Sede olímpica: sentimientos encontrados

  Debo admitir que no soy una entusiasta del deporte, no me conmueven demasiado las gestas épicas basadas en el esfuerzo físico. Apuesto sin embargo por el ejercicio personal como fuente de vida, algo muy distinto. Asistí al espectáculo de Copenhague, un tanto atónita, aunque lo sepa repetido una y mil veces. No entiendo qué tiene que ver con el espíritu olímpico esa venta de una ciudad, de cuatro, con tácticas comerciales, intercambio de favores, chantajes emocionales, y un cierto servilismo. Tampoco que acudan los más altos dignatarios de países y ciudades a apoyarlo, cuando no lo hacen para resolver problemas más importantes. Al punto de considerar que perder la nominación es una derrota política, «la primera de Obama en su carrera», se dice. Pero el fin está claro: ser sede olímpica reporta grandes beneficios económicos, también gastos. Tampoco sabemos si beneficios y costos están equilibradamente repartidos.

   Madrid es el municipio más endeudado de España, más de 8.000 millones de euros. El agujero ha aumentado desde la llegada de Alberto Ruíz Gallardón a la alcadía, porque en 2002 era inferior a las grandes capitales. Aquí tenéis el gráfico, visto en wonkapistas:

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  El gasto se ha dirigido a inversiones que no benefician a la mayoría.  Una faraónica carretera de circunvalación, M30, para el transporte privado que, en absoluto, ha solucionado el agobiante tráfico de la capital, dado que se ha construido sobre el trazado anterior. O muchas instalaciones deportivas, gestionadas por empresas privadas, que no han imbuido a los ciudadanos la práctica diaria del deporte. Nula promoción de la cultura, especulación generalizada hasta en los nuevos impuestos, y descuido de lo más elemental. Los vídeos que presentaron llamando “ciudad verde” a Madrid me llenaron de sonrojo. O hablando de ella como una ciudad cosmopolita. Viajados todos ellos, sabrán la falacia de sus aseveraciones, porque conocen otras capitales que sí responden a esa descripción. Reiteradamente he señalado las carencias de Madrid que padezco a diario. Desde lo básico, como digo. Estos suelos desconchados y sin pintar.

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  Y aún así lamento el traspié del derrochador alcalde de Madrid porque es de lo más presentable del PP, de un partido que no se renueva y que terminará por llegar, en ese estado, a la Moncloa. Alberto Ruíz Gallardón ha empeñado en el Madrid olímpico su carrera. Con una tenacidad quijotesca que no se apoyaba en la realidad. Era extraordinariamente difícil que Madrid organizara unos juegos tras Londres, en el mismo continente. Pese a ello, ha invertido aún más presupuesto. Cuando anoche vi a la delegación española contemplando las sesiones y comprobé que llenaban una inmensa sala de un hotel, me volvió la imagen del despilfarro español, a costa de los ciudadanos. El resto de las altas instancias del Estado le secundó. Había una unidad ficticia que se volverá en contra de Gallardón de inmediato, y que se hubiera destapado también en la organización de los juegos. En contra de lo que repetían los oradores, no somos un país de fiar.

   Atendamos a este punto básico que ha pesado, también, en la desestimación de Madrid: “los problemas entre las diversas administraciones lastraron el proyecto. Así lo advirtió el informe del 2 de septiembre y los tres estratos del dinero público (local, regional y nacional) suscitaron demasiadas dudas en comparación con Río”, dice El Mundo, basado en un informe del comité. Dios mío, si había cuatro presidentes distintos -jefe de Estado, de Gobierno, de Comunidad, de Ayuntamiento-, y aún se plantó allí el líder de la oposición, para que las cadenas de televisión lo sacaran en planos «equidistantes».

   En el maldito juego de supervivencia del sistema, el gobierno –y por tanto todas las administraciones de inferior rango: ayuntamientos, comunidades- va a dejar sin ejecutar el 32% del presupuesto de ciencia e innovación, clave para el desarrollo, del mismo modo que merman los fondos para las Universidades gestionadas por las autonomías. Hay que mantener lo visible, lo que aporta votos, y la ciencia puede esperar. Se están produciendo dimisiones y cartas de protesta de investigadores que ven sus problemas concretos, que no podrán reponer un microscopio, que no habrá fondos para seguir un proyecto. Habrán de aprender a especular con sus hallazgos para ser tenidos en cuenta.

   Y, mientras, entidades privadas dilapidan sin sonrojo “cristianoronaldos” –la nueva medida del despilfarro-, o apuestan por el “deporte”. Madrid olímpico hubiera repartido una suerte desigual entre especuladores, constructores, hoteleros, comercios y ciudadanos. El desarrollo que conlleva lo necesita más Río de Janeiro. Felicidades Río, Felicidades Lula.

Permuto Valencia por Dinamarca y Madrid por Suecia

Fiel a mi idea de que la mejor forma de aprendizaje es el contacto directo y ponerse en el lugar del otro, hace tiempo que vengo pensando en una solución revolucionaria para arreglar algunos de nuestros problemas y, colateralmente, solucionar otros ajenos. Se trata de un experimento por el que se permutaría Valencia por Dinamarca y Madrid por Suecia. Atiendo a las cuestiones más urgentes. De resultar positiva la prueba podríamos estudiar nuevos intercambios.

La Comunidad Valenciana cuentan casi con el mismo número de habitantes que Dinamarca: unos 5 millones de personas. El primer aspecto positivo sería que en Dinamarca los valencianos se encontrarían mucho más holgados, dispondrían de casi el doble de territorio, 43.000 Kms. cuadrados, frente a 23.000. Un pasado histórico de solera les es común, y a ambos les baña el mar. Claro que allí son el Mar del Norte y el Báltico de temperaturas gélidas, pero dicen –no sé si está probado- que el frío curte. Más de 400 islas, la mayor parte despobladas, inmensos terrenos para construir y especular, ahora que el litoral valenciano está saturado de ladrillo. Tendrían que acostumbrarse, eso sí, a residir en un paisaje armónico, con un urbanismo elegante y bien diseñado.

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Los valencianos cobrarían allí 3.250 euros (ése es su salario medio, el más alto de la UE y con pocas diferencias sociales). Pagarían también precios algo más elevados, aunque no más de un 10% de los que tenemos en España. E impuestos superiores al 50%, el 60% para los millonarios, (En España la media es 34% y 42% para los más ricos). A cambio dispondrían de grandes medidas sociales, porque allí el Estado gasta en los ciudadanos el 30% del PIB, mientras nuestro país sigue estando a la cola de Europa con un 21%. Yo creo que en el aspecto económico rentaría el trueque a los valencianos.

Deberían aprender todos inglés, en Europa no puede uno moverse sin este idioma.  «Educación para la ciudadanía», sin objeciones y en el idioma propio. Y otros horarios. Entrar a trabajar a las 9 y terminar a las 4 por ejemplo, con un bocadillito en medio, sin dos platos, postre, café y pacharán.

Pero también compensa todo esto:

Dinamarca es el segundo país más pacífico del mundo según Global Peace Index en 2008. Su capital, Copenhague, está considerada por la revista Monocle como la mejor ciudad para vivir en su Top 20 Most Livable Cities Chart. Asimismo, está clasificada como una GaWC Ciudad cultural mundial, siendo tercera en Europa occidental, sólo sobrepasada por Londres y París.

En cuanto al clima, en verano se quitarían de agobios, y en invierno, desde luego, se pelarían de frío. Y el sol, nada de la maravillosa luz Mediterránea, en invierno apenas lo ven y en verano no se esconde, el muy ladino, casi en todo el día. Pero eso con unas buenas persianas, puede paliarse.

Son algo menos tacaños que los suecos, aunque tampoco dilapidan el dinero. Ambas partes -españoles y nórdicos- pueden aprender para obtener una media aceptable. Porque podíamos dejar algún danés allí para hacer más fácil el tránsito.

Con todo, lo más positivo, lo que me inclina a proponer esta permuta es que Dinamarca fue el país menos corrupto del mundo en el año 2008 según Corruption Perceptions Index. Y, además, que la sociedad tiene arraigados una serie de valores democráticos que defienden a ultranza: la igualdad, la libertad de expresión y los derechos humanos, el respeto al ser humano, la solidaridad y la responsabilidad hacia la comunidad, tanto en la vida social como en la familiar. Ya sé que en Valencia, en España, también, pero allí es norma de vida profundamente interiorizada por la sociedad. Insisto que estoy hablando de un primer estadio de las permutas.

Prácticamente los mismos valores y circunstancias –algo más de gasto social incluso- comparte la vecina Suecia. Con 9 millones de habitantes –que no sé cómo meteríamos en Madrid-, nos brindarían un inmenso territorio de 449.964 Km², en el que tanto Esperanza Aguirre como Alberto Ruiz Gallardón serían realmente felices por las posibilidades de inversión que ofrece. Ahora bien, ambos, Camps y Rita Barberá también, se verían obligados a vivir con mucha mayor austeridad y, especialmente, con mayor control incluso ciudadano. Cualquiera tendría acceso a su declaración de impuestos.

    Los nuevos madrileños nórdicos dispondríamos de los mismos gélidos mares que nuestros nuevos vecinos valencianos, pero playa al fin y al cabo, lo único que le falta a Madrid para ser maravillosa. Habría que hacer, desde luego, un esfuerzo por manter las calles limpias, asfaltadas y con las señales de tráfico bien pintadas. Cuando vinieran las visitas no podríamos tener las ciudades como está nuestra capital.

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Altísima inversión en innovación y tecnología, tanto en el sector privado como público, y auténtica pasión por el cuidado del medio ambiente. A acoger con cariño y respeto a los emigrantes –salvo excepciones- ya estamos acostumbrados en Madrid, pero la experiencia sueca nos serviría porque ellos llevan haciéndolo desde los años 70. Allí fueron buena parte de los arrojados por las dictaduras latinoamericanas. De hecho, es uno de los países que más interés tiene por el idioma español que se estudia incluso en las Universidades. Un problema que veo es que en Suecia prima la educación pública, pero ese aspecto es subsanable. En seis meses, pienso que algo cambiaría la mentalidad. Porque digo yo que será el aire o el agua lo que forma los criterios. No puede ser otra cosa.

Y lo mejor: un puente entre Dinamarca y Suecia, que en 15 minutos te sitúa en el otro país. Valencianos y madrileños podríamos compartir las nuevas experiencias. Por ejemplo, la de respetar el tráfico y desplazarse en bicicleta que es tan sano. Y tan barato. O que, en lugar de «ayudar»  a su mujer en casa el día que les viene bien, tienen que afrontar a partes casi iguales el cuidado de los hijos y las tareas del hogar.

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Esto es un primer esbozo del proyecto de permuta. Y ya es demasiado extenso, podemos profundizar en la idea. Al mismo tiempo, prestaríamos a los nórdicos en España espontaneidad, el gran arte de la improvisación y un saber vivir –aunque sea endeudándose en nuestro caso-. Aprenden rápido. Un año a prueba. Eso es todo. Me quedo pensando y mirando el mar Báltico.

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El bebé de Dalila ha muerto por una negligencia médica

El hijo de Dalila, la primera víctima mortal por gripe A en España, ha fallecido por una negligencia médica. Lo ha reconocido el gerente del Hospital Gregorio Marañón de Madrid, en cuya Unidad de Cuidados Intensivos estaba ingresado el pequeño, al haber nacido prematuramente por cesárea. Anoche, se le suministró por error al pequeño alimento por vía venosa, en lugar de por la sonda nasogástrica.

La sobrecogedora noticia, no tiene excusa ni justificación posible. Ninguna. No pueden existir “terribles errores humanos” de ese calibre. O hay mala organización, o escasez de personal, o mala preparación de unos y otros, o todo unido. O el mal está mucho más arriba, en el diseño que se ha hecho de la sanidad de Madrid. Porque, además, si a este pobre niño, Rayan, que suscitaba una gran atención social y mediática, le han atendido con tal negligencia ¿cómo actúa con los demás la sanidad madrileña? Ya lo vimos. Así le fue a Dalila. Lo escribí hace unos días y hubo discrepancias. Algo falló con Dalila. Y con su hijo. Y esto es lo que vemos. Es imprescindible la dimisión, como mínimo, del consejero Juan José Güemes. Pero sobre todo que la sociedad madrileña reaccione al contemplar lo que están haciendo con algo tan esencial como su salud.

El mito de que España posee el séptimo mejor sanitario del mundo se debe únicamente, insisto, a que es gratuíto y abarca a toda la población. La realidad es que estamos a la cola del gasto sanitario de la UE15 (no contando a los nuevos, a los países del Este). España se sitúa, con 1. 329 euros, en el puesto número 13, sólo por delante de Grecia y Portugal. Luxemburgo invierte con 2.989 por ciudadano (más del doble); Países Bajos, 2.284, y Francia, 2.188.

  Sólo encuentro datos comparativos de la atención primaria por comunidades, dentro de España. La Asociación para la Defensa de la Sanidad Pública de Madrid denunció que el gasto sanitario per cápita de la Comunidad de Madrid, cifrado en 102 euros, es 36,23 euros menor que la media de las comunidades autónomas, que alcanza los 138,23 euros.

Actualización.

El País amplia datos

“La enfermera que cometió el error procedía de otro departamento y era el primer día que trabajaba en la UCI, según han revelado fuentes hospitalarias a EL PAÍS. La destinaron a la unidad para que fuera aprendiendo. Un auxiliar la supervisaba, pero se ausentó y en esos momentos fue cuando la enfermera habría confundido la vía de administración de la alimentación. “Es una gravísima negligencia que no tiene excusa”, porque en el envase viene “perfectamente especificado”, pero “por un error que desconocemos, el profesional se equivocó” al administrarle el producto.

(…) El secretario general de la sección sindical de Comisiones Obreras (CC OO) en el centro ha denunciado «el caos sanitario que vive Madrid». En su opinión, «el problema es que hay una grave carencia de personal en el Gregorio Marañón. En la UCI, de las 16 personas que hay, ocho son eventuales. No pasan más cosas no sé muy bien por qué. Los trabajadores estamos al 150% de nuestra capacidad. La situación es caótica. Han desmantelado este hospital para llevarse el personal a los nuevos, pero si hay algún problema tienen que volver aquí porque no están dotados». Fuentes del hospital han criticado que personal sin experiencia haga prácticas en un área tan crucial como la UCI.»

Algo falló con Dalila

Dalila acudió 4 veces a urgencias en hospitales de la Comunidad de Madrid. Con fiebre que en algunos casos llegó a los 39,5. “No podía ni caminar”, denuncia su afligido e indignado viudo, Mohamed. Dalila era atleta. Corría carreras de 1.500 vallas (dice El País) y había participado en campeonatos internacionales. “No padecía, previamente, asma”, asegura de nuevo Mohamed, dificilmente podría hacer atletismo si sufría esa enfermedad.  ¿Ha funcionado todo como debiera?

Nos cansamos de escuchar que España es para la OMS el séptimo mejor sistema sanitario del mundo –superados por Francia, por ejemplo-. Esta alta concepción se basa en la universalidad y gratuidad de nuestros servicios. Es eso lo que inclina la balanza hacia el sobresaliente.

Sin embargo, la privatización de la gestión en la sanidad ha creado profundas diferencias entre Comunidades y Madrid no es la mejor dotada en cuanto a gasto.

La OMS –a pesar de haber conocido una progresiva “liberalización” de sus criterios- publicó en 2006 un informe, firmado por Martin McKee, del Observatorio Europeo de Sistemas y Políticas Sanitarios, y otros dos investigadores británicos, sobre la privatización de la sanidad, con algunos puntos destacados:

  COSTE. A largo plazo, «los nuevos servicios han sido en general más costosos que si se hubieran empleado los métodos tradicionales» de gestión pública. Debido, en primer lugar, a los altos costes financieros que soportan los hospitales privados: los créditos que deben pagar las empresas son más caros que la deuda pública. La segunda razón son los beneficios que obtienen los accionistas de las empresas que gestionan los centros sanitarios. La tercera, el «enorme coste» que deben asumir los Gobiernos si algún proyecto quiebra. El estudio destaca que en estos casos, los Gobiernos no pueden dejar de prestar la atención sanitaria y se ven obligados a intervenir, asumir las deudas e invertir más dinero. La OMS insistía en que, aunque los Gobiernos afirmen que son las empresas las que asumen las pérdidas en caso de mala gestión, acaban siendo pagadas por los presupuestos públicos. El estudio alertaba también de la «falta de transparencia» de estos llamados proyectos PFI privatizadores:  pese a estar sustentados con dinero público, Gobiernos y empresas se niegan a detallar el destino de las partidas económicas alegando que es información «comercial confidencial».

 CALIDAD Y VIABILIDAD. El estudio destacaba la incapacidad del modelo para adaptarse a «un entorno de gestión sanitaria que cambia muy rápidamente» debido a los contratos a 30 años en los que está basado. «La falta de flexibilidad» para adaptarse a los cambios de población o a las nuevas técnicas médicas «ha hecho que algunos hospitales estén obsoletos cuando acaban de ser inaugurados». Y también señalaba la enorme complejidad que adquiere un hospital que debe prestar un servicio público, no sólo asistencial, sino también de formación a médicos residentes, pero que está gestionado por una o varias empresas privadas que, a su vez, pueden subcontratar la restauración, limpieza, mantenimiento, administración u otras funciones. «La dificultad de alcanzar un acuerdo entre tantos actores, junto los elevados costes de los proyectos, ha llevado a la quiebra de un gran hospital universitario, el Paddington Health Campus», en Londres”, citaba como ejemplo el estudio.

Oxfam, por su parte, ha elaborado otro estudio, este mismo año, alertando de los peligros de la privatización de la sanidad en los países pobres. Y, entre las muchas razones y ejemplos, cita el ejemplo de China –país que no es ni mucho menos pobre, pero sí lo es su población-:

“La administración de vacunas se ha recortado a la mitad en los años posteriores a la privatización de la sanidad. La prevalencia de índices de tuberculosis, sarampión y poliomielitis va en aumento actualmente y puede suponer millones en pérdidas de productividad y un gasto innecesario en tratamientos para la economía del país”.

Rebajar la calidad de la sanidad en algún país, va en perjuicio de toda la sociedad mundial. Los enfermos contagian a otros y expanden enfermedades.

 Los médicos y todo el resto del personal sanitario españoles sí están sumamente acreditados en el mundo, pero nuestro sistema empieza a acusar deficiencias. Marroquí, joven, embarazada, sin apenas hablar nuestro idioma, algo falló con Dalila, al rechazar su hospitalización y pruebas más profundas vistos sus alarmantes síntomas. ¿La privatización como causa? Un dato más para evidenciar los peligros que corroen el sistema en el que vivimos.

Actualización:

  Algunos deportistas de élite sufren de asma y precisan para ello tratamientos muy controlados. Este enlace explica bien el esfuerzo extra al que se someten y los exámenes médicos que necesitan, porque su padecimiento es el más contraidicado para hacer un esfuerzo respiratorio, que, pese a todo, realizan por vencer dificultades. No parece el caso de Dalila, cuando además la familia asegura que no padecía esa enfermedad. El problema sobre el que he querido llamar la atención es, sin embargo, otro: saber si las privatizaciones en la sanidad han contribuido a mejorar el servicio o a empeorarlo.

Madrid fuera del mundo

O  fuera de Google Earth que viene a ser lo mismo. Uno de los programas de más rápido y extenso éxito que permite pasear virtualmente por todo el planeta. Es posible visitar desde la cosmopolita Singapur al Taj Mahal en la India, pasando por los rascacielos de Nueva York, es decir, todo el planeta. El progresivo avance de sus aplicaciones está ya facultando poder ver incluso habitaciones de hotel para poder elegir con datos.

Pues bien, la Comunidad Madrid ha elaborado un programa propio, una parcela privada que le ha fabricado, paradójicamente, una empresa de Barcelona. Se llama “geoshow 3D lite” y tiene varias ventajas:

Nadie puede entrar en el cortijo a añadir –como sucede en Google Earth- sus aportaciones, la elección de edificios a dar volumen y presencia se hace según criterio de la Comunidad de Madrid. Por tanto, diseña y resalta las sedes de sus instituciones y poco más. Y, sobre todo, incluye publicidad: el logotipo de la Comunidad es más visible que nada.

Entre sus desventajas, la principal es que no figura en Google Earth directamente, Google ofrece su Madrid, Esperanza Aguirre el suyo. Y los nombres para acceder, el geoshow y “planea” resultan de difícil búsqueda. Este programa coexiste con Google Earth que diseña Madrid –no tanto como otras capitales- conectado con el mundo. Se puede saltar de Madrid a París, cosa que no sucede con el programa de la Comunidad de Madrid, coto cerrado. Aunque también ofrece opciones exteriores, también cerradas, por ejemplo… la Comunidad Valenciana.

La Comunidad lo soluciona… ¡remitiendo a Google para encontrarlo a pesar de que le hace competencia! Quien busque Madrid, hallará con mayor facilidad Google y no el costoso programa de Esperanza Aguirre, sin embargo. La propia página de la Comunidad remite a Google y no a su programa. Si el deseo es promocionar la Comunidad de Madrid, se logra el objetivo inverso.

Siempre contracorriente, significándose, controlando, erigiendo cotos cerrados y privados.

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España no es Madrid

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Amanece brumoso en Roses (Girona) después de una semana de sol amable. Un barco blanco de vela blanca –como corresponde- surca la bahía, junto con algunas pequeñas motoras. Las gaviotas –esa sabia especie inmisericorde con las jóvenes inexpertas- graznan llamando a la vida porque por algo estamos en primavera. Con una insistencia realmente digna de encomio -entre angustiada, gozosa y provocadora- revolotean buscando pareja, como si sólo eso les importara. 20.000 habitantes, la mayoría –sí, la mayoría- emigrantes. El comercio –muy retrasado respecto a la vecina Figueres en el interior-, ha mejorado en los últimos tiempos, con boutiques regentadas… por franceses. En casi todas, tallas grandes porque hay un turismo senior que se refugia en España, sobre todo en invierno.

Amenaza a Roses un proyecto urbanístico apoyado por los partidos mayoritarios, contra el que clama la población informada. A cuatro pasos, tres parques naturales donde se prohíbe edificar. Calas, de diversos tamaños y accesos, para elegir. Y las montañas del pirineo a tiro de excursión de un día. Aquí saben cuando sopla el viento del mar o de tramontana. Y cómo repercute en el color del agua. Si las nubes amenazan lluvia o pasarán de largo. Se ven por la noche las estrellas, un lujo que no se disfruta en la capital de España. No hay atascos. Ni pitan desaforados los cláxones de los coches. El aire está limpio, se respira. Realmente se nota, hasta en los sufridos pulmones de los fumadores, que no entra veneno.

En el puerto de pescadores, se puede adquirir el pescado que pocas horas antes nadaba en el mar. El gallo de San Pedro o las escórporas. Y las deliciosas gambas autóctonas llegan moviendo sus patas a la sartén. El cordero es de primera calidad. Frutas y verduras como en muchos otros lugares.

Aquí saben a quién llamar –con rostro, nombre y apellidos- cuando algo deja de funcionar y presumiblemente acude sin grandes demoras. Se afanan en su trabajo, pero disponen de la riqueza del tiempo. Una barbacoa improvisada reúne a un grupo de amigos. Uno pesca en el mar con su hijo porque es festivo, pero se acerca en poco tiempo aportando las piezas logradas. Pioneros del turismo en su día, en la reducida mesa hay cuatro nacionalidades distintas. Rica conversación, apasionada en diferentes criterios, pero sin crispación. Y otros puntos de vista. Una gran relativización. Recelos del centralismo. Agravios del dedo permanente introducido en el ojo. Hasta el “cuando llueve en Madrid, llueve en toda España”.

Decía mi sociólogo de cabecera, Fermín Bouza, que es en Madrid donde existe la crispación, quizás porque es donde se ubican las sedes de todos los partidos nacionales, y de todos los medios informativos. Porque alberga el poder con todos sus males. Pero también, para el ciudadano de a pie, porque en la capital hay demasiada gente, demasiados coches, demasiadas tiendas, demasiadas ofertas y un dinero desigualmente repartido para adquirirlas.

Madrid espejo y agujero negro que nos engulle. El mayor de los pueblos españoles, sin ninguna de sus ventajas. Tendemos a definir España por lo que sucede en Madrid, en efecto. E ignoramos el clima vital de otros lugares, desde la paradisíaca Cádiz, a la austera Usón en Huesca, a esa Roses de los paraísos accesibles. A principios del siglo XIX, España contaba con 10 millones de habitantes, menos de la media europea. Hoy somos 46 millones. La población fue rural hasta el éxodo que impuso el desarrollismo de los sesenta. Hoy, es urbana, predominantemente. Más aún, el 80% de la población se concentra en sólo 1.200 municipios. Más de mil pueblos se han perdido en este camino hacia lo que se entendió por progreso.

Definitivamente hoy el sol huye para despedirme, pero siempre nos queda el “Si us plau”, el clásico local al borde de la playa, que aún conserva el sabor del vanguardismo de sus inicios.. Seguir mirando el mar, con los surcos de las pequeñas embarcaciones desplazándose despacio, sin prisa. Definitivamente, España no es Madrid. Por fortuna.

Firmo libros

  El próximo 4 de Junio firmo «España, ombligo del mundo» en la Feria del libro de Madrid del parque del Retiro. Será de 7 a 9 de la tarde en la prestigiosa Librería Alberti.

   Me gustaría que os acercaráis los que podáis. Así nos conocemos.

  Algunas opiniones sobre el libro aquí.

   Durante esta semana escribiré poco o nada: me voy de vacaciones, lo necesito. Dejo una entrada o post especial, muy querido.

Madrid: último reducto liberal

No conozco Cuba. Los planes trazados para visitar la isla caribeña alguna vez se desbarataron siempre por una razón u otra. Y sé lo que me estoy perdiendo: ver de primera mano el último reducto comunista. Mi actividad laboral me otorgó el privilegio de ser testigo de excepción en el desmoronamiento de todo el bloque soviético –de la URSS, al pacto de Varsovia-, incluso asistí en directo –sin ningún otro periodista occidental al lado- a la caída del símbolo: el Muro de Berlín. Mantengo que realmente nadie lo tiró, cayó por su peso y sus cimientos podridos.

Ahora resido en el último reducto del liberalismo mal entendido, del ultracapitalsismo feroz: Madrid. Sistema tan contra la corriente y la lógica como en su día fue el comunismo. Se ramifica en Valencia, pero allí aún palpita un alma moderada que se rebela, lo que apenas sucede en la Comunidad que alberga a la capital de España.

Turbios métodos llevaron a la Presidencia de Madrid a Esperanza Aguirre tras una meteórica carrera en el PP. Dos corruptos diputados regionales del PSOE cambian su voto a última hora para privar a su partido de la mayoría absoluta que le han dado las urnas. Cadena de errores de planteamiento -Tamayo y Sáez nunca debieron ir en las listas-, el hecho pasa decisiva factura a los socialistas, pero queda en el limbo averiguar a qué y a cuánto asciende el cambio de postura, y a quién beneficia. Año 2003 y hasta ahora, 2009, no se había investigado. Hoy sabemos, gracias al periodista Nacho Escolar, de una sociedad Fundescam, creada entonces, para producir estudios según sus estatutos, cosa que prácticamente no ha hecho. En cambio canalizó ayudas a la campaña electoral de Esperanza Aguirre aportadas por una serie de nombres significativos. El actual presidente de la CEOE, Gerardo Díaz Ferrán, propietario de viajes Marsans, según la información de Público, contribuyó con 246.000 euros, pese a que la ley prohíbe hacer donaciones cuando se tienen subvenciones estatales como era el caso. Otros destacados empresarios completaron una cifra cercana a los 800.000 euros para sufragar la campaña de Aguirre. Posteriormente lograron contratos con el gobierno regional. Atención a cómo Díaz Ferrán se hizo con Aerolíneas Argentinas a través de Air Comet, filial de Marsans. Propiedad de Iberia, Aerolíneas fue privatizada por el Gobierno de José María Aznar en 2001 y Díaz Ferrán se la adjudicó por el precio simbólico de un dólar. Ese mismo año, la Sociedad Estatal de Participaciones Industriales (Sepi) dio a Marsans 300 millones de dólares para cancelar las deudas de la compañía. El caso está siendo investigado por delito fiscal desde 2005.

   Todos los empresarios españoles eligieron después a Diaz Ferrán como su presidente. Los empresarios sustentan a Esperanza Aguirre, su máximo representante la considera incluso “cojonuda”. No son neutrales.

Un repaso por el entramado de asociaciones, organismos dependientes de la Comunidad de Madrid, fundaciones y demás entes abstractos –que os aconsejo hacer con la ayuda de Google- nos muestra siempre los mismos nombres que se reparten cargos y asesorías –y sueldos por tanto- como en un club de amigos.

Esperanza Aguirre, con su estilo populista, goza de gran éxito en Madrid. Una encuesta sobre la persona con la que desearían los ciudadanos salir a tomar copas, la situó en primer lugar, seguida de Ruíz Gallardón y de Joaquín Sabina. Y, desde luego, todos los sondeos la garantizar seguir revalidando la mayoría absoluta. A la descafeinada oposición socialista ni se la ve, ni se la espera.

Cuando el presidente estadounidense dice que se ha acabado la era del Hummer –el carísimo todoterreno dilapidador de gasolina- Esperanza Aguirre subvenciona a los coches más contaminantes. Devuelve 1.500 euros a quienes compren un Porsche Cayenne y no da nada a los ecológicos.

El gobierno anuncia que suprimirá la desgravación fiscal por vivienda a las rentas más altas. Aguirre –dentro de sus potestades- aumenta al 20% la exención de impuestos por este apartado. Los empresarios del ladrillo tienen muchos pisos sin vender.

Ha entregado la gestión de la sanidad de Madrid a empresas privadas, fundamentale a Capio, la misma que gestiona el pan de molde Panrico.

La educación sigue sendas paralelas beneficiando a la iglesia católica en su gestión u organizaciones ultraconservadoras como el Opus Dei. También favorece los colegios que segregan niños y niñas. Profesores que acudieron a una prueba escolar con una camiseta en defensa de la educación pública fueron amonestados, porque debían ser neutrales.

  Sabe como promocionarse. La vergonzosa cadena de manipulaciones de la televisión pública regional llega al punto de censurar la frase “cambio climático”, en un reportaje en defensa de Gas Natural. ¿Noticias contratadas? Sus licencias de radio y televisión para Madrid recaen siempre en las mismas manos: El mundo y Federico Jiménez Losantos.

  Además, Aguirre ha multiplicado el gasto por publicidad institucional en un 369%, hasta llegar a los 169 millones de euros, más de la mitad de toda la Administración central.

    Hambrienta de poder, es conocido su desencuentro con el alcalde de la capital, Alberto Ruíz Gallardón que pugna con ella por un hipótetico control del PP, una vez superada la etapa Rajoy contra el que también presumiblemente maniobra según numerosos episodios conocidos. Sus declaraciones a favor del ultraliberalismo son constantes: «la crisis es consecuencia de un exceso de intervencionismo estatal». En la línea de Aznar, y en contra de la tendencia generalizada. Hasta Obama pretende moderar los excesos del capitalismo. Él ha sido el causante de los males que padecemos, que sufragan los trabajadores mientras la misma selecta élite de siempre se sigue beneficiando.

     El último reducto del liberalismo salvaje: Madrid. El muro de Berlín cayó abatido ante mis ojos, pero la España de charanga y pandereta puede reedificar desde el corazón de su territorio un sistema caduco.

Padres y madres de las patrias hijas

Pregunté una vez en el colegio, en una clase de historia, por qué había sido tan diferente la trayectoria de los pueblos que componen el continente americano, según hubieran sido sus conquistadores –norte sajón, centro y sur español-. No corrían tiempos en los que un profesor pudiera dar respuestas críticas, me quedé con la duda. Ciertamente, los conquistadores de habla inglesa, llegados a lo que hoy es EEUU, liquidaron expeditivamente a toda la población autóctona, nosotros –además de una buena sangría, aunque no total, en vidas y haciendas- les engendramos hijos, los convertimos al catolicismo y les exportamos nuestra cultura y valores.

Nacho Escolar cita hoy “el ejemplo inglés”, la airada reacción -con seria exigencia de responsabilidades- por los gastos personales de diputados británicos -de todos los partidos-, cargados al fisco. Su ley se lo permite –primera diferencia-. Segunda y más aleccionadora: política y ciudadanía no lo toleran. Es la mayor crisis institucional en décadas. Y consecuencias: dimite el presidente de la Cámara de los Comunes por primera vez en 300 años, los líderes de los principales partidos piden disculpas a la población y exigen que los implicados devuelvan el dinero, dos tercios del partido laborista piden tambén el cese inmediato de Gordon Brown y estudian sanciones a sus miembros implicados. ¿Se imagina alguien esa actitud en España? La opinión pública británica no tolera las actitudes poco éticas, tercera y decisiva diferencia.

Álvaro Colom, presidente de Guatemala, –como decíamos ayer– arguye algo así como la posibilidad de sacrificios humanos por parte de la oposición para derrocarle -así podría traducirse-. La muerte del abogado Rosenberg sería “un montaje” de sus detractores. El caballero está muerto y bien muerto ¿se ofreció en inmolación para desprestigiar al presidente? ¿Se reunieron los partidos contrarios a Colom para elegir a quién sacrificaban y luego le pegaron un tiro? Pues bien, una parte de los guatemaltecos parece creer una versión aproximada, porque han salido a la calle para apoyar al político acusado.

La misma sensación -salvando las distancias- sentí al ver al presidente valenciano, Francisco Camps, arropado por alcaldes y gitanos, por la plana mayor de su partido, y por los dirigentes nacionales. Cuando declare ante el Juez se aclararán “las insidias”, dicen. ¿Cómo que “insidias”? Todo nace de una investigación judicial, hay datos, pruebas, documentos, ha sido llamado a declarar por un Juez como imputado. Otra cosa son los resquicios legales de nuestro ordenamiento jurídico, pero las “insidias” son “engaños o artificios para hacer daño a alguien”, y parece que en la «conspiración» se han juntado varios jueces, papeles, y numerosos testigos.

Padres y madres de una cultura que se nubla en creencias y actos de fe, las evidencias sajan gran parte de nuestro territorio nacional. Madrid huele a podrido, más aún con nuevos datos fundamentados en documentos. La larga lista de la impunidad apenas ha cambiado desde esta entrada de Febrero, si no ha sido para añadir nuevos escándalos. Pero la sociedad no se inmuta.

¿Qué más tiene que pasar para que la sociedad española reaccione? Muchos guatemaltecos, hartos, lo están haciendo en su país. El cáncer está en nuestra cultura de picaresca, chapuza, amiguismo, clientelismo, trampa y robo, de pensar en el provecho propio y no en el bien común como hacen las personas bien educadas. Mientras, los asuntos sustanciales quedan aparcados. El gobierno suizo –me contaba ayer el periodista Antonio Delgado- paga subsidio de pobre a quien gana menos de 1.500 euros. En casi toda Europa el Estado costea las gafas o permisos de maternidad ¡y paternidad! hasta de un año. Seguimos siendo uno de los países con menores ayudas sociales, pese al incremento estipulado por Zapatero, y a cómo el liberalismo las quiere cercenar. Nuestro sistema educativo –del gobierno y las comunidades autónomas- produce bochorno.

Y la pescadilla se muerde la cola. Sólo una ciudadanía educada e informada, con una ética que no dirime sus pecados y delitos en un confesionario sino en la razón y ante la justicia, está preparada para prosperar. Y puede tener algo edificante que exportar.

Desprecio de la cultura

A Esperanza Aguirre le sobra la cultura. Tan campechana ella, ha anunciado con su cercano tono de sargento cuartelero, que «al igual que hacen los hogares en dificultades» suprimiendo lo que estiman más superfluo -eso se deduce de sus palabras-, elimina la consejería de cultura, turismo y deportes. Sus competencias pasan al vicepresidente Ignacio González, un hombre muy ocupado porque, a las labores propias de su alto cargo, añade viajes -grabados- a Cartagena de Indias, llevar y dejar bolsas, guarecerse de los espías, o celebrar con sus familiares su súbito enriquecimiento con contratas suscritas con la Comunidad de Madrid. Pero es que los madrileños ya disponen de la contemplación pasiva del fútbol como deporte, los turistas vienen igual, encantados, a las sucias y desconchadas calles de Madrid, y la cultura es prescindible. Así lo ve una antigua ministra… de cultura. Nombrada para ese cargo pese a que creer que Saramago -Sara Mago- era una bailaora, que no es una leyenda urbana porque yo misma la escuché.

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El problema es general. El actual gobierno de la nación, como todos los anteriores, prima la industria sobre la cultura. Los medios informativos relegan sus espacios culturales que siempre, salvo muy escasas excepciones, han servido de una forma desastrosa. Presentan la cultura como tocho infumable que disuade de acercarse a ella.

Somos un país rematadamente inculto, de provocar vergüenza en muchas de sus manifestaciones. Donde los ciudadanos ni siquiera sienten pudor de decir que ni leen libros ni periódicos, ni de hablar mal -porque a hablar, a expresarse, se aprende leyendo-. Os recuerdo que, antes de la crisis de la prensa escrita, los periódicos apenas vendían en España 100 ejemplares por cada 1.000. Justo la cifra que la UNESCO marca en el umbral del desarrollo, y que supone menos de la mitad de la media europea. Finlandia y Suecia alcanzan, por ejemplo, más de 400 ejemplares por 1.000 habitantes. Y sólo Portugal, Grecia e Italia, como siempre, están a la par o por debajo de nosotros. Y los libros más vendidos son en su mayoría pura basura.

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Una industria musical mediocre -en la que podíamos calificar «de consumo»- que dudo permita a los buenos valores hacerse un hueco en ella, porque lo que prima es el negocio fácil. Con unos pocos valores sólidos que se presentan como excepciones. España -en el cine igual- es país de individualidades culturales, de excepciones, porque tienen que luchar con la cultura reinante, la verdadera cultura, la que significa a los pueblos. ¿Que tenemos un actor excepcional, Bardem, o un director al menos, Amenabar, en las más altas cotas de la calidad, o a otro rompedor como Almodovar? Sin duda. Pero nos nombran ministra -Ángeles González-Sinde- a la autora de un guión -«Mentiras y gordas»- que es un monumento al mal gusto. Y que, además, defiende a la industria y no entiende que la tecnología lo ha cambiado todo.

 No quiero ser exhaustiva, sino dar una semblanza de conjunto. En Brasil han aprobado pagar una asignación mensual del equivalente a 16 euros a 12 millones de trabajadores para que la gasten en teatro, cine o libros. Van a invertir en ello casi doscientos millones de euros anuales. Hasta esperan que con ello obtengan «mejores puestos de trabajo». Aquí suprimimos la consejería de cultura… para ahorrar, mientras se dilapida en obras y hasta cócteles y se privatizan servicios básicos para obtener dividendos. No entienden qué es la cultura ni para qué es útil -la utilidad que no falte-, o sí lo entienden pero no les interesan los ciudadanos maduros y responsables.

La UNESCO definió la cultura hace muchos años, decidme si esto es lo que nos sobra:

«La cultura da al hombre la capacidad de reflexionar sobre sí mismo. Es ella la que hace de nosotros seres específicamente humanos, racionales, críticos y éticamente comprometidos. A través de ella discernimos los valores y efectuamos opciones. A través de ella el hombre se expresa, toma conciencia de sí mismo, se reconoce como un proyecto inacabado, pone en cuestión sus propias realizaciones, busca incansablemente nuevas significaciones, y crea obras que lo trascienden».

(UNESCO, 1982: Declaración de México)