LA PERMUTA INEVITABLE: Valencia y Madrid por…

 La inauguración del AVE Madrid-Valencia actualiza un relato irónico que escribí hace algún tiempo. Será una entrada provisional. La anularé probablemente. Pero, para quien guste, aquí está. Dada su extensión, el que quiera saltarla y seguir comentando las anteriores, está en su casa para hacerlo.

Autoridades inaugurando el AVE Madrid-Valencia

  Cuando la crisis económica resquebrajó a los países más débiles, cuando la administración de justicia se colapsó en España por los juicios de corrupción, hubo que tomar decisiones drásticas e imaginativas. La primera llegó al extremo de aprobar en el Parlamento –debatiendo una masiva iniciativa legislativa popular-, que el gobierno elevó a ley, la permuta de Valencia por Dinamarca y de Madrid por Suecia. Se trataba de una experiencia piloto a extender a otras comunidades, atacando de entrada lo más urgente.

Como es lógico, los territorios no se trasladaron por barco, piedra a piedra, campo de golf a campo de golf, gota a gota, el cambió se limitó a la población de todas las demarcaciones implicadas. Intensas labores diplomáticas lograron convencer a los nórdicos para que cambiasen su residencia. Se alegó su condición de temporal, y aceptaron para disfrutar una temporada del cálido sol del Sur de Europa. Se lo plantearon casi como unas vacaciones.

    A pesar de sus ardorosas protestas, los implicados se vieron conminados a la mudanza. Aunque, lógicamente- les fueron explicadas las circunstancias, positivas y negativas, por las que se verían afectados. Era un trabajo muy serio, esencialmente necesario. Y fueron estudiados algunos casos para que pudieran permanecer en sus comunidades. Se habían establecido unos cupos por los cuales parte de los residentes habituales no cambiaran de domicilio y actuarán de guía de los recién llegados: compartirían experiencias y harían más fácil el tránsito. En minoría, naturalmente. Alguien planteó cuántas manzanas podridas terminan por arruinar un cesto. La experiencia dice que basta con una. Pero, dado lo acuciante de la situación, se confió en la suerte.

    Gran parte de los valencianos se fueron a regañadientes a su nuevo destino, básicamente los que habían sustentado el sistema que hizo tomar al resto de los españoles la decisión de trasladarles, siquiera fuera por su bien, a modo de terapia y por una temporada de duración a evaluar. Otros lo aceptaron de buen grado, comprendiendo la bondad de la iniciativa y con un halo de esperanza. Y hubo un decisivo sector de entusiastas de la idea que se ofrecieron a llevar maletas, ayudar a los ancianos a subir a los transportes, dar de comer a los bebés, cambiarles los pañales, y a cuanta ayuda se les pidiera.

 

Casi cinco millones de valencianos, en consecuencia, llegaron por tierra, mar y aire –que de todas formas se accede- a Dinamarca. Encontraron fácil alojamiento para todos, dado que los oriundos del lugar eran prácticamente los mismos en número. La primera grata sorpresa –además de unas campiñas verdes y floridas- fue que disponían de casi el doble del territorio, 43.000 Kms2 cuadrados, frente a sus 23.000 y que, por tanto, iban a vivir mucho más holgados. Les tranquilizó también ver que compartían un pasado histórico de solera y que les bañaba el mar, como a ellos durante su vida anterior. Claro que allí se toparon con el Mar del Norte y el Báltico de temperaturas gélidas, y era poner el pie y congelarlo. Pero los lugareños les comentaron que el frío curte –no sé si está probado- y respiraron más tranquilos.

 Un gozo fue descubrir que contaban con más de 400 islas, la mayor parte despobladas. Es decir, inmensos terrenos para construir y especular, ahora que el litoral valenciano se había saturado de ladrillo. Avisados, los daneses residentes advirtieron severamente que de torre por aquí, rascacielos por allá, urbanizaciones y urbanizaciones, nada: habrían de acostumbrarse, a residir en un paisaje armónico, con un urbanismo elegante y bien diseñado. Muchos valencianos callaron antes de confesar que no sabían de qué les estaban hablando.

-¿Urbanismo elegante y bien diseñado? ¿Tú sabes qué es eso?- preguntó uno a otro compañero.

-Manías europeas, ya les cambiaremos.

Lo cierto fue que más pronto que tarde comenzaron a agradecer la armonía que les rodeaba, llegando incluso a atemperar algunos comportamientos. Complacencia superlativa representó encontrase con sueldos medios de 3.250 euros, los más alto de la UE y con pocas diferencias sociales.

 -Oye, que voy 7 horas a trabajar 5 días y me llevo el triple que en Valencia, esto sí está bien.

 -Los precios son algo más caros- opuso uno.

-Ya, pero apenas, diría que un 10% más. Pero con estos dinerales que ganamos ¿qué importa?- rebatió el más animado.

-¿Y los impuestos? ¿Qué me dices de los impuestos? Hasta el 50%, el 60% he oído que pagan. Espero que ya no estemos aquí cuando lleguen las declaraciones de la renta.

-Calla, calla, que eso solo es para los millonarios, para los que en España pagan como máximo el 45% y después de la subida, que antes aún era menos.

-Vale ¿y aquí te dan gratis las gafas y las consultas del dentista con extracciones y todo? Escuché que en algunos países de Europa sí- se animó el segundo.

-No sé, chico, ya nos enteraremos. Pero sé que aquí el Estado gasta en los ciudadanos el 30% del PIB, mientras España sigue estando a la cola de Europa con un 21%. En algo se tiene que notar la diferencia.

-Te envidio ¡cómo has estudiado los pormenores! Te vas a adaptar muy bien. En definitiva, los valencianos admitieron que, en el aspecto económico, el trueque les era rentable.

En Dinamarca no había paella, como mucho servían arroz hervido, y como lujo con verduras. Aunque tenían unos langostinos aceptables, servidos ¡horror! en pan y con mantequilla. Pero ¡coño! no entendían el español. Todos hablaban inglés, en cambio. Y allá se fueron los valencianos a las escuelas de idiomas que debían multiplicar aulas, profesores y horarios para enseñar la lengua. Algún conflicto laboral hubo por ello en los centros, pero se explicó a los profesores la extrema necesidad de la medida y, solidarios, se aplicaron a la labor.

Los valencianos pudieron presumir de que poseían una educación bilingüe desde niños y sabían que ayuda al aprendizaje de idiomas. Dominarían el inglés antes, mucho antes que los madrileños.

-Por esto de que mis hijos estudien “Educación para la ciudadanía” y en castellano que se la dan, ¡no paso!, por ahí si que no- clamó uno de los más recalcitrantes.

-Oye, que aquí no protesta por ello ningún partido, ni las iglesias ni nadie. Igual es por algo- le replicaron.

Convinieron los valencianos que trabajar de 9 a 4 resultaba muy cómodo, disponían de casi toda la tarde libre. Volvieron a conocer a su familia, renacieron muchas parejas. Podían ir también a exposiciones y conciertos. Tras la cena.

-Esto de cenar tan pronto no puedo, la verdad. Pero ¡qué vas a hacer si a las 12 de la mañana te tienes que contentar con un bocadillito! No sabe vivir esta gente. ¡Ay!, donde estén nuestras comidas de 3 horas, con aperitivos, dos platos, postre, café y pacharán.

Pronto descubrieron también que Dinamarca es el segundo país más pacífico del mundo, el primero a veces. Y que su capital, Copenhague, está considerada como la mejor ciudad para vivir, en algunas clasificaciones y que fue declarada “Ciudad cultural mundial”, la tercera, tras Londres y París. -¿Y eso por qué es? -Valoran su vida cultural, posibilidades de transporte, su grado de delincuencia (que apenas tienen como has visto), la arquitectura, los bienes públicos y el diseño.

-Mira, todo eso está muy bien. A mí me está gustando este país. Y que tienen tiendas por todos los lados igual que en España. Y esos lugares tan turísticos donde vamos todos juntos.

-Caras, muy caras, recuerda- apostillaban siempre los más negativos.

-Y el Tívoli ¡qué cosa más bonita!

Tívoli, Copenhague, Dinamarca

-Total, un parque de atracciones, es mucho más moderno nuestra Terra Mítica. Y, francamente, tanta bulla con la sirenita y es una miniatura.

-Eso, sí, pero ¿y el río? Esas terrazas tan acogedoras. Y mira, mi chica, que no encontraba trabajo en España, ha entrado de camarera en una de esas terrazas, y ¡no te lo vas a creer! se lleva 2.300 euros al mes, más propinas, por jornadas de 37 horas semanales.

-Sí, todo eso está muy bien. Pero ¿y el clima?

Los valencianos habían arribado a Dinamarca en verano y disfrutaron de unas temperaturas deliciosas, templadas, nulos agobios y sofocos, ni calores húmedos ni nada que se le parezca, pero, llegado el invierno, desde luego, se pelaron de frío. ¡Y el sol! nada de la maravillosa luz Mediterránea. En los meses crudos ni lo veían, y en verano no se escondía en todo el día el muy ladino.

-Pero eso con unas buenas persianas, puede paliarse- objetaban los más integrados.

 Con todo, lo más positivo, lo que debió inclinar a una mayoría social española a promover la ley, se centraba en la calificación de Dinamarca, alternando con Suecia, como el país menos corrupto del mundo, según numerosos estudios y estadísticas. Y que la sociedad tiene arraigados una serie de valores democráticos que defienden a ultranza: la igualdad, la libertad de expresión y los derechos humanos, el respeto a las personas –a los animales incluso-, la solidaridad y la responsabilidad hacia la comunidad, tanto en la vida social como en la familiar. Todo eso les habían dicho al despedirles en aeropuertos, puertos y carreteras.

-Como si en Valencia, en España, no tuviéramos esa conciencia ciudadana, ese rechazo a la corrupción- se quejaban muy ofendidos algunos valencianos.

 -No, lo habéis interpretado mal, no es un insulto. Lo único que ocurre es que aquí es norma de vida profundamente interiorizada por la sociedad- le explicó a un grupo un taxista de Copenhague.

Canales de Malmö, Suecia

Los madrileños vivieron similares experiencias al llegar a Suecia.

Prácticamente los mismos valores y circunstancias –algo más de gasto social incluso- compartía su nuevo hogar con Dinamarca. Algunos lloraron mucho los primeros días añorando el casticismo, los atascos, los toros, pero otros viajaron a Estocolmo, Lund, Malmö o donde les tocara, francamente contentos y esperanzados. Estos sabían que Madrid tenía remedio, que tan solo había que pulir algunos matices. Y también se aprestaron, como algún sector de los valencianos, en proporcionar cuanto apoyo fuese preciso para la consecución de la tarea. Se habían sentido ¡tan impotentes! Tan hartos ¡tan inmensamente hartos!

En el caso de los madrileños la sensación de amplitud y deshago aún fue mayor. Casi seis millones de ciudadanos disponían de cerca de 500.000 Km² de territorio. Los dirigentes políticos abrieron los ojos con tal desmesura que a punto estuvieron de perder las córneas precipitadas al suelo por la ardiente codicia. Su felicidad no tenía límites al contemplar –no llegaron a perder sus globos oculares- las posibilidades de inversión privada y pública que ofrecía tan inmenso terreno. Ahora bien, al igual que los políticos valencianos, se vieron obligados a vivir con mucha más austeridad y, especialmente, con mayor control, incluso ciudadano. Cualquiera tenía acceso a sus declaraciones de impuestos. Y sus derroches o enriquecimientos súbitos, comenzaron a importar a la sociedad.

 

Los nuevos madrileños-suecos se encontraron con los mismos gélidos mares que sus nuevos vecinos valencianos-daneses, pero los recibieron mucho mejor:

-Playa al fin y al cabo, lo único que le falta a Madrid para ser maravillosa- saludaron alborozados los más positivos.

   Una comisión sueca rebajó su optimismo al advertidles:

    -Aquí tendréis que hacer un esfuerzo por mantener las calles limpias, asfaltadas y con las señales de tráfico bien pintadas. Y disponer y rotular en condiciones todas las vías. Cuando vengan las visitas no queremos presentar las ciudades como tenéis vosotros la capital de España.

    Se les pusieron también serias cortapisas a los proyectos de desmanes urbanísticos, y a horadar las ciudades con túneles. Les advirtieron que entre sus prioridades no se encontraba trasladarse a gran velocidad por sus calles y carreteras. Y eso cuando ya alguien de la alcaldía de Madrid miraba con auténtica avidez esas vías de medio pelo con tantas posibilidades de obra.

   En compensación, descubrieron que Suecia había hecho una altísima inversión en innovación y tecnología, tanto en el sector privado como público, y que poseía una auténtica pasión por el cuidado del medio ambiente. Abría de igual modo posibilidades de negocio, y algo más aceptados por la progresía protestota española.

   Aseguraron, más adelante ante otro de los retos, que en Madrid, en la capital y en toda la comunidad, ya estaban acostumbrados a acoger con cariño y respeto a los emigrantes –salvo excepciones-, cuando les contaron que aquello era norma en su país de acogida. Les explicaron que ellos convivían con la emigración sin problemas –excepto salvedades crecientes-  desde los años 70.

 

-Aquí recibimos a buena parte de los arrojados por las dictaduras latinoamericanas, en aquella época- se les comentó-. De hecho, de ahí nace el interés tiene por el idioma español que se estudia incluso en las Universidades.

La obligatoriedad de aprender inglés, por tanto, para relacionarse en toda la zona, con noruegos, fineses, holandeses, también, y con los suecos que permanecieran en su país como guías, se mantenía, pero los madrileños se lo podían tomar con algo más de calma, dado que el español también les funcionaría en algunos casos.

 Los dirigentes madrileños se preocuparon cuando vieron que en Suecia prima la educación pública, les produjo una gran inquietud. Más de un temblor sacudió a las más altas instancias. No sabían cómo afrontarlo. Quizás imbuyendo a Suecia de su pasión por las gestiones privadas, argumentándolo tan bien como hacían en España, al punto que fuera igualmente aceptado sin rechazo. Pero ese aspecto pronto pareció subsanable. El cambio de mentalidad ayudaría a solventar el problema en pocos meses.

 

En cuanto a los suecos trasladados a Madrid, el mayor inconveniente residía en que, eran casi 9 millones –menos los que se quedaron de instructores- y dos millones y medio más de la población habitual de la comunidad iban a notarse mucho. Tuvieron que instalarse en un territorio mucho más pequeño que el suyo. Y lo hicieron. Se veía algunos tan apretados que apenas podían ya “hacerse los suecos”. Pero son gente austera y sufrida, que usan muebles de IKEA y que viajan mucho con lo que una parte estaría siempre ausente. Con sueldos similares a los daneses, los suecos daban auténticos saltos de alegría por poder disfrutar –sin descabalar sus cuentas corrientes- de las tapas, las cañas, y los chupitos. De los calamares fritos y la paella. Del flamenco y el trasnoche. De los monumentos y museos que acreditan a Madrid. De los parques y paseos.

Los suecos vinieron de muy buen grado a la capital de España. Lo mismo que los daneses a Valencia, poblando las playas todo el día y haciendo un uso exhaustivo de los chiringuitos. Echaban en falta, eso sí, los programas informativos y culturales de sus televisiones. Pero encontraron los mismos concursos y bazofias que empezaban a inundar también sus propias programaciones. Jamás llegaron a entender, sin embargo, aquella basura –así la calificaban- conocida como “prensa rosa”. Se abstuvieron de mirarla y, en consecuencia, bajó a tal punto la audiencia y la recaudación, que terminó por quedar en un apartado residual.

 

A los malintencionados que pensaron -con la llegada de valencianos y madrileños a Escandinavia- en grandes bloques de ladrillo y especulación, supresión de las leyes y los servicios sociales de sus países de acogida, destrozos irreparables de las administraciones públicas, malversaciones, chanchullos, amiguismo, pérdidas lamentables de tiempo, chapuzas, enredos y jaranas, el tiempo –poco tiempo- les quitó la razón.

   

Con un puente entre Dinamarca y Suecia, que en 15 minutos te sitúa en el otro país, valencianos y madrileños compartían apasionadamente las nuevas experiencias. -Nosotros ya respetamos el tráfico y nos desplazamos por lo general en bicicleta que es muy sano. Y más barato. -Pues nosotros ya no “ayudamos” a la mujer en casa el día que nos parece. Hemos entendido que los hijos y las tareas del hogar son responsabilidad de toda la familia. Casi a partes casi iguales.

En menos de un año, los españoles regresaron hablando en tono mesurado, pidiendo las cosas por favor y dando las gracias, ni uno solo le decía al camarero: “Oye, pónme unos vinos”, sino “por favor, podría servirme unos vinos. Gracias”. Pensaban en los demás, todos, hasta los dirigentes que no insultaban, ni calumniaban, ni gritaban a sus adversarios políticos. Todo el país se contagió del nuevo talante de tan grandes y decisivas comunidades. Cambió la sociedad, la televisión, el periodismo, el gusto por la cultura. Nunca más se apoyó la corrupción pública.

¿Cómo era posible? Se descubrió que el aire o el agua nórdicos eran los que formaban los criterios y que una vez adquiridos ya no desaparecen. En realidad, no podía ser otra cosa.

Por eso, los nórdicos tampoco cambiaron en España. Ganaron, eso sí, en espontaneidad. Aprendieron, también, el gran arte de la improvisación y a relajar la obsesión por la responsabilidad y el trabajo bien hecho. Los escandinavos –sobre todo los suecos, algo más parcos en gastos aún que los daneses-, y asimilaron hasta ponerlo en práctica, en efecto, el disfrute de algunos placeres de la vida a los que parecían renunciar –y sin endeudarse (jamás) como nosotros-. Ambas partes, se instruyeron la una a la otra para obtener una media aceptable. Ni racanería, ni derroche.

 Por si acaso y para prevenir recaídas, como vacuna de recuerdo, hay siempre disponible en las tiendas españolas agua nórdica embotellada y aire comprimido escandinavo en preciosos –y muy baratos- frascos herméticos de IKEA.

¿Queman marihuana en los montes de Valencia?

Se empieza hablando de la  “vuelta al cole”, de los “planes de futuro” como si los hubiera de pasado, de la “depresión postvacacional”. Se sigue con el corto y pego, con el copio y emito, y pasa lo que pasa.

Un canal de televisión colombiano acaba de firma una pieza antológica de antiperiodismo, que se une a aquella perpetrada por otro canal argentino -que confundió un videojuego, GROG, con una tendencia del alcoholismo juvenil-, y, ya más cerca, la famosa becaria de Wyoming e Intereconomía, defendida por todo un presidente de periodistas, y la diaria basura que queráis a libre disposición del televidente.

 La “noticia” nos da cuenta de la quema de una plantación de marihuana en los montes de Valencia. La lleva a cabo la Guardia Civil, tras detectar el irregular cultivo. Así, al aire libre. Lo peor –nos muestra el intrépido canal colombiano- es que el propio periodista se ve afectado por las emanaciones de la droga. Es un actor. Pero en esta difícil separación entre realidad y ficción que nos está invadiendo, una llega a pensar si no estarán en razón los colombianos. Analicemos:

¡Estamos hablando de Valencia!, la de Camps y Rita Barberá, la de los votantes que los sostienen. De la permanente sonrisa del presidente de la comunidad, contranatura. ¿Qué este “periodista” de pacotilla es un actor? ¡No! Es un aguerrido reportero que ha dado con una exclusiva mundial, con las raíces del problema. En los montes de Valencia se quema marihuana. A diario. A toneladas.


Es un auténtico placer decir que esto lo he encontrado en El Mosquitero porque es uno de los lugares entrantes a mi propio blog.

Heroicidad y miedo, a propósito del Cabanyal

Cuando en conversaciones triviales con desconocidos alguien se queja de cualquier cosa y concluye ¿y qué se puede hacer? Yo respondo visceralmente: la revolución. Ni advierto que me repito, lo digo sin pensar. Les hace mucha gracia. Pero el otro día, la cobradora de una gasolinera me respondió: ¿y qué nos pasaría? El miedo detiene muchas iniciativas. No soy partidaria en absoluto de la violencia, la rechazo con toda firmeza, pero hay formas de rebelarse pacíficas, sin restar presión, puede que incrementándola.

Solo que el mundo no funciona así y el primero en dar la cara, sufre en efecto toda la represión, recibe todas las tortas, para entendernos. De ahí nace la figura del «Héroe«, la punta de lanza en solitario. O casi. El Cabanyal, barrio marinero de Valencia, lleva casi una década luchando contra el proyecto municipal de derribar sus casas para prolongar la avenida Blasco Ibáñez y llegar cómodamente a la playa en coche, con olor a limpio y a nuevo. El problema es que allí residen seres humanos que no quieren ver sus hogares hechos añicos. Son muchos los que aseguran, no únicamente los vecinos, que el Ayuntamiento no ha cuidado el barrio, no ha invertido dinero en él y se ha degradado inflando bolsas de marginalidad. Los pobres sobran a Rita Barberá y Francisco Camps, –los dos están empeñados en el proyecto y ataviados de Vuitton y Milano con trabillas italianas, es comprensible-. Es mejor arrasar el contorno que rehabilitarlo -aunque lleve un siglo en pie-, y, sobre todo, hacer una avenida como dios manda.

La batalla por ambas partes es épica. El Cabanyal fue declarado por un gobierno anterior del PSOE Bien de interés cultural. Recursos y decretos se cruzan. En este momento el litigio está así:

En diciembre el Ministerio de Cultura paraliza con una orden el plan de la prolongación, y la Generalitat responde con un decreto ley. El gobierno recurre el decreto ante el Tribunal Constitucional y la Generalitat valenciana convirte su decreto en ley. Esto fue el martes de esta semana. Hoy el Consejo de Estado ha declarado inconstitucionales algunos apartados del decreto valenciano. ¿Me seguís? La historia con el detalle de todos los pasos aquí.

El caso es que Rita Barberá, con su ley a la brava y aprovechando que se desvelaba el sumario de la Gürtel, mandó al Cabanyal la piqueta y comenzó a derribar casas. Y siguió ayer. El enfrentamiento se saldó de esta forma:

O así, en la versión de la televisión autonómica valenciana:

Resulta que Canal 9 gastó 11 millones de euros en la visita del Papa en 2006 que iba a reunir a los que entienden por familia la católica. En un contrato a una empresa bajo sospecha en la trama Gürtel. Ese día me encontraba yo en Valencia. Había ido para hacer un reportaje de Informe Semanal sobre el accidente en el metro que causó la muerte de 43 personas –entre ellas el conductor- y heridas a 47. Un abultado balance mortal que no suele ocurrir en el primer mundo.

Las cajas negras del metro revelan que el tren iba a 80 kms. por hora, el doble de lo permitido. Que el maquinista tardó 42 segundos en llegar desde Plaza de España a la curva de Jesús, y que desaceleró dos veces al final. Esa maniobra evita justo la detección del llamado “hombre muerto”, mecanismo del que sí dispone el tren. ¿Por qué actuó así? Su autopsia no ha mostrado ni restos de alcohol o drogas, ni desvanecimiento previo o infarto.

Un maquinista de otro convoy nos enseña con la plasticidad de la imagen esto:

  «Nosotros en la línea 3 disponemos del sistema “ATP” que me regula en todo momento a la velocidad que puedo circular. Ahora mismo puedo circular a 70 y en las curvas me limita a 50. Ahora vais a ver como entro en una curva que me va a limitar a 30 y a mi me es imposible entrar a mas velocidad del que me limita la curva y me limita el sistema». Y, desde luego, el tren se ralentizaba, y no podía pasar de 30. El equipo de Informe Semanal estábamos en la cabina.

La 1, la del accidente, carecía de ese sistema. Los trabajadores pedían medidas de seguridad a la empresa precisamente para la linea 1 y acababan de levantar la convocatoria de huelga en los días de visita del Papa que habían convocado para reclamarlas. Comisiones parlamentarias y juicios determinaron que había sido un accidente, sin otra responsabilidad.

Por supuesto, aquel 3 de Julio, las flores de las coronas para los muertos fueron rápidamente apartadas para colocar las de la visita papal. Aquel día convivían en una ciudad dos sentimientos tan opuestos –dolor y alegría, el negro y el blanco- que hacían daño.

 Así que ¿la revolución, la heroicidad, o mirar para otro lado? ¿Y si la punta de lanza fuera una mole de ideas?

Ah, desde hoy en Madrid adoramos al toro, desde hoy es Bien de interés cultural. Como el Cabanyal.

Enfangados en la Gürtel

Quiero pensar que hoy, como tantos otros días, militantes y cargos de los distintos partidos españoles acudirán a sus agrupaciones locales o a sus despachos de gestión para intentar, honestamente, hacer algo por la sociedad. Un poco más cariacontecidos, mucho más irritados. Quiero pensarlo porque necesito y necesitamos creer que no estamos en manos de una inmundicia generalizada.

La inquietante, bochornosa y afamada corrupción española se ha superado a sí misma. 17.000 folios de sumario liberados para el conocimiento social que no llegan ni a la mitad de los redactados de los que seguiremos teniendo noticia. Datos, encuentros, conversaciones, cartas…. reales, que no se pueden ignorar. Podrá haber interpretaciones, atenuantes, pero la evidencia es sangrante.

La amplitud y extensión de la trama Gúrtel la sitúa como el mayor escándalo de la democracia, pero no es más que la lógica evolución de un cáncer que no ha sido extirpado. Contratos a cambio de sobornos, trocear los presupuestos para eludir el control público, regalos insultantes, cuentas secretas en paraísos fiscales, putas de lujo, no faltaba un detalle. Y un rico anecdotario de la España de soez desvergüenza que llega a su máxima degradación. Como en un sainete de mafia casposa, aparecen personajes más parecidos a la caricatura que al retrato de un país del primer mundo: el bigotes, el curita, el Rick. Y coches, y trajes, y bolsos, y relojes de 20.000 euros. Intrigas, presidenciables de tres al cuarto, espías, el homenaje a las víctimas del 11M organizado en Madrid por la trama corrupta, más contratos dudosos del ex Ministro del AVE a Barcelona,  jueces que no ven, amiguitos del alma, Don Vito, bodas de alcurnia. Y la única esposa de jefe de gobierno que en España ha querido ejercer de Primera Dama, enamorada -“en el buen sentido” nos aclaran-, de el bigotes, mostacho de burdel, baba, marido de una “mamachicho”, para quien pide le sean facilitados favores. Y el yerno (cita el sumario) en la contabilidad B –oculta, en negro- de la trama. Y la mierda que salpica a Valencia, a Madrid, a Galicia, a Castilla León… que sepamos.  Sin contar las sucursales baleares de otras tramas.

¿Cómo puede osar María Dolores De Cospedal, número dos del PP, afirmar –y reiteradamente- que es un montaje? ¿Cómo Javier Arenas asemejar España a una dictadura y hablar de un Estado policial? ¿Cómo Mercedes de la Merced, tertuliana de mejores pasados, vuelve a mentar la que considera desigualdad de la actuación judicial contra ETA y el PP? ¿Cómo puede Rajoy volver a pedir olvido y distancia? Y sobre todo ¿Cómo pueden seguir todos en sus puestos, gestionando en muchos casos el dinero de todos?

Con todo, lo peor es que cunde la sensación general de que no pasará nada. Habrá, probablemente, un dilatado juicio, algunos irán a la cárcel, pero una buena parte de la sociedad seguirá avalando con sus votos la corrupción, porque la corrupción corre por la sangre española. Y una sustancial mayoría se encogerá de hombros, porque “todos son iguales” o “no hay nada que hacer”.

Enfangados en la Gúrtel no vemos que el mundo debate cambiar un trascedental signo económico: si sustituye al dólar por el euro y el yen como moneda de referencia. Que Italia –que nos gana por la mano en corrupción- dilucida si son inconstitucionales las amañadas leyes de impunidad. Hoy hace 8 años que se invadió Afganistán buscando a un Bin Laden que nunca fue encontrado. Unicef denuncia que el machismo está frenando el desarrollo. Y que más de la mitad de las mujeres que viven en países pobres, aceptan agresiones masculinas porque niñas y adultas admiten la superioridad del hombre. Y, hoy, como todos los días, cuatro mil millones de personas se han levantado sin apenas tener nada que comer. Brindemos también a todo esto nuestro indiferencia.

Y afrontamos este panorama con la sangre infectada de Gürtel, corriendo por órganos vitales del cuerpo social. Y, por tanto, poniendo en peligro la supervivencia de todos.

Sigue el sumario del caso y ramificaciones que quizás nunca conoceremos completamente. Tal vez, algo quepa predecir de esta crónica social para una boda con un millar de invitados. Disfrutad de las fotos, los trajes, los complementos, hasta de los coches de gran lujo que con seguridad les llevaron. Pinchando en el sumario a la izquierda aparecen todas las instantáneas. Cada apartado contiene varias fotos. Está galería es hoy altamente ilustrativa.

Actualización 13,oo

  Dice ahora Rajoy que exigirá responsabilidad a quien haya hecho algo que no debía hacer ¿Va a dimitir con toda la cúpula de su partido y todos los cargos de las comunidades implicadas? Pero aún mejor es esto: «se trata de una trama corrupta para aprovecharse del PP y utilizarlo en su contra«. Añade que «ha quedado acreditado»  ¿Estarán los autores intelectuales en desiertos lejanos? Y los pobres inculpados, incautamente, recibiendo regalos, sobres y concediendo contratos con trampas, sin darse cuenta. Alguien urdió el complot -¿Rubalcaba?- sabedor de las debilidades humanas, de que en España donde haya un euro se pone el cazo y el halago derriba cualquier resistencia moral. Luego nos confesamos en las urnas y arreglado.

  Acutalización 21.00

Camps declara que las Justicia les ha dado la razón. «De momento todo va bien», como en «Los 7 magníficos». Relatan que un tipo que cae desde el piso décimo de una casa y mientras va pasando por el noveno, octavo, séptimo, sexto… Dice «De momento todo va bien».

 ¿No sería mejor asumir la porquería y dimitir del primero al último?

Permuto Valencia por Dinamarca y Madrid por Suecia

Fiel a mi idea de que la mejor forma de aprendizaje es el contacto directo y ponerse en el lugar del otro, hace tiempo que vengo pensando en una solución revolucionaria para arreglar algunos de nuestros problemas y, colateralmente, solucionar otros ajenos. Se trata de un experimento por el que se permutaría Valencia por Dinamarca y Madrid por Suecia. Atiendo a las cuestiones más urgentes. De resultar positiva la prueba podríamos estudiar nuevos intercambios.

La Comunidad Valenciana cuentan casi con el mismo número de habitantes que Dinamarca: unos 5 millones de personas. El primer aspecto positivo sería que en Dinamarca los valencianos se encontrarían mucho más holgados, dispondrían de casi el doble de territorio, 43.000 Kms. cuadrados, frente a 23.000. Un pasado histórico de solera les es común, y a ambos les baña el mar. Claro que allí son el Mar del Norte y el Báltico de temperaturas gélidas, pero dicen –no sé si está probado- que el frío curte. Más de 400 islas, la mayor parte despobladas, inmensos terrenos para construir y especular, ahora que el litoral valenciano está saturado de ladrillo. Tendrían que acostumbrarse, eso sí, a residir en un paisaje armónico, con un urbanismo elegante y bien diseñado.

copenhague

Los valencianos cobrarían allí 3.250 euros (ése es su salario medio, el más alto de la UE y con pocas diferencias sociales). Pagarían también precios algo más elevados, aunque no más de un 10% de los que tenemos en España. E impuestos superiores al 50%, el 60% para los millonarios, (En España la media es 34% y 42% para los más ricos). A cambio dispondrían de grandes medidas sociales, porque allí el Estado gasta en los ciudadanos el 30% del PIB, mientras nuestro país sigue estando a la cola de Europa con un 21%. Yo creo que en el aspecto económico rentaría el trueque a los valencianos.

Deberían aprender todos inglés, en Europa no puede uno moverse sin este idioma.  «Educación para la ciudadanía», sin objeciones y en el idioma propio. Y otros horarios. Entrar a trabajar a las 9 y terminar a las 4 por ejemplo, con un bocadillito en medio, sin dos platos, postre, café y pacharán.

Pero también compensa todo esto:

Dinamarca es el segundo país más pacífico del mundo según Global Peace Index en 2008. Su capital, Copenhague, está considerada por la revista Monocle como la mejor ciudad para vivir en su Top 20 Most Livable Cities Chart. Asimismo, está clasificada como una GaWC Ciudad cultural mundial, siendo tercera en Europa occidental, sólo sobrepasada por Londres y París.

En cuanto al clima, en verano se quitarían de agobios, y en invierno, desde luego, se pelarían de frío. Y el sol, nada de la maravillosa luz Mediterránea, en invierno apenas lo ven y en verano no se esconde, el muy ladino, casi en todo el día. Pero eso con unas buenas persianas, puede paliarse.

Son algo menos tacaños que los suecos, aunque tampoco dilapidan el dinero. Ambas partes -españoles y nórdicos- pueden aprender para obtener una media aceptable. Porque podíamos dejar algún danés allí para hacer más fácil el tránsito.

Con todo, lo más positivo, lo que me inclina a proponer esta permuta es que Dinamarca fue el país menos corrupto del mundo en el año 2008 según Corruption Perceptions Index. Y, además, que la sociedad tiene arraigados una serie de valores democráticos que defienden a ultranza: la igualdad, la libertad de expresión y los derechos humanos, el respeto al ser humano, la solidaridad y la responsabilidad hacia la comunidad, tanto en la vida social como en la familiar. Ya sé que en Valencia, en España, también, pero allí es norma de vida profundamente interiorizada por la sociedad. Insisto que estoy hablando de un primer estadio de las permutas.

Prácticamente los mismos valores y circunstancias –algo más de gasto social incluso- comparte la vecina Suecia. Con 9 millones de habitantes –que no sé cómo meteríamos en Madrid-, nos brindarían un inmenso territorio de 449.964 Km², en el que tanto Esperanza Aguirre como Alberto Ruiz Gallardón serían realmente felices por las posibilidades de inversión que ofrece. Ahora bien, ambos, Camps y Rita Barberá también, se verían obligados a vivir con mucha mayor austeridad y, especialmente, con mayor control incluso ciudadano. Cualquiera tendría acceso a su declaración de impuestos.

    Los nuevos madrileños nórdicos dispondríamos de los mismos gélidos mares que nuestros nuevos vecinos valencianos, pero playa al fin y al cabo, lo único que le falta a Madrid para ser maravillosa. Habría que hacer, desde luego, un esfuerzo por manter las calles limpias, asfaltadas y con las señales de tráfico bien pintadas. Cuando vinieran las visitas no podríamos tener las ciudades como está nuestra capital.

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Altísima inversión en innovación y tecnología, tanto en el sector privado como público, y auténtica pasión por el cuidado del medio ambiente. A acoger con cariño y respeto a los emigrantes –salvo excepciones- ya estamos acostumbrados en Madrid, pero la experiencia sueca nos serviría porque ellos llevan haciéndolo desde los años 70. Allí fueron buena parte de los arrojados por las dictaduras latinoamericanas. De hecho, es uno de los países que más interés tiene por el idioma español que se estudia incluso en las Universidades. Un problema que veo es que en Suecia prima la educación pública, pero ese aspecto es subsanable. En seis meses, pienso que algo cambiaría la mentalidad. Porque digo yo que será el aire o el agua lo que forma los criterios. No puede ser otra cosa.

Y lo mejor: un puente entre Dinamarca y Suecia, que en 15 minutos te sitúa en el otro país. Valencianos y madrileños podríamos compartir las nuevas experiencias. Por ejemplo, la de respetar el tráfico y desplazarse en bicicleta que es tan sano. Y tan barato. O que, en lugar de «ayudar»  a su mujer en casa el día que les viene bien, tienen que afrontar a partes casi iguales el cuidado de los hijos y las tareas del hogar.

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Esto es un primer esbozo del proyecto de permuta. Y ya es demasiado extenso, podemos profundizar en la idea. Al mismo tiempo, prestaríamos a los nórdicos en España espontaneidad, el gran arte de la improvisación y un saber vivir –aunque sea endeudándose en nuestro caso-. Aprenden rápido. Un año a prueba. Eso es todo. Me quedo pensando y mirando el mar Báltico.

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¿De qué se ríen?

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 (Diario El País, portada en papel)

Valencia is diferent

Nacer en Valencia va a empezar a representar un serio riesgo. Las criaturas han de aprender las normas para una convivencia democrática en inglés, a ver si eso les disuade de su entendimiento. La religión les enseñará que el preservativo está contraindicado -más aún es pernicioso- contra la prevención del SIDA. Y en cambio, se les instruye en tirar petardos, porque eso es cultura. A cualquier edad, podrán leer el  libro editado, con dinero público, por la Diputación de Castellón -que preside el acusado y nunca juzgado Carlos Fabra- en donde se dice que lo que ocurrió en 1936 no fue un Golpe de Estado y que Franco colaboró «con el fin de dar a España un régimen de justicia, paz, orden y armonía» para todos los ciudadanos.

 Además, en un mundo con casi 7 mil millones de personas de las que gran parte malviven, la Generalitat del repulido y trajeado Francisco Camps -en lugar de mostrar las facturas del sastre- va a incentivar la natalidad en la comunidad. Pero no de cualquier manera, no. Como todo lo que emprenden los poderes públicos valencianos, será con una alta carga ideológica. El gobierno valenciano va a facilitar hasta 21.600 euros a jóvenes embarazadas para evitar que aborten. Las ayudas se distribuirán durante 36 meses. El desembolso económico para cumplir los mandatos de la Conferencia Episcopal Española, serán mucho mayores, ya que se crearán tres centros de atención social de referencia en cada una de las tres provincias complementados por una red de 186 puntos de encuentro atendidos por equipos itinerantes y un teléfono de atención gratuita. Echad cuentas de lo que eso cuesta.

Nada que objetar en cuanto a intensificar la información y dotar de todos los medios para evitar embarazos no deseados. De hecho con 21.600 euros una pareja puede adquirir preservativos para toda su vida y regalar a los vecinos. Otro fin encomiable sería facilitar las adopciones para que no hubiera que ir al fin del mundo a fin de criar un hijo, dado que en España es extraordinariamente difícil.

El problema surge cuando llega un embarazo. Hay que traer al niño al mundo como sea. Por 21.600 euros es probable que Valencia se llene de padres dubitativos. Porque ¿alguien imagina en un país tan «ético» como España que se van a privar de tan sustanciosa ayuda si hay un niño en camino? ¿Podrán acogerse también los emigrantes? Porque son los que evitado el crecimiento cero de España, un país que tiene ya 46 millones de habitantes. ¿No sirven los adultos? Estoy convencida de que muchos africanos procedentes de países en guerra y penurias, estarían encantados de ser prohijados por el Consell valenciano. Cualquier mileurista, de cualquier procedencia, lo estaría.

Pero no, el requisito es que la mujer lleve en el vientre un óvulo fecundado y que dude si seguir con el embarazo. La medida es moral, de moralidad católica. La Conferencia Episcopal española y sus afines ideológicos han resucitado el aborto como problema después de casi un cuarto de siglo de aplicación de la Ley, y tras estar callados como muertos con los gobiernos del PP. Lo han hecho con los cuantiosos ingresos que reciben del Estado. La religión debería circunscribirse al ámbito privado y ser costeada por sus adeptos. Ah, ya, que en España no recaudarían un euro. Pero ¿por qué tenemos que pagarlo todos? ¿Por qué no financia el Estado otras aficiones como la numismática o lo floricultura? Son menos perniciosas.

Nacer en la Comunidad valenciana equivale a ser adoctrinado, a que los poderes públicos pongan todos los medios para ello y eviten en lo posible una formación democrática ¿saben los valencianos lo que votan?

Ver también «La vida para la Iglesia católica.

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