Peligros globales en ascenso

«Le diré que no siempre los gobiernos pueden hacer, en determinadas circunstancias, todo aquello que desde fuera parece que se puede hacer». Era el histórico 12 de Mayo de 2010, con un hemiciclo casi desierto ya, cuando José Luis Rodríguez Zapatero contestaba así a los partidos minoritarios. La troika –Comisión Europea, BCE y FMI- y hasta Obama le habían conminado a hacer recortes en la Era de la austeridad. El panorama no ha cambiado… a mejor.

El gobierno progresista español ha aprobado este martes las llamadas Tasa Google y Tasa Tobin –impuestos a determinados servicios digitales y a algunas transacciones financieras- aunque no entrarán en vigor hasta final de año. Se trata de buscar fondos que no pasen por la tijera a la sociedad del bienestar como se ha venido haciendo. Y a los Estados Unidos de Trump no le gusta, como tantas otras medidas no gustaron a sus antecesores y movieron en embajadas, según supimos hasta por WikiLeaks. Ni a EEUU ni a los países que detentan más poder, ni a aquellos para quienes gobiernan, ni a la derecha española sin ir más lejos, que también tiene muy claras sus prioridades. Puestos, ni a la derecha de los demócratas estadounidenses que andan mirando cómo desactivan a Bernie Sanders por ser demasiado progresista.

El problema se ha incrementado. Donald Trump no es un presidente republicano al uso, parece más bien el Director Gerente de EEUU S.A., incluso de Trump S.A. Su director de ventas y gestiones, también conocido como Secretario de Estado, Mike Pompeo, anda advirtiendo a los países europeos que utilizan telecomunicaciones Huawei que eso «podría dañar sus relaciones con Estados Unidos«, según CNN. Insistió más bien. En diciembre había hecho la misma «advertencia» en Portugal. Las relaciones dañadas con EEUU suelen implicar sanciones y aranceles. Y la rivalidad tecnológica entre Estados Unidos y China nos está haciendo asistir a nuevos e inquietantes capítulos.

Trump S.A. no se para ahí. También pone en el punto de mira a las misiones médicas cubanas que operan en más de 60 países, y no precisamente los más favorecidos. Según el Ministerio de Relaciones Exteriores de Cuba, desde los años 60 han sido enviados a más de 160 países no menos de 600.000 cubanos como médicos, enfermeros y técnicos sanitarios. Una veintena de misiones trabajan en países que no pagan nada a cambio, pero el resto de naciones entrega un dinero al Gobierno cubano a cambio de los servicios médicos,informa eldiario.es. Lo que prima para Trump S.A. es presionar al gobierno cubano. La salud ajena le importa poco. Ni de sus propios ciudadanos, ni de aquellos que castiga con la terrible arma de las minas antipersonas que ha vuelto a autorizar.

No es la habitual dicotomía ideológica, es el dominio económico… si alguna vez fue otra cosa, bien es verdad. Ése que con fuerte tintes de fanatismos varios –religioso y de lucha contra el conocimiento- ya se encuentra el Brasil de Bolsonaro con medidas que alcanzan la categoría de espeluznantes para la razón. No anda lejos la Bolivia hoy golpista. El Salvador nos sorprendió con un presidente que lleva al ejército al Congreso porque le rechazaban que pidiera un crédito y que entretanto reza en trance en la tribuna. Falta la Venezuela que quieren para Guaidó.

¿En serio alguien es capaz de creer que la Venezuela de Nicolás Maduro supone algún peligro para nadie y menos aún para España? Pues así ocurre y más desde que el PP descubrió que Venezuela «da cohesión» al partido. Y en ello insisten, reprobando al ministro Ábalos, poniendo demandas junto a Cs y Vox. Si la mayoría de los adeptos a ese descomunal globo lo pensaran dos veces se avergonzarían de su falta de juicio. ¿Por qué y para qué iba a ser modelo Venezuela de España siendo dos países tan diferentes en sus estructuras?

Más aún, cualquiera de los mandatarios de los países citados, desde Trump a Bolsonaro, merecería las prohibiciones que implantó la UE a los dirigentes venezolanos, tanto o más. Añadan el México de los feminicidios, con 10 mujeres asesinadas por día; ahora ya hasta niñas, y la mayoría previa tortura. Y la prueba del algodón de la hipocresía internacional se centra en el país con un príncipe acosado por intensas sospechas de descuartizar periodistas críticos con el que se fotografian altos mandatarios sin oír ni una queja de la oposición ni prácticamente de nadie. Produce vergüenza ajena.

Recapitulemos, las Tasas Google y Tobin no gustan ni a EEUU ni a los países que detentan más poder. Presiones también por la guerra tecnológica. Vivimos tiempos de intereses indisimulados. Económicos y de poder. Abrumadoramente controlados y espiados los ciudadanos, como cobayas involuntarios. En el paraíso fiscal de Suiza acaban de descubrir que «en ese casino se juega» desde hace décadas. Desde antes de los Huawei, los Samsumg y todos los demás. La aterradora variable es quienes están gestionando este nuevo escenario. Dirigentes sin escrúpulos, con escaso o nulo respeto por los Derechos Humanos y lo más temible si cabe: sin demasiadas luces. Apoyados a menudo por el voto de ciudadanos con unas tragaderas intelectuales de niveles infrahumanos.

Y manejados por personajes mucho más inteligentes que sus jefes. No se pierden el nuevo Reino Unido, ya influencia externa, pero influencia al fin. Como en los viejos reinos el presidente Boris Johnson tiene una mano derecha, con los mismos pocos escrúpulos, en Dominic Cummings. Uno de los grandes artífices del Brexit. El que definió la técnica empleada como un hackeo del sistema político, según mostraba el documental «Brexit: La guerra incivil», producido para la Plataforma de televisión HBO. «Muestra una capacidad alarmante para enfocarse en un objetivo con la exclusión de notar o preocuparse por cualquier daño colateral. Las emociones figuran principalmente como formas de distracción irracional», cuentan en este extenso e interesantísimo análisis de The Guardian. Ya han obligado a dimitir a un asesor que se pasó de la raya: cuestiona la inteligencia de los negros, dice que el deporte femenino parece paralímpico y defiende la eugenesia para seleccionar bebés inteligentes. Numerosas críticas sitúan al temible Cummings como presidente en la sombra, dado el carácter de Johnson. Otro Bannon como en Trump, aquí cerca. ¿Qué puede salir mal? ¿Seguro que el peligro es Venezuela?

Como en España, otros países viven la distracción de las zanahorias desinformativas que gusten poner en servicio. Venezuela, aquí, y los políticos como Casado dando lecciones desde posiciones que hacen lo contrario de lo que predican. Arrimadas permanentemente impulsada por los medios en el mismo discurso. La supina torpeza de Martínez Almeida borrando el poema «Para la libertad» de Miguel Hernández del Memorial de la Almudena. Y los otros, socios y cómplices, infiltrados como un virus ultra por la actualidad. Y la derecha del PSOE alineada con esa deriva, como los demócratas norteamericanos de su cuerda. Y las dimensionadas disidencias en el antiguo núcleo de Podemos. Y los medios con sus objetivos más políticos que informativos en muchos casos, más económicos por ser precisos.

Y en este clima gobernar. Y para los ciudadanos. Con algunas cesiones que asustan. Ya lo dijo Zapatero: no siempre se puede hacer «todo aquello que desde fuera parece que se puede hacer». Hemos perdido unos años preciosos por inacción y grandes distracciones. La situación es peor. No, en España, si el gobierno puede echar andar de una forma efectiva con presupuestos aprobados, vendrá al menos una estabilidad y unas acciones que pueden callar mucha propaganda. Se ven primeros pasos firmes con la subida del SMI y las pensiones o al anular, por ejemplo, el despido por bajas médicas que implantó el PP.

El problema es ese mar de fondo que ha vuelto a crecer en degeneración. Los ciudadanos han de ser más responsables que nunca: un mundo dirigido por personas con escasa inteligencia y todavía menos escrúpulos es peligroso para todos. Venga esa amenaza de fuera o de adentro. La única cohesión admisible para el bien común es la razón, y mucho mejor acompañada de decencia. Indispensablemente, diría.

 

*Publicado en Eldiarioes

Apología del franquismo y apología de la estupidez

Anuncia el Gobierno su intención de tipificar como delito la apología del franquismo y la reacción nos muestra a qué niveles está infiltrado en la médula del cuerpo social español. Quizás no tanto en la ciudadanía como en sus estamentos esenciales, incluyendo medios y líderes de opinión. Y ocurre así, sin duda, por la impunidad de la que siempre ha gozado esta ideología tan fascista como la que asoló Alemania o Italia y que aquí desencadenó una guerra civil, una dictadura de 40 años más otros tantos de esa desgarradora comprensión.

España lo constata cada vez que el franquismo sociológico sufre el más ligero roce. Ha arraigado hasta en quienes muestran una decidida permisividad en aras de la libertad de expresión, según dicen. Qué gran labor educacional se ha venido haciendo. Porque los análisis en favor de dejar tranquilo al franquismo muestran lagunas de peso, nada raro por otra parte: siempre se dijo que si estrujas conveniente los datos terminan confesando lo que quieras.

Lo he buscado varias veces y no he encontrado un país que sufriera tan terrible lacra en sus cimientos y no exigiera ninguna responsabilidad —recordemos que aquí incluye provocar una guerra civil—. Argentina lo intentó con las leyes de Punto Final pero terminaron siendo derogadas y juzgados algunos responsables de crímenes de las dictaduras. Portugal, quizás. Los principales jerarcas se libraron. Aunque no tiene metido en sus genes la defensa de ideologías fascistas.

España, sí. Tan larga y potente presencia del franquismo impregnó la educación, las costumbres, los criterios. Y así nos vemos ahora con el renacer de la derecha extrema y con unos librepensadores de diseño que ven normal lo que no lo es, con un sector de la sociedad que les incluye aquejado de una preocupante falta de criterio. El franquismo persistente no solo dejó tirados en las cunetas a los muertos de segunda, hasta se mofó de ellos y los sigue manipulando. Prendió mucho más allá de los hechos denunciados, entró en el alma de una parte de España con la intensidad con la que otros lo rechazan, bien es verdad.

Lo peor hoy es la herencia mental. «Estamos hablando de luchar contra la idea de que una nación, una raza (sic), un género o una especie tiene el derecho de dominar sobre otra y hacerlo sin consecuencias», y tomo las palabras del actor norteamericano Joaquim Phoenix al recibir el Oscar por su papel de Joker. Porque la ideología es la misma, y pervive, y se extiende, ante la ceguera nada inocente hasta de opinadores. Es igual, solo que aquí se configura más botijera y cutre si cabe.

Y está en la comprensión con las desigualdades, con los privilegios, con el machismo. Con las pautas que inclinan a no rebelarse ante la injusticia, y a tener miedo. La mujer fue convertida en un ser débil mental precisado de la tutela de un varón y caló de tal forma que la ultraderecha actual dice añorar el presunto paraíso en el que las mujeres se dedicaban solo a los hijos, gozaban todos de tres meses de vacaciones y de pisos baratos y todo tipo de comodidades. ¿Dónde estaba esta gente que no se enteró de lo que sucedía? ¿No vio siquiera películas que lograron pasar la censura como el Plácido de Berlanga? De ahí que un ideólogo de la derecha diga —en una tertulia, cómo no— que 10 mujeres asesinadas por sus parejas en un mes es «una casualidad estadística». Casualidad que no se da con los hombres, por poner el caso.

Estamos viendo defender la libertad de expresión a algunos que genéticamente la rechazan y la impiden cuanto pueden. Vuelven a salir los estereotipos de motivaciones ideológicas que cargan —ideológicamente— contra enemigos políticos, con virulencia que se pertrecha de mentiras o medias verdades para sustentarse.

La apología del fascismo recibe la condena del Tribunal Internacional de Derechos Humanos. Porque contra ellos atenta. No metan en la cazuela otros ingredientes que distraen. Alemania persiguió y prohibió el nazismo porque lo sufrió en sus carnes y lo mandó a herir las carnes de los europeos, por la tibieza de quienes no los vieron venir. No mezclen. España lo que sufrió fue el franquismo y esas secuelas que continúan. No sumen peras y manzanas con ETA, con el comunismo o con cualquier otra cosa. Lo que sufrió España fue un golpe de Estado fascista, una guerra, una larga dictadura ha dejado terribles secuelas en los criterios y una herencia ética pavorosa.

Difícilmente la derecha en el gobierno condenaría la apología del franquismo, no insulten nuestra inteligencia. Recuerden, por favor, casi por piedad, el diferente trato que ha tenido con lo que quieren homologar. Aquellos titiriteros encarcelados de forma sumarísima, sin acabar casi de desmontar el escenario, por sacar un cartel que decía ‘Gora Alka-ETA’ como una parodia crítica, al ser considerado enaltecimiento del terrorismo. En España hay quien mira con la suciedad de su retina. Por contra, ataques de la ultraderecha como el perpetrado contra un acto en la librería Blanquerna en Madrid siguen en un limbo que al parecer no implica ingreso en cárcel. Y es que el franquismo impregna, no solo una parte de la justicia, sino las costumbres.

Tipificar como delito la apología del franquismo llega simplemente tarde, pero algo hará para quitarnos al menos esa sensación de impunidad insoportable. Hasta de ver cómo se permite y hasta subvenciona su protección. La del franquismo, que se dice pronto. Lo deben. Llega tarde, pero es un principio. En el trabajo para erradicar el franquismo y la «comprensión» que despierta. Desde luego la labor empieza en los colegios. Se ha evitado enseñar nuestra historia, nunca hay tiempo, dicen, no la conocen. De ahí quizás que personas adultas evalúen aquella etapa y ésta con tal frivolidad.

Enseñar nuestra historia. Y a pensar, a razonar, a separar lo importante de lo accesorio, a fomentar el espíritu crítico que se hace preguntas y cuestiona respuestas hasta llegar a conclusiones personales honestas con uno mismo. En los colegios, en los hogares, en los medios. Ésa fue y es la peor herencia del franquismo y la más difícil de erradicar: que fomenta la apología de la estupidez y la ignorancia.

 

La ultraderecha marca y controla la agenda

Día intenso en noticias que me interesan. Un informe de la ONU afirma que la desigualdad creciente pone en riesgo la estabilidad política y el progreso global. Y otro de Oxfam Intermón demuestra que las mujeres se llevan la peor parte. La mayor amenaza para el progreso es la desigualdad, y de ello prácticamente no se habla. De hecho se airean mucho más las opiniones que disuaden de esa realidad.

La desigualdad tiene consecuencias concretas. En España, la mitad de los alumnos pobres repiten curso. El porcentaje ha subido casi diez puntos en 12 años (los famosos años de la siempre mentada crisis). A Díaz Ayuso, la presidenta de Madrid, lo que le preocupa es el currículo académico de Historia para incluir más contenidos sobre la cultura y el «legado» judío.

Hay carencias también en residencias geriátricas. Se denuncia que la ratio actual es de 4,21 por 100 mayores de 65, lejos de la ratio que marca la OMS y que España necesita crear 70.000 plazas en residencias para cubrir la demanda actual de personas mayores.

eldiario.es abría este viernes con una noticia de envergadura: «La investigación judicial a la policía política alcanza al Gobierno de Rajoy». Es decir, las cloacas del Estado para ensuciar a sus rivales políticos y lavar sus delitos. La prensa convencional amanecía entregada a menesteres muy distintos de los mencionados.

Rosa María Artal

@rosamariaartal

La agenda mediática, tan lejos de la que preocupa a buena parte de los ciudadanos.

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Las noticias –o no noticias- que destacan buena parte de los medios grandes parecen dedicadas, como vemos, a aquellos a quien les importa más perseguir a Torra o Puigdemont, mantener la cruzada del «a por ellos» contra los desobedientes catalanes que la desigualdad que tantos males acarrea.

Pero la derecha y sus voceros tenían otro de sus platos fuertes clásicos. Han decretado, poco después, que el tema principal en la agenda era Venezuela. La visita del autoproclamado presidente –que encima ha fracasado en su intento aun abrazado a los EEUU de Trump y Pompeo- es una cuestión de Estado. Ultraconservador y ultracatólico, es el perfil que gusta al poder para América Latina. Pedro Sánchez y la UE le reconocieron. Una UE algo diferente en su composición a la que salió de las urnas en mayo de 2019. La anterior había sancionado a Venezuela en sintonía con EEUU y prohibió la entrada en nuestro espacio Schengen, entre otros, a Delcy Rodríguez, vicepresidenta del país. Recibirla o no en Madrid en un ámbito privado es otro escándalo para la derecha tan selectiva. Porque, entretanto, el saldo de tres meses de represión policial en Chile deja más de 2.000 heridos de bala y 158 querellas por violencia sexual. Y no dicen ni media palabra. El problema es que Chile no sirve a los intereses políticos de una derecha cada vez más ultra, en donde Vox y PP son ya indistinguibles, Ciudadanos se acerca cuanto puede desde ya su exigua fuerza, y es masivo el apoyo mediático de su cuerda. Felipe González se ha sumado al grupo para disparar fuego amigo contra Sánchez, todo lo contrario que Zapatero, que ha apoyado el presidente del Gobierno. Y ha explicado –y merece la pena oírle– su visión del tratamiento dado a Venezuela.

La derecha extrema marca la agenda y por tanto los contenidos y los tiempos. Establece las prioridades y desplaza lo que no le interesa que se vea y apenas cabe en el hueco que deja su preciso programa. Es el de ellos, no se confundan. Esa derecha señala desde los titulares de los medios hasta de qué se habla en las redes y en la calle, lo copa todo. La ultraderecha fue sacada de su aparente hibernación precisamente por los medios afines ideológicamente, por la codicia de los que priman los réditos que produce su espectáculo, y la impericia de aquellos que simplemente se dejan arrastrar por la corriente. Sin duda por los errores del sistema convencional que estallaron en la crisis de 2008 y la tibieza de una parte de la sociedad. Ahora ya está normalizada para gran parte de los medios. Si añadimos la sobreabundancia de noticias, mezcladas con chascarrillos y fake news, se dibuja un panorama preocupante.

En la manoseada teoría de «los dos bandos» o «los dos lados«, del maniqueo y pueril blanco o negro, han logrado convencer a algunos ciudadanos de que todo es válido, especialmente lo que coincide con «los suyos». Hagamos la salvedad de que los «dos lados» son cada vez más la verdad y la mentira, la educación y la ignorancia, la superficialidad y la profundidad, la decencia y la trampa. Y en modo alguno hablo de adscripciones políticas de nuevo maniqueas sino del debate real que se está produciendo. ¿Que las trampas coinciden con esa derecha que ha colonizado hasta el criterio de muchas personas? Sí. Por afinidades y por su masiva presencia en los medios.

Las ya tres ultraderechas han logrado copar la actualidad con su PIN censor. Cargado de mentiras hasta niveles de no creer que personas inteligentes hayan entrado al trapo. Aquí también hay dos bandos: el del PIN y el del SMI ninguneado éste por los medios grandes cuando no criticado. Y no es tan difícil informarse de la realidad.

Cada día la amplia derecha elige sus prioridades en la agenda. Distraen, encabritan y quitan tiempo para ocuparse de lo importante que suele coincidir con lo real. Si volvemos a las portadas citadas más arriba, veremos que trabajan en bloque con los telediarios y gran parte de las tertulias, dañinas en su composición y objetivos. Aun así siguen acaparando la atención de quien las elige como diversión, para ver qué «equipo» gana.

Los bulos y noticias falsas han infectado las Redes. Vuelan por WhatsApp y rompen el diálogo en Twitter. Atacan como ejércitos organizados, por vocación o cobrando, a veces con bots programados. También eligen a personas a quien atacar. Con particular incidencia a las mujeres y más aún si son progresistas. A mano siempre, el armario con tuits viejos y a menudo manipulados. Se usan cuestiones personales o accesorias, cotilleos. A esta tribu no la verán criticando errores de envergadura, ni por supuesto el latrocinio de sus políticos. Todo les sirve. No me hablen, si se respetan a sí mismos, de que todos son iguales y compiten dos bandos con igual credibilidad. Denle un par de vueltas si van de buena fe.

La agresividad a la que están llegando merece respuesta judicial. El europarlamentario de Vox y antiguo periodista Hermann Tertsch pidió «una inevitable» intervención de las Fuerzas Armadas ante el «proceso golpista» de Sánchez«. IU y Podemos lo han denunciado por si ha cometido delitos de odio, provocación para la rebelión armada y amenazas al Gobierno de la nación. Seguramente deberían intervenir otras instancias judiciales de oficio ante cuanto estamos viendo.

Prioridad fija en la agenda de la derecha y asimilados, Catalunya. Por encima hasta de tener un Banco Central del Estado al que le preocupa se pongan topes del alquiler, cuando la vivienda se ha convertido en un crudo problema para muchos ciudadanos. Lean lo que cuesta tener un techo y lo que dice el Banco de España.

Catalunya y para atacar al Gobierno de coalición, por descontado. La justicia europea no cesa de evidenciar la diferente percepción que tiene con la española en este caso. El abogado Gonzalo Boye, defensor de algunos de los políticos independentistas, lo resumía así en este artículo: «Lo que está quedando en evidencia es una clara disfunción entre el ordenamiento jurídico nacional y el de la Unión (…) una visión del derecho contraria a la europea y una manera de aplicar la ley que repugna a las democracias consolidadas». Esta situación hay que solucionarla. Para hoy y para el futuro.

Y puede ser cierto que el Gobierno de Pedro Sánchez quiera modificar el Código Penal, contradiciendo anteriores declaraciones, por facilitar los acuerdos con los partidos catalanistas, pero no desvirtúen la necesidad de las reformas. Los delitos de rebelión y sedición son de la España de los Tercios de Flandes y de la derecha voxerizada. Y el contencioso con Catalunya mandando a la caballería como gustaría a estos políticos, no tiene lugar en este tiempo. Las leyes las cambia el Congreso si cuenta con mayoría, no el Gobierno. Los socios de Sánchez son Unidas Podemos, no la larga lista que atribuyen los medios conservadores, varios de los cuales apoyaron con su voto la investidura tanto de gobernantes del PP como del PSOE. Pero no es solo eso, Europa –visto que ahora tiene interlocutor válido en el Gobierno español- llama a reparar los daños a nuestros derechos que nos infirió el PP. Comenzando por la Ley Mordaza.

Si no sacamos a la ultraderecha de marcar la agenda española, vamos a acabar como Polonia que ya cuenta con unas 80 ciudades «libres» –ay- de la «ideología» LGTB, dicen. Y que ataca con similar furor al feminismo. Sus correligionarios aquí están en la misma batalla. Con sus censuras, sus bulos, sus ataques a las mujeres que osan hablar de sexualidad, mientras no cesa el goteo de asesinadas y agredidas por la violencia machista. Otra mujer hoy, en Casetas, Zaragoza, se ha salvado por poco, tras estar encerrada dos días por su pareja. ¿Cómo tienen el valor de negarlo?

El fascismo empieza así, o se muestra ya avanzado así. Y sigue por ningunear las noticias que marcan las huellas las políticas neoliberales sobre la desigualdad, a distraer visceralmente de lo importante. Y aquí igual sí que hay dos bandos clásicos. Frente a la única ideología que no los respeta y aún los combate, yo estoy en el bando de aquellos a quienes importa la democracia y los Derechos Humanos. Todos.

 

*Publicado en eldiarioes

Un fascismo impregnado de franquismo y estulticia

No hay duda ya ni en la primera semana: el mayor obstáculo para el Gobierno es un bloque granítico que suma las fuerzas conservadoras del país, se hayan presentado o no ante las urnas. Su peso es impropio de una democracia consolidada porque no se corresponde con las preferencias políticas de la mayoría. Así, vemos que las derechas no han ganado en ninguna de las últimas y múltiples convocatorias electorales pero están incrustadas con notable desproporción en órganos clave.

Los primeros pasos del Ejecutivo de coalición van renovando las cúpulas de las Fuerzas de Seguridad, se vive el acoso –más que el enfrentamiento en la terminología periodística- de la judicatura conservadora, la empresarial da «toques» y la política es un fiero desbarre, tanto o menos que la mediática a su servicio. La sociedad entre tanto vive preocupada por ese escenario y por el ascenso de la ultraderecha que está impregnándolo todo. ¿Hay motivos?

La «letra pequeña” del barómetro del CIS de diciembre nos dice que la mayor parte de los españoles se autoubican en el centro y el centro izquierda, hasta casi un 59%.  En 2011, se situaba a la derecha más del 50%, entre el 5 y 8 de la tabla. Otro aspecto es la subjetividad con la que se vive la propia adscripción ideológica. Ahora, prácticamente solo los votantes de Vox se sienten de derecha máxima. Y no se pierdan a cerca de un 10% que no saben de qué son.

Gráfico de recuerdo de voto en el último CIS
Gráfico de recuerdo de voto en el último CIS

El 85% de los encuestados por el CIS consideran que «la democracia es preferible a cualquier otra forma de gobierno», frente al 5% que optaría por un gobierno autoritario en determinadas circunstancias. El desglose es curioso. El 21% de Vox, 750.000 de sus más de 3.600.000 votantes; el resto, al parecer, no es consciente del ideario de su partido. Hay un rescoldo por todo el espectro político.

Lo cierto es que el ruido de una derecha extrema se extiende sobre una ciudadanía que elige posiciones más templadas. El mundo entero esta sobrecogido por esta epidemia intencionada. De ahí que surjan numerosos análisis para enfrentarla. Su poder vírico es mayor que su realidad. Todavía. Múltiples análisis describen características comunes en los nuevos fascismos –a los que eufemísticamente llaman ultraderecha e incluso, en medios españoles, centro derecha-.

En España, es esencial enfrentar el problema. Aquí se agrava porque este fascismo de hoy convive con el franquismo, impune aún varias décadas después de su término oficial, y con una especial estulticia que entra casi en el terreno de los terraplanistas.

Todos los fascismos tienen en común apelar a un pasado mítico, el espíritu de Nación y la unidad de la Patria, según cita, por ejemplo, Jason Stanley, profesor de filosofía en Yale, EEUU, en su libro superventas «Facha». Otros le llamarían disfunción patriótica exacerbada. Vemos a Vox como genuino representante, incluso glorificando los Tercios de Flandes, pero Pablo Casado apeló, recién nombrado, al descubrimiento de América. Llegó a declarar que «la Hispanidad es la etapa más brillante del hombre junto al Imperio romano». Desde Trump a Bolsonaro, desde Orban a Le Pen, todos invocan esa misma grandeza idealizada.

El anti intelectualismo une a esta pléyade de ultras. Estorba la cultura, el mismo hecho de pensar. Jair Bolsonaro ha comenzado el año diciendo que a partir de 2021, los libros de texto distribuidos a las escuelas tendrán la bandera brasileña en la portada  y un estilo «más suave», porque hay «mucha escritura» en las publicaciones actuales. En Missouri, EEUU, han propuesto una ley para que los padres puedan censurar los libros de las bibliotecas públicas y mandar al bibliotecario a la cárcel si la incumple, según cuenta la periodista y docente Azahara Palomeque. En Arizona ya censuraron los libros que hablaban de la cultura mexicana, dice.

En la misma línea, Vox ha conseguido el apoyo del PP y Ciudadanos para introducir la ‘censura parental’ en Murcia que suprime contenidos a los escolares. Sobre feminismo y LGTBi de momento.  El gobierno lo va a recurrir. Pero, como vemos en otros países, hay una tendencia a criar niños «fachas» e ignorantes a imagen de sus progenitores y dirigentes

Porque el machismo como identidad en una lucha de sexos que impone la primacía del hombre y, en diversos grados, está en todo fascismo del siglo XXI. Múltiples ejemplos lo avalan. Por el Orden Público tienen obsesión como toda ideología autoritaria. Le dedicarían el grueso de los impuestos que paga el contribuyente, dado que desmantelar el Estado del Bienestar es otro de sus objetivos, algo más disfrazado en una presunta «libertad» de economía ultraliberal.

La propaganda, los bulos, las Fake News constituyen elementos fundamentales de la expansión ultraderechista. Algunos, como Rocío Monasterio, los llevan a la práctica.  Según El País, la factótum de Vox tramitó planos de obra con visados falseados hasta 2016, noticia que se une a las numerosas irregularidades detectadas en sus trabajos de arquitectura con su marido, Iván Espinosa de los Monteros.

El fascismo se refuerza en España con el franquismo impune, empapando soportes fundamentales del Estado. Seguimos conociendo datos espeluznantes de la represión que ejerció sobre los disidentes políticos. Esta exclusiva sobre el comisario Roberto Conesa, cuyas primeras víctimas fueron Las 13 rosas, es una muestra más del aparato nunca encausado.

 Y, además, la estulticia. Esa generación de políticos inauditos, diciendo una estupidez tras otra y que, como Isabel Díaz Ayuso en la Comunidad de Madrid, abordan el cargo como un juego y hasta una pugna de triunfos que machaque al «enemigo» de su propio país. Un peligro público del que no es la única exponente y tanto como quienes ponen en manos de tales incompetentes asuntos esenciales de la vida de las personas.

Fascismo, franquismo y estulticia impregnan élites decisivas con notable desproporción sobre la realidad del país. Mienten, manipulan declaraciones y cargan sobre cuantos entorpecen su camino de abusos. A veces las cloacas se desbordan en actos que esta sociedad tolera mirando para otro lado como los asaltos a despachos de abogados incómodos o dilatan los procesos de figuras relevantes en tramas de alta alcurnia. Todo esto es lo que hay que limpiar y enfrentar.

A quienes creen solo lo que quieren creer, incluso lo mas absurdo, y ni la verdad consigue que varíen su opinión, aconsejan los expertos tratarles con cariño para que no se alteren más. No lo comparto. La seguridad del poder que han adquirido, unido a la falta de criterio, no hará sino acrecentarlo.

Para desmontar el grueso de la operación, con toda la batería ideológica cargada de mentiras, parece funcionar la técnica del bocadillo. Se expone la realidad, en medio el bulo tal como lo digan, y de nuevo la realidad demostrada.

El Estado del Bienestar debería defenderse por sí mismo. Y definir con ejemplos lo que realmente es la libertad. Amplia, de elegir, de pensar, de comer, de tener, de ser.

La España real es el país que vive en su tiempo, labrado con los logros del pasado y reconocido sus errores a erradicar. Una sociedad del siglo XXI, ha de vivir su presente. Limpio, con proyección hacia el futuro, trabajando por el bienestar de los ciudadanos que lo habitan. Y son esos mismos ciudadanos los que deben implicarse en los objetivos esenciales del país en el que quieren vivir. Y hoy por hoy no son -todavía- de la pesada derecha fascista, franquista y no muy espabilada. Todavía.

Pensar con la bandera y la cartera

Disculpen la licencia de resumir en un título una idea más compleja. El verbo sin duda alguna no es pensar, sino sentir, y obrar también. Una serie de dirigentes políticos han nacido el año 2020 ya en conflicto, y en algunos casos de proporciones mayúsculas. En la España que apura los días para formar gobierno rodeado de una oposición bélica y en el mundo con el ataque del ejército de Donald Trump buscando y logrando la muerte del general iraní Qassim Suleimani, la figura militar más relevante en Oriente Medio. Además de otros destacados miembros del propio Irán y de Irak. Se reactiva un avispero que afecta a la zona.

No hace falta salvar las distancias de ámbitos tan diferentes como España y ese mundo de intereses que estalla por la ofensiva de Trump, hay un punto esencial en común: los políticos que toman decisiones trascendentales y el carácter de sus votantes. Lo que define a unos sirve casi idéntico para otros.

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El presidente republicano de EEUU, Donald Trump, ha saludado el asesinato selectivo del general Qassim Suleimani, ordenado por él, con un tuit que solo contenía la bandera norteamericana. Algún seguidor ha dicho: «bien, para que sepan quién manda», pero ¿saben de verdad quién manda, por qué y para qué? La otra pata de este tipo de ofensivas se da en la propaganda. Al general iraní se le endosa basura y así parece merecer ese linchamiento. Cuentan de otro lado, en cambio, que Suleimani era el azote del ISIS o Daesh, del terrorismo yihadista en resumen. ¿Imaginan que Irán hubiera asesinado al jefe del Pentágono estadounidense?

Desde luego otras poderosas razones están en el tablero: el impeachment de Trump –a pesar de que sus correligionarios en el Senado le salvarán con casi total seguridad- y la lucha de poder entre Estados Unidos e Irán. Hasta ahora el Imperio persa, Irán, nunca ha sido invadido, como contaba el periodista Ramón Lobo desgranando la génesis de este largo enfrentamiento. Hace meses ya que sonaban intensamente los tambores de guerra y crisis.

El Pentágono dice que buscaba «disuadir» futuros planes de Irán. Y, como era de esperar y ellos mismos saben, está ocurriendo al contrario: numerosas reacciones de protesta de mandatarios en la zona, manifestaciones masivas en Teherán, alerta máxima en Israel, llamadas a la prudencia en varios países. Estados Unidos ha mandado evacuar a su personal civil y se dispone a enviar a la zona «miles de soldados», hasta 3.500 de inmediato. Trump ya tiene su guerra de envergadura.  Aunque el Congreso se divida ante la alocada acción del presidente que promete ser dramática en consecuencias.

Trump es un ser ególatra y vanidoso, inculto, con escasos escrúpulos, aparentemente incapacitado para el cargo, que salió elegido por millones de personas gracias a su populismo y las fake news como arma. Rodeado de voces del ultraconservadurismo republicano, de los dioses del dinero y de las armas, incluso de los aires del cristianismo evangelista talibán. ¿Qué podía salir mal? ¿Qué puede salir mal con escenarios similares en otros lugares como España? Hoy no se puede alegar desconocimiento. «En la era de la información, la ignorancia es una elección», como tituló una exposición el artista visual californiano Donny Miller. Quien opta por la ignorancia es absolutamente responsable de lo que desencadena en el bien común.

Es evidente que millones de personas han logrado estar representadas por políticos incapaces para el puesto, ignorantes, fatuos, con escasos escrúpulos capaces de desencadenar conflictos de consecuencias incalculables. Se diría que sus votantes obran por emociones más que razonando y aparcando las consecuencias de un futuro absolutamente previsible. Es donde hay que actuar, con todas las fuerzas de la razón, la ciudadanía responsable está a la intemperie ante esta plaga.

Vamos en España hacia la investidura de un gobierno de coalición entre PSOE y Unidas Podemos a la que no cabe poner más trabas. En ese sentido puede interpretarse la decisión de la muy polítizada Junta Electoral Central de inhabilitar al President de la Generalitat, Quim Torra, por poner unos lazos amarillos fuera de la campaña, por 7 votos a 6, sin esperar al recurso en el Tribunal Supremo ni a que la sentencia sea firme. No contentos con semejante medida, se han lanzado a contravenir la sentencia del Tribunal de Justicia de la UE y han  inhabilitado como eurodiputado a Junqueras. Sin siquiera esperar a que se pronuncie el Supremo, que fue quien le condenó, tome una decisión. Es evidente que España necesita un gobierno que afronte los gravísimos problemas que la pesada losa de una derecha que no pasa por ser de lo más homologable con las europeas de su corte.

Ese gobierno precisa del apoyo o abstención de otras fuerzas. Como vemos, la derecha y ultraderecha política, mediática y judicial, los poderes económicos, el talibalismo católico representado por el modelo cardenal Cañizares, andan con las armas en alto para evitarlo. Aunque no hayan ganado las elecciones como en el caso de sus partidos, o no se hayan presentado a las urnas, sino a través de «testaferros», algunos comprados a bajo precio. Ese compacto bloque hace ver que el triunfo es suyo y que le asiste la razón. No es así. Pero gran parte de sus seguidores piensan con la bandera para ayudarles a que ellos lo hagan primordialmente con la cartera. El anticatalanismo, en particular, obra prodigios en esas cabezas que prefieren alianzas la ultraderecha.

Un día la mayoría de los gobiernos pueden estar en manos de dirigentes como Díaz Ayuso, actual presidenta de Madrid. O como el alcalde, Martínez-Almeida. Como Inés Arrimadas o Pablo Casado. O Teodoro García Egea. O Albert Rivera. Desde hace un tiempo ya significativo, el nivel de un nutrido grupo de políticos españoles asusta. En realidad es el final de una escalada que se inició con una serie de políticos relevantes por su frivolidad. O con más precisión: un rellano en ese ascenso al poder de la inanidad con regustos torvos. Como ya ocurre en Estados Unidos con Donald Trump, en Brasil con Bolsonaro, o Bolivia con otra iluminada que se autoproclamó presidenta sin más miramientos. ¿No se han parado a pensar qué ocurrirá ese día en el que las decisiones sobre salud, educación, servicios, economía… supervivencia, como vemos, estén en manos de dirigentes de ese perfil? Spoiler: en algunos lugares ya lo están.

Detengámonos en Isabel Díaz Ayuso como paradigma. Afirmó que «nadie había muerto por contaminación» causando tal rechazo que la presidenta madrileña ha sido rebatida hasta por el Consejo Superior de Investigaciones científicas (CSIC) y la Organización Mundial de la Salud (OMS). Pero avisó desde el primer día. Su historial de declaraciones insólitas van desde considerar al «concebido no nacido un miembro de la familia» sin saber si cobraría o no en el caso de malograrse, a elogiar los atascos y el humo de los coches en Madrid o los empleos basura. Y todo ello no fue obstáculo para que la votaran directamente 714.718 personas y otras 625.039 que, inclinándose por Aguado de Ciudadanos, la eligieron a ella; más los de Vox como punto y aparte. La extuitera de Pecas, el perro de su antecesora Esperanza Aguirre, ha sobrepasado en sus ataques políticos toda ética calificando de etarras a posibles ministros. Doblemente espeluznante en un partido con su historial de corrupción. Lo peor es que a ese nivel están la mayoría de sus correligionarios.

Perdonen que insista ¿han pensado que ocurrirá si un día la mayoría de los dirigentes son de ese perfil? El resto del complejo, las filiales mediáticas, los ejércitos tuiteros y de WhatsAPP harán el resto de la faena. Un gobierno que siquiera se aleje de ese modelo y que de hecho se esfuerce en combatir, democráticamente, sus consecuencias es ya una exigencia vital. Todos hoy son responsables de lo que suceda y aquí seguimos expectantes esperando.

Horas de vísperas, de negociaciones, peticiones en las que unos cargan con la desmesura y otros la cardan, y el panal de avispas atacando. De rumores de «tamayazo». Más allá, Donald Trump alardea de bandera y su secretario de Estado Pompeo se deleita pensando que ya vio «algo evangélico apocalíptico, un éxtasis en el fondo» montando un conflicto con el imbatido y poderoso Irán. Veremos cómo acaba este estado de máxima tensión. Para quienes se sientan a decidir, bien, ya se lo anticipo.

Ayer me topé con un viejo libro de Milan Kundera y una frase que le dedicó otro escritor, Ítalo Calvino: «Esta novela demuestra que todo lo que elegimos por su levedad no tarda en revelar su propio peso insoportable». Tenemos que hablar mucho más de todo esto, pero sin duda pocas definiciones se ajustan mejor al signo de los tiempos que, por supervivencia, habría de ser revertido.

 

*Publicado en eldiarioes

From lost to the river

«From lost to the river» es una traducción, literal y sin sentido alguno, del refrán español «De perdidos, al río». Despierta la hilaridad de los angloparlantes cuando se les explica. Y, sin embargo, se presenta casi como un símbolo de la preocupante realidad del mundo en el que vivimos. Lo ha confirmado el triunfo, previsible e ilógico, del conservador Boris Johnson en las elecciones del Reino Unido. Deja al desnudo las grandes fallas que han llevado a la degradación -cercana ya a la descomposición- del sistema. Los ciudadanos votan emocionalmente, con rabia incluso, con motivos para ella y sin la menor esperanza de construir. Demasiados factores ajenos al interés común marcan el tiempo de hoy.

En el Reino Unido han votado Brexit a un altísimo precio, pero Brexit de una vez. De perdidos, al río. Voto visceral, primario, que, de paso, evidencia el fracaso de la Unión Europea del que sus gestores siguen sin querer enterarse, de la política de hoy, de los ciudadanos inermes ante presiones externas y ante sí mismos. Ante los conciudadanos que embisten y nos llevan por delante. Demuestra las consecuencias del entontecimiento de la sociedad a través de los medios. Hasta la duda existencial de lanzar columnas de opinión que se perderán en un inmenso marasmo que exige voluntad para ser abordado. El giro experimentado por la escala de valores. De perdidos, al río.

Todo ese cúmulo no es atribuible por supuesto a Boris Johnson y sus votantes, pero sí aparece como el revulsivo final –o punto y seguido- de la situación actual. Los hechos concretos nos sitúan ante un presidente que ha logrado una mayoría absoluta de los conservadores británicos que no conocían desde Margaret Thatcher, lo cual es otro gran síntoma. Experiodista, provocador, pendenciero, con un punto de fantoche, se aupó por ser famoso gracias a esas características. Prometió un Brexit, una salida de la UE, a ciudadanos hartos y a los convencidos de la singularidad british. Los laboristas se han hundido, con su peor resultado en décadas: desde 1935. La indefinición de Jeremy Corbyn hasta su ya inútil reacción de última hora, el continuo plegarse de la presunta socialdemocracia al neoliberalismo, lo explican. Las campañas de los medios, como apuntaba la periodista Olga Rodriguez, como parte del problema. Los medios en sí, batuta de estos tiempos y no solo en el Reino Unido.

Olga Rodriguez

@olgarodriguezfr

No puede dejarse de lado el papel de muchos diarios británicos a la hora de analizar los resultados en . Titulares estigmatizando a Corbyn día tras día, infundiendo miedo o llamándolo antisemita día tras día, cuando ha luchado contra la discriminación toda su vida

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Los escoceses -que pueden celebrar referéndums de independencia sin problema alguno y hasta con los parabienes de la singular Reina Isabel- han votado en masa a nacionalistas escoceses (48 de 59 escaños). Escocia ya ha anunciado que va a solicitar otro formalmente. Porque quedarse en el Reino Unido para salir de Europa no era el trato. Recordemos que uno de los argumentos que se les dio fue el frío helador que hacía fuera de la UE. En Irlanda también han votado más católicos que protestantes unionistas (partidarios del Brexit) por primera vez desde la firma de la paz de 1998. Escocia e Irlanda quieren ser independientes de Londres y seguir en la UE. La convulsión es notable.

Boris Johnson, electo como presidente por primera vez tras suceder a May, ahondará en el recorte de servicios de sus predecesores, en particular al ya maltrecho sistema público de salud. Pero hay una mayoría de ciudadanos que así lo prefieren por sentimientos varios que poco tienen que ver con la razón.

Boris Johnson y Donald Trump. EFE
Boris Johnson y Donald Trump. EFE

Johnson se une así en la cúspide del poder a Donald Trump, sujeto de impeachment por los demócratas que, sin embargo, será exonerado con gran probabilidad por sus correligionarios en el Senado donde tienen mayoría. Trump puede hasta ser reelegido para desesperación de la lógica.

El tema crucial es la falta de respuestas a los problemas reales de la sociedad. La salida del Reino Unido de la Unión Europea es una vuelta atrás, al mundo que dibujó en Yalta el fin de la II Guerra Mundial, con fascismos sin derrotar. El capitalismo hegemónico desde la caída del Muro de Berlín con la socialdemocracia plegada a sus postulados, han hecho regresar a los fascismos. La banalización de la sociedad, impartida por los medios de masas, cierra el círculo. Así están llegando al poder una serie de dirigentes insólitos. Y la tendencia va a peor.

En España, en Madrid de forma marcada, tenemos un alcalde inenarrable en Martínez Almeida, que a diario obsequia con gruesos insultos a la inteligencia, y a una presidenta de la Comunidad, Díaz Ayuso, que también se cae del guindo cada poco con una nueva insensatez y siempre del mismo sesgo. Ayer aseguraba que «un día sabremos qué hay detrás de las ‘emergencias climáticas«. La investigación, la realidad, les sobra. Ambos gobiernos –como otros en España- están sustentados por la ultraderecha oficial. Y con el apoyo de los restos de Ciudadanos que, lejos de haber aprendido tras la debacle electoral, siguen en la misma línea. Inés Arrimadas cree que el rey puede proponer la combinación de gobierno que más le convenga. Ella le dio la opción hecha con PSOE, PP y Ciudadanos

De perdidos, al río; ha llegado la hora que empodera a los idiotas de «tornillo» retorcido. Saltan, orgullosos de sí mismos en las redes: empachados de bulos, sin enterarse ni de lo que leen, felices y esperanzados en sus odios y venganzas. Monasterio, la arquitecta por intuición, se graba vídeos con ignorancia flagrante. Contra la periodista Julia Otero, por ejemplo, que le responde y los medios titulan: «La discusión de Julia Otero y Rocío Monasterio por el cambio climático” y van detrás las huestes y aclaman. No, es el ataque indocumentado de Monasterio y la precisión de Otero. Por política, por adocenamiento. El cambio climático es la excusa. Sin embargo, toda esta ralea que viene, que ha llegado ya, se oponen «al cambio climático» y a cuanto sea razonable.

Han resucitado e instaurado la desigualdad, el racismo, la homofobia, el machismo. La sentencia por agresión sexual en grupo a una niña de 15 años a cargo de tres exjugadores de fútbol en Burgos, llevó a las televisiones hasta al abogado de «La manada» de Pamplona que dio origen a la lamentable popularización de los protagonismos en esta lacra. Mucho que aportar… para extender el morbo. Y para criminalizar al feminismo de nuevo.

La solución llega rectificando. La izquierda ha de hacer política de izquierdas y efectiva. Absolutamente distinguible de la derecha cómplice de las patrañas. La información es básica para intentar revertir esta deriva. No se puede seguir mintiendo, promocionando la bazofia, ni siquiera con el desinformador «periodismo» de declaraciones. Al menos en la televisión pública, deseable sería en todas y en todos los medios. Sueltan a los políticos uno tras otro, a Cayetana Álvarez de Toledo, insistiendo en que ahora es peor que cuando ETA mataba y que lo repite por hacer pedagogía. No se puede seguir con informaciones parciales, ni con tertulias casposas. Porque se está reviviendo todo lo atávico. Un mayor nivel de autoexigencia de ciudadanía es elemento crucial.

De perdidos, al río, los ciudadanos del Reino Unido han votado a Johnson, sus recortes y necedades, a cambio de una bandera, de salir de una UE que naufraga sin enterarse tampoco. Y han elegido a Trump, a Bolsonaro y a Orban, que anda despiezando todos los derechos. Y espera en la antesala Salvini que, como gane las elecciones en Italia, pondrá la rúbrica a la descomposición del sistema. Por un puñado de share, por una ideología que beneficia en primer lugar a sus difusores, nos han metido en las instituciones españolas a inenarrables cretinos. Vociferan sus seguidores. Los de las banderas, los comedores de trolas, los odiadores.

Y probablemente es tiempo de combatir como David contra Goliat. Un emigrante, Rachid Bouikou, ha ganado a Goldman Sachs en el Supremo con un abogado de oficio. El Supremo ha anula la venta de 3.000 viviendas sociales de la Comunidad de Madrid a un fondo buitre. Perpetrada esta vez por Ignacio Gonzalez (PP). Son luces que marcan una salida, aunque la tarea es tan ingente como necesaria e inaplazable. Porque, si seguimos tirándonos al río cuando estamos perdidos, no habrá otro horizonte que al agua fría, los pies que no tocan el suelo.

 

El PP, ETA y las zancadillas a los gobiernos progresistas

Cayetana Álvarez de Toledo, la lenguaraz portavoz del PP de Pablo Casado, ha irritado a un buen número de ciudadanos al opinar que «el momento político es más difícil que cuando ETA mataba». Desde un intolerable desprecio a la gran herida que el terrorismo infligió a nuestro pueblo, al enorme esfuerzo hecho para lograr finalmente la paz, a las víctimas de su propia formación política, la voz en el Congreso del Partido Popular vuelve a usar el terrorismo para sus fines electorales. Es ya una larga historia con unos soportes potentes que tiene en ETA uno de los principales, aunque no el único. Lo que está pasando ahora, lo que pasará si la cordura de la sociedad no lo impide, ha ocurrido ya antes. Muchas veces. Y se apoya en la desmemoria de los votantes.

Se recuerdan a menudo, como evidencia del más puro cinismo, las negociaciones del propio PP con los etarras partiendo de José María Aznar a los que llamó «movimiento vasco de liberación«, pero han sido tantas las mentiras, los renuncios y los torpedos a las políticas progresistas que convendrá refrescar la memoria con algunos hechos puntuales, constatados y perfectamente documentados. En los anales de la más absoluta ignominia está el haber usado la Fundación Miguel Ángel Blanco para, en datos de la policía, financiarse con la Gürtel. Y hay más.

La derecha mediática publica este martes un artículo con este titular que atribuye a una víctima de ETA: «A Pedro Sánchez se le han olvidado todos los muertos de ETA por seguir en La Moncloa». Esto es, además de mentira, una auténtica vileza. Incluye declaraciones del alcalde Almeida en la misma línea o peor, con afirmaciones falsas de grueso calibre. Con un PP que anda metiendo a Vox y a Házte oir en las instituciones para completar ese mapa de ultraderecha e integrismo religioso que amenaza ya en varios países la estabilidad democrática.

El PP y sus extensiones solo entienden el poder si lo ostentan ellos. El 14 de Marzo de 2004, José Luis Rodríguez Zapatero, candidato del PSOE, gana las elecciones generales frente a Mariano Rajoy. Solo han pasado cuatro días de los atentados de Atocha, Santa Eugenia y el Pozo con un aterrador balance de víctimas. La manipulación del gobierno de Aznar para desviar la atención de la autoría hacia ETA –que piensa puede favorecerle más electoralmente que la yihadista que ya conocen- le cuesta las elecciones.

Portadas de prensa internacional sobre los atentados del 11M.
Portadas de prensa internacional sobre los atentados del 11M.

La prensa internacional lo destaca ampliamente, aquí pasa algo más tapada, pero el dolor y la indignación provocan desafección ante el PP. A partir de ese momento, Zapatero es considerado por los populares un presidente ilegítimo, porque les ha salido mal la jugada.

La lista de insultos que Mariano Rajoy dedicó a Zapatero -hoy tan añorado por su presunta prudencia y señorío-, es toda una ya histórica letanía del oprobio. Le llamó acomplejado, agitador, ambiguo, antojadizo, aprendiz de brujo, bobo solemne, chisgarabís, cobarde, débil, frívolo, grotesco, hooligan, impreciso, imprudente, incapaz, inconsecuente, indigno, inestable, inexperto, insensato, insolvente, irresponsable, maniobrero, manipulador, mentiroso, oscuro, perdedor complacido, radical, rastrero, sectario, taimado, traidor, turbio, veleidoso y zafio. En el Congreso le dijo: «traiciona a los muertos y ha revigorizado a una ETA moribunda». Cuando fue con el gobierno de Zapatero cuando cesaron los atentados terroristas, a pesar de las trabas puestas por el PP.

En las manifestaciones contra el gobierno del PSOE gritaban al presidente: asesino, mentiroso, anticristo. Incluso querían mandarlo «con su abuelo»…. que fue ejecutado en el paredón franquista. La vieja guardia socialista también les apoyaba desde la banda. Uno me dice que elegir entre Zapatero y Rajoy es hacerlo entre despeñarse por un acantilado o tomarse una botella de cianuro. ¿Les va sonando el parecido?

ETA es una baza esencial para el PP. El 19 de abril, poco más de un mes después de los atentados, el Partido Popular presenta 215 preguntas al gobierno, basadas en la teoría de la conspiración urdida por el diario El Mundo dirigido por Pedro J. Ramírez y que sigue impune profesionalmente. El diputado Jaime Ignacio Del Burgo publica un libro titulado: «11M, demasiadas preguntas sin respuesta». Cuando saben de sobra lo ocurrido. Rajoy a la cabeza, acude el PP a manifestaciones de la AVT (Asociación de Víctimas del Terrorismo) con el lema «queremos saber la verdad». Todo ello acompañado de manifestaciones en la calle, con sus banderas y sus aguiluchos como es de rigor en la derecha española. Ultra, apenas hay otra. Con el rojigualda en gorros y gafas de sol. Cantando el «Cara al sol». Vox ya estaba en el PP.

Unas veces protestan contra la política antiterrorista del PSOE y otras contra sus leyes, en algunos casos de la mano de la jerarquía católica. Desde 2004, se suceden no menos de 13 protestas masivas en la calle, fletando autobuses para traer a Madrid gente de fuera. Un clásico. Rajoy acude y cierra con discurso por ejemplo en las de AVT (Asociación de Víctimas del Terrorismo) con el lema «queremos saber la verdad». Tan despistado el hombre que nunca se entera de nada.

Rajoy y otros miembros del PP en una manifestación contra la política de Zapatero en 2007. EFE
Rajoy y otros miembros del PP en una manifestación contra la política de Zapatero en 2007. EFE

El PP sabe la verdad, pero eso no importa. Rajoy llega a pedir la anulación del juicio –y por tanto la puesta en libertad de los detenidos- según lo que lee en la prensa, y no precisamente en el Marca. En El Mundo, que sigue presionando con las dudas sobre la Mochila de Vallecas, táctica que tan graves consecuencias tuvo para el valiente comisario que con su actuación encauzó las investigaciones. Zaplana apuntó la posibilidad de desenterrar a los muertos para comprobar el tipo de explosivos utilizado. Francamente lo que se hizo aquellos días es uno de los más terribles atropellos que quepa imaginar en un país democrático, perpetrado además desde el partido que estaba en el gobierno cuando se produjeron los atentados. Con consecuencias desestabilizadoras porque mentes débiles u obtusas aún siguen manteniendo dudas que el PP no se molestó en disipar.

De ETA, a las guerras de la codicia y a las protestas positivas o despreciables según les convenga. José María Aznar, sobrevoló por las masivas manifestaciones del NO a la Guerra de Irak, a las que no hizo caso alguno, acusando al líder del PSOE de «pancartero». Luego el PP le pilló gusto a echarse a la calle para protestar contra Zapatero, como hemos visto. En la táctica habitual, los populares quitaron importancia, después, a la Guerra de Irak porque «es algo del pasado», aunque siguiera estallando la violencia todos los días.

Cuando el PP ve flaquear la baza del terrorismo, acude a la unidad de España. Por aquellos días –y ya andamos ante la segunda legislatura de Zapatero- se nos andaba rompiendo el idioma. De ahí que salga un manifiesto de intelectuales «por una lengua común». Esto sucede ya cada poco ya. Y por cierto, Cayetana Álvarez de Toledo suele pasar por intelectual cuando va de la mano de Vargas Llosa, y encabeza esas listas del ultranacionalismo español. Desde las Argentina y el Perú de sus nacimientos, que no deja de ser curioso.

Para ir constatando la dimensión de las zancadillas del PP a toda política progresista, es imprescindible recordar algunas de sus abstenciones señaladas y recursos de inconstitucionalidad. Su precedente Alianza Popular se opuso a la Constitución, a la Ley de amnistía para los represaliados del franquismo, al divorcio –al igual que lo haría UCD que también nutrió las filas de los populares en su momento-. Por cierto, la destrucción del Memorial a las víctimas del franquismo en el cementerio de la Almudena por el Ayuntamiento de Almeida y Villacís, es equiparable a los que suelen llevar a cabo los talibanes en otros lugares del mundo.

El PP de Rajoy, por su parte, rechazó varias leyes progresistas del PSOE de Zapatero. La Ley de Igualdad y de Conciliación de la vida laboral, conocida también por algunos otros de sus apéndices. Se abstuvo en la votación y ya en vigor la recurrió al TC. También la Ley que reguló los matrimonios entre personas del mismo sexo, que fue una de las que echó a la calle a gritar contra Zapatero al PP y votantes del PP y a los fieles Obispos a los que jamás hemos visto manifestarse por la pobreza o la desigualdad, y siguen poniendo el «cepillo» a nuestros impuestos.

El PP de Rajoy hizo campaña y presentó recurso de inconstitucionalidad al Estatuto de Catalunya, y a la ley de Educación de Catalunya. Hechos que están el germen del conflicto actual, que, sin duda, el PP exacerbó. El TC avaló la ley de Educación y en líneas generales, con algún recorte, el Estatut.

El mayor traspiés de Zapatero fue aceptar el mandato de la conjura internacional –porque prácticamente fue eso- en Mayo de 2010 para que redujera el gasto público. Hasta Obama le llamó, además evidentemente de la Troika y media Europa. Aquí le dejaron solo. Había intentado ponernos al nivel de nuestros vecinos en la inversión en los ciudadanos (como ocurría en Alemania, Francia o los países nórdicos que llegaba al 30% del presupuesto total) y le hicieron echar marcha atrás, cuando las culpas fundamentales eran de los agujeros negros de la economía y las finanzas españolas. En pugna con su ministro de economía Pedro Solbes, el PP, y una legión de comentaristas que ya apoyaban «la austeridad», Zapatero llegó incluso a excusarse: «sólo restan unas dos décimas al superávit actual del 1,8% del PIB» (…) «no van a costar ni un euro al bolsillo de los españoles». Y esta vez era mucho más verdad que el rescate bancario que nos vendió Rajoy.

El PP le hacía campaña en contra del gobierno del PSOE en la UE. Pablo Casado se animó a seguir esa senda y, apenas nombrado presidente del PP, se fue a Bruselas, a colocarse al lado del entonces presidente de la Comisión, Jean-Claude Juncker, mientras caminaba y soltarle que España era un desastre. A mí personalmente todavía me produce vergüenza ajena este episodio. Y pavor que este tipo de personas tengan en sus manos asuntos serios de los ciudadanos.

Nada nuevo pues. Un gobierno de PSOE y Unidas Podemos no se librará de esa lacra. Hay que estar prevenidos. El pueblo que ignora su historia está condenado a repetirla, se dice desde antiguo porque es una verdad rotunda. Y hoy una batalla principal es, recordando al escritor checo Milan Kundera, la lucha de la memoria contra el olvido. Porque lo que está por llegar, se libra en ese terreno.

 

*Publicado en eldiarioes 10/12/2019

La elevada autoestima de los «constitucionalistas»

Día de trajes nuevos, sonrisas recién estrenadas y viejas retrancas en la sede del Congreso de los Diputados. Celebran 41 años de la Constitución de 1978 que puso fin, formalmente, a la extensa e intensa dictadura franquista. Es el día de las críticas y los tópicos, de los elogios y los vacíos. Una Constitución no debería servir solo para llenarse la boca sino como norma de obligados cumplimientos. Dudo que haya una en el mundo entero que lo haga. Hay algunos textos henchidos de ideales. Incluyen hasta la búsqueda de la felicidad. Nuestros compañeros de historia, los portugueses, apelaron en la suya (1976), tras la correspondiente dictadura, a bases de dignidad en el empeño de construir «una sociedad libre, justa y solidaria».

Nuestra Constitución fue mucho más sobria. Invocó justicia, libertad y seguridad, le dio la forma de monarquía parlamentaria con el candidato a la jefatura del Estado que había designado el propio Franco y fue escrita solo por hombres, como solía pasar en aquellos tiempos. Sin duda, además, fue redactada bajo la presión de los vencedores de la guerra civil, la que habían desatado y de la que salieron por completo impunes. Pero, asombrosamente, al calor de los tiempos, al calor de las inmensas ganas de democracia que muchos españoles tenían, resultó un texto con medidas sociales mucho más progresistas de lo que ahora se incluirían. Desde hace años, desde la hegemonía, abusos y crisis del capitalismo la tendencia va a rebajar derechos. La involución es un hecho que en algunos países intenta revertir tímidamente el centro izquierda. Léase el Reino Unido, Portugal, España; hasta la socialdemocracia alemana se está poniendo las pilas para que no termine de engullirle la ola.

Recordaba este 6 de diciembre en las redes algunas ideas del periodista Ignacio Escolar, todavía sin nacer eldiario.es, en uno de los libros colectivos que escribimos: «Si la Europa arruinada de la posguerra fue capaz de construir el Estado del bienestar, ¿por qué la Europa próspera del siglo XXI va a ser incapaz de mantenerlo?» Y la constatación de que la redistribución de la riqueza que propugna la Constitución ya en 2012 parecía propia de peligrosos antisistema. Y la bola siguió creciendo y hoy nos vemos como nos vemos, con alguna esperanza que hay que trabajarse «para que pueda ser», dicho sea remedando a Labordeta.

Ahora bien, de las peores trágalas del momento actual es escuchar que son «constitucionalistas» gentes que solo creen en menos de media docena de sus artículos. A saber: el 2, que afirma la «indisoluble unidad de la Patria», los que se refieren a las fuerzas del orden para mantenerla, el 155 para coartar la libertad de los catalanes independentistas o no, y el 135, que fue el único que se modificó en este periodo –a salvo de una pequeña corrección en otro momento–. Para cortar derechos ya. En 2010, cuando, tras el derrumbe financiero, nos hicieron pagar sus platos rotos a los ciudadanos. Con aval constitucional, se estableció la prioridad del pago a los acreedores sobre cualquier necesidad de los ciudadanos. ¿Y no saben? Sí saben, la deuda, ya con Mariano Rajoy al frente del Gobierno, se disparó a niveles de récord histórico.

Mariano Rajoy es un gran «constitucionalista». Ha vuelto dando lecciones y ha sido muy aplaudido por los desmemoriados. Aquí, en las nuevas evaluaciones del rescate bancario (66.577 millones de euros) que les dieron casi a fondo perdido encontrarán unos cuantos pilares más de los «constitucionalistas».

El PP está lleno de ellos. De estos, del 2 y el 155 y el garrote, y del 135. De Argentina se vino su portavoz, Cayetana Alvárez de Toledo, que rezuma democracia en cada una de sus intervenciones. Y en Madrid nos plantaron a Martínez Almeida en el Ayuntamiento y a Díaz Ayuso en la Comunidad. Muy elogiada por medios como TVE en sus telediarios, por haber tosido a la ultraderechista Monasterio antes de no firmar, al igual que ella, una declaración de condena al lanzamiento de una granada contra el centro de menores migrantes de la calle Hortaleza en Madrid. De no firmarla.

Begoña Villacís e Inés Arrimadas van de airosas «constitucionalistas» por el escaso recorrido de la representación política en la que ha quedado su partido, Ciudadanos. Desde esa convicción patriótica, los votos reales no cuentan, se pisa fuerte y ya está. Se es «constitucionalista» de palo y recortes y no se hable más.

Se ha llegado a la osadía de llamar «constitucionalistas» a los miembros del partido ultraderechista Vox. Una formación que arrasa con numerosos preceptos constitucionales, partiendo de los que explicitan que no se admite «discriminación alguna por razón de nacimiento, raza, sexo, religión, opinión o cualquier otra condición o circunstancia personal o social». Hoy, su líder, Santiago Abascal, según nos cuentan, no ha estado en la recepción del Congreso porque se ha ido «a defender la Constitución» en una manifestación en Barcelona. Ahí los tienen, un ultra «constitucionalista». Claro que quiere reformarla para suprimir las autonomías. Hoy en Barcelona han exhibido una pancarta pidiendo la derogación de la Ley de Violencia de Género. Su España y su «constitucionalismo» son así.

Pablo Casado en cambio no quiere ni tocar la Constitución. El precedente de su partido, Alianza Popular, votó en contra aquel 1978, pasados 40 años ya les gusta. Las constituciones se reforman para la convivencia, no para desecarlas como Vox. La Primera Enmienda de la norteamericana fue en 1791, a los 4 años de promulgarse.

Lo realmente espectacular es la elevada autoestima de la que alardean gran parte de quienes se autodenominan «constitucionalistas». Con la soberbia que caracteriza esa sensación irreal de superioridad, creen que todos desprecian como ellos a cualquiera que valore el potencial perfeccionamiento o cambios en la Constitución. Incluso el texto completo con tanta literatura accesoria.

Gentes como Aznar y la mayoría de los citados se sienten elegidos por la gloria de lo que llaman ser «constitucionalistas» sin defender los valores que la norma básica incluye. De su aprecio por la Constitución, de su lucha por lograrlos, quedarían fuera más de un centenar de artículos de los 169 que tiene, siendo generosos con ese cómputo. Esperanza Aguirre, por ejemplo, cree que el PP debe hacer un esfuerzo, para evitar que «el Gobierno caiga en manos de independentistas y comunistas bolivarianos». Ellos son mucho mejores.

Unidos a ese coro político, numerosos periodistas y medios de este camino perdido defienden ese peculiar «constitucionalismo». Todo cuanto quede al margen de este estereotipo les parece condenable. Con ese plantel y su historial, pasado hasta por los tribunales, el hoy presidente del PP acusa a Pedro Sánchez de haber elegido «a los enemigos de la Constitución». De lo que todos ellos interpretan es su Constitución, la que se deja fuera un buen número de derechos y servicios que afectan a la vida diaria de los ciudadanos.

Y así nos vemos con un Pablo Iglesias, consciente de que de nuevo van a por él y todos ellos, abrazado al Mal Menor y proclamando hasta la buena salud de la monarquía. Mucho parece pesar el rey que solo reina, sin gobernar, según dicen. El legítimo pragmatismo de lo que se puede hacer desde un gobierno progresista y el peligro de lo que, sin él, nos vendría encima, quizás no debería aparcar, al menos, los desajustes mostrados por esa institución.

Singular España y variopinta sociedad que celebra este puente, luchando por el clima, de vacaciones o abarrotando a niveles de colapso las tiendas, el símbolo de un descomunal contrasentido. La Constitución española y la Inmaculada Concepción de la Virgen elevada a fiesta nacional. No es de extrañar que los «constitucionalistas» del séptimo día se hagan notar tanto.

 

 

*Publicado en eldiarioes 

Con los pies en el suelo

Va a ser una legislatura bronca e incomprensible para quienes sueñan con una apacible representación de los ciudadanos, que no se corresponde con la realidad.  España es un país plural y ha habido demasiadas convulsiones y presiones y hasta corrimientos de tierras no previstos. Es algo más que la vida que se mueve, es un país con problemas. Lo importante será no sacar conclusiones equivocadas que llevan a pasos erróneos. La ultraderecha ha llegado a las instituciones, con nutrida representación y por la puerta grande que le han abierto los pactos anteriores con sus colegas de PP y Ciudadanos y multitud de medios por diferentes razones, primando las ideológicas y las crematísticas. Desde hoy, Vox ocupa una vicepresidencia en la Mesa del Congreso. Siendo un trago grueso, no es el único.  Ante la imposible tarea de adivinar el futuro, lo esencial ahora es no engañarse, una afición extraordinariamente extendida ahora.

Escribió Calderón de la Barca que «todos sueñan lo que son aunque ninguno lo entiende». El tiempo ha ido cambiando algo esa percepción y se entiende hasta más de lo que hay. El gran autor del Siglo de Oro da en un punto y seguido la clave. Lo peor es despertar del sueño y ver una realidad que difiere de los «estados lisonjeros» en los que uno se ve.  Uno de los primeros en aterrizar en el suelo ha sido Marcos de Quinto, el millonario autor del ERE en Coca-Cola que soñó ser ministro con Ciudadanos, se ha visto en una pelea a empujones con un diputado de Vox, por ocupar el escaño.

Otros aún flotan en sus ensueños. La tendencia a autoengañarse se dispara en estos tiempos cuando famosos de todo tipo viven en un escaparate en el que quieren mostrar sus mejores galas. Sueña Martínez Almeida que es un alcalde de los tiempos franquistas, con capacidad para reescribir la historia, tapar y encumbrar al gusto, envolver en la bandera española hasta el buey la mula del belén. Sueña que es el alcalde más ecologista del planeta y que todos se lo reconocerán así al ver las calles de Madrid llenas de tráfico y ostentosas luces.

Sueña Pablo Casado con ser el líder del centro-derecha español, mientras aúpa e incrusta en puntos de decisión del Estado a la ultraderecha, hija predilecta de su partido. Sueña Inés Arrimadas que tiene 70 u 80 diputados, que ya es la presidenta de Ciudadanos, de extremo centro, ultranacionalista española y lo que convenga. Con el mismo aplauso mediático, si no más, que el recibido por Albert Rivera, hoy abrasado por las urnas. Sueña que podrá engañar sin fin usando la realidad como moneda de cambio: Se mezcla, se agita y se sirve al consumo.  Soñar por soñar, viejas glorias del PSOE también sueñan que son socialistas, Carmena que perdió el Ayuntamiento de Madrid «por ser demasiado innovadora» y el poder atrincherado en insolidarios privilegios que Unidas Podemos es de ultraizquierda.

Sueña Pedro Sánchez que esta vez sí podrá jugar un juego doble con los nacionalistas catalanes y con el propio asunto enquistado de Catalunya. Y Esquerra que estirando la cuerda resolverá sus problemas internos. En ambos casos, tratando de sortear un fiasco que lleve a otras elecciones. Pablo Iglesias sueña probablemente que habrá que estar en el gobierno, si lo hay, para afianzar algunas políticas de progreso, aunque será haciendo cesiones, circunstancia que será entendida o no.

Sueñan los empresarios, la jerarquía católica, los medios dominados por sus empresas conservadoras, con que no haya gobierno y que, si lo hay, se vaya al cuerno lo más pronto posible. Un tipo que preside una cadena de hoteles es el último en expresarlo así. Desean despiertos y dormidos, y trabajan por materializar sus sueños.

Y hay muchos más deseos y autoengaños. Tenemos a la venta otra piadosa autobiografía de un famoso político: Mariano Rajoy. Como su compañero José María Aznar, como José Bono y tantos otros, saca libro de memorias a su gusto para regalar en navidades con esas habituales historias de ficción plenas de interpretaciones benévolas y tantas lagunas que recogen a cientos las hemerotecas. Lo peor es que figuren en la listas de ensayos sobre la realidad.  Con lo interesante y útil que sería el análisis sobre cómo la distorsionan, si son personalidades disociadas que se creen lo que sueñan, o van directamente a vender la moto. Es una duda que me inquieta últimamente cuando veo presumir de lo que carecen a un buen número de personas populares. Importa porque desde su posición tienen influencia sobre la sociedad.

A ver, todos elegimos la mejor fotografía para mostrar, en lugar de aquella en la que salimos con  la boca hecha una mueca o los ojos cerrados: forman parte de la realidad pero optamos por la mejor cara. Lo de obviar episodios flagrantes de una trayectoria, perdonándose en el silencio, es otra cuestión. Es engañar a otros.

Creen periodistas que soñaron ser reporteros de guerra o enviados especiales en grandes hitos internacionales que han conseguido su objetivo al salir en pantalla y ser reconocidos en la calle, aunque se presten a vender infumables proclamas. O anuncios, directamente. Sueñan tantos en que todos lo hacen y no son tiempos de tirar, como piedras, ninguna crítica…

Los ciudadanos también sueñan. Con el legítimo deseo de conseguir sus objetivos. No reparan a veces en la relación directa entre sus elecciones y las consecuencias sobre sus proyectos. Y así terminan distorsionados también, creyendo que todo es negro o todo es blanco muchos de ellos, sin prestar atención a las tonalidades del gris.

La tendencia al autoengaño amenaza con ser una de las peores cargas de profundidad para la ciudadanía actual. Los estudios van demostrando que las fake news se engullen mejor que la realidad ya en muchos casos. «Las noticias falsas en redes sociales llegan a 100 veces más personas que las verdaderas, y duran mucho más tiempo«, confirman los datos. Influye que coincida con su percepción previa, con lo que «creen».  Y si una mentira se repite, les da sensación de consenso, de que todo el mundo piensa así.

Si creen que esta va a ser una legislatura limpia, con partidos responsables de centro-derecha, centro-izquierda y nacionalistas de ambas tendencias no pisan tierra firme. Si creen que ser español, español, es envolverse en una bandera y múltiples carencias, prueben a repensarlo a ver si así no nos llenan las instituciones de ultras con escaso cerebro. Si prestan oídos a quienes auguran una debacle histórica con un gobierno de progreso y suponen que les advierten por el bien de los ciudadanos, decididamente más que flotar en la irrealidad, levitan. Si imaginan que los sueños son realidad, se engañan, pero si saben soñar con los pies en el suelo serán conscientes también de que  esos sueños pueden ser los únicos que estimulen la lucha por lograrlos.

La España ultra vuelve a estallar en Colón

 Los cimientos  podridos de España vuelven a crujir. Los que nunca se resolvieron porque siempre se tapan.  La derecha española pretende estallar este domingo en la Plaza de Colón de Madrid. Haciendo lo que mejor sabe hacer: bombardear cualquier camino que no pase por su uso y abuso del poder.  Es una de las patas de este conflicto eterno de la España infecta. El principal pero no el único. No es nuevo, siglos llevan clamando los progresistas españoles por una regeneración que no llega y que, por enquistada, cada vez nos hunde más.

La excusa esta vez es Catalunya. La figura de un “relator”, mediador, para ver de solucionar el conflicto. A lo largo de los tiempos ha habido muchas otras polémicas:  ETA, la educación, los derechos de la mujer, el aborto, el matrimonio gay, hasta al divorcio se opusieron. Algunas las rescata el alocado presidente que se ha buscado el PP. Hace falta ser miserable para vincular aborto y pensiones, como han hecho Casado y su ejecutiva diabólica. El quid es otro.

 La derecha española no sabe hablar. La derecha española no quiere hablar. La derecha española no quiere resolver conflictos, quiere el poder. A cualquier precio. Y Pablo Casado lo está demostrando.  Ahora, con la ayuda de las otras dos alas similares que se fueron desgajando: Ciudadanos y Vox. Los tres indistinguibles en la ultraderecha. Y con un potente ejercito mediático que redobló su fuerza –no sin subvenciones de dinero público en eufemísticas entregas- durante el mandato de Rajoy.

   Todas las corrupciones que han sangrado a la sociedad española palidecen ante esa bandera grande y una, roja y gualda, que lo tapa todo. Vuelan los sobres, las facturas falsas, el saqueo de lo publico en especie y contante y sonante, pero lo importante es el “a por ellos” “a por los catalanes”. Hasta su añorado Rajoy se dopó con facturas falsas y todo tipo de trampas en falso para salir elegido en 2011, según la UCO. El nuevo  gobierno andaluz sitúa entre sus primeras medidas dar un buen tajo a la sanidad pública. La cultura la ha entregado a VOX como en un mal chiste provocador. Pero todo estará bien empleado si España no se rompe, su concepto de España, y así enardecen a sus descamisados de dignidad. Pero parece que solo una bandera –bien usada en manipulación- les arrastra.

   El complejo tema, del que tanto se ha hablado, podría resumirse en dos errores de base.  Las fuerzas políticas españolas todavía no han entendido que el principal  objetivo de las catalanas es Cataluña. Por mucho que parezca hasta una redundancia, no lo entienden. Lo mismo que los independentistas catalanes no calibraron con qué España se batían, lo cual es el origen de los descalabros sufridos pasados y presentes. Y ahí siguen. Se ha roto el diálogo, dicen, con su relator y todo. La derecha, ya salivando, mantiene por supuesto la manifestación del domingo.

  Por lo demás, todos los gobiernos han negociado en temas de calado. Todos han tenido mediadores y relatores o como les quieran llamar. Lo que no han tenido, tanto al menos, es un ataque tan feroz, antidemocrático y… desmemoriado. Así que los periodistas que patinan en la pista helada de la equidistancia deberían contemplar el paisaje completo.

   El añorado Mariano Rajoy y su PP entero pusieron la proa a  Rodriguez Zapatero desde el mismo 14 de Marzo de 2004 cuando ganó las elecciones. Consideraron su gobierno ilegítimo. Igual que los muchachos y muchachas de Casado y Rivera al de Pedro Sánchez.

Rajoy llamó a Zapatero acomplejado, agitador, ambiguo, antojadizo, aprendiz de brujo, bobo solemne, chisgarabís, cobarde, débil, frívolo, grotesco, hooligan, impreciso, imprudente, incapaz, inconsecuente, indigno, inestable, inexperto, insensato, insolvente, irresponsable, maniobrero, manipulador, mentiroso, oscuro, perdedor complacido, radical, rastrero, sectario, taimado, traidor, turbio, veleidoso y zafio. Casado ha incorporado al acerbo “felón” que suena a vasallaje si es que tamaño inculto sabe su significado.

   Rajoy, los obispos y la ultraderecha, entonces menos visible, le montaron al gobierno Zapatero una docena de manifestaciones, le frieron a preguntas en el Congreso sobre la política antiterrorista, para dificultar su trabajo.  215 de una tacada, un 19 de abril ya del mismo 2004, basadas en la Teoría de la Conspiración inventada por El Mundo. Llenaron la Plaza de Colón de Madrid varias veces, con banderas y autobuses pagados -¿con el dinero de todos?-. Casado también invita, costeando el viaje a quien quiera venir a Madrid. Dinero no les falta.

  La lucha antiterrorista del PSOE dio frutos, pese a las algaradas del PP para evitarla. ETA está acabada. Pero en marzo de 2007, cuando los atentados son ya una excepción, el PP llega al paroxismo con su acoso y derribo a Zapatero.  La víspera de los atentados del 11M,  y sin que el hecho sea siquiera mencionado, el PP reúne en Madrid  a más de 2.500.000 personas, según ellos. Ha fletado 760 autobuses.  Entre vivas a España y el uso del himno de todos, Rajoy se clava un exaltado e inquietante discurso:  “En ese espíritu, convoco solemnemente a todos los españoles, a los que les importe España, a poner fin a esta situación”. Oigan aquí el tono.Las víctimas de las que hablan son de ETA, nada del 11M y añade el rosario de falacias habitual, el que esgrime el PP hoy.  Casado no es sino un alumno, altamente iletrado, de sus predecesores. Al que se le hunde el PP en expectativas de voto.

No se rían, en aquella manifestación cantaron a coro “la Estaca” de Lluis Llach.

  También se mencionó aquellos días el término  “Alta traición” en los medios adictos. El escritor Juan Manuel de Prada en ABC tituló así su columna para concluir: “llamemos a las cosas por su nombre: esto es alta traición. Cabría preguntarse si un gobierno que humilla el honor de un Estado no merece algún tipo de castigo. En épocas menos confusas esta pregunta habría obtenido una respuesta inmediata y severísima”. ¿Hay quien dé más? Sí Casado, Rivera y VOX. Y  sus medios.

  Lo lamentable es la presión del ala derecha del PSOE indistinguible de esta ultraderecha activa. Los reinos de taifas de las comunidades que no aprenden y que llevan el anticatalanismo pegado en las vísceras. Y los prebostes de un pasado que ha radiografiado sus miserias. Alfonso Guerra, ídolo de la derecha y ultraderecha. Y Felipe González, el que habló alarmado del  clima prebélico instalado en la España en 2007 desde la soleada Acacapulco.   Es un invento de los políticos para hacer una política desapegada de la ciudadanía, y empieza a calar en la sociedad, decía. Hoy enciende cerillas también contra Sánchez. Doce años dan para mucho.

   Los medios españoles parecen haber olvidado todo esto, y presentan la manifestación de este sábado en Colón como la hecatombe. En cierto modo lo es pero por el montaje que engloba a quienes buscan echar al gobierno a la fuerza, lo que tiene un nombre bien claro. Toda la ultraderecha, incluidos fascistas y neonazis organizados que también se apuntan.  PP y Ciudadanos rechazan, en un comunicado, la presencia de grupos que no defiendan «los valores democráticos y de convivencia» en su manifestación precisamente en contra del diálogo con Catalunya. A cuya autonomía, además, ellos quieren aplastar.

 Cuando algunos periodistas hablan del malestar creado por Sánchez y sus gestiones, como justificándolo,  aumenta la dimensión del problema programado para estallar el domingo. ABC  volcados en campaña para derribar al gobierno.  Y la COPE. Les oí casualmente el jueves. Llamando a acudir a la manifestación ultra del domingo en el programa de Carlos Herrera. Esperaban, dijeron, que acudan a Colón PP Ciudadanos y Vox “y toda la gente razonable”. Subvencionamos a la Iglesia Católica para que aliente el golpismo. Muy generosamente.

  Si la ruptura del diálogo con la Generalitat es una cesión a la derecha del gobierno central, supone un error. La bestia ultra se crecerá. La única salida frente a su ofensiva es justo la contraria. Pedro Sánchez y el PSOE que le queda, Unidos Podemos y toda la izquierda, deberían solucionar los problemas estructurales de España. Si a la mínima le montan este tinglado, será mejor ir a por todas. Y no hay quien construya nada en ese estercolero fangoso.

Moncloa anuncia que Pedro Sánchez visitará en breve la tumba de Antonio Machado en Coilluore, Francia, adonde le llevó el exilio de la España franquista. El mejor tributo sería luchar por aquellos españoles que él veía, los eternamente olvidados.  A veces imagino a Machado, volviendo a decir : “Ya hay un español que quiere vivir y a vivir empieza, entre una España que muere y otra España que bosteza”. Lo escribió hace más de un siglo. Y no hay uno, sino muchos españoles así.  Ocultos tras ese manto de caspa fétida que parece impregnarlo todo. E inmensamente hartos.