Mis libros para tiempos en los que no se lee

… “¡un Despertar! Esa palabra canta, retumba, inunda mi mente como un golpe de gong. No es algo religioso, es vital. Consiste en ser consciente de la realidad”.

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José Luis Sampedro nos dejó “La vida perenne” y acudo a éste, su último libro recién publicado, cuando preciso algo así como sosiego e inspiración. Este 23 de Abril he vuelto a levantarme con el profundo ruido de la corrupción y la desvergüenza que entra por cada ventana que abras al exterior –la radio, las webs de información, menos en algunas televisiones manipuladas-. No, hoy, no todavía.

… pero esa palabra se puede convertir en ruido, en ruido para adormecer, confundir, engañar, persuadir con falsedades o encadenar con creencias”…

Es la filosofía perenne, la reflexión constante, lo que realmente fundamenta una vida personal sólida. “…Seguir oyéndole y seguir aprendiendo con él la difícil asignatura del arte de vivir, esa que nunca se llega a aprobar, pero cuyo aprendizaje es imprescindible para nuestro autodesarrollo”, explica Olga Lucas, su viuda, en el prólogo.

Cada libro que comento en ese artículo merecería cuando menos un largo texto en exclusiva y puede que sea una herejía mezclarlos. Pero en realidad las ideas se fusionan igual en nuestro cerebro y sobre todo el oficio de bombero apagafuegos de esta realidad que nos impone la política española me ha hecho aparcarlos demasiado tiempo sin hacer siquiera una mención. Con lo que necesito escribir “de otra cosa”. No es fácil. Casi oigo lanzar los improperios habituales de las personas decentes al ver la cadena de atropellos diarios.

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Sí, y de esto también hay que hablar. Y escribir.  Los autores de Reacciona volvimos a embarcarnos en “ReaccionaDos”. Sin Sampedro. Con Javier Gállego, Crudo. Buscando razones y salidas a la sinrazón de estos momentos que amenaza con perpetuarse. Zana lo retituló: “El libro que no quieren que leas”. Y hoy Àngels Martínez Castells rescata esa idea y parte de su capítulo. Es excelente.

“Javier Bardem ganó en el 2008 el Oscar al mejor actor de reparto por No Country for Old Men de los hermanos Coen. Fue el primer actor español en conseguir el galardón y lo certificó Price Watherhouse, una de las cuatro mayores empresas auditoras y consultoras del mundo. Desde hace décadas, las celebrities que pisan la alfombra roja saben que gracias a PwC nadie manipula los votos de los miembros de la Academia. Cuando en el 2014 se cumplieron los 80 años de su notariado, la publicidad no pudo ser mejor. Recorrió el mundo la fotografía de Bob Moritz, socio senior de PwC, entregando a Michelle Obama el sobre con el nombre de la ganadora al Oscar a la Mejor Película.

A los presidentes de la PwC les encanta aparecer sonrientes, en público, con la primera dama del mundo o las estrellas de Hollywood, pero utilizan mucho más sigilo a la hora de asesorar a los gobiernos sobre cómo cumplir los requisitos del FMI e implementar la gobernanza de la mano y a gusto de las grandes firmas multinacionales. De forma mucho más discreta, frecuentan Ministerios y Consejerías impartiendo la doctrina neoliberal de la globalización que va minando, con los derechos humanos, los servicios públicos.

La mercantilización de la confianza y el negocio de la precariedad

 Lamentablemente, no todos los encargos a quienes trafican con la confianza del mundo son tan glamurosos e inocuos como actuar de fedatario en la ceremonia de los Oscar. Por ejemplo, el informe “Fatal Fashion” de SOMO denuncia las pésimas condiciones de trabajo de fábricas textiles proveedoras de importantes cadenas de moda occidentales, y acusa a consultoras “independientes” de que, tras numerosas y recientes auditorías y controles, fueran incapaces de detectar las graves deficiencias de seguridad y la precariedad de las estructuras. Tampoco supieron ver las salidas de emergencia bloqueadas en la Ali Enterprises en Karachi o en la Fashions Tazreen Limited de Dacca. Cuando se incendiaron estas fábricas textiles en Bangladesh y Pakistán en el año 2012, murieron 400 trabajadoras. Sin embargo, la Ali Enterprises había recibido el certificado SA8000 sólo tres semanas antes del incendio.”

Si quieres seguir leyendo, házlo aquí. Y mucho más en el libro, con el resto de los autores que, ya digo, subimos a una embarcación con la idea de que no zozobrara, ni ella, ni el país y el mundo al que se dirige.

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Uno de los autores de ReaccionaDos, el juez Baltasar Garzón (que Juez es aunque no le dejen ejercer) andaba escribiendo su propio libro, El Fango, una historia de 40 años de corrupción en España. Una enciclopedia de los casos más sonados con toda la documentación y la reflexión subsiguiente. Todo por hacer y no se planificó bien. El hilo conductor de este período ha sido la impunidad, decía Baltasar en la presentación. Así estamos, sus consecuencias se palpan. Hay que limpiar el fango y acabar con la impunidad. Nos va la vida democrática en ello.

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Esta “Tangerina” de Javier Valenzuela me mira todos los días desde el lomo del sofá donde tengo la pila de libros en espera. No es sitio, sí, lo sé. Pero así los tengo más presentes. Qué curioso, la acción se desarrolla en Tánger, que fue la ciudad que también llenó de color y modernidad a José Luis Sampedro niño. Que ganas de ir allí, al Tánger literario, con el brillantísimo Javier.

Dicen que esta insolencia es fruto de la desesperación: las gaviotas ya no encuentran los peces que necesitan en las esquilmadas aguas del Estrecho, se han convertido en aves carroñeras urbanas. A varios kilómetros del mar, disputan a las ratas y los gatos la basura de los humanos”.

Sé que Tangerina está llena de glamour pero hay veces que de las páginas de un libro salta la idea que precisas para entender la realidad. Tienen esa facultad.

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José Yoldi. Como Javier Valenzuela, otro de los grandes periodistas expulsados de EL País, hoy consagrado a otros menesteres diferentes a los que lanzaron y consolidaron el diario. En este caso, y en otro momento vital, me bebí su libro como “un Millenium”. “El enigma Kungsholm”. Y no es para menos que te salta un shock ya en el capítulo 2. Lo peor es que se trata de una historia real a la que apenas se dio notoriedad –voluntariamente- en los días en los que ocurrió. En la que se entrevén nombres reales entre los personajes. Esta España nuestra. Necesitamos huir en las palabras, para tomar fuerza quizás y volver a pronunciarlas.

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Una gran periodista Ana I. Bernal con poco suerte en el arte de cobrar por lo que se publica en prensa y que no por ello se desanima. Ha publicado «Herramientas digitales para periodistas», muchas herramientas de otro tipo precisan gran numero de ellos. Hablan muy bien de él, lo que pasa es que yo en estas cosas ando no en tartana pero en utilitario sí. Ana es muy rigurosa, seguro que el libro es muy útil.

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Voluntariosa como pocas, Fani Grande. Su blog, El Fémur de Eva, pasó a libro. Y ha tenido muy buena acogida, se vende en estos tiempos en los que apenas se lee. Es una literatura que se ve. Posee Fani una mirada muy tangible, como cuando se grapa el hígado, para ver de soportar lo que estamos viviendo. Apasionada por la ciencia –como todo curioso impenitente- busca explicaciones que salen de la investigación para hacerlas más palpables, más claras. Y se documenta con rigor de lo que dice. De los muchos hijos literarios de Fani me quedo con “los polumbis”, unos organismos transparentes unicelulares y polivalentes, increíblemente resistentes e ingobernables, nacidos a  millones “para iluminar a La Humanidad y protegerla de La Estupidez, que es el MAL con mayúsculas”. Y con su descubrimiento de las labores sedantes de cocinar un puerro hasta en su cabellera. Y con saber decir NO, tarea que me aplico en aprender, no sin esfuerzo.

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Tengo otro libro pendiente: «STRA-K-AS, historia de una infamia». Su autor es David Otero. Stradivarius en las redes sociales. Y esa calidad y sensibilidad tiene. David escribe contra el tiempo, con el que está librando singular batalla. Profusa y apasionadamente. Contra el olvido.

Sampedro tendrá algo que apuntar a esto, sí. Lo hacía.

«… has de ser aniquilado para abrirte a la Realidad. Morir para vivir; «házte grano de molino», enseña Rumi».

Ha sido saludable pasar este rato de escritura con ellos, con mis amigos, empecinados en comunicar sus ideas y sentimientos, la belleza, en las páginas de un libro. Más aún, en tiempos en los que no se lee.  Mirad las portadas, son peldaños que nos suben hacia nosotros mismos. Que no los rompa el ruido.

Una potente motosierra suena en la calle. Podan. Decía mi hijo ayer «con lo sencillo que era antes el zig-zag de la cizalla».

«Nuestra Época es, entre otras cosas, la Época del Ruido, ruido físico, ruido mental y ruido del deseo… y no es extraño que todos los recursos de nuestra casi milagrosa hayan sido lanzados al general asalto contra el silencio«, busco y encuentro en «La vida perenne» de José Luis Sampedro.

Pero hay silencios que deben romperse. Ya toca volver a mirar qué anda haciendo la gentuza. Con más argumentos y fuerza.

… “¡un Despertar! Esa palabra canta, retumba, inunda mi mente como un golpe de gong. No es algo religioso, es vital. Consiste en ser consciente de la realidad”.

Para matar el ruido, abrir las palabras  y brindar por la vida.

José Luis Sampedro en Alhama de Aragón

La obra y la enorme personalidad de José Luis Sampedro han vuelto a Alhama de Aragón, Zaragoza, y para quedarse. Acaba de ser inaugurada allí una exposición permanente sobre él. Está ubicada en la que llaman la Casa Palacio que ha restaurado la Diputación de Zaragoza y lo primero que llama la atención es lo perfectamente imbricada que está la muestra con su entorno. En armonía, con la discreción que caracterizaba a Sampedro, y con su notable presencia. Estremece esta foto a la entrada, tan real.

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Todas sus facetas están reflejadas: escritor, humanista, profesor, economista, luchador por las libertades, ser humano maravilloso.

José María Castejón, alcalde de Alhama de Aragón y Olga Lucas, viuda de José Luis Sampedro

José María Castejón, alcalde de Alhama de Aragón y Olga Lucas, viuda de José Luis Sampedro

El alcalde, José María Castejón, del PAR, insistió en la inauguración en que este foco cultural para el pueblo no les había costado ni un euro a los vecinos. Y es muy de agradecer este homenaje, porque es la primera exposición o museo que se le dedica. La Diputación -dijo el alcalde- corría con el gasto de adecuación y todo lo demás -la selección y montaje- lo llevaba el esfuerzo de Olga Lucas, la viuda de Sampedro. Alguna vez se le quebró la voz a ella por las emociones revividas. La sonrisa frente al lago de aguas cálidas y medicinales que les llevó a ambos allí varios años y terminó por unirles hasta el final.

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Y es que Alhama de Aragón era para José Luis Sampedro su Pórtico aragonés. Allí, en Soria primero y en Aragón después,  recaló desde Tánger en enorme choque cultural (como contaba en Sala de Espera) para estudiar bachillerato. Hasta el certificado de sus estudios está expedido en un Instituto de Zaragoza.

Foto: Juan José Mardones (con una cámara mejor que la mía :) o más pericia)

Foto: Juan José Mardones (con una cámara mejor que la mía 🙂 o más pericia)

Y luego las aguas, por salud, año tras año. Durante cuarenta.Y un libro unido vigorosamente a Alhama: El río que nos lleva. Si bien habla del Ato Tajo,  fue desde allí donde surgió la inspiración y el trabajo. Y un día que aparece Olga para vivir y escribir.

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Llamaba la atención a José Luis la mezcla de mundos entre el pueblo aragonés, hoy de 1.225 habitantes, donde ya casi ni para el tren, con el que acudía y acude al balneario (por cierto uno de los más hermosos de España). De igual manera, hay muchas formas de acercarse a lo que la exposición presenta. Para unos será conocer mejor a Sampedro, conocerle incluso, otros podrán estudiar su obra en los paneles que incluyen su forma de trabajar, sus anotaciones, sus ideas en propia letra.

Foto: Juan José Mardones

Foto: Juan José Mardones

Un grupo de teatro escenificó fragmentos del libro «El río que nos lleva» en la calle, en la plaza. Una imagen “Muy Sampedro”.

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Porque… viendo  fotos de su vida reparé en ésta, de niño, con su familia. En el Aragón cerrado, quizás en nuestra prima hermana Soria. En los eternos lutos de la época.

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Es la misma persona que vivió 96 años (hasta el 8 de abril de 2013), absolutamente lúcido. Al día de cuanto sucedía –aunque prefiriera seguir escribiendo a mano en lugar de en ordenador-. Luchando por un mundo mejor con las armas infalibles y peligrosas (para el poder autoritario) de las ideas. Más aún, con un compromiso social tan profundo que sirvió de guía a jóvenes (y mayores) insatisfechos con la situación que vivimos y de cuya gestación avisó.

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El sillón vacío en habitaciones plenas. Y el lago inamovible que nos hace sentir su ausencia, pero también la vida que se renueva. Los peces que necesitan la ilusión de un niño, más que el pan, para comer.  El Nonno que se fue en paz en La Sonrisa Etrusca vive en nuestros recuerdos.

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En Alhama de Aragón, Zaragoza, Casa Palacio, El viaje a la libertad, exposición permanente sobre José Luis Sampedro.

La Sala de espera de José Luis Sampedro

 

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La sala de espera de José Luis Sampedro tuvo mucha lucidez, adaptación progresiva a las circunstancias, serenidad, mucho cariño y mucho amor. El viaje se había iniciado transcurridos 17 años del siglo XX. Como un río, el río José Luis. Un cauce que tardó varias décadas en encontrar al río Olga. Llegarían a desembocar, ambos, en el MUSA de ironías y complicidades partiendo de realidades tan opuestas que configuran una apasionante historia, testigo de la España y el mundo que les tocó vivir, que nos tocó vivir.

Así, con los ríos, comienza “Sala de espera”, el libro póstumo de José Luis Sampedro, que su viuda, Olga Lucas, ha recopilado con gran respeto por los escritos que dejó su marido. Se inicia con el nacimiento y primeros pasos del río José Luis. El trazado inicial también del río Olga. Ambos los escribieron por su cuenta como un juego. Y apenas nos dejan entrar sino en ese primer estadio que sin embargo es el que diseña las vidas.

La infancia en un Tánger cosmopolita –al que llega la familia por el destino de su padre médico militar- marca decisivamente a José Luis Sampedro. Sus recuerdos evidencian ya su carácter observador y reflexivo, la pasión por los hallazgos. El primero, cuando un niño “escarba el suelo con un palito y saca puñados de tierra, apilándolos al lado”. A José Luis le habían dicho que la tierra es mala, tiene bichos y no se toca. Quedó encantado.

Creciendo se topa con la fascinante historia de su amistad con la niña Odette como en una novela que pidiera nuevos episodios. Como en el diseño de la felicidad.

Lejos de ensoñaciones, José Luis Sampedro es enviado por sus padres a estudiar a un paisaje y una sociedad absolutamente distintos. Como aragonesa, el contraste que relata de Aragón y de Soria, con Tánger, me ha parecido de una rotundidad demoledora. Especialmente clarificadora. De los pasajes más hermosos y precisos que he leído en mi vida. Porque en aquella tierra árida y dura, inapelable, Sampedro encontró “Un mundo antiguo, sólido y compacto sin dudas ni ambigüedades, donde cada cual y cada cosa tenía su sentido y su misión, inquebrantables so pena de sacrilegio”. Un periodo que él recordaba como el paso “de la internacionalidad permisiva a la Edad Media, prácticamente”. Sampedro se esforzó, sin embargo, en comprender ese mundo e incluso extraer sus valores. Aragón volvió a cruzarse en su camino para el encuentro con Olga en el balneario de Alhama. Los sabores fueron mucho más dulces.

El río Olga, Olga Lucas, “nace a orillas del Garona, más tarde es desviado al Elba, luego al Danubio y de ahí al Turia antes de llegar al Jalón para desembocar en el MUSA”. Un periplo involuntario de los que hacen crecer y sufrir. Los daños del exilio perennes en su vida. Olga sería el aclamado niño de La vida es bella de Roberto Benigni, pero el real, cuando descubre la verdad a través de los engaños dulcificadores: a su padre se lo han llevado contra su voluntad y ella se ha dado cuenta. Le enseñará a desentrañar mentiras. Dentro de lo que se puede.

Una niñez y juventud trabajosas, de penurias y esfuerzos, guiada por su valerosa madre, plena de ejemplos edificantes. Una muñeca redentora que conserva y que solo tras leer el libro me ha mostrado. El padre ausente y añorado. Unos ojos despiertos para descubrirlo todo. Y, sí, un día, varias décadas más tarde, el nuevo río, suma de dos personalidades muy especiales, José Luis y Olga, “extraordinariamente limpio, plácido y navegable”. Un proyecto común también, el que ella sabe y debe continuar.

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Fotografías, sus textos manuscritos, un libro cuidado con esmero, de una notable belleza estética, cuya segunda parte son las últimas reflexiones de José Luis Sampedro. En su sala de espera a la que llega “para -explica- concentrarme a gusto en mi permanente afán: hacerme quien soy”.

Y así reflexiona sobre la especie humana, la reivindicación del cuerpo como el todo, la descreencia en el alma. Sobre la palabra, el lenguaje como final de un largo y difícil proceso creador. Están sus reflexiones y ejemplos acerca de la barbarie que acaba por servir de impulsora de nuevas formas. La alerta a esos dirigentes –de oídos sordos- “que no advierten cómo el rumbo de la nave que pilotan la lleva a una dársena de desguace”. “Allí no se hundirá bajo las olas, pero sí la ocuparán otros timoneles y será completamente reconstruida”, dice.

Los últimos textos, los últimos estadios, le llevan a la reivindicación de la relatividad, no sin ironía. Aunque proclame firmezas absolutas. Las escandalosas conductas de los que callan.

Hubo mar y paz en su sala de espera. La inteligencia y brillantez de siempre sin merma alguna. Muchos cuidados. Amor intenso. Felicidad. Lección de vida. El río de sus ideas sigue fluyendo en miles de páginas escritas. Quizás para propiciar muchos otros puntos de partida.

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Vengo a hablar de mi libro

Estamos en época de ver a diversos personajes –cotizados en el ámbito de las declaraciones– ir a los medios a «hablar de su libro». Se acerca la Navidad y, por tanto, el tiempo de las presumibles ventas para regalos. Un saco bien dispar el «hablar de nuestro libro». Cuando la semana pasada comenté la aparición de uno de eldiario.es en el que participo, un comentario me afeó mi conducta: «estás publicitando un libro». En ese momento pensé que si vendiera cocaína, armas, o globos inflados de mentiras que dañan gravemente a muchas personas, tendría mejor consideración social que si oso informar sobre un libro. Por tomar parte en él tan solo, escribirlo completo es todavía más punible y ya procuro cortarme cuanto puedo. Me atengo a las evidencias, y al doble rasero empleado. Escuchar las decisivas revelaciones de Aznar, Zapatero o algún novelista de bestsellers que se aviene a dar entrevistas como excepción copa titulares, aunque vayan a «hablar de su libro».

Vamos a ser claros: en España apenas nadie vive de la literatura –y hablo de literatura, no de palabras escritas en formato libro–.  José Sanclemente escribió hace tiempo un revelador artículodonde explicaba las penurias que ha de arrostrar quien se atreve a volcar sus ideas en un texto publicable. Ahora las cosas todavía han empeorado más. «Por la crisis», ya se sabe. El caso es que, si el autor es «famoso», cobra un anticipo sustancial, y ahí suele quedar todo. A menos interés mediático, menos anticipo o nada de anticipo. De las ventas se lleva como mucho un 10%… antes de impuestos. Como para comprarse una participación en FCC.

Y, sin embargo, muchas personas se sienten impelidas a volcar en palabras sus ideas y darles forma. Una sociedad –una parte de ella– que hace gala de su incultura y, con grandes dosis de mezquindad, no lo valora. Lo castiga. Salvo… que el autor salga en la tele. O sea susceptible de salir en la tele. O de llenar titulares con mayor o menor afán de distracción.

Andaba yo en esas disquisiciones cuando –casi por casualidad, puede que por intuición– he estado releyendo y redescubriendo espacios recónditos de José Luis Sampedro. Y he constatado que, a través de las páginas escritas, se puede seguir emanando sabiduría, serenidad, criterio, aunque el autor no esté ya en el mundo de los vivos. En Escribir es vivir –en colaboración con Olga Lucas– explica por qué escribía: para vivir. «Descubrirme a mí mismo para descubrir a otros y para encontrarnos todos, para vivir más», argumentaba. Compara al escritor con una vaca. En un pasaje delicioso, cuenta cómo es la que todo lo ve, lo absorbe y lo rumia, digiriéndolo varias veces. «El escritor auténtico escribe con su carne, su sangre, su médula, lo mismo que la araña teje su tela con su propio cuerpo». Es decir, como Aznar o Zapatero recreando la versión de su vida una vez al año en alguno de los casos, ¿no?

La idea clave que, sin embargo, Sampedro ha tenido a bien dejarme para este momento ha sido la que, a preguntas de un periodista, comienza relatando el consejo que el mítico bailarín Nureyev dio a quien quisiera dedicarse al ballet: «Que si puede, lo deje», contestó el artista. «De lo que se deduce –concluye Sampedro– que para Nureyev la única razón seria para dedicarse al ballet erano poder evitarlo«. Es decir, su caso. «Para mí, escribir no es un trabajo; es una necesidad vital. Escribir es un esfuerzo, un esfuerzo tremendo», resumía definiendo exactamente lo que es… la vocación.

José Luis Sampedro escribió Octubre, Octubre durante 19 años. En pocos de sus libros invirtió menos de 4. Y mientras escribía –levantándose a las 4 de la madrugada para ello–, estudió una carrera, trabajó en un banco, ganó oposiciones a cátedra, dio clases, organizó seminarios, estimuló la conciencia de sus alumnos, se casó, tuvo una hija, un nieto. Y sin publicar durante décadas. Es que… no podía evitarlo. No importaba qué fuera a pasar luego con aquellas páginas que tanto habían costado. Y enviudó. Y se casó de nuevo. Y siguió escribiendo irremisiblemente.

A muchos escritores y periodistas vocacionales nos sucede lo mismo: no podemos evitar contar lo que hemos descubierto. Por el medio que sea. Ambas actividades, si son profundas y verdaderas, se asemejan a la pasión amorosa. A la auténtica también, a la que lleva a decir con absoluta determinación: yo lo hago aunque después se hunda el mundo. Y así ocurre o debería ocurrir con las profesiones de servicio público, política incluida.

El desprecio de la cultura, de las ideas, de lo que importa, inmolado lo fundamental en el altar ultraortodoxo del lucro, termina por descomponer a la propia sociedad. Tantas confusiones sobre el valor y los valores no son inocuas. Así que, aquí seguimos. Pasando como importante cualquier transacción de dinero o poder. O como autobombo, la satisfacción de una necesidad que se cree puede servir a alguien más. Nos lo tenemos bien merecido… por no poder evitarlo.

Lo maravilloso es que, en todos los órdenes de la vida, en todos nuestros empeños, esa grandiosa trampa –creer en lo que se hace al punto de que entregarse a ello nos resulte irremediable– es la que termina por acudir a levantarnos cuando cunde el desánimo. En lo que para cada uno sean sus 4 de la madrugada.

*Publicado en eldiario.es

Homenaje a José Luis Sampedro en el Ateneo

Algunas intervenciones de un recuerdo emocionado, una explosión de cariño sincero. Eso fue el acto. Todo el Ateneo de Madrid. Desde el escenario a lo más alto del anfiteatro.








«Debajo de la alfombra» por José Luis Sampedro para Reacciona (2011)

Basta levantar un pico de la alfombra para que inevitablemente surjan preguntas clave:

¿Por qué se atrevieron los bancos a ser tan codiciosos?

¿Por qué lo permitieron los gobernantes en vez de controlar el desenfreno, del mismo modo que controlan los productos alimentarios o las medicinas?

¿Por qué el público ha seguido votando a políticos tan descuidados en la defensa del pueblo?

Y, si seguimos levantando un poco más, tirando del otro pico ya encontramos algunas respuestas:

La primera que se me ocurre es que los actuantes en la crisis (desde el gobierno hasta el que pide el crédito y el desempleado), todos somos piezas de algo mucho más complejo que es nuestra sociedad, nuestro sistema de vida, nuestra cultura europea.

La segunda es que Europa está, pero ya no es. Ni siquiera es el “pequeño cabo de Asia”, como la definiera hace un siglo Paul Valéry. Europa está en coma, como así lo demuestra su apatía ante los grandes problemas. Incluso parece simbólico que siendo Bruselas la capital europea, Bélgica lleve más de medio año sin gobierno.

 (…)

Pero lo más grave y lo más destructivo para una civilización es, en mi opinión, la pérdida de los valores morales superiores y, con ello, de las más altas referencias para la conducta humana. Esa decadencia es la máxima barbarie y es muy perceptible en la situación actual. El alto ideal de justicia, por ejemplo, aparece viciado con frecuencia y, sobre todo, el derecho internacional ha sido violado repetidamente según ocurrió con Irak. El desdén por la difusión de la educación y la sanidad en los países más pobres, la sobreexplotación de los más débiles, como la infancia o la mujer, violan valores, supeditándolos a los intereses materiales. El concepto de libertad es tergiversado irresponsablemente para permitir abusos de los poderosos como ocurre en la desregulación financiera o en la globalización incontrolada. Más que en la economía de mercado vivimos en una sociedad de mercado donde todo tiene su precio en vez de considerarse su valor. El sistema, como expresó tajantemente Marx, lo convierte todo en mercancía. Ejemplo de ello es la corrupción generalizada que, en definitiva, significa que hasta los hombres mismos (y los más responsables por los puestos que ocupan), se ofrecen en venta, con otros dispuestos a comprarlos. Y lo que es peor, ese tráfico ya ni siquiera escandaliza, se toma como algo natural, sin repercusión electoral alguna. La Rochefoucauld afirmaba que “la hipocresía es el homenaje que el vicio rinde a la virtud”. Pues bien, actualmente la hipocresía ha sido sustituida por el cinismo y hasta altos dignatarios se pavonean de sus conductas inmorales, se consideran modelos dignos de admiración y de seguimiento por los ciudadanos. ¡¡Y son votados!! He aquí otro descubrimiento debajo de la alfombra que empieza a revelar una maraña de injusticias, irracionalidades, y hasta delitos, impunes o encubiertos, dejando la impresión desoladora de que tanta brillantez de la técnica y la ciencia es realizada por un organismo social vivo, pero cuyas contradicciones internas lo están descomponiendo. De ahí la sensación de ocaso y de barbarie, entre cuyos componentes se encuentra la crisis.

Pero el ocaso no es el fin de la historia, sino el del sistema. porque el mundo sigue adelante. La barbarie no es destrucción sino una mutación, una fase violenta del cambio. El mundo no es un compuesto de innumerables equilibrios, sino de interdependencias desequilibradas que se compensan unas con otras en el funcionamiento, aunque a veces hay distorsiones.

 (…)

La crisis financiera estalló por el abuso de los beneficios, pero el hecho de que los daños no los hayan sufrido los causantes sino sus víctimas (con pérdidas o con desempleo) es consecuencia de la estructura del sistema, cuyas reglas permitieron los atropellos y cuyas autoridades no los controlaron a tiempo. La raíz de los daños no radica en los préstamos mismos, sino en el poder dominante de los bancos, libres para poner condiciones al crédito. Más que un problema económico se trata de una desigualdad de poder, un hecho político que, si no se remedia, provocará crisis ulteriores.

Pese a ello, los gobiernos no han hecho gran cosa para regular mejor el crédito, desoyendo todas las propuestas de reformas importantes. Esa pasividad de las autoridades obliga a reflexionar sobre la jerarquía real de poderes, a darnos cuenta de que si el capital logra evitar los necesarios controles es porque su poder no solo supera al de los clientes, sino que también es más fuerte que el de los gobiernos. Dicho de otro modo, en nuestro sistema quien manda es el capital. También en los casinos las reglas de juego de la ruleta permiten a veces que se enriquezca algún cliente, pero en el conjunto de operaciones siempre gana la empresa. Los gobernantes dependen del capital que, entre otras cosas, financia sus campañas electorales. Las técnicas de ventas se han extendido a la esfera política (recuérdese: todo es mercancía). Publicidad, creación de imagen, manejo de relaciones e influencias y otros medios se adaptan a las competiciones electorales. Con ello la democracia sólo lo es nominalmente. En realidad el poder lo ejercen los grupos dominantes.

¿Democracia?

Es verdad que el pueblo vota y eso sirve para etiquetar el sistema, falsamente, como democrático, pero la mayoría acude a las urnas o se abstiene sin la previa información objetiva y la consiguiente reflexión crítica, propia de todo verdadero ciudadano movido por el interés común. Esos votos condicionados por la presión mediática y las campañas electorales, sirven al poder dominante para dar la impresión de que se somete al veredicto de la voluntad popular expresada libremente en las urnas. En ocasiones, como se ha visto, sirven incluso para avalar la corrupción. Se confunde a la gente ofreciéndole libertad de expresión al tiempo que se le escamotea la libertad de pensamiento.

Ya en la primera infancia se inculcan al niño creencias, que la mente infantil no puede sino asumir. Así continúa la formación mental de súbditos, en las sucesivas etapas de una enseñanza orientada a formar productores competitivos y consumidores, que son los que interesan a los dominantes. Fuera de las aulas los medios audiovisuales siguen inculcando las ideas del mando, sugieren preferencias políticas y desvían el interés de las personas hacia los atractivos del consumismo y los espectáculos. Es imposible enumerar la infinidad de argucias contra el pensamiento crítico, sin el cual la famosa libertad de expresión pierde su valor. Con un somero repaso a los programas y resultados electorales de nuestro entorno descubriremos fácilmente bajo la alfombra, etiquetada y vendida como ”democracia occidental”, un sistema oligárquico en manos de las minorías dominantes.

Resumiendo: queda claro que la crisis -en principio problema económico- nace de una dominación política (gobiernos sumisos al poder financiero) en la que influye el problema social de los votantes condicionados por la propaganda. En la degradación de esos tres niveles del suelo bajo la alfombra –económico, político, social- se encuentran las respuestas a nuestras tres preguntas iniciales. En la terna, sin duda, el poder del dinero es el más fuerte.

 (…)

En conclusión: debajo de la alfombra aparece un suelo corroído que no va a mejorar remendando la alfombra para taparlo mejor. Occidente puede correr la misma suerte de otros imperios extinguidos, dejando un vacío bajo la palabra Europa.

Pero la Historia no admite vacíos: imparable la Vida los llena. Todo ocaso ofrece una ocasión. Así aprovechó Carlomagno el de Roma bajo los bárbaros y erigió su imperio, semillero de Europa. Ha llegado el tiempo del cambio, de un cambio que va más allá de la restauración del estado del bienestar en retroceso y de la defensa de los derechos conseguidos por nuestros antecesores. El sistema reclama un cambio profundo que los jóvenes entienden y deberán acometer mejor que los mayores atrapados aún en el pasado.

Este ocaso es el momento de la acción entre todos porque otro mundo no solo es posible, es seguro. Si mejor o peor, dependerá de nuestra reacción. Mi mensaje a los jóvenes es que es llegado el momento de cambiar el rumbo de la nave. Aunque sus líderes sigan en el puesto de mando y al timón, aunque desde allí sigan dando órdenes anacrónicas, los jóvenes puestos al remo pueden dirigir la nave. Solo necesitan unirse y acordar que a una banda boguen hacia delante, mientras en la otra cíen hacia atrás y el barco girará en redondo, poniendo proa hacia un desarrollo humano».

*Son solo fragmentos de la pieza maestra y tan premonitoria que José Luis Sampedro escribió para Reacciona (Aguilar 2011). Pasados dos años, estamos peor. Y así seguirá en tanto no se detenga el germen y rumbo de este deterioro en cascada. Buen momento para recordarlo hoy, cuando hace tan poco que el gran pensador nos ha dejado.

José Luis Sampedro: … y mejor persona

No por esperado, el mazazo es menor: ha muerto José Luis Sampedro. Ayer, lunes 8 de abril a la una de la madrugada. En su casa de Madrid. En su casa. Esta mañana, tal como él quería, ha sido incinerado sin avisar prácticamente a nadie. En total intimidad. Con la misma discreción que jalonó su vida. Solo después se ha contado.

Un economista –y profesor de economistas- pionero, de los que pensaba que esa disciplina ha de estar al servicio de la sociedad y alertaba de la deriva que estaba tomando desde hace muchos años. Un escritor sublime, lleno de sensibilidad y afán constructivo que deja una inmensa obra. Y, sin embargo, lo que más he admirado de él ha sido, es, su personalidad. Única. Excepcional. Pleno de lucidez, compromiso y una especie de ternura incontaminada. Era alguien que enriquecía en cada aliento de su voz, en sus gestos. Siempre dispuesto a colaborar en las causas justas.

Quiero llorar desde un rincón lo mucho que le quiero pero también me veo un poco impelida a compartir lo que él y su muerte me inspiran. Hace tiempo que él quería irse. Al lado de su mujer, Olga Lucas, de su hija Isabel, de Amaya, su mano derecha, de un reducido grupo de amigos, ha tenido una vejez maravillosa. Una segunda oportunidad de vida, como no dejaba de recalcar. Pero desde hace unos años sus facultades se venían deteriorando. Por eso en uno de sus últimos cumpleaños, 94, en la Cala de Mijas, su brindis fue:

“Esto es la vida. Animaos todos. Porque se puede llegar a los 94 años y más, siendo feliz. Aunque uno se levante y se tenga que poner la boca, los ojos y los oídos. Se puede ser feliz a pesar de los jefes y de que muchas de las cosas que nos rodean nos parezcan impedimentos. Por nosotros mismos. Tenéis una vida. Cada uno la suya. ¡Aprovechadla!”.

Nos despedíamos cada vez que nos veíamos. Si los sentidos fallaban, parecía potenciarse aún más si cabe su enorme talento, su empatía con los demás. Y su mano seguía apretando, con calor y fuerza, en cada hasta luego. En este 1 de febrero cuando alcanzó los 96 que serían los últimos. Siempre daba las gracias. Sinceras. Asombrosa humildad.

Le gustó mucho que le concedieran el Premio Nacional de las Letras 2011, que el Ministerio, presidido ya por Wert, tardó tanto en entregar que ya no era sensato acudir al acto. En su sencillez, le hacía ilusión, de alguna manera inscribirse en la historia de los fundamentales, algo así como tener razón. Que lo uno, no quita lo otro.

En los recuerdos que se le prodigan –muy justos- no faltará el repaso de su obra. En ella tenemos para releer y atesorar su riquísimo pensamiento y debemos hacerlo para afrontar los duros momentos que vivimos y que tanto le preocupaban. Una auténtica guía.

Yo me quedo con la figura de un hombre entrañable, profundamente comprometido, humano. Sus logros le costaron esfuerzos. A los 16 años ya era funcionario de Aduanas por oposición y allí empezó a escribir en el reverso de los partes. Luego la carrera de Economía. La docencia. Los libros. Los puestos internacionales. Se exilió, harto. Alguna vez decía que España se había exiliado de nosotros. Ésta. La que se ha reproducido amargamente, hasta enturbiar el último año de este hombre que veía repetirse los errores por cuya erradicación luchó.

Le gustaba el otoño. Y el mar. Era historia viva. Hasta me contó los avatares de una pionera del periodismo: Josefina Carabias, empleada de camarera en el Palace para obtener información. Le gustaba la música y canturreaba canciones. Un agudo sentido del humor con el que aliñaba cuanto hablaba, porque los atropellos no pueden quitarnos hasta eso. Una especie de fragilidad en su fuerza que invitaba a abrazarle para extraer de él también su ternura.

Lo peor de la muerte es que deja un vacío, una ausencia. Porque José Luis Sampedro ha tenido una vida plena, insobornablemente libre, coherente. Y se ha ido en paz. Y eso nos deja consuelo. Ese doble sentimiento de dolor y conformidad. Sé que quiere que arropemos a Olga, si se deja. A lo mucho que vale. Ha entregado su vida a él. Demasiada densidad para desprenderse de una presencia tan rotunda.

Nos ha dejado frases, ideas, que invitan a no cejar nunca en la lucha. Pero ahora, en este especial momento, lo que me vienen a la memoria son los versos del poeta José Ángel Valente:

«De ti no quedan más

que estos fragmentos rotos.

Que alguien los recoja con amor, te deseo,

los tenga junto a sí y no los deje

totalmente morir en esta noche

de voraces sombras, donde tú ya indefenso

todavía palpitas”.

El amor lo tiene, desbordado. Y no dejaremos morir el inmenso ideario que nos ha legado. La búsqueda del pensamiento crítico, de la verdadera libertad.

*Publicado en eldiario.es

*Public

Se va Hessel, es nuestro turno

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Sthèphane Hessel y José Luis Sampedro

Acaba de morir Sthèpane Hessel. Tenía 95 años. Su libro ¡Indignaos! ( 2011), 19 páginas, tamaño apenas de cuartilla, editado en Francia en una pequeña editorial y vendido a 3 euros, fue una sacudida que impregnó a medio mundo y caló particularmente en España. Un ataque frontal al neoliberalismo y sus políticas degradadoras, un llamamiento a la juventud para que tomara las riendas. Era un panfleto, el renacer del género y  apareció en España con prólogo de José Luis Sampedro vendiendo varios cientos de miles de ejemplares. Tenían la misma edad, unos meses menor Hessel que no ha llegado a cumplir los 96 en Octubre.

Sin apearse ni de la vida ni de su constante lucha, ambos hombres arrostraron los achaques lógicos de la avanzada vejez para dar una lección de empuje y coherencia. Eran muy distintos. Hessel se crió entre la intelectualidad -hijo de una pintora, mujer singular e inconformista, y de Jules, judío alemán traductor de Proust-, en la familia que dio origen a la película Jules et Jim de François Truffaut. Debido a su origen judío el joven Sthèpane fue detenido y recluido en los campos de concentración de Buchenwald y Dora-Mittelbaus, donde fue torturado. Lejos de salir vencido, siguió su lucha y en 1948 sería uno de los redactores de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, el anhelo de un mundo mejor. Sampedro, a la par, aspiraba en su niñez otras culturas en Tánger, para comenzar a trabajar a los 16 años ya en España, tras ganar una oposición a funcionario de aduanas, y escribir libros que aguardarían incluso más de cuatro décadas en ser publicados. Casi un siglo ambos de trayectoria plena e insobornable compromiso. La preocupación por la deriva de la sociedad actual les unió.

Juntos estuvieron en un acto en España, organizado por la embajada francesa. Largas colas, sobre todo de compatriotas de Hessel en un día de lluvia. Le veneraban. Estaba por encima de todos. No había otro en Francia como él, decían. «No, en España no sentís lo mismo por nadie», comentaron.

Hessel nos regaló un pequeño prólogo también para Reacciona (2011), el libro que en España siguió su senda y que apareció casi simultáneamente a Indignaos. España se encontraba mucho peor, cobrábamos –sin ir más lejos- la mitad del sueldo de nuestros vecinos franceses. En aquél texto que coordiné, participaron José Luis Sampedro, Mayor Zaragoza, Baltasar Garzón, Ignacio Escolar, Àngels Martínez Castells, Lourdes Lucía, Juan Torres o Javier Pérez de Albéniz, entre otros. También fue muy influyente. Hessel abría la puerta a la convocatoria a hacer algo ante lo que nos sucedía:

«Frente a los peligros que enfrentan nuestras sociedades interdependientes, es tiempo de acción, de participación, de no resignarse. Es tiempo de democracia genuina.  Tiempo de movilizarse, de ser actores y no sólo espectadores impasibles, progresivamente uniformizados, gregarizados, obedientes”.

Apenas han pasado dos años de aquellos días y parece una eternidad. Muy poco después arrancaría -y no por casualidad- el 15M como una eclosión de ciudadanía, llenando las plazas de España, enarbolando la indignación de Hessel. Luego llegó el cambio político en España, hacia más neoliberalismo. Luego llegó… mucha más injusticia, mucha más desesperación, indignación… dosificada. Decía Hessel que “la dificultad agudiza el ingenio”.

Precisamos mucho del que ahora se va con el gran hombre francoalemán y universal. Sobre todo, el compromiso del que él nunca dimitió. Es necesario tomar el relevo. No son tiempos de desperdiciar la energía ni los terrenos ganados que se están yendo por un sumidero. El final de Indignaos cobra hoy todo su significado: “Una verdadera insurrección pacífica contra los medios de comuniciación de masas que no proponen otro horizonte para nuestra juventud que el del consumo de masas, el desprecio hacia los más débiles y hacia la cultura, la amnesia generalizada y la competición a ultranza de todos contra todos”. Llamando “a los que harán el Siglo XXI” a la acción porque “Crear es resistir, resistir es crear”. Él descansa ya, es nuestro turno.

*Publicado en eldiario.es

El bulo como síntoma de ignorancia

El 22 de Abril de 2012 un modesto bloguero escribió una entrada  titulada “El presidente en el país de los horrores”, que comenzaba así:

Querido señor Presidente: es usted un hijo de puta. Usted y sus ministros. Se lo digo así, de entrada, porque sé que nunca va a leerme, como nunca lee usted libros, ni nada más que periódicos deportivos como usted mismo ha confirmado, jactándose, como buen español de ser un ignorante. No se engañe, por eso lo han votado tanta gente”.

“Alguien” decidió subsanar el problema de que el presidente –o cualquiera- “nunca le leyera” y adjudicó el texto a José Luis Sampedro. Multitud de publicaciones lo han reproducido incluso con la foto del querido profesor. Comentaristas y tertulianos se han hecho eco de él en diversos tonos. Cada día varias personas lo enlazan y distribuyen. Empiezo a dudar si hay alguna obra real de Sampedro -de extraordinaria brillantez- que haya alcanzado mayor difusión. Tyndaro, el autor, no sabe qué más a hacer para desmontar el bulo, pero sus quejas ya no tienen el mismo eco. La bala ya ha salido y no vuelve atrás.

Y es que el texto contiene una expresión mágica: “Hijo de puta”. Ese sector de la sociedad que solo lee titulares –como mucho- gusta de la simplificación y de las palabras “fuertes”.

Con la misma o mayor intensidad, se ha difundido que en España hay exactamente 445.568 políticos, tres o cuatro veces más que en país alguno. Y eso sirve para degradar aún más de lo que lo está la política. Un periodista, también en un blog, se ha molestado en contarlos –los bulos se disuelven como por arte de magia confrontados con la verdad-. Y resulta que son la cuarta parte. Y esto ¿cómo ha sido? Enrique Betancourt lo explica:

“Porque en el ranking figuran cargos de confianza, trabajadores del Defensor del Pueblo, sindicalistas liberados, integrantes de las patronales, empleados de las empresas públicas (como esos de Gesplan a los que se acaba de aplicar un ERE, a los que supongo hará mucha gracia el tratamiento de “políticos”, en paro por cierto), organismos de igualdad y prevención de la violencia doméstica, cámaras de comercio o investigación oceanográfica y pesquera (¿estarán los ‘políticos’ del Centro Tecnológico de Ciencias Marinas de Taliarte? ¿investigando sobre lubinas, doradas o bocinegros?).

Pero también organismos de gestión catastrales, gabinetes de prensa, cargos de designación directas en Educación y Sanidad, entidades bibliotecarias y museísticas y, asómbrense, agencias meteorológicas y entidades de transplantes y donación de órganos, así como agencias de cambio climático y reducción del gasto energético, entidades de astronomía y astrofísica (nuestro Instituto Astrofísico de Canarias debe estar lleno de políticos de todos los colores…y estrellas), protección medioambiental y actuaciones en la costa o Instituto Cervantes. Les faltó bedeles, ujieres, conserjes y personal de limpieza de ministerios y consejerías”.

Por supuesto, el presunto exceso de políticos y la cifra mágica de los 445.568, circula con tertulias mediáticas y redes sociales, llega al correo en power point o con textos en rojo y grandes admiraciones. La bola de nieve se engrosa y rueda sin control.

La sociedad con mayor acceso a la información de la historia crea y traga bulos como en las épocas del mayor oscurantismo, cuando se hurtaba la verdad.  Puede que más incluso. Hay quien pondría las manos en el fuego porque Elvis Presley vive y el hombre nunca llegó a la luna. O porque los atentados del 11M fueron obra de ETA y no del terrorismo islámico que no le venía bien al entonces gobierno del PP, y que ha dado impunes y lustrosos beneficios a El Mundo de Pedro J. Ramírez y el resto de la caverna.

Hay quien repite como el balido de un rebaño que “No hay dinero”, que “hemos vivido por encima de nuestras posibilidades” o que “no hay otra solución que los recortes” y “todos debemos arrimar el hombro” (menos los beneficiarios del sistema neoliberal para quien trabaja el gobierno del PP). Ése es el objetivo.

El bulo puede entrar en nuestro ámbito y, por supuesto, encontrar cabida momentánea. Pero reflexionando un poco uno ve que el texto del «Hijo de puta» no puede ser de Sampedro, o que -aún en el país de la trampa y la corrupción- suena rara esa desorbitada cifra de políticos. Pero la proliferación del bulo -múltiple- es síntoma de ignorancia, de credulidad, de poca estima por uno mismo como ser racional. De sumisión. De desorientación social. Vamos a llegar a dudar de todo lo que nos cuentan. Aunque ciertamente en los tiempos que corren desde el gobierno nos dan motivos de perplejidad todos los días.

En términos generales, de desinformación. Y no se puede edificar nada sobre cimientos falsos. Nada. Los puentes se caerían si los datos sobre los que se asientan no fueran reales. Igual es la verdad de los hechos que aporta la información cierta.

Tiempos de bulos y de relativización. Todo es opinable, todo tiene matices interesados. Y de tragarse lo que decidan otros sin el menor cuestionamiento. Tiempos de no usar la cabeza.

José Luis Sampedro: premio a las letras y al compromiso social

Ojos de Papel, una excelente revista literaria virtual que lleva Rogelio López Blanco y en el que está involucrado el gran Miguel Veyrat, me pidió una tribuna sobre el premio a Sampedro, y como sé que lo adoráis como yo, la enlazo…
 
Lo merecía. Sus méritos desbordan los requerimientos que pudieran exigirse: libros de literatura, de economía y de compromiso social y su presencia –tan cercana- allá donde le permiten llegar sus fuerzas. Lo merecía. Prueba de ello es la sonrisa instalada en el corazón de tanta gente como quiere a José Luis Sampedro, de verdad, sin artificios. El final de un año raro -2011- nos trae la noticia de su premio, el Nacional de las Letras. ¡Por fin! Nos quejábamos sus amigos de que ese fervor popular que despierta José Luis no se hubiera correspondido con un reconocimiento oficial en forma de uno de los dos grandes galardones de España: el que ha recibido o el Cervantes. Sabíamos que, en su sencillez, le haría ilusión, de alguna manera inscribirse en la historia de los fundamentales, algo así como tener razón.
 
Llega apenas a tiempo. El 1 de febrero hará 95 años que nació en una Barcelona que abandonó enseguida para, siguiendo los destinos laborales de su padre, recalar en Tánger –que llenó su infancia de otros sabores e ideas- y después en el Real Sitio de un Aranjuez que adora. Ha trabajado y trabaja como pocos. A los 16 años era funcionario de Aduanas, tras ganar la oposición. Allí comenzó a escribir ya, en el reverso de los impresos, como se guarda en un librito de edición limitada que es una pura joya. Estudia después Economía y termina por enseñarla –le gusta recalcar en particular su vocación docente- como catedrático en la Universidad Complutense de Madrid. Se exilia voluntariamente en 1969. Será “Visiting Professor” en las Universidades británicas de Salford y Liverpool.José Luis Sampedro y Olga Lucas en su querida cala de Mijas

José Luis Sampedro y Olga Lucas en su querida cala de Mijas

Su primera novela, La estatua de Adolfo Espejo, data de 1939 aunque no la vio publicada hasta 1994. La espera y los logros. Corazón y razón, su literatura se atraviesa de ríos que nos llevan, octubres, viejas sirenas o sonrisas etruscas de felicidad enigmática. El firme compromiso para hablar de la economía, inapelablemente humanista.

En el Balneario de Alhama de Aragón (Zaragoza), en 1987, creo recordar, José Luis Sampedro encuentra a una mujer, Olga Lucas, 30 años más joven, que le admira con pasión en todos los sentidos. Ha de apartar el auténtico acoso femenino que siempre ha despertado Sampedro, alto, fuerte, brillante al infinito, natural, cálido y tierno. Excelente escritora, terca, con un encanto que atrapa, quedarán unidos para siempre. Para el bien de los dos, y de quienes nos hemos beneficiado de este “equipo” impagable que se sostiene el uno al otro, para crear, para vivir, y ser mucho más que dos. Todos los años han regresado a Alhama de Aragón desde entonces.

José Luis Sampedro y Olga Lucas escenifican cómo se conocieron en el pequeño restaurante de Alham de Aragón

José Luis Sampedro y Olga Lucas escenifican cómo se conocieron en un pequeño restaurante de Alhama de Aragón

Desde su 90 cumpleaños, que celebramos en la provincia de Málaga con un reducidísimo grupo de amigos, él se despide. El 1 de febrero pasado, me dijo: “Olga anda haciendo planes para el año que viene pero yo ya no estaré”. Siempre vuelve a estar. Con su eterno sentido del humor, con una extraordinaria brillantez. Se mostraba muy contento en el brindis de sus 94 años, el austero pero enormemente luminoso apartamento alquilado de la Cala de Mijas le vivifica y alzó su copa en mensaje para todos…

 
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