Terror en la peluquería, horror en el Barrio de Salamanca

Hay personas que te hacen desagradable hasta lo más simple de la vida cotidiana. No existe la obligación de ser amable aunque se trabaje con el público pero la cosa cambia cuando se llega al maltrato.

Desde hace un par de años, iba a cortarme el pelo a una peluquería bajo el nombre de Marco Aldany, en la calle Príncipe de Vergara, 25, de Madrid. Pleno Barrio de Salamanca. Una cadena de precios populares en zona pija y conservadora. Pasé por allí  una tarde de sábado de agosto, no había nadie, me quedé y salí muy contenta. La peluquera que me atendió es excelente, podría trabajar donde quisiera.

La cosa se fue complicando al decir que para no dañar mis cervicales prefiero ir con el pelo recién lavado. Y seco, naturalmente. Al principio no hubo problema, luego ya sí. Que si mejor lo mojo, que si ya puestos un champú, que si ya una crema… Duplicando el precio sin duda (tengo los pagos con tarjeta), y mi malestar. En España hay una cierta afición a este tipo de subterfugios. Algunos lo llaman picaresca, yo lo designo con otro nombre.

Hace unos días acudí en horario pertinente y volví a sufrir el “ya puestos”. Le advertí a la peluquera que, a mis problemas de cervicales, se había añadido un nuevo accidente –por embestimiento de otro coche mientras estaba detenida en un semáforo- y que incluso el lunes tenía fijada una resonancia magnética. Lo escribo y no me puedo creer las estupideces que se llegan a hacer. ¿Tendría que haber ido con el parte de urgencias y la cita para la prueba en el Hospital?

La excelente peluquera no se apiadó en lo más mínimo. Hubo que regatear de nuevo, con un aumento profundo de mi incomodidad ante este tipo de situaciones. Con lo fácil que es decir: así no lo hago ya, o esto cuesta tal precio en tus condiciones. Accedí, a regañadientes, a mojarme el pelo, pero no al periplo innecesario de champús, cremas y  aclarados. De forma que me sentaron con el pelo mojado y se fue demorando el corte. De muy mal gas y protestando, la peluquera dejó la tijera en la repisa frente a mi silla y se fue a cobrar a varias clientas que se iban, tras ser atendidas por otras, y diferentes gestiones. Creo que podría escribir un cuento de humor negro con estos ingredientes. Me contento con hacer un parafraseado de la canción de Alaska y los Pegamoides en el título, porque tampoco da para más.

Sentada en la silla, mirando la tijera, el humor de la peluquera, el humor de las demás colegas, de las señoras muy del barrio de Salamanca allí sentadas, opté por marcharme. No afrontaría más riesgos.

Pretendí, claro está, que si había llegado con el pelo seco y, dadas las circunstancias, prefería marcharme, secarme yo misma un poco para no salir a la calle con el pelo empapado.

No lo consintieron. Otra peluquera me arrancó el secador de las manos, literalmente. Y nadie movió un dedo para solucionarlo. Una clienta, para insultarme por no tener paciencia.

Pedí hablar con la persona encargada de la peluquería. No contestaron. Pedí el libro de reclamaciones. No contestaron.

Y salí a la calle con exactamente 7º de temperatura con todo el pelo mojado. Menos mal que llevaba en el bolso un gorro de lana que algo palió el frío. Pero pude haber pillado una pulmonía.

Tengo cita con el departamento de Consumo del Ayuntamiento en mi distrito. Y me digo que, con todo cuanto ocurre, no debo entretener a un empleado que a buen seguro tendrá cuestiones más importantes que gestionar. Creo que no facilitar el libro de reclamaciones y una interlocución con la persona encargada para formular mi protesta sí es una falta que merecía sanción. Seguramente esa persona estaba allí y participaba del castigo a la clienta.

Que esas peluqueras sean unas desalmadas, creo que no está tipificado.  Pero evidentemente acudir allí es un riesgo que no aconsejo a nadie medianamente normal.

 

 

 

 

 

 

 

La trastienda del Black Friday

En la mañana de este viernes, Black Friday, millones de personas se han levantado pensando en ir de compras y aprovechar las ofertas. Y millones de personas han saltado de la cama sabiendo el día que les esperaba porque son ellos los encargados de venderlas. La mayoría vienen entrenados por los días previos porque este “viernes negro” se ha convertido incluso en una semana. “Yo me mentalizo y trato de llevar bien el día, lo peor es por la noche al terminar la tarea”, responde una dependienta afable y armada de paciencia. La jornada apenas despunta y ya ha tenido que atender a varias clientas al mismo tiempo, sus dudas y sus protestas. Imaginas la cantidad de pasos que habrá dado al regresar a casa, las sonrisas, las disculpas.

Las empresas aumentan la plantilla para estos días. En cantidad notablemente insuficiente.  Esta web, Xataca, llega a cifrar el incremento de los trabajadores en un 20% y el de los pedidos en un 2.000%. En cualquier caso, la desproporción es notable y no deja de reproducir la habitual. En el inicio de la oferta Black Friday, dos o tres días antes en muchos casos, te encuentras a primera hora de la mañana con 4 vendedores para atender a todo el que entre en una enorme tienda de aparatos electrónicos y electrodomésticos. Cada uno tiene asignados a su vez no menos de cuatro departamentos, y no otros, sin mezclas. No pueden prestar atención ni a consultas. La espera y la disuasión acaban con la encargada mandándote al mostrador a qué pongas por escrito una queja.

Lo mejor es intentarlo en otro comercio. Más grande aún, la proporción de vendedores es ligeramente superior y mejor el talante. Pero tardan demasiado en “volver del almacén” o en llegar a su pupitre debido a las continuas interrupciones de otros clientes. ¿Están haciendo el negocio a costa de sus trabajadores? “Tampoco es eso”, me explica un reponedor que oye y ve mucho. “Es que no se vende, por más que digan que España va bien, no se vende”.

El comercio ha cambiado a un ritmo vertiginoso. Grandes zonas de las ciudades, en el centro y los extrarradios en particular, han convertido sus calles en monumentales centros comerciales. Caen los últimos cines y en su lugar se coloca otra tienda, muy similar a la que puedes encontrar pocos metros más allá. La oferta es descomunal, bastante uniforme, y en busca del más barato todavía o lo selecto, el lujo. Pero múltiples expertos aseguran que las tiendas físicas se están convirtiendo en escaparates para la compra on line, sobre todo de tecnología. Pedro Bravo también aguza la vista en bicicleta. Y al parecer la venta exige mucha motivación para atraer al cliente porque se anuncia más y más espacio para instalar comercios. Nuevos centros y ampliaciones, se disponen a  añadir más de 2.350.000  de espacio comercial en el conjunto de España, según Cinco Días.

Almacén Amazon. San Fernando de Henares, Madrid.
Almacén Amazon. San Fernando de Henares, Madrid.

El negocio de venta on line es el que más crece. Amazon y sus primos hermanos se están haciendo con el mercado. Solo el macrocentro que la multinacional norteamericana proyecta en Toledo tendrá 200.000  y hay más ampliaciones en perspectiva. Es de imaginar qué quedará de esa burbuja del consumo que se asienta en cada esquina y cada tramo de nuestras ciudades. Todavía muchas personas, no todas ya, acuden a los centros comerciales físicos a ver el producto, pero luego lo buscan en la Red. De ahí que el empleo de repartidor crezca también exponencialmente. “En 2015 hubo 600 contrataciones, en 2016 fueron 1.000 y este año la cifra crece hasta las 2.700”, concreta a Xataca un responsable de Amazon. Los sueldos de los repartidores oscilan entre 1.000 euros al mes,  según Indeed , un buscador de empleo, con datos insuficientes para su fiabilidad, a auténticos abusos como publicamos en eldiario.es de algunos repartidores de comida que apenas llegaban a 4 euros la hora.

A simple vista no hay dinero para tanta tienda, quizás porque tampoco sigue habiendo pan para tanto chorizo. Hecha la salvedad quincemayista, la dura evidencia es la desigualdad instalada en España, que incluso nos afean desde la Comisión Europa, de esa UE que presionó y presiona con las políticas neoliberales que la han propiciado. Ayudadas en España por la corrupción, del robo público y la evasión y elusión fiscal. Solo Rumanía y Bulgaria, los parientes pobres, casi apestados, de esta Europa organizada, tienen una desigualdad mayor que la España del PP y sus socios impenitentes.

El  informe de la UE y otro de  la editora Bertelsmann nos sitúan en una España en situación “crítica” que suspende en todos los parámetros de la justicia social, salvo en la salud por el gran esfuerzo de sus profesionales y la alta calificación de la que partía antes de la fiebre privatizadora del PP. Riesgo de exclusión social, pobreza infantil, abandono de los estudios, escasa efectividad de las prestaciones sociales. Mapas sonrojantes, en el caso de tener vergüenza, para quienes amparan esta situación.

Hay una correlación análoga en los compradores españoles según su nivel adquisitivo. Se abre paso el saldo puro y duro, las camisetas a 2 y 3 euros, zapatos enteros con su suela y su todo a 10 o 15, labradas con tanta explotación como sabemos lejos de aquí. Para saciar el placer o la necesidad –creada-  de comprar. Y en un nuevo Monopoly empiezan a caer cadenas solventes que no pueden competir en precios. C&A anunció que reducía tiendas incapaz de lograr precios como los de Primark. La venta por Internet también se lanza a por ese mercado con empresas que facilitan las tallas con sus  medidas completas, nivel sastre o modista, y que devuelven integro el dinero si la compra no complace al cliente.

Se ha basado el tinglado de esta sociedad en el consumo. Y como poco es un sector en movimiento agitado.  Los síntomas lo asemejan a todas las demás burbujas que pincharon. La tecnología en constante desarrollo no dejará de venderse, todo lo contrario, pero puede que no lo haga ya apenas en las tiendas que colocan a 4 vendedores en todo el recinto. Y algo tiene que cambiar en tanta ropa colgada en lo que un día fueron edificios que aún deben guardar en sus paredes ecos de historias y calidades en celuloide más allá del pack de bragas a 3 euros o la camiseta de turno.

En una especie de huida hacia adelante, de pirámide, los gobiernos pujan por el favor de las grandes multinacionales del consumo.  En EEUU el cierre de centros comerciales adquiere ya niveles de problema. Apuestan por lo que vende dando todo tipo de facilidades, incluso las administraciones del gobierno. Una ciudad de EE UU Stonecrest, en Georgia, ofrece a Amazon cambiar su nombre por el de la compañía. En Seattle,  ya han tomado el espacio urbano las denominaciones Microsoft y Amazon. En Japón existe Toyota City, aunque creada al efecto, como contaba la periodista Rosa Jiménez Cano.

Toman el relevo las grandes superficies, en donde comprar los tomates, las sábanas, el detergente, la comida del gato y el televisor de oferta. En este último departamento se están creando trabajadores a un nivel de estrés malsano. De habitual, no solo en tiempo de campañas. Literalmente atienden a un cliente, mientras son interrumpidos por otros y por sus compañeros, y alguien –un jefe con certeza- habla y responde conectado por un pinganillo. Ocho o diez horas así, a diario.

Otro caso que he constatado es el del empleado que está solo atendiendo ofertas de electrodomésticos, permanente  colgado de un teléfono mientras de igual modo intenta servir a un cliente y a las interrupciones. En este caso, con ostensible cara de agobio, de tristeza.  Comentan que muchos trabajos son más o menos así ahora, aunque no estén cara al público. El empleado multifunciones. Es la sociedad que se ha formado. La que sale tan guapa en la televisión.  El informe de la UE, refleja que España tiene una de las tasas más altas de trabajadores pobres, por culpa del trabajo temporal y parcial que el gobierno llama empleo. El 13,1%, junto con Grecia y Rumanía. No se puede desperdiciar lo que haya, pero los derechos han disminuido.

El Black Friday -la gran fiesta del consumo internacional-  es una renuncia a los márgenes comerciales habituales, el pájaro en mano, que dejará volando otros de la campaña de navidad. La gente compra ahora y no compra lo mismo después, se reparte la venta. En este Black Friday de 2017, al margen de las cifras de beneficio que den, de los reportajes de exaltación del consumo, existen unas personas que llegarán rotas a casa. Los dependientes de ropa cara han estado algo más tranquilos, a la caza de clientes a quien ofertar las bicocas. No verán ustedes a las élites rebuscando por los percheros, no lo precisan. Ven en un centro de lujo un pañuelo para el cuello de 199.- euros y si les gusta lo compran como complemento del resto del avío.

Cuanto más barato, más aglomeración sin embargo. Los grandes almacenes del centro, los clásicos, no andan tal mal surtidos de dependientas como otros. El día acaba con el martilleo en los oídos de decenas de peticiones de tallas para el almacén, preguntas de por  qué hay rebaja en unas prendas y en otras no, de por qué no lo señalan bien, consultas de “míreme si tiene rebaja”, quejas de “si es una engañifa porque nada tiene rebaja”, de la tardanza en la consulta o el pago, quejas, quejas, esa solera de mando conservador que portan las señoras del, por ejemplo, Barrio de Salamanca en Madrid. Quienes tratan a los clientes igual – de mal si es el caso- que su empresa a ellos que los hay, son minoría.

No se habla de los empleados del Black Friday. Del comercio amenazado a pesar de la exaltación del consumo, o en mutación imprevisible. De quienes apechugan con él a costa de su esfuerzo y hasta de su salud. Es la consecuencia lógica del trabajo precario, en tiempos de injusticia y desigualdad. De incertidumbre constante por el paro o las mermas. En tiempos de cargar en los brazos a sectores indiferentes de la sociedad con erráticas prioridades para el bien común. No se habla de que en la España del PP y sus apoyos, para muchos es Black Friday, tiempo de rebajas en sus derechos y posibilidades, todos los días.

Acaba el Black Friday pero sigue el sábado, y el domingo, y la navidad, y los Reyes y las rebajas… Puede ser de otra manera, pero no quieren.

Si te sientes mal, no vayas a Mercadona

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O ten cuidado cuál eliges. ¿Quién me habrá mandado ir a Mercadona un viernes de Julio inicio de un puente y con todo cuanto acarreaba? Fue en La hoguera de las vanidades de Tom Wolfe (1987) dónde con más precisión visualicé cómo un error impremeditado desencadena consecuencias que no se hubieran dado de otro modo. Cómo estar donde no habías previsto estar te mete en una especie de pesadilla. Para argumento literario lo sigo encontrando fascinante, otra cosa es experimentarlo.

Bien es cierto que no ha tenido nada que ver con el glamoroso Nueva York de los 80. Por el contrario era el Madrid de 2016 con todas sus contradicciones. En este caso el que ubica un supermercado de ofertas en una zona residencial cara. Lo que suele implicar un extraño ambiente de herederos de los Siete Pares de Francia haciendo la compra en un mercadillo.  He dado un volantazo en su dirección camino a mi casa, tras pasar una mañana de consultas hospitalarias. Parece que se está imponiendo la moda de frenar los coches –especialmente de gran cilindrada- embistiendo al vehículo que te precede. Ayer me pasó por segunda vez en mes y medio y he tenido que ir a descartar lesiones de entidad en mi dolorida espalda.

Lo aconsejable y aconsejado era ir directamente a casa a guardar un moderado reposo. En su lugar, he optado por buscar una compensación al fastidio y comprar algo de pescado fresco, algo apetecible para comer que me alegrara un rato el cuerpo. Eran las 2 de la tarde. Así me he dirigido al Mercadona de la calle Telémaco en la zona de Arturo Soria. Compro rápido, llego al coche y no arranca. Es la batería. Se lo digo a un hombre que llena de bolsas su maletero al lado del mío. Me dice que llame a mi compañía de seguros. Sin contestar, subo al supermercado, le cuento el problema al que parece ser un encargado, me dice que no tiene pinzas para activar la batería, ni nadie las tiene. Ni empleados ni clientes pueden solucionar ese problema que, sin duda no les atañe, pero que no cuesta demasiado intentar. Teniendo en cuenta sobre todo el día y la hora.

Estoy cansada y dolorida, dudo qué hacer. Me parece tener ante mí una montaña por escalar. Pero no queda otro remedio que llamar a la aseguradora y esperar. Cojo la compra para que no se estropee con el calor del aparcamiento y optó por sentarme en un extremo en una silla de caja –muy incómoda por cierto- y esperar. Vamos a ver, yo he pasado por  circunstancias mucho más adversas y complicadas, claro está, lo que me parecía hoy un contrasentido absoluto era estar sentada en una esquina del Mercadona aguardando a que un técnico de la Mutua se desplazara y  viniera a arreglar lo que cualquier conductor podía hacer en pocos minutos. Yo no llevo pinzas, pero esos coches que van tan sumamente equipados dudo que no los tengan.Dudo que no los haya en un centro con repartidores. Nadie me hacía el menor caso y eso que no había demasiada gente en la tienda. En poco tiempo, pues, el problema concreto ha dado lugar a una sensación de insolidaridad mucho más lamentable.

Por fin, un joven que parecía también encargado me ha preguntado si me encontraba mal.  Y así era:  le he soltado en tromba todos mis malestares. Al principio ha dicho que él sí tenía pinzas pero luego ha debido pensar que, por protestar, no me merecía ayuda o –más probablemente- que no era su cometido. Y se ha ido muy rumboso. Y no ha vuelto a dirigirse a mí.

Durante cerca de una hora les he visto a todos ellos pasar y traspasar, moverse como autómatas. A todos, clientes y cajeros, empleados. Ponían la compra en la cinta, la recogían, alguno me miraba de reojo y punto. No sé si soy capaz de describir mi experiencia. La deshumanización que he estado contemplando como en una película que se desarrollaba con lentitud durante casi 60 minutos, lo largo que se hace el tiempo en esas circunstancias. Cómo habían obviado ya el bulto –yo- que tenían al lado. He pensado que allí, en ese Mercadona, alguien podría caerse muerto sin que nadie le mirara siquiera. Y mi malestar iba en aumento. Lo que iba a ser un comprita de unos minutos se ha alargado en exceso.

En la Mutua han acelerado el trámite a pesar del día y la hora que eran, porque creo que han percibido que mi voz salía en la rellamada un tanto quebrada. De dolor e impotencia. Se han portado muy bien, tanto al teléfono como en la asistencia. Como personas, vamos. . He salido de allí pasadas las 4 de la tarde. Alguien me ha dicho por el micrófono de la barra de acceso del aparcamiento que había sobrepasado la hora de salir tras recibir el ticket. Les he respondido que sí, que ampliamente, que si me abrían o preferían joderme aún más. Han abierto.

Hay gente que disfruta con el mal ajeno especialmente cuando le toca a alguien que no les gusta. Por fortuna los males que refiero son puntuales, se pasarán; las actitudes dan el aspecto de permanentes. Porque esto que es una trivialidad, parece síntoma de muchas cosas. Por eso lo reseño. La imagen de todos a lo suyo, como marionetas, abstrayéndose de una persona que se encuentra mal y así lo ha dicho y lo han oído, explica muchos comportamientos de nuestro presente. Si en algo tan accesorio se comportan así, cómo va a preocuparles las familias a las que desahucian, la pobreza infantil, los refugiados a quienes dejan ahogarse en el mar, los despedidos igual entre sus propios compañeros, las injusticias, el aumento de las desigualdades, el saqueo de las arcas públicas. Ocurren de nuevo hoy sucesos terribles, realmente terribles, en España y fuera de ella; ahora corroboro que con todo este tipo de gente que refiero no se puede contar. Para nada. Son de otra raza.

Solo unos pocos empleados de lo que veía en otras ocasiones parecen permanecer en la tienda. Hoy no estaban. Los de hoy resultaban preocupantes. Para sus propias vidas. Los clientes también. Este cada uno a lo suyo del egoísmo hecho categoría de vida, era lo único que le faltaba a esta sociedad.  Porque toda esa gente un día puede verse en apuros de cualquier tipo e igual ya no hay nadie capaz de echarles una mano y ni siquiera habrá quien lo lamente. Las causas son múltiples y vamos de mal en peor.

  • Actualización:

Escribir sobre un tema de poca trascendencia (salvo que se mire realmente el fondo del asunto) ha hecho que mucha gente que no ha comentado nunca en este blog haya entrado en tromba. Qué diferencia con el anterior, verdaderamente. Han servido para aportar esa semblanza de la sociedad actual que explican tanto de nuestro presente. WordPress, el servidor que aloja mi blog gratuitamente, prevé que los comentarios pasen por un filtro para ser aprobados. Y evitar así que te empuerquen el blog. Emporcar es palabra que usamos mucho en Aragón y que encuentro muy descriptiva.

Estoy usando ese recurso, para no aprobar algunas comentarios. Yo también escribo gratuitamente aquí, es un blog personal y me asiste la potestad de fijar el derecho de admisión. Siempre ha sido así y ha contribuido a una buena armonía. Primo el bien común, y hay veces que actividades parasitarias lo entorpecen.

No son ofensivos los comentarios que no paso, simplemente son, algunos, bastante peregrinos y aquí siempre ha habido muy buen nivel entre los lectores. Por supuesto que se puede discrepar pero con argumentos, con mala baba ensucia, como digo. Comprendo que estamos en Julio, que hay gente a la que no le preocupan los problemas serios y que es un divertimento. Pero mantengo lo que suelo decir:  que no todas las opiniones son respetables, contraviniendo la moda general a la que le gusta la gresca, o el ¡zasca! Ay,  el terrible zasca tan bien acogido por la «cretinez».

Me dice uno por ejemplo:

«No se si serás la misma, pero casualmente anoche me contaba un amigo que en su curro fue a ayudar a una mujer que se la veía agobiada con un problema en el coche, y cuando se acercó se encontró a una tia con pinta de feminista empoderada porqueyolovalguista exigiendo que los hombres la sirviesen, y ahí se le terminó la caballerosidad. Ante todo igualdad. Tendría gracia que esté leyendo la misma historia pero vista desde el otro lado».

¡Qué casualidad! ya estamos con el machismo-feminismo. Si una persona se queja y es una mujer lo hace de «los hombres». Pero qué santa estupidez. Pues, hombre, si no sabe ni dónde trabaja su amigo, igual el comentario le ha venido al pelo.

Me da risa pero es lamentable. Como los que dan por hecho que no me ocupo de personas que lo están pasando mal. Mirad lo que dice esta señora en la línea de otras que aprovechan para darme lecciones:

…»la próxima vez que veas a alguien que no se encuentra bien y necesita ayuda no dudes en dársela y ya verás como si otra vez te vuelves a encontrar en una situación parecida o simplemente necesites ayuda la recibirás sin duda…. lecciones que nos da la vida para que nos demos cuenta de lo que hacemos mal y seguramente tu necesitabas sufrir en tus carnes la falta de humanidad para cambiar o aprender».

Con un par.

Pueden estar tranquilos todos estos, tras descansar me encuentro mejor, el coche funciona ya perfectamente, soy consciente desde hace muchos años de quién puede defraudar y no de acuerdo con lo que se espera (vista la experiencia), escribo o no escribo en el blog lo que quiero o dejo de querer… Y todos ellos pueden seguir con sus miserables vidas -si es el caso-. Pero, por favor, manténgalas alejadas de los sitios de interés. Váyanse a jugar a los campos de Zascas. Tienen muchos otros lugares para pasar el tiempo sin molestar. Yo les ayudaré si es preciso. A mantenerse lejos.

 

 

 

 

 

#BlackFryday en España

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Hemos importado -como hacemos siempre con todo cuanto fomente el consumismo- el Black Fryday norteamericano: las rebajas prenavideñas.

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Y, como me gusta ver los fenómenos sociológicos por mí misma, me he acercado a un centro gran comercial situado en el barrio de Vallecas, Madrid.  El aparcamiento rebosaba anticipando el interior.

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Bolsas

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Bolsas

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El carrito lo mismo sirve para el bebé que para más bolsas.

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En el gran templo de la baratija, uno que ha llevado su impronta a la Gran Vía de Madrid para convertirla definitivamente en un mercado de saldos, parece encabezar la lista de éxitos del día.

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Montones… de gangas.

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Zapatos que por 13 euros indican cuánto habrán cobrado quienes los fabricaron y que aseguran un cuidado extremo de esos pies que renovamos cada año ¿o son los pies para toda la vida?

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Y navidad, para los niños, para educar a los niños en el gusto exquisito.

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Y después… bolsas. En el suelo para tomar un respiro.

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Es Black Fryday. Descuentos. Más barato o más caro, en todos los rincones. #AhoraQueNosEstamosRecuperando

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La invasión de la cutrez

Silla Ikea

Silla Ikea

Cuando vi esta silla de IKEA llegó la confirmación: el monstruo de la cutrez nos ha invadido. Parece un tema menor pero los acontecimientos nos están conduciendo por un camino cada vez más caótico. Por alguna razón, mi mente lo asocia a la Perca del Nilo –ya hemos hablado de ello alguna vez-, un bicho que agranda en mi imaginación sus fauces feroces y que acaba con toda vida anterior para implantar la degeneración. Como aquellos comecocos que avanzaban inexorables devorando cuanto había.

España, ay, España. El PP la ha convertido en su cortijo, quizás en su  virreinato. Ya no hablo ni del saqueo diario, es ver cómo la está modelando a su gusto. Cómo aprueba por sus santos reales prolongar la caza en los Parques Nacionales hasta el año 2020. Para que cacen a su gusto los señoritos. Cuenta eldiario.es en Castilla La Mancha, que el otro día cerraron una pedanía de Ciudad Real para hacer una montería privada. Durante un día los vecinos de Minas del Horcajo no pudieron ni entrar ni salir de la aldea. El camino de entrada fue cerrado por seguridad privada y ¡por la Guardia Civil! A eso hemos llegado.

Mientras, esa elementa que preside el Círculo de Empresarios y que con tanto ahínco menosprecia a las mujeres o a cualquiera que no sea de su clase, no para de demostrar para quién se gobierna. Tras hacerse con su marido una mansión en el parque nacional de Cabañeros, se han montado una cancha de polo privada en otra de sus fincas ubicada en otro parque, el de Guadarrama, de gran valor ambiental.

Cospedal que es un motor de involución constante, se propone gastar en su televisión –la menos vista de España- 900.000 euros en toros, mientras resta  sanidad, dependencia y cuanto realmente importa.

De todo el destrozo causado por el PP en tiempo récord –irreversible en muchos casos-, el peor ha sido el que en realidad es el germen: el aumento de la desigualdad. Todo lo demás es consecuencia.

Y, mientras, el líder del PSOE estrena página y medio Twitter se burla de cómo se ha convertido en “tendencia en Madrid” por comerse las vocales. La Perca del Nilo vuelve a mi mente.

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Cuando la realidad española me satura me voy –por ejemplo- de tiendas que es muy narcotizante. Mi amigo Juanjo Aguirre se da una vuelta por Madrid y nos hace esta virguería llena de descubrimientos. Yo, ya digo, cuando el asunto se pone realmente crudo opto por grandes centros del consumo. Así he ido advirtiendo esa tendencia  a lo cutre, a la chabacanería con la que iniciaba este texto. Ikea por ejemplo parece abandonar aquel sobrio “diseño sueco” con el que triunfó. Es que le han salido competidores que dan mucha más vulgaridad, y “más barata” que es lo bueno. En un ay vas ahora por IKEA. Decidme quién se colocaría esta alfombra en su casa.

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He descubierto auténticas multinacionales de la baratija. Me llama la atención Primark que crece como la espuma ofreciendo crecientes monumentos al mal gusto. Lo visito con especial dolor porque una brillantísima periodista, doctora en periodismo e investigadora, me dijo que había echado instancia como dependienta, dado que no encuentra trabajo en lo suyo (y lo mío), al menos remunerado.  Otra sé que es cajera en Ikea precisamente, pero no he coincidido con ella. Sin buscar mucho, este jersey venden por ejemplo en Primark. Es de mujer adulta.

 

Jersey Primark

Jersey Primark

 

Y éste un modelo de set de cama que dicen, para dormir divinamente.

Funda nórdica Primark

Funda nórdica Primark

No perdamos de vista, pues, que también se está fomentando el mal gusto. A un altísimo precio, paradójicamente. En salud y derechos. Cada vez es más insistente la conclusión de lo que ha costado fabricar a esos precios.  Ya no podemos cerrar los ojos e ignorarlo.

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¿Hacia dónde nos encaminamos en España con el abaratamiento del empleo? Algunos lo tienen claro. La guinda la encontré en Kiabi una cadena “low cost” francesa. Como en los tiempos de más amargo recuerdo, los del subdesarrollo,  en el baño nos dan consejos sobre cómo lavarse las manos.

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Igual es que hay demasiada gente lavándose, mal o bien, las manos y las conciencias.

 

Un paseo para charlar con la mayoría silenciosa

Me he ido a ver si escuchaba a la mayoría silenciosa. El gobierno sí la oye, lo dijo la minivicepresidenta del máximo poder. Nixon también le dio enorme valor para sacudirse las protestas por la crisis social abierta a causa de la guerra de Vietnam. Casualmente cuando andaba pringado hasta las pestañas de corrupción y de prepotencia. Casualmente nada más.

Lo decía Soraya Sáenz de Santamaría sobre todo para evidenciar que la mayoría de los catalanes está con la unidad de España, porque no todos salieron a hacer una cadena humana, como nos cuenta estupendamente Angels Martínez Castells. No os lo creeréis pero a ella misma la han contado como «mayoría silenciosa».

El PP no oye a las mayorías abrumadoras que le pidieron el cese de la invasión de Irak en aquellas multitudinarias manifestaciones del “No a la guerra”. Ni las que ahora le exigen deje de bombardear los servicios públicos del Estado del Bienestar. Sin embargo, cuando está en la oposición y con ese poderío económico del que disfrutan fleta hasta autobuses para que vengan a Madrid a protestar, cree que “todo el mundo” está contra todo lo que a ellos les molesta y se aparta de su ideología. Ahora, en su opinión, “la mayoría silenciosa” aprueba esa gestión tan estupenda que están haciendo de nuestras cosas. Elevar ya al 92,2%¡¡ la deuda pública, cuando ya pusimos el grito en el cielo no hace ni un mes porque la tenía en el 90.3 habiéndola cogido en el 69,3. Y eso en la mayor etapa de recortes que se conoce. Y con la inmundicia moral que no asola. Rajoy es plusmarquista en aumento de deuda y en tijera. Pero ¿Qué piensa la mayoría silenciosa?

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A los dueños de esta tienda no les he podido oír porque, cerrados, se han ido con su silencio a otra parte. En el mercado contiguo –vacío a las 11 de la mañana de un viernes- sí se quejaban. De que la gente no tiene no tiene dinero. De que la mayoría que puede se va a los grandes centros comerciales. Sí, esos cuya promoción se propicia.

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Esta anciana tampoco ha dicho ni media palabra cuando ha sorteado uno de los hermosos socavones de las aceras de Madrid con su bastón.

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Ni está joven cuando ha atravesado un paso de peatones con su carrito sin meter el pie el agujero.

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En el parque no pronunciaba ni palabra la gente que no podía sentarse en este banco, dado su privatizado estado.

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Estaban los mendigos habituales apostados a las salidas del metro. Con transeúntes que ni les miran. Ni les hablan por supuesto. Un señor caminaba abrazando el ABC y sus soflamas por la unidad de España y los malvados que la atacan. En las oficinas del paro la gente que acude a sellar o a mirar si hay alguna oferta de trabajo en los carteles de la pared, suele permanecer en silencio. Así veo yo a la mayoría de los 6 millones de parados reales, los de la EPA: callados. Y eso indica, incontestablemente, que todos están muy contentos con el gobierno. Como no dicen nada, debe ser así.

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Esta otra tienda ha dejado enjaulado su silencio con las persianas echadas por cierre.

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Pero sí he visto que alguien se ha manifestado en una pintada en otro lustroso banco. En voz muda, eso sí. Creo que estos han entendido los mensajes del ministro Gallardón, de Wert, de Ana Mato y del resto del gobierno.

Las mayorías silenciosas son muy suyas.  Lo mismo se quedan impertérritas  cuando unos colegas más participativos sacan las guillotinas, que les da por gritar y afilarlas ellos en un pronto. Es tan difícil escuchar el silencio.

Dentro de 4 o 5 años habremos mejorado hasta… estar como con Zapatero

Nuevos datos vienen a corroborar lo que está suponiendo para el común de los españoles el gobierno de Mariano Rajoy y sus comunidades autónomas, según cifras oficiales del Instituto Nacional de Estadística.

El PIB cayó en realidad un 1,6% en 2012, dos décimas más de lo que se creía. Lo mejor es cotejarlo con los datos de 2011. Entonces creció “solo” un 0,1%, cuando se creyó había aumentado el 0,4%. Es decir, en 2011 creció aunque poco y en 2012 con el PP se llevó un batacazo.

Estas malas cifras  se deben a la caída drástica del consumo consecuente al empobrecimiento de la sociedad por el aumento del paro, la reforma laboral, los repagos y el encarecimiento de los precios que ha practicado el PP. En 2012 el consumo retrocedió un 3,3%. Este año, por cierto, las cifras adelantadas van aún peor.

El empleo también se contrajo. El INE concreta que el -4,78%, siempre más de lo que nos dijeron. Pero esto se traduce en que en 2011 la tasa de desempleo era de un insostenible  22,85% y en el segundo trimestre de 2013 tenemos ya un esperanzador 24,69%, tras haber estado aún más alto.  Todo según la EPA y tras haber registrado la mayor emigración en mucho tiempo.

Recordemos que la deuda pública se ha elevado también al 90,3% -récord en un siglo- desde el 69,30% que había a finales de 2011.

Menos mal que la prima de riesgo ha bajado, ésto ya está a los niveles que mantenía el gobierno socialista en su último año de mandato -antes estuvieron mucho mejor-. Aquí explicaba los porqués.

Con todo esto, es de esperar por tanto que más tarde que pronto llegue la recuperación que tanto nos anuncia el gobierno del PP y sus medios afines. Si la prima de riesgo ya está como la dejó Zapatero -que no fue un dechado de virtudes como gobernante- se puede prever fácilmente que igual en 4 o 5 años, en una década, en dos… ya volverá el empleo, el PIB, la deuda, o el consumo a como estaba al menos antes de llegar Rajoy. Han merecido la pena sus reformas. Destrozar la sanidad pública, la educación, justicia, ciencia, investigación, cultura, libertades… en fin, para qué repetir la larga lista que todos padecemos. Todo sea por volver a como estábamos en 2011 con Zapatero. Quién nos lo hubiera dicho con lo hartos que estábamos de él.

La cultura ¿un bien superfluo?

Fue entender por qué cuando lo miraba “se me llenaban los huesos de espuma”.  Gabriel García Márquez me llevó en volandas al universo mágico de Macondo y nada volvió a ser exactamente igual. Fue, también, comprobar que en el  “Mundo Feliz” pergeñado y controlado por otros, la división de clases llega a fabricar incluso “epsilones” apenas sin cerebro para los trabajos duros. Aldous Huxley abría las páginas de mi mente en la brillante metáfora. Solo unos pocos cuestionaban el orden establecido, el resto “Sin esfuerzo excesivo ni de espíritu ni muscular, siete horas y media de un trabajo ligero, nada agotador, y enseguida la ración de soma, deportes, copulación sin restricción, y el Cine Sentido”. Y fue leer para saber, para querer emular y buscar ideas y palabras que enriquecen y hacen sentir y pensar. Y fue escuchar a Luciano Pavarotti en el espacio abierto para todos del Hyde Park londinense en una noche de lluvia intensa e integrarse en un Nesum Dorma colectivo. O querer parar un avión en Casablanca para que Ilsa Laszlo hiciera lo que realmente deseaba en una película perfecta. Mil manifestaciones más que hemos paladeado para ser más felices y mejores ¿Cómo es posible que la cultura no se aprecie ni se proteja, que se apueste incluso contra ella en estos días amargos?

Con el mismo empeño que el PP va contra la sanidad pública, la educación o la ciencia y la investigación arremete contra la cultura. Y, en este caso, sin rechazo popular masivo. España soporta ahora el IVA cultural más caro de Europa, un 21%. Incluso el Portugal -que nos antecede en el calvario y que aplica un 23% a casi todo- reserva el 6% para los libros. Los recortes han supuesto un ataque frontal a cuanto suponga cultura. La ley Wert desprecia en el bachillerato las artes escénicas y restringe la música y la plástica. Ni un solo euro se destina a la compra de libros para bibliotecas públicas. Se resienten los museos con importantes mermas, hasta El Prado (“turístico”, “Marca España”) ha visto reducido su presupuesto en un 30%. El Teatro Real de Madrid el 23%. Teatro e igualmente cine, música y festivales asisten a momentos críticos por la tijera depredadora. Ni la Convención de la UNESCO DE 2005 que manda proteger y promover las expresiones de la diversidad cultural se tiene en cuenta a pesar de que España la suscribió.

De hecho, la estrategia del ministro liquidador de la Educación y la Cultura ha sido que cine, teatro y conciertos dejen de ser arte para meterlos en el saco del espectáculo, el entretenimiento. De este modo justifica la elevación de su precio. España ha pasado a ser  uno de los pocos países que considera la cultura una mercancía más.

Mariano Rajoy que acudió recientemente a la Biblioteca Nacional por primera en su mandato –puede que por primera vez en su vida- se refirió a ese concepto. Habló de que «el nuevo ecosistema de consumo cultural se encuentra ya en el cibersepacio». Ése al que, por cierto, quieren controlar también con subterfugios por su “peligrosidad”, creo que para la Seguridad Nacional que es cosa seria. El presidente del gobierno lo que valora es la lengua española como “producto más internacional y prestigiado de España». Y quiere que ley de educación -que ha perpetrado a medias con su ministro- impulse la cultura como «sector clave para adaptar lacompetitividad y transmitir una marca de vanguardia». Así ve el PP la cultura.

Lo peor es cómo la ven los ciudadanos que engullen este enorme retroceso sin problemas. Los mismos que no leen o, si compran un libro, lo hacen preferentemente de los autores que  “salen por la tele” y que -como decía, el premonitorio Huxley-  con los deportes, la copulación sin restricción y todo el soma que arrojan sobre todo las pantallas de plasma tienen bastante. Y, encima, cuando la ración de soma de comer, de estar sano, de tener una vida digna empieza a escasear tan alarmantemente.

El domingo el predecesor de Wert, Ángel Gabilondo, se refirió en un homenaje a José Luis Sampedro a cómo “se empieza por leer libros y, claro, se acaba queriendo arreglar el mundo”. De eso se trata, sí. Dóciles epsilones de carga, percebes sumisos, y casi ni eso, una masa krill para usar y deglutir.

Es entrar en la Cuevas de Altamira. En la Catedral Gótica de León. En el románico Castillo de Loarre oscense. En el diseño de vanguardia. En la desarmada derrota del “Ne me quitte pas” de Jacques Brel.  En la alegría de vivir de Singing in the rain. Es tanto… Sentarse ante El jardín de las delicias de El Bosco o ante cualquier cuadro de Goya que tan bien reflejó España. Es leer a Saramago y a Sampedro, y a Calderón y  a Gioconda Belli y a Richard Dawkins. Cada cuál tiene su imaginario, sus preferencias, pero un país de ciudadanos libres no puede reducirlo a la bota de Messi o el cerebro de Cristiano.  La cultura no es un bien superfluo. Y no es tolerable que un gobierno de epsilones venidos a más con mando en tijera se empeñe en embrutecer a la mayoría de un país.

*Publicado en eldiario.es

Consumo: graves signos de alerta

Tenía que llegar. El “libre mercado” -reducido a la libertad de que unos cuantos logren desmesurados beneficios sin mayores miramientos- ha llegado al consumo. El escándalo de la carne de caballo camuflada como de vacuno crece. Son ya varios los países afectados. La investigación francesa sitúa el origen en Rumania tras pasar por comerciantes en Chipre y Holanda antes de ser adquirida por una empresa del sur de Francia y elaborada por otra en Luxemburgo. Caballos viajeros. Pero no debe ser único el origen dado que también se han encontrado trazas en hamburguesas o lasañas españolas. Si la crianza de los caballos es mucho más costosa que la de las vacas o bueyes ¿qué ejemplares han embutido en nuestros alimentos?

Quizás guarde alguna relación con este otro fraude que investiga el SEPRONA: la utilización de perros enfermos e incluso ya muertos para la elaboración de pienso. En concreto, el Servicio de Protección de la Naturaleza sospecha del posible uso de restos de perros y ovejas en varias plantas clandestinas de Galicia y una empresa de transformación de productos cárnicos de Salamanca. Dicen que seguirán indagando conforme lleguen más peticiones. Expertos alertan desde luego del “riesgo que supondría «para toda la cadena alimentaria», equiparable, de confirmarse, a la crisis de las ‘vacas locas’, según declara a El Mundo la responsable de la unidad especializada de biología molecular de Anfaco,

Y no acaba ahí. La Comisión Europea ha autorizado, a partir de Junio, el uso de pienso que contengan proteínas de pollo y cerdo para alimentar en este caso a los peces. Cuando lo comenté en las Redes Sociales me dijeron que es una medida muy positiva y largamente esperada porque abarata costes. Los peces engordan el doble en la mitad de tiempo y los empresarios dicen que no tiene riesgo alguno para la salud. La UE ha pensado lo mismo. Pero ¿qué queréis que os diga? yo prefiero elaborarme mi propio menú a que me venga completo en un lenguado por ejemplo. Pescado, pollo y cerdo, todo en un bocado.

Caballos de muy dudosa procedencia para que resulten más baratos que la cría de ganado vacuno. Cadáveres de perros para piensos que no sabemos a quiénes van dirigidos. Y hasta, de nuevo, para “productos cárnicos”. Esto en “sospecha”. Y finalmente mezcla artificial de pescado, pollo y cerdo. ¿Seguro que esto es sano? ¿Seguro que todo vale para ganar dinero? ¿Seguro que estas autoridades tan entusiastas del libre mercado velan por nuestros intereses? Ofrece esta gente tanta confianza que igual no podemos ni comer tranquilos. Y lo que no sabremos.

Españoles, cada día más europeos

  Mi viejo sueño de que los españoles seamos tan europeos como solían serlo los ciudadanos del lado norte pirenaico –antes de que llegara la UE con la guadaña azul-, está más próximo a cumplirse. La crisis de los no ricos ha cambiado nuestros hábitos de consumo. Ahora invertimos más en todo lo que implica estar en casa –gastos corrientes de luz y electricidad-, alcohol y tabaco… y eso sí, telefonía. Nos quedamos en el dulce hogar pero llamando a otros ¿para paliar la soledad? ¿el hastío que produce la convivencia quizás? Al mismo tiempo ahorramos en comida –que en los españoles es algo contra natura- y en salud y educación que ya se sabe son cosas superfluas.

   Veo grandes paralelismos con los más arraigados europeos. Ellos también prefieren permanecer al cobijo de sus paredes, sobre todo por no gastar. Tampoco derrochan en comida. Los holandeses por ejemplo emplean en esa partida el 15% de sus ingresos, mientras nosotros hemos llegado a dilapidar la mitad de lo ganado en viandas. Le dan a la bebida más que nosotros por lo general, en contra de la fama extendida. Para ellos educación y salud sí son prioritarios. Y se comen sus soledades y frustraciones, con unos buenos lingotazos o con pastillas, en lugar de llamar por teléfono que es caro.

 

    Claro que esta casa en Lund, Suecia, de tres plantas, con este jardín…

Cuesta 400.000 euros. Y ganan el triple que nosotros. Ese prototipo europeo nos interesa ¿a que sí? Mirad la frutería. Hace 2 años, pero los tomates costaban el equivalente 2 euros. El kilo naturalmente.

   En su empeño de homologarnos a los europeos, el futuro inquilino de la Moncloa casi por mayoría absoluta ha elegido el modelo británico de Cameron. No tiene muy claro cuál es ese modelo pero le suena bien, declara que «da confianza». De acuerdo, aceptamos los recortes de los ingleses, pero por favor queremos todo el paquete completo. también ellos ganan el triple que nosotros, ni un subaltero cobra menos de 1.000 euros, y así se aceptan de mejor grado los ajustes.

   Puestos, hasta no nos importaría ser como los franceses, que ganan el doble, con una inversión cercana al 30% en gasto social (frente al 21% español), y que se jubilan –para su irritación- a los 62 años, tras el duro ajuste decretado por Sarkozy.

   Rajoy medita nuestro futuro, entre lo que sabe y no sabe, dice y no dice, pensando por encima de todo en la moral de nuestros ancestros. En eso España es y debe ser diferente, reserva espiritual del mundo entero. ¡Matrimonio homosexual!, ¡no, no, eso no puede ser!, esas cosas se hacen a escondidas. Y aquí le vemos sonriendo dulcemente en su despacho, atesorando esa foto tan tierna a su izquierda que preside la estancia.