Déjeme Vd. en paz, estoy saturado

¿Que científicos de la NASA van a anunciar que hay vida extraterrestre? Déjeme Vd en paz, estoy saturado. ¿Que no era vida extraterrestre sino una bacteria rara en aguas de nuestro propio planeta? Pues vaya birria. Para quienes amamos la información, sabedores de su importancia vital para ser ciudadanos con criterio, estos días son, gracias a las revelaciones de wikileaks un festín. Las críticas llueven incluso de periodistas. “Son demasiados impactos, la gente se cansará -¿yo me canso?-“. “Total no dicen nada nuevo, ya lo sabíamos”. “¿Alguien pensaba que la diplomacia y el mundo funcionan de otra manera?”. La facción entusiasta les argumenta: “El hecho de que las élites de poder (e incluso cierta prensa) estén reaccionando violentamente parece confirmar que la teoría política del hacker australiano (Assange) es correcta, y que los poderes fácticos se sienten verdaderamente amenazados”, resume Pepe Cervera. Así es. Enemigo público número 1, políticos que quieren matarle por su “justicia” expedita, el portal boicoteado.

Wikileaks nos ha contado, en cables con el sello de las embajadas estadounidenses, como poco la corrupción que impera en muchos países, en muchos gobiernos, sus miserables servidumbres. Pero es que, además, los medios traen más noticias, vaya por dios. Vamos a ver que, concretamente en España, son nefastas. Como los tres millones de euros que se embolsó la trama Gürtel, vinculada al PP salvador, solo con la visita del Papa a Valencia. De nuestro dinero, del que yo misma necesito, sin ir más lejos.  Y este chico,  Zapatero, abdicando de su ideología si alguna vez la tuvo, junto a todos los socialistas con responsabilidades públicas que se refugian en el “sentido de Estado” para privatizar empresas muy rentables -obteniendo el pan de hoy y el hambre para mañana- y quitar 426 euros a los parados de larga duración. Pues no,  cuando se incumple un programa hay que dimitir. Y dejar paso a la derecha titular, afín absoluta de los mercados, para que la ciudadanía desinformada sepa lo que vale un peine.

¿Y el PP? Nada, que Aznar dijo que igual si la cosa se pone muy fea vuelve a la política para salvarnos. Que no le gusta Rajoy, su elegido. Y Gallardón, el amado dilapidador de dinero público, se postula para sustituirle. ¿Y Aguirre? De ella y sus obras hablo al final del texto.

Tanto a los políticos como a la audiencia, le sobran ya los 26.000 parados más del último recuento. Los cuatro millones, o así, oficiales. Lo mejor sería meterlos en una bolsa o en una balsa, librarnos de ellos e iniciar un nuevo punto de partida ahora que parece que, una pizca y por unos días, hemos tranquilizado a los mercados. Son tan molestos. Un auténtico lastre.

¿No es esencial la información? Ah, pero es que «es demasiada». «Yo de esas cosas no entiendo, no me interesan, quiero divetirme. De mi vida y mi futuro… no entiendo». Tampoco lo hacen los telediarios, la fuente donde bebe una mayoría votante. La jugada de Zapatero para dar negocio y poder a sus amigos a costa de la televisión pública, ha acabado en fiasco. Cuatro y La Sexta –sus apuestas- desaparecen engullidas por las clásicas: Antena 3 y Telecinco. Sus informativos, cargados de sucesos y banalidades, son programas de entretenimiento para masoquistas morbosos. Y TVE, especialmente en el TD2, el reino de Poncio Pilatos.

Si ante todo lo que está sucediendo y se está revelando, presenta a la audiencia: “Éste dice que ha ocurrido esto, pero el otro, el implicado, contesta que no y, yo que soy la repera de objetiva, no les doy ni un dato para que tengan una base como es la obligación del periodista”. Y a ver que opina el PP que tiene que salir todos los días. Y ponemos a Llamazares un cachito que parece que tiene una opinión “como diferente”. Y si alguna vez nos mojamos que sea para mostrar una gracieta como esta parábola neoliberal:

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Ay, pero los medios conservadores, apartados de la tarta de wikileaks, la ultracaverna cuyas cadenas de televisión propició fundamentalmente la imprescindible Esperanza Aguirre que aguarda su momento para vender hasta el suelo bajo nuestros zapatos, son bastante menos «objetivos«. Uno de sus mejores amigos y protegidos, Federico Jiménez Losantos pide hoy en El Mundo, de Pedro J. Ramírez un golpe de Estado. Lo hace mucho, pero parece que ahora nos pilla un poco más enfadados. Y, además, estamos en grave peligro de “rescate” en cuanto los mercados vuelvan a “intranquilizarse”. La inefable «bienpagá«, Cospedal, declara también en El Mundo: “Con este Gobierno, la democracia está en peligro”. ¿Peligro? Hay que actuar. La solución la tiene alguna otra bacteria con cianuro:

Escribe Jiménez Losantos (en El Mundo de Pedro J, ya digo y mentando la cuando menos oscura jugada de la Zarzuela):

“España está tan horriblemente mal que cualquier remedio, venga de donde venga y llegue hasta donde llegue, es bienvenido. Sin embargo, lo que tenemos, por encima de esta crisis económica que nos puede llevar en un par de meses a la suspensión de pagos es una auténtica crisis de régimen, que debe ser abordada como tal y cuyo único remedio es el que los grandes empresarios y amigos del Rey han elevado a su consideración, seguramente porque lo había pedido”

(…)

Pese al descrédito del concepto, que recuerda las vísperas del 23-F, España necesita mucho más que el entonces famoso «golpe de timón» de Tarradellas y el «Gobierno de gestión» que aborde las reformas económicas e institucionales que nunca hará un candidato electoral. Con un gobierno presidido por un independiente que forme un gabinete de emergencia y unidad nacional -con Mas a prudente distancia-, España podría atisbar alguna posibilidad de salvación en 2012. En una campaña electoral de dos años es rigurosamente imposible. La suspensión de pagos impondrá soluciones de emergencia. Hagámoslas antes de que nos las hagan”.

 

¿Dónde están los periodistas?

Manel Fontdevila en Público

Manel Fontdevila en Público

¿Es obligatorio llenar los informativos de todos los medios con lo que ha dicho éste y le ha contestado el otro, con lo que aquél ha replicado y la respuesta del segundo? Al parecer, si, porque hoy en el periodismo reina la «equidistancia», término del que ya hemos hablado repetidas veces por todos los cauces. Se trata de dar cuotas a los partidos lo mismo que se hace en la charcutería: 100 gramos de jamón de York para el PSOE, otros 100 gramos para el PP. Echemos una propinita al PP para que no parezcamos tendenciosos -un espíritu crítico me ha preguntado si los teclados de los ordenadores de las redacciones no tienen desgastada la letra «P»- . Y a IU, por ejemplo, y los partidos minoritarios, les obsequiamos de vez en cuando con alguna tapita si procede, si no va muy larga la «noticia».

Leo y escucho a ciudadanos concienciados y extremadamente hartos preguntarse ante tantos atropellos como estamos viviendo ¿dónde están los periodistas? Aún siendo la de periodista, con la de juez, la profesión menos valorada por los españoles, se ve que aún esperan que alguno despierte. Los hay que lo intentan -incluso con uñas y dientes-, pero -como viene sucediendo en tantos aspectos esenciales- no disponen de cauces mayoritarios de comunicación. También pervive en la sociedad la creencia de que la denuncia periodística cambiará algo. Y -nota al margen- me parece que ya no corren tampoco tiempos de Watergates, que casi nadie se inmuta por más suciedad que contemplemos.

¿Qué le aporta al ciudadano escuchar hasta la saciedad que Rajoy dice, Zapatero dice -como refleja magistralmente la viñeta de Fontdevila-, o Pepe Blanco o Pajín, o Soraya, o De Cospedal, o Trillo, o Aguirre o quien sea?

Incluso grandes periodistas, compañeros de nuevas fatigas, se muestran entusiasmados con la tendencia «equidistante» del periodismo. Las causas básicas del problemas son varias: poco trabajo de las redacciones en la superficie -es más cómodo cortar y pegar, repetir lo que dicen otros- y un deseo mundial de desinformar, tejido desde los poderes, para disponer de ciudadanos más dóciles, manejables y amantes del consumo -la publicidad, el negocio, es lo que manda-.

Pero hay muchas excepciones. Unas entradas más abajo podéis escuchar la entrevista de un periodista sueco al Abad del Valle de los Caídos ¡qué poco se ve eso en España!: preguntar sin complejos, ni cuotas, repreguntar hasta extenuar al entrevistado para que dé la respuesta real. La BBC británica tiene brillantes ejemplos de poderosos acorralados por el periodista que terminan diciendo lo que no quieren decir: la verdad. Hasta en EEUU los moderadores de los debates presidenciales intervienen y puntualizan lo que declaran los candidatos. Aquí son invitados de piedra, que siguen el guión marcado por los partidos, en contenidos, en tiempos… y que ¡encima! se muestran muy ufanos de haber logrado que los políticos hablen ante ellos. ¿Qué hablan? Yo digo, tú dices, pues tu más, y los trajes de Camps y la antidiluviana Filesa, y mis cifras son éstas, pues las mías son estas otras y tú no tienes ni idea. Perdón, Vd. o su señoría. ¿Eso informa a la sociedad? Y encima con cupos acordes con los votos obtenidos.

El ciudadano no tiene por regla general tanta información como debería tener el periodista. La mayor parte de las diatribas partidistas se resuelven con datos, con trabajo. «Su política económica es nefasta», veámoslo con las cifras que aporta el periodista. Si el político miente -y lo hace a menudo- tiremos de datos y hemerotecas. Trabajemos. Por ejemplo, se juzga «equidistantemente» la responsabilidad de Zapatero en Filesa y la de Rajoy en la invasión de Iraq. Cuando Filesa, Zapatero apenas era militante del PSOE, Rajoy vicepresidía el gobierno que suscribió el ataque a Iraq. Pero de un lado tenemos a becarios y asimilados, mal pagados y mal acostumbrados, que no se molestan en hincar el codo, muy mal preparados también. Y del otro, a periodistas altamente aposentados, a menudo con una profunda confraternización con políticos de uno y otro signo, e instalados en grandes grupos económicos de la comunicación cuyo primer objetivo es también ganar dinero. ¿Por qué los poderes del Estado que no funcionan, políticos, jueces, prensa, habitan en torres de marfil tan lejos de los problemas de los ciudadanos? Porque ellos viven como dios y no les afecta, ni siquiera lo entienden. A ver qué va a entender un diputado con tres sueldos de vértigo qué es no llegar a fin de mes.

Empecé mi carrera profesional en tiempos difíciles, a la caída del franquismo, quizás eso me ha influido. Se abrió una puerta y entró una gran bocanada de aire. Ladislao Azcona, Eduardo Sotillos y Pedro Macías -desde muy distintas posturas ideológicas- eran quienes me encargaban noticias en mi humilde puesto de corresponsal de TVE en Aragón. Los tres sin faltar uno mantenían esta consigna: «dame la noticia y si por algo interviene un ministro, ponlo al final y corto». Lo importante es la noticia. Ése es el periodismo que yo aprendí.

Pero ahora también vivimos tiempos difíciles, y sigue siendo la noticia lo único importante. Dejémonos de paquetitos de mortadela -porque ya no son ni jamón de york- y contemos lo que pasa sin cuotas. Habrá días que será más interesante para la audiencia una declaración que otra. Ah, que protestarán los políticos y dirán que el periodista es tendencioso por no haber cortado sus gramos de embutido. ¿Son ellos quienes deciden la información? ¿Mandan los políticos en la información?

   Habría que dejar descansar a los ciudadanos de esas declaraciones tan interesadas, y, sobre todo, tan poco interesantes, tan tediosas, tan mediocres, tan desinformadoras. A ver qué gran medio se apunta a la tarea. No lo veremos. En otros países lo hacen, por eso sus ciudadanos tienen criterio. Aquí no parece interesar ni siquiera a la mayoría de los periodistas. Al menos, no colaboraremos con la «equidistancia» desinformadora, rebusquemos para encontrar nuestro espíritu crítico. Sin periodismo crítico no existe la información y la sociedad va a la deriva. Y unos cuantos de aprovechan de ella.

Actualización 23.00 Alguien está intentando otra forma de hacer política y contar con la sociedad, convertirla en actora, defender la auténtica comunicación, desafiar -de alguna manera- al sistema. Es una gran esperanza.

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