En cartel hoy: «Sánchez no tenía un plan» y «La vida es un cruasán liso»

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Una de las principales cadenas de supermercados del Reino Unido, Tesco, ha dejado de vender cruasanes, porque sus clientes encuentran dificultades en untar la mantequilla en sus formas curvas. La leyenda más creíble data el nacimiento del cruasán en el siglo XVII, pero no corren buenos tiempos ya para las estructuras complejas. No para todos, la brecha del conocimiento es una nueva burbuja. Absolutamente determinante.

Una noticia significativa en el día que se iniciaba en el Congreso español la investidura del candidato del PSOE, Pedro Sánchez. Notables cifras de audiencia acompañaron el desarrollo de una sesión con nuevos actores, tras las elecciones de diciembre. Quien siguiera toda la peripecia alternando fuentes, se encontró con un aluvión de palabras e imágenes, amplificado al infinito por las interpretaciones. Desde Luna nueva, de Howard Hawks (1940) y Primera plana, de Billy Wilder (1974) y otras versiones, hemos ido asistiendo a la evolución del periodismo que convierte en espectáculo la realidad, sobre todo los sucesos de la realidad.

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Primera Plana (1974)

La secuencia de personas hablando a un micrófono delante de cualquier acontecimiento, como coro interminable, clónico y mecánico, se está viendo superado por días. Y ha llegado a la política. Con políticos y periodistas en escena. La sesión de investidura de Sánchez, sin ir más lejos, se precipitó sobre  nosotros con impactos audiovisuales múltiples a ritmo inasumible. Una lluvia de chorros de agua caliente, fría y templada, acompañados de luces de todos los colores y sonidos entrecortados.

En la televisión ya es difícil que se pueda esbozar una idea completa y, eso, en ardua pugna con tertulianos carcas o agitadores del espectáculo. Salvo en la televisión del PP, TVE, a cuyos (presuntos) debates solo les falta el té con pastas sobre tapetes de organdí. Es la televisión que aún entiende los “De matute” y “Bálsamos de Fierabrás” de su candidato, Rajoy. Y tampoco es eso.

Es difícil mantener la cabeza lúcida ante esta avalancha. Parece claro que Pedro Sánchez no tenía un plan, y así se veía venir. No otro que firmar un acuerdo con Albert Rivera y conminar a Podemos a suscribirlo con la presión abrumadora de los medios de más peso. A lo largo del día, le iba menguando a Sánchez la arrogancia hasta llegar a las amargas quejas tanto de él como de su portavoz que daban paso a la votación. No había más. 130 escaños y una estrategia errónea.

En ayuda del designado culpable, Pablo Iglesias, acudió todo el arco parlamentario, salvo lógicamente, Ciudadanos, evidenciando que el viejo truco de la pinza se convierte en cepo para la improvisación. ¿Todos votaron “con” el PP? En fin.

Rajoy, tras unos pases de ironía paternalista, se fue a caminar por los pasillos de su obra, repitiendo el dudoso mantra de la recuperación. Prácticamente, solo Albert Rivera se ocupó de él. A fondo, con dureza. Traía el mensaje de los poderes de la derecha que quiere al PP con todas sus mugrientas mochilas, pero ha desechado por completo a Rajoy. Ese Rivera que llama a los españoles “accionistas” de una empresa, España, con tal desigual reparto de cargas y beneficios.

El brillante discurso de Pablo Iglesias demostró que el pasado sin resolver no se puede enterrar por mucho que se empeñen y que el futuro tendrá que abrirse paso con uñas y dientes. Alberto Garzón dio oportuna clase de matemáticas e izquierda. Y los portavoces de los nacionalistas catalanes y vascos, grandes dosis de madurez. Por primera vez, hubo muchos diputados que se quedaron a escuchar a los minoritarios.

Atónitos contemplamos sin embargo cómo el espectáculo se adueñaba también del Parlamento. Ver levantarse como tertulianos aludidos a un par de ministros fue su mejor demostración. El propio tono del presidente de la Cámara, Patxi López. Esta deriva es mucho más inquietante que los excesos verbales, aunque también haya que anotarlos.Esto es lo que yo vi. Pero en el potro de tortura mediática, volvieron a contarme que “habían ganado” Sánchez y Rivera, aunque la votación no lo reflejara. Y perdido, naturalmente, Iglesias y Rajoy. Que Sánchez “tendió la mano a Iglesias”.  Que “Podemos no está preparado para gobernar”.  O, y esto fue lo más, que “ahora la papeleta es para el rey y le puede perjudicar siendo el mejor rey que hemos tenido desde Recaredo”.

Fracasada la primera investudra y a falta de improbables sorpresas en nuevas convocatorias, Sánchez no será presidente. Dicen que su plan era reforzarse como secretario general –cierto- y que lo ha logrado. Lo dudo. Una persona sensata se cuidaría de cantos de sirena que mutan al olor de la pérdida de poder. El fracaso no es carta con futuro, la imprevisión tampoco. Sánchez está en un momento definitivo de su carrera. El poder busca recambio en Albert Rivera, como largamente anticipamos, y ayuda precisamente el pacto suscrito con el PSOE.

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Sánchez se acerca a saludar a Rivera tras fracasar su investidura

En la sesión se colaban este jueves invitados no previstos como Manuela Carmena, pidiendo el apoyo para Sánchez. El PSOE, por boca de su portavoz Hernando, aprovechó la ocasión para presionar con los «alcaldes del cambio», advirtiendo que lo son con su apoyo  «sin pedir nada a cambio». 

Ni el fondo del pacto –cuando había otras opciones-, ni su gestación son admisibles tal como están. La doctrina del mal menor ha causado demasiados estragos desde la propia Transición y hora será de dejar de tragarla.

La política está experimentado un cambio que se percibe nítidamente en el Congreso. Los viejos esquemas quedan en evidencia. El periodismo precisaría también una auténtica catarsis, como no nos cansamos de alertar.   “Estamos obligados a subrayar los peligros que acechan”, “el periodismo es una responsabilidad social”, escribía Olga Rodríguez. El mayor problema está en el modelo que se está imponiendo. Más, no es mejor. A veces, todo lo contrario.

Una gran parte de la sociedad también necesita regenerarse, pensar por sí misma y sacudirse los miedos. Aunque no le resulte fácil, ha de intentarlo: le va mucho en ello. Educada en no soportar un argumento mayor a lo que cuesta tragarse una píldora, en cadena y en collage, su cerebro se resiente. Empieza a ser notorio que muchos ya no saben qué es  información, ni qué es el Congreso, ni cuáles son sus derechos: quizás ni qué son derechos. La vida es una continua evolución, no todas las formas y modelos son para conservar. No los estereotipos.

El futuro, el presente ya, va por otros derroteros. El futuro viene con cruasanes cuadrados y lisos para que sea abordable la complicada tarea de untarles mantequilla. Todo empieza a ser un cruasán liso, salvo las angustias y los anhelos de todos y cada uno de nosotros.

*Publicado en eldiario.es

Buscamos un presidente del gobierno, no candidatos al Oscar

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Los grandes decorados de Albert Rivera como ejemplo.

Esto no es Hollywood, aunque cada día lo parezca más. Cuesta encontrar propuestas o ideas en esta campaña porque las que llegan a exponerse quedan sepultadas por el espectáculo. Los grandes escenarios que utiliza Albert Rivera evocan a los decorados de las superproducciones de la época dorada de Hollywood. Es un síntoma. Hay nuevos actores que revitalizan la obra. Realmente, y es apreciable y positivo. Como los debates que les enfrentan con mucha más soltura que en la vieja función, la que aún repetirá la televisión pública nacional, TVE, el lunes. Pero de lo que hablamos tras ellas es de quién ganó ¿la carrera?, de actuaciones, vestimentas, estados de ánimo.  De las influyentes opiniones de los críticos. Igual, en lugar de recibir el mandato para formar gobierno, deberíamos repartir estatuillas de Oscar. El problema es el marco social en el que se celebran unas elecciones tan decisivas.

No es solo ese concurso de habilidades en los que hemos visto a candidatos y sustitutas de candidato, bailar, cantar, cocinar, pilotar un todoterreno, subir en globo, acudir a programas “populares” de los que se dedican a “entretener”, cuando no a entontecer, a la audiencia. De meter en  portada hasta el número de zapato que calza Pablo Iglesias o “meninas” que no son suyas. No es solo eso, no. Estamos asistiendo, aunque sean debates serios y necesarios, al más difícil todavía de tener a los contendientes de pie un par de horas, con o sin atril, al final del día. Una prueba de aguante ¿Cómo las islas de famosos llevadas a la política? Es cierto que permite ver que uno se tambalea y gesticula, otro suda, otra se afianza al suelo con altos tacones porque a empecinamiento no le gana nadie. A Soraya Sáenz de Santamaría habría que otorgarle el Oscar a la Resistencia. ‘Ex aqueo’ con los ciudadanos que hemos sufrido las políticas de su equipo: el PP.

Campaña electoral “a la americana”.  Del norte, especialmente. Y ya vemos cómo deriva: en Donald Trump. A quien –según contaba la corresponsal de TVE Almudena Ariza- llevan cada día a las televisiones por el juego que da con sus excentricidades. Es decir, sus proclamas fascistas y racistas. Por esta vía, puede acabar dirigiendo los destinos de EEUU y, por tanto, de buena parte del mundo.

En el dramático fin de carrera, ya oteando la alfombra roja, irrumpen en campaña quienes no deberían participar porque una cosa es lo que se admite como tendencia de un medio y otra los patrocinios y fobias evidentes.  Con apuestas de última hora que cambian a un ganador por otro, sin suficientes explicaciones. O dando la vuelta a las encuestas posteriores al debate sin atisbo de pudor. O insistiendo en la tabla rasa: “nadie destaca”. Con opiniones tan enternecedoras como la del efímero director de El Mundo Casimiro García-Abadillo que vio así el de Atresmedia: triunfadora la vicepresidenta y en el último lugar a Pablo Iglesias, declarado ganador prácticamente por unanimidad. Con tal cantidad de trampas adicionales –la casi supresión del voto exterior, reducir la campaña a PP y PSOE como hace ya TVE en sus telediarios, la ocultación de cómo se financian este gasto algunos partidos- que implican una alteración de la voluntad popular.

Se juega mucho en esta campaña. Y desde el poder actual o sus proximidades se trata de afianzar la idea de que lo serio es lo de siempre: el bipartidismo.  Incluso desde una presumible buena intención  se apela a criterios conservadores en este campo, a valores seguros –que en algún caso han brindado certezas bien poco ejemplares-.  A esa tendencia, desde distintas ideologías y tonos, le puso voz un admirado maestro de periodistas, Iñaki  Gabilondo: “Cuesta imaginarlo (a Pablo Iglesias) de presidente”. Y, en una de las ocasiones que lo mencionaba, añadió: “Quizás  porque él no se ve todavía”.  ¿A qué cree, pues, que Iglesias concurre a las elecciones? En el mismo vídeoblog había dicho sobre Pedro Sánchez, el candidato del PSOE: “Su presencia es muy noble y su porte viste muy bien el cargo, pero le falta algo…” Se refería a: “Está encajonado por las circunstancias históricas, del pasado, y de ahí hay que salir con algo más de gas”.

En efecto, Pedro Sánchez es un candidato al que, desde esferas próximas, alaban, tumban, menosprecian, suben, animan a plantar batalla, le ponen tiritas si estiman que los otros candidatos le han hecho hecho un rasguño en el juego. Como si también les tuviera que rendir cuentas. Mientras él se considera “humildemente, ganador del debate” y acusa a Pablo Iglesias de quererse solo a él mismo, dado que, según declaró, su principal virtud –la de Pedro- es «la humildad».

Desde el poder actual o sus proximidades se trata de afianzar la idea de que lo serio es lo de siempre: el bipartidismo

No deberíamos catapultar lo accesorio en detrimento de los contenidos. Si bien los detalles que están acaparando el discurso aportan datos sobre caracteres y presiones, de cómo se afrontan también, de la reacción al vapuleo y el juego sucio. El debate a 9 de TVE permitió ver algunas propuestas más de los principales partidos en liza.  Y fue enriquecedor escuchar a Garzón, Herzog,  Errejón e incluso los partidos nacionalistas; había algo más de calma, menos espectáculo. Hasta que abrió la boca Marta Rivera, número 3 de Ciudadanos por Madrid, para dar un recital de despropósitos.  En el amplio historial  de texto y voz  de la candidata figuran desde minimizar la violencia machista, racismo agudo –escribió de Carla Bruni, esposa de Sarkozy  “espero que tenga un hijo negro o claramente oriental”, menosprecio de los asesinados por el franquismo comparado con las famosas dudas sobre la autoría del 11M…  En suma, no ha habido polémica en la que Marta Rivera no haya mostrado su ideología ultraconservadora y clasista.  Si sirviera para que el electorado ubique de una vez qué espacio político ocupa Ciudadanos, sería útil, pero tampoco debe convertirse en el nuevo divertimento de la grada.

Y esto ocurre cuando a Albert Rivera le empiezan a retirar sus apoyos mediáticos. En 10 días pasó de ser declarado en Luna de miel con el electorado y viviendo un momento dulcísimo a poco menos que verlo como un bluf y afearle que muestre “debilidades y nerviosismos  poco compatibles con un pretendiente al principal puesto ejecutivo de la política española”.  Ha defraudado, dicen, “las altas expectativas creadas”… en buena parte de quienes las generaron. La película de Ciudadanos se proyecta ya en todas las salas, puede que la audiencia no disponga de tiempo para enterarse de la rectificación. Porque cumple los requisitos : también se resalta de él hasta la saciedad precisamente que es “guapo”.  Y eso tira mucho en pantalla.

Mientras, Mariano Rajoy, ganador en todas las quinielas, elude debates incómodos, desdeña y desprecia a sus adversarios desde la retaguardia y lanza promesas electorales fuera de los presupuestos aprobados, que pueden seguir el camino de las anteriores. Su principal objetivo ahora es cuidar a lo menos crítico y conservador de  “la España rural” en la que espera asentar su triunfo.  Hay gente que prefiere las películas españolas en blanco y negro, siempre que no sean de Berlanga o Juan Antonio Bardem.  Rajoy aspira al Oscar de señor de derechas clásico, que solo debate con quien puede ser presidente.  Cunde el mensaje. Los otros, para ellos, están de atrezo.

El problema es que no vivimos en una ficción. Todos los atropellos, recortes, expolios y engaños sufridos, el aumento de las desigualdades, no habrán servido para nada si no se sale a la realidad. La más amarga certeza de este período innoble es que por el camino que proponen los principales guionistas no habrá cambios, o cosméticos en el menos malo de los supuestos.  Y por una buena temporada ni se podrá construir frente a ese futuro de quiebras que venden empaquetadas en sonrisas.

Hubo un tiempo, mucho tiempo, décadas, siglos, en los que el poder solo podía recaer en un hombre, joven, y rico o de alta cuna. No se podía concebir otra opción. Con el tiempo, mucho tiempo, esfuerzo, víctimas y hasta heroicidades, algo cambió. En el mundo y en España. A muchos les costó imaginar a Ada Colau o a Manuela Carmena de alcaldesas de las dos principales capitales españolas.  Y a muchos otros alcaldes y concejales. A plenos donde los gestores se parecen a la gente, para desesperación de quienes siempre manejaron los hilos.

En Borgen, la aclamada serie de la televisión pública danesa, políticos y medios llegan a plantearse “si una mujer puede ser primera ministra”, dado que la que ocupa el cargo ha cogido una excedencia de un mes para atender a su hija. Enferma, por cierto, con la ayuda de los dardos del mal periodismo intencionado. Birgitte Nyborg cita a las primeras diputadas de su país en los albores del siglo XX –quién las hubiera tenido en otros lares como éste- para concluir: “Quienes así hablan llevan un siglo de retraso”.

Siglos de retraso u otra película de fantasía. No nos hagan pensar en candidatos marioneta en defensa del guión que pueden ser intercambiables, hay quienes quieren llevar sus ideas a la presidencia con total convicción. Sobre todo, porque aquí no estamos inermes en la butaca: vivimos, con cuanto implica. Y soñamos en un futuro mejor.

*Publicado en eldiario.es

El Parlamento en los platós de televisión

“Tiene más carisma que Rajoy, más credibilidad que Pablo Iglesias y liga más que Pedro Sánchez”. “El pequeño Nicolás con tan solo 20 añitos, le moja la oreja a la mayoría de los políticos de nuestro país”. Opiniones de este tenor, vertidas en la red, demuestran lo que los programas llamados de Debate suponen en nuestra sociedad. Los personajes son intercambiables: políticos de cualquier ideología, periodistas, diferentes vividores –con mayores o menores problemas psicológicos-, lo que cuenta es el espectáculo. El que siempre pide más. En los circos ambulantes de la anterior miseria española –en la larga posguerra- ofertaban en cada nueva gira algo más sorprendente: la mujer barbuda o la cabra de dos cabezas, el más difícil todavía. A ver, qué es lo siguiente para mantener la atención.

 Los programas de opinión se han enseñoreado de la programación audiovisual. De la mañana a la noche, todos los días de todas las semanas y todos los meses. Se diría –se ha dicho- que han  sustituido de alguna manera al Parlamento en discusiones básicas, dado que la apisonadora del PP lo ha convertido en un órgano inútil en la práctica. Hace tiempo que de hecho lo es legislando por medio de Decretos-Ley y al imperar, además, la disciplina de voto. Pero ya ni se escenifica la simulación.

Miles de personas se congregan, pues, ante el televisor para ver qué opinan otros sobre temas que les interesan. No tantas tampoco. Salvo que pesquen una buena pieza –que entonces sí se disparan las audiencias-, la cifra habitual se sitúa en torno al millón de espectadores. Mucho menos que un partido de fútbol o una película con cierto gancho. En el caso de los debates, eso sí, amplificados por las redes sociales. Por Twitter con mayor precisión que se convierte en una carrera de hashtags.

¿El Parlamento se ha traslado a los platós de televisión? Dejemos sentado que una tertulia sería la que cuenta con varios participantes fijos o asiduos que comentan la actualidad desde sus puntos de vista, y un debate el que confronta ideas, preferiblemente con especialistas. Aquí hablamos de programas de entretenimiento. De lucha por la audiencia. No hay representatividad social como en Congreso o Senado. La dirección del espacio elige a sus contertulios o entrevistados en función del juego que van a darle para lograr su objetivo: la audiencia y cuanto conlleva.  En un Parlamento no ocurre así, por supuesto.

 En teoría, se ofrece pluralidad con personas de distintos partidos. Es evidente que en algunos casos son las propias formaciones quienes  designan a sus representantes lo que choca con lo que debe ser un programa destinado a informar. Luego están los periodistas afines al PP –cuyos postulados defienden la mayoría de ellos como lo haría cualquier empleado del partido-, y los considerados progresistas en los que se aprecia recientemente una mayor variedad. Con notable presencia de socialistas, por ese flanco se ha roto el bipartidismo y hay más voces. También se han habilitado sillas para miembros de la extrema derecha mediática y desprestigiados esperpentos que viven una renacida edad de oro que nunca soñaron volver a repetir. Garantizan la gresca.

 La audiencia suele saber qué van a decir, especialmente personas que repiten a diario en varias tertulias. Y cuándo gesticularán como si fuera la primera ven su vida que escuchan la misma crítica exacta. Todos los días, de la mañana a la noche. Es el rito de todo espectáculo. Pero el truco no está ahí y merece la pena reflexionar sobre el por qué del éxito –momentáneo, al menos- de los programas de debate.

 A las personas nos gusta hablar con otros y saber más. Las redes sociales han venido a llenar ese espacio y han fomentado la participación, el protagonismo de cada uno. La televisión ofrece la oportunidad de intervenir casi de la misma forma. Si un contertulio ofrece datos y razonamientos interesantes puede quedarse con ellos y serle útil, pero en general muchos espectadores lo que prefieren es apostar en el combate. Ver si gana el suyo o si él cree que gana el suyo. Si tumba al contrario. Poder opinar también, criticar y, según el perfil del tuitero, insultar.

 En un país presidido por un señor que habla a través de un plasma y que huye de los periodistas a la carrera por los pasillos del Senado, la oportunidad de ver bajar al ruedo a políticos también suele atraer a personas interesadas en la información. Solo que alguna carta queda marcada con la selección de preguntadores o periodistas y con el entrenamiento del político por sus colaboradores para que no se salgan del guión. Véase el caso –patético- de José Antonio Monago y sus viajes “de trabajo” a unas islas Canarias que se reducen a Tenerife y solo cuando tiene allí la novia.

 Los dirigentes de Podemos, y en particular Pablo Iglesias, aprovecharon con gran astucia el sistema. Últimamente, todos los debates tenían a alguien de Podemos. Hasta estragar (todos los excesos cansan). Lo hubiera dicho la semana pasada de haber escrito este artículo como llevaba idea, ahora se han replegado. No ha sido de la forma más airosa, en eso tienen razón algunos colegas. Pero si a estas alturas de la historia queda alguien en este país que no haya oído preguntar y responder a Pablo Iglesias sobre la renta básica y lo que cuesta, la derecha o la izquierda, o su relación con el nudo geoestratégico mundial que para el periodismo conservador español se ubica en un país de América del Sur llamado Venezuela, es que ha estado en coma. Profundo.

 Pablo Iglesias desborda las audiencias allí donde va. Pero, mira por donde, da plantón, se le sustituye por el pequeño Nicolás y Mariló Montero, y petan tanto o más. Y encima los adeptos pueden comparar y opinar entre el surtido ofertado. Y repartir -tan campantes-, carisma, credibilidad y atractivo. De «pelazo» no se sí hablaron, se lleva mucho. O decidir sobre esta trascendental cuestión: ¿Miente o no miente el pequeño Nicolás? En el país de pandereta que vivimos, se le coló hasta a la Casa Real en el día grande para Felipe VI de su Coronación. Estas cosas ocurren cuando en una sociedad todo anda manga por hombro. Y eso es lo que habría que explicar.

 Los debates fructíferos, los que aportan elementos de juicio, deben ahondar en los razonamientos, a partir de datos y hechos ciertos y constatables. Clarificar, construir, con bases sólidas. Alguno hay, pero pocos. «La Clave» de José Luis Balbín, en tiempos difíciles (1976/1985), puso el listón muy alto.

Se están viendo tantos plumeros sucios que se atisba la putrefacción. Eso apenas entra en los debates (siendo generosos con el “apenas”) cuando es factor determinante. Críticas tan furibundas que dejan en cueros las intenciones que las alumbran, la ley del embudo como parámetro visible.  Pizarras reservadas, siempre, invariablemente, a la economía neoliberal que nos ha traído hasta aquí. La que sustenta este sistema destinado a trabajar para unos pocos a costa del resto, de una inmensa mayoría.

Puede que los programas de entretenimiento con debates terminen siendo una moda finita por saturación. Empieza a costar atender a tanta opinión, hasta atreverse a formularla. En un momento crucial: nos han diseñado un futuro de seguir temblando. Y, en su defensa, hay más cómplices de lo que parece.

*Publicado en eldiario.es

Incongruencias de la vida cotidiana

1) ¿Con qué cara saldrán hoy los presentadores de los telediarios a dar noticias del día, supuestamente auténticas, después de habernos servido que unos milenarios magos de Oriente entraron por las ventanas, con imagen falseada incluida?

2) Vista la visceral polémica suscitada con la ley antitabaco, me pregunto: ¿Los ciudadanos iban a los bares a fumar? ¿¡¡¡?

3) ¿Los camareros no fumadores no podía emplearse en bares y restaurantes donde no se fumaba?

4) ¿En qué cementerio se agolpan las 50.000 víctimas que, dicen, ocasiona el tabaco anualmente?

5) ¿Cómo se puede defender en el Parlamento de Estrasburgo y en el español la prohibición de fumar en espacios públicos y, decir luego en las tertulias, que no están de acuerdo con la Ley (PP)?

6) ¿Cómo se puede dedicar tanto espacio y energía a discutir de la ley antitabaco mientras suben -en tibia respuesta social e incluso indiferencia- todos los precios de los servicios básicos y se rebajan todos nuestros derechos ciudadanos?

7) ¿Por qué pagamos los precios más elevados de Europa en numerosos servicios –tarifa plana, telefonía móvil, comisiones bancarias, cultura-, cuando nuestros sueldos son, con suerte, la mitad de los de nuestros privilegiados vecinos?

8 ) ¿Por qué salimos a la calle en masa para celebrar actos festivos (recibir a los Reyes Magos o a la selección de fútbol) y tan poco para exigir nuestros derechos?

9) ¿Tenemos los armarios vacíos y vamos desnudos por la calle como para necesitar nueva batería de compras en rebajas? ¿Por qué pueden ahora venderlas más baratas si antes nos cobraron mucho más?

10) ¿Qué argumento es: “me gusta” o “no me gusta” a la hora de enjuiciar incluso un sistema económico?

11) ¿Por qué la palabra “libertad” es un cajón de sastre?

12) ¿Por qué hasta en la equilibrada Alemania manipulan fraudulentamente los alimentos causando daños a la población humana y solo para abaratar costes?

13) ¿Por qué tenemos que ir viendo de “homologar” al infecto régimen chino cuando viene cargado de dinero sucio?

14) ¿Por qué nos fascinan las hojas del rábano mientras otros se comen el fruto?

15) ¿Por qué somos tan idiotas?

En recuerdo de Luis Mariñas

 

 

Luis Mariñas presenta el Telediario 2 del 12/01/1987

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Había luchado desde el centro regional de TVE de su Galicia natal porque España no fuera solo un Madrid con apéndices. Desde otras esquinas del país, otros jóvenes periodistas hacíamos lo mismo. Y, no únicamente eso, también defender el periodismo, casi inventarlo entonces, para lograr una sociedad responsable. Luis Mariñas fue un pionero maravilloso. Ha muerto hoy a los 63 años.

Dicen que las necrológicas se escriben para hablar de uno mismo, de cómo uno “le” conoció, pero puede que sea la única forma de que sepáis lo que sí sabemos quienes le tratamos. Un periodista excelente, y clave en la Transición. Hasta ese punto. Desde un singular “regional” para “19 provincias”, primero, donde se informaba en serio, desde el que se colaban las noticias de toda España en los telediarios nacionales, cuajando una aventura apasionante, también de camaradería. Aprendí mucho en aquella etapa.

 Jefe de Nacional cuando Iñaki Gabilondo ocupó la Dirección de Informativos en un tiempo irrepetible. Director del TD2 con Manuel Campo Vidal presentando, tras el triunfo del PSOE. Le recuerdo, les recuerdo a todos, a gatas, ayudando en mi primer TD3, cuando Eduardo Sotillos, como portavoz, nos contó en directo en el estudio, entrando con el programa comenzado, que el Gobierno había expropiado Rumasa, lo que supuso una gran conmoción. Fue él quien me recomendó para ese puesto, y nunca me lo dijo.

Más telediarios, uno de los periodistas que más tiempo ha estado en pantalla. Luego llegarían las otras cadenas, poner en marcha los informativos de Telecinco, Telemadrid, la vuelta a TVE para iniciar “Los desayunos”, de los que lo echaron malamente.

Noté que algo había cambiado en esta sociedad cuando la gente empezó a confundirlo con “el otro Mariñas”, cuando la zafiedad anuló su recuerdo. No era un periodista más, incluso entrevistó a Sadam Hussein o Gorbachov y moderó uno de los primeros debates electorales entre Felipe González y José María Aznar. González le concedió la primera entrevista televisada tras perder las elecciones y abandonar la Moncloa.

Era enormemente atractivo desde sus ojos azules (que apenas se veían así en cámara), cálido, sensible, progresista, inteligente y culto, irónico, divertido, cautivador, y alguna vez sus fantasmas le vencieron. Ahora estaba bien, llevando una vida sana y esperanzado. Lo cierto es que empieza a doler demasiado ver como amigos y brillantes profesionales desaparecen. Estas edades son muy malas. Y uno se queda un poco tronchado. Aunque con el convencimiento de que hay que aprovechar de la vida cada segundo. Al menos, que alguien recuerde el auténtico valor de Luis Mariñas. Luis, que nadie se confunda.

Dueños de nuestra propia vida

Susan George, presidenta de honor de ATTAC Francia, representa el mundo en el que vivimos en cuatro círculos concéntricos. El más grande, exterior, corteza que condiciona al resto, es la economía financiera (la búsqueda del dinero puro y duro). Le sigue, algo más pequeño, el círculo de la economía real, la que produce bienes y servicios. Más adentro y reducido queda el de la sociedad, y, finalmente, minúsculo en importancia, el planeta. Y yo empiezo a visualizar a las personas en esa tercera división constreñida, vagando ciegas en un sálvese quien pueda. Y es que probablemente uno puede construirse una burbuja en un trapecio, sin ser consciente de su inseguridad, porque no se ve nada más allá. Al menos hasta que la frágil bola de aire explota.

El equilibrio del mundo exigiría que los círculos concéntricos tuvieran exactamente la ubicación contraria. Primero la casa donde habitar, el planeta; después la gente, luego la economía que aporta realidades, y, por último, la entelequia financiera. Sucede justo al revés.

 En Cancún certifican un nuevo paso para seguir destruyendo el medio ambiente, en aras del negocio. Cumbre con tímidos avances, prórroga de negociaciones, «ambiciones», el mismo lenguaje retórico. La especulación financiera adopta un papel mucho más resoluto: dicta las normas a la sociedad, en ausencia o connivencia política. De forma implacable. 

Un banco suizo UBS –quién manda, manda- comenta que los bancos españoles necesitan 70.000 millones de euros y solo “para disipar dudas sobre su solidez”. En Islandia, tras una auténtico calvario, la población decidió en referéndum dejar caer a sus pobrecitos bancos, y ahora su economía está creciendo al 1,2%. Aquí, esos 70.000 millones saldrán de nuestras costillas.

Y hay quien no sabe hasta qué punto. Nuestra eufemísticamente denominada “reforma” laboral -llámale mejor hachazo- aún no es suficiente. Los presidentes del Banco Central Europeo y el Banco de España –dos neoliberales de pro- acaban de reunirse. Trichet pidió “medidas más profundas”. ¿Cuáles? Mencionaron una: “la negociación colectiva”, de la que se había hablado en España pero sin llegar a “reformarla”. Es decir, un siglo de derechos laborales al garete. Empresario y trabajador pactan las condiciones en ausencia de testigos molestos. De echarse a temblar.

Resaltar esta realidad parece que no es suficiente. Abruma. Menos mal que muchos (sí, más de los que pensáis) tienen la televisión para aliviar las penas y sobresaltarse solo con lo que mandan sobresaltarse. El cierre de CNN+ nos deja solo -salvo excepciones aisladas- con trivialidad, basura y ultraderecha. Y es grave. Compruebo, cada día más estupefacta, que una inmensa mayoría de la población española se sienta ante el televisor para engullir lo que le echen. Sin el menor sentido crítico. Cuantos más globitos en la supuesta información, más calidad tiene la cadena. ¿Cuenta la televisión los datos de la actualidad que he reflejado, convenientemente contextualizados como para que la audiencia se entere de lo que sucede? No, vivimos en la era de la desinformación aunque parezca lo contrario. Y es que, a lo peor, la gente se asusta, o se aburre, y en todo caso, dejan de comprar y de ser carne de cañón.

Varias personas me han comentado que tienen “la esperanza de que todo se arreglará”, la crisis, todo. Al preguntarles en qué hechos se basan para ese convencimiento apuntan que  es “su impresión” -¿no será su deseo?- y ese sibilino “así ha sido siempre, el mundo tiene siglos de Historia y siempre se han resuelto los problemas”. Sí, en la Edad Media costó solucionarlos 1.000 años. Creo que, si no se actúa,  no viviremos para verlo.

Esta población acrítica –que tan a fondo se han trabajado los poderes (económico, político y mediático)- es una pesada rémora para intentar algún cambio. Cada uno de los cuatro pilares del caos (poder económico, político, mediático y sociedad acrítica) acarrean una seria responsabilidad en lo que a todos nos sucede. En serio, que papá es un lobo para el niño y hemos de ser dueños de nuestra vida.

Las revelaciones de wikileaks, la desmesurada reacción en su contra porque está dejando en evidencia a los poderes, comienza a abrir una esperanzadora brecha. Ya intentan cerrarla a través de la socorrida contra-información, displicentes habituales, indiferentes y «agobiados de tanto lío«. Esta tarde, numerosas capitales del mundo van a registrar manifestaciones a favor de la libertad de expresión, de que se conozca la verdad como quieren evitar. Algo hay que mover para que la pesada corteza de la economía financiera no termine por ahogarnos. Del todo. Pero sí es cierto que la ingente tarea puede terminar por abrumar y paralizar. Porque para una gran mayoría, hoy también ha comenzado un nuevo día de la marmota. Pero hay entre otros, dos finales opcionales: elige.


¿»Equidistán» es realmente equidistante?

La crisis nos impregna: ha llegado también a la cultura y la evasión. Sobre todo a la evasión. Ramón Muñoz nos cuenta en El País que “Los ‘apocalípticos’ de la recesión se hacen guionistas”. Libros, cine, televisión “se alimentan de las visiones catastrofistas de la crisis” -detalla-, como resulta lógico cuando un tema hace latir –aunque sea poco- a la sociedad. La crisis impregna al periodismo, especialmente al “equidistaní”.

  • En el lado derecho de la balanza tenemos a Glenn Beck:

“La mejor muestra del nuevo filón es el showman y presentador de televisión estadounidense Glenn Beck. Desde su tribuna diaria de Fox News y desde su programa de radio, predice todo tipo de catástrofes si Barack Obama persiste en el proceso de “socialización” de la economía norteamericana que inició su predecesor, George W. Bush…”.

Es decir, a este señor –que pretende “refundar” EEUU, desde las escalinatas de los sueños de Martin Luther King, para conseguir un país ultraliberal sin fisuras- le apoya la poderosísima cadena Fox, el movimiento ultraconservador Tea Party y el ala derecha del Partido Republicano.

  • En el plato izquierdo –según el artículo-, está Michael Ruppert…

“Un antiguo policía de narcóticos de Los Ángeles, ha saltado a la fama por sus predicciones catastrofistas”. “Adivinó” todo lo que no veían supuestamente los economistas. “Así, Ruppert aparece en una conferencia en 2006 advirtiendo a la gente que no se endeudara, ni contratara hipotecas porque estaba a punto de estallar una gran burbuja inmobiliaria, como efectivamente sucedió dos años después con la crisis de las subprime. También anticipó la quiebra del sistema financiero y los rescates multimillonarios de 2008 (la siguiente en caer será la propia Reserva Federal, según su vaticinio)”.

Lo peor es que “Ruppert da una imagen de paranoico, fumando compulsivamente, e incluso llorando cuando relata los estragos de la catástrofe que está por llegar”. A su documental “Colapso” parece que le apoya el fervor popular.

  • Y flotando por el aire, a ver si se decide a depositarse en el plato izquierdo, a Michael Moore:

“Con más oficio de agorero profesional pero mucho menos auténtico, el director Michael Moore ha vuelto a la carga con “Capitalismo, una historia de amor” en el que pone el dedo acusador en los grandes magnates financieros que, servidos por sus políticos títeres, han causado la crisis y ahora cargan las consecuencias sobre la clase media, que sufre en sus carnes cómo cada día se destruyen 14.000 empleos o hay 7,5 desahucios por minuto”.

Moore sin embargo cobra por su trabajo. Y eso está muy feo en alguien de izquierdas ¿o no es de izquierdas?:

“Con la demagogia que caracteriza a este histriónico director, millonario gracias al sistema que denuncia -cobra 3.000 dólares por entrevista-, el documental denuncia cómo la aristocracia de Wall Street obtuvo mediante el miedo y los sobornos que el Gobierno saliera a su rescate con 800.000 millones de dólares (623.883 millones de euros)”.

A mí, en este análisis y así, a bote pronto, me faltan dos libros fundamentales: “La doctrina del shock” de Naomi Klein (aunque sea de 2007 mantiene su vigencia) y “Su crisis, nuestras soluciones” de Susan George. A mí en este análisis, me faltan… datos, proporcionados por expertos. O, al menos, una comprobación y constatación de lo que realmente ha sucedido en el mundo con la crisis, qué afirmaciones de los autores citados son hechos constatables y qué opiniones. Quién apoya a quién en todos los casos, y cuánto cobra cada cual en dinero o en especie.

Sin acritud hacia el autor de este artículo que no es sino una muestra más del actual periodismo –e incluso más elaborada que otras-, me limito a mostrar la peligrosa vigencia de la “equidastania”. La mesa puesta para que uno se sirva al gusto. Aunque ¿de verdad “Equidistán” es equidistante?

Por cierto, aquí está en acción Glenn Beck y hablando de España con un español. No es nada histriónico ni demagogo.

Los ciudadanos que amaban las tramas escandalosas

Italia vive un par de escándalos más en esa interminable saga que dirige Silvio Berlusconi. Aldo Brancher se ha visto obligado a dimitir de su cargo de ministro “de nada” para el que fue nombrado 17 días antes por su amigo el presidente. Este ex sacerdote, que en su día hizo votos de castidad y pobreza, es hoy dirigente de Fininvest, el holding de Silvio Berlusconi, y está casado. Tenía que enfrentarse a juicio en Milán por apropiación indebida de un millón de euros en el intento de compra del Banco Antonveneta. Y su colega le introdujo en el gobierno, sin cometido, para que dispusiera de inmunidad. El juicio siguió pese a todo. Ahora ha dimitido, en una emotiva escenificación ante el magistrado, al parecer para lograr la reducción de un tercio de su pena, caso de ser condenado.

Italia se enfrenta también a la llamada “ley mordaza” que va a comenzar a tramitarse. Con la nueva legislación se restringirá al mínimo la realización de escuchas telefónicas y su difusión en la prensa bajo penas de cárcel para los periodistas. Se están produciendo numerosas manifestaciones de protesta, pero “Il Cavaliere” continúa su marcha imperturbable contra los derechos democráticos que le garantice impunidad –para él ,y sus amigos y colaboradores- y la salvaguarda de ¡el negocio!

¿Cómo puede estar sucediendo todo esto en Italia? En España una de las imputaciones a Garzón es por la denuncia de Correa al habérsele practicado escuchas, autorizadas por el juez y avaladas por otro magistrado, Antonio Pedreira. El Tribunal Supremo, como sabéis, admitió a trámite esa demanda del presunto cabecilla de Gürtel. Más aún, ese ciclón democrático conocido como Manuel Fraga, dijo ayer que “Garzón debía estar lo más lejos posible de España”.  A mí  me resulta penoso vivir sin Garzón en España, con Fraga en las antípodas lo haría encantada.

El reencuentro con un amigo francés que lleva una década sin vivir en España, ha propiciado que contestara a sus preguntas sobre la actualidad de nuestro país que él sigue aunque no al detalle. Para mi amigo la trama Gürtel se vinculaba sólo a Valencia. Le fui relatando todo desde lo más trivial: cómo el sastre tomaba medidas para los trajes en el Hotel Ritz donde el President se alojaba, la exigencia de que le fueran traídas trabillas italianas imprescindibles para su atuendo. Seguimos por la Comunidad de Madrid, por el asunto del espionaje a miembros del PP por agentes relacionados con el propio gobierno regional del mismo partido –porque ese espionaje sí se ha producido al margen del largo proceso de imputación de responsabilidades- , los ceses fulminantes a quien contraviene los postulados de la Presidencia. Pasamos a Baleares. Nada le extrañó de Matas. Apenas supe darle detalles del estado de las investigaciones en Castilla León o Galicia.

-¿Y siguen con mayoría absoluta? –preguntaba él, tras haberme escuchado entre risas, asombro y preocupación-.

Así es, en efecto. aumentándola. Un par de ministros franceses han dimitido por asuntos turbios, pero sintetizar lo que ocurre en España a un extranjero ávido de ponerse al día -con la corrupción, la economía sumergida, o un neonazi mantenido en su cargo de policía-, produce auténtico sonrojo.

   Y el goteo prosigue sin pausa. Hoy en Alicante, pringados hasta las pestañas, es demasiada presunción creer en la inocencia de estas auténticas cataras del Niágara de la corrupción. Y eso si que «atenta contra lo más sagrado» que tanto le gusta exgrimir al máximo líder del PP Mariano Rajoy cuando saca a pasear su discurso mogigato y conservador. «Lo más sagrado» es el dinero y la confianza de los ciudadanos. Para un político al menos que, simplemente, es su represante. Y no «para forrarse» a su costa. 

Berlusconi es un producto del fracaso de la política, del que cada vez se ven más ejemplos. ¿Cómo es posible que el vibrante pueblo italiano tolere sus atropellos en nombre de un más que dudoso uso de la democracia? Probablemente es porque buena parte de la sociedad está anestesiada con la televisión de “Il Cavaliere”. Pero Belén Esteban es también “hija de Berlusconi”, como lo es “la Patiño” y una larga lista. No sé si en Italia disponen también de esas televisiones ultrafascistas que han propiciado los poderes públicos del PP en la TDT. La deriva hacia la involución en ambos países mediterráneos es similar. Y tampoco consuela mirar hacia esa UE azul de Barroso, y casi hacia ninguna parte. En realidad, preguntada por quién en España representa una ilusión, una salida en política, no se ve a ningún cabeza de lista, ni a la mayoría de las cùpulas. ¿Qué hacer?

Causa o vehiculo, la ciudadanía parece asistir al cruel escenario donde se juega su futuro como a un espectáculo que puede apagar e irse a dormir. Una ágil trama hasta con escándalos que le entretienen. Lo he dicho más de una vez -al punto de parafrasear títulos de lo que escribo-, resulta aterradora la confusión entre realidad y ficción que tiene hoy la sociedad. Los escándalos no se cuentan para amenizar el ocio del personal y qué diga: “jo, qué barbaridad”. Están sucediendo, son hechos, y les afectan.

  Los alemanes explicaron que ellos «no se enteraron bien» de lo que estaba pasando cuando Hitler empezó a actúar, tras haber sido elegido en las urnas. Y eso que no disponía de la televisión como arma. Pero el programa «lúdico» que nos es ofrecido, no se elabora solo, hay guionistas, directores, productores… y consumidores. Y esto no pinta como comedia, va camino de tragedia. Más aún, es absolutamente previsible, porque calca su trama una y otra vez, y a lo sumo introduce más elementos desestabilizadores. Y no podemos cambiar de canal, no podremos cuando los sicarios llamen a la puerta de cada cuál. 

No sé, los franceses se tiraron a la calle a la semana de contarles que prolongaban la jubilación de los 60 a los 62 años (¡qué cosas les hacen a los frances, eh¡). No servirá de nada. La oposición casi absoluta a la guerra de Irak en España no sirvió para que parase la invasión, y su artífice más cercano, Aznar, sigue pontificando allá donde le parece. Entonces ¿no hacemos nada?

(Por cierto, no soy responsable ni cobro nada por la publicidad que me han metido sin consultarme por alojarme gratis el blog, voy a tratar de solucionarlo)

Hes loke ay

«Ezo mizmo digo yo» titula www.microsiervos.com (donde lo he encontrado) que añade: «enviar su perla de sabiduría le costó 1,39€».

Y yo recuerdo a mi padre diciendo: «Donde no hay mata, no hay patata«. Cuánta razón tenía. Es lo que hay.

Como apunta, sagaz, Flashman en los comentarios, la televisión era ¡Intereconomía! esa joya que nos regala Esperanza Aguirre.

TDT: la televisión que quería parecerse a Internet

La televisión analógica ha muerto y hemos dado un gran salto tecnológico: la TDT, televisión digital terrestre, o Televisión De Todos, como gustan de llamarla. Los congregados en el Ministerio de Industria para ser testigos del hecho escuchamos a diversos conferenciantes –en su mayoría de empresas privadas que habían participado en el proyecto- comparar el hito con el propio nacimiento de la televisión. Es verdad que la señal llega con mayor calidad, que España ha sido pionera en cumplir el mandato de la UE y que, al terminar dos años antes que los demás, puede exportar su experiencia y conocimientos a otros países, dando negocio a esas empresas y desarrollando tecnología que nunca viene mal. Un juego de millones se ha barajado que excede a mis neuronas poco dadas a los números. Pero, si había que hacerlo, mejor que haya sido pronto y con buenos resultados. Ahora bien, de ahí a considerar una modificación del medio en el que se percibe el mensaje como equiparable al día en el que, de la “nada”, surgió una imagen viva y en movimiento, con sonido, que cruzaba el aire para ser percibida allí donde se encontrara un receptor, va un abismo.

Una a veces se siente como en tierra de nadie. Dediqué mi vida profesional a la televisión fundamentalmente y ahora la siento como un cuerpo extraño. Ni la siento en realidad, es algo ajeno a mí. Vi a los actores de la transformación tecnológica muy contentos -con razón sin duda-, y alguien habló de que en realidad se había cambiado el modelo audiovisual. Eso es cierto y lo que más me preocupa. De hecho, el presidente de Telecinco y de las cadenas privadas, rompió de alguna forma la tónica de autoparabienes para decirle al ministro que quedaban por ahí algunas cosillas pendientes. Aún me alarmé más.

Fueron muchos quienes se dirigieron al auditorio, con protocolarios “excelentísimas autoridades” o “querido ministro”, mientras revoloteaban cámaras, fotógrafos y la nueva generación de informadores. No vi a ninguno twitear la sesión, o usar ordenador de nin´gún tipo. Aquello era televisión en estado puro, es decir: pasado. Un mundo que vive ajeno a la realidad. Tan sólo la intuye. Por eso la televisión quiere parecerse a Internet. Todo lo que ofrece la TDT está ya en la Red. Ese gran avance de la interactividad que llegará, vaya por dios, “en el futuro”, consiste en poder comprar billetes de avión por ejemplo, o participar en encuestas. Incluso en adaptar la programación al gusto del consumidor: Internet, en una palabra. Con grandes limitaciones.

Andaba por allí Rodolfo Martín Villa, el histórico político de UCD, a la sazón Presidente de Sogecable. Y no en loor de multitudes. La conversación que mantuvimos a mi iniciativa me resultó enormemente divertida. Comenzó él con las congratulaciones por el cambio “histórico”, pero le hice ver la gran diferencia entre la llegada de la televisión en 1956, el cambio sociológico que supuso y la TDT, que no va implicar ninguno.

-Lo importante son los contenidos y ahí no veo avance alguno, sino todo lo contrario. El “nuevo modelo audiovisual” se limita a que tres cuatro grupos mediáticos difundan el mismo mensaje y cada vez con menor entidad- aventuré.

-Ya, es lo que pide la audiencia.- dijo él.

-El dinero- contesté de forma aplastante, aunque con perenne sonrisa.

-Bueno, sí, la publicidad.

-El dinero- seguí yo.

Bueno, sí el dinero- concedió él. De todos modos –continúo conciliador- tendemos a pensar que todo tiempo pasado fue mejor.

-Yo no. Solo tenemos presente y la promesa de un futuro incierto. Del pasado valoro lo que efectivamente fue mejor. Aquellos tiempos de UCD, cuando yo comencé, en el que se buscaba dar información a la sociedad y no publicitar las opiniones de los partidos, donde un ministro tenía que ganarse su aparición en la tele por producir una noticia.

Martín Villa siguió pensando que estaba ante una nostálgica del pasado. Entonces le conté mi papel activo en Internet. La diferencia entre el acto que acabábamos de presenciar y el Congreso de internautas en Huesca., totalmente conectado entre sí y con la realidad. Le vi muy sorprendido. Pero entonces llamaron para una foto. Apenas conocía a nadie. Al ministro, por supuesto. A Manuel Campo Vidal que sí contribuyó a generar el avance de la televisión. A un señor que desde un oscuro papel en TVE y con una pésima profesionalidad, supo arrimarse a la sardina del PP para prosperar -ni más ni menos que tantos otros hicieron con los partidos-. A dos conductores de “debates” de Veo (la cadena de El Mundo). Me quedé fuera.

El “Nuevo Modelo Audiovisual” deja en manos de los grupos iniciales, Antena 3 y Telecinco, todo el peso de la televisión en España tras las fusiones con las apuestas ¿fallidas? de Cuatro y La Sexta. Con una TVE adelgazada, incluso por su voluntaria dieta. Con las concesiones autonómicas en las que ha primado la voluntad de Esperanza Aguirre dando un gran peso de la ultraderecha. Apenas media docena de programas, siendo benévola –Informe Semanal a razón de cuatro temas por semana o el “Hoy” de Iñaki Gabilondo y alguno más- nos contarán las noticias con profundidad y elementos de juicio. No sé si algún programa apuesta por el entretenimiento de calidad. Muy pocos.

Analógica o digital, la televisión muere y está poblada de esos “Otros” de Amenábar que no saben que han muerto, como recordaba en Huesca Montserrat Domínguez. Quieren echar a los vivos. En inútil tarea. Eduardo Punset, un hombre inteligente -y libre sobre todo-, está advirtiendo estos días seriamente sobre los intentos de control de Internet, argumentando lo irracional de la tarea: «Hay una tendencia a considerar Internet propiedad del Estado que tenemos que evitar». A ello se aplican casi todos los gobiernos occidentales… defensores a ultranza de la Industria. Privada por supuesto. Donde manda patrón, no manda marinero. Pero ¿por qué se muestran tan felices?

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