Me quejaba ayer, sin ir más lejos, de tener a Dolores Cospedal en desayuno, comida y cena si sintonizo TVE –o cualquier otro medio-. Y no solo ella, a toda una hilera de políticos servidos a veces hasta cuatro y cinco en la misma tanda. Y va Cospedal y se queja del tratamiento parcial que da al PP la televisión pública. Nacional, naturalmente, las que controla su partido (a través de autonomías o licencias concedidas por ellas) sí que saben hacer adularles y publicitarles como Dios y el PP mandan. En su intervención en los desayunos de RTVE, con una Ana Pastor que ejerce el periodismo, la número 2 del PP se retrata ampliamente. “TVE no es imparcial. Una televisión pública pagada con los impuestos de todos los ciudadanos debería ser de una objetividad y una imparcialidad meridiana…”, dice. Para quejarse también de cómo los restantes medios no se han hecho eco de su “campaña” contra RTVE. De su propaganda, no de información alguna. Están muy mal acostumbrados, pero las costumbres se pueden cambiar.
Lo mejor fue cuando acusó a “la dirección política de TVE” de ser la culpable de la supuesta parcialidad. Señora, los medios informativos carecen de “dirección política” en democracia. La página del PP, insiste en esa idea sin el mejor sonrojo: la dirección política, y titula: El Partido Popular manifiesta su indignación por el trato recibido por Cospedal en RTVE. El maltrato consistió en no decir “amén”, que -aunque lo hayamos olvidado- es la obligación de todo periodista. Veamos esta joya de la desfachatez y de lo que entiende Cospedal y el PP por información.
En Reacciona, hablo de este punto. Copio y pego el fragmento titulado “La noticia y los políticos”:
«Tras haberme criado viendo a Franco inaugurando pantanos y a todos sus ministros y altos cargos en actos de propaganda, mis ojos se anegaron de emoción al escuchar de los entonces responsables de los telediarios en la transición –y de ideologías tan distintas como Ladislao Azcona, Eduardo Sotillos, Pedro Macía y Luis Mariñas-: “el hecho es la noticia, si hay un político y, lo encuentras justificado, lo citas al final del texto.” Los políticos tenían que ganarse su aparición en televisión. La experiencia apenas duró. El sabroso caramelo se volatilizó a las puertas de la escuela del poder.
Hoy sus comparecencias son diarias. No es noticia lo que opinen –por muy jocoso o patético que a veces resulte-, lo son sus hechos. No lo es en absoluto la repetición machacona de su ideario –sabemos qué van a decir antes de que abran la boca ¿cómo va a ser eso una noticia?-. Los medios no son oficinas de prensa de los partidos en permanente campaña electoral. Pero así parecen actuar –las televisiones sobre todo- . De hecho, los políticos intervienen medidos y pesados según sus votos. Y, como no hay tiempo, la opinión se reduce al bipartidismo (al que refuerzan), cuando España es plural y, en justa lógica, tendrían que habilitar espacio para todos los partidos y colectivos sociales… en informativos eternos y tediosos ¿Sería eso periodismo? No.
La clase política representa el tercer problema para los españoles, quizás porque les vemos y oímos demasiado. ¿Sabemos de este modo lo que piensan en realidad? Escasamente. Ahí tenemos el simulacro de los debates en los que el periodista es mero controlador de tiempos y de temas pactados sin su intervención; a diferencia de lo que ocurre en otros países, donde el moderador inquiere y precisa. El periodista debe incomodar, insistir, buscando la verdad. Los políticos se han acostumbrado, asimismo, a la insólita figura de la “rueda de prensa sin preguntas”. ¿Cómo se atreven? ¡Son servidores públicos! Se deben a la sociedad. Y sus ojos, oídos y cerebro en esas comparencias son los periodistas… que se ven obligados a asistir para tomar nota sin abrir la boca.
Con la Televisión Digital Terrestre, TDT, llegó la invasión de cadenas entregadas por los políticos (autonómicos sobre todo) a medios de ultraderecha mayoritariamente. Aquí realizan programas “low cost”. Lo más barato es sentar a tertulianos en una mesa y, de la mañana a la noche, destripar al gobernante opositor, incluso al propio si no manifiesta una extrema radicalidad reaccionaria. El manual de la manipulación exhibiría como prototipo a estas cadenas.
Los debates pueblan los medios. El que contrapone a Rajoy y Zapatero (o cualquiera que ocupe la cúpula de los partidos), cargando sobre uno de ellos todos los males de la humanidad, es estéril cuando manda la UE y el reinado neoliberal está garantizado por vocación genética o por pragmatismo. Apenas se diferencian -y no es poco-, en el rancio conservadurismo ideológico del PP, necesitado de una urgente modernización al servicio del progreso de todos.
El periodismo de declaraciones (vacías y repetitivas en su mayoría) y tertulias con el mismo espíritu, tiene un efecto devastador. Porque –no nos confundamos- la Política es imprescindible en un sistema democrático. Con tropiezos, avances y errores, la humanidad persigue disfrutarla desde los griegos, cinco siglos antes de la Era cristiana. Para dignificar el papel del ciudadano, de un ser libre sujeto a derechos y deberes. Para regular una actividad humana cuyo fin es gobernar y dirigir la acción del Estado en beneficio de la sociedad. Hemos de obligar a nuestros representantes a regenerar la Política».
TAREA DEL DÍA (y de los días siguientes hasta la resolución del problema): Cambiar de cadena o de dial, pasar página cada vez que aparezca un político con declaraciones opinativas. Se notan en las primeras palabras, el tiempo justo para «apagarlos». No son noticia. Todo lo que no es noticia, es propaganda, oí decir y coincido. Si conseguimos bajar las audiencias de este odioso entretenimiento que nos sirven, igual los medios dejan de macharnos con políticos no diciendo nada que no sepamos. Ganaríamos mucho: ellos (los políticos) y nosotros. Incluso los medios que dispondrían de mayor espacio para dar noticias.