Rajoy, imagen y símbolo de España

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Mariano Rajoy dará la cara. A petición propia. Para aclarar dudas sobre lo que preocupa a los ciudadanos. La cadena de tópicos previsibles no oculta la verdad: Rajoy será Rajoy y volverá a esconderse. En los datos de una irreal recuperación económica. En que la corrupción es mal de muchos -de otros partidos, del rival elegido para fidelizar a su electorado-, pero la suya en concreto son insidias. Con agosticidad y alevosía –comparece el 1 de Agosto- volverá a mostrar su rostro tapado, invisible, vacío, el símbolo de la España de hoy. Porque Mariano Rajoy no es una casualidad, es la consecuencia de lo que entre todos hemos hecho de este país. Hoy y a través de mucho tiempo, siglos incluso.

Partamos de la base de que por lo general cada persona ama a su tierra de origen y considera que su país es el mejor del mundo por una exclusiva razón: porque él ha nacido allí. Egocentrismo en estado puro. Subjetividad de manual. Pero si uno sabe relacionar los datos llega un día en el que toma conciencia de la realidad y se hace una idea bastante aproximada de cómo es su país.

Pioneros desde los reinos medievales en buscar el control del poder considerado omnímodo, de una suerte de democracia, una y otra vez la caspa succionó la innovación y el progreso. Ese conservadurismo español, endogámico, ultra religioso, analfabeto de letra y ética, castrador, ladrón, tirano y manipulador. Pero siempre se le enfrentó el ansia de regeneración, aunque chocara contra el pétreo muro.

Una crisis financiera mundial, los errores locales sólidamente labrados, nos traen a hoy, cuando parece que la cloaca de nuestros cimientos haya explotado expandiendo toda su porquería. No es normal lo que nos pasa.

El partido en el poder de casi todo con sombras de corrupción -sustentadas en papeles y datos- durante más de dos décadas al menos. De “donaciones” que actúan de sobornos para conseguir contratos. De sobresueldos bajo mano y… a las claras –según su contabilidad oficial-. Un triunfo electoral basado en la mentira de un programa que se incumple casi en su totalidad, salvo en cuanto representa involución ideológica. Una manipulación sistemática. Uso desmedido de la demagogia. Presiones turbias. Una mente racional deduciría que nos encontramos ante una organización creada para lucrarse por cualquier método.

No es lógico que plantee duda alguna el que un presidente de Tribunal Constitucional no puede militar, ni haber militado, en un partido cuyos recursos y acciones de gobierno ha de juzgar. No lo es que otro del Supremo y el Poder Judicial usara dinero público para irse de vacaciones con su fornido guardaespaldas. No es en absoluto tragable que la Justicia dependa de los partidos, que no haya en la práctica separación de poderes. Hasta llegar a ver cómo el PP crea a su medida los principales órganos judiciales. Para asistir a una rebaja de condena tan sonrojante como la de Jaume Matas. A este paso, cabe pensar que el resto de los corruptos seguirán similar itinerario.

Debe inducir preguntas y responsabilidades que el Partido Popular atacara por tierra, mar y aire a todo cuánto investigaba la trama Gürtel -que tan de cerca le toca-. Destituyó la cúpula policial y la de la Agencia Tributaria en cuanto llegó al poder y, previamente, la judicial sufrió un “oportuno” descabezamiento con la inhabilitación del Juez Garzón.

Es vergonzante que el yerno del Rey de España usara su condición para una trama corrupta de altos vuelos, presunta hasta que se juzgue. Si se juzga. Y que haya quedado fuera de imputación su mujer y socia, la infanta Cristina. Y que el propio monarca nos pasee a su amiga especial mediadora en finanzas. Y que en el siglo XXI sea inviolable.

Estamos hablando de las más altas instituciones del Estado. De una corrupción endémica que ya arroja su maldad visible sobre el tejido social. Aunque no de forma troncal como en el caso del PP a juzgar por los indicios, afecta a otros partidos. A comunidades autónomas y ayuntamientos. Fosas sépticas que se extienden por prácticamente la totalidad del territorio patrio. Y al sistema financiero, y al empresariado, y a casi todo cuanto ostenta poder. Si “todos lo hacen” como dicen los adoctrinados, “todos a juicio” y “todos los culpables a la cárcel”. Implacablemente.

No es digerible que una trama mediática actúe de soporte de tanta desvergüenza. Desviando la atención de lo esencial a través de sus múltiples tentáculos para desactivar la reacción. Que engañe hablando de una inminente reactivación económica que –al parecer y es bien denigrante- lo justificaría todo. Hasta la corrupción.

Porque entretanto nuestra economía sigue cayendo –“menos”, qué bien-. Y la deuda pública crece a niveles nunca vistos. Y los ciudadanos nos hemos empobrecido hasta cambiar nuestro modo de vida. Los recortes y repagos pasan factura. Y aún así no les llega. Y saquean la hucha de las pensiones, además de especular con ella. Nada les detiene. No es lícito basar la economía de un país en la degradación de la sociedad y del mercado laboral. Y ofrecer como un éxito una cifra de creación de empleos de camarero en el mejor año del turismo debido a las crisis de Turquía y Egipto que no serán eternas. Y a que los extranjeros están huyendo del naufragio. Y anular, mientras, el progreso destruyendo la ciencia y la investigación. Es obsceno vivir como Reyes a cargo del erario público mientras se masacra a la población.

Denuncian los medios internacionales la insostenible situación de España. Hasta con mofa en el caso de The Guardian que carga contra la sociedad española no sin suma razón. Para el diario británico ni siquiera existe, en su opinión, como elemento sólido: “Nadie espera que él [Rajoy] renuncie a su trabajo en un país en el que las renuncias por cuestiones éticas son casi inexistentes”.

Mariano Rajoy es el mejor símbolo de esa España que agoniza. Un ser tan patético como él jamás hubiera llegado, ni menos aún se mantendría con todo lo que está ocurriendo, si este país tuviera un mínimo de cordura, dignidad y decencia. Ni él, ni el corifeo que le secunda. Del primero al último.

Se revuelven en sus tumbas desde Padilla, Bravo y Maldonado o Mariana Pineda, a las cenizas sin lápida de las cunetas. Joaquín Costa u Ortega y Gasset se siguen doliendo de la España nunca regenerada. Antonio Machado desde su exilio mortuorio francés continúa harto de la “España de charanga y pandereta, cerrado y sacristía”, pero aún verá -en optimismo desesperado- nacer la otra: la “del cincel y de la maza”, la “España de la rabia y de la idea”. Nosotros estamos vivos. Quienes en 2011 -y fuera de siglas- alentaron el grito de un cambio, los que aún luchan por él, merecen otra cosa. Hasta la losa borreguil con la que cargamos lo necesita porque casi nadie es digno de semejante desastre. Intolerable significa que no puede admitirse más. Que se acabó, que no seguimos así. Es empezar a trabajar en serio, cueste lo que cueste. Limpiar a fondo hasta que no quede ni la sombra de una mota de inmundicia… O aceptar el vacío tiznado, sin futuro, de ese rostro que hoy simboliza la degradación absoluta de España.

*Publicado en eldiario.es

Fue alegre PERO fue buena

Hay veces que una imagen resume lo que uno piensa y siente, lo que se ha ido acumulando en los últimos días y bulle dentro. Y así me ha ocurrido con la viñeta de Forges. ¿Angustia? ¿Oscuridad? ¿Sabias palabras?… ¿Qué me dice Vd? “El buen nombre de aquella maña (vaya 🙂 ) yo tengo que defender”.

En la Jota de la Dolores se sintetizaban los males de aquella España que alumbró mi niñez. “Si vas a Calatayud pregunta por la Dolores que es una moza muy guapa y amiga de hacer favores”, la jota –dicen- recorre España. Le hacen películas para explicar que se trata de la calumnia de un admirador despechado, le componen una nueva letra que es casi peor. Nos cuentan que la jota mató a Dolores, maledicencia y oscurantismo que se prolonga en la pobre hija a quienes las malas lenguas le chafan los novios al explicarles “¿Sabes quien fue su madre? Dolores, la del cantar”, pero el desagravio es casi peor: “Fue alegre PERO fue buena”, interesante disyuntiva.

El PP quiere recuperar el concepto “nación española” y avanza que “Gibraltar es irrenunciable”. De momento, nos esperan días peores. La mayoría absolutísima de Rajoy le hace irrumpir con inusitada fuerza en el ideario más casposo de nuestra historia. Que 40 años no son nada. Ni Aznar llegó a tanto, aún no había triunfado el golpe neoliberal que facilita todo tipo de involuciones.

De vez en cuando, cada vez más de tarde en tarde porque sopeso el cariño inmenso que le profeso con lo que me revuelve, hablo con mi gran amiga desde la adolescencia. Es votante del PP. Se considera informada (se surte sobre todo de “debates” para elegir la opinión que coincide con la de ella). Admite que habrá más paro, suelta la letanía de que “no tenemos dinero”, y al argumentarle dónde está el dinero que sí hay (en la falta de impuestos a las grandes fortunas, evasión de capitales o economía sumergida) dice que es un gato a quien nadie pone el cascabel. Por aceptar, acepta que el PP miente al decir que desconocía el déficit, dado que procede de forma sustancial de las comunidades autónomas que controla. «No es mentir exactamente, es la jerga política», explica.

 Ahora bien, lo que a mi amiga le gusta, dice, es “la derecha”. No podía con la ideología de Zapatero que ella ve de ultraizquierda. Hubiera colgado por los pies a Bibiana Aído. Y es que la derecha tiene unos contradictorios conceptos sobre la igualdad y, por ejemplo, les preocupa sobre manera con quien se mete la gente en la cama. Los malos tratos son incidencias del “entorno familiar”. Todo “como dios manda”.

Dedico un amplio aparatado al franquismo sociológico en La energía liberada. A la influencia de la iglesia católica, la educación pasada y -lo que es peor- a la actual, a los datos de una vertiginosa derechización de la sociedad española que van reflejando las encuestas del CIS. Sin más detalles, alguien me dijo anoche que mi afirmación de esa pervivencia del franquismo es “la mayor estupidez que ha oído jamàs”.

Pero ahí está asaltando impúdico la convivencia. El “Gibraltar español”, el “una, grande y libre”, la autoridad, la firmeza, la efectividad de boquilla que se contradice con los hechos, la manipulación, el peligrosísimo populismo, el nacionalismo de vía estrecha. A mi admirado Antonio Forges también le preocupa. Pero mientras haya que defender honores y vivir de la apariencia y  “ser buena, aunque se sea alegre”, estamos salvados.

Tras la revolución francesa, los franceses llamaron a Napoleón. Volvieron a llamar a la derecha en aluvión después del Mayo del 68. ¿Qué hemos hecho para tener a “este” PP (porque hay otra derecha más civilizada) después y en el 15M? La deriva en su limbo de los presuntos socialistas influye, pero tiene que haber algo más, la caspa que afluye a la menor ocasión en España es muy preocupante. Times of trouble, mother Mary and her blessed mother. Por tanto tiempo… 

Los españoles somos cada día más «de derechas»

Dice mi querido y admirado Fermín Bouza, una eminencia en sociología/opinión pública:

«En el barómetro del CIS del mes de mayo, realizado entre los días 3 y 11 de ese mes antes, por tanto, del 22-M, pero que conocimos a posteriori, cambia la variable llamada autoubicación. La tarjeta que utilizan los encuestadores para definirla tiene unas casillas del 1 al 10 que van desde la extrema izquierda hasta la extrema derecha. ¿En qué casilla se colocaría usted?, preguntan a los encuestados. Pues en apenas un mes, la autoubicación subió casi dos décimas (4,93 en mayo), lo que supuso un giro extraordinario en esta variable (4,75 en abril) hacia la derecha». Él lo desliga de un voto (el 22 M) que puede estar motivado por una reacción de castigo a quienes gobiernan la crisis. O por sometimiento,  para «aplacar así la ira de los mercados, que es la lógica de fondo de buena parte del voto a la derecha, según argumentaciones verbalizadas en diversos contextos», explica Bouza. El incremento de la «autoubicación» a la derecha, es por tanto algo más profundo.

Paradójico en los tiempos que corren de orgía y tenaza neoliberal. ¿Queremos ser todos verdugos? Se siente, esa labor se la reservan unos pocos, al resto sólo le toca el papel de víctimas.

Pues bien, de derechas, de esta derecha:

El primer acto de Dolores Cospedal como Pta. de Castilla-La Mancha

¿Nos comerá el lobo feroz?

Érase una vez un señor llamado Milton Friedman, pariente cercano de Adam Smith, cuyas políticas económicas  irían abriéndose paso tras el crack del 29 y la Gran Depresión, que, con tan mala fortuna, había propiciado -entre otros factores- la misma doctrina que iba a imbuirle: monetarismo, neoliberalismo. Y otro señor que respondía al nombre de John Maynard Keynes, partidario de un capitalismo humano con control del Estado (un mayor intervencionismo) que después del gran fiasco económico, el consiguiente auge de los fascismos, y la guerra mundial, inspiró el “new deal” norteamericano y el “plan marshall” para la Europa destruida. Gasto público para reactivar la economía. Desde entonces hay dos formas de ver el capitalismo. Pero los Chicago Boys de Friedman (primos aventajados de sus predecesores) entraron definitivamente en acción en los setenta hasta llegar a su absoluto triunfo -por el momento- en el mundo actual.

Este cuento tan apasionante lo conocéis muchos, claro está, pero la derecha dispone de otra versión que parece enganchar más al personal. Y lo que es más asombroso, de una práctica derrochadora, nula acción sobre la creación de empleo, privatizaciones de servicios públicos esenciales que dañan las prestaciones, sin contrapartidas sociales, que contradicen absolutamente sus teorías. Y nadie se inmuta.

“Una de las ideas más dañinas que las derechas en la Unión Europea (Merkel, Sarkozy, Rajoy) están proponiendo es incluir una enmienda en la Constitución de sus países que prohíba al estado tener déficits públicos. Se argumenta que los estados tienen que comportarse como las familias y que, por lo tanto, no deben gastarse más de los que ingresan. Esta postura, ampliamente extendida en medios conservadores y neoliberales, se basa en varios errores. Uno de ellos es que desconoce el comportamiento económico de las familias. En realidad, las familias se endeudan constantemente. Muy pocas son las familias que cuando compran una vivienda o un coche, por ejemplo, pagan su coste total en efectivo. La mayoría se endeuda. Sin endeudarse, las familias no podrían mantener sus niveles de vida. Pues lo mismo ocurre con el Estado. De ahí el déficit y la deuda pública”. Así comienza un extenso artículo -«La última «boutade» económica de las derechas«- de Vicenç Navarro, Catedrático de Políticas Públicas de la Universidad Pompeu Fabra, y Profesor de Public Policy en The Johns Hopkins University y, sobre todo, otro empecinado activista en eso de clamar en el desierto.

 “Pues lo mismo ocurre en el caso de los Estados”, dice Navarro. “Los estados pueden endeudarse para pagar los recortes fiscales que benefician a los ricos (como ha ido ocurriendo en gran parte de los países de la UE, incluyendo España, donde las reformas fiscales regresivas han beneficiado a las rentas altas y al mundo financiero y empresarial, siendo ello una de las causas del crecimiento de la deuda pública. Esta es una deuda no productiva, pues se ha generado para proteger las rentas de los ricos. Pero los estados pueden endeudarse para invertir en infraestructuras físicas y sociales necesarias para incrementar la productividad, el crecimiento económico, la creación de empleo y el estándar de vida presente y futuro”.

Después distingue entre dos conceptos fundamentales: deuda bruta y deuda neta. El tamaño de la deuda pública no es el indicador más importante del endeudamiento público de un país, pues la única deuda de la que el estado tiene que pagar intereses es la que se llama deuda neta, es decir, la deuda pública (los bonos del Estado) que generan intereses que el Estado debe pagar a los inversores privados que la poseen. De ahí se deriva que la información más importante no es la deuda bruta (que es la que constantemente se cita), sino la deuda neta. Japón tiene una deuda bruta que representa el 225% del PIB, y en cambio tiene que pagar unos intereses de sólo un 2% (España tiene que pagar unos intereses del 3,6%), y ello como consecuencia de que la deuda neta es muy inferior a la bruta.

Nos cuenta que los Estados disponen de la posibilidad de imprimir dinero a través de sus Bancos Centrales para pagar sus deudas. Pero, oh, maravilla, el Banco Central Europeo ha cambiado recientemente su misión: “es el que imprime el dinero y lo presta a los bancos pero no a los Estados, siendo el único Banco Central entre los Bancos Centrales de las grandes economías que no tiene tal responsabilidad. Tanto el Banco Central Estadounidense (The Federal Reserve Board) como el Banco Central del Japón, o el Banco Central de Gran Bretaña, imprimen dinero que los estados utilizan para pagar sus deudas”, afirma Vicenç Navarro.

De alguna manera es la política keynesiana la que está intentando aplicar el EEUU de Obama con buenos resultados hasta el momento. Pero hoy leemos que no, que EEUU «no remonta el vuelo«. Los últimos datos cuestionan el vigor de la recuperación y azuzan el debate sobre la efectividad de los multimillonarios estímulos, nos dicen. De cualquier forma están hablando de cifras de crecimiento del 3%, que para nosotros quisiéramos en la Europa cercenada por «Bruselas» y «los mercados». Pero buscamos la letra pequeña, las causas del problema norteamericano: la falta de recuperación en el mercado inmobiliario y la escasa concesión de créditos. Acabáramos.

Casualmente, los bancos andan reunidos por encargo del G20, muy discretamente, para ver cómo encauzan su futuro, el suyo. Juez y parte, apuestan porque su regulación sea más suave de lo pretendido: “imponer nuevas e inmediatas exigencias podría frenar la recuperación económica por la urgencia del sector para adaptarse a esas nuevas normas”, dicen algunos. Ya, si añadimos quién tiene los pisos, y quién los vende más caros, pues igual no dormimos, con este calor además. No vendría mal para oír roncar o aullar al lobo. Porque probablemente es él quien ocupa la cama.

(Gracias David por tus estimulantes conversaciones 🙂 )

Ante la corrupción en el PP

El director de El País, Javier Moreno, publica hoy un contundente análisis sobre el PP en Cuarta Página -el más destacado espacio editorial-. A modo de resumen, dice:

«La trama Gürtel muestra en toda su crudeza que el proyecto político de los actuales líderes de la derecha, de no mediar rectificación, embrutece la vida política española y la arrastra lejos de los niveles europeos».

Véamos algunos  párrafos de un artículo que no tiene desperdicio:

«Todo ello comenzó mientras el señor Aznar, a la sazón presidente del Gobierno, casaba a su hija en El Escorial -sarao al que asistieron como invitados distinguidos algunos de estos vividores- y dirigía los destinos de España con tal concentración que descuidó lo que la corte de los milagros organizaba a sus espaldas, según pudieron descubrir atónitos los espectadores que el jueves pasado siguieran la entrevista en CNN+ de Iñaki Gabilondo con la señora Cospedal, hoy secretaria general de ese mismo partido. Sobre que el saqueo se prolongara unos años más en los feudos del PP de Madrid y Valencia quedamos de momento huérfanos de explicación. Nadie en el partido supo nada, ni es responsable de nada, ni asume naturalmente responsabilidad política alguna por nada.

(…)

Los ciudadanos consideran de forma mayoritaria -incluido un notable porcentaje de votantes del Partido Popular-, como publica hoy EL PAÍS, que Francisco Camps y Esperanza Aguirre son también responsables de las tropelías de la trama Gürtel en sus respectivos territorios, y que el líder del partido, Mariano Rajoy, siempre ha sabido más de las andanzas de los corruptos de lo que ha venido en reconocer, a tenor de sus vacilaciones con el ex tesorero del partido, y a día de hoy todavía miembro del Grupo Popular en el Senado, Luis Bárcenas.

Son tantas y tan obscenas las colecciones de relojes de lujo, los bolsos, los trajes, algún yate, los inconfesables negocios inmobiliarios, los millones cobrados en comisiones diversas y las vergonzosas conversaciones grabadas entre los sospechosos que convierten en irrisorios, me parece a mí, los intentos del PP y de sus terminales mediáticas de encapsular al partido de tanto desafuero, y sobre ello no vale la pena seguir discutiendo. Más me interesa, por el contrario, una reflexión en profundidad sobre la venalidad en la democracia española que vaya más allá de la constatación más o menos impotente del lamentable estado en que se encuentra la política en este país. Hay que defender la democracia, sostiene Norberto Bobbio, aun cuando ésta sea ineficiente o corrupta. Y hay que hacerlo también, me atrevería a añadir yo, aun cuando la insensatez y la escasa cultura democrática de gran parte de la clase política, especialmente de una derecha que no logra incorporarse del todo a la gran tradición conservadora del resto de Europa, augure un triste futuro a la tarea.

(…)

No resulta necesaria harta sagacidad para concluir que España no sólo no ha logrado en estas tres décadas situarse al nivel de los países con mejores prácticas, ni por lo que respecta a los partidos ni a los tribunales, sino que ahora se corre serio riesgo de descender aún más peldaños en esta particular escalera al infierno si, como todos los sondeos parecen apuntar, la derecha gana las próximas elecciones sin haber purgado previamente su papel central en el escándalo de Gürtel y otros (Matas, Fabra), y asumido las consecuencias que de ello se derivan.

(…)

Por lo demás, y en lo que respecta a la corrupción, no creo que a estas alturas quepa duda alguna de que un eventual triunfo de la derecha traerá como correlato automático el discurso que ya hemos oído en su versión más arrabalera e iletrada en los mítines de Camps, Fabra o la siempre desaforada Rita Barberá. Los votos cosechados, han dicho todos ellos de una forma u otra, expían los abusos cometidos, y el pueblo, el mejor tribunal en última instancia, les absuelve así de los cargos que de forma atrabiliaria les atribuyeron jueces prevaricadores, fiscales partidistas y una policía manejada a su antojo por un Gobierno socialista constituido en régimen y decidido a liquidar la oposición. Para lograr sus objetivos, los socialistas no paran en mientes, según han afirmado tanto la señora Cospedal como el señor Cascos, vicepresidente con Aznar, respaldados de forma oficial por el partido este mismo viernes. Y así los españoles han tenido que escuchar de dirigentes cuyas declaraciones no toleraría ningún partido democrático en Europa cómo los policías trucan las pruebas del sumario o el Ministerio del Interior monta un sistema de escuchas ilegales contra la oposición política.

El que resulte estrambótica no convierte esta hez en menos peligrosa, y convendría no menospreciar su capacidad de desestabilización. La campaña que orquestaron los dirigentes populares contra Baltasar Garzón desde el mismo fin de semana que el juez encarceló al cabecilla de la trama tiene mucho que ver con el irrespirable clima que se ha creado en los tribunales españoles, sectarios y cargados de ideología, en los que el magistrado puede ver liquidada su carrera ante el asombro del resto del mundo».

Aquí todo el artículo.

  Resulta reconfortante ver defendida en un decisivo periódico la impresión que casi cada día tratamos de hacer llegar -desde posiciones modestas- a la ciudadanía, para que -con la información (argumentada y analizada)- disponga de medios para ser más responsable y más libre, para que -informados- todos lo seamos.

Actualización

Más. Una columna de Antonio Orejudo en Público: La culpa de la corrupción la tienes tú.

Tú coges a un militante del PP de Valencia y le robas la cartera con el dinero que acaba de sacar del cajero automático, y el tío te persigue hasta que te pilla. Lógico. A la gente no le gusta que le roben. Lo que me parece raro es lo contrario, que pilles a un caco desvalijándote la casa y que en vez retorcerle el brazo, pienses que hay una conspiración contra el que te está levantando el televisor de plasma, y que el verdadero culpable eres tú. Eso es más o menos lo que pasa con la corrupción política: nos roban y nos quedamos tan campantes. Nos quedamos tan campantes los que somos normales. Los anormales van un paso más allá y defienden al ladrón de su dinero…. (continúa leyendo).

Y un maestro: Forges.

Han perdido el pudor

La UE –esa «cosa» que nos manda y que ignoramos- acaba de decidir “aplazar” los objetivos sobre educación y pobreza. Prefieren dedicar los esfuerzos a empleo, investigación y clima, tareas esenciales también, sin duda. Ahora bien, parece que la auténtica base para un cambio de tendencia sería dar de comer y de vivir a quien carece de medios y desasnar –con perdón por la expresión- a la ciudadanía infantil y sobre todo a la infantil/adulta. Es cuestión de prioridades. Claro que si prescindieran de dietas, telefonos móviles -muchas veces para uso privado-, coches oficiales, fastos sin fin en sus cumbres, una burocracia que sume su efectividad en el caos y cuantiosas subvenciones a “estudios” muchas veces inútiles (pero que dotan a sus autores de oficina, secretarias y algo más), igual podían dedicar ese presupuesto a hacer algo sobre educación y pobreza. Ocurre igual en nuestro propio país y sus autonomías, textualmente en todos sus extremos. Mirad por ejemplo las subvenciones de la Secretaría de Estado para la UE, que dirige Diego López Garrido. En el apartado 26 encontramos incluso a Europa en Suma que consolida, como tanto os he contado, su vocación de receptor de dinero público, causa de su «reestructuración«.

Lo que ocurre es que, además del norte, han perdido el pudor. Un día más insisto en la desfachatez de reunirse en una cena el selecto club de los poderosos –que nadie eligió para obrar sobre nosotros-, decidir que van a hundir el euro, y encima hacer declaraciones a los periódicos. Antes eran más discretos, pero vista la reacción a sus desmanes ¿para qué se van a ocultar? Viator en los comentarios nos reseñaba el otro día el artículo de Jacques Juliard en Le Nouvel Observateur.”Imagine por un instante lo que podrían ser las consecuencias de un naufragio del euro: la cascada de quiebras comerciales e industriales, el desbordamiento del paro, el ascenso de regímenes populistas o dictatoriales. La factura de la crisis de 1929 fue la Segunda Guerra Mundial. Aprisionada entre Al-Qaeda y Goldman Sachs, dos amenazas diferentes pero complementarias, la democracia tiene el deber de poner los medios para defenderse”.

Añadía Juliard esta otra reflexión que me lleva a la comparación con la derecha española: “El reciente discurso de Nicolás Sarkozy en Davos, el templo del capitalismo financiero, es de una claridad meridiana. Es Nicolás Sarkozy quien afirma: “Al colocar la libertad de comercio por encima de todo, se ha debilitado a la democracia, porque los ciudadanos esperan de la democracia que les proteja”. Es el mismo Sarkozy quien insiste: “En las estadísticas se veían aumentar las ganancias, pero, en la realidad, las gentes veían que las desigualdades aumentaban”.

Puede que sea la derecha española quien más haya perdido el pudor de todo el orbe, si nos atenemos a la política. Ayer, por circunstancias que no vienen al caso, recalé intencionadamente en “La Noria”. Quizás intentaba lobotomizarme para ser una feliz y despreocupada espectadora de Telecinco. En ese obsceno programa se ocupaban de la cadena perpetua como si fuera el calzoncillo de un concursante de Gran Hermano. Sólo que esto es real. El brillante padre de Mari Luz ha decidido sumar su apoyo al PP para impulsar la inscripción de la pena perpetua en el país con el Código Penal más duro de la UE y con menor delincuencia –aseguran las estadísticas-. Le entiendo. Sólo que la democracia estableció que no se puede –porque no es sano- convertirse en juez y parte. La Ley del Talión solo genera violencia.

Allí había un saco de agresivas bilis manipuladoras a la que llamaban periodista y Maria Antonia Iglesias, quien –con todos sus defectos- es una buena profesional de la información, y  me apena ver en esas lides. Porque allí únicamente se trata de exaltar los bajos instintos del auditorio -la demagogia en definición de manual- que estalla en aplausos o abucheos, no de buscar un debate serio, Nunca lo hay cuando nos limitamos al “éste dice, el otro dice” y punto.

Decía el padre de Mari Luz que el ochenta por ciento de la sociedad apoya la cadena perpetua. No es cierto aún, pero quizás llegue a serlo. Ayudada por él mismo, y por los progenitores de Marta del Castillo, la única entre el más de medio centenar de víctimas de la violencia de género anuales que merece atención mediática, por razones distintas a la información y la búsqueda de la justicia y la verdad.

El PP está encantado con el apoyo del brillante Juan José Cortés, y no le hace ascos a instaurar la cadena perpetua. Cuando en «La noria» comenzaron a abordar el aborto y la pederastia, ya no pude más y desconecté. Los populares también han arriado la bandera del aborto, no, casualmente, la de la pedofilia eclesial. Y dicen que retirarán la ley –la del aborto, claro está, que mantuvieron en vigor durante sus 8 años de gobierno-, y que suprimirán Educación para la ciudadanía. Y veremos qué pasa con los matrimonios homosexuales. Y, sobre todo, con las políticas económicas inscritas en el más rancio capitalismo que nos ha llevado al desastre. La mil millonaria consorte Cospedal ya adelantó el otro día que la ley de dependencia es una sangría. Y con su vergonzosa tolerancia a la corrupción -que no es igual en todos los partidos, por mucho que se empeñen- Han perdido el pudor, ya digo. Mientras, el PSOE anda en Babia.

Discutía anoche también con una amiga conservadora -empeñada en hablar de política a toda hora aunque a mí me repatee- que me anunció su intención de votar al PP –de volver a hacerlo, más bien-, algo a lo que tiene todo el derecho, por supuesto, pero quizás no a intentar convencerme de sus argumentos. Cree que Rajoy es “buena persona” y “merece una oportunidad”. La tuvo -incluso como vicepresidente- en los 8 años de gobierno del PP. Y a mí personalmente esta larga oposición me ha permitido conocerle más como ser humano, dado que sale todos los días y a toda hora opinando, salvo cuando no le conviene y se calla, como en el caso de Matas. Y los periodistas tan contentos.

“Una constante del PP –especialmente de su núcleo duro– es ver conspiraciones por todas partes. Hasta conspiran entre ellos como ha sucedido entre Esperanza Aguirre y la mano derecha de su rival Alberto Ruiz Gallardón. Ver una conspiración “entre Rodríguez Zapatero y ETA para debilitar España” es de traca valenciana pero Rajoy no se atreve a contradecir al que sabe es un rival protegido por Aznar al que no quiere enfrentarse cara a cara y del que se libró después del Congreso de Valencia mandándolo al Parlamento Europeo para alejarlo de otras conspiraciones”, dice mi querido Enrique Meneses en “La conspiración de los necios”.

Le dije a mi amiga que -perdida la esperanza de ver una regeneración de la derecha española- empiezo a aceptar la idea de tener en la Moncloa, en las televisiones, en la economía, en la justicia, en la educación, en la sanidad, al actual PP -no han querido ser otro-, porque será lo único que haga reaccionar a la sociedad y reviente de una vez cambiando el sistema. Y es que por algo la UE pospone arbitrar objetivos para mejorar la educación.

Pero no perdamos la sonrisa y la fuerza. Quien no tiene a Messi dispone de un día primaveral para airearse, porque no, con Telecinco no repito.

Actualización 29 marzo

Tan de actualidad el post que, pensando en el atentado del metro de Moscú, repito una de las frases del texto, de Juliard:  «Aprisionada entre Al-Qaeda y Goldman Sachs, dos amenazas diferentes pero complementarias, la democracia tiene el deber de poner los medios para defenderse».

El irresistible atractivo de la maldad

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Huyendo anoche de los interminables anuncios y los malos telediarios, de miasmas y temores hipocondríacos –yo-, recalamos durante la cena en una película que emitía Imagenio. La de David Trueba y Luís Alegre sobre y con Fernando Fernández Gómez. Lo último que quería y queríamos era una cosa tan ardua como una entrevista casi a palo seco. Pero nos enganchó de tal manera que, insólitamente, hasta suspendimos la conversación de la cena. Y nos dirigimos, después, al sofá como autómatas para seguirle escuchando, con todos sus defectos y virtudes. Pues bien, de las muchas cosas que se me quedaron grabadas fue por ejemplo que la gente de derechas es más rica -que dicho por él tenía algo de ironía o de sensación de haber equivocado el camino-. No sólo eso, añado, se puede mentir, robar, prevaricar, manipular, practicar la demagogia, sin coste alguno. Negativo. Que también hay quien usa la izquierda para lo mismo, sin duda, pero a éstos –salvo a los híbridos de progresista y conservador- no les queda el salvoconducto de acudir a un confesionario y rezar dos padrenuestros y tres avemarías para solventar el delito.

Decía Fernán Gómez que él era maniqueísta: sólo existe el bien y el mal, sin estados intermedios; sólo buenos y malos. Y, de ser cierta tal simplificación en la que jamás he creído, la reflexión que desata es que siempre han triunfado los malos. En todos los órdenes de la vida. Y, ahora más, no encuentro ningún Gandhi al que agarrarme como excepción en el mundo actual.

Fernando Fernán Gómez dijo que toda su vida había perseguido el ideal de mujer de Marlene Dietrich, porque era mala e inquietante. Y parece que es cierto: a los hombres les gustan las tías malas, las que les putean, las inaccesibles. Y a muchas mujeres también les atrae la infamia y la perversión, a los buenos chicos los quieren sólo como amigos. La maldad parece ser un atractivo. Inconfesable en general. Sólo hacen gala de él las descerebradas que escriben a la cárcel, enamoradas, a gente como el presunto asesino de Marta del Castillo. No sé si debe al masoquismo imbuido por la educación católica, o a un primario instinto de caza que sólo espera alcanzar las piezas más difíciles. Para poner el pie sobre ellas y seguir su camino, supongo. No imagino la convivencia con un fiero león poseído por el mal -que de suyo todos los animales son bastante mejores que los humanos-. Aunque, especialmente en las  mujeres, se dan casos de peregrina ingenuidad, ésa que supone que el malvado cambiará por amor. Fernán Gómez dijo con una expresión de cierta ternura pero también de frustración que, sin embargo, todas sus mujeres fueron bondadosas.

Yo he querido toda mi vida ser una mujer fría –lo argumenté incluso en mi primer libro-. No estar dominada por las emociones, aunque aporten sensaciones extremas que a veces parecen justificar una vida. Una mujer de hierro puro, sin frágiles incrustaciones de cristal.

Mi amiga Camino me envía un cuento de un monje budista reiteradamente mordido por un escorpión al que intentaba salvar de una muerte cierta por ahogamiento. Y -hoy, no sé mañana-, no estoy nada segura de si salvar escorpiones, en esas circunstancias, se hace por convencimiento o por genética y, en el fondo, impulsados por una estupidez irremediable. Si ser malo, sin conciencia, no es más productivo en una existencia sin futuro de tierras prometidas. Porque todos sabemos cómo hacer daño, dar con la tecla que duele, y encima el mundo se vuelca a tus pies. Definitivamente los catarros B –que no gripes A- alteran mucho las neuronas. Vds. disculpen.

Estado de derecha

Cuarta Página de El País de Ignacio Sánchez-Cuenca,  profesor de Sociología en la Universidad Complutense de Madrid.

Corrupción, boicoteo al Estatuto catalán, a la renovación del CGPJ o a la Ley de Dependencia. El PP se siente más cómodo con el ‘Estado de derecha’ que con el imperio de las leyes. ¿Dónde están sus liberales?

   Entresaco párrafos:

La utilización de la idea de Estado de derecho por el Partido Popular ha llegado a ser agobiante. Se ha recurrido al Estado de derecho para rechazar el Estatuto catalán y el proceso de paz con ETA, para exigir la dimisión de cargos socialistas, y obsesivamente en la lucha antiterrorista, incluso de forma antropomórfica («confío en que el Estado de derecho mande a los terroristas a veranear a la cárcel», dijo hace poco un dirigente popular).

(…)

Los acontecimientos de los últimos años han mostrado que nuestro Estado de derecho no sólo está excesivamente manoseado, sino que además ha quedado vapuleado por sus más aguerridos defensores.

(…)

Últimamente la atención se centra en los escándalos de corrupción, que son abundantes y algo pintorescos. Quizá el más llamativo de todos sea el de Carlos Fabra, el presidente de la Diputación de Castellón. Ha habido Fabras al frente de esa Diputación desde 1875, cuando la ocupó su tío-tatarabuelo Victorino Fabra, conocido como el Agüelo Pantorrilles. El actual Fabra está acusado de falsificar documentos oficiales, de cobrar cuantiosas comisiones, de fraude fiscal, y de manipulación del censo electoral de diversos municipios. Por si todo esto no fuera suficiente, Fabra se jacta de sus prácticas caciquiles: «Porque el que gana las elecciones coloca a un sinfín de gente. Y toda esa gente es un voto cautivo. Supone mucho poder en un Ayuntamiento, en una Diputación. Yo no sé la cantidad de gente que habré colocado en 12 años, no lo sé». Son palabras suyas que quedaron grabadas y que darán mucho juego a los historiadores del futuro que quieran establecer paralelismos con la época de la Restauración.

El juzgado de Nules (Castellón) que lleva su caso es una especie de triángulo de las Bermudas en el que los jueces van desapareciendo misteriosamente uno tras otro. Hasta ocho jueces han pasado por allí desde el año 2004. La gran esperanza de Fabra se llama Jacobo Pin, un juez que se ha presentado voluntario al puesto y cuyo padre es un abogado muy próximo al PP (fue cabeza de lista al Congreso en las elecciones de 1977). Seguro que este nuevo juez sobrevive a los extraños torbellinos que se llevaron a sus predecesores.

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Esta llamémosla «afinidad» entre algunos acusados de corrupción y los jueces que les juzgan resulta extremadamente inquietante. Francisco Camps se siente feliz de tener una relación con el presidente del Tribunal Superior de Justicia de Valencia, Juan Luis de la Rúa, que, en sus propias palabras, va más allá de la amistad. El vínculo de De la Rúa con Camps no se limita a la esfera personal, pues el juez intervino en un acto preelectoral del PP valenciano en 2007. Camps cuenta también con la ayuda y el apoyo del vicepresidente del Consejo General del Poder Judicial, Fernando De Rosa, quien se reunió con el presidente de la Generalitat Valenciana para ayudarle a perfilar una estrategia un día después de que la prensa se enterara de que Camps estaba implicado en la trama de corrupción y financiación ilegal del PP. De Rosa, que ha sido consejero de Justicia en el Gobierno valenciano, insinuó que Garzón estaba prevaricando al no abstenerse de instruir la causa.

(…)

Quizá estas «afinidades» entre políticos y jueces contribuyan a explicar el descaro de Esperanza Aguirre, quien, en un pleno parlamentario, ante las acusaciones de corrupción que le lanzaba la oposición, extendió los brazos y las manos diciendo «¡Mirad cómo tiemblo!». En ese gesto se resume la gran incógnita de la democracia española: si estamos verdaderamente en el Estado de derecho tan anhelado por nuestros liberales o si nos encontramos más bien en un Estado de derecha. Creo que a la derecha, en el fondo, le convendría, por su bien, que en España hubiera un Estado de derecho. A los socialistas, en su momento, les costó reconocerlo y estuvieron a punto de deshacerse por ello. El Partido Popular parece de momento sentirse más cómodo con el Estado de derecha, aunque suponga acabar definitivamente con sus credenciales «liberales».

Más izquierda

Una nueva lectura de los resultados electorales para el Parlamento europeo –habrá que hacer numerosas reflexiones- indica un fenómeno inicialmente oculto por el triunfo conservador y ultraderechista. Europa se ha radicalizado y, no sólo exige derechas claras, sino izquierdas auténticas.

El voto conservador ha crecido en número de países pero, salvo en Francia, ha mermado sus apoyos en cada circunscripción. El éxito de Sarkozy al frente de la UE, no debe ser ajeno a esta excepción.

Pero en la misma Francia, se asiste al espectacular aumento de los verdes de Daniel Cohn-Bendit que se sitúan como tercera fuerza política. Acabo de escuchar, al viejo y carismático líder del 68 decir que se propone formar un grupo independiente en la Eurocámara que represente una alternativa a la derecha. Gran resultado también de los verdes alemanes. En Portugal -ése discreto país que siempre nos ha marcado el camino-  los socialistas se han hundido pero han subido dos formaciones de izquierda que suman 5 escaños, la mitad que los conservadores ganadores. Dani El Rojo quiere plantear la primera batalla en lograr que Durao Barroso no sea reelegido como Presidente de la Comisión.

En los países nórdicos ha triunfado la socialdemocracia sobre los gobiernos conservadores. La izquierda escandinava es izquierda auténtica, del mismo modo que sus conservadores democráticos son derecha civilizada. En Suecia, el partido socialdemócrata –liderado por una mujer- saca 6 puntos a los liberales moderados, ahora en el Gobierno.

En España no llegan a 600.000 los votos que separan a PP de PSOE, y el PP ha perdido un escaño respecto a 2.004. Existe un nuevo reparto para España, pero es evidente que el PP no ha conservado todos sus apoyos.

Leo en El Mundo que el PSOE se propone -como autocrítica- aceptar algunas propuestas de los empresarios en la mesa de diálogo social y que, prácticamente, se arrepiente de la Ley del aborto. No da fuente alguna, no cita de quién son las declaraciones, puede ser su periodismo globo-sonda habitual. Pero haría mal Zapatero en seguir los “consejos”. Lo que la sociedad europea ha rechazado es un socialismo liberal que se distingue poco de los conservadores y cede a todas las presiones del capitalismo. Cierto que España es, en efecto, “diferent” porque leyes que aquí rasgan vestiduras por mandato de la Iglesia Católica, están en vigor en Europa y son plenamente aceptadas.

Lo que Europa no ha votado son las medias tintas. Hay dos formas de enfocar la realidad y los problemas. El egoísmo capitalista quiere preservar su propiedad y se acrecienta en tiempos de crisis. Por más que en el caso de los españoles sus propiedades sean una soga que les ata al banco. El mismo banco que sufraga los partidos políticos. No importa que la crisis la haya provocado su sistema, hay que salvar los muebles. La izquierda piensa en los más desfavorecidos, pretendiendo devolverles lo que el sistema les quitó. Un presupuesto mal empleado en opinión de la derecha.

La derecha disfraza el éxito conservador de defensa de valores. Acaba de hablar también en Euronews un lider ¡laborista! diciendo que “ha triunfado la moral y la decencia”. ¿Cuál? ¿La de Berlusconi o el checo Topolanek divirtiéndose con nenas que podrían ser sus nietas alejados de sus santas esposas? ¿La del Mayor Oreja español a quien le parece más reproblable el aborto legal –en toda Europa salvo en Malta y parcialmente en Irlanda- que el delito de abusar sexualmente de menores? ¿El de los votantes de los imputados en corrupción que, como en confesión íntima ante un cura, perdonan los pecadillos remunerados en las urnas?

Rajoy y los suyos saben sacar brillo a sus éxitos convenciendo a una mayoría desinformada de que no tienen fisuras ni matices. Y los socialistas se amedrentan. Tienen que reaccionar. Nos jugamos mucho. El resurgir de nacionalismos, fascismos y populismos en tiempos de crisis, despierta el fantasma de la guerra. Más izquierda para combatirlo, aunque España es diferente, aquí no entró la Ilustración, no lo permitió la Iglesia Católica. Dos corrientes radicales cruzan Europa, sin embargo, mientras, EEUU entierra los extremos. Un abismo económico, de desarrollo, de visión de futuro, nos separa. La anquilosada Europa se resiste a afrontar el futuro, salvo en ese germen de izquierda que crece imparable desde que el socialismo abdicó de su ideología. Y no olvidemos que la gran triunfadora de los comicios ha sido… la abstención, una mayoría que precisa ser ilusionada. O volver a estarlo. En su día lo hizo.

España, patria, himno, bandera

Hubo un tiempo en el que el himno de España traía la imagen asociada de un señor bajito y rechoncho con el brazo derecho –por supuesto- en alto y la mano abierta. Con muchos otros afines que le rodeaban en idéntica posición. Había también una sola televisión, a las emisoras de radio se les prohibía realizar información, y, sólo Radio Nacional de España emitía “el parte”, propaganda del régimen con apariencia de noticias. Los periódicos sufrían, asimismo, censura, y, por supuesto, no existía Internet.

Esa televisión única usaba un bucle para dar algunos acontecimientos, con presencia popular, en diferido más o menos ostensible, por si había protestas –que las había igualmente-. Así les daba tiempo a cortarlas.

Alguna mente preclara decidió retrotraernos al viejo sistema, silenciando las pitadas al himno nacional en la final de la Copa del Rey, que –“maldita suerte”, se lamentaban algunos, muchos- disputaban dos clubes periféricos y con vocación nacionalista. Pero el campo informativo derribó hace tiempo todas las vallas y la torpe jugada ha acabado con el gol en la propia exigua y ficticia puerta. El himno protestado –más protestado que nunca- se ha visto en todo el mundo –también más que nunca-, repetido, analizado, sacando los colores a los poco informados censores que no previeron las consecuencias de su torpe acción.

  TVE ha cesado a media mañana al director de deportes, Julián Reyes, responsabilizándole del «error humano» cometido. Le recuerdo como una de las numerosas caras que llegó a la redacción de Torrespaña en tiempos del PP. En este caso para hacese cargo del área de deportes en informativos. Debe ser un gran profesional porque ahora había llegado al puesto máximo en su especialidad: jefe de deportes de la cadena. Bien es cierto que dudo que Reyes estuviera en el control de realización durante el partido. Parece más lógico que la idea -o cadena de «errores»- partiera de algún mando intermedio.

Intento situarme en la mente de quien dio la orden de silenciar la secuencia y colocarla más tarde –sin pitada- alegando un «error humano» como explicación de la censura inicial. Y repetirlo de nuevo al final sin subsanar tampoco el tercer «error humano»: seguir sin emitir el sonido de protesta que era información.  Demasiados errores y del mismo signo para no atener más al resultado que a las explicaciones.  ¿No sabía que quien quisiera podría verlo y escucharlo igualmente y que se afearía su conducta… o no quería “herir susceptibilidades”? Conociendo el percal me inclino por la segunda explicación, con altas dosis de la primera.

Conceptos como España, patria, himno, bandera… en nuestro país enfrentan, lo que no sucede en otros. Y algunos se han trabajado a fondo esta situación. Vivimos una realidad compleja que muchos se empeñan en ignorar. Los mismos que quieren imponer los símbolos a la brava. La resolución del conflicto pasa por solventar el fondo, no tapándolo con enseñas.

Los últimos años han registrado un recrudecimiento de la exaltación de los emblemas. Esa descomunal bandera de España -21 x 14 metros- en la Plaza de Colón de Madrid que erigió Trillo en connivencia con Alvárez del Manzano.  Bono –o Gallardón que son parecidos- dejan allí la enseña. Trillo quería izarla cada mañana con una salva de fusiles.  A tanto no llegó. Y es el futbol, casualmente, el que la reivindica para España en los Campeonatos de Europa que, por una hábil propuesta publicitaria, pasa a llamarse “la roja”. Todas las ideologías se hermanaron debajo de esa bandera. Curioso tema a analizar.

Nunca ha habido en la calle tantas rojigualdas –incluso con aguilucho franquista- como en la artificial crisis de la pasada legislatura. Los actos de la derecha terminan con el himno nacional, aunque, de nuevo, Trillo lo prohibiera reservándolo para actos de Estado. En una palabra: una de las terribles dos, tres, Españas, se ha apropiado los símbolos. Sí, porque hay una tercera de la que no se habla, que no tiene nada de terrible, por cierto, sino de esperanza. La que los miró como símbolos de la democracia en la Transición porque era lo único que habían visto, dada su edad cronológica y que tambien enmarca a gentes de mentes abiertas.

A mí no me conmueve ningún trozo de tela, ni el español, ni el catalán, ni el vasco, ni siquiera el aragonés. Y prefiero para moverme el Imagine de John Lennon que el himno nacional de cualquier parte. Aunque confieso que simpatizo con La Marsellesa como tema musical vibrante, con un contenido literario un poco extremo pero reivindicativo. Y, sin embargo,  también entiendo su existencia y, por ello, los acepto de buen grado. (De hecho termino el capítulo dedicado a este asunto en mi último libro, con esto que sigo pensando):

Lo que está claro es que los símbolos lo son de una tierra y una idea. De todos los ciudadanos que la habitan y la comparten. Para identificarnos –si queremos ser identificados- para respetarlos sin demagogia como se hace en los países civilizados. Son la representación figurada de un concepto que distingue de otros. Los símbolos remarcan lo que uno es en comparación siempre con el resto. También los queremos. Como iconos de una sociedad que ha de seguir construyendo, sin la eufemísticamente llamada picaresca española, con ciudadanos que no tengan sólo memoria instantánea de pez, sin crispaciones artificiales, con educación, sin envidia ni prepotencia, con amplitud de miras.

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