Imaginemos a un periodista a quien las circunstancias sitúan ante claves fundamentales de la corrupción en su país. Durante meses, extrae información, habla con actores decisivos de la trama y termina recibiendo de manos del principal inculpado una confesión de sus delitos. Está moviendo sus hilos porque trata de negociar con la Fiscalía anticorrupción mejores condiciones en su condena y presiona con el clásico “tirar de la manta”. Lo que Ignacio Escolar, el periodista, ha conseguido es precisamente la porquería que en torno al hoy partido en el poder, PP, se escondía tapado. Presuntamente. Se la ha entregado uno de los responsables de esa acumulación de mugre, Francisco Correa. La operación se aborta. Correa vuelve a estirar el cobertor como si nada ocurriera y Escolar, director de eldiario.es, con esa información en la mano, decide publicarla.
Es un riesgo. Siempre, pero más en momentos difíciles como los que vivimos, informar de lo que no conviene al poder es un riesgo. Y un deber. Un deber fundamental. El periodismo solía ser llamado Cuarto Poder por ser el contrapoder al servicio de la sociedad. Ahora se ha convertido en gran medida en el Tercer Pilar del sistema junto al poder económico y al poder político.
Lo que cuenta Correa, como lo que contó Bárcenas, como las innumerables pruebas ya recogidas por la policía, la agencia tributaria y la justicia, nos sitúan ante un relato verosímil –con SMS presidenciales de apoyo y todo-, que, por supuesto, en un Estado de Derecho han de ser probados. El grave problema es que al tercer poder, el judicial, le ocurren cosas extrañas.
Todo empezó cuando el juez Baltasar Garzón inició el sumario de la Gürtel. Por una denuncia de cargos del PP, no lo olvidemos. A la vez comenzó a instruir otra causa contra el franquismo. Era el mes de julio de 2009 e Ignacio Escolar escribió en su blog:
Es una constante en los cuentos, leyendas y religiones de todas las tradiciones. El poder –sea dios, el rey o la propia sociedad– impone un tabú, una manzana prohibida, un jardín secreto que no se puede hollar, so pena de sufrir los peores castigos. Aquel que se atreve a comer del árbol de la ciencia, aquel que pisa el jardín prohibido, debe pagar por ello.(…) Del jardín secreto casi siempre se sale muerto.
Parecía increíble, pero sí, Baltasar Garzón salió “muerto” del jardín secreto, aunque naturalmente pareció un accidente. Muertos quedaron los ordenadores de Bárcenas, la permanencia de jueces incómodos. Y muy vivas las reformas legales –como la que ahora mismo ya acorta los plazos de instrucción por una ley que jueces y fiscales consideran un pasaporte a la impunidad de los corruptos-. Y los contratos empresariales y las donaciones, y las indemnizaciones por errores, y los indultos, y los nombramientos, y los rescates, y las comisiones, y más tramas que nunca nadie prodá probar. Y los ceses y traslados de periodistas . Y todo es casualidad.
Y nunca pasa nada, escribía hace poco Ignacio Escolar. Así es. La primera que no parece exigirlo es la sociedad afectada ¿o creen que no les pasa factura?. Y aun así hay jueces que, como hizo Baltasar Garzón, se meten en el jardín prohibido porque no pueden hacer otra cosa. Y periodistas que publican lo que afecta gravemente a su país, a sabiendas de lo que le espera. Es un deber que no se puede eludir. Aunque “no pase nada”.
No es sano para una ciudadanía mantener un jardín acotado que acarree tales males por el solo hecho de pisarlo o, más bien, intentar desbrozar la maleza. Poco a poco nos está engullendo a todos. Esa es la manta que, presuntamente, quería echar a un lado Francisco Correa, esa es la manta que –por intereses espurios- tantos ayudan a volver a colocar.
… “¡un Despertar! Esa palabra canta, retumba, inunda mi mente como un golpe de gong. No es algo religioso, es vital. Consiste en ser consciente de la realidad”.
José Luis Sampedro nos dejó “La vida perenne” y acudo a éste, su último libro recién publicado, cuando preciso algo así como sosiego e inspiración. Este 23 de Abril he vuelto a levantarme con el profundo ruido de la corrupción y la desvergüenza que entra por cada ventana que abras al exterior –la radio, las webs de información, menos en algunas televisiones manipuladas-. No, hoy, no todavía.
“… pero esa palabra se puede convertir en ruido, en ruido para adormecer, confundir, engañar, persuadir con falsedades o encadenar con creencias”…
Es la filosofía perenne, la reflexión constante, lo que realmente fundamenta una vida personal sólida. “…Seguir oyéndole y seguir aprendiendo con él la difícil asignatura del arte de vivir, esa que nunca se llega a aprobar, pero cuyo aprendizaje es imprescindible para nuestro autodesarrollo”, explica Olga Lucas, su viuda, en el prólogo.
Cada libro que comento en ese artículo merecería cuando menos un largo texto en exclusiva y puede que sea una herejía mezclarlos. Pero en realidad las ideas se fusionan igual en nuestro cerebro y sobre todo el oficio de bombero apagafuegos de esta realidad que nos impone la política española me ha hecho aparcarlos demasiado tiempo sin hacer siquiera una mención. Con lo que necesito escribir “de otra cosa”. No es fácil. Casi oigo lanzar los improperios habituales de las personas decentes al ver la cadena de atropellos diarios.
Sí, y de esto también hay que hablar. Y escribir. Los autores de Reacciona volvimos a embarcarnos en “ReaccionaDos”. Sin Sampedro. Con Javier Gállego, Crudo. Buscando razones y salidas a la sinrazón de estos momentos que amenaza con perpetuarse. Zana lo retituló: “El libro que no quieren que leas”. Y hoy Àngels Martínez Castells rescata esa idea y parte de su capítulo. Es excelente.
“Javier Bardem ganó en el 2008 el Oscar al mejor actor de reparto por No Country for Old Men de los hermanos Coen. Fue el primer actor español en conseguir el galardón y lo certificó Price Watherhouse, una de las cuatro mayores empresas auditoras y consultoras del mundo. Desde hace décadas, las celebrities que pisan la alfombra roja saben que gracias a PwC nadie manipula los votos de los miembros de la Academia. Cuando en el 2014 se cumplieron los 80 años de su notariado, la publicidad no pudo ser mejor. Recorrió el mundo la fotografía de Bob Moritz, socio senior de PwC, entregando a Michelle Obama el sobre con el nombre de la ganadora al Oscar a la Mejor Película.
A los presidentes de la PwC les encanta aparecer sonrientes, en público, con la primera dama del mundo o las estrellas de Hollywood, pero utilizan mucho más sigilo a la hora de asesorar a los gobiernos sobre cómo cumplir los requisitos del FMI e implementar la gobernanza de la mano y a gusto de las grandes firmas multinacionales. De forma mucho más discreta, frecuentan Ministerios y Consejerías impartiendo la doctrina neoliberal de la globalización que va minando, con los derechos humanos, los servicios públicos.
La mercantilización de la confianza y el negocio de la precariedad
Lamentablemente, no todos los encargos a quienes trafican con la confianza del mundo son tan glamurosos e inocuos como actuar de fedatario en la ceremonia de los Oscar. Por ejemplo, el informe “Fatal Fashion” de SOMO denuncia las pésimas condiciones de trabajo de fábricas textiles proveedoras de importantes cadenas de moda occidentales, y acusa a consultoras “independientes” de que, tras numerosas y recientes auditorías y controles, fueran incapaces de detectar las graves deficiencias de seguridad y la precariedad de las estructuras. Tampoco supieron ver las salidas de emergencia bloqueadas en la Ali Enterprises en Karachi o en la Fashions Tazreen Limited de Dacca. Cuando se incendiaron estas fábricas textiles en Bangladesh y Pakistán en el año 2012, murieron 400 trabajadoras. Sin embargo, la Ali Enterprises había recibido el certificado SA8000 sólo tres semanas antes del incendio.”
Si quieres seguir leyendo, házlo aquí. Y mucho más en el libro, con el resto de los autores que, ya digo, subimos a una embarcación con la idea de que no zozobrara, ni ella, ni el país y el mundo al que se dirige.
Uno de los autores de ReaccionaDos, el juez Baltasar Garzón (que Juez es aunque no le dejen ejercer) andaba escribiendo su propio libro, El Fango, una historia de 40 años de corrupción en España. Una enciclopedia de los casos más sonados con toda la documentación y la reflexión subsiguiente. Todo por hacer y no se planificó bien. El hilo conductor de este período ha sido la impunidad, decía Baltasar en la presentación. Así estamos, sus consecuencias se palpan. Hay que limpiar el fango y acabar con la impunidad. Nos va la vida democrática en ello.
Esta “Tangerina” de Javier Valenzuela me mira todos los días desde el lomo del sofá donde tengo la pila de libros en espera. No es sitio, sí, lo sé. Pero así los tengo más presentes. Qué curioso, la acción se desarrolla en Tánger, que fue la ciudad que también llenó de color y modernidad a José Luis Sampedro niño. Que ganas de ir allí, al Tánger literario, con el brillantísimo Javier.
“Dicen que esta insolencia es fruto de la desesperación: las gaviotas ya no encuentran los peces que necesitan en las esquilmadas aguas del Estrecho, se han convertido en aves carroñeras urbanas. A varios kilómetros del mar, disputan a las ratas y los gatos la basura de los humanos”.
Sé que Tangerina está llena de glamour pero hay veces que de las páginas de un libro salta la idea que precisas para entender la realidad. Tienen esa facultad.
José Yoldi. Como Javier Valenzuela, otro de los grandes periodistas expulsados de EL País, hoy consagrado a otros menesteres diferentes a los que lanzaron y consolidaron el diario. En este caso, y en otro momento vital, me bebí su libro como “un Millenium”. “El enigma Kungsholm”. Y no es para menos que te salta un shock ya en el capítulo 2. Lo peor es que se trata de una historia real a la que apenas se dio notoriedad –voluntariamente- en los días en los que ocurrió. En la que se entrevén nombres reales entre los personajes. Esta España nuestra. Necesitamos huir en las palabras, para tomar fuerza quizás y volver a pronunciarlas.
Una gran periodista Ana I. Bernal con poco suerte en el arte de cobrar por lo que se publica en prensa y que no por ello se desanima. Ha publicado «Herramientas digitales para periodistas», muchas herramientas de otro tipo precisan gran numero de ellos. Hablan muy bien de él, lo que pasa es que yo en estas cosas ando no en tartana pero en utilitario sí. Ana es muy rigurosa, seguro que el libro es muy útil.
Voluntariosa como pocas, Fani Grande. Su blog, El Fémur de Eva, pasó a libro. Y ha tenido muy buena acogida, se vende en estos tiempos en los que apenas se lee. Es una literatura que se ve. Posee Fani una mirada muy tangible, como cuando se grapa el hígado, para ver de soportar lo que estamos viviendo. Apasionada por la ciencia –como todo curioso impenitente- busca explicaciones que salen de la investigación para hacerlas más palpables, más claras. Y se documenta con rigor de lo que dice. De los muchos hijos literarios de Fani me quedo con “los polumbis”, unos organismos transparentes unicelulares y polivalentes, increíblemente resistentes e ingobernables, nacidos a millones “para iluminar a La Humanidad y protegerla de La Estupidez, que es el MAL con mayúsculas”. Y con su descubrimiento de las labores sedantes de cocinar un puerro hasta en su cabellera. Y con saber decir NO, tarea que me aplico en aprender, no sin esfuerzo.
Tengo otro libro pendiente: «STRA-K-AS, historia de una infamia». Su autor es David Otero. Stradivarius en las redes sociales. Y esa calidad y sensibilidad tiene. David escribe contra el tiempo, con el que está librando singular batalla. Profusa y apasionadamente. Contra el olvido.
Sampedro tendrá algo que apuntar a esto, sí. Lo hacía.
«… has de ser aniquilado para abrirte a la Realidad. Morir para vivir; «házte grano de molino», enseña Rumi».
Ha sido saludable pasar este rato de escritura con ellos, con mis amigos, empecinados en comunicar sus ideas y sentimientos, la belleza, en las páginas de un libro. Más aún, en tiempos en los que no se lee. Mirad las portadas, son peldaños que nos suben hacia nosotros mismos. Que no los rompa el ruido.
Una potente motosierra suena en la calle. Podan. Decía mi hijo ayer «con lo sencillo que era antes el zig-zag de la cizalla».
«Nuestra Época es, entre otras cosas, la Época del Ruido, ruido físico, ruido mental y ruido del deseo… y no es extraño que todos los recursos de nuestra casi milagrosa hayan sido lanzados al general asalto contra el silencio«, busco y encuentro en «La vida perenne» de José Luis Sampedro.
Pero hay silencios que deben romperse. Ya toca volver a mirar qué anda haciendo la gentuza. Con más argumentos y fuerza.
… “¡un Despertar! Esa palabra canta, retumba, inunda mi mente como un golpe de gong. No es algo religioso, es vital. Consiste en ser consciente de la realidad”.
Para matar el ruido, abrir las palabras y brindar por la vida.
Caja Madrid, una entidad bancaria para gestionar dineros ajenos, era un arca sin fondo en la que una banda de indeseables entraba a llevarse dinero a discreción para caprichos. Ésa es la realidad descarnada que arrojan los datos que se van conociendo. En un país serio, con una sociedad sobre la que se desparraman unos niveles de corrupción e impunidad que pocas soportarían, alguien adoptaría una resolución contundente para dar respuesta a la indignación y la desolación que nos invade. Sería de esperar de la Fiscalía General del Estado algo más que “dejar actuar a Anticorrupción”. Poner todos los medios a su disposición, como mínimo.
Apuntada ya esta rapiña sin nombre en los correos de Blesa, como publicó este diario en 2013, fuimos asistiendo, en cambio, a una cadencia de actuaciones por completo alarmantes: la Fiscalía de Madrid pide la apertura de una investigación contra los medios que publican evidencias, recurre el ingreso en prisión de Blesa (dentro de la instrucción abierta por el juez Elpidio Silva en causa más amplia), y también lo hace el Fiscal General de Estado, que aquí no muestra la misma exquisita prudencia de ahora. El magistrado, Silva, finalmente, es llevado a juicio. Y condenado a 17 años de inhabilitación, es decir, han truncado su carrera judicial.
Entre los miembros de la Banda de las tarjetas black nos encontramos a quienes han dimitido o les han obligado a dimitir, los –pocos– que no hicieron uso de esta prebenda intolerable, y también a quienes defienden el abuso con desfachatez inaudita. Pablo Abejas, exconsejero de Caja Madrid, destituido como director de Economía de la Comunidad, defiende que todo era legal, todos lo sabían, y en este país se penaliza a los que ganan dinero. El angelito, como tantos otros, gastó alegremente 246.700 euros en lo que le vino en gana, al margen de sueldo y dietas.
Recapitulemos. Ingresos –a través de tarjeta en negro– que no pasan por Hacienda para tributar, como nos ocurre al resto de los mortales. Procedentes de una entidad que gestiona dinero de otros, que llegó a estafar incluso a ancianos con las preferentes y que se salda con una catastrófica gestión que el Gobierno nos hace pagar a todos en su voluminoso rescate. Obligada en sus estatutos a hacer una obra social, en la práctica se ve que eran los altos cargos, consejeros, políticos, sindicalistas y dirigentes de la patronal a quienes les tocaba en suerte. Cualquiera diría que el objetivo de agraciados y aspirantes es ascender en su carrera “al servicio de los demás” hasta pillar la VISA que todo lo compra.
Ignacio Escolar detalla pormenores indispensables del caso. Por ejemplo, que no es legal lo que hicieron, como pretenden hacer colar. Podrían haber incurrido en tres delitos: apropiación indebida, delito societario y administración desleal, penados hasta con cárcel. Varios políticos les apoyan o siembran la duda, mostrando un relevante indicio de lo que se cuece por sus feudos.
Lo peor es la abrumadora sensación de que este escándalo es la espuma pestilente de ese vertedero en el que vivimos, cuajado de cómplices. Caja Madrid y Bankia parecen haber regalado el dinero a espuertas a partidos, sindicatos, empresas, familiares varios, y no a cambio de nada. Eso sí, con una especial querencia por el PP, al que destinaba dos de cada tres euros de los “donativos”.
Y, sí, sin duda otras entidades lo hacen, lo que no es eximente alguno, sino todo lo contrario. Llueve tan sobre mojado que ya estamos empapados hasta la médula. Un partido que, según el juez, la policía y Hacienda, se maneja con caja B y se lucra de actividades delictivas gobierna España y numerosas comunidades autónomas y ayuntamientos como si esto no fuera con ellos. Y la Fiscalía también calla. Parece hablar tan sólo para “desimputar” privilegiados.
¿Toda esta banda de indeseables sabe que mientras ellos sacaban la VISA en los restaurantes o abrían cajas B, la gente es expulsada de su casa, tienen que ir ya por millones a comedores sociales, ha aumentado insosteniblemente la pobreza infantil o, entre otras muchas injusticias, no toma sus medicinas porque no les alcanza el dinero para repagos? Hace falta ser muy indeseable para justificarlo.
Muchos de ellos han hecho la carrera, en efecto, utilizando la política y, por tanto, el presunto servicio a los demás como método. Lo de “casta” se les queda corto. Actúan como grupo organizado y las técnicas son de mucha mayor altura y especialización. Insistiré hasta la saciedad en que el día en el que los españoles –sí, nosotros, ni siquiera los órganos competentes– toleramos que a Baltasar Garzón lo echaran tras iniciar la investigación de la Gürtel, iniciábamos un camino sin retorno. Pueden ser todo lo peculiares los jueces expulsados, pero no los han quitado de en medio por eso.
Buena parte de esta élite de desarrapados morales vive en un mundo tan irreal, tan lleno de regalías (a nuestra costa) que no son conscientes de su realidad. Incluso de que no nos pueden seguir insultándonos con excusas y bravuconadas. Los SMS de todo un presidente de Gobierno a su encarcelado tesorero dándole ánimos parecían el punto decisivo para no aguantar más. Veremos si lo son las tarjetas ‘black’, los créditos ultrafavorables que saldrán, o lo que venga.
A la hora de concluir este artículo, conocemos un contagio de ébola de una sanitaria que atendió a uno de los enfermos trasladados a España. Algo falló en las medidas de seguridad «de toda confianza». Con la sanidad pública semidesmantelada y semiprivatizada y en manos de estos gestores, cualquier cosa es esperable. Más difícilmente en el privilegiado mundo que se han fabricado. Son demasiados atropellos, demasiado tentar a la suerte. Deberían estar dando gracias de la mañana a la noche a que “el de la coleta”, como despectivamente le llaman, libere tensiones en las esperanzas que ha suscitado. Dice un proverbio árabe: “Nunca se sabe qué paja romperá la espalda del camello”.
Baltasar Garzón, Rosa María Artal y Federico Mayor Zaragoza
El encuentro prometía. Curso de la Universidad de Jaén en Torres, un pequeño pueblo de 1.500 habitantes en el que nació Baltasar Garzón. Él es su director académico. Y me encarga que dirija esta serie de conferencias y mesas redondas bajo el epígrafe “Crisis económica y ¿fracaso de la democracia?”, manos libres para llamar a quien estime oportuno. Federico Mayor Zaragoza dicta la apertura pidiendo “Más democracia, mejor democracia” y enciende al nutrido grupo de alumnos.
Juan Torres, Cándido Méndez, Antonio Martín Mesa, Manuel Pimentel y Juantxo López de Uralde
Hemos hablado de las causas de la crisis, del paro, de algunas soluciones como aprovechar los recursos en los que somos ricos. Energías renovables apunta Juantxo López de Uralde, «para no tener que importar petróleo por valor 50.000 millones de euros anuales… por el contrario, se recorta el impulso a los recursos naturales». El ex ministro de trabajo del PP, Manuel Pimentel (el único que en su día dimitió en desacuerdo con su partido), difiere algo de los métodos pero está seguro de que «se sale con empresas que creen valor». El empleo no va a mejorar a corto plazo. «La política del Gobierno agravará el problema», dice Cándido Méndez, y añade que “el gran diferencial es el precio de la energía, no la flexibilidad laboral”. “Es falso que la flexibilidad cree empleo», afirma también el catedrático de economía Juan Torres que, tanto en esta mesa, como en su propia conferencia al día siguiente “Contra la crisis, otra economía y otra forma de vivir”, se mostrará extraordinariamente didáctico desmontando todas las falacias de la economía neoliberal. Incluso le busca dinero al PP en múltiples partidas: eliminando las deducciones a las empresas que se han añadido recientemente se podrían obtener 5.500 millones, cuantifica, y así va sumando hasta encontrar ese dinero que nos hace falta y que evitaría destruir el Estado del Bienestar como se está haciendo.
María Jesús Montero, Boi Ruíz, Juan Tortosa y José Ignacio Echániz antes de comenzar la mesa.
La mesa más polémica, moderada por el periodista Juan Tortosa, habla de las consecuencias más palpables de los recortes aplicados como ocurre con la sanidad pública. Los consejeros de sanidad de Cataluña, Boi Ruiz (de CiU), y Castilla-La Mancha, José Ignacio Echániz (del PP) nos repiten hasta la saciedad que no hay dinero. Echaniz llega a declarar este inquietamente postulado: “En el Sistema Nacional de Salud, nada volverá a ser como antes”. María Jesús Montero consejera de Andalucía (del PSOE) respondió que «la sostenibilidad es una excusa para cambiar el modelo». Y niega que la privatización mejore la eficacia, sino al contrario, citando ejemplos. Boi Ruiz se impacienta: «estoy cansado de los mitos y los contramitos, muchas hipótesis las damos como tesis». Y explica que “que sobre algún elemento habrá que actuar en una «economía de guerra». La subida de impuestos a las rentas altas la descarta porque “no sirve para nada”. Àngels Martínez Castells interviene desde el público: “De que economía de guerra hablan? ¿han declarado la guerra a Andorra o la ciudadanía?” y cosecha enormes aplausos
Nino Torre, Angels Martínez Castells, Fanny Rubio, Lourdes Lucía y Juan Luis Sánchez
Vimos también, en otra mesa, la preocupación por la repercusión de la crisis económica en la calidad de la democracia. El peligro del descrédito de la política, de la pérdida de la distinción entre derecha e izquierda (como desarrolla Ángels), que viene a ser la diferencia entre la apuesta por ese estado empresa del que solemos hablar o un estado social. Lourdes Lucía afirma que quiere traer «un mensaje de esperanza con soluciones pero que, sin duda, al margen de su resultado, intentarlo merece la pena como proyecto de vida». Se habla, sobre todo, de la necesidad de ir cada vez más a una democracia participativa. El periodista Juan Luis Sánchez, cosecha un éxito arrollador hablando de ello al hilo de su capítulo en Actúa y su experiencia en el 15M. Comprobamos que más allá de los 50, pocas personas hemos entendido Internet (con perdón, me incluyo en el «hemos»). “La Red dice…” interpela la moderadora Fanny Rubio. Y Juan Luis aclara que “la red no dice nada, es alguien, alguna persona, quien lo dice en la Red”. El joven periodista y un socialista de Asturias, Nino Torre, despiertan ilusiones, como nos ayuda entender Juan Tortosa en este “Los jóvenes, la Constitución y la Transición”.
Soledad Gállego-Díaz. Baltasar Garzón, Rosa María Artal, Ignacio Escolar y Rosa María Calaf
Para hablar de la “Influencia de los medios informativos en la crisis” que cierra el curso –y no por casualidad- tenemos a Ignacio Escolar, Rosa María Calaf y Soledad Gállego-Díaz. Concluimos todos que la tienen y mucha. No se informa adecuadamente, no se dan las claves. Dice Sol que desde siempre el poder ha tenido un decidido propósito de engañar. Y se muestran los mecanismos empleados para que la audiencia aprenda a identificarlos. Calaf cita los continuos eufemismos para disfrazar la realidad. Apunto una de las últimas aportaciones, la de Rodrigo Rato hablando de Bankia: «no es un agujero, son cambios de criterios contables» «no hay pérdidas, solo reducción de márgenes futuros». Y que los medios no desenmascaran. Nacho Escolar resalta lo que para un auténtico periodista es obvio: Si «uno dice y el otro dice, la obligación del periodista es definir, con datos, quién miente». «Sin información se carece de criterio» es afirmación rotunda y unánime. Conclusiones en este punto, pesimistas. No va a cambiar salvo que sean los propios ciudadanos los que identifiquen las falacias y omisiones y busquen información. La Red puede ayudar.
En primera fila, todo el tiempo, Baltasar Garzón. Y un poco más atrás su madre de 82 años, ferviente admiradora de… Nacho Escolar. De su blog concretamente. Y es que un curso desarrollado en un pequeño hotel rural, permite una convivencia impagable. Que llegue Cándido Méndez a desayunar a las 8 de la mañana tras haber andando una hora por la sierra o ver a Juan Torres escribiendo muy concentrado en su blog.
Juan Torres López
Establecer tertulias únicas en la terraza contemplando la puesta de sol de Torres. O conocer más a fondo la extraordinaria personalidad de Baltasar Garzón, un hombre con un fantástico sentido del humor, apasionado por la vida, valiente, testarudo y hasta osado. Muy familiar, muy entrañable, que incluso recita versos porque un sobrino -que le acompaña al piano- se lo pide. Hablan del destino.
Una inyección de buena gente. Y constructiva. María Garzón, Juan Manuel Faramiñán de la Universidad de Jaén, el alcalde Torres, Diego Montesinos, los organizadores, ponentes, los alumnos… Por eso quiero terminar con algunas frases que nos dejó Federico Mayor Zaragoza. La respuesta a nuestros problemas está en la sociedad, en cada uno de nosotros.
Quien sino todos. Todos. Nosotros, los pueblos.
Es nuestro compromiso pensar en los que vienen detrás.
Cada persona tiene el don de la libertad y puede con ella construir su futuro.
O, citando, a Burke: Qué pena que por pensar que puedes hacer poco, no hagas NADA.
Tras una trama que se lee con el vómito a flor de boca, hay un párrafo c lave:
“El caso es que la inmensa mayoría de los vocales saben que los viajes a Marbella no eran oficiales y también con quién cenaba el presidente, pero no quieren hacer sangre. Solo si Dívar en un error de cálculo intenta alguna jugada extraña —el viernes pasado había pedido los gastos de viajes y protocolo de todos los vocales, pues había dicho que si él caía no lo haría solo— o les miente podría provocar que un grupo de vocales —a algunos de los que se han reunido estos días los funcionarios les llaman “los indignados”— se ponga de acuerdo en hacerle caer. De momento, las componendas de poder son más importantes que el repudio a la inmoralidad y a la falta de estética”.
Cuando recibí el texto para Actúa de Baltasar Garzón fui leyendo, atónita su diagnóstico de la Justicia española. Ya destaque la pérdida casi absoluta de relevancia internacional que señala, o la mala calidad técnica que se da comparada con otros países en opinión de Garzón. Pero contaba más cosas y no me resisto a incluir varios párrafos de su capítulo del que he tomado prestado el título para este post:
“Desgraciadamente, aquellos que se atreven a alzar la voz dentro del ámbito de la Justicia para mostrar su rechazo, son los menos, pero también los mejores, porque ante la “amenaza” de la “Corporación” con sus instrumentos organizados, se impone el silencio y la sumisión.
(…)
En el sistema judicial español, hay buenos jueces, pero eso no es suficiente cuando el sistema falla por arriba y cuando se percibe muy alejado de lo que una sociedad moderna y democrática, como la española, necesita.
(…)
Resulta necesario abordar una serie de medidas que contribuyan realmente a la limpieza del poder judicial y a alejarlo del ámbito de influencia que existe en la actualidad por parte de otros colectivos del mundo de la empresa, la política y la abogacía. La confusión que se produce entre estos ámbitos da la impresión que está diseñada para obtener posiciones de ventaja ante quien debe mantener la distancia necesaria con aquellos que pueden estar sometidos a su jurisdicción.
Las participaciones remuneradas de jueces y magistrados en encuentros, cursos y conferencias, seminarios o proyectos dirigidos y financiados por empresas, colegios de abogados o de otros profesionales, entidades de seguros o bufetes de abogados que tan frecuentes son, resulta inaceptable. Es imposible que se guarde la imparcialidad cuando se reciben emolumentos de quienes después tienen que actuar en el juzgado o tribunal defendiendo intereses particulares contrapuestos. En tales casos se produce un conflicto de intereses que, ni siquiera es entre el juez y quien lo apoya o financia, sino entre aquél y la propia sociedad a la que debe defender y que por esa actitud sufrirá las consecuencias. Lo mismo acontece con la dependencia fáctica de algunos profesionales de la justicia de algún grupo político o económico.
Resulta inaceptable la imagen de un magistrado en ejercicio y en el más alto tribunal que a la vez desarrolle una función docente como responsable de un área de un lobby dedicado a promocionar cursos y conferencias y que está financiado por bancos y entidades privadas y por bufetes de abogados que tienen casos en la jurisdicción del afectado, y no consta que se abstenga en los casos correspondientes. Pero es que, en todo caso, la imagen que se da resulta inadmisible. Como la que se obtiene con la asistencia masiva de las más altas esferas judiciales a actos, palcos futbolísticos y otros eventos propiciados por particulares o políticos que pueden verse afectados por actuaciones judiciales. No dudo de la honorabilidad de esos funcionarios, pero no está bien. No solamente hay que serlo, sino también parecerlo. En definitiva, lo que se busca es que deje de ser una opción personal y pase a ser una obligación legal”.
El aniversario de los atentados islamistas del 11M ha vuelto a escenificar lo que aparentemente se llama “las dos españas”. Una de ellas es la que manda ahora. En casi todos los centros de poder. Este domingo se fue a secundar la teoría de la conspiración que con tan machacona habilidad (e impunidad) viene defendiendo el diario El Mundo y que tan lucrativos resultados le produce (en términos económicos y también de poder). Allí estuvieron nada menos que el Ministro de Justicia, Alberto Ruiz Gallardón, o la alcaldesa de Madrid, Ana Botella, que de nuevo repite el lunes con otro acto oficial. A Pilar Manjón que perdió un hijo adolescente el 11M la insultan hasta el vómito. Un gobierno serio no lo consentiría. Lo peor es que, por las muestras de sus actos, lo comparte.
La instrucción y sentencia del magistrado Gómez Bermúdez sobre los atentados de Madrid se estudia en judicaturas y universidades extranjeras, por el método empleado, su minuciosidad y el equilibrio de sus conclusiones. Pero a esa España la verdad no le importa. Igual que anda «instruyendo»a los embajadores acreditados en Madrid a ver si les embrolla y consideran justa la sentencia que ha expulsado a Baltasar Garzón de la carrera judicial. Repiten así la estrategia de la manipulación que les costó el gobierno en 2004. El propio New York Times lo dijo entonces, lo mismo que ahora considera un ataque a la justicia lo que se ha hecho con Garzón. El ex juez tiene sin embargo más prestigio internacional que todo el gobierno junto.
Esta España ha votado mantener el nombre de Guadiana del Caudillo en un pueblo de Extremadura, contraviniendo la ley de Memoria Histórica. Y también dará igual. Como tampoco pasa nada con las denuncias de vergonzosos latrocinios y despilfarros del erario público. A la vieja usanza, la mugre ideológica se acompaña de más que dudosas actuaciones económicas y sociales, tendentes siempre a rebajar derechos de la sociedad en general en beneficio de unos pocos. El programa Salvados de Jordi Évole solivianta cada noche de domingo a una audiencia que apenas ve esas realidades más que en ese presunto programa de humor. La Ciudad de las Artes y Las Letras de Valencia, presupuestada en 300 millones de euros, pasó a costar 1.300 millones y buena parte de ellos están sin pagar. Por ejemplo.
Y, por si faltara poco, esa España odia. E insulta. Y sigue odiando e insultando aunque copen los centros de poder y desde ellos se preste atención a insidias de la extrema derecha.
Cada día nos sorprenden con nuevas erupciones de caspa que, tanto tiempo guardada en el armario, hiede. Resulta incluso antinatural. La vida y el desarrollo pasan ante los ojos humanos igual para todos. ¿Cómo es posible que esa España no se haya enterado de nada? Parece trasplantada inalterada de los días más negros… del caudillo.
Hay otra España que sí ha vivido estos 40 años transcurridos desde la muerte del dictador. Muchos ni siquiera saben ya quién fue. Con los ojos abiertos y más comunicada que nunca en la historia, asimila conceptos. Puede ser más conservadora o más progresista, pero vive en el siglo XXI.
¿Hay dos Españas? No, una múltiple, y la rémora, la losa que nos hunde. ¿Por qué nos ocurre esto a los españoles? ¿Por qué toleramos la corrupción y el involucionismo? Por una secular trayectoria que disuade la educación, la información y el pensamiento crítico. Pero, sobre todo, porque no se dirimieron nunca las responsabilidades por los golpes de Estado y las largas dictaduras. Esos trágicos errores consagraron la impunidad. La grande, la que ataca a nuestros cimientos. Cualquier conducta delictiva puede frenarse con la Ley, pero nuestra patética historia nos ha acostumbrado a que en España no es así. Pagará el del top manta, o el que alce la voz de la disidencia, pero el cáncer no se toca. Son un reducto sin embargo, enormemente poderoso y visible. Esa España auténtica de la que quieren echarnos puede volar algo más alto, desnudar el problema, y aislar la enfermedad hasta que se consuma y se corroa en sí misma.
Mi padre murió a los 87 años (en 2001). Durante el verano de su larga agonía -y en medio de una cierta nebulosa que empezaba a empañar su brillantísima cabeza- una tarde comenzó a hablarme de la guerra, de su participación involuntaria en el bando “nacional” en el que fue movilizado. De la batalla de ese Belchite que ha guardado sus ruinas como una memoria pétrea e indestructible de aquel horror.
La lucha y el miedo -en una persona especialmente valiente- estaban tan vivos como si todo estuviera sucediendo el día anterior. Presumía de no haber pegado un solo tiro, de seguir sus ideas –como yo intento hacer- y, si era preciso, buscando recovecos en las situaciones difíciles para no traicionarse. Pero estuvo en el frente, oyendo silbar las balas y viendo caer a sus compañeros. Y tantísimas décadas después, oliendo la muerte próxima, era esa angustia lo que quería contarme.
Mi madre –su novia entonces- seguía en Zaragoza. Una bomba mató a su mejor amiga. Y ella no estaba muy lejos. Mi sólida abuela, viuda desde los 30 años, analfabeta, trabajaba para sacar adelante a sus dos hijos de portera en una casa que también les daba alojo. Un día, los “nacionales” fueron a buscar a unos vecinos. Mi madre les gritó que no se los llevaran. Hizo hincapié en la madre, embarazada.
-“El mal hay que cortarlo de raíz”, le respondieron. Y así fue: nunca más regresaron.
Al día siguiente se la llevaron a ella, a mi madre, y la ingresaron en la cárcel.
Contaba mi padre muchos años después –no sé si añadiendo algún varonil detalle épico- que se escapó en un coche de su sección con su amigo Manolo. Ida y vuelta apresurada. Y que sus gestiones lograron sacar a mi madre de la cárcel, aunque “las cosas estaban muy feas” para ella.
Mi madre no se sacó de su mente la suciedad de la cárcel durante toda su vida. No muy larga: 68 años.
Hoy, gracias a Baltasar Garzón, algunas personas han podido contar sus historias en público, ante un tribunal por primera vez en tres cuartos de siglo. Mucho más graves desde luego. Pero desde el dolor que siento por el triunfo del ataque que se ha perpetrado contra el juez Garzón, he recordado aquellas vivencias de mis padres. Y me libera contarlo. Precisamente hoy.
Pensaba en mi ingenuidad que aquello era agua del pasado. Pero las chanzas y alegría de alguna responsable política, los brindis con champán, los respetos y acatamientos frotándose las manos, el amparo a la corrupción, la coacción a quienes buscan la Justicia, me sitúan ante una realidad que da mucho miedo y de la que son cómplices, incluso sin darse cuenta en ciertos casos, algunos de mis conciudadanos. ¿Heridas abiertas? Es que los herederos naturales de quienes iniciaron y mantuvieron aquella y otras atrocidades las raspan todos los días.
Me decía anoche una amiga conservadora: “El 15M empezó muy bien pero luego han propuesto auténticas barbaridades”. Quise saber qué consideraba ella “barbaridades” pero no supo concretarlo. “Ahora no me acuerdo, pero sí sé que al oír algunas cosas he ido pensando ¡Qué barbaridad!”. La caverna mediática regurgita hoy su bilis también. Nos llama “sediciosos ilegales”, creo, y no sé cuántas cosas más. Por llegar, llegan hasta mensajes mesiánicos del lado de un presunto apoyo. La misma basura. Tranquilos, era previsible todo esto. No os dejéis avasallar, un verbo tan descriptivo.
Mi querido colega de «Reacciona» –colega elegido por su admirable trayectoria- Baltasar Garzón muestra su valentía y brillantez habitual en una tribuna de Público. Sin desperdicio de principio a fin, selecciono algunos párrafos para que en el enlace final degustéis todo el artículo.
“Los asamblearios acampados en la Puerta del Sol madrileña comenzaron pronto a ser un estorbo para la «buena y normal» ciudadanía. Habían pasado las elecciones del 22 de mayo y la presencia constante en las calles y plazas de las principales ciudades era una molestia, cuando no una provocación. El desenlace se preveía inminente, como también lo era la acción de los que habían aprovechado el movimiento para reventarlo desde dentro. Los de siempre, los mismos que unas veces actúan bajo la marca de violencia callejera, otras de los neonazis o de los «radicales antisistema», o de quién sabe qué.
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Ahora todo vuelve a ser como antes. Hay que acabar con la revuelta; no se puede consentir que se cuestione el sistema, como si este fuera inalterable. De nuevo se elude la respuesta y el hacer frente a la situación denunciada. Pero seríamos demasiado torpes si esta situación fuera aceptada sin más condiciones. Sería muy triste que el esfuerzo y el empeño de miles de ciudadanos desaparecieran en la nostalgia y en la descalificación por la acción de unos pocos. Los indignadanos son, no los que persiguen o golpean a los políticos, sino los que exigen cuentas y explicaciones a los mismos; no los que arrojan pintura a los diputados o les agreden, sino los que denuncian la inacción de los mismos ante la crisis económica; no los que impiden que un Parlamento se reúna, sino los que hacen que los diputados no dejen el debate hasta solucionar los problemas de la sociedad a la que han jurado o prometido defender.
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Hoy, las calles se llenan de indignación, pero de una indignación activa, democrática y pacífica. A este movimiento que hoy ocupa las calles y avenidas están llamados todos los demócratas que tanto lucharon por recuperar una democracia secuestrada durante 40 años de dictadura y todos los que la han consolidado; están llamados quienes, a pesar de las adversidades y de quienes se aprovechan de la ruina de los justos, quieren y son capaces de cambiar el mundo día a día; y están llamados quienes, además de estar indignados, han dicho «basta» y han decidido ser protagonistas por encima de toda la caterva de mediocres y agoreros que, desde la caverna de la intolerancia, tan sólo saben moverse en el cuenco de su mano, ajenos a los cambios que se están produciendo en el mundo.
Hoy, nuestra voz de indignadanos debe acompañar a todos/as aquellos/as que, a riesgo de sus vidas y de la pérdida de otros derechos fundamentales, se rebelaron a lo largo de la historia frente a los acontecimientos más adversos y violentos como el absolutismo o el fascismo, sea este franquista, nazi o mussoliniano; frente a las dictaduras genocidas, sean estas como las de Chile y Argentina o las modernas que masacran a miles de personas; frente al terrorismo o la violencia del Estado. Pero también quiero unirla a la de millones de ciudadanos indignados que salen a la calle, en forma pacífica, porque no están de acuerdo con lo que está sucediendo, con el modo de gestionar la cosa pública, con el modo de hacer política, con el cinismo de los que nos dirigen y gestionan la economía y que han sido los culpables de la situación en la que nos encontramos.
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Este 19 de junio viene cargado de indignación. Un sentimiento que no es ajeno en la historia de la humanidad y que, por azar o no, hizo que ciudadanos franceses indignados decidieran, este mismo día de 1790, desde la recién estrenada Asamblea Constituyente, la supresión de la nobleza hereditaria. Algo que puede parecer menor, pero que dio vida al más puro sentimiento republicano igualitario de una sociedad que hasta ese momento era el crisol de los privilegios y de la desigualdad y que amanecía a la realidad de un nuevo mundo más justo.
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Los acontecimientos de estas semanas nos enseñan que nada es inmutable y que muchas cosas se pueden y se deben cambiar a partir de experiencias muy distintas y de expresiones coincidentes de rebeldía y protesta, de responsabilidad y compromiso. Pero los desafíos suelen ser plurales y diversos como los esfuerzos para encontrar las respuestas. Por eso, si bien es cierto que, como dice el aforismo africano, el desierto se puede cruzar solo, es más seguro y fiable hacerlo acompañado».
Falange española y de las JONS aún existe. Y es otra de las asociaciones que presenta querella al Juez Garzón por investigar el franquismo. Todos los países que sufrieron en sus carnes golpes de Estado seguidos de dictaduras han dirimido responsabilidades, hasta quienes consideramos en Latinoamérica menos democráticos que nosotros. Todos. Todavía no lo han hecho que yo sepa en Irán, por ejemplo. Aquí hablamos de dos bandos y de tropelías en ambos, de no abrir heridas. Mi opinión es que hubo un solo bando: el que se levantó contra el pueblo español, por más que revisionismos interesados hablen de no sé cuál levantamiento republicano en el 34. Del golpe de Franco y sus secuaces se originó una guerra, y en las guerras se mata y se tortura. ¿Había que poner la otra mejilla? Y, sobre todo, hasta que no abramos bien la herida, la limpiemos y le pongamos antibiótico, en forma de culpas detalladas –como han hecho todos los demás-, seguiremos siendo… lo que somos.
Quieren acabar con la carrera de Baltasar Garzón. En Facebook se ha iniciado un movimiento popular de apoyo, y que se añade al de numerosas personalidades internacionales que le sostienen y no pueden entender que esto suceda en un país democrático del siglo XXI.
Cuando a un español -a una española sobre todo- le comentan: qué traje tan precioso llevas, responde inmediatamente «pues es de Zara» o «tiene 10 años». «¡Qué bien te veo esta mañana!» suele obtener esta contestación: «¿sííí? no creas, no he dormido nada». «¡Vaya vajilla -mesa, reloj, calcetines, lo que sea- tan estupenda!»… «la compré de oferta». Los extranjeros se ríen mucho con esta falsa modestia española. Ellos, ante los halagos, dicen simplemente: Gracias.
Es uno de los apuntes de mi libro que más divierte. Porque todos lo hemos experimentado… y practicado. Seguramente hay una razón fundamental: no queremos despertar envidia. Por supuesto que nos gusta que nos alaben, luchamos incluso por ello, pero disimulando.
Es muy difícil, aquí, ser profeta en la propia tierra. Cierto que Fernando Alonso arrastra multitudes en sus carreras de Fórmula 1, pero a la vez se le detesta. Nadal y Gasol, se libran, son «chicos sencillos», apenas despiertan envidia. Ninguno de nuestros cargos internacionales desde el meritorio Mayor Zaragoza en la UNESCO, a Javier Solana -que ha ostentado múltiples puestos de responsabilidad en Europa-, incluso Rodrigo Rato en su efímero paso por el Fondo Monetario Internacional, han merecido el aprecio que hubieran tenido de nosotros de haber nacido en Alemania o Inglaterra por poner un caso.
Uno de los casos más flagrantes es el de Ferrán Adriá y otros grandes restauradores españoles. Si en algo somos realmente el número uno mundial, sin discusión fuera de aquí, es en la cocina. Pero ya hace tiempo que se ha levantado la veda: hay que «jubilar a Adriá» -como leí textualmente en un titular-. El gran creador ha de pasar a la historia a los 45 años porque ha triunfado, simplemente, y porque otros cocineros rivales le tienen envidia -amén de copiarle-. Y, muy en especial, porque rechazar lo que no entienden cala en las mentes de muchos paletos españoles. Adriá -y otros cocineros vascos y catalanes- han elevado la gastronomía a la categoría de arte y uno no desayuna todos los días con un Velázquez en el Museo del Prado. Él busca, para, como suele decir, volver a encontrar algo tan brillante como la tortilla de patata, que un día alguien ideó. Sus hallazgos marcan tendencias, pero algunos no las captarán hasta que lleven siglos degustándolas, como les pasó en su día con el chuletón de buey o las fabes con almejas.
Baltasar Garzón es otro ejemplo diáfano. Ha osado destacar. Hasta sus admiradores más incondicionales suelen incluir al lado de los elogios: pero va de juez estrella. Sus opositores vilipendian hasta el primer biberón que tomó. Las instrucciones de sus juicios no acaban en nada y es tendencioso políticamente, dicen. Bueno, le amargó los últimos años de su vida al dictador chileno Augusto Pinochet, metió en la cárcel a los acusados del GAL -de los pocos que han purgado prisión por actuaciones irregulares-, o ha intentado restablecer la memoria histórica y enjuiciar al franquismo. No parece una línea de trabajo de una única dirección. Por cierto, denunció que el franquismo robó niños de los vencidos -igual que hizo la dictadura chilena- y un manto de silencio cubre su gravísima acusación. Ningún juzgado ha emprendido las exhumaciones de cadáveres de las cunetas donde los arrojó, tras fusilarles, el franquismo. Ahora, ha estado instruyendo un caso de corrupción, Gúrtel, vinculado al PP: la hoguera puede ser el mejor de sus destinos. Querellas, difamaciones, persecuciones. Tampoco parece contar con muchas simpatías entre sus compañeros de la judicatura, y de ello hay múltiples ejemplos. Resalto sin embargo que prácticamente nadie excluye un «pero» al hablar de Garzón.
Zapatero. Otro ejemplo. Ahora toca ponerlo «verde». La derecha siempre lo ha hecho, con los más durísimos apelativos. La izquierda lo está practicando también, en este momento que coincide con su salida estelar a las cumbres mundiales. Que ha cometido muchos errores, sin duda, -sí, yo también critico a Zapatero- pero por un empeño personal se encuentra entre los líderes mundiales, cosa que no logró Aznar con su sometimiento a Bush. Se le ocurre a Zapatero ir al baño, como ha hecho el presidente de Canadá cuando se hacía foto del G20, y hay que convocar -aquí- nuevas elecciones. Ha acometido grandes medidas sociales. Estábamos bajo mínimos, todavía falta mucho por recorrer. Que ya le invadido el síndrome de la Moncloa parece cierto o que sólo parece confiar en personas de dudosa valía también -eso es el síndrome Hubris-, pero ¿lo haría mejor Rajoy? Dejémosle que gane las elecciones y lo demuestre. Los norteamericos apoyaron a su anterior presidente casi hasta el rídiculo, hasta última hora. La crítica es imprescindible, pero debería ser constructiva y repartida por igual, intentando una cierta objetividad, al menos, con honestidad.
País de contrastes, los españoles nos pasamos al extremo opuesto para caer, en ocasiones, en la mitomanía. En general, hacia gente que no lo merece. Toreros, cantantes, y hasta escritores, cuentan con un séquito voluntario y voluntarioso que les acompaña allí donde van. Plazas de éxito y olvidadas, ellos siempre están ahí. La admiración va unida en multitud de ocasiones a la necrofilia, otra discutible afición patria. España se desparramó en la muerte de Rocío Jurado -que ya no molestaba-. Días enteros de programas de televisión. Inluso una periodista del corazón, Maika Vergara, tuvo un desmesurado despliegue mediático por haber fallecido de un ataque cardiaco. Este caso fue especialmente sangrante. El 3 de Diciembre de 2003 murió la escritora Dulce Chacón. La víspera había fallecido Maika, comentarista del programa «Salsa rosa». Varias televisiones dedicaron amplios espacios, imágenes, comentarios, a la presunta periodista, y ni una sola palabra a la narradora, comprometida y multipremiada.
Y hay quien hace de su vida un empeño para lograr ser un mito. Muchos -más de lo creíble-, lo consiguen. Con abundantes méritos prestados, se fabrican una leyenda y se echan a dormir -el ojo vigilante para que el interés no decaiga, eso sí-. Apoyos de envergadura y difundir, eterna e insistentemente, el mensaje logran el resto: consolidar en fama la patraña. Hay mucho fantasma en el prestigio social de este país. Seguramente, es lo que nos merecemos.
Todo un arte, el reconocimiento por la labor realizada, hay que trabajarlo sin moverse demasiado a las claras. No arriesgarse a afrontar… la envidia nacional. Y la envidia es de seres mediocres, en eso estamos de acuerdo ¿no?