José Luis Rodríguez Zapatero anda vendiendo su libro. Como varios otros políticos. Son los únicos –al margen del famoseo de tres al cuarto- que obtienen algún rendimiento económico de lo que solía ser la noble pasión de escribir. De paso, “desnudan” sus almas tal como ellos las ven e intentan arropar sus errores. Solo que Zapatero, el anterior presidente socialista español, ha quedado algo más en evidencia. Aunque si lo pensamos también es algo que les ocurre a los demás. La palabra escrita a través de muchas páginas es muy evidente aunque se intente disfrazarla.
Zapatero nos cuenta pues en su libro, como cedió a las presiones del Banco Central Europeo. Presidido entonces por Tritchet, le daba órdenes precisas como si el presidente del gobierno español fuera un pelele. Como si lo fuera. Me hace Usted un decreto por aquí, me recorta por allá. En una palabra, resulta indignante leer esta cartita.
Como cuenta Gonzalo Cortizo, “España no fue el único país que recibió un documento similar. En aquellos días las cosas en Italia no iban bien y Berlusconi recibió un documento similar. La diferencia con España es que la prensa italiana si tuvo acceso al documento en tiempo real y su opinión pública pudo conocer la trastienda de la crisis, el porqué de las cosas”.
En aquellos días, sí, tocaba exprimir a los ciudadanos para pagar la estafa financiera que se había precipitado irremediablemente desde la caída de Lehman Brothers. Como se les fue de las manos, el BCE –precisamente- comenzó a soltar dinero para equilibrar las cuentas –es lo que ha vivido Rajoy-, sin dejar de oprimir a la sociedad. Compuesta por ciudadanos y por una serie de individuos que ni se molestan en tener esa consideración, es la que calla y otorga ante cualquier desmán. La sociedad.
Alabé a Zapatero, frente a una batería de críticas mediáticas y políticas sin precedentes, porque alguna cosa hizo. Intentaba equiparar España en derechos, subir la inversión social. Eso fue lo que más me llamó la atención. Buscaba ampliar permisos de paternidad, avanzar en la igualdad de género. Elevó por ejemplo las miserables pensiones españolas -aunque siendo tan bajo su punto de partida se quedaran casi igual de miserables-, pero el tiempo le ha quitado hasta los calzoncillos. Cortizo lo explica perfectamente:
“Hasta el acuerdo con la editorial, el expresidente del Gobierno se negó hasta la saciedad a hacer publica la carta. No se la entregó al Parlamento, a pesar de las constantes peticiones por escrito del diputado Gaspar Llamazares. Tampoco se la entregó a Rajoy, entonces en la oposición, que lo exigió desde la tribuna en el pleno extraordinario convocado para abordar la tormenta financiera que asolaba ya a nuestro país. En aquel debate Rajoy le dijo a Zapatero: «Tenemos derecho a saberlo en esta cámara». Zapatero ni siquiera respondió en uno de los múltiples mutis por el foro político que rodearon a la famosa carta que, para entonces, se había convertido en un «santo grial» de los periodistas de política y economía.
El ex presidente del Gobierno sabe que un libro tiene más tirón si incluye documentos inéditos. Sin embargo, la carta del BCE tenía como destinatario al presidente del Gobierno y fue enviada al Palacio de la Moncloa. Dicho de otro modo, Trichet y Fernández Ordóñez le enviaron esa misiva al presidente Zapatero, no al ciudadano Zapatero. ¿Con qué derecho la publica ahora el ex presidente y recibe dinero por hacerlo?”
Ésta es pues la tan repetida historia de cómo un presidente español -y múltiples políticos- se queda en cueros a poco que se raspe. Bochornosa actuación, despreciable. También les pasa a la mayoría. Habrá que aguzar la vista, si alguna vez se puede…