He buceado por los archivos de casi tres años y medio de blog. Y os enlazo un artículo por año de los tres primeros. Conviene hacer estos ejercicios de memoria para ver los matices, algunos bien curiosos. Todo se veía venir… y vino. Incluso con una virulencia terrible por no haber puesto los medios para atajar la debacle. Hoy estamos peor que el año pasado, que el anterior y el otro. Lo terrible es la evidencia de que el mañana, por este camino, se avecina catastrófico. Aún más que ya es decir. Sólo que ese futuro no es inexorable, si ¡de una vez! se hace algo eficaz.
No es liberalismo, es neofeudalismo. 28 de Marzo de 2009
Vivimos tiempos tan confusos que ya no sabemos qué sistema político y económico es el hegemónico. Nos cansamos de despotricar contra el liberalismo como causa de nuestros males actuales -también pasados y futuros- y no advertimos el cambio de régimen que se ha producido ante nuestros ojos. “El liberalismo -copio- es un sistema filosófico, económico y de acción política, que promueve las libertades civiles y el máximo límite al poder coactivo de los gobiernos sobre las personas; se opone a cualquier forma de despotismo y es la doctrina en la que se fundamentan el gobierno representativo y la democracia parlamentaria”. Prima el individualismo, la libertad, la igualdad de los ciudadanos ante la ley, y el respeto a la propiedad privada como fuente de desarrollo individual, y como derecho inalterable que debe ser salvaguardado por la ley y protegido por el Estado. Es evidente que no es lo que está sucediendo ahora, los gestores de la crisis no están siendo obligados a asumir responsabilidades y la ley del embudo es norma en el trato a unos ciudadanos y otros, apenas protege el Estado, los Estados, los derechos de los ciudadanos de a pie frente a los desmanes de los poderosos, más aún, les obliga a pagar los errores de los otros.
Los viejos liberales afrontaban las consecuencias de sus negocios. Si les salían bien, atesoraban múltiples ganancias que, por supuesto, no repartían. Pero, si fracasaban, apechugaban con sus pérdidas, se iban a la bancarrota. Ahora socializamos las pérdidas, pero no los beneficios, luego tampoco es socialismo o socialdemocracia. Sencillamente, hemos vuelto al feudalismo. Es decir, la organización social, política y económica basada en el feudo que predominó en la Europa occidental entre los siglos IX y XV. Se trataba de propiedades de terrenos cultivados principalmente por siervos (ciudadanos libres), parte de cuya producción debía ser entregada en concepto de “censo” (arriendo) al amo de las tierras -”por la gracia de Dios”-, en la mayoría de los casos un pequeño noble (señor) nominalmente leal a un rey. Gran papel de la Iglesia Católica en el invento, durante los concilios de Charroux y de Puy consagra a los prelados y señores como jefes sociales y sanciona con graves penas la desobediencia de estas normas. Los señores, a partir de ese momento, “reciben el poder de Dios” y deben procurar la paz entre ellos, pacto que deben renovar generación tras generación. En los países desarrollados, el peso decisorio de la Iglesia Católica, es, hoy, escaso, pero en España -daño añadido- es una losa de varios quintales.
Estamos ante la falsa creencia de que tomamos decisiones al votar, pero el orden social se decide en consejos de administración privados con la connivencia de los gobiernos y de otros poderes -hoy, también los potentes medios de comunicación-. Como en la Edad Media, si el señor, los señores, emprenden una campaña, y fracasan, se paga con los impuestos de los nuevos siervos, o se les recorta la paga en nuestro caso. El señor nunca pierde. Al igual que en las Cruzadas, los señores van con sus estandartes -ahora sus logos- a conquistar nuevos mercados y nuevas fuentes de financiación -catequizar infieles era la excusa-, sufragados por la plebe y, de nuevo, sin repartir beneficios. Lo que es peor, ahora les bordamos sus logos entusiasmados, consumiendo cuanto nos mandan.
“Washington concederá más ayudas a General Motors y Chrysler” -leo-. Ni el meritorio Obama cambia completamente el rumbo, ahora esto, tras prometer insuflar también un nuevo billón de dólares al sistema. Que los causantes de la crisis no estén en la cárcel, que incluso cobren sus primas pactadas como si nada pasara, casi es una anécdota. Muy ilustrativa, eso sí. Angela Merkel, la envidiable 🙂 conservadora alemana, “anticipa que la próxima reunión del G20 no resolverá la crisis” -dice que harán falta muchas más-.
Los nuevos siervos seguiremos pagando, ajustando un agujero más cada vez los cinturones. Traigo de nuevo la frase premonitoria de Josep Stiglitz, Premio Nobel de Economía, sobre las medidas que se estaban -y están- adoptando “es como poner transfusiones a alguien con hemorragia interna”. Lo único es que, como en el feudalismo, quien lucha y se desangra es el ciudadano. Nos van a hacer vivir una espantosa agonía, hasta que se convenzan de que, por este camino, no vamos a ninguna parte. Y, digo yo, algo tendremos que decir ¿no?
¿Nos comerá el lobo feroz? 2 de Agosto de 2010
Érase una vez un señor llamado Milton Friedman, pariente cercano de Adam Smith, cuyas políticas económicas irían abriéndose paso tras el crack del 29 y la Gran Depresión, que, con tan mala fortuna, había propiciado -entre otros factores- la misma doctrina que iba a imbuirle: monetarismo, neoliberalismo. Y otro señor que respondía al nombre de John Maynard Keynes, partidario de un capitalismo humano con control del Estado (un mayor intervencionismo) que después del gran fiasco económico, el consiguiente auge de los fascismos, y la guerra mundial, inspiró el “new deal” norteamericano y el “plan marshall” para la Europa destruida. Gasto público para reactivar la economía. Desde entonces hay dos formas de ver el capitalismo. Pero los Chicago Boys de Friedman (primos aventajados de sus predecesores) entraron definitivamente en acción en los setenta hasta llegar a su absoluto triunfo -por el momento- en el mundo actual.
Este cuento tan apasionante lo conocéis muchos, claro está, pero la derecha dispone de otra versión que parece enganchar más al personal. Y lo que es más asombroso, de una práctica derrochadora, nula acción sobre la creación de empleo, privatizaciones de servicios públicos esenciales que dañan las prestaciones, sin contrapartidas sociales, que contradicen absolutamente sus teorías. Y nadie se inmuta.
“Una de las ideas más dañinas que las derechas en la Unión Europea (Merkel, Sarkozy, Rajoy) están proponiendo es incluir una enmienda en la Constitución de sus países que prohíba al estado tener déficits públicos. Se argumenta que los estados tienen que comportarse como las familias y que, por lo tanto, no deben gastarse más de los que ingresan. Esta postura, ampliamente extendida en medios conservadores y neoliberales, se basa en varios errores. Uno de ellos es que desconoce el comportamiento económico de las familias. En realidad, las familias se endeudan constantemente. Muy pocas son las familias que cuando compran una vivienda o un coche, por ejemplo, pagan su coste total en efectivo. La mayoría se endeuda. Sin endeudarse, las familias no podrían mantener sus niveles de vida. Pues lo mismo ocurre con el Estado. De ahí el déficit y la deuda pública”. Así comienza un extenso artículo -”La última “boutade” económica de las derechas“- de Vicenç Navarro, Catedrático de Políticas Públicas de la Universidad Pompeu Fabra, y Profesor de Public Policy en The Johns Hopkins University y, sobre todo, otro empecinado activista en eso de clamar en el desierto.
“Pues lo mismo ocurre en el caso de los Estados”, dice Navarro. “Los estados pueden endeudarse para pagar los recortes fiscales que benefician a los ricos como ha ido ocurriendo en gran parte de los países de la UE, incluyendo España, donde las reformas fiscales regresivas han beneficiado a las rentas altas y al mundo financiero y empresarial, siendo ello una de las causas del crecimiento de la deuda pública. Esta es una deuda no productiva, pues se ha generado para proteger las rentas de los ricos. Pero los estados pueden endeudarse para invertir en infraestructuras físicas y sociales necesarias para incrementar la productividad, el crecimiento económico, la creación de empleo y el estándar de vida presente y futuro”.
Después distingue entre dos conceptos fundamentales: deuda bruta y deuda neta. El tamaño de la deuda pública no es el indicador más importante del endeudamiento público de un país, pues la única deuda de la que el estado tiene que pagar intereses es la que se llama deuda neta, es decir, la deuda pública (los bonos del Estado) que generan intereses que el Estado debe pagar a los inversores privados que la poseen. De ahí se deriva que la información más importante no es la deuda bruta (que es la que constantemente se cita), sino la deuda neta. Japón tiene una deuda bruta que representa el 225% del PIB, y en cambio tiene que pagar unos intereses de sólo un 2% (España tiene que pagar unos intereses del 3,6%), y ello como consecuencia de que la deuda neta es muy inferior a la bruta.
Nos cuenta que los Estados disponen de la posibilidad de imprimir dinero a través de sus Bancos Centrales para pagar sus deudas. Pero, oh, maravilla, el Banco Central Europeo ha cambiado recientemente su misión: “es el que imprime el dinero y lo presta a los bancos pero no a los Estados, siendo el único Banco Central entre los Bancos Centrales de las grandes economías que no tiene tal responsabilidad. Tanto el Banco Central Estadounidense (The Federal Reserve Board) como el Banco Central del Japón, o el Banco Central de Gran Bretaña, imprimen dinero que los estados utilizan para pagar sus deudas”, afirma Vicenç Navarro.
De alguna manera es la política keynesiana la que está intentando aplicar el EEUU de Obama con buenos resultados hasta el momento. Pero hoy leemos que no, que EEUU “no remonta el vuelo“. Los últimos datos cuestionan el vigor de la recuperación y azuzan el debate sobre la efectividad de los multimillonarios estímulos, nos dicen. De cualquier forma están hablando de cifras de crecimiento del 3%, que para nosotros quisiéramos en la Europa cercenada por “Bruselas” y “los mercados”. Pero buscamos la letra pequeña, las causas del problema norteamericano: la falta de recuperación en el mercado inmobiliario y la escasa concesión de créditos. Acabáramos.
Casualmente, los bancos andan reunidos por encargo del G20, muy discretamente, para ver cómo encauzan su futuro, el suyo. Juez y parte, apuestan porque su regulación sea más suave de lo pretendido: “imponer nuevas e inmediatas exigencias podría frenar la recuperación económica por la urgencia del sector para adaptarse a esas nuevas normas”, dicen algunos. Ya, si añadimos quién tiene los pisos, y quién los vende más caros, pues igual no dormimos, con este calor además. No vendría mal para oír roncar o aullar al lobo. Porque probablemente es él quien ocupa la cama.
El Acoso a Europa. 12 de Julio de 2011
Vivimos en una civilización que trata de apagar las llamas con mantas y sopletes ignorando la causa del fuego. Embobados con la luminiscencia parecemos no recordar las evidencias: una crisis provocada por algunos poderosos agentes de… “los mercados” que se salda a su favor y recrudece su estrategia. Leo hoy que los colapsos solo se daban antes en Latinoamérica y el Sudeste Asiático. Pero ha llegado la hora de Europa. ¿Cómo iba a pararse el neoliberalismo si en lugar de controlarlo se alimenta su poder? La UE, dominada por el PPE y asimilada a la causa conservadora la socialdemocracia, es –además de un ente de flagrante ineficacia- el mejor instrumento para que los especuladores campen a sus anchas. Por vocación neoliberal. Es lo que votaron los ciudadanos ¿O no sabían lo que hacían? Decreta “ajustes” (a los ciudadanos, por supuesto) que no funcionan. No funcionan tampoco los rescates. Los hechos son tozudos ¿dónde está la creación de empleo prometida tras apretar la soga? ¿Dónde el crédito?
Premios Nóbel como Stiglitz y Krugman se desgañitan avisando de que ése no es el camino. Solo para los “mercados” resulta rentable. El nerviosismo de los “mercados” se calma con tilas varias. Pero estamos en manos de políticos sumisos que les ruegan piedad, secundados por muchos ciudadanos educados en el temor. Claro que hay otro sistema posible: tomar las riendas. Control al poder financiero como prometió hacer y no hizo el G20. Impuestos para todos –que no se pagan igual-. Supresión de los paraísos fiscales. Revisión de las deudas que la sociedad no suscribió. Una agencia de calificación europea independiente y no como las tres glorias norteamericanas que sufragan los clientes y a ellos sirven. Culpables de la crisis como comprobó la comisión FCIC estadounidense. Ese dato y un análisis de la deuda aquí. ¿Cómo se puede tolerar, en definitiva, que por cumplir con los bancos alemanes, franceses, etc se exprima a toda la población de países enteros?
Lo he escrito en el debate de El País. El enlace es del blog de mi querida amiga Angels, a la sazón catedrática de economía.
Por cierto, la sesión ha abierto con acoso sin cuartel a la deuda española, que sobrepasa a las 10.00 los 370 puntos, como 100 puntos más de su récord anterior. Casi un tercio.
