
Fantástica foto de EFE portada de Público: Antidisturbios en Toronto.
El G20 primero, el G8 antes, reunidos en Toronto (Canadá), han acordado que las soluciones a la crisis que atravesamos sean «ajustadas a las circunstancias nacionales”. Es decir, que cada uno se las apañe como pueda. Y, al mismo tiempo, los países emergentes –que sí tienen dinero y ya sabemos a costa de qué la mayoría- logran que no salga adelante una regulación financiera. Pésimas noticias en su conjunto: la política ha abdicado. Las reuniones de Toronto así lo certifican. Estamos en el peor de los escenarios posibles entre los que podían darse.
Creado arbitrariamente en 1973, a petición de EEUU, el G8 consiste en la reunión de un grupo de países industrializados del mundo que poseen peso político, económico y militar. Pero no son ni los ocho países más industrializados, ni los de mayor renta per cápita ni los que tienen un mayor Producto Interior Bruto. Nació como G7, con Alemania, Canadá, Estados Unidos, Francia, Italia, Japón y Reino Unido. Un día llamaron a Rusia, tras caer el telón de acero. Durante unos años fueron G7 más, Rusia. Ahora ya son G8. Nadie los ha elegido más que en sus respectivos países, pero ellos deciden por todo el mundo de alguna manera.
¿Alguien podría citar qué ha conseguido el G8 en sus cumbres? Por ejemplo, reducir cada vez más la aportación a los países pobres para cumplir “los objetivos del milenio” que dictó la ONU en el año 2000. ¿Algo más? A mí me llamó poderosamente la atención cómo exoneraron de condena al dictador de Zimbabue, Robert Mugabe, en una histórica reunión, la de Hokkaido (Japón) en 2008. Histórica, porque fue la primera en la que, además de ver las grandes limusinas y paradisíacos hoteles, supimos que comían los líderes mundiales: un menú de hasta 19 platos, regados con sake y champán francés. Allí tenían que resolver qué hacían con la crisis alimentaria: dijeron que no sabían como ponerle coto. Y marcharon hacia sus casas tan tranquilos.
Se preguntan ahora cómo han podido gastar 800 millones de dólares en una reunión de fin de semana. Evidentemente no han cambiado su dieta, ni sus hábitos, y ahora ya son G20, muchos más. Añadamos el costo de la seguridad para un nutrido grupo de líderes y sus séquitos. El caso es que se han gastado 800 millones de dólares para no encontrar soluciones. Ese dinero es nuestro, nunca debemos olvidarlo. La grandilocuente declaración del año pasado ha quedado en nada. No se ha llevado a término apenas ninguna de las medidas acordadas para resolver la crisis. En lugar de «refundar» el capitalismo, el capitalismo se ha «enfundado» en su más cruda versión. Por tanto, en esta ocasión ni se han molestado en hacer el paripé.

G20. Territorio Vergara. Público
Obama es partidario de aumentar el gasto público (para estimular el consumo y el crecimiento) y quienes mandan en la UE de reducirlo, a costa de graves mermas en el estado del bienestar. El EEUU de Obama, y los gobiernos conservadores de Alemania, Francia y Reino Unido apuestan por regular por su cuenta el mercado financiero. Poco harán. No mandan. Quizás algo, ya veremos.
En España entretanto vemos a Zapatero entusiasmado con la nueva religión del “mercado”, no más incremento del gasto público, del gasto social. Y a Rajoy que, en lo poco que dice de su “programa” económico, se muestra no partidario de la tasa bancaria. ¿Un visionario? ¿Un rebelde emergente? No, el mayor y más desvariado colaborador del “sistema” neoliberal… más aún que el renovado Zapatero, que ya es decir. Al menos, al presidente le gustaría, dice, ir a un impuesto bancario.
Se nos están llevando el dinero a manos llenas. Sin controles, ni impuestos, con el llamado “secreto bancario”, atesoran en los paraísos fiscales una cantidad de dinero obscena e impronunciable. Pero que en estimaciones de Merryl Linch, equivale a 3 veces el PIB de EEUU, o de la UE, o a 13 el de la India. En España hay 143.000 personas, según el mismo informe, que guardan libres de cargas en opacas cuentas 175.000 millones de euros, según los técnicos de Hacienda, Gestha, en este caso. Echad un vistazo a estos gráficos de Expansión. Y a mí, sin ir más lejos, la Agencia Tributaria se me ha llevado casi todo el plan de pensiones, por no tener dinero para reclamar los errores judicialmente. Tú y yo, además, pagamos las carreteras, calles y servicios que estas grandes fortunas usan pero eluden contribuir a su creación y mantenimiento.
Con todo, lo más inquietante es el escenario en el que todo esto se desarrolla. La crisis partió de la quiebra de los bancos por prácticas fraudulentas. Los gobiernos les “inyectaron” dinero, tanto que, en ejemplo gráfico de Susan George, “si cada dólar fuese un segundo, en el reloj pasarían 400.000 años”. Y ahora son los que deciden y ordenan medidas a nuestros representantes políticos, caídos en una profunda sima.
He escuchado esta mañana a desmemoriados periodistas decir que con Obama acaba la hegemonía de EEUU, a manos de los países emergentes. En mi último libro, 2008, escribí esto, basada naturalmente, en lo que leía aquellos días:
“Con Bush hijo, acaba la época de mayor prosperidad económica e incluso –aun persistiendo grandes desigualdades- social de EEUU. Su gestión ha tenido importancia decisiva en el hundimiento económico de su país, en la quiebra del sistema. El mundo tardará muchos años en reponerse del mandato de George W. Bush”.
Las recetas de China, India o Brasil se imponen y aún en estos dos últimos países tienen un rostro humano, no así en China. Pero sobre todo se impone el desconcierto mundial. De todos, el más preocupante futuro es para la UE a la deriva, y, en ella, uno de los países peor parados es España. Sigamos preocupados por el Estatut, el burka, por la trascendental disyuntiva de una parte del periodismo joven entre «web y papel», y por lo que llaman “rifirrafes” políticos. O por ver lo bien qué marcha mi ONG u organización progresista por sí sola. A mí comprobar que el inexorable cumplimiento del plan que se atisbaba y en sus peores salidas previstas, me asusta realmente. Por lo que ha de venir, lógicamente.
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