Basura

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Un día encuentras la pista definitiva. Camino de pagar el impuesto municipal de recogida de basuras, has de sortear, precisamente, desperdicios que se acumulan sin recoger, tirados por el suelo. No ocurre solo en el Madrid regentado por la piadosa y eficaz Ana Botella, las referencias de cubos desbordados con los residuos extendidos por doquier alcanzan a muchos otros municipios presididos por miembros de distintas orientaciones políticas. Y se hace la luz, respiramos basura en muchas ciudades, vemos basura, tragan (algunos) basura. El indicio, así, se ha vuelto revelación: este paisaje sucio, pestilente e insalubre podría ser el que nos define como país. No en la ciudadanía que se esfuerza, sino en esa capa dirigente que pone el sello de #MarcaEspaña, y ya, sin complejos, el de #MarcaEuropa. No hay más que mirar a los líderes mundiales manifestarse en París encapsulados al margen de la gente. O las trazas que dejan actuaciones políticas, escrupulosamente medidas para edificar un monumental vertedero susceptible de engullir toda intención limpia.

 Las personas normales, pulcras y aseadas, no reparan en la forma en que la basura está entrando en nuestra vida. Quien más quien menos lo que quiere es deshacerse de esos residuos que deja el día a día: la olorosa piel del plátano, las tripas del pescado, restos orgánicos varios, latas, polvo, papeles aceitosos, los pañales del niño… o del abuelo, las compresas con alas y sin alas, porquería en una palabra. Por hablar de las más literales.

 Y no deja de ser curioso el afán de gentes muy finas por ocuparse de las basuras. Por su recogida y gestión en particular.  Alguien tiene que hacerlo, alguien debe ocuparse de tan molesta tarea. Las ciudades, sus habitantes, producen toneladas. Y se precisa recogerlo, almacenarlo, reciclarlo.

 Ahí tenemos sin ir más lejos a Florentino Pérez. Un hombre que se codea con lo más granado de la jet set española e internacional. Invita a su palco merengue a jueces y fiscales, influyentes directores de periódico, políticos, empresarios, sus conquistas amorosas incluidas, hasta a la realeza en momentos sonados, y no se le caen los anillos por incluir en sus variados negocios -de notable prestancia por lo general-  algo con tan poco glamour como la basura.

 Son muchos los grandes del país que se dedican a esta abnegada tarea. Esos hombres –son prácticamente todos hombres- se fotografían con los presidentes de gobierno en la Moncloa a donde acuden para guiarles en el camino, y, algunos, aún le hacen también un hueco a las basuras. A veces, tiene sus compensaciones. Basta ver el caso de la contrata de Toledo, a cargo de una filial de Sacyr –la gente que sabe no pone todos los huevos en la misma cesta, por si los impuestos o algo-. Vas y le haces un donativo al PP de Cospedal  de 200.000 euros, cuyos recibís firma el tesorero, y, casualmente, te mejora el contrato en 11 millones de euros. El alcalde, eso sí, está ya imputado y el pobre juez Ruz –en tiempo de descuento- anda a ver si sortea trabas para buscar todas las responsabilidades, aunque sean a más alto nivel.

El caso Brugal de Alicante nació en un vertedero. Exótico donde los haya. El periodista Pablo Ordaz nos descubrió –en reportaje para enmarcar- hace casi una década, la historia de aquel hombre, Ángel Fenoll que recogía basura en el carromato de su padre. Y qué terminó siendo dueño de un vertedero –a nivel imperio, eso sí-  por el que saltaban “16 tigres y tres leones, hipopótamos, osos, vacas escocesas, burros de Afganistán y un gorila llamado Paco cuya principal habilidad es lanzar con mucho tino sus propios excrementos”. A Fenoll, empresario afín al PP, se le ocurrió grabar durante años conversaciones comprometidas de tejemanejes con sus colegas políticos y pasó lo que pasó. De ese sustrato emergió -cual Venus de Botticelli – la ex alcaldesa de Alicante, con su imputación bajo el brazo, la dimisión sobrevenida, y la llamada a hacer una nueva carrera en el sector.

Grandes fortunas se han edificado sobre la basura. La mayor parte de la sociedad ignora de qué forma alimentan nuestras sobras inservibles el lucro privado y las secuelas de desgracias que puede conllevar el afán de forrarse a cualquier precio. Nadie debe equivocarse, no son negocios ilegales; no todos al menos. Las comisiones bajo mano no representan a la mayoría. Que la Camorra napolitana utilice la recogida y tratamiento de basuras –actividad que posee en régimen de monopolio- a modo de presión en Nápoles e inunde cuando le parece la ciudad de la mugre más apestosa que se desparrama sin recoger, no tiene nada que ver. Aquí no pasa. Cierto que todas las fases del negocio –recogida, almacenamiento, reciclado- aportan beneficios, pero el servicio público prima. Cómo si no nuestros representantes políticos se lo habrían entregado a empresas privadas.

 La verdad es que todos esos prohombres citados no recogen directamente nuestros desperdicios malolientes, no. El servicio que antes era municipal se ha ido “externalizando” –privatizando- por la voluntad de los gestores políticos. Dicen que es más barato, lo cuál no es cierto, y sí que funciona peor. Las contratas se están haciendo a costa de los trabajadores. Hemos visto cómo son despedidos y obligados –quienes se quedan- a aceptar una reducción drástica de su salario. Y nunca es suficiente. Porque así el alcalde o alcaldesa puede decir que “ha ahorrado”. Se están dando casos en los que, además, el cobro se demora meses. Por todo eso hacen huelga. Por todo eso no recogen nuestras basuras. En esos casos heroicos que nos depara la justicia española, llegamos a ver cómo un juez frenó una privatización por considerar inconstitucionales las condiciones para la plantilla. Tampoco sabemos siempre cuántas vueltas dan estos pleitos y cómo acaban.

Igual tirando del hilo de la suciedad que desechamos y otros aprovechan, siguiendo el rastro de su fétido olor característico, llegamos a entender por qué cuando pensamos en la palabra “Basura” nos vienen a la mente los rostros de decenas de personas que pasan por ser la más lustrosa representación del país o del continente. Tenemos la sensación de ser dirigidos desde un descomunal vertedero, lleno de gorilas Paco o monas Conchita. Sujetos podridos o susceptibles de pudrirse son una bomba en potencia.  Y, atrofiadas sus pituitarias, no todos advierten el peligro de que elementos que se perciben tan podridos –como los restos de un besugo descompuesto- sigan ahí a la intemperie, lanzando sus efluvios infectos.

  Mucho cubo de la basura y mucha ventilación necesitamos.

Obama, bonito, lávate la boca

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El presidente que no cerró Guantánamo. El presidente que no controló a los poderes financieros ni a los lobbys. El que ejecuta sin juicio y manda espiar a ciudadanos de todo el mundo. El que, aún sacando adelante una reforma sanitaria y estimulando algo el crecimiento frente a la austeridad neoliberal europea, tanto nos ha decepcionado, ha recibido a Rajoy. Estados Unidos sigue siendo –con el permiso ya de China- el país más poderoso de la tierra. Por eso, entre las obligaciones de su jerarca está la de recibir a presidentes extranjeros y darles su bendición o ponerles tarea. Una cosa así como el Papa de la política. Ahora le ha tocado recibir al casposo presidente de España. Y es literal, nos lo muestra incluso, uno de los órganos oficiales del Partido Popular: el ABC.

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Por cierto, como El Mundo, las emisoras de radio catalanas y la Cadena Ser -la radio más escuchada de España- han sido malos, los controladores del régimen de Rajoy no les dejaron entrar en la rueda de prensa. Hay poco espacio y ellos tienen sus predilecciones. Objetivas.

Pues bien, Obama ha elogiado “los avances económicos” y el “gran liderazgo” del dirigente español en una «época sumamente difícil». Le ha dicho también que “el gran desafío” es reducir las cifras de desempleo. De Guindos salió ayer apoyando la jugada: la economía española ha crecido un 0,3% en el último trimestre. La macroeconómica. Y creen que podrán reducir el paro en 2014 hasta el 25%. Ánimo, ya falta menos para llegar al 22,85% con el que cogió Rajoy el gobierno al cierre de 2011. Solo se trataba de abaratar los sueldos, la seguridad y las condiciones laborales de los españoles. Eso sí lo ha conseguido. Y lo que queda. Y aún así siguen pegando tajos a todos nuestros servicios públicos. Obama, bonito, lávate la boca con jabón.

Infantas y capos de toda condición para alumbrar el día. Desde la cama, escucho en la SER de Madrid, que la inepta alcaldesa Ana Botella ha mandado hurgar en nuestras basuras. En contenedores y bolsa por bolsa a ver si reciclamos bien. Sigue en vigor su ordenanza que clava hasta con 750.000 euros lo que la señora estime menester. A una vecina le han puesto, dicen, 250.000 euros de multa por dejar una bolsa de papel al lado de los contenedores. Alega ella que estaban llenos, que no los recogen. No hay personal, solo para diseccionar y oler la basura. Una imagen muy gráfica de la España que vivimos. Menos mal que, en Burgos, en Gamonal, están ventilando las cloacas. Aunque cueste.

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Así baja el PP los impuestos

Acaba de llamar un señor a mi puerta para entregarme una documentación por la que asumo el nuevo impuesto municipal de basuras de Madrid. 152 euros anuales. En la capital vivimos más de 3 millones de personas. No cabe la posibilidad de asumir yo misma el servicio, y cargar con mis residuos y llevarlos a un vertedero. El impreso avisa que están exentos quienes acrediten que recogen sus basuras los agentes autorizados por el Ayuntamiento. Empresas privadas que serán aún más caras.

Escribí de ello cuando aprobaron este reglamento -con unas ilustrativas fotos, por cierto-. La norma estipula también que multen con 750 euros a quienes hurguen en la basura para comer. Por cierto, dado que no creo que les sobren 750 euros si tienen que acudir a los contenedores ¿qué harán con ellos si no pagan? ¿cárcel?

Obra de Ana Botella y firmada y puesta en vigor por el alcalde Alberto Ruiz Gallardón, cada día estamos más cerca de la “berlusconización”. Y es prueba de cómo baja el PP los impuestos.  «Haz lo que yo diga… y no mires lo que yo hago».  Y a qué dedica la recaudación. El señor de la puerta me ha dicho eso tan original y ecuánime de que «todos los políticos son iguales».

¿Multará el Ayuntamiento de Madrid al Juez Garzón?

La nueva ordenanza municipal del ayuntamiento de Madrid -que se aprobará el viernes- prevé multar con 750 euros a quienes busquen entre la basura. ¿Será el Juez Garzón el primero en ser multado?

 Detrás seguirán los miles de desgraciados que escudriñan -entre compresas usadas o arena de gatos con excrementos- yogures caducados o frutas podridas en los recipientes de la calle o en los contenedores que se ubican al lado de los supermercados. Los he visto. Salen avanzada la noche, sigilosos, con rabia, con vergüenza, mirando a un lado y a otro. Y no se dejan grabar si uno -como debe ser- les pide permiso y no utiliza cámara oculta. Hace falta pasar mucha hambre para arriesgarse al menú. Les saldrá caro hurgar entre desperdicios a partir de la ley municipal de Botella y Gallardón, a quienes deben darles asco los pobres. Pero no hay que ser mal pensados. Realmente, era una prioridad atajar ese problema: que no puedan comer de las basuras. Es muy antihigiénico y se preocupan por su salud. Dictar esa ley antes que prever que tengan trabajo y alimentos era lo más urgente. Aunque. un método más resolutivo sería invitarles a bodas y bautizos donde se hacen presuntas relaciones productivas.

Pero el asunto tiene más fondo. Al PP no le gusta que nadie husmee en la basura. La «presunta» podredumbre del PP constituye, hoy, un culebrón a seguir apasionadamente por el sinfín de noticias que se están produciendo. ¿Cómo se puede tener el cinismo de negar y atacar a la Justicia que investiga? Porque se juegan unos votos, cotas de poder, en las próximas elecciones gallegas y vascas. Ese aferrarse a la poltrona apesta. ¿Por qué? ¿Qué beneficios obtienen? Ah, es la defensa de sus ideales. Por ejemplo, multar con 750 euros a quien rebusque en la basura algo que comer.

El 70% por ciento de los ciudadanos, declara al CIS, mes tras mes, que «los políticos sólo piensan en sus intereses» y «no piensan en ciudadanos como yo». Lo saben y no les importa. Han comprobado que, luego, van a votar para que no salga el contrario. Aunque las diferencias son ostensibles, la escasa educación de los españoles -propiciada o nunca solucionada por los poderes públicos- conduce a patéticas confusiones. O muy intencionadas, porque en España hay demasiada comprensión con la trampa. Cuatro o cinco mil Garzones harían falta.

Envidio apasionadamente a los alemanes por la derecha que tienen. Angela Merkel pidiendo el cierre de Guantánamo a Bush, abroncando al Papa por rehabilitar a un obispo negacionista del holocausto. Hasta a los franceses envidio, por su Sarkozy, que ya es mucho envidiar.

Y es que, sobre todo estos últimos días, seguir las noticias -ejercicio imprescindible para poder opinar, para poder decidir con criterio- produce una malsana repulsión.

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