España, patria, himno, bandera

Hubo un tiempo en el que el himno de España traía la imagen asociada de un señor bajito y rechoncho con el brazo derecho –por supuesto- en alto y la mano abierta. Con muchos otros afines que le rodeaban en idéntica posición. Había también una sola televisión, a las emisoras de radio se les prohibía realizar información, y, sólo Radio Nacional de España emitía “el parte”, propaganda del régimen con apariencia de noticias. Los periódicos sufrían, asimismo, censura, y, por supuesto, no existía Internet.

Esa televisión única usaba un bucle para dar algunos acontecimientos, con presencia popular, en diferido más o menos ostensible, por si había protestas –que las había igualmente-. Así les daba tiempo a cortarlas.

Alguna mente preclara decidió retrotraernos al viejo sistema, silenciando las pitadas al himno nacional en la final de la Copa del Rey, que –“maldita suerte”, se lamentaban algunos, muchos- disputaban dos clubes periféricos y con vocación nacionalista. Pero el campo informativo derribó hace tiempo todas las vallas y la torpe jugada ha acabado con el gol en la propia exigua y ficticia puerta. El himno protestado –más protestado que nunca- se ha visto en todo el mundo –también más que nunca-, repetido, analizado, sacando los colores a los poco informados censores que no previeron las consecuencias de su torpe acción.

  TVE ha cesado a media mañana al director de deportes, Julián Reyes, responsabilizándole del «error humano» cometido. Le recuerdo como una de las numerosas caras que llegó a la redacción de Torrespaña en tiempos del PP. En este caso para hacese cargo del área de deportes en informativos. Debe ser un gran profesional porque ahora había llegado al puesto máximo en su especialidad: jefe de deportes de la cadena. Bien es cierto que dudo que Reyes estuviera en el control de realización durante el partido. Parece más lógico que la idea -o cadena de «errores»- partiera de algún mando intermedio.

Intento situarme en la mente de quien dio la orden de silenciar la secuencia y colocarla más tarde –sin pitada- alegando un «error humano» como explicación de la censura inicial. Y repetirlo de nuevo al final sin subsanar tampoco el tercer «error humano»: seguir sin emitir el sonido de protesta que era información.  Demasiados errores y del mismo signo para no atener más al resultado que a las explicaciones.  ¿No sabía que quien quisiera podría verlo y escucharlo igualmente y que se afearía su conducta… o no quería “herir susceptibilidades”? Conociendo el percal me inclino por la segunda explicación, con altas dosis de la primera.

Conceptos como España, patria, himno, bandera… en nuestro país enfrentan, lo que no sucede en otros. Y algunos se han trabajado a fondo esta situación. Vivimos una realidad compleja que muchos se empeñan en ignorar. Los mismos que quieren imponer los símbolos a la brava. La resolución del conflicto pasa por solventar el fondo, no tapándolo con enseñas.

Los últimos años han registrado un recrudecimiento de la exaltación de los emblemas. Esa descomunal bandera de España -21 x 14 metros- en la Plaza de Colón de Madrid que erigió Trillo en connivencia con Alvárez del Manzano.  Bono –o Gallardón que son parecidos- dejan allí la enseña. Trillo quería izarla cada mañana con una salva de fusiles.  A tanto no llegó. Y es el futbol, casualmente, el que la reivindica para España en los Campeonatos de Europa que, por una hábil propuesta publicitaria, pasa a llamarse “la roja”. Todas las ideologías se hermanaron debajo de esa bandera. Curioso tema a analizar.

Nunca ha habido en la calle tantas rojigualdas –incluso con aguilucho franquista- como en la artificial crisis de la pasada legislatura. Los actos de la derecha terminan con el himno nacional, aunque, de nuevo, Trillo lo prohibiera reservándolo para actos de Estado. En una palabra: una de las terribles dos, tres, Españas, se ha apropiado los símbolos. Sí, porque hay una tercera de la que no se habla, que no tiene nada de terrible, por cierto, sino de esperanza. La que los miró como símbolos de la democracia en la Transición porque era lo único que habían visto, dada su edad cronológica y que tambien enmarca a gentes de mentes abiertas.

A mí no me conmueve ningún trozo de tela, ni el español, ni el catalán, ni el vasco, ni siquiera el aragonés. Y prefiero para moverme el Imagine de John Lennon que el himno nacional de cualquier parte. Aunque confieso que simpatizo con La Marsellesa como tema musical vibrante, con un contenido literario un poco extremo pero reivindicativo. Y, sin embargo,  también entiendo su existencia y, por ello, los acepto de buen grado. (De hecho termino el capítulo dedicado a este asunto en mi último libro, con esto que sigo pensando):

Lo que está claro es que los símbolos lo son de una tierra y una idea. De todos los ciudadanos que la habitan y la comparten. Para identificarnos –si queremos ser identificados- para respetarlos sin demagogia como se hace en los países civilizados. Son la representación figurada de un concepto que distingue de otros. Los símbolos remarcan lo que uno es en comparación siempre con el resto. También los queremos. Como iconos de una sociedad que ha de seguir construyendo, sin la eufemísticamente llamada picaresca española, con ciudadanos que no tengan sólo memoria instantánea de pez, sin crispaciones artificiales, con educación, sin envidia ni prepotencia, con amplitud de miras.

7 comentarios

  1. Es un tópico pero siempre me acuerdo de lo que dijo ¿Thomas Jefferson? sobre que la bandera es el trapo que usan los falsos patriotas para tapar sus vergüenzas (y a continuación me acuerdo de la letra de «Esto no es una Canción» de Victor Manuel).

  2. Jaja, E. Martin

    Y yo recuerdo también algo de una canción setentera de El loco de la vía (Rafael Amor), en la que hay una pretendida deriva etimológica (pretendida por incorrecta); era más o menos:

    «…¿Patria?, patria, patricio, patrón, patriota… !patraña! (…)
    ¿Banderas?, banderas, banderines, banderolas, vandalismo, ¡bandidos!»

    Demasiado revuelo y demasiada pretendida trascendencia política para las hinchadas de un partido de fútbol.

  3. Una rosa en mi jardín

     /  14 mayo 2009

    A mí como no me gusta el futbol; es más pienso que es, junto con la telebasura, las causantes de la ignorancia e incultura de las gente, y que sirve a los gobernantes, como a los emperadores romanos les servía el pan y circo, para tener a las masas entretenidas; me he enterado hoy de la movida.

    Coincido con la autora del artículo, y con las dos opiniones anteriores: no me gusta tampoco ni la patria, los trapos de colores ,ni los himnos guerreros que la representan. Para patria el mundo, para colores los del arco iris, el cielo, el mar, el valle y las montañas..para himnos la música y para trapos los que me pongo.

    Por otra parte, me acuerdo cuando niño de lo del «parte». En la vieja radio que había en casa (no tuvimos tv hasta que cumplí los 12 años, allá por el 74) es donde lo escuchábamos. «Niñá, pon la radio a ver lo que dice el parte» decía padre a mi madre. Fué cuando años después ( ya en Democracia) me enteré que aquella palabra que utilizaban para las noticias venía de la Guerra Civil, cuando las radios emitían los «partes» de guerra.

  4. No sé de quien es la frase pero la suscribo totalmente:

    «Todas las banderas están tan llenas de sangre y de mierda que ya es hora de no tener ninguna»

  5. josemi2009

     /  16 mayo 2009

    La verdad es que la escena no la contemplé porque no tuve oportunidad de ver el inicio de la Copa del Rey, pero que casualidad que le tocara a las aficiones que supuestamente hay más desafección a la idea de España, en la que no voy a entrar al estilo de un ferviente nacionalista español.

    Yo nací en La Rioja, pero eso es un mero accidente, porque quizá podía haber nacido en Kuala-Lumpur. me siento ciudadano de éste país y no hablo más que una lengua a pesar de que mi madre era vasca, pero en su lugar de nacimiento la lengua vasca había desaparecido desde el siglo XVIII o antes, pero todo ello de forma natural. Creo que si se han perdido señas de identidad de forma natural, deberán recuperarse de la misma manera. Artificios e imposiciones no sirven de nada.

    Deberíamos tener la mentalidad más abierta para sentir nuestras propias raíces pero no en oposición a las de nuestro vecino. Desde que los romanos estuvieron en este país no parece que hayamos avanzado mucho en sentimiento de tribu, porque en ocasiones parecemos más tribus que otra cosa así que debiéramos todos tratar de entendernos más como ciudadanos del mundo o de Europa que integrantes de tribus que hablando idiomas diferentes a los del vecino, haciendo de aquello lo importante, lo que nos separa y no lo que nos hace diferentes, pero complementarios.

    No he sido nunca excesivamente patriota, esas ideas grandilocuentes creo que se deben tener personales pero no llevarlo hasta el punto de creer en el paradigma de la patria, nada justifica que se crea que por la existencia de una patria se deba matar para lograrlo, o discriminar a otros porque no sienten lo mismos que los criterios oficiales, que dicho sea de paso no debieran existir, más que con el ánimo de reconducir comportamientos inadecuados

  6. Otra cosa es que si los aficionados de esos equipos odian tanto al Rey deberían ser un poquito coherentes y no pagar una entrada por la final de su copa. Vamos, yo por muy seguidor que fuera de, digamos, Nadal, no iria a la final de, digamos, la Copa de George Bush.

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