a maltraer. Interior lo busca hasta en aeropuertos que solo admiten aterrizajes en paracaídas. Puigdemont, convertido en el rebelde involuntario con bufanda y sonrisa, antihéroe de manual, es de lo poco que alivia la desvergüenza convertida en rutina que nos ha engullido. Y hay algo, mucho, de épica lucha contra el cíclope podrido. A ese nivel en el que nos movemos en España. Por los siglos de los siglos y desde los siglos de los siglos.

Los diagnósticos habituales ya no sirven, rebotan en los cómplices de este drama como en la pared de un frontón. Hay que ser todavía más didácticos con quienes ni siquiera se reconocen al mirarse al espejo. Lo que está ocurriendo en España es como si,  degollada la enésima víctima de Jack el Destripador, volviéramos a decirle: eso qué haces está mal. Te lo dije muchas veces, está mal. Y saliera la letanía en eco: Puigdemont, Catalunya, legalidad, PP, millones, Catalunya, Puigdemont, Puigdemont, imperio de la ley, millones, PP, PSOE, Ciudadanos, somos los mejores, millones, a por ellos. No sería lógico, ni aceptable.

Jack, el destripador, el más famoso asesino en serie británico, no llegó a ser identificado: quedó casi en un concepto. Las víctimas sí, eran reales y fueron asesinadas con la máxima crueldad. Los delitos quedaron impunes. Llevamos el mismo camino. Aquí nos están descuartizando el Estado del Bienestar, la decencia, los derechos y libertades,  y, al paso que vamos, la Democracia. Una parte de la sociedad es una amenaza para el resto, hemos de ser conscientes de ello. Con sus creencias, sus líderes, su nula autocrítica, la irresponsabilidad de sus actos sobre la sociedad. Y todo lo apaga la cantinela, Puigdemont y lo que sigue, ya saben, ya lo sufren.

Olvídense de razonamientos, no atienden a ninguno. Apelen como mucho a su dignidad, o a su sentido del deber por amor a la  España del PP y socios, para ponerse los primeros en la lista que autoriza a ser robados, engañados, degradados, minusvalorados, prevaricados, extorsionados, insultados, agostados. O no. Aquí elegimos lentejas: o las tomas o no las dejas. Y mientras no enfoquemos el fondo del problema, no hay salida.

Déjenme que les cuente algo importante sobre los Reyes Magos

Les confieso que tengo buena mano con los Reyes Magos. Aposté por ellos desde la lógica y eso los seres de ficción lo agradecen doblemente. Ese día en el que –ya en el colegio- el rumor se hace insistente y asegura que «los reyes magos son los padres», opuse que yo creía que no. Mi argumento fundamental era que no había dinero en casa para tal gasto año tras año, incluso para traerme regalos que ni siquiera había pedido. Así que unas navidades mis progenitores terminaron confesando. Una de las primeras sorpresas poco agradables de la vida.

Ni sé cómo logran ahora los niños engullir tanta cabalgata diferente y simultánea, tanta imagen en la tele de mayores comprando juguetes, sin hacer la mínima deducción. La mayoría vienen muy espabilados. Sin contar la afición de esta serie de señores –desde Santa Claus a Melchor, Gaspar y Baltasar, más sus pajes- a entrar por las ventanas de las casas en plena noche tal como están las cosas. Y para dejar regalos, no para saquearlas. No me negarán que estos contrasentidos chirrían mucho. Igual viene de ahí la tolerancia al robo de lo público en España, eclipsado por los envoltorios de colores de unos presentes que en realidad han sido pagados por los obsequiados.

La fiesta del 6 de enero viene siendo un campo de batalla desde que en algunos ayuntamientos se impusieran mayorías progresistas. Hubo unos cuantos millones de ciudadanos que quisieron probar gestores diferentes a los que lo hacían siempre. En Madrid, eligieron a Manuela Carmena, un cambio drástico respecto a Ana Botella, la que vendió viviendas sociales a fondos buitre y se gastó un pastizal en intentar que los deportistas olímpicos viniesen, básicamente, a tomar una relaxing cup of coffee en la Plaza Mayor, por no entrar en más detalles. A Carmena ya se lo dijeron: «no se lo perdonarían jamás». ¿Los trajes de la cabalgata? No, cualquier cosa que hiciera.

Mi experiencia, como la de muchos de ustedes, constata que los Reyes Magos son poco exactos al cumplir los pedidos que reciben: eligen algunos de la lista y añaden otros que igual estaban de oferta. Sea como sea, conviene ser precisos y razonables en describir lo que se quiere. Para entendernos: «la paz del mundo» no se puede pedir. Se trata de buscar cimientos o caminos que conduzcan a nuestros objetivos. Lo de enseñar a pescar en lugar de dar un par de peces, que era bien sensato. Vean que me estoy aproximando a las tradiciones tan de moda en esta España del siglo XXI que no lo parece. Precisamente, sería deseable que –repartiendo el presupuesto- hubiera dos cabalgatas. Una, con Reyes Magos vestidos de turcos medievales, hombres los tres, uno de ellos negro aunque pintado con betún, acompañados de personajes bíblicos como Darth Vader y Bob Esponja. Y otra cabalgata para personas normales que les preocupen problemas reales a los que buscan soluciones reales y  una felicidad, siquiera bienestar, no basada en aplastar a alguien. Ya tenemos pues una petición. Seguirían armando gresca, pero al menos se verían más claras sus motivaciones.

El procedimiento podría ser útil para aislar a los reyes del trinque, los magos de la estulticia, la mentira y la manipulación. Aislar, evidenciar, dejar al desnudo cómo son, a ver si alguno recapacita y los abducidos espabilan. Porque con ellos viene todo un paquete añorante de un tiempo que nos succiona hacia atrás. Basta ya de mordazas, autoritarismos, telediarios, radios y periódicos llenos de promos y estómagos agradecidos. Los logros son como las cerezas de mi tierra que, según dicen,  si tiras de una, salen todas ellas.

No puedo evitar, por tanto, aunque engrose la lista, requerir trabajo, casa, comida, sanidad, escuela, luz, calor para el frío, varios de ellos son derechos constitucionales.  Pedir justicia, decencia, cordura, solidaridad; cuidado especial para los vulnerables, para los niños, los ancianos, las mujeres solas, los hombres solos.

Pido que saquen a los niños de las cocinas de la competición y los metan en el juego de preparar platos con sus padres. Y en el de crecer con fundamento. Pido que se preocupen de su futuro que lo tiene fastidiado, que les enseñen, les estimulen, les quieran, les digan la verdad y les faciliten el derecho a la fantasía.

Inaplazable, acabar con la aberración aceptada que nos coloca a las mujeres como ciudadanas de segunda. Para uso y abuso. Hay un día en el que te enteras de qué implica ser mujer, de tu lugar en las coordenadas del mundo y entiendes que no te ha tocado la parte más favorable. Pero, superadas algunas dificultades, llega otro día en que el ser mujer te llena del máximo orgullo y te aporta una fuerza poderosa. No es una conquista consolidada y obligará a seguir luchando para mantenerla y extenderla, pero sientes que vale la pena. Logremos que no nos lo pongan tan duro.

Hay que pedir que los políticos en, larga ya, prisión preventiva por hacer política, salgan a la calle y regresen a su casa. Que quienes insisten en amarrarles los grilletes desde León, Alpedrete o Huelva, por poner un caso, reflexionen sobre los delitos que se les imputan. No deja de sorprenderme esa pasión por la unidad de España, cuando Mallorca es prácticamente alemana sin que nadie diga nada. Indica que tienen un patriotismo de territorio, no de personas. Nuevos tiempos, nuevas fórmulas, reformas legales y constitucionales. Es lo que hace falta.

Nuestra vida presente y futura cambiaría notablemente si Rajoy y su PP no estuvieran en el gobierno. A ver si conseguimos que Melchor, Gaspar, Baltasar, Pedro siquiera o cualquier otro, cuenten por qué partidos que se dicen progresistas siguen manteniendo a este presidente en el cargo. Canta mucho y no precisamente la Traviata.

Ruego que dejen de darnos recetas de comidas con ajo y más ajo o de emplatados con una serpentina de color verde o marrón a los lados. Que dejen de hablar de la teta de Sabrina y de los ejércitos de tuiteros. De establecer las bases del futuro comprando lotería. Un amigo me pide que añada la caspa, que se lleven la caspa. Y una amiga que nos traigan volquetes de inteligencia.  Mis interlocutores más jóvenes solo piden a los Reyes que abdiquen. Pero eso, en este caso, que estoy ya a punto de contarles, no puede ser. 

Que no me falte la música ni los colores del verde en parques y campos ni el mar. Ni el mar, ni el mar. Las personas que logran hacer la vida mejor. Los afectos sinceros se presuponen, a salvo de sorpresas.

Vendrían bien, siempre que se precise, recambios para las piezas averiadas del cuerpo, y en ello se afana la investigación si no le siguen aplicando recortes. Y aguardar con esperanza que otros dolores no sean tan intensos que nos rompan. Se cumple aniversario de Albert Camus, premio nobel de Literatura de cuando eso importaba. «Bendito el corazón que se puede doblar porque nunca se romperá», escribió. Pues eso, pero mejor que no lo tuerzan demasiado. No estaría de más pedir a los reyes magos que los corazones duros y secos se caigan por su peso y sus dueños se retiren a buscar los pedazos por el suelo. Indefinidamente.

A los Reyes Magos se les escriben cartas. Yo escribo dos por semana aquí, en la Zona Crítica de eldiario.es, y mando abundantes telegramas en Twitter, algo menos en Facebook. Y sé que son recibidos y leídos pero con una eficacia necesariamente limitada. Porque todavía hay muchos ciudadanos que discuten de las Cabalgatas a brazo partido en un país con el 40% de paro juvenil, el 90% de los nuevos contratos, temporales y parciales y copando el récord europeo en desigualdad. Porque aún hay muchas personas que se empeñan en creer en entelequias y fantasías. En venerables ancianos que entran por las ventanas de noche o en gobernantes mezquinos que cumplen lo que prometen. Es hora de entender que los Reyes Magos somos nosotros. Sin ser ni reyes, ni magos, ni hombres inexcusablemente, sabemos -como hicieron mis padres  e hicimos nosotros con nuestros hijos- llenar de ilusión la mañana del 6 de enero y muchas más. Aunque haya que quitar recursos de otro agujero por tapar o exprimir al máximo la imaginación. Por eso no podemos dimitir. Sería dimitir de nosotros mismos, como han hecho tantos ciudadanos.

Nos faltan más manos, mayor convencimiento y coraje. Solo con que piensen en qué creen los amantes de las tradiciones excluyentes encontrarán las razones para defender los logros posibles.

Bots humanos, aliados de los depredadores mediáticos

Empezó la semana y el año y los programas basura siguieron hurgando en la vida y muerte de Diana Quer y de su asesino confeso. Lo alternan con el independentismo catalán y agitan el cóctel. El último día del año nos trajo el hallazgo del cadáver de la joven madrileña desaparecida en la costa de Rianxo hace año y medio. Uno de los expertos mediáticos en venta de vísceras felicitó a los colegas a través de twitter por haber dejado lavando los gambones de la cena para ir a informar del hallazgo. El servicio público del espejo descarnado, lo primero. Y ahí siguen y seguirán.

De la sala de obsesiones compulsivas de un antiguo diario de referencia sale el enésimo artículo sobre «Las redes sociales, un inagotable surtidor de odio». Hasta buenas periodistas van cayendo en el temor al fenómeno de los ciudadanos en red –de uso común – que se diría no llegan a comprender. Y, en el mejor de los casos, en la duda de si establecer mecanismos contra ese odio desatado en Twitter no será censura. Y mientras en las pantallas planas de la sala proyectan en bucle sin fin documentales sobre los «ejércitos de furibundos tuiteros», las de todas las casas se nos llenan de lo que suelta la televisión, la radio y las propias páginas de los periódicos.

El tratamiento que se le aplicó a Diana Quer quedará para la historia de la infamia periodística. La  recopilación de barbaridades arrojadas sobre ella sonroja. Resultó que al final « A la fresca de Diana Quer la mató la violencia machista«, relataba Raquel Ejerique.  Y ni han recogido velas. Para nuestro mal, no es la primera vez que sucede, ni será la última, si los propios ciudadanos no se toman en serio sus elecciones mediáticas.

La información ha sido devorada por el clic. El clic, el hecho de pinchar la noticia, manda. Muchos periódicos en papel –por no decir todos- dan ya prioridad a la distribución de la publicidad y rellenan huecos con las noticias. Hubo un tiempo en el que fue al revés (los periódicos se dedicaban al periodismo). La mayoría de los usuarios solo lee el titular. Por eso es decisivo: actúa de gancho. Por eso también los artículos de fondo incluso con asuntos vitales para la sociedad tienen menos clics que los escandalosos, morbosos o banales. Si lo pensamos bien es más decisivo tener los  datos de la desigualdad para afrontar soluciones que saber que el inefable presidente del gobierno español anda deprisa y se hace un selfie. Y eso que eldiario.es cuenta con unas prioridades de sus lectores infrecuentes en otros medios ya.

La tiranía del clic es el gran problema, sobre todo para las personas mentalmente más vulnerables. El botón del morbo y la gresca brilla más para clicarlo. También en televisión. Las elevadas audiencias de los diversos reinos de la mañana, y casi las 24 horas del día en algunos canales, nos sitúan ante una sociedad inerme en buena parte a lo que le insuflan. Este año, los agravios y vejaciones a las mujeres en varios programas, a la ciencia, a la cultura, al sentido común –en p rime time– han alcanzado cotas impensables. El País  recopilaba algunos, con gran éxito de clics. El odio a la cordura que en ellos se vierte no se contabiliza. Acompañado de frivolidad, gana audiencia en los medios. Pedroche, abanderada del feminismo –se dice ella misma- por salir en televisión como Norma Duval en los escenarios hace varias décadas. El sexismo de toda la vida, lo comentaba Argelia Queralt, a la moda reivindicativa y haciendo caja. Y, en efecto, el tema se debate entre pasiones como todo el que agita la visceralidad.

El procedimiento es el mismo para el tratamiento de los asuntos políticos, de las personas y acciones que condicionan absolutamente nuestra vida y nuestro futuro. El filón del independentismo catalán, de las banderas y el «a por ellos» lleva camino de enquistarse, dados sus réditos. Los odios y venganzas partidistas saltan a la arena mediática con toda intención. El bot anticatalán, como el antipodemos, da un juego tremendo en el mercado. La publicidad no solo es comercial, aunque algo de eso incluyen ciertas políticas.

Y es que miles de personas se apuntan a participar en los debates que nos afectan, como es lógico y saludable. Confrontar ideas nunca fue un problema. Lo es toparte con quien discurre, se expresa y tuitea como una máquina de repetición de intereses ajenos. Las redes surten el odio existente y puede que ni tanto como otros vehículos de comunicación humana, lo malo es cuando las personas se comportan como bots. Uno de los grandes temores del inmovilismo está, pero no en «lejanas estepas» sino movido por personas de carne y hueso de aquí mismo que actúan como zombies dirigidos. Eso es lo realmente llamativo.

Entre los ciudadanos que conversan, se cuelan esos que actúan como bots tomando partido. O los que siguen a líderes con dos neuronas más que ellos, las dos, empleadas en ganar dinero. A su costa. Sin escrúpulos. Esos tertulianos, esas publicaciones basura que van más allá de todo tabloide terminan atrayendo a sus fines a seres incapaces de discernir las contradicciones que apoyan. Al machista que una y otra vez les dirige hacia el machismo agresor, incluso.

La solución normalmente es no prestarles atención. Hay que discernir las auténticos insultos y amenazas del ataque de los clones unineuronales. Se les ve venir. Allá ellos con sus vacíos. La verdadera violencia está en las políticas que agreden la convivencia y los derechos humanos, y se aplican fuera de las redes, incluso con la nada virtual porra si es el caso. Pero el problema social existe de alguna manera. Si nos ponemos a imaginar, no descartaría que no existan políticos bots e incluso periodistas destinados a replicar los mensajes de quienes los programan. Sus declaraciones repetitivas y tediosas dan alguna pista.

2018 llega inspirando temores. Venimos escaldados y ninguno de los grandes obstáculos se ha superado. La ultraderecha norteamericana impone su programa de la mano de Donald Trump. Lo aplica implacable aquel destartalado magnate elegido en las urnas por seres tan abandonados que terminaron desertando de su entendimiento. Bots. La Europa de las libertades también se afana en ello a través de varios gobiernos electos.  Irán reedita las protestas y la represión brutal que ya contabiliza una veintena de muertos. En Turquía nuevas leyes afianzan la impunidad de la represión impuesta por Erdogan que legaliza la violencia policial, sin más requisitos. Es el tiempo de la irracionalidad aplicada a palos. Hay motivos para estar preocupados. Por las amenazas y por la incapacidad de la sociedad que las enfrenta.

Tantos puntos en común con la España del PP y sus socios. Solo bots, cargados de adoraciones o rechazos irracionales, mantendrían este estado de degeneración en el que vivimos. La España de la corrupción, la desigualdad, el autoritarismo, va a más. Es diario su ascenso. Bots que llegan a entender que el gobierno del PP es el principal responsable, no atan cabos del papel de Ciudadanos y PSOE en su mantenimiento y andan borrando cualquier otra solución.

Ejércitos de tuiteros cargados de odio no tanto como bots inconscientes de su misión de servir a intereses ajenos. Atascando las arterias de esta sociedad. A veces el remedio se reduce a una pura selección, a desechar divertirse embruteciéndose, y elegir informarse donde dan noticias.

21D: La gran fiesta de la democracia devaluada

Llegamos, exhaustos, a la meta volante del 21D. Los catalanes han sido convocados a las urnas “por Mariano Rajoy y el Partido Popular”, según se escucha en un eco a la vicepresidenta del gobierno. En la cadena de despropósitos que surcan estas elecciones la confesión de Soraya Sáenz de Santamaría ha definido perfectamente la situación: Mariano Rajoy y el Partido Popular -y no los jueces- han  descabezado al independentismo y ahora llaman a “liquidarlo”.  Han mandado a varios candidatos a la cárcel y al presidente cesado fuera de España. Así han “descabezado” el independentismo. Dicen. Porque no parecen estar nada seguros a tenor de las fuertes apuestas del conglomerado que se hace llamar “constitucionalista”. El juego de intereses es tan ostensible que duele como pinchos que se clavan en la razón.

Estas elecciones en Catalunya están viciadas desde el principio.  Nunca debieron celebrarse con candidatos, cabezas de lista, encarcelados o huidos. Ni bajo un régimen de excepción como es el artículo 155. Órdenes de prisión, fianzas y embargos de viviendas: una campaña electoral a golpe de autos judiciales, según exponía en detalle José Precedo. La caótica gestión de Mariano Rajoy y el Partido Popular en el Procés la han coronado con esta cita anómala. Como la del 1-0 jugando al ratón y al gato, por orden del gato. Esta convocatoria viene acompañada de la exacerbación de una irracionalidad visceral nacionalista española y catalana, muchas veces inducida, que todavía complica más el panorama.

La campaña electoral sonroja

Aceptaron participar en ella los independentistas a los que se desautorizaba. Puigdemont cogió las maletas y se fue a Bruselas. Decisiones pragmáticas que no por ello dejan de ser mal sonantes. A partir de ahí la fiesta de la democracia se ha convertido en una aquelarre. Borrell hablando de desinfectar de independentistas las heridas en un lenguaje que no cabe más desafortunado. Erigido en tutor, junto con Zapatero y Sánchez, de un Miquel Iceta en la labor imposible de conjugar lo que le incomoda y esa misión histórica que tantos se atribuyen de ganar sin pararse en barras. Lo último, llamar a Junqueras “osito” a abrazar a ver si se le tranquiliza la mala conciencia de saberlo encarcelado.

La favorita de los medios, Inés Arrimadas, con un Albert Rivera permanentemente adosado, se lanza a un discurso de derecha neta, aunque no siempre. Destacan que habla distinto idioma político en La Sexta y en TV3, más centrista en la cadena autonómica. Y con tal poderío económico en campaña –hasta con comida y regalos para todos en el mitin final- que deja bien a las claras quiénes la avalan y por qué. Arrimadas es la candidata del dinero. Y la prensa concertada en el mismo objetivo la prefiere entre todos los demás como la madrastra a su hija propia. El apoyo a Arrimadas es el del poder hegemónico, el que nos ha dejado una democracia que da gusto verla… en plasma.

Portadas de El País, Abc y El Mundo
Portadas de El País, Abc y El Mundo

Xavier Domènech va de candidato bisagra, tras los feos asuntos que convulsionaron Podem y una campaña de bajo nivel de Podemos. Porque para relacionar el independentismo con ETA, como hizo Juan Carlos Monedero, mejor estar callados. Ada Colau apoya discretamente al candidato concitando los odios de la carcundia en plena veda abierta. CUP concurre con la radicalidad que nunca gana.  Y García Albiol de representante de Mariano Rajoy y el Partido Popular, con su desmesura exultante y su ultraderecha.  Si el PP es un partido residual en Catalunya, Albiol  es el candidato idóneo para explicarlo. Su sueño, mantener grupo parlamentario en el Parlament y que Mariano Rajoy y el Partido Popular sigan mandando en España para imponer sus criterios en una comunidad que apenas les vota.

Esta gran fiesta de la democracia española y catalana se celebra en medio de unas presiones descomunales, coacciones sin paliativos incluso. Los votantes no pueden asegurar que no les vuelvan a multar o moler a palos si van vestidos de amarillo, por poner un caso. Pero por encima de todo, los medios que actúan de portavoces de los intereses dominantes les están diciendo que peligra la estabilidad de la legislatura y hasta de España, si votan mal.

La estabilidad que nos jugamos

Y aquí llegamos. Vivimos en un país bajo una Ley Mordaza y un Código Penal reformado en el mismo sesgo. Un país en el que acudir a una manifestación –salvo que sea de extrema derecha –, o simplemente tuitearla, puede constituir delito. En el que hay que invocar la valentía para críticas que hasta hace poco eran las legítimas en cualquier país democrático.

Los ciudadanos de no estar abducidos o en el limbo – contemplamos atónitos e indignados cómo un juez ascendido por el PP redactará la sentencia de la Caja B del partido, que cada vez cuenta con más testimonios.  Ignacio González empieza a cantar de plano. Difícilmente se puede llegar a más, pero se llega cuando el CGPJ avala el cambio a este juez.  O vemos cómo  se releva al fiscal que quería investigara un alto cargo del Ministerio de Justicia.

Esta estabilidad nos jugamos, dicen; esta estabilidad se vota en Catalunya, aseguran. El paquete contiene esto y mucho más. La desigualdad, que lleva hasta a regatear un salario mínimo impropio de la que pasa por ser la cuarta economía de la Eurozona. Los gastos récord en Defensa, el destrozo de la sanidad pública, la amenaza a las pensiones, la manipulación mediática. La de los medios oficiales y la de los subvencionados con las regalías de la publicidad institucional. El que un ministro reprobado por el Parlamento español actúe usando los mecanismos de su cargo con fines políticos  como ha ocurrido en el Ayuntamiento de Madrid. Y hay que ver con qué soltura se lleva esta «estabilidad» a la espalda en España. Qué felicidad sería perderla de vista y construir otra más limpia. Porque bien cara nos la hacen pagar sus valedores.

Un dilema y en carne viva

Catalunya tiene un dilema que no se resolverá en las elecciones del jueves. Una parte de la sociedad es soberanista y otra unionista, y se mezclan con otra clasificación que separa a los valedores del sistema, con todo su lastre, de los indignados por el trato recibido. Con los matices que se quiera de por medio. De fondo hay mucho más en todo el territorio. Y tampoco se va a arreglar. Una animadversión patológica hacia los catalanes en grandes sectores del resto de España. Los hemos visto. Un odio que se da también entre catalanes de distinto criterio, al punto de querer desinfectar al otro, como hemos oído. Pensar que este germen abierto en carne viva se va a solucionar en unas elecciones celebradas con semejante entramado de condicionantes atípicos es no vivir en este mundo o querer engañar.

No han solucionado nada. No han cerrado heridas, las han abierto. Muchos deberían revisar sus posiciones y hasta sus afectos. Aprender a gestionar derrotas y éxitos y la sociedad en la que viven. Ojalá esta catarsis sirviera para evidenciarlo y no continuar avalando esta sonrojante marcha de país. Para usar algo más la cabeza que las vísceras. Porque el “cuando vinieron a por mí” de Martin Niemöller no puede estar más vigente.

Dan miedo

La imagen de furgones de la Guardia Civil, de noche, conduciendo a la cárcel a miembros de un Gobierno elegido democráticamente dio la perfecta dimensión de dónde nos encontramos. Sin juicio y sin condena, solamente por la acusación, y decretando prisión incondicional sin fianza. No por esperada, fue menos impactante. Hubo oportunidad de soluciones menos drásticas, pero se optó por la confrontación. Enseguida -y porque el periodismo funciona, la justicia tiene unas normas, y hay ciudadanos responsables-, nos enteramos de preocupantes entresijos. Quienes se molesten en buscarlos, porque los medios oficiales en general han operado en dirección contraria. Apostando por la Cruzada y ocultando información. Dura contienda por la verdad, de temibles consecuencias que ya vamos viendo.

Fue el (reprobado) fiscal general del Estado, José Manuel Maza, quién nos mostró en toda su crudeza en qué manos estamos en sus respuestas a Hora 25 de la Cadena SER. El vengativo “Más dura será la caída”, con el que tituló el archivo de la querella contra los independentistas, era la tónica mental de Maza, no un desliz. Así que fue desgranando que “bastante paciencia ha tenido el Estado de derecho”. Paciencias, en la justicia. O usó criterios morales como medio de decidir algún alivio de condena: “A lo mejor alguna cosa hubiera cambiado”.

Lo más demoledor, sin embargo, fue esta afirmación: “Los que han criticado que planteemos la rebelión deben recordar que una querella no es un escrito de acusación. No se hila tan fino. Incluye todos los posibles delitos. No afirmamos que haya rebelión sino que es posible”. Es decir, se echa a la bolsa todo lo que quepa y luego el juez decide. En armoniosa coincidencia con Maza, la de la Audiencia Nacional Carmen Lamela. No así el titular del Supremo. Todo esto y más lo analiza Íñigo Sáenz de Ugarte en este imprescindible artículo.  “Lamela les está diciendo a los imputados: vais a pagar por lo que habéis hecho y por el viaje de Puigdemont a Bruselas”, escribe el subdirector de eldiario.es sobre la postura de la jueza. Venganza, por justicia.

Que se trata de un “ Derecho Penal de autor”, como lo define Ignacio Escolar, se evidencia en varios datos más.  Se ha vulnerado “el derecho al juez natural”, recogido en la Declaración de los Derechos Humanos y también en nuestra Constitución. “Es el derecho de cualquier acusado a que le juzgue el juez que le toque por ley, no el que le convenga al Gobierno o al fiscal”, explica el director de eldiario.es.  Y todavía se han detectado más irregularidades.

Frente a hechos que deberían ser del dominio público y sin contaminar con la presunta obligación de decir “algo malo del otro”, nos encontramos con una auténtica campaña visceral, no exenta de elementos más prosaicos e inconfesables como los beneficios de poder y económicos. Marhuenda, tiznada voz del PP, condena, sin juicio, en La Razón: “Prisión por rebelión”. Precisamente por la cuestionada acusación de rebelión que Maza metió en el saco con calzador, por más que se llenen de ella los medios. Se creía que la jueza no lo incluiría en la petición de búsqueda y captura para Puigdemont y sus cuatro consejeros que se encuentran fuera de España, pero finalmente ha optado por pedir para ellos todo el paquete que manejan. Rebelión, sedición, malversación de fondos públicos, todo.

La ofensiva viene de la tecla y de la pluma, de las voces y los gestos. De la más absoluta y rotunda intransigencia. Portadas como las de ABC, aunque ya indistinguibles de las restantes en papel, con esa levadura ultraderechista que les comentaba se les ha colado en el suflé a los españolistas. Un importante número de notables arenga a las masas decididas a ser muchedumbre o plaga justiciera. Sin que quepa otorgarles el mínimo atenuante dado que cada cual es dueño de sus actos. Dan miedo. Seres nacidos humanos acudiendo a insultar a estaciones de tren y aeropuertos a políticos llamados a declarar. Televisiones marcando la cuenta atrás de las comparecencias en un cronometro real expuesto en recuadro, que en definitiva marca los ingresos por audiencia exaltada. Aterra tanta sinrazón, tal inmadurez. Cómo se está imponiendo la ignorancia bruta. Linchamientos que no se depararon a delincuentes de peso, atracadores de lo público. Linchamientos virtuales, de momento.  Da pavor.

Aparecen de buena mañana en radios y televisiones como si hubieran sido motivados por el oficial de tropa para la batalla. Ofreciendo las edificantes declaraciones de políticos en campaña: mano dura y cargo, cargo y yo no fui, estoy por encima del bien y del mal y me lo permiten. No es difícil tampoco imaginar, a tenor de lo que publican, las salas de terapia de algunas redacciones distribuyendo el alivio a las obsesiones compulsivas.  Titulares y artículos delirantes. ¿Pueden imaginar al jefe de opinión de un diario que fue esencial insultando al colaborador londinense de prestigio al que censuró y expulsó? Está pasando.

La sociedad, los medios… y los políticos. Estamos llegando a niveles de desfachatez tan insultantes para la inteligencia como quejarse del ingreso en prisión de miembros del Govern depuesto, tras haber impulsado esa medida. Algunas personas muy sesudas y adultas todavía no entienden al parecer que los actos acarrean consecuencias. Pero ahí siguen, contribuyendo a la causa.

El partido conservador PPCs, bicéfalo ya, opera al unísono con García Albiol y Arrimadas, en el ala ultraderecha, ofreciendo a la implacable líder de Ciudadanos en Catalunya la presidencia de la Generalitat en un hipotético futuro de triunfos soñados. Con el PSOE y el PSC, e Iceta deslizándose por el alambre, un político valioso al que esta sin razón está quemando. Gumersindo Lafuente nos contaba los problemas de esa operación que ya fue ensayada para sofocar el nacionalismo vasco.  La inyección al independentismo que se está dando podría desbaratarles la jugada. Albiol ya ha aportado la solución: « Si ganan, otro 155«. Esto se está sustentando. Y crecen los rumores sobre ilegalizacion de partidos que ya anticipara Pablo Casado.

Dan miedo. Cuantos se dedican a perturbar la convivencia que cabe esperar en un estado democrático. Y es un bloque decisivo. Soy de quienes creen que Rajoy no es Erdogan y España no es Turquía porque no ha pasado el tiempo suficiente. El líder turco también comenzó más pausado. Las leyes mordaza, el nombramiento de tribunales muy precisos, el mantener en puestos decisivos a profesionales con tan poco crédito como Maza o Catalá y el resto de los reprobados, evidencia inclinaciones peligrosas. Y algunas se están confirmando.

Partidos y políticos que apoyan sin pudor este tinglado son altamente responsables de cuanto ocurre. Sí, el Govern depuesto cometió errores, todo pudo ser diferente y la mayoría la pifió, pero eso no justifica el alarmante retroceso en derechos y libertades que lleva camino de instalarse. Algunos jamás podrán reconducir la imagen que se han forjado. El problema es hasta dónde piensan llegar.

E igual y en nivel similar cabe situar a los medios embarcados en la misma operación de conveniencias. El Banco de España anuncia cataclismos económicos, dicen. Por el procés. La violencia de las cargas policiales que dieron la vuelta al mundo, la intervención de la autonomía catalana y el encarcelamiento de sus miembros electos no debe influir. Raro, si eran las “soluciones”.  Por no hablar del fomento de la huida de las empresas que, en efecto, va a afectar a toda España. Pero son así de inconscientes.

Y la sociedad como elemento esencial. Apoyando castigos impropios del siglo XXI por acciones políticas, mientras amparan la involución democrática, la corrupción y los recortes para su vida y la de sus hijos. La sociedad del “a por ellos”, de los insultos, del embestir y no razonar. La que ha descubierto en sus vísceras un fondo de violencia y xenofobia. Hay una ciudadanía, seguramente más numerosa y más positiva para el conjunto pero se retrae. No completamente consciente del peligro que nos acecha a todos.

 Tiene una cierta lógica, humana. Los agitadores y maniobreros dan miedo. Porque es lo que buscan. No solo miedo, preocupación, tristeza,  desconfianza, espanto… vergüenza. Nos levantamos y nos acostamos con esa losa, cuando sabemos que hay gente que sigue luchando por futuros más limpios y razonables. La pugna existe pero no es la que más se ve, y no deja de crecer. Copan el escenario. Y dan miedo, angustia, desaliento. Y, por encima de todo, francamente, dan asco.

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