Las lecciones del Muro

Empiezo a pensar que nos aqueja una sobredosis de Muro. El histórico acontecimiento se ha convertido en un consumible más que en pocas horas regresará a la historia. No sé qué quedará de los sesudos análisis –los menos- que buscan conclusiones para sustentar cambios de presente y un mejor futuro. Sospecho que, en la dinámica actual, serán barridos por nuevos titulares del espectáculo. Sería deseable que no dejáramos la efeméride en el cajón cerrado de la nostalgia, porque somos hijos de nuestra trayectoria, todo parte de algo que explica sus porqués y anticipa el futuro.

Como en los grandes hitos, todo el mundo tiene una historia que contar de aquella noche del 9 de Noviembre de hace 20 años, según he podido comprobar. La mía fue excepcional -y pocas veces se puede aplicar con más precisión ese calificativo-, pero intentaré resaltar sólo los matices significativos.

visado

Este visado nos habla de un Berlín cerrado, difícil de entender hoy. Llegamos en la noche del 8 de Noviembre. Al frente de un equipo de Informe Semanal, decidí residir en el lado Este del Muro para poder pulsar la vida de la ciudad, su rebeldía que nos había llevado allí, y contarlo aquel mismo sábado, día de emisión del programa. Un opíparo desayuno en el hotel –hasta con frutas tropicales- saludó la mañana. Era lo que se reservaba a los turistas. Por eso resultó tan contradictorio llegar a la calle y ver que todo lo que se ofrecía al ciudadano berlinés eran coles. Largas horas pateando las calles mostraban el mismo paisaje de carencias, y una sola queja en la población: la falta de libertad. Especialmente, para viajar. Las modélicas manifestaciones de protesta les habían dado fuerza. Alemanes y comunistas, no tenían inconveniente sin embargo en responder, más aún se agolpaban ante el micrófono abierto para iniciar nuevos debates en corrillos, casi olvidados ya de nuestra presencia. Muchos habían huido, pero los que se quedaron afirmaban que los cambios se producen desde dentro, y que el patriotismo es impulsarlos.

La suerte nos alumbró sin cesar. Tras la famosa rueda de prensa de Schabowski que, por error, anuncia la apertura de fronteras, y a la que llegamos, asombrosamente, por indicación del Presidente Egon Krentz, nos encontramos por pura casualidad en el Puente de Bornholmer, a la hora oportuna. No es cierto, como escucho en algunas crónicas, que allí hubiera centenares de personas presionando, estaban en otro paso fronterizo cerrado cuando ya había aabierto Bornholmer. La realidad a veces es menos brillante de lo quisieran algunos periodistas. Ni tampoco que hubiera cuatro equipos de TVE en Berlín. Al día siguiente no solo llegaron 3 más, puede que fueran 300.

Está probado que las autoridades de la RDA no tenían intención alguna de derribar el muro, sino de agilizar las normas, aligerar un poco la presión, y ni en sueños pensaban hacerlo aquella noche, nadie dio instrucciones a la cadena de mando. Medio centenar de pacíficos ciudadanos preguntando, una insólita cámara de televisión –la nuestra-, quizás el hartazgo de tanto caos, llevo al jefe del puesto a decir: abran la puerta. Y eso fue todo. La libertad, convertida ya en caudal incontenible, tumbó el muro.

Personalmente, sufrí, sufrimos varios miembros del equipo, a partir del día siguiente, una pesadilla que ha llegado la hora de olvidar. Al menos, y con veinte años de retraso, se ha reconocido que estuvimos allí, se ha contado la verdad, parte esencial como concepto para cimentar el futuro y asentar el pasado.

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Puente de Bornholmer, 20 años después. Foto: Patricia Sevilla

Este verano regresé al puente de Bornholmer, sin vestigio alguno del pasado. Sólo la placa que certifica que allí se abrió el Muro. Y me hubiera gustado volver ahora con un micrófono y una cámara para tejer una historia que partió de allí. Estos días he descubierto aún más compañeros que creo mantendrán vivo el periodismo imprescindible. No son la mayoría. Buena parte de ellos solo parecen preocupados por su estabilidad profesional. Tienen razón, no corren buenos tiempos. Pero, quizás, es que hay demasiados periodistas, demasiados medios, igual que existen demasiadas fábricas de coches, demasiadas inmobiliarias, demasiadas ofertas de consumo.

En un año Berlín oriental se llenó de tiendas y productos… que sus sueldos no podían pagar. El ansía de libertad se tornó en desesperada búsqueda de dinero. El comunismo era el reparto más o menos equitativo de la pobreza –con todas las necesidades básicas cubiertas-; el libre mercado, la distribución desigual de la injusticia, generando necesidades y frustración, con muertos – literales- de hambre.

Con el Muro cayó la izquierda europea, perdiendo votantes en cascada, aunque en modo alguno compartiera sus métodos. El capitalismo se engrosó sin freno, imantando a un socialismo acomplejado. El sistema da muestras evidentes de quiebra, pero ahí seguimos, sujetos al apetito cada vez más voraz de quienes rigen el mundo en Consejos de Administración privados. Se ha inventado una tercera vía: China, la dictadura capitalista… contra los trabajadores, que impregna las relaciones laborales en todo el mundo.

Todos nos unimos aquella noche de 1989 a los alemanes en las puertas abiertas de la libertad, sobre las ruinas de la vergüenza que, sin embargo, no iban a suponer lecciones aprendidas. Oportunidad despreciada para crear una nueva sociedad, tampoco sirvió para erradicar los Muros. Ninguno. Ni libertades, ni justicia, ni pensamiento, ni ansias de progreso social.

Cuando el ERE se anunció en RTVE, 2006, preparé otro reportaje sobre los Muros, los visibles, los de cemento y alambradas. Pidiendo imágenes e información a los corresponsales, entre ellos a Rosa Calaf. Con la impresionante búsqueda en el archivo de la realizadora Outi Sarineen. Por cierto, desde entonces Chipre lo ha derribado, pero surgieron otros nuevos.

¿Es inevitable el futuro que nos han trazado? Hace 20 años tomamos Berlín, ahora hay que tomar Manhattan y todas las Manhattan del mundo, parafraseando a Leonard Cohen. José Luís Sampedro da la clave principal, al final del reportaje:

“Los muros caerán como lo hizo Berlín. La historia, a la larga, la construyen los pequeños. No ha habido imperio que haya subsistido”.

El símbolo Obama en una sociedad inmadura

Obama está siendo sometido a una severa crítica en el primer aniversario de su elección, ni siquiera de su gestión que arrancó a finales de Enero de este mismo año. Palabras como derrota y decepción aparecen hasta en voces de acreditada solvencia. El problema de inmadurez en la sociedad mundial aparece así como mucho más serio de lo que se atisbaba. Un ordenamiento social que se cae a pedazos aquejado de flagrantes injusticias, esperaba que llegará un superman con una varita mágica de luces fosforescentes y lo solucionara todo en tres meses. No lo ha hecho, y hay que hundirlo. Promovamos mensajes para derribar al ídolo que el circo precisa nuevos fetiches, más espectáculo. Salpicado, por supuesto, de muchos anuncios que inciten a consumir y mantener todo tal cual está.

Esto va en serio. Agota esbozar cada día las lacras del sistema, el adocenamiento ciudadano cuidadosamente promovido por los poderes que hoy nos gobiernan, en la luz y en la sombra. No es una película, ni un programa de televisión en el que nominar y expulsar al concursante; alimentar una nueva figura ilusionante, para después apagar el receptor, cerrar los ojos y dormir. Son reales el dinero que se mueve, el hambre, las injusticias sociales, los servicios sociales, la investigación, la cultura, nuestra propia vida de cada día enfrentada a retos, carencias y, desde luego, pequeñas satisfacciones.

Obama rompió moldes al utilizar nuevos métodos de acercamiento y participación ciudadanas, abrió una brecha importante en el arraigado mito del racismo. Entre sus primeras medidas, levantar la prohibición para investigar con células madre, viviendo en el siglo XXI y no en la Edad Media como su antecesor. Promover la igualdad salarial entre mujeres y hombres. Restaurar a los sindicatos.  Ha puesto coto a algunos abusos económicos, no a todos desde luego ¡a ver quién lo hace!

 “Simplemente no es sostenible tener un sistema financiero del siglo XXI que esté gobernado por las reglas y la regulación del siglo pasado, que permitían que la imprudencia de unos pocos amenazasen toda la economía. No es sostenible una economía donde el 40% de los beneficios empresariales han venido de un sector financiero basado en la burbuja inmobiliaria, tarjetas de crédito al límite, bancos sobreendeudados y activos sobrevalorados; una economía donde los ingresos del 1% más rico se han disparado mientras que la renta media de los hogares ha disminuido casi 2000 dólares”, decía en un discurso en Abril.

Ha lavado algo la cara de un país detestado por los desmanes de su antecesor. Ha apostado por el multilateralismo y no por el Imperio. Se fue a El Cairo a decir lo que ningun otro se había atrevido. Así lo contaba Javier Valenzuela. Por ejemplo esto:

“En cualquier caso, Obama empleó el tono y las palabras exactas para comenzar a poner fin a una relación entre Estados Unidos y ese mundo que él mismo calificó como de “tensión”, “miedo” y “desconfianza” mutuas. Obama también abordó todos y cada uno de los temas conflictivos, sin escabullirse ni al hablar de por qué EE UU sigue en Afganistán, ni de la desastrosa e injustificada invasión de Irak, ni del mucho dolor de los palestinos, ni de la ausencia de democracia y derechos humanos en buena parte del mundo árabe y musulmán, ni de la necesaria igualdad de la mujer”.

Ha prohibido las torturas y las cárceles ilegales ¿otra nimiedad? Se le atraganta cerrar Guantánamo que no parece tarea fácil. Y el polvorín de Afganistán. Y la reforma del sistema sanitario en donde fracasaron cuantos lo intentaron porque la mentalidad estadounidense parece aceptar que sus conciudadanos enfermen y mueran si no pueden pagar.

Es el presidente de un país, no del mundo entero, su interés prioritario se concentra, por tanto, lógicamente, en Estados Unidos. La sociedad debe madurar y no esperar arrellanado en el sofá a que el héroe le saque las castañas del fuego. Obama es humano, es real. Las guillotinas francesas duermen oxidadas en un rincón, y no parece haber otra vía que el pragmatismo, el posibilismo incluso. Eso es lo que, en mi opinión, es realmente Obama, diría que algo más también. Los bebes perpetuos –en que nos han convertido- habrán de tomar conciencia de su responsabilidad. Gorbachov, motor que derribó el telón de acero, y sumamente impopular por ello en su país, advierte sin cesar a Obama que también tiene que arrasar con la piqueta el muro aún en pie en su terreno. Casi a diario lo digo. El sistema en el que nos asentamos es insostenible. Banalizados, desactivados, los ciudadanos y hasta los medios informativos, nos ilusionamos o desilusionamos con el ídolo de ficción de turno. Nos manejan a encuestas, a mensajes. Nosotros pensamos, soñamos, no nos movemos. Mientras, otra nomeclatura similar a la que mantuvo en pie la ominosa valla de Berlín… actúa para mantener sus desorbitados e injustos privililegios.

¿Nadie se cuestiona el sistema?

Nos habíamos acostumbrado a vivir en un sistema que, aún en su injusticia, parecía estable. Las noticias traían imágenes de hambrientos y muertos de pobreza pero con menor frecuencia que diatribas entre políticos locales o hazañas deportivas. Que más de mil millones de personas estén en riesgo de fallecer porque no tienen con qué alimentarse, y tres mil millones mal coman y mal vivan, pasaban por ser daños colaterales de una organización social en la que el resto (muchas menos personas) no sufría mayores problemas. “Siempre ha sido así”, nos decíamos. “No podemos hacer nada además”. El egoísmo innato, la ceguera de ignorar los datos que cada día aporta para prever el futuro, la sensación de impotencia.

Cuando el libre mercado quebró hace un año, tras dar serios síntomas en 2007, asistimos impertérritos a cómo los gobiernos inyectaban miles de millones a las empresas para que mantuvieran el status quo. Con nuestros impuestos.

Si nos centramos en España, al mismo tiempo que esa gran crisis mundial nos aquejaba, se hundía también el edificio sin cimientos de nuestra economía. Habíamos construido casas sin tino, para enriquecer a unos pocos, para endeudar a la mayoría y sujetarla al sistema. El turismo se resentía porque a casi nadie con gusto estético le atrae pasar sus vacaciones entre cemento anárquico, precios elevados, mal servicio y mala educación. Y no había mucho más. Carecemos de un tejido industrial potente. Aquí y en todo el mundo desarrollado, el dinero invierte en aire para enriquecerse aún más, no en sectores productivos para la sociedad.

Aquí estamos. Con un periodismo que se ha banalizado en manos de emporios que persiguen también mantener el sistema. Bombardeados con ofertas de compra, hasta de lo inútil, para seguir consumiendo más y que el libre mercado siga su camino. Para enriquecer a unos pocos, insisto, cada vez es mayor la brecha entre ricos y pobres. Cada vez se empobrece más la llamada clase media.

El sistema sigue inexorable su camino voraz. Dos noticias recientes muestran sendos picos de alarma. El paro sigue subiendo en España más que en Europa, pero aún es más intranquilizador saber que más del 40% de los jóvenes menores de 25 años no tiene trabajo, lo que representa más del doble de la media comunitaria. Unámoslo a esta otra cuestión que hoy plantea El País, tras venir avisando largamente incluso en las voces de los políticos: ¿Una generación sin pensiones? Se pregunta el diario. ¿La misma que ahora está en paro? Añado yo. El sistema público se agota y los privados están en cuestión por la crisis. España avanza hacia el envejecimiento sin una solución en el horizonte para los jubilados. Son habas contadas… mientras las cuenten los mismos.

La caída del Muro de Berlín hace 20 años, supuso llevar a la hegemonía mundial en solitario al capitalismo -hasta entonces, curiosamente, habían sido dique de contención el uno del otro, entre dos formas de organizar el Estado-. La izquierda democrática europea –que nada tenía que ver con las dictaduras comunistas- perdió votantes en cascada. Incluso la UE roja, se tornó azul. Quizás fue porque, acomplejada, la izquierda se dejó imantar por la derecha y sus métodos.

Como bebes eternos, inmaduros mentales, a quienes distraen con dulces piruletas, asistimos a esa degradación de nuestras condiciones de vida orquestada por unos pocos con poder: empresarios, políticos que hacen dejación de sus obligaciones de, únicamente, representar a la sociedad y gestionar unos servicios, medios de comunicación, publicidad. Nos va mucho más que ver quién gana en luchas de partido y de partidos, políticos y de fútbol. Mucho más que seguir la intriga de cómo nos han robado, con alevosía y desfachatez infinitas. Estamos atrapados por unos carceleros de guantes de seda pero inconmovibles, despiadados en la decisión de conseguir sus fines: dinero privado, más dinero, para ellos solos. Y somos más. No me cansaré de repetirlo. Tiene que haber una tercera vía. Pero nadie con capacidad de decisión parece cuestionarse el sistema. Ni la mayoría de nosotros. Que cayera el Muro de Berlín parecía imposible, pero fue barrido por las ansias de libertad -y yo lo vi con mis propios ojos-. Vientos de justicia habrán de derribar también su vertiente occidental, ésa en la que vivimos.

El cierre de cines como síntoma

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Fue el primer cine al que acudí en Madrid. Un inolvidable primer viaje con mi padre a la capital. Junto a la puerta de la pensión de la Gran Vía donde nos alojamos también había que eludir a los carteristas a la caza de incautos provincianos, hoy de cualquier turista. Pero Madrid compensaba en su derroche de luz y de vida, en aquella sala de proyecciones que, en efecto, parecía un suntuoso palacio. Una película “para mayores” en la que fui aceptada por mi prematuro desarrollo adolescente. El cine siempre fue para mí y muchos otros el premio, el espectáculo superior, la sugerencia infinita, una ventana abierta al mundo, a las ideas, a las emociones.

Pero los cines fueron desapareciendo. Más de 600 han cerrado en España en los últimos seis años. Ahora hay, en todo el territorio nacional, 563. Uno en Vilanova i la Geltrú, el Bosc, ha sido indultado. El ayuntamiento se ha hecho cargo de él en bien de la población y el antiguo dueño se ocupa del bar. Un cinema paradiso redivivo.

La Gran Vía madrileña, antaño paisaje de esplendor de enormes carteleras, ha echado el cierre. En la zona de Ventas han desaparecido prácticamente todos, incluso el avanzado Canciller pionero del sistema Dolby de sonido. Y así en toda España.

¿Qué les ha sustituido? Tiendas, centros comerciales. Fue en los años 80 cuando llegaron a nuestro país los hipermercados. El primero en Cataluña, el segundo en Zaragoza. Situados en el extrarradio, había que usar coche para acercarse. La cosecha desde entonces ha sido fecunda, desbordante. Cada carretera de salida dispone de su conglomerado de centros. Siempre los mismos. Carrefour, Alcampo, Mercadona, Caprabo, Eroski, Media Mark, todos juntos o en cuotas. Una vez dentro, uno no distingue si se encuentra en Vallecas o en San Sebastián de los Reyes, en Valencia, o en Cádiz. En los cascos urbanos sucede lo mismo. Cada cuatro pasos un Zara, un H&M, un C&A.

Y en las ciudades europeas. Prácticamente todas se han uniformizado. Y no sólo las capitales de país. En Malmo (Suecia) en Colonia (Alemania), Zara, H&M, C&A. Preguntas en cualquier parte adonde viajes, en España y fuera de ella, por el centro histórico. Y la nube de cadenas comerciales, ropa, bisutería, zapatos, bolsos, te envuelve. Todas son iguales. El comercio local, que aportaba alguna diferencia, ha desaparecido prácticamente. Apenas he visto algo en Santander, Salamanca o Girona. Por el momento, pronto llegarán los carteles de “liquidación total por cierre del negocio”.

¿Tan difícil sería caminar, o tomar un medio de transporte, para ir a la tienda buscada?

Sí, la oferta ha de entrar por los ojos, nos han educado para comprar sin tino, aunque no lo precisemos de forma imperativa. La necesidad creada del consumo, del hiperconsumo, es el eje en el que se asienta el sistema. No es nada nuevo, lo sabemos. Muchos tenemos la experiencia –las mujeres más no sé por qué- de ver en el armario prendas que ni has estrenado o has usado una sola vez. Y aún así vuelves a salir a la calle, te inundan las sugerencias y vuelves a caer.

¿La desaparición de los cines ha causado el giro a la derecha del electorado alemán? Se podría rizar el rizo y ver que sí. El capitalismo que fomenta el consumo para mantener y ampliar su negocio no es castigado por sus desmanes. La justicia social se deja al margen, cuando, por la crisis, peligra nuestro propio bienestar. Tenemos que seguir comprando, hasta morir. Más de lo preciso. Como zombis bien educados. Los que se mueren de hambre no son mi problema. Ningún gobierno me quitará el nuevo bolso, la camisa está vez con canesú, el coche, la casa, las vacaciones. Edificantes ambiciones.

Las escasas salas de proyecciones también se alojan ahora en los centros comerciales. Para borrar la magia cruzado el umbral, y volver a comprar lo inútil. Algunos centros, como el Arturo Soria Plaza de Madrid, presenta una oferta en la que todo, absolutamente todo, es accesorio, casi hasta el supermercado de Sánchez Romero –el más caro de España- con exotismos fútiles. Pero Rosa Márquez, acaba de decir tras las noticias, que “Los accesorios que ofrece el Corte Inglés son imprescindibles”. Una paradoja.

De ver Espartaco salías con ganas de luchar contra la injusticia, de ¡Qué bello es vivir! con la ilusa idea de que el bien hacer obtiene recompensa, de El jardinero fiel decididos a cambiar el mundo actual, de Bambi interiorizando que la realidad puede ser muy cruel. Casablanca, El gran dictador, Cadena Perpetua, La milla verde, Amelie, rotundas en fondo y forma. Obras de arte. El humor inteligente de Willy Wilder, el suspense magistral de Hitchcock, la ya amenazada Luna nueva del periodismo, la España a combatir de El verdugo. De Cantando bajo la lluvia soñando con volar de felicidad posible, aunque diluvie. Era un peligro. Fomentaban la belleza y el espíritu crítico. Hay que verlas ahora en casa, en soledad. El televisor nos inundará después de ofertas, la calle mañana será una adocenadora sugerencia irresistible. Y ahí estamos.

Récord: más de mil millones de pobres

La ONU anuncia que este año, por primera vez en la Historia, se ha sobrepasado la cifra de 1.000 millones (son 1.020 millones) de personas que se encuentran en pobreza extrema, ésa que acarrea vivir con hambre y, literalmente, morir por no comer. 2008 se saldó con 963 millones, 40 millones más que el año anterior encuadradas en este segmento. Algo así como la población autóctona de España. Despertémonos un día sin disponer ni de «una taza de alimento» -así lo concreta una de las responsables del programa de Naciones Unidas-  que meter en el estómago ¿Pediríamos la solidaridad de los vecinos o nos tomaríamos la justicia por nuestra mano? Existen, además, 3.000 millones de desnutridos.

La –llamada- ayuda alimentaria se ha reducido a la tercera parte este año “por la crisis”, llegando a «mínimos históricos». Sólo se han obtenido 2.600 millones de dólares de los 6.700 millones presupuestados para 2009. (Recordemos que a bancos y grandes empresas en apuros se les han regalado 2 billones, en los cálculos más recatados). La directora del Programa Mundial Alimentario, Josette Sheeran, ha remarcado que, con «menos del uno por ciento» de las inyecciones económicas de los gobiernos para salvar al sistema financiero global, se podría resolver la calamidad de millones de personas que son víctimas de la hambruna. Otro de los problemas nuevos, es que, al mismo tiempo, se les han encarecido los alimentos porque también se han convertido en fuente de especulación. Cuando, a diferencia de otras épocas, hay suficiente comida para todos, pero terriblemente mal distribuida. Naciones Unidas lo califica como “una receta para el desastre”.

Lo escribí en los primeros días de este blog: África –una de las zonas más afectadas- es un continente muy rico: petróleo, oro, diamantes, madera, coltan -para los indispensables móviles-, pescado, que está quedando como almacén de materias primas para las grandes multinacionales, que los esquilman. Los africanos, además, tienen que competir para su comercio con las subvenciones agrícolas que EEUU y la UE destinan a sus terratenientes, mil millones de euros diarios. Es decir, dan a sus ricos ciudadanos mil millones de euros para cultivar maíz y otros productos, y se los niegan a los seres humanos. Son las reglas del comercio internacional.

Cuando escuchamos que, generosamente, a veces se les condona la deuda contraída ignoramos tal vez que es a costa de entregar sus servicios públicos al monopolio de multinacionales extranjeras. Rafael Díaz- Salazar, profesor de Sociología de las Desigualdades Internacionales, de la Universidad Complutense de Madrid, concretaba un caso entre muchos, en un reportaje en el que le pregunté:

“El FMI obligó a Uganda a privatizar todas sus empresas públicas. Los expertos británicos calcularon el valor esas empresas en 500 millones de dólares. La venta se materializó en 2 millones. Y exigieron a los ciudadanos de un país, tan pobre, que pagaran tasas por los servicios, incluidos los de salud”.

Sus gobiernos corruptos –que se esgrimen como excusa- están sustentados por Occidente, por empresas privadas. De vez en cuando, se produce un conato de rebeldía. Un pueblo que asalta una fábrica, noticia que no aparece en los periódicos del primer mundo. Va el Papa y les desaconseja el condón para que las mujeres, sin rechistar -porque están consideradas poco más que animales, de carga y para uso y disfrute del hombre-, sigan pariendo un número desproporcionado de hijos. Ponemos freno a sus pateras, limitamos los derechos que asisten a todo ser humano por el hecho de serlo. ¿Hasta cuándo aguantarán?

Vidal-Beneyto lo concretaba el otro día en un artículo que cito por tercera vez: El patrimonio de las 10 personas más ricas del mundo es superior a la suma de las rentas nacionales de los 55 países más pobres. Y hacía un llamamiento a la sociedad para que no lo consienta.

¿Cómo el sistema en el que vivimos puede mantenerse con mil veinte millones de personas –y en cifras en ascenso- que se mueren de hambre y tres mil millones más que apenas tienen qué llevarse a la boca? ¿Qué libertad invocan nuestros próceres? ¿La de unos pocos que se enriquecen a costa de los demás? ¿Con qué derecho?

¿Qué desastre nos anuncia la ONU? ¿Los aluviones de muertos de hambre o la toma por la fuerza de las “Bastillas” de hoy, las bolsas de valores y los centros de poder? No es caridad, es justicia. No es limosna, es derecho. No es ni tiranía del Estado ni liberalismo, debe ser equilibrio.

Recordando a ENRON: el capitalismo sí aprendió la lección

burbujas

El mundo conmemora el primer aniversario de la quiebra de Lehman Brothers, considerada como el inicio de la gran crisis económica que padecemos. “No puede volver a suceder, hay que arbitrar mecanismos para evitarlo”. Palabras textuales que se esgrimieron en 2001, cuando el gran escándalo de ENRON. El instructivo y olvidado reportaje “ENRON, los tipos que estafaron a América” (realizado en 2005) debería ser de obligada visión en las televisiones, parlamentos y foros económicos. Porque fue la primera burbuja que estalló -tras la evanescente punto.com-, saliendo de un mar de inmundicia. Hace sólo 4 años, por tanto, se decía que ENRON era “el mayor fraude económico del siglo XXI”. Pasarían sólo dos años para que las hipotecas subprime empezaran a remover las aguas cenagosas que conducirían a la gran debacle de hace un año, saludada como nueva por la desmemoria colectiva.

ENRON era una empresa de energía con sede en Huston, Texas. Ampliaría su negocio con el tiempo a la construcción de plantas hidroeléctricas y gasísticas y oleoductos en todo el mundo. Abordaría pronto también el especulativo mercado de riesgos, seguros y comunicaciones. Tardó 16 años en pasar de 10.000 millones de activos a 65.000 millones de activos, y quebró en cuestión de semanas. Nunca presentó cuentas claras. El despeñe final se produjo por la concesión del “casualmente” recién liberalizado mercado de la electricidad en California. Llegaron a vender a Estados colindantes luz californiana, mientras dejaban sin servicio a los locales. Cortes deliberados para que pagaran más, sabedores de cómo se aprecia un bien imprescindible. Ése, esos, que acaba de liberalizar en España un gobierno socialista… sin mayoría. Las concomitancias con George W. Bush –el eternamente impune- con todo el entramado ENRON son de una evidencia diáfana, sonrojante. De hecho el glorioso paso de Bush hijo por la historia de EEUU y del mundo, se inicia con ENRON y termina con la quiebra de todo el sistema financiero.  El reportaje muestra también lo conveniente que fue para los intereses de la compañía contar con su amigo Arnold Schwarzenegger como gobernador de California. Investigaciones posteriores han revelado que ENRON efectuó considerables pagos a políticos en casi todos los países donde la empresa operaba (cerca de 40 en todo el mundo).

Los directivos de ENRON fueron llevados a juicio, uno se suicidó. 20.000 trabajadores perdieron sus empleos y sus seguros médicos. Por completo sus planes de pensiones, que no pudieron retirar por la pérdida absoluta de su valor, mientras los jefes habían sacado “previsoramente” los suyos, volviendo a ganar. Hasta mil millones de dólares.

“ENRON cuestiona toda la cultura corporativa de este país”, avisan en 2001. “Implicamos a Arthur Andersen –una de las 5 grandes auditoras del mundo-, a los bancos, todos sabían lo que estábamos haciendo. Todo el mundo se había subido al tren. Y eso puede volver a suceder”, reflexiona una ejecutiva de ENRON. Y sucedió, claro que sí.

Arthur Andersen fue condenada por obstrucción a la justicia con su reputación de honradez –que a fe la tenía- completamente destruida. Ahora bien, se fragmentó, cambió de nombre, en España sus herederos fueron Deloitte y el despacho de abogados Garrigues.

Y atención, por el escándalo de ENRON pasaron varios nombres que hoy nos son muy familiares. Por ejemplo, Merry Lynch: 4 de sus ejecutivos fueron hallados culpables de fraude en este caso. ¿Aprendieron? Algo sí. Por supuesto, se arbitraron medidas, se crearon oficinas de control. Ninguna vio nada, nadie olió nada –ni los olvidadizos economistas, con premios nobel al frente- hasta que hace un año todo el sistema se fue a pique: las irregularidades, la ambición, eran generalizadas en todo el mundo occidental, extendiendo sus tentáculos a explotar también el tercer mundo, por cierto. Los gobiernos corrieron a socorrer a los grandes motores económicos del neoliberalismo. Los que atesoran sus beneficios y sólo reparten pérdidas con los ciudadanos.

¿Qué aprendió el capitalismo de ENRON? A diversificar responsabilidades para eludirlas, a no pagar por sus culpas. Al contrario que en ENRON, nadie ha ido a la cárcel ni se ha pegado un tiro. Un ejecutivo de una inmobiliaria estadounidense, alguno más, pero ni uno de los grandes gestores del problema. También han comprobado que el miedo genera docilidad, que controlan la situación. Y ya saben cómo hacerlo, persistir, e ir más allá.

Alan Greenspan, ex presidente de la Reserva Federal estadounidense, en lugar de pedir que le envíen bocadillos a la cárcel -en la que no ha ingresado, ni lo hará-, profetiza una futura crisis financiera por la naturaleza ‘insaciable’ del ser humano. Felipe González alerta también: “Estamos incubando la misma basura que nos ha llevado a esta crisis financiera. El origen de la actual crisis empieza ya a olvidarse. Parece que la culpa ahora la tienen los gobiernos. Pero la causa está en una implosión del sistema financiero, que ha venido funcionando como un casino financiero mundial sin reglas”.

Y Vidal-Beneyto nos recuerda las reglas del neoliberalismo, vendidas con éxito en un libro que no se oculta: “Tu única guía será el egoísmo“, “Violarás las leyes sin que consigan cogerte”, “Los otros serán sólo instrumentos para el logro de tus objetivos”.

Pagan los gobierno a un saco sin fondo para que nos sigan oprimiendo y controlando. Y liberales de mal, sacan tajada de la desinformación general. Lo vivimos dolorosamente hasta en nuestro país. La privatizadora Aguirre dice que aún hay que ir más lejos. Exactamente igual, con palabras textuales, decían los responsables de ENRON. ¿Qué han controlado los gobiernos? ¿La salida de ingentes cantidades de dinero a bancos y empresas extraídas de los impuestos de los ciudadanos y de la pérdida de sus puestos de trabajo? ¿Alguna cabeza medianamente sensata puede pensar que van a velar por sus derechos particulares en las oficinas de un consejo de administración privado de una empresa, de muchas, cuyo único fin es el lucro para sus accionistas? ¿Cómo puede alguien defender que es el modelo correcto cuando han creado un mundo de profundas desigualdades e injusticias, con millones de personas que se mueren de hambre?

Enlazo la historia de ENRON. 104 minutos. Lo siguieron haciendo, a gran escala, cada vez mayor. Su intención es seguir en el empeño. ¿Una sociedad madura lo puede tolerar?

 

Economía de guerra

“¿Dónde hay que firmar? ¿Dónde hay que ir (físicamente hablando), coger pico y pala, arremangarse y empezar…?” (…) “He llegado a un punto de desánimo tal, que me agarro a lo primero (o al primero) que me dé esperanzas, me merezca credibilidad y sienta que, siguiendo sus ideas, llegaremos a algo sólido y bien hecho”. Lo dice Arturo Espada en los comentarios de la entrada anterior, y me estremezco en el cíclico desconcierto que a todos, con cierta conciencia, nos acomete alguna vez. Está todo previsto y diseñado desde despachos privados que desconocemos.

La escritora y catedrática de economía canadiense Naomi Klein se cansa de dar gritos en el aire –con notable éxito editorial sin embargo- difundiendo el resultado de sus investigaciones. “La doctrina del Shock (el auge del capitalismo del desastre)”, Ediciones Paidós, contiene un cumplido análisis del problema. “Para nosotros, el miedo y el desorden representaban una verdadera promesa”, dice un ex agente de la CIA, Mike Battles, en un artículo publicado en el Wall Street Journal (aludiendo a la invasión de Irak). Para Klein, “sus palabras podrían constituir el slogan del capitalismo contemporáneo: el miedo y el desorden como catalizador de un nuevo salto hacia delante”.

Aquí no ha pasado nada, no nos engañemos. Hasta Angela Merkel alertaba esta semana del regreso a la “vieja arrogancia” de los bancos (léase empresas, gestores del capitalismo, partidos conservadores y hasta socialdemócratas acomplejados). La crisis provocada por ellos nos ha ahogado un poco más en el bolsillo, pero, especialmente, en el ánimo. El miedo como instrumento para desactivarnos, para hacernos más dóciles.

Padecemos hoy una nueva economía de guerra. Vivir como si fuera el último día de nuestra vida en lugar del primero, que son dos actitudes encontradas con las que uno afronta el presente y el futuro. Aceptar trabajos, remuneraciones, condiciones laborales, precios, que jamás se hubieran contemplado en otras situaciones. Agarrarse al clavo ardiendo de los visionarios de todo tipo, políticos y magos. ¿Queréis creer que hasta en El Corte Inglés vi el otro día un cartel que remitía a un puesto de tarot y quiromancia en alguna planta?

El sistema capitalista que vivimos está tan enfermo como el comunista que se escondía tras el Muro de Berlín –lo comenté el otro día en la SER-. Y su nomenclatura se atrinchera en el poder tanto como lo hacían los diferentes “Politsburós”. La enorme dificultad es que a estos prácticamente no les conocemos, no les vemos la cara. Y el dinero parece ser motor más decisivo que el poder aparente. A los políticos les tienen amarrados con créditos. ¿Se puede operar ese enorme cáncer desde un país del sur de Europa, corrupto, analfabeto estructural y con un pasado dictatorial que hunde sus raíces en el presente?

La Wikipedia cita prometedores nombres en el llamado movimiento antiglobalización o antisistema. No os asuste la denominación, ni las imágenes de las teles en las que sólo muestran a exaltados tirando piedras, somos antisistema muchos más de los que creemos. De un saco altamente heterodoxo, entresaco algunos:

Ignacio Ramonet, director de Le Monde Diplomatique, fundador de ATTAC (Asociación por una Tasa a las Transacciones Financieras Especulativas para Ayuda a los Ciudadanos) y promotor del Foro Social de Porto Alegre.

Naomi Klein, escritora del famoso libro No Logo.

Susan George, directora asociada del Instituto Transnacional de Ámsterdam y vicepresidenta de ATTAC en Francia y autora de «Informe Lugano».

Noam Chomsky, gran lingüista y duro crítico de la política exterior de EE.UU. Web oficial.

José Bové, líder agrosindicalista francés muy crítico con el sistema  alimentario mundial, eurodiputado francés.

Michael Moore, documentalista.

Arundhati Roy, escritora y activista india.

Carlos Taibo, profesor de la Universidad Autónoma de Madrid y escritor de temas geopolíticos de actualidad.

Jean Ziegler, relator especial de la ONU para el «Derecho a la Alimentación» y profesor de sociología.

Walden Bello, director ejecutivo del instituto «Focus on the Global South» por la democratización de la economía global con sede en Tailandia.

Hazel Henderson, experta en el desarrollo humano sostenible.

Diane Matte, miembro de la «Marcha Mundial de las Mujeres», experta en el impacto que la globalización tiene en este sector de la población.

Trevor Wanek, de Soweto, Johannesburgo, Sudáfrica, es miembro del «Centro de desarrollo e información alternativos por la condonación de la deuda».

Fred Azcárate, director ejecutivo de «Trabajo con Justicia» en EE. UU.

Njoki Njehu, director de la ONG norteamericana «50 years is enough» en EE. UU. Es un colectivo que trabaja por la transformación del Banco Mundial y del Fondo Monetario Internacional.

Serge Latouche, es un economista francés, ideólogo del Decrecimiento.

Yo añadiría a José Luís Sampedro y a José Saramago.

Y luego está la gente, la sociedad, aquí y allá, cada vez más harta. El capitalismo caerá con toda seguridad, por la rebelión de los desesperados o por propia consunción como le pasó al mundo irreal que había tras el Telón de Acero. Reavivado hoy, tardará 5 años, 10, 50, o 100, pero caerá. La información libre puede hacer mucho por acelerar el proceso. La sociedad tiene que tomar de una vez por todas, su papel protagonista en la Historia. Vivimos en una economía de guerra, pero la guerra es contra nosotros.

Madrid: último reducto liberal

No conozco Cuba. Los planes trazados para visitar la isla caribeña alguna vez se desbarataron siempre por una razón u otra. Y sé lo que me estoy perdiendo: ver de primera mano el último reducto comunista. Mi actividad laboral me otorgó el privilegio de ser testigo de excepción en el desmoronamiento de todo el bloque soviético –de la URSS, al pacto de Varsovia-, incluso asistí en directo –sin ningún otro periodista occidental al lado- a la caída del símbolo: el Muro de Berlín. Mantengo que realmente nadie lo tiró, cayó por su peso y sus cimientos podridos.

Ahora resido en el último reducto del liberalismo mal entendido, del ultracapitalsismo feroz: Madrid. Sistema tan contra la corriente y la lógica como en su día fue el comunismo. Se ramifica en Valencia, pero allí aún palpita un alma moderada que se rebela, lo que apenas sucede en la Comunidad que alberga a la capital de España.

Turbios métodos llevaron a la Presidencia de Madrid a Esperanza Aguirre tras una meteórica carrera en el PP. Dos corruptos diputados regionales del PSOE cambian su voto a última hora para privar a su partido de la mayoría absoluta que le han dado las urnas. Cadena de errores de planteamiento -Tamayo y Sáez nunca debieron ir en las listas-, el hecho pasa decisiva factura a los socialistas, pero queda en el limbo averiguar a qué y a cuánto asciende el cambio de postura, y a quién beneficia. Año 2003 y hasta ahora, 2009, no se había investigado. Hoy sabemos, gracias al periodista Nacho Escolar, de una sociedad Fundescam, creada entonces, para producir estudios según sus estatutos, cosa que prácticamente no ha hecho. En cambio canalizó ayudas a la campaña electoral de Esperanza Aguirre aportadas por una serie de nombres significativos. El actual presidente de la CEOE, Gerardo Díaz Ferrán, propietario de viajes Marsans, según la información de Público, contribuyó con 246.000 euros, pese a que la ley prohíbe hacer donaciones cuando se tienen subvenciones estatales como era el caso. Otros destacados empresarios completaron una cifra cercana a los 800.000 euros para sufragar la campaña de Aguirre. Posteriormente lograron contratos con el gobierno regional. Atención a cómo Díaz Ferrán se hizo con Aerolíneas Argentinas a través de Air Comet, filial de Marsans. Propiedad de Iberia, Aerolíneas fue privatizada por el Gobierno de José María Aznar en 2001 y Díaz Ferrán se la adjudicó por el precio simbólico de un dólar. Ese mismo año, la Sociedad Estatal de Participaciones Industriales (Sepi) dio a Marsans 300 millones de dólares para cancelar las deudas de la compañía. El caso está siendo investigado por delito fiscal desde 2005.

   Todos los empresarios españoles eligieron después a Diaz Ferrán como su presidente. Los empresarios sustentan a Esperanza Aguirre, su máximo representante la considera incluso “cojonuda”. No son neutrales.

Un repaso por el entramado de asociaciones, organismos dependientes de la Comunidad de Madrid, fundaciones y demás entes abstractos –que os aconsejo hacer con la ayuda de Google- nos muestra siempre los mismos nombres que se reparten cargos y asesorías –y sueldos por tanto- como en un club de amigos.

Esperanza Aguirre, con su estilo populista, goza de gran éxito en Madrid. Una encuesta sobre la persona con la que desearían los ciudadanos salir a tomar copas, la situó en primer lugar, seguida de Ruíz Gallardón y de Joaquín Sabina. Y, desde luego, todos los sondeos la garantizar seguir revalidando la mayoría absoluta. A la descafeinada oposición socialista ni se la ve, ni se la espera.

Cuando el presidente estadounidense dice que se ha acabado la era del Hummer –el carísimo todoterreno dilapidador de gasolina- Esperanza Aguirre subvenciona a los coches más contaminantes. Devuelve 1.500 euros a quienes compren un Porsche Cayenne y no da nada a los ecológicos.

El gobierno anuncia que suprimirá la desgravación fiscal por vivienda a las rentas más altas. Aguirre –dentro de sus potestades- aumenta al 20% la exención de impuestos por este apartado. Los empresarios del ladrillo tienen muchos pisos sin vender.

Ha entregado la gestión de la sanidad de Madrid a empresas privadas, fundamentale a Capio, la misma que gestiona el pan de molde Panrico.

La educación sigue sendas paralelas beneficiando a la iglesia católica en su gestión u organizaciones ultraconservadoras como el Opus Dei. También favorece los colegios que segregan niños y niñas. Profesores que acudieron a una prueba escolar con una camiseta en defensa de la educación pública fueron amonestados, porque debían ser neutrales.

  Sabe como promocionarse. La vergonzosa cadena de manipulaciones de la televisión pública regional llega al punto de censurar la frase “cambio climático”, en un reportaje en defensa de Gas Natural. ¿Noticias contratadas? Sus licencias de radio y televisión para Madrid recaen siempre en las mismas manos: El mundo y Federico Jiménez Losantos.

  Además, Aguirre ha multiplicado el gasto por publicidad institucional en un 369%, hasta llegar a los 169 millones de euros, más de la mitad de toda la Administración central.

    Hambrienta de poder, es conocido su desencuentro con el alcalde de la capital, Alberto Ruíz Gallardón que pugna con ella por un hipótetico control del PP, una vez superada la etapa Rajoy contra el que también presumiblemente maniobra según numerosos episodios conocidos. Sus declaraciones a favor del ultraliberalismo son constantes: «la crisis es consecuencia de un exceso de intervencionismo estatal». En la línea de Aznar, y en contra de la tendencia generalizada. Hasta Obama pretende moderar los excesos del capitalismo. Él ha sido el causante de los males que padecemos, que sufragan los trabajadores mientras la misma selecta élite de siempre se sigue beneficiando.

     El último reducto del liberalismo salvaje: Madrid. El muro de Berlín cayó abatido ante mis ojos, pero la España de charanga y pandereta puede reedificar desde el corazón de su territorio un sistema caduco.