Orgullosos de ser machistas

El machismo asiste a un patente rearme. Las corrientes ultraderechistas en boga han venido a darles el soporte que les refuerza. Algunos lo sienten como una liberación. «Por fin no tienen que pedir perdón por ser hombres», proclaman satisfechos. Se sienten hermanados con los machistas de la Tierra, potentes para emprender la reconquista de un terreno que nunca debió dejar de pertenecerles (de hecho les sigue perteneciendo). Por eso, votarán, dicen, a quienes defienden sus derechos frente a lo que llaman «ideología de género».

El problema, evidentemente, no es ser hombre, sino cómo se es hombre y cómo se organiza la sociedad jerárquicamente con su supremacía. Supremacía innegable, corroborada en datos abrumadores. Y en la que basta mirar los órganos de decisión para constatar la falta de paridad. Vean quienes se ocupan de la energía solar fotovoltaica en Euskadi, en un acto de ayer mismo.

Lorena Fernández

@loretahur

Presentación ayer del modelo de transición energética en Euskadi. Se les ha colado una mujer. Que alguien la quite, por favor, que estropea la foto.

Deben estar transicionando al Paleolítico Superior…

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Hagamos la salvedad de que ni el machismo ni la ultraderecha que lo alberga han nacido ahora. Estaban ya y han salido a la luz «sin complejos». Repartiéndose por siglas. Quisimos creer, diré quise, que algo se había logrado al ver algunos avances, algunas mujeres en puestos decisivos, pero el machismo se resiste a los cambios y se fortalece como está ocurriendo ahora.

La gran revolución de las mujeres que saltó consolidada este 2018, masiva, heterogénea en su forma y homogénea en sus objetivos, ha despertado temores en los machistas y la decidida voluntad de atacar al feminismo. Los factores que influyen son múltiples, sin duda cuentan los socioeconómicos como parte fundamental, pero deberíamos fijarnos también en los psicológicos y educacionales porque en todos estos elementos está la raíz.

La violencia contra la mujer es un hecho. Los hombres asesinan mujeres, por ser mujeres y por considerarlas «suyas». Ninguna sociedad sana lo toleraría y ocurre sin mayor problema. El machismo mata, pero, como dice la escritora y abogada feminista Violeta Assiego, «antes de asesinar menosprecia, insulta, empuja, golpea y agrede física, psicológica y sexualmente. Negar esto y hacer con ello un programa político también es violencia machista». Lo es.

Ocurre en todas partes y cada día. Chicas a las que el novio castiga confinándolas en un zulo, médicos que diagnostican por escrito que la paciente «está mal follada». Y más allá, niñas a las que  planchan el pecho con una piedra caliente para evitar que despierten el deseo en los hombres. La práctica ha llegado ya al Reino Unido. Cuánto miedo debe haber para llegar a esos traumatismos. Cuánta aberración para planchar y cortar atributos femeninos, para tapar y abrir el objeto de uso en función de los deseos masculinos. Cuanto ensañamiento como humillación.

«La masculinidad no es una característica que se posea de forma estable, sino que es algo que se pone en duda continuamente y que por tanto tiene que ser demostrada y reafirmada de forma constante». Esta idea clave la expone Mónica Alario Gavilán, filóloga y experta en estudios de género. En un artículo de Público que trae otro alarmante dato: desde 2016, cuando atacó en Pamplona ‘la manada’, se han producido 89 violaciones en grupo,  según recoge Feminicidio.net.  Que se sepa. Es una forma extrema de reafirmar su concepto de la masculinidad. De ahí, que graben las agresiones y las publiquen.

Muchos hombres han comprendido ya el problema. Incluso se han sorprendido de lo que tanto nos quejamos y no prestaron atención. Porque no escuchaban, era como oír llover. Se duelen de no haber estado atentos a los grandes y pequeños agravios del machismo de todos los días. No está siendo inútil hablarlo. Pero el machismo de raza no da tregua y se rearma al menor descuido.

La masculinidad. Hay que demostrarla de forma constante. Como si fuera la presunción de una carencia. Esa absurda magnificación del pene, el combate por su longitud en la más variopinta discusión. Aunque se esté debatiendo sobre una partida de parchís hay quien menciona el triunfo de «quién la tiene más larga». Los remilgos vienen definidos por el uso del papel de fumar para manipular el órgano masculino. Son tópicos, pero reveladores.

Es cierto que al hombre se le vino educando de manera diferente a las mujeres. Pero los seres maduros reelaboran lo aprendido y rechazan predominios injustificados y más cuando se basan en el daño de otra persona. El modelo exigía fortaleza como condición indispensable. Condenaba casi la sensibilidad, desde luego el llanto -tan espontánea y humana reacción- como debilidad que el macho no se podía permitir. Expresar la tristeza ha sido entendido como un fracaso que merma la autoestima. Algo ha cambiado aunque no lo suficiente. Una tarea urgente es dejar de enseñar estos estereotipos a los niños.

Probablemente, este rebrote del machismo nace de la inseguridad. La de ver cuestionados valores que consideraban inamovibles. Y la propia incertidumbre de quien ha de ser fuerte y superior por obligación, en la titánica tarea de lo imposible. Y además demostrarlo permanentemente, frente a la mujer primero, y también a sus competidores varones.

En 1991 se publicó un libro, Ser hombre, en la Editorial Kairós, que abordaba el tema de la masculinidad con realismo y apertura de miras. Los hombres debían adaptarse a un tiempo que empezaba a querer ser entre iguales, con las mujeres. Autores de la talla de Carl G. Jung, Henry Miller, Norman Mailer, Hermann Hesse, Franz Kafka, César Vallejo y otros, todo hombres, algunos enormemente machistas, trataban el tema. Los temas. La competitividad, el miedo, la cólera, la pena, el éxito, el trabajo, temor al envejecimiento,  la mujer. Hablaban de la mujer, del miedo a la mujer. El escritor Henry Miller decía: «Empiezo colocando a las mujeres sobre un pedestal, idealizándolas, y luego las aniquilo»Cuánta lejanía e inmadurez implica, además de la evidente violencia.

A través de un compendio variado, signos de notable desconocimiento e incomunicación que hay que resolver con sus antídotos: hablar y saber. En aquel  libro, y en cualquier lógica, se concluye que no hay un mito de la masculinidad profunda, sino múltiples caminos para ser hombre. Y eso es lo que deberíamos entender. Para abordar todas las reflexiones pendientes.

Y las soluciones. Porque las mujeres somos la mitad de la población y con los mismos derechos que la otra media. Y no cabe ni una agresión más, ni un menosprecio, ni una duda al respecto. Algo que es capaz de entender cualquier mente, salvo aquellas que sufren la dificultad insuperable de abrirse y aprender cualquier idea. Las manadas del machismo envanecido, arrogante, soberbio, ufano, caminan seguras. Las encontramos a espuertas en cualquier programa de cualquier tipo.

¿Y cómo os las apañabais los periodistas sin gabinetes de prensa?

La pregunta nos hizo soltar un respingo a algunas periodistas del auditorio. Un veterano colega presenta una novela sobre un caso policial y una compañera, algo más joven, la formula, asombrada de que se pudiera trabajar en esto sin contar con la ayuda de las oficinas que dan las noticias mascadas y a su gusto. El aludido respondió que hablando con los jueces, abogados y fiscales, con la policía, los testigos. Algo más laborioso es ese procedimiento. Era José Yoldi, uno de los grandes especialistas en Tribunales desde El País, antes de que lo echaran en aquellos EREs tan selectivos.

En los lejanos tiempos de la conquista del salvaje Oeste informativo lo hacíamos así. Buscando y elaborando la propia noticia. No quiero ni pensar cómo lo lograrían los grandes pioneros y pioneras del Siglo XIX y XX. Lo complicado que debía ser aguardar la llegada de las diligencias con las notas de prensa, mientras se descifraban las señales de humo en la lontananza.

El sarcasmo solo intenta paliar la preocupación. Hoy es un día repleto de noticias. De nuevo. Cuesta elegir la prioritaria. Y me inclino a escribir de esa base importante para todo: la información. Tenerla o no tenerla para actuar en consecuencia. No voy a hablar tanto del periodismo como de la sociedad, del derecho a la información de los ciudadanos y del deber de informarse para no lastrar el bien común.

Los signos alarmantes crecen. Cambian los medios, pero no debería hacerlo el relato de los hechos que nos afectan. Se extiende la idea de que los medios digitales están marcando la agenda informativa. Lo hablamos en una mesa redonda, junto a profesionales solventes. Nuevos medios, nuevo periodismo. No, es el mismo. El que tampoco espera que la Universidad Rey Juan Carlos envíe una nota de prensa contando el fraude –en trance de lavado- de los Másteres. O que esos partidos pringados de corrupción hagan llegar a prensa, radio y televisiones los zancochos que han hecho sus políticos en el erario. Y toda la larga lista que conocen.

Ahora también hay que investigar, comprobar, elaborar, difundir las noticias. Especialmente las que no interesa al poder que sean conocidas. De ahí, las trabas y las represalias. Como ha ocurrido en concreto en el caso del Máster de Cifuentes con Raquel Ejerique e Ignacio Escolar a quienes piden cinco años de cárcel, como no debemos cansarnos de insistir.

Un factor decisivo desde la crisis de las grandes cabeceras es la poderosa presencia del poder económico en los medios, se reiteró en la sesión precisamente. Ciertas portadas, ciertos programas causan auténticos sobresaltos. Esa tendenciosidad está provocada más por un factor económico que ideológico, mantenía Jesús Maraña de Infolibre. Por no separar la opinión de la información, por hacer pasar la opinión como noticias, añado. El periodismo no puede ser independiente con la presión de esos poderes. Ni con las dádivas de la llamada publicidad institucional, tan opaca, con la que han venido premiando o castigando líneas editoriales. Los gobiernos la emplean en teoría para comunicar a los ciudadanos lo que hacen y ofrecen. Seguro que lograrían incluso mayor eficacia con más rigor en ese gasto.

Lo preocupante es que se dan demasiadas desviaciones por asumidas. La Asociación de la Prensa de Madrid anda haciendo ahora mismo la encuesta para su Informe Anual de la Profesión periodística y cada año son más alarmantes las preguntas. En el de 2016, el 75 % de los periodistas admitía ceder a las «presiones» y el 57 % que se autocensura. Es ya un clásico en el estudio. ¿Se puede así confiar en lo que publican?  Imaginemos que se dijera lo mismo en la cadena alimentaria. Que el 75% de los procesadores confesaran que ceden si sus jefes les piden meter gato por liebre en los productos, en todas sus acepciones. Las manipulaciones informativas causan mucho más daño a veces que una gastroenteritis.

La APM preguntaba también sobre las noticias patrocinadas. Pues verá es que no son noticias. Admitamos que podría darse, remotamente, en otros productos, pero ¿en las noticias?

Han introducido preguntas sobre las tertulias, creo que no era habitual. Y tiene porqué.

Jesús Maraña y Jesús Cintora desplegaron en este coloquio argumentos de una altura que no pueden expresar en las tertulias televisivas. Las interrupciones de la otra esquina del cuadrilátero lo impiden. Porque están ahí para eso, para dar espectáculo. Yo no las veo ya. La audiencia progresista cree, sin embargo, que deben acudir a esos programas para dar el contrapunto a las voces histriónicas. “No pueden hablar ellos solos”, argumentan. Pero no están en igualdad de condiciones.  Nunca lo está la verdad y la mentira. Otra cosa es -y muy enriquecedora- la confrontación de opiniones diversas, sobre una base de verdad.

El poder de la televisión como fábrica de fama es incuestionable y decisivo. Hasta los auditorios más comprometidos socialmente se dejan subyugar por los informadores que salen en la tele. A cualquier parte que vaya, lo veo.  “Muchos de los grandes periodistas de investigación no están en las tertulias y no son famosos”, asegura el muy popular periodista Jesús Cintora. Y es así. Entre lo que vende la fama y compra la audiencia se cuelan monstruos devastadores. Salir en la tele no puede ser considerado un baremo de calidad.

Uno de los grandes cambios de la comunicación hoy es la respuesta inmediata de la audiencia, el feedback, el haber incorporado a los lectores a las noticias. Lo resaltaba Edurne Arbeloa de Cuatro. Y Cris Peñamarín del Consejo Editorial de CTXT. La charla directa aún aporta más conocimiento mutuo. Y pocos auditorios más auténticos que el  Ateneo Republicano de Vallecas, Madrid, donde estuvimos el jueves.

Piden pedagogía para que cada vez más gente se informe con rigor. Y no se trata de eso. Empiezan a sonarme mal desde el lado emisor hasta las invitaciones para cautivar a la audiencia. Y ahí está el quid de la cuestión. Lo que importa es la información y debería bastar, si es rigurosa y atractiva en su presentación dentro de ese rigor. ¿Qué está pasando para que un país con tantos problemas, con tantos asuntos por resolver se vuelque en leer estos temas?

Y gracias que no sean las proclamas de propaganda política y económica de buena parte de los medios. La peor desinformación es la que exacerba los instintos primarios con malas artes: la demagogia, una pura degeneración de la democracia que ha perdido su sentido de tanto usarla.

Hay una sociedad desvalida ante la desinformación, el espectáculo, la banalidad. A veces esas píldoras son más peligrosas que un grueso gazapo manipulador. Pero el receptor tiene su responsabilidad en la elección. Vivimos una época de buscar  auto justificación a errores de grueso calibre. Lo detallaba sin cortapisas Carlos Hernández. Y de elogio de la ignorancia, en algunos casos de apología de la ignorancia. Vivimos en un #MeToo diario de ofensas a las mujeres, a los colectivos más vulnerables, a la justicia, a la decencia, a la cordura.

Necesitamos el periodismo. Todos, los periodistas también. El escenario está cambiando mucho. Lo hará más.  Y no está en crisis como tal periodismo. Lo lastran una serie de vicios que no veo en trance de desaparecer sino de acrecentarse. En las audiencias también.

“La revolución tecnológica no ha transformado la esencia de nuestro oficio. Solo nos ha dado mejores herramientas. Algoritmos para analizar grandes bases de datos y transformar la información en conocimiento”, decía Ignacio Escolar al recoger el Premio Excelencia Gabriel García Márquez 2018. Y añadía: “El trabajo periodístico, cuando es honesto y riguroso, es un gran servicio público». Estamos de acuerdo. La objetividad matemática no existe. Toda selección tiene algo de subjetiva. Nos equivocamos como todo el mundo. Aspiramos a la honestidad. Y un gran número de ciudadanos la reconoce.

Los fuegos que arden, muchos, son más fáciles de apagar y revertir con el conocimiento, con la información.

La mano que mece la publicidad institucional

Producen auténtica estupefacción las evoluciones del Partido Popular para sustituir la figura de su presidencia, sin cambiar nada. El PP ha apostado por la continuidad, intensificando su derechización. Las mismas o mayores mentiras, la cara de aquí no pasa nada con la corrupción que les echó de La Moncloa o el descomunal inflado de militantes.  Los candidatos han tenido el descaro de presentar como avales de triunfo hasta a exministros reprobados o tocados al máximo como José Manuel Soria, en el caso de Pablo Casado.

Más aún, los discursos al inicio de su Congreso han mostrado un PP profundamente airado y soberbio. El ideario común ofrece un Partido Popular que considera ilegitimo el voto de millones de personas a partidos democráticos cuyo ideario no comparte. El poder les pertenece por derecho y se lo han robado.  Cospedal, la secretaria general saliente, ha llegado a calificar de «felonía», traición, la moción de censura de Pedro Sánchez «destructiva». Todo es ETA ya. Hasta Sáenz de Santamaría para Pablo Casado.

Les han echado de La Moncloa pero no de todo el poder. Cualquier ciudadano que use su cabeza deducirá que los grados de corrupción de las instituciones a los que ha llegado España hubieran sido imposibles sin complicidades de peso. Desde luego un periodismo vigilante  -que masivamente cumpliera su función-  lo hubiera denunciado con contudencia.

Bien caro nos costó. El PP usó profusamente el dinero de nuestros impuestos para beneficiar, de forma desproporcionada y arbitraria, a medios que defienden su modelo. Corrupción incluida, se diría. La publicidad institucional repartida por la actual presidenta del Congreso Ana Pastor cuando era titular de Fomento, da buena prueba de ello. Benefició en particular a Losantos, La Razón, ABC y El Mundo. Y de la actitud: han tenido que revelar los datos a petición de eldiario.es y forzados por sentencia judicial.

Y ahí andamos porque para buena parte de los medios convencionales los auténticos enemigos son quienes quieren limpiar la putrefacción que nos anega. No hay parangón entre la virulencia que despliegan contra todo lo que no sea derecha o bipartidismo clásico que contra los corruptos incluso.

No es solo cuestión de ayudar a la subsistencia de los amigos, las contrapartidas a estas subvenciones tienen una decisiva influencia sobre la sociedad.  Hurtar  o manipular noticias priva a los ciudadanos del derecho a la información y fomenta creencias erróneas.

El trabajo de muchos periodistas ha ido descubriendo datos de esta prebenda en forma de la llamada eufemísticamente “publicidad institucional”. Es una larga cadena que incluye la administración central con todos sus ministerios, organismos y ramificaciones, se expande por autonomías, ayuntamientos y todo tipo de corporaciones locales y también internacionales. Por supuesto, no ha sido solo el PP quien ha incurrido en esta práctica. Es un capítulo a revisar profundamente.

En un trabajo anterior, hace dos años, vimos las distintas regalías de Ana Botella o Esperanza Aguirre en Madrid –comprueben el tratamiento recibido por ellas y el dispensando a Manuela Carmena-. Y de otras autonomías y ministerios. Ana Mato, condenada expresamente en Gürtel, favoreció a medios afines de forma desorbitada  al frente de Sanidad, Igualdad y Asuntos Sociales. La Gaceta de Intereconomía (que llegó a cerrar por falta de ventas) y La Razón, el periódico menos leído de los nacionales, obtuvieron hasta 27 veces más publicidad que 20 Minutos y El País, que eran entonces los de mayor tirada.

Portada de La Razón

ABC y La Razón han venido presentado a Rajoy como un aguerrido líder, mientras atacaban ponzoñosamente a sus rivales políticos. La prensa no debería tener rivales políticos, pero en España los tiene dada su implicación.

2013, apoyando a Ignacio González
2013, apoyando a Ignacio González

La hemeroteca guarda portadas especialmente hirientes. Como la de ABC en la que nos vendían las excelencias del equipo ejemplar del PP de Madrid. Si habrán cambiado poco las cosas que Casado nos ofertó otro Team bien similar.

Las televisiones y radios de los grandes consorcios se han comportado de forma similar. Marcando a quién odiar, y a quién salvar. A menudo, en contra de los intereses de los ciudadanos que, sin embargo, “compran” dolorosamente los mensajes como vienen y los difunden.

La pública, RTVE, ha sido en manos del PP de Rajoy, sigue siendo hoy aún, una fábrica de esconder información y manipularla. Cientos de denuncias de los consejos de informativos lo certifican. «El Telediario de TVE ha contado, transcurridos 10 minutos desde su inicio, que el PP ha sido encausado por la destrucción de los ordenadores de Bárcenas, aunque no contenían información relevante”. 1 de Diciembre de 2017, escribí, una vez más. De esta forma, más de dos millones de televidentes de cada edición se hacían una idea completamente distinta a la real.

El PP está roto, derechizado, furioso, infectado… vivo. Como demuestra el camino mediático surcado estos días. Está vigoroso todo el engranaje. La Audiencia Nacional va a investigar, nos dicen, las grabaciones de Corinna zu Sayn-Wittgenstein al Rey Juan Carlos I, anterior Jefe del Estado.  Algo que produce –a mí al menos- una sensación ambivalente. De un lado la necesidad de indagar si existen responsabilidades por un uso fraudulento de nuestro dinero, si lo hubiere. Por este sistema que termina creando redes de impunidad en la que todos actúan de testaferros. Del otro (por así decirlo), el origen mediático de la filtración que la tizna gravemente. La cautela ante lo que no termina de cambiar.

La cuerda floja, entre aciertos y errores, puede romperse en cualquier dirección. O no, si se sustituye por un soporte sólido.

*Publicado en eldiarioes 20/07/2018 – 

Libertad de difamación y de extorsión

No se puede negar que el cambio de gobierno ha supuesto un terremoto. Aun aguardando ver materializarse las medidas anunciadas, muestra un cambio notable en la poza de corrupción y retroceso en la que hemos vivido.  Pero esa podredumbre sigue ahí, no hemos salido, y persiste en su actitud como las arenas movedizas que succionan y empujan hacia el fondo.

RTVE ha sido la prueba. Las casualidades apenas caben en tema tan serio y menos por parejas. Podría ser pero suena especialmente raro. En todo caso, utilizable. Aviso a navegantes. Ya redoblan, por supuesto, las alusiones a la “fragilidad parlamentaria” de Pedro Sánchez, en busca de la profecía autocumplida.  El gobierno podría caer, por más “despistes” de estos o de otros. Ésa es la clave.

Curiosamente, ocurre con un PP al que el impacto de su expulsión del gobierno -por la sentencia de la Gürtel-  ha dejado con todo su hedor al aire. En su línea, caminan tiesos y perfumados como si nada ocurriera, pero los navajazos entre las distintas facciones rasgan el aire. Completan el cuadro sus militantes de quita y pon y su competición por la derecha de la derecha.

Los Ciudadanos de Albert Rivera hacen cabriolas cada vez más estentóreas siquiera para que se les vea. También a ellos los ha desplazado el nuevo gobierno, de ministras y ministros con peso propio, y un tono del siglo XXI.  Con apoyos parlamentarios de progreso. Para una mayoría de ciudadanos que aspiran a ver sus problemas resueltos y que no participan del soez sostén de las tramas que nos invaden.

RTVE era la clave, quién no los iba a decir. Ni Defensa con su costoso armamento siquiera. En la que dicen nefasta gestación del Consejo, metieron la cuchara para agitar las aguas muchos más de los que parece. Y la alucinante campaña de desprestigio para derribar a los candidatos brinda todo un tratado de las formas que imperan en este país. Merece la pena analizarlo como fenómeno en sí mismo, como muestra del modus operandi.

En España funciona algo que no tiene que ver con la libertad de expresión: es la libertad de difamación y de extorsión. Le pasó desde al Juez Castro a los denunciantes de la Gürtel, y a cualquiera que tuerza mínimamente su posición dominante. Y en impunidad. Una especie de Omertá cuajada de silencios. Se da por aceptado que, a quien le toca, le tocó. Siempre a los mismos, con preferencia a las mismas. Mencionar ciertos temas es como pinchar en un nido de avispas.

Son ataques destinados a destruir el honor de las personas a quienes contemplan como obstáculos. El problema no es solo el PP, es todo el entramado que rige en España. Que se siente incómodo con el nuevo gobierno y sus apoyos. O solo con sus apoyos. O con una parte del PSOE.

De ahí que, como fugaz consejera de RTVE -llegaron a enviarme por carta certificada el nombramiento del Congreso-,  te puedas ver en el renovado diario El País con un artículo en el que reducen tu extensa biografía profesional a los tuits recopilados por Inda y similares hace un par de años, manipulados o descontextualizados de los hilos de Twitter. Ni siquiera se menciona tu trabajo en el propio diario desde hace más de 30 años. Ni siquiera el conjunto responde a la estricta realidad.

Las agresiones diarias en forma de “alertas de Google” –que ya ni lees pero guardas, según la moda – llegan a este esperpento, nada inocente.  «Comunicado de prensa» de todo un conglomerado televisivo por un tuit de hace 4 años, difundido ya hasta el colmo.

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Son un par de ejemplos, entre decenas. No se acierta a entender por motivaciones profesionales tanta inquina. El sistema –como en otras muchas víctimas–  se ayuda de la difusión por las tribus wasaperas. La maledicencia de toda la vida propagada por las zonas del oscurantismo social. En tiempos de Fake News y con esa falta de criterio el daño que se infieren a sí mismos se amplifica. Cuesta creer que seres adultos no se hagan preguntas esenciales. Incluso sobre su participación activa en los matonismos.

Habría alguna cuestión más que lanzar. Los recolectores de tuits, los vendedores y compradores de ecografías que porta en la mano una joven embarazada y tantos otros colegas ¿Cómo les explican a sus hijos a qué se dedican y consiguen el dinero que traen a casa?

La afinidad de muchos periodistas con el PP y, sobre todo, con la corrupción, nunca se menciona como apellido de múltiples periodistas. Marhuenda y poco más. Tampoco demasiado las afinidades del PSOE u otros partidos. Solo las presuntas con Podemos. El concepto “independiente” no se contempla.

A estas alturas de la historia, con las revelaciones o reediciones mejor diseñadas, de cómo operan las cloacas del Estado, cualquier ciudadano racional tiene las respuestas a casi todas las preguntas. Mafias policiales enfrentadas. Dosieres. Grandes fortunas edificadas ofertando, textualmente, “medidas mediáticas y judiciales”. ¿Hace falta traducción para este servicio?

Y ya nos hemos “olvidado” de la trama Ausbanc y Manos Limpias, por la que, presuntamente, durante una década -¡una década!- se extorsionó a bancos y grandes empresas. Que pagaron. Por algo.

Hasta en El Corte Inglés, tan familiar, nos relatan tramas de dosieres.

Y en medio el rey emérito y su amante convertida en testaferro, según las grabaciones “que desvelan”, nos dicen, dos adalides del periodismo de investigación y la ética profesional como Eduardo Inda y Pedro J. Ramírez.

Y voces oficiales diciendo que es mejor dejarlo todo como está. Incluso hemos leído que España no está preparada para una República. Lo que implica que estamos mucho más preparados para los Borbones.

Un viejo amigo sueco, al que menciono a veces, profesor de Ciencia Política, se asombraba del gran número de periodistas conservadores que detecta en España. Es una excepción en democracias avanzadas. El periodismo real actúa como vigilante del poder y es difícil asistir impávido a las injusticias que se producen. Colaborar con ellas se aleja por completo del espíritu del periodismo.

El panorama es como para echar a correr y no parar hasta Copenhague. No he dejado de insistir en mis artículos en la dificultad de salir de este sucio pozo que tan gravemente ha afectado a la sociedad española. Pero no a toda, hay muchas personas con ganas de cambio e ilusiones. Con derecho a tenerlas.  Y lo maravilloso es ver que sí es posible.

La osadía y la reinvención de Pedro Sánchez y la unión de políticos para echar la corrupción de las Instituciones siguen siendo prometedoras. Pero el enemigo acecha, lo lleva en su ADN de escorpión, en las cuentas corrientes permanentemente hambrientas.

RTVE se ha convertido en la pieza del engranaje que más temen, al parecer. En ningún otro ministerio u organismo ha habido tanto ruido. Ojalá sea cierto que nada tuerza un concurso público y  que sea una mayoría de progreso, con ganas de limpieza y reconstrucción, quien decida.

 
 

El periodista blanco inmaculado

Son días extraños. De nuevo las matemáticas se retuercen para convencer a lectores, oyentes y televidentes que 166 diputados son más que 177. Y  que el pacto de 166 es óptimo y, por el contrario, el que reúne a una mayoría de diputados, golpista y usurpador.  Todavía más impactante es la búsqueda del periodista blanco inmaculado para cargo de responsabilidad, un espécimen de laboratorio. Y las sorprendentes clasificaciones que van colocando al osado u osada candidata en un tablero que sitúa el centro político a la altura del 8. El 5 viene a ser ya extrema izquierda. El 4 se hunde en un abismo insondable de “izquierdidad”

Durante 6 años, RTVE ha manipulado a unos niveles insostenibles… salvo en España. El PP ha hundido la televisión pública en un pozo de indignidad. Sus dirigentes no han cedido a ninguna crítica: aumentaban sus tropelías cuanta mayor era la desesperación de algunos de sus trabajadores y de espectadores críticos. El presidente estaba en los papeles de Bárcenas y lo confirmó con todo descaro, como un reto. La vida dentro de la empresa se ha convertido en un infierno según  demostraban estos datos.  Acabar con esa situación era, es, una exigencia ética. Y el Decreto Ley la única vía posible cuando el PP mantiene sus trampas y Ciudadanos le secunda. Limpiar mientras se sigue manchando no suele funcionar.

RTVE es una empresa pública, sus dueños son los españoles. De todas las ideologías. Conservadores también por supuesto, pero conservador no puede ser sinónimo de corrupto  y manipulador. Al PP no se le echa por su ideología sino por lo que ha hecho.  Nadie ha tomado RTVE, está en vías de ser rescatada por la mayoría parlamentaria que es lo que cuenta en una democracia representativa.

Pero esa trama tan bien trabada no lo tolera. El peaje que exigen pagar a cualquiera al que atribuyan una ubicación a partir de 7 en su tablero es indigno de un país democrático. Y se asume porque parece que funciona una especie de Omertá.  Se pide hasta resignación altruista. Y el nivel de los insultos va en crescendo. La parodia de las vidas de sus víctimas, parece encargada a la mujer que recreó en Ecce Homo el Cristo de Borja. Toda la trayectoria queda resumida a una caricatura grotesca. Dicen que todo el mundo sabe las bocas sucias que paren estas astracanadas, pero no es cierto, las familias lo sufren especialmente, la buena gente sin armadura también. Lo principal es que el matonismo y las Fake News son un obús cuando caminan juntos. Cada andana es ya letal, necrosa donde impacta.

Las personas de izquierdas a quienes la jauría hinca el diente sin soltar la presa han de sufrirlo en silencio, en elegancia, gajes del oficio. Aunque cada vez se degrade el conjunto del periodismo. No entra dentro de ninguna normalidad aceptar estas tácticas.  Cuando se asiste a una agresión, no se puede mirar para otro lado sin tiznarse.

Una manera de contribuir a parar esta perniciosa deriva puede ser una televisión pública rigurosa, independiente, al servicio de los ciudadanos. Que rescate el viejo lema de los medios: informar, formar y entretener, convertido en dar noticias con elementos de juicio, distraer sin embrutecer y cautivar por sus contenidos creativos. Que se olvide del llamado periodismo de declaraciones. Noticia es lo que tiene interés. Los periodistas no somos oficinas de prensa de los partidos. De ninguno. Servimos a la sociedad.

Es dramático que profesionales del periodismo consideren de “extrema izquierda” contar la verdad. Se ha convivido tanto con el servicio a un partido que igual algunos pierden la perspectiva. Un periodista serio no se puede permitir descalificar por tendencioso a diarios que sirven información, sacan exclusivas decisivas y producen cambios. No se puede permitir no leerlo, no informarse. Cuando, para mayor contraste, tienen en sus mesas de cabecera panfletos, huecos de información, de tendenciosidad máxima.

Revisen criterios. El periodista blanco inmaculado no existe. El periodismo es compromiso. Con la verdad. Con la sociedad, repito. Y en la calle, en la injusticia y el dolor, los periodistas se manchan hasta de lágrimas. En los despachos del poder no existe ese riesgo. Cuando Kapuscinski asegura que para ser periodista hay que ser buena persona, no yerra. Así que cuenten cuantos sobran en el cómputo.

La televisión generalista convive hoy con plataformas bajo demanda, la oferta se amplia y cambian las costumbres. Pero  TVE mantiene plena vigencia como servicio público.  Y exige respuestas. Su historia es la historia de nuestra vida, de la de varias generaciones, cuando fue una caja mucho menos tonta de lo que decían.  Fuerte y con credibilidad es una competencia temible. Y atacan perdiendo los papeles.

Están intentando destruir carreras y prestigios de profesionales excelentes, por el temor a perder privilegios inmerecidos y mal ganados. Las mismas personas que no han sacado ni portadas ni han esgrimido enlutadas quejas por corrupciones inconmensurables. Lo auténticamente escandalosos es que solo sean considerados partidistas los cercanos a una cierta formación o simplemente los independientes, desde claras filias y fobias partidistas. Hay más “redacciones tomadas” por varios partidos que no se citan y por intereses diversos que filiaciones en un Consejo profesional.  ¿Desde qué ideología creen que se trabaja en esas portadas, artículos y peroratas de espanto impropias del periodismo de un país desarrollado?

No son buenos los prejuicios en esta profesión, hay que mirar, tocar, sentir, saber y contar.  Y leer. Leer lo que han escrito periodistas como la copa de una secuoya antes de soltar la tinta de calamar que embadurna sus tentáculos. ¿Sabrán leer 20 líneas seguidas quienes lo hacen? A veces me lo pregunto.

El retrato del Ecce Homo borjano se rompe con la periodista argentina que atesoraba los Informe Semanal españoles mientras estudiaba en Buenos Aires en los 90 y, cuando ahora los busca en Google para repasarlos, solo le salen Indas con sus insidias. Aunque no hay que caer en ese estadio ínfimo para toparse con cargas de profundidad. Los ataques no logran empañar esos “suerte, porque tu suerte es la nuestra”, la alegría sincera, el sentir que estás en el gran grupo social de quienes te consideran como “una de los nuestros”. Que se ha articulado un mecanismo para que sea posible poder.

Esto es un tránsito. Ojalá hacia un buen término. Sin mochilas, sin ataduras.  ¿Saben que se llegó a escribir sobre el afán de gran despacho de un candidato que después se apearía tapándole la boca, si es que alguien lo vio? Bastaba mirarle a los ojos, y sobre todo leer lo que escribe. Prueben, el gran poder de la información es que rompe prejuicios. Puede que al punto de animarse a estudiar matemáticas para andar por la democracia. Para no escorar los tableros. Para ser de todos los ciudadanos. Hasta de los que odian por haber sido abandonados y usados.

Rosa María Artal es una de las  nuevas consejeras de RTVE elegidas por el Congreso el pasado 4 de julio. 

 
 

La España real vence a la trama Frankenstein

Hemos contenido la respiración hasta que a las 11.30 del viernes 1 de junio, 180 votos a favor de Pedro Sánchez le convertían en presidente del gobierno de España. Cómo habrá penetrado la corrupción en las entrañas del Estado que millones de personas temían ver surgir un “tamayazo” que desbaratase la elección del secretario general del PSOE.  El propio Mariano Rajoy se encargó  de dejar en evidencia a quienes de alguna forma le amparan. Acribillado su partido por la corrupción, le faltaba dar la nota final: el desprecio al Congreso de los Diputados, depositario de la soberanía popular con una espantada intolerable.

No cabe despedida más infame que agarrar la cartera, salir del hemiciclo sin que la presidenta hubiera  suspendido hasta la tarde la sesión, y “recluirse” – como titulaba RTVE-  en un restaurante cercano 8 horas, mientras caían hasta cuatro botellas de whisky. Con ministros entrando y saliendo, a un kilómetro de un Congreso que  debatía su moción de censura. Y salir apimplado, ya de noche.

Cualquiera hubiera pensado que la prensa generalista se volcaría en la necesidad ineludible de apartar a semejante presidente de las tareas de gobierno. Pero no. Su preocupación máxima era que Pedro Sánchez iba a sustituir a Rajoy en La Moncloa. Los medios internacionales titulan con los hechos: el presidente del gobierno español ha sido depuesto por corrupción. Los españoles siguen con su campaña de presiones para mantener su modelo.

Ya no pueden defender a Rajoy, pero sí a lo que representa. Las críticas al presidente censurado se alternan con durísimos ataques a Sánchez. Como objetivo: elecciones inmediatas que, en la confusión del momento, elijan la continuidad. No cabe peor solución ahora. Los tenebrosos augurios que plantean no tienen otro fin que dejar todo igual, esta vez con Albert Rivera al frente. U otro candidato del PP que sume fuerzas con Ciudadanos.

El Pedro Sánchez que dimitió incluso de diputado es acusado de “ambiciones monclovitas”. Le culpan de “recitar todos los desgastados comodines del lenguaje político: consenso, estabilidad, diálogo”. De demoler al PP. Aún apelaban en los diarios del viernes al “sentido de Estado” de un Mariano Rajoy que se pasó la tarde del jueves de larga sobremesa, recibiendo visitas de ministros y altos cargos interesados por su futuro. Estremecidos, temen su gobierno “inviable” y “temerario”. El que llaman “Gobierno Frankenstein”. El gobierno de Sánchez se vería, dicen, “tiranizado por los requisitos del PNV -Partido Oportunista Vasco-“. Esto último es de El País que un día fue un periódico serio.

Este viernes el escenario es distinto a hace dos días siquiera. La moción de censura ha tumbado al PP y ha señalado a la trama corrupta que ha invadido las entrañas de este país. La que ha  sembrado  de focos infecciosos las instituciones y los pilares fundamentales. Pase lo que pase, es ya así.

El otro notable resultado de la moción ha sido la bajada del suflé Albert Rivera, lastrado por su no a la moción, de alivio al PP. El líder de Ciudadanos  llegó a decir a los nacionalistas catalanes: Aprovechen estos meses de gobierno Frankenstein para violar derechos y libertades, para acosar, señalar  y que no se pueda defender la libertad y la unión. ¿Qué vendrá después? ¿Los tanques? Rivera y sus soflamas extremas dan cada vez más miedo.

España es un país al que los defensores del sistema corrompido no conocen. Porque ni siquiera la miran. No conocen a su sociedad y cómo vive y siente hoy. Todo lo que no sea su modelo es ETA, separatistas, podemitas y populistas. Mientras ellos se ven a sí mismos ejemplares y dignos de imitar.

Su modelo, a tenor de sus ataques, es un Estado centralista, uniforme, manejable, obediente, disciplinado. Blanco si pudieran, de superioridad masculina, si pudieran que ya no. De personas que hablen español, cumplan las normas protocolarias en el atuendo, y sueñen -si es el caso- sin estridencias. Uno, grande y atado.

Para esa sociedad que no existe hacen planes desde los despachos, los palcos o las cenas exquisitas para estómagos estragados. No escuchan sus acentos. No los admiten. Les repugnan. Desprecian cuanto se aleje de su prototipo altamente estereotipado. Y los señalan como si todos los ciudadanos compartieran el asco que ellos sienten por los que ven diferentes.

Los Frankestein son ellos. El PP, sus medios, sus tertulianos casposos, sus jueces, sus policías. Los que desde la llegada de Rajoy al poder aumentaron la desigualdad, el autoritarismo, las mentiras como norma de funcionamiento, la inseguridad en el futuro. Los que con su intransigencia incrementaron el independentismo catalán del que tanto se aprovechan con fines electorales.

El Dr. Victor Frankenstein fue el malvado que construyó un ser bueno aun hecho de retazos inservibles. que ni siquiera tenía nombre. No al revés. El pueblo inculto acudió en masa al castillo a destruirlo. Por ser deforme y distinto. Una metáfora completa. Lean el libro que escribió Mary Shelley en 1818.  Y dejen de poner rótulos fuera de sus propias cabezas.

No sabemos cómo nos irá con Pedro Sánchez  pero de entrada puede afirmarse que infinitamente mejor que con Rajoy o cuantos se le parecen. Sánchez ha sorprendido por su audacia y tenacidad. Y su iniciativa ha cuajado en un momento de hartazgo insuperable que los causantes no llegaban a ver, o pensaban iba a ser sofocado una vez más. Gente muy diversa se ha unido, es cierto, la real, la que puebla las calles de España con el mismo derecho que esas élites endiosadas. Las que han quedado desnudas y caducas, súbitamente, de nuevo. Aunque hay que estar atentos a sus coletazos y descalificaciones.

Lo difícil y “complejo” es gobernar con sus zancadillas.  Con sus medios ferozmente en contra. El aplauso tras ganar la moción, con personas que jamás pensaron votar al PSOE felices en la tarea común, con diputados de Unidos Podemos coreando ¡Sí, se puede!  Es inédito en España. E ilusionante. En Portugal lo han logrado. Se precisa “mano izquierda”, en todos los sentidos. Habrá que aprender las nuevas dinámicas hasta para enjuiciar este gobierno, ejercido por el PSOE y sustentado por una suma de minorías que precisan unas de otras y han de saber su lugar.

De Pedro Sánchez y esta etapa se espera que no defraude las esperanzas que han nacido con este cambio. Han de ser contenidas, pragmáticas. Aprendiendo de los errores pasados, propios y ajenos.  Basta ese primer paso. Con cautela y fuerza. Orillando reproches  como hará de continúo la oposición. El PP y Ciudadanos son ya la oposición ¿pueden creerlo?

La democracia puede desvanecerse de la noche a la mañana

Dejemos de llorar por el 15M. Dejemos de pensar en lo que puedo ser y no fue, porque lo que hoy amenaza nuestro presente aterra. Dejemos de llorar por la leche derramada dado que estamos en trance de verter lágrimas de dolor irreparable. Múltiples y muy claros síntomas apuntan a un camino que conduce al fascismo. Con algunos matices diferentes, la versión fascismo siglo XXI. Y a una creciente campaña para su normalización. Algunos de sus exponentes están ya en la agenda mediática. Y en los propios medios incluso.

La ultraderecha actual viene envuelta en modelos de diseño y una vaciedad de mensajes que se inscribe en lo pueril. Es lo que cuadra a la sociedad, a una parte de la sociedad, que se ha dejado formatear a esa misma imagen. El cuñadismo al poder que podría caer en la tentación de saltarse buena parte de los procesos imprescindibles en democracia. Abusar de los atajos, de las fakenews que al mismo tiempo dicen combatir en un redoble del cinismo. Temibles sus señalamientos y su irresponsabilidad. Trump es el prototipo, pero no está solo. El modelo se está expandiendo y brotan esquejes por medio mundo. En Europa. En España. Sin reparar en la extrema peligrosidad del fenómeno.

Nuestro país es proclive a esa tendencia. Un artículo de The New York Times se preguntaba hace unos días  por qué se están rompiendo tantas democracias y citaba en la primera frase a España: “Italia, Polonia, Hungría e incluso España: la democracia europea está en ruinas”. Luego venía un listado de los habituales.

Una de las razones fundamentales -explicaban los autores y  lo comparto completamente- está en el poso que dejan las dictaduras. “Más de dos tercios de los países que han pasado a la democracia desde la Segunda Guerra Mundial lo han hecho bajo las constituciones escritas por el régimen autoritario saliente”, dicen. En esas circunstancias han procurado  salvaguardar a las élites y darles una ventaja en política y en competencia económica. “Para lograr estos fines incluyen factores como el diseño del sistema electoral, los nombramientos legislativos, el federalismo, las inmunidades legales, el papel de los militares en la política y el diseño del tribunal constitucional”.

En este contexto y con una severa recesión económica puede ocurrir que “el descontento ciudadano cristalice en furia e incite a los votantes a expulsar en masa a los partidos políticos tradicionales”. Y “conducir finalmente a la desaparición democrática” cuando los actores principales de la política apelan a la demagogia.

En España, clavan el diagnóstico. Nosotros tenemos viejos y nuevos entusiastas adictos a la demagogia. Además.

El sustrato antidemocrático, impregnado de corrupción, nos lleva a asistir a hechos espeluznantes que no hubieran sido admitidos hace bien poco. No en el famoso 11M del 11.  Ahí tenemos vigente y renacido un Ducado de Franco que se están comiendo todas las élites y que, como decía nuestro compañero Carlos Hernández, no será tan difícil de suprimir cuando Felipe VI le quitó a su hermana y a su cuñado el Ducado de Palma.  Es un conjunto inmenso  donde el viejo franquismo y la eterna ultraderecha sientan sus reales sin el menor pudor. Un sector de la justicia se muestra tuerta al enjuiciar sus atropellos.

Es un país en donde está a punto de entrar en la cárcel una persona por cantar. Se juzga a una revista por un chiste. A la mínima –y a causa de las reformas que votaron y no retiran PP, PSOE y Ciudadanos- cualquier cosa puede ser considerada terrorismo. Es un país en el que el bocazas mayor del reino propone desde los micrófonos bombardear Barcelona, atentar en Alemania, o descargar una  escopeta sobre políticos que le cae mal, en total impunidad.

Es un país en el que los líderes de Ciudadanos, Rivera y Arrimadas en cabeza, presionan para saltarse la voluntad de la mayoría de los catalanes y los propios mandatos constitucionales y no solo seguir sino intensificar la soga del artículo 155 en Catalunya. Pedro Sánchez, reunido con Rajoy, se apunta al tutelaje. Se ha mostrado dispuesto a activar el 155 con contundencia, si el Govern toma el camino de Torra y  a mantener el control de las cuentas públicas de la Generalitat . Desde el PSOE,  Pepe Blanco propone que Rajoy nombre presidenta a Arrimadas (el gran plan del sistema) porque es «lo normal». ¿En serio no chirría todo esto a los demócratas?

Denunciarlo no es apoyar las ideas y los excesos del nuevo presidente catalán, Quim Torra. O cualquier disyuntiva excluyente entre blanco o negro. Salvo la que preserva  valores fundamentales como la verdad, la justicia, la democracia. Precisamente los que no admiten medias tintas. El problema es que la torpeza malintencionada actual no entiende o no quiere entender que el maniqueísmo se supera al término de la infancia. Esta puede ser la gran falla de base que nos está conduciendo a un futuro realmente temible.

Hablamos ya un día de El cuento de la criada ( The Handmaid’s Tale), publicado por la escritora canadiense Margaret Atwood en 1985, y renacido en 2017 al convertirse en serie de televisión. En una nueva introducción, la autora apunta ideas clave: “Como nací en 1939 y mi conciencia se formó durante la Segunda Guerra mundial, sabía que el orden establecido puede desvanecerse de la noche a la mañana”. Asegura que no sirve decir “esto aquí no puede pasar”. Porque, “en determinadas circunstancias puede pasar cualquier cosa en cualquier lugar”.

Cita Atwood los temores que suscitó Trump desde que puso el pie en la Casa Blanca. Con él se instaló “la percepción de que las libertades civiles básicas están en peligro junto con muchos de los derechos conquistados por las mujeres”. Porque “las mujeres y sus descendientes han sido la piedra de toque de todo régimen represivo de este planeta” a lo largo de la historia. No ocurre solo en EEUU ni mucho menos. Repasen la lista de las democracias en ruinas.

Añade la autora de El Cuento de la Criada que “muchos regímenes totalitarios han recurrido a la ropa -tanto prohibiendo unas prendas, como obligando a usar otras- para identificar y controlar a las personas. Así resulta mucho más fácil señalar a los herejes”.  No pienses en amarillo, se podría añadir. Usa rojigualda en bandas anchas o estrechas.

Ve Margaret Atwood  al alza –también-  “la proyección del odio contra muchos grupos”.  Muchos. Los extremistas solo ven odio en el odio ajeno. Y no olvida hablar de la complicidad con la tiranía de algunos entre las propias víctimas. Los que aceptan la merma de sus derechos a cambio de una cierta protección.

La democracia, toda tu vida, se puede ir al traste en un momento, en cualquier momento. Te pueden matar a sangre fría en una protesta cuando se abre una cadena de resultados previsibles. Eligen a Trump, un necio, ególatra y malintencionado. Por sus intereses personales cambia su embajada a Jerusalén en el polvorín israelí.  El Ejército mata  a 49 palestinos. Hiere a más de 2.400. Así, precisamente, triunfaba la involución en El Cuento de la Criada.

El principal valor de escribirlo ayuda a que no se cumpla, dice  Margaret Atwood, quizás para alentar la esperanza. A buscar resortes para salir de ese canal de bordes elevados que nos impide ver el conjunto y el rumbo, desde luego.

En 2011, una gran parte de la sociedad española entendió, tras la indignación de las plazas del 15M, que no debía votar otra vez al gobierno del PSOE. No atendió tanto a la segunda parte del enunciado: tampoco al PP.  Y así le dio mayoría absoluta. Manos libres para cuanto quiso y quiere hacer.

Ahora mucha gente va comprendiendo que el diluvio de destrozos, insultos y desfachatez del PP hacen insostenible su gobierno. Y se disponen a solucionarlo –dicen las encuestas y los medios, dicen, dicen que no sé yo- entregando el poder a Albert Rivera y sus Ciudadanos. Cada vez que España tiene un problema serio, se va más a la derecha.  Y a una sociedad más banal, más perdida.

El Post: El periodismo no fue un sueño

“Cómo me gusta esto”. Lo dice Ben Bradlee, director del Washington Post, saliendo de un reguero de papeles esparcidos por el suelo y las mesas, a los que un grupo de periodistas están extrayendo las revelaciones que contienen. Es el  Informe McNamara, 7.000 páginas que relatan lo que el secretario de Defensa de Kennedy llamó “Historia de la toma de decisiones de los EE. UU. en Vietnam, 1945-66”. En realidad es el encubrimiento que las administraciones de cuatro presidentes norteamericanos hicieron en la Guerra de Vietnam, prolongada pese a saber con certeza que no la iban a ganar y que se llevó las vidas de más de 58.000 soldados estadounidenses e incontables víctimas indirectas.

Un periodista de raza, el reportero del New York Times Neil Sheehan, fotocopia a escondidas los informes catalogados de Alto secreto, comienza la publicación en su propio periódico, la detiene el entonces presidente Richard Nixon con denuncias judiciales y la retoma el Post en una batalla épica por la libertad de expresión y contra la mordaza que intenta imponer la Casa Blanca. Múltiples periódicos hacen suya la información como apoyo. Van a juicio, la Justicia, el Tribunal Supremo, apuesta por el derecho a la información de los ciudadanos. “La prensa está al servicio de los gobernados, no de los gobernantes”, afirma en su auto. Periodistas de medio mundo, españoles en particular, nos emocionamos. Cómo nos gustaba esto.

Steven Spielberg ha llevado al cine la gesta del periodismo en aquellos años 70 para hablar de la prensa y el poder hoy. Los documentos del Pentágono relata una peripecia real que algunos nuevos redactores de la Historia intentan incluso presentar como falsa, aun existiendo pruebas documentales de su veracidad. Lo cierto es que el Informe McNamara se redactó dejando al descubierto que EEUU hizo guerra y sucia mientras decía buscar la paz.

The New York Times informa del dictamen del Tribunal Supremo
The New York Times informa del dictamen del Tribunal Supremo

Vi la película el sábado. Ese mismo día apenas ninguna portada de la prensa española traía las revelaciones, las acusaciones, de destacados imputados de la trama Gürtel en Valencia. La noticia era de máxima relevancia. Implicados en las acciones delictivas aseguraban que el partido en el gobierno de España y de varias comunidades contrata obra pública a cambio de comisiones que cobra en B y que, si se tercia, todo el que tiene acceso a meter la mano, lo hace. Con nombres. Con nombres que se suman a las múltiples investigaciones sobre otros casos de corrupción. A la prensa de los kioskos, se sumaba RTVE, la televisión pública estatal. Abrió ese día con la caída de un árbol en Holanda y retrasó y minimizó cuanto pudo la Gürtel. En torno a dos millones de seres siguen esos telediarios. Los otros tantos que atienden los informativos de las dos principales cadenas privadas también van bien servidos.

Llovía sobre mojado, llovía a cántaros y sigue diluviando cada día. El periodismo convencional español ya no es crítico, ya no sirve a los gobernados cuando alguna vez lo hizo aunque no fuera masivamente. En la Transición muchas cabeceras fueron decisivas para el cambio, RTVE también. Después hubo épocas, sin duda mejores que ésta. Se diría que ahora cada puntada lleva el hilo de un interés que no es el de los ciudadanos. Cruzadas netas donde se marca el Bien y el Mal inapelables. Este martes, el periódico que todavía fuera de España se toma como referencia, escribe en su editorial: “El juez Llarena se ha negado a entrar en el juego de Puigdemont y lo ha hecho con argumentos jurídicos de calado político”. “De calado político” un juez, más aún, un magistrado del Supremo. Salta por los aires la separación de poderes entonces. Y no pasa nada.

Y aún colea la «encuesta de estado emocional» que daba la mayor intención de voto a Ciudadanos elevada a verdad suprema. El insensato sin escrúpulos, como fue llamado el líder del PSOE, sigue tan sentenciado como Rajoy. Y no porque no haga méritos por su cuenta sino porque así parece haber sido decretado. Otro artículo de fondo llega a decir que se sirvió “de la demonización” del PP “para recuperar la secretaría general del partido”. La corrupción y las injustas políticas sociales no demonizan suficiente al partido en el poder para la prensa adicta. De la caverna mediática oficial ni se precisan detalles.

El Catedrático y Decano de Filosofía  José Antonio Pérez Tapias que acaba de abandonar el PSOE, partido a cuya secretaria general optó, escribe un artículo con argumentos que produzcan soluciones. Él cree que la cuestión territorial sin resolver aparca problemas graves de nuestra sociedad. Una frase, casi al margen, me ha llamado  la atención: “Cuando los líderes políticos convoquen a la prensa para hablar sobre empleo, por ejemplo, no dejarán de preguntarles por su posición respecto a lo que sucede en Catalunya”. Pienso que no es consecuencia, sino origen. Antes fue Venezuela, antes ETA. Las prioridades informativas siempre tienen un Lucifer para distraer la atención de lo esencial. Y estas ruedas de prensa –en el caso de que les permitan preguntar además- caen en ese error fundamental. Desesperante oír tomar la palabra para preguntar una y otra vez por Catalunya, por Puigdemont, y vuelta y otra vez, en un país que bate récords de desigualdad social y en el que los juzgados rigurosos nos muestran a gritos nuestra pringada realidad.

El problema no es Catalunya, es España, los aparatos de poder del Estado con más precisión. Lo sabemos muchos y desde hace mucho tiempo. La corrupción ha infectado la médula espinal de esta sociedad y la prensa concertada es parte esencial, tanto por lo que dice con doble intención como por lo que oculta.  Todavía quedan, por supuesto, esforzados profesionales que realizan con rigor su trabajo incluso en medios hostiles, pero no es suficiente. La prensa ya está vencida, por eso ahora los poderes van a por Internet, a por las redes sociales que se les escapan. A confundir llamando Fake News a la verdad. El presidente Trump es un experto en la materia, pero hay muchos más, aquí también.

Cartel de la película 'The Post: Los papeles del Pentágono'
Cartel de la película ‘The Post: Los papeles del Pentágono’

Cuando una noticia relevante llega a un medio, involucra a los periodistas. En elWashington Post fue decisiva la actuación de su editora Katharine Graham, la primera mujer en ese cargo y casi por casualidad, como un descarte de los titulares masculinos. Amiga personal de McNamara, reiteradamente minusvalorada, sacó fuerzas de su ética y optó por cumplir con el compromiso de todo periódico con sus lectores, con los ciudadanos. Quien crea que esto se hace solo por posicionamiento empresarial desconoce los riesgos que se afrontan. Esto ocurre cuando, por ejemplo, llegan noticias, hechos, correos de personas destacadas, hasta de las más altas instancias, y sabes que la publicación acarreará complicaciones. El día que pienses que vale más el condumio, el que todos lo hacen, no sé qué estabilidad a salvaguardar, vale más que lo dejes y te dediques a otra cosa. La sociedad no tiene la culpa.

El informe sobre Vietnam existió. Se desclasificó en 2011, con todos sus detalles. Aún se vende el original o así lo anuncian. Por 5 euros, ya ven. La profunda arrogancia de Richard Nixon escribiría nuevos capítulos de infamia de forma inmediata. El Watergate ya se gestaba y fue de nuevo el Washington Post con la editora Graham y el director Ben Bradlee el que desenmascaró la trama con el trabajo de sus periodistas, resistió el envite de Nixon y logró su dimisión como presidente de los Estados Unidos. Un hito que en cierto modo tapó para la historia aquellos decisivos papeles sobre Vietnam que involucraban también a Truman, Eisenhower, Kennedy y Johnson.

Cómo me gustaba esto. Encajar las piezas, denunciar los abusos, servir a la sociedad, serle útil. El momento de la película que desató mis lágrimas fue ver a miles de ciudadanos estadounidenses a las puertas del Tribunal Supremo luchar por su derecho a la información y por la libertad de expresión. Cuesta creer que tantas personas sean indiferentes ahora a esos derechos, concatenados a varios otros.

Las mentiras tanto como la guerra les habían matado a miles de compatriotas, a seres queridos de muchos de ellos. El poder corrupto y la manipulación cuestan también miles de vidas y sin duda un enorme sufrimiento. Hacen caminar a la sociedad sobre arenas movedizas. Y, ahora como entonces quizás, múltiples víctimas caen en la trampa, arrastrando a otros. Con el barro al cuello yerguen la cabeza para gritar las consignas generales evidenciando una escala de prioridades ilógica.

Y aun así el periodismo sigue siendo una buena idea, una de las pocas tablas para salir de este atolladero.

*Publicado en eldiario.es

Un gobierno sin Rajoy

El esperpento está llegando a niveles inauditos. Cada día, revelaciones que tumbarían a cualquier gobierno… y ahí les tienen. Desolador presente y sombrío futuro que diagnóstica cualquier persona decente y mínimamente informada. Y, sin embargo, está situación no es una condena a cadena perpetua y en régimen de aislamiento. Tiene remedio, pero no quieren resolverlo. No quieren, pero habrán de querer.

Cuesta creer que no se reaccione. A la batalla política de Cristóbal Montoro con la Hacienda Pública como instrumento, al punto de coaccionar a las comunidades para firmar contratos que favorecen a las farmacéuticas. A los sobrecostes multimillonarios, pongamos el de la  carretera M-45  de Madrid o la M-30.  A la política de cortijo como forma de vida. A la pérdida de libertades o al flagrante doble rasero para lo que llaman delitos de odio. Al  desprecio por la cultura y comerciar con todo, incluso malvendiendo, como han hecho con el yacimiento del Paleolítico de Lugo. Al  desprecio por la ciencia que nos ha llevado a un colapso a pesar del esfuerzo de los investigadores. A la resistencia a facilitar los datos de lo que se diría es subvencionar a la prensa afín, eufemísticamente llamada “publicidad institucional”. A la hipocresía que llora la violencia machista mientras recorta el presupuesto para combatirla.

La sociedad está paralizada por el maltrato y la descomunal desfachatez que se le infiere. Impotente, descorazonada. Una parte, con miedo a pronunciarse, dado que ve a todo un ministro persiguiendo tweets, mientras se aplaza la entrada en prisión de Urdangarín o de los ultraderechistas condenados por el asalto a Blanquerna, alguno de los cuales es pariente de un par de ministros más. O mientras una semana después de conocer las amenazas y elogios del nazismo vertidos en un chat por policías municipales de Madrid no sabemos otra cosa que se ha retirado a tres la pistola y la placa. Y que van tras el agente que les denunció.

La ciudadanía en estas restrictivas condiciones puede hacer algo: exigir a sus representantes, exigir a sus políticos. Los políticos tienen en su mano acabar con esta situación, sus decisiones pueden producir ese efecto. No entra en la lógica que siga de presidente del gobierno un presunto «M.Rajoy”. El es responsable último de todos los desmanes que se están produciendo.

La última coartada de Pedro Sánchez para mantener a Rajoy en el cargo fue que iban a reformar la Constitución. Pero, ante los requerimientos del líder del PSOE,  el presidente cierra el asunto comentando a Pedro Piqueras en Telecinco que el compromiso era de “hablar”. “Mi pacto con Sánchez es para hablar, no para reformar la Constitución” dijo. Compromiso de envergadura, ni el Tratado de Yalta. Día sí, día no, las humillaciones a sus socios producen sonrojo.

La prensa cortesana habla de Rajoy como si fuera un presidente normal –palabra que tanto gusta a su hombre en Catalunya –. Aún le hace más desplantes a Albert Rivera, dicen, que a los cargos del PSOE, en el fondo sus preferidos por tantos años de añorado bipartidismo. Y les trata así.  Como si diera a entender que les tiene sujetos por temas inconfesables, de esos que se afinan mejor desde el poder.  Imaginemos que haya algo de eso. Incluso así, existen soluciones.

Portugal está consiguiendo una recuperación admirable con su gobierno de izquierdas. Presidido por el socialista Antonio Costa, en minoría, cuenta con el apoyo del Bloco de Esquerda, el Partido Comunista Portugués y el Partido Ecologista Os Verdes.  Presentan a los dos años de mandato un balance espectacular: reducción del paro al 9,4%, alza de sueldos que alcanzará hasta el 25%, regreso de emigrantes y subida de pensiones. Tienen un crecimiento anual del 3%, han aumentado las exportaciones, han reactivado el sector público -sobre todo en sanidad cuyo aprovechamiento para el lucro privado es el bocado más apetecido por los neoliberales-  y han implementado un programa para paliar la llamada pobreza energética.  El gobierno de izquierdas portugués ha reducido el déficit fiscal y apenas cuenta en su contra más que con una elevada deuda pública. Rajoy la ha disparado, como sabemos, a niveles de récord. Y ha dejado sin fondos, al punto de pedir créditos para pagar las extras de las pensiones, la caja de la Seguridad Social que se encontró con 67.000 millones de superávit. Anuncia que vamos a repagar con más impuestos. Todos. Menos los que tan alegremente eluden su contribución al erario en estos tiempos.

De momento los responsables políticos con algún afán constructivo harían bien en jubilar a todas las viejas glorias que les dicen: «hay que aguantar, cualquier cosa sería peor que este PP». Esos dinosaurios de riñones bien cubiertos en su mayoría por la cartera repleta  parecen estar coartando sus pasos. ¿Qué puede haber peor que este PP?  Poco, si se reflexiona seriamente, sin la ética o el cerebro abducidos.

A Pedro Sánchez en concreto no le tragan los episcopados del Jurásico. Los mediáticos no dejan de evidenciarlo. El País carga a diario contra él como si temiera algún rebrote de sus giros tácticos. Con editoriales o columnas tan sonrojantes como este Zurdos que podría leerse en las páginas de Periodista Digital o Es Diario, incluso el OK, que son ahora -sin eufemismos- medios de referencia para elogiar la opinión coincidente del periódico de PRISA.

Imaginen por un momento otro presidente de gobierno que no sea Rajoy, ni ninguno de este PP copartícipe de los atropellos. Otro ministro de Hacienda  en lugar de Montoro, o de Justicia diferente a Catalá, o de Interior en las antípodas de Zoido. Un nuevo gobierno ¿no sería capaz de encontrar a alguien mejor para gestionar el empleo que Fátima Báñez? ¿Y la Defensa con más acierto que Cospedal, la representación Exterior que Dastis o la economía que el ex presidente de Lehman Brothers para España y Portugal cuando les petó el sistema financiero mundial y nació “la Crisis”? ¿No habría en el planeta Tierra una persona que gestionara mejor todos los entuertos a su cargo que la vicepresidenta Saénz de Santamaría? ¿No pudo hacerse otra política territorial sin tan flagrantes errores como los que han potenciado el conflicto en Catalunya?

Imaginen un gobierno que no pareciera trabajar presuntamente para los bancos o las eléctricas y petroleras, las grandes corporaciones, las constructoras, las farmacéuticas y multinacionales de la salud, en la hipotética supuesta conjetura de que sea así. Un gobierno que dejase de untar o favorecer a algunos medios que ya no pintarían la imagen de normalidad que están dado de este PP y que habrían de adaptarse al cierre del grifo o al cambio de llave. Imaginen de entrada una RTVE rigurosa, al servicio de los ciudadanos, con la que cotejar y diversificar las informaciones de otros medios, el ocio inteligente. No es tan difícil, alguna vez nos aproximamos.

Imaginen una Fiscalía general del Estado independiente, un poder judicial independiente. Sin lagunas. Mandando al banquillo y a la cárcel a quienes delinquen contra la sociedad. Imaginen que no se producen esos estratégicos cambios de jueces que libran del banquillo al PP por su Caja B, como acaba de ocurrir en la Audiencia Nacional. Una contabilidad paralela acreditada en otras instancias.  Aquello que dice siempre Ignacio Escolar: «Cuando al PP le va mal en un caso no cambia de abogado, cambia de Juez». Presuntamente.

La campaña electoral catalana amenaza con volver a hastiarnos de lugares comunes y ostensibles intereses personales. De no estar tan condicionada podría ser una oportunidad para dar un aldabonazo. La ciudadanía también ha de despertar y exigir por los cauces que le dejen.

Se trata de decidir, más pronto que tarde, entre un país de dirigentes tan normales como Albiol o la obrera Cifuentes, tan fiables como Rajoy y su equipo, el cuñadismo de diseño envuelto en banderas por toda enjundia, y otros gobernantes que intenten caminos alternativos. Los portugueses han logrado que la UE no solo les tolere, sino que les aplauda. La UE con su mando neoliberal, la socialdemocracia rendida al capitalismo y la extrema derecha creciente. Porque la Europa actual no es la que tanto amamos, también habría de cambiar, también se vota eso.

En definitiva se trata de poner los medios para ser un país de ciudadanos libres y responsables, de primar la decencia y dejar de engullir tanta corrupción, de pensar en el bien común, en el futuro de todos. Si los políticos actuales buscan de verdad estos objetivos, han de obrar ya.  Si quieren, pueden. La sociedad también puede, a veces lo olvida.

¿Qué más tiene que ocurrir para  dejar de sostener un gobierno de Rajoy?

*Publicado en eldiarioes 28/11/2017 – 

El PP actúa como si tuviera un seguro de impunidad

Dejas unos pocos días sin meter un artículo sobre corrupción y le cae encima unas cuantas paletadas inmensas que parecen tapar todo lo anterior, que lo envejecen al menos. Hoy tenemos un escandaloso episodio vinculado a las Cloacas del Estado, concretamente a las de Interior en la época de Fernández Díaz.

La doctora Pinto reconoce al comisario Villarejo como el hombre que la apuñaló

Así lo cuenta Público que ha padecido en sus carnes esa oscura policía que llamaron polítca:

La doctora le ha reconocido «sin ningún género de dudas» nada más entrar a la sala donde se ha celebrado esta diligencia judicial. Acusa a Villarejo de ser el autor de uno de los dos apuñalamientos que sufrió, en concreto el del 10 de abril de 2014. Ha costado tres años llegar siquiera a esa rueda de identificación. Ha sido dentro de la causa que investiga al empresario Javier López Madrid por acoso sexual, amenazas y agresión contra la dermatóloga. El empresario, yerno de Villar Mir, investigado en tramas de corrupción del PP y al que la Reina Letizia envió un SMS  de apoyo llamándole «Compi-Yogui».

Ahora ya podemos entrar en materia de cuanto representa lo que está sucediendo en España.  Hace 4 días estábamos con esto.

rajoy.congreso.capturaice el ex fiscal jefe de Anticorrupción, Manuel Moix, obligado a dimitir por su insostenible situación, que «se ha inmolado para proteger a su familia y a la Fiscalía». La Razón, el diario de director y consejeros dudosos, lleva esta sentida declaración a portada. Maza, el fiscal general del Estado, declara: «Sería de justicia que Moix siguiese ejerciendo el cargo». Lo dice en una comparecencia en la que, como describía detalladamente Ignacio Escolar, era difícil mentir más. El ministro Catalá vuelve a ponerse de perfil  invocando exquisitas independencias y, ahora, censurando la empresa offshore de Moix. Rajoy califica estos escándalos de «chismes» que dificultan su alta misión, y diversos cargos intermedios sacuden aquí y allá para distraer. Por favor, un poco de pudor siquiera, que les oyen personas adultas e incluso decentes.

Semejante dolo no impide al PP ver cómo va a hacerse cargo de varias de las causas judiciales en las que están inmersos justo el juez favorito de Ignacio González y del PP en definitiva. Hay que sustituir al juez Velasco que deja el delicado puesto, vía ascenso. «Si se confirma el regreso a la Audiencia Nacional de Manuel García Castellón, unos cuantos en el PP de Madrid dormirán mucho mejor«, explicaba también el director de eldiario.es. Muchos nombres de peso en el partido se encuentran en esta circunstancia. Algunos pierden el sueño. O los nervios, como Cifuentes y el PP de Madrid. En el caso de García Castellón renunciaría a un destino más cómodo y mejor pagado. Otro gran sacrificado.

Nos faltan palabras para expresar el desgarro que ocasiona el deterioro ético al que ha llegado la España del PP. Ningún argumento por sí solo explica cómo se sostienen sus niveles de desfachatez. Y sin que ni siquiera afecte al Gobierno de Rajoy, el primer presidente que habrá de testificar en un caso de corrupción. Hay una respuesta clara: porque pueden. Y pueden porque hay muchos colaborando en la empresa. Y en el PP lo saben. Están sufriendo más incomodidades que en otras épocas pero la seguridad con la que despliegan una y otra vez sus ardides evidencia que no sienten ninguna intranquilidad. Lo que bien pensado es lo que más intranquiliza. No temen cambios. Existe como un seguro de impunidad. ¿Han visto el respeto que infunden las críticas en RTVE?, siguen en su tónica como si nada ocurriera. Por citar un ejemplo.

Se aprecia una labor conjunta de los medios conservadores, que son casi todos. Muy visible en televisión y prensa se complementa en la radio como una auténtica gota malaya. Un ejército compacto: se apoyan unos a otros, citan sus artículos y frases, se emplean entre sí. Un rastreo por las distintas emisoras, por la mañana en particular, ofrece una machacona rueda de ideas base para afianzar las posiciones del PP y el descrédito de sus rivales. La consigna actual es que lo sucedido con la Fiscalía es una treta de los fiscales díscolos que quieren ir por libre. Difunden sin cesar la versión de Moix como un mártir que se ha inmolado por el acoso «de la oposición». Y hay quien se lo cree o se lo quiere creer. Lo enlazan, invariablemente, con la bondad de haber aprobado los presupuestos del PP. Un veterano periodista decía: «Hoy hemos dado una lección al mundo de estabilidad, responsabilidad y credibilidad». Precisamente. En la orla de la transparencia y la ética mundial estamos.

El PP sabe que sus escándalos se tapan con otros nuevos, gracias a esta ayuda indispensable. Con la gente que se niega a saber que apenas queda resquicio en el que políticos corruptos no se hayan enriquecido metiendo la mano en el dinero de todos. ¿Se han enterado de lo de ADIF? Pues también se mojó,  defraudó a Hacienda casi 5 millones de euros. Es como una orgía de latrocinio en la que se mezclan nombres y tramas. ¿Que hay gente decente en todos los sectores afectados? Por supuesto.

La caja fuerte del erario público ha dado mucha publicidad y muy precisa a algunas empresas de comunicación. El dinero negro de las Cajas B les aportó medios de promoción superiores al resto de los partidos para encarar las elecciones.  Trampas que alteran resultados.

Falta la política. Con la caja fuerte de nuestros impuestos el PP ha compensado a nacionalistas vascos y canarios el voto a su política, a la del PP, a sus recortes y el estado de putrefacción que nos envuelve. Los desequilibrios que pueden existir, que sin duda existen, se solucionan por la vía recta preferiblemente. Con un gobierno decente que se ocupe del bienestar de todos, sin privilegios a cambio del voto. Eso no es política, es una transacción. Y el «aprovéchate» que tanto se oye en los mercadillos de saldos contribuye a la Marca España más nefasta.

El PP de Rajoy gobierna y desgobierna, corta, manipula y teje las redes que le convienen, sin grandes escrúpulos, porque puede y le dejan. Porque le apoyan Ciudadanos, nacionalistas y el PSOE con su abstención. Albert Rivera y sus Ciudadanos han hecho trizas su credibilidad, por más que se lleven a Rivera al Club Bilderberg, Cebrián, Ana Patricia Botín y De Guindos. El PSOE que ha cercenado la investigación parlamentaria de las Cloacas de Interior no tiene excusa. Y si la tiene debería aportarla.  Igual debe negociar con el núcleo duro que le echó por tener tan clara como tenía su postura hacia Rajoy. Pero el tiempo pasa y el problema hoy en el PP no son ramas podridas, es el árbol el que está enfermo.

¿Alguien conoce alguna razón presentable que justifique el apoyo al PP?

*Publicado en eldiarioes   02/06/2017 – 20:26h

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