Déjenme que les cuente algo importante sobre los Reyes Magos

Les confieso que tengo buena mano con los Reyes Magos. Aposté por ellos desde la lógica y eso los seres de ficción lo agradecen doblemente. Ese día en el que –ya en el colegio- el rumor se hace insistente y asegura que «los reyes magos son los padres», opuse que yo creía que no. Mi argumento fundamental era que no había dinero en casa para tal gasto año tras año, incluso para traerme regalos que ni siquiera había pedido. Así que unas navidades mis progenitores terminaron confesando. Una de las primeras sorpresas poco agradables de la vida.

Ni sé cómo logran ahora los niños engullir tanta cabalgata diferente y simultánea, tanta imagen en la tele de mayores comprando juguetes, sin hacer la mínima deducción. La mayoría vienen muy espabilados. Sin contar la afición de esta serie de señores –desde Santa Claus a Melchor, Gaspar y Baltasar, más sus pajes- a entrar por las ventanas de las casas en plena noche tal como están las cosas. Y para dejar regalos, no para saquearlas. No me negarán que estos contrasentidos chirrían mucho. Igual viene de ahí la tolerancia al robo de lo público en España, eclipsado por los envoltorios de colores de unos presentes que en realidad han sido pagados por los obsequiados.

La fiesta del 6 de enero viene siendo un campo de batalla desde que en algunos ayuntamientos se impusieran mayorías progresistas. Hubo unos cuantos millones de ciudadanos que quisieron probar gestores diferentes a los que lo hacían siempre. En Madrid, eligieron a Manuela Carmena, un cambio drástico respecto a Ana Botella, la que vendió viviendas sociales a fondos buitre y se gastó un pastizal en intentar que los deportistas olímpicos viniesen, básicamente, a tomar una relaxing cup of coffee en la Plaza Mayor, por no entrar en más detalles. A Carmena ya se lo dijeron: «no se lo perdonarían jamás». ¿Los trajes de la cabalgata? No, cualquier cosa que hiciera.

Mi experiencia, como la de muchos de ustedes, constata que los Reyes Magos son poco exactos al cumplir los pedidos que reciben: eligen algunos de la lista y añaden otros que igual estaban de oferta. Sea como sea, conviene ser precisos y razonables en describir lo que se quiere. Para entendernos: «la paz del mundo» no se puede pedir. Se trata de buscar cimientos o caminos que conduzcan a nuestros objetivos. Lo de enseñar a pescar en lugar de dar un par de peces, que era bien sensato. Vean que me estoy aproximando a las tradiciones tan de moda en esta España del siglo XXI que no lo parece. Precisamente, sería deseable que –repartiendo el presupuesto- hubiera dos cabalgatas. Una, con Reyes Magos vestidos de turcos medievales, hombres los tres, uno de ellos negro aunque pintado con betún, acompañados de personajes bíblicos como Darth Vader y Bob Esponja. Y otra cabalgata para personas normales que les preocupen problemas reales a los que buscan soluciones reales y  una felicidad, siquiera bienestar, no basada en aplastar a alguien. Ya tenemos pues una petición. Seguirían armando gresca, pero al menos se verían más claras sus motivaciones.

El procedimiento podría ser útil para aislar a los reyes del trinque, los magos de la estulticia, la mentira y la manipulación. Aislar, evidenciar, dejar al desnudo cómo son, a ver si alguno recapacita y los abducidos espabilan. Porque con ellos viene todo un paquete añorante de un tiempo que nos succiona hacia atrás. Basta ya de mordazas, autoritarismos, telediarios, radios y periódicos llenos de promos y estómagos agradecidos. Los logros son como las cerezas de mi tierra que, según dicen,  si tiras de una, salen todas ellas.

No puedo evitar, por tanto, aunque engrose la lista, requerir trabajo, casa, comida, sanidad, escuela, luz, calor para el frío, varios de ellos son derechos constitucionales.  Pedir justicia, decencia, cordura, solidaridad; cuidado especial para los vulnerables, para los niños, los ancianos, las mujeres solas, los hombres solos.

Pido que saquen a los niños de las cocinas de la competición y los metan en el juego de preparar platos con sus padres. Y en el de crecer con fundamento. Pido que se preocupen de su futuro que lo tiene fastidiado, que les enseñen, les estimulen, les quieran, les digan la verdad y les faciliten el derecho a la fantasía.

Inaplazable, acabar con la aberración aceptada que nos coloca a las mujeres como ciudadanas de segunda. Para uso y abuso. Hay un día en el que te enteras de qué implica ser mujer, de tu lugar en las coordenadas del mundo y entiendes que no te ha tocado la parte más favorable. Pero, superadas algunas dificultades, llega otro día en que el ser mujer te llena del máximo orgullo y te aporta una fuerza poderosa. No es una conquista consolidada y obligará a seguir luchando para mantenerla y extenderla, pero sientes que vale la pena. Logremos que no nos lo pongan tan duro.

Hay que pedir que los políticos en, larga ya, prisión preventiva por hacer política, salgan a la calle y regresen a su casa. Que quienes insisten en amarrarles los grilletes desde León, Alpedrete o Huelva, por poner un caso, reflexionen sobre los delitos que se les imputan. No deja de sorprenderme esa pasión por la unidad de España, cuando Mallorca es prácticamente alemana sin que nadie diga nada. Indica que tienen un patriotismo de territorio, no de personas. Nuevos tiempos, nuevas fórmulas, reformas legales y constitucionales. Es lo que hace falta.

Nuestra vida presente y futura cambiaría notablemente si Rajoy y su PP no estuvieran en el gobierno. A ver si conseguimos que Melchor, Gaspar, Baltasar, Pedro siquiera o cualquier otro, cuenten por qué partidos que se dicen progresistas siguen manteniendo a este presidente en el cargo. Canta mucho y no precisamente la Traviata.

Ruego que dejen de darnos recetas de comidas con ajo y más ajo o de emplatados con una serpentina de color verde o marrón a los lados. Que dejen de hablar de la teta de Sabrina y de los ejércitos de tuiteros. De establecer las bases del futuro comprando lotería. Un amigo me pide que añada la caspa, que se lleven la caspa. Y una amiga que nos traigan volquetes de inteligencia.  Mis interlocutores más jóvenes solo piden a los Reyes que abdiquen. Pero eso, en este caso, que estoy ya a punto de contarles, no puede ser. 

Que no me falte la música ni los colores del verde en parques y campos ni el mar. Ni el mar, ni el mar. Las personas que logran hacer la vida mejor. Los afectos sinceros se presuponen, a salvo de sorpresas.

Vendrían bien, siempre que se precise, recambios para las piezas averiadas del cuerpo, y en ello se afana la investigación si no le siguen aplicando recortes. Y aguardar con esperanza que otros dolores no sean tan intensos que nos rompan. Se cumple aniversario de Albert Camus, premio nobel de Literatura de cuando eso importaba. «Bendito el corazón que se puede doblar porque nunca se romperá», escribió. Pues eso, pero mejor que no lo tuerzan demasiado. No estaría de más pedir a los reyes magos que los corazones duros y secos se caigan por su peso y sus dueños se retiren a buscar los pedazos por el suelo. Indefinidamente.

A los Reyes Magos se les escriben cartas. Yo escribo dos por semana aquí, en la Zona Crítica de eldiario.es, y mando abundantes telegramas en Twitter, algo menos en Facebook. Y sé que son recibidos y leídos pero con una eficacia necesariamente limitada. Porque todavía hay muchos ciudadanos que discuten de las Cabalgatas a brazo partido en un país con el 40% de paro juvenil, el 90% de los nuevos contratos, temporales y parciales y copando el récord europeo en desigualdad. Porque aún hay muchas personas que se empeñan en creer en entelequias y fantasías. En venerables ancianos que entran por las ventanas de noche o en gobernantes mezquinos que cumplen lo que prometen. Es hora de entender que los Reyes Magos somos nosotros. Sin ser ni reyes, ni magos, ni hombres inexcusablemente, sabemos -como hicieron mis padres  e hicimos nosotros con nuestros hijos- llenar de ilusión la mañana del 6 de enero y muchas más. Aunque haya que quitar recursos de otro agujero por tapar o exprimir al máximo la imaginación. Por eso no podemos dimitir. Sería dimitir de nosotros mismos, como han hecho tantos ciudadanos.

Nos faltan más manos, mayor convencimiento y coraje. Solo con que piensen en qué creen los amantes de las tradiciones excluyentes encontrarán las razones para defender los logros posibles.

Sube uso de las víctimas del terrorismo, se mantiene Venezuela

Es como un termómetro que permite en España detectar el volumen de pufos del poder a tapar. Hoy, la utilización de las víctimas del terrorismo se mantiene en máximos, baja algo Venezuela y sube Catalunya. Tema eterno que proporciona exaltación y votos con un mínimo esfuerzo. En realidad, los tres, en su conveniente dosis y combinación, les dan mucho mucho juego.

Ahora el filón del terrorismo, de sus víctimas, se abre de nuevo. Y alguien debería explicar qué es diferente hoy a hace 10 años, en el primer gran aniversario. El PP –que utilizó el nombre de Miguel Ángel Blanco para financiarse ilegalmente con la Gürtel, según la policía– pasa lista de adhesiones a la figura del concejal de su partido asesinado por ETA en 1997. Se atreve a cargar de gruesos insultos a la alcaldesa de Madrid, Manuela Carmena, porque pretendía organizar un acto conjunto con las víctimas del terrorismo, sin hacer distinciones. Al final cedió, parcialmente, en la pancarta que le exigían, le tienen bien pillado el punto. Pero eso no le ha evitado abucheos de las huestes aleccionadas. Cifuentes, presidenta de Madrid, la primera en azuzarlas, hoy los rechaza. El PP no tiene el menor escrúpulo en seguir utilizando lo más venerable para sus fines. Y su largo brazo mediático machaca de la mañana a la noche con el mensaje.

El PP ha dispuesto de 20 años para hacer homenajes a Miguel Ángel Blanco y pedir declaraciones institucionales del Congreso, pero da la impresión de que es hoy cuando tiene perfectamente estructurado el dispositivo de control y propaganda. En aquellos días de julio, millones de personas sosteníamos a Miguel Ángel Blanco deteniendo las pistolas con pasión… y nos lo mataron. Fue desolador. Aquella unidad pareció el principio de algo distinto en España, no fue así.

Hace 10 años, el recuerdo fue limitado, muy limitado. La AVT (Asociación de Víctimas del Terrorismo) colocó un gran mural en la plaza de Colón de Madrid y hablaron la hermana de Miguel Ángel Blanco, el entonces alcalde Ruiz Gallardón y Ángel Acebes, éste de ETA, siempre de ETA, solo de ETA. El Rey Juan Carlos y Mariano Rajoy hicieron declaraciones en sendos actos en los que participaban sin relación con el hecho. Poco más.

Rajoy cargó duramente contra « la política antiterrorista de Zapatero» como solía ser su costumbre, incluso de forma presencial en manifestaciones de protesta. Rajoy consideró «milagroso» que, «en medio de la confusión generada, la Guardia Civil y la Policía Nacional conserven su capacidad operativa», dijo. Dando puntadas hacia sus objetivos cada vez que coge aguja e hilo. Hoy, imputados de su partido critican duramente a la Guardia Civil por investigar sus corrupciones.

En Informe Semanal de TVE hicimos un reportaje sobre el terreno. Ermua resultó ser un pueblo plagado de gente en las calles disfrutando de la vida, tantas como pocas veces he visto en España. Lo angosto del enclave, encajonado en la montaña, acentuaba la sensación. Todavía los políticos que entrevisté llevaban escolta por estar amenazados por ETA, literal o tácitamente. Se lamentaban de lo efímero que fue el espíritu de Ermua. La sensación de que la pesadilla terrorista nunca acabaría se notaba como una losa que parecía desbaratar toda salida. Los vecinos decían que Ermua no era un pueblo conflictivo y no sentían sensación de peligro. «Otra cosa son los políticos», comentaban.

ETA dejó de matar, gracias precisamente «a la política antiterrorista de Zapatero», y el País Vasco –también «los políticos»– disfruta de una manera de normalidad de la que careció en décadas. Con las gruesas huellas del dolor, sin duda.

No hay derecho a la campaña del PP y sus colaboradores mediáticos, que no periodistas en ejercicio. Ni a esta campaña ni a la que vuelve a copar las cabeceras de los informativos desde que el opositor al gobierno de Maduro en Venezuela Leopoldo López haya salido de la cárcel para quedar en arresto domiciliario.

Los textos de sociología, ciencia política y periodismo estudiarán en su día el descomunal montaje que las élites españolas han hecho con Venezuela y Podemos. Las élites tan poco ejemplares, por cierto. Un éxito, ya no hay vuelta atrás. Millones de personas, poco exigentes con el hábito de reflexionar, reaccionan al reclamo de Venezuela como el perro de Pavlov para asociarla a Podemos. Para asociar los desmanes que allí suceden ahora, atribuidos todos a Maduro aunque la aclamada oposición haya incluso quemado chavistas vivos. Un éxito la campaña de Venezuela, sí. Con la colaboración entusiasta de ciudadanos incapaces de percibir cómo por la misma vía y sonda les meten lo que quieran.

Es intolerable la frivolidad con la que se aborda el tema. Los disturbios, el número de muertos y heridos de ambos bandos, merecían rigor informativo. Contemplar la trayectoria real de un país al que el petróleo y numerosos dirigentes probadamente corruptos fueron sumiendo en el caos. Poco se informaba de ello. El problema surgió cuando el chavismo alteró algunos negocios. Las crónicas del golpe contra Chávez muestran asesorías de altura y que no suelen mencionarse. De verdadera potencia. Ahí quedan, con todas las reservas obligadas al hablar de Venezuela, pero no deja de ser curioso el silencio en torno a aquellos hechos. Se precisaría un filtro considerable para obtener información sin contaminar. De cualquier modo pocos dirigentes parecen santos canonizables en los altares de la más estricta democracia, y la desmesura de la derecha opositora –tan apoyada desde el exterior– augura días tenebrosos.

La desvergüenza española ha quedado más descarada, si cabe, por las noticias de estos días. Mosul, la segunda ciudad de Irak, ha sido oficialmente liberada de ISIS, aunque será muy costosa la recuperación de una sociedad acribillada por los contendientes. TurquÍa asistía a una multitudinaria protesta contra «el gobierno autoritario de Erdogan» tras una marcha por la justicia que se inició en Ankara hace un mes. Con la excusa del presunto golpe de Estado que sufrió, Erdogan ha detenido o purgado a decenas de miles de funcionarios, profesores, juristas, periodistas, escritores, intelectuales. Lo último había sido la detención de la presidenta de Amnistía Internacional en Turquía y otros siete trabajadores por los Derechos Humanos. Hacía falta mucho valor para salir así a la calle, y lo han pagado con más detenciones.

Ni se ha informado de estos hechos y otros similares con la entidad que merecen, ni los hipócritas habituales han expresado críticas y condenas como hacen con Venezuela. Ahí andan los Rivera y los González y las portavocías del PP. Hasta Gallardón. Volvemos a encontrar al antiguo alcalde de Madrid, investigado por sobrecostes en la M30. «Si alguien quiere saber qué significaría un Gobierno de Podemos sólo tiene que mirar a Venezuela», declara por si alguien no había pillado la indirecta de sus colegas. Se da el caso de que el opositor López lo ha elegido como abogado. Al Gallardón que hace nada enterró a su suegro rodeado de brazos fascistas en alto y cantando el Cara al sol.

No se informa del destrozo de la sanidad pública que prevé nuevos recortes en el plan de estabilidad al que los socios políticos del PP prestan apoyo. Ni de la política real de Rajoy –desempleo, paro, prestaciones, pensiones, impuestos, gasto social–. Aconsejo leer el análisis del periodista Joaquín Estefanía con datos demoledores. En su lugar se vender una recuperación y una normalidad democrática que queda desdibujada frente a la realidad. Ni la corrupción, ni las leyes represoras, ni la manipulación, son anécdotas.

Un día tendremos que hablar a fondo de las «buenas personas» que sustentan este tinglado. Pero lo que está llegando a extremos extraordinarios es el papel de los medios que actúan de soporte. Llega un momento en el que resultan sospechosas cada una de las noticias de los telediarios y múltiples titulares. Es como si se vieran las cuerdas que los mueven. No digamos ya de las tertulias con intervinientes tocados o tiznados por completo. Y tiene consecuencias.

«Sostiene Pereira», en la memorable novela histórica de Antonio Tabucchi, ambientada en la Lisboa de 1938, que llega un momento en el que la tibieza y el conformismo incomodan y hay que publicar la verdad que en su barbarie nos salpica. Siquiera para no terminar escribiendo una única necrológica posible –la especialidad de Pereira–: la necrológica de los valores.

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