Tal como somos

 

Me fui a dormir tras ver por enésima vez “Tal como éramos”, una película con varios de mis adorados dentro: Sydney Pollack,  Robert Redford o Barbra Streisand. Tangencialmente, toca el tema del «macarthismo«. Durante la noche he soñado que recibía una especie de telex, en papel blanco de rodillo y sello oficial. La firmaba algún cargo a quien conocía pero ahora en un tono muy serio: “a partir de ahora, será conveniente que lea tus post antes de ser publicados”. Los sueños es lo que tienen, que mezclan realidad con temores y recuerdos, incluso recónditos, y ¿por qué no? con una rodaja de butifarra del Ampurdá en la cena. Así es el cóctel humano.

   Suelo hacer un ejercicio mental al despertarme: ¿Cómo está todo? Mi vida, el mundo. A Julian Assange acaban de detenerlo esta mañana con acusaciones que apestan a complot. A wikileaks, le taponan los caminos. El tecnológico, con el alojamiento de su web, y el financiero. Comenzaré por esto último. Aunque la sarta de perrerías sufridas por el osado australiano es amplia. La tenéis aquí. Un banco suizo, por ejemplo le cierra la cuenta a Assange. Argumentan que él no es suizo. Me pregunto cómo la neutral Suiza acoge los dineros de tanto corrupto de cualquier nacionalidad. Me responden que éstos tienen testaferro suizo. Va a ser que el fundador de wikileaks no es un chico de testaferros. Intenta otras vías, las que deberían ser norma: sin trampas. En las finanzas, además de en el periodismo, como ha demostrado.

  El alojamiento de su web se está solucionando. Cuantos más servidores le echan cediendo a las presiones de censura, más le abren vías nuevas. El senador norteamericano Lieberman ha hecho cruzada de su empeño en tapar la boca a wikileaks. Con éxito. Solo que no consigue por completo ponerle puertas al viento.

   “La censura no debe de ninguna manera aceptado por ninguna empresa de cualquier lugar. Y en EEUU, las empresas de EEUU deben hacer de ello una posición de principios. Debe ser parte de nuestra marca nacional. Estoy segura de que los consumidores en todo el mundo valorarán a las empresas que siguen por este principio«, había dicho Hillary Clinton no hace mucho.

  Corren por Internet otras frases históricas de archivo. Las tomo del Agente Smith:

   «Cuando se trata de flujos de información, creo que cuanto más libremente circule la información, más fuerte será la sociedad, porque entonces los ciudadanos de los países del mundo pueden pedir responsabilidades a su propio gobierno»

Barack Obama, noviembre de 2009, en China

«Incluso en países autoritarios, las redes de información están ayudando a la gente a descubrir nuevos datos y a hacer a sus gobiernos más responsables».

Hillary Clinton, principios de 2010.

  Zapatero también habló ayer del caso. Celebrábamos la Constitución en alarma. Dijo que “wikileaks atenta contra la seguridad de los Estados”, manía de confundir Estados con Gobiernos ¿Cuándo olvidó que los Estados son los ciudadanos y sus derechos? A la información, por ejemplo.

  Todos, en la fiestecilla con canapés del Congreso, hablaron mucho de los controladores. Es tema de moda y en loor de multitudes. Y Bono aseguró varias cosas: “quienes recurren al chantaje para defender privilegios siempre son los culpables” ¿todos? ¿los mercados y el imperio también? El gobierno no ¿verdad? Y esta otra: “este sector ni ha «vencido» en esta ocasión ni «vencerá» quien ose intentar de nuevo «echar un pulso al Estado» mediante el «chantaje”. Aviso a navegantes, el mango de la sartén es nuestro.  Nos lo distes.Y con calor popular que adora la mano dura paternal. Lo dejo así en «paternal«, que es como mucha gente la ve.

   Al despertarme, y tras ese rápido vistazo al estado de la situación, pongo la radio. La SER contaba que esas altas jurisdicciones que se ocupan del caso de los controladores “darán un trato de favor a quienes demuestren que recibieron coacciones y denuncien a los instigadores”. En la emisión han dado más datos de los que contiene la noticia en la web. Al menos la cuentan.

  Y me veo yo el dilema de quienes han de reconocer (y confesar) que fueron unos débiles mandados, coaccionados ¡pobrecitos!, añadiendo a su ignominia (personas sin voluntad alguna) la delación. Real o para escurrir el bulto, que las penas van a ser graves. Y como son unos privilegiados la sociedad se alegra mucho. De vómito.

 En la retina, aún también, Espartaco. De una víctima del machartismo que soñó, erróneamente, que a él le pasaría esto:

El cierre de cines como síntoma

palaciodelamusica

Fue el primer cine al que acudí en Madrid. Un inolvidable primer viaje con mi padre a la capital. Junto a la puerta de la pensión de la Gran Vía donde nos alojamos también había que eludir a los carteristas a la caza de incautos provincianos, hoy de cualquier turista. Pero Madrid compensaba en su derroche de luz y de vida, en aquella sala de proyecciones que, en efecto, parecía un suntuoso palacio. Una película “para mayores” en la que fui aceptada por mi prematuro desarrollo adolescente. El cine siempre fue para mí y muchos otros el premio, el espectáculo superior, la sugerencia infinita, una ventana abierta al mundo, a las ideas, a las emociones.

Pero los cines fueron desapareciendo. Más de 600 han cerrado en España en los últimos seis años. Ahora hay, en todo el territorio nacional, 563. Uno en Vilanova i la Geltrú, el Bosc, ha sido indultado. El ayuntamiento se ha hecho cargo de él en bien de la población y el antiguo dueño se ocupa del bar. Un cinema paradiso redivivo.

La Gran Vía madrileña, antaño paisaje de esplendor de enormes carteleras, ha echado el cierre. En la zona de Ventas han desaparecido prácticamente todos, incluso el avanzado Canciller pionero del sistema Dolby de sonido. Y así en toda España.

¿Qué les ha sustituido? Tiendas, centros comerciales. Fue en los años 80 cuando llegaron a nuestro país los hipermercados. El primero en Cataluña, el segundo en Zaragoza. Situados en el extrarradio, había que usar coche para acercarse. La cosecha desde entonces ha sido fecunda, desbordante. Cada carretera de salida dispone de su conglomerado de centros. Siempre los mismos. Carrefour, Alcampo, Mercadona, Caprabo, Eroski, Media Mark, todos juntos o en cuotas. Una vez dentro, uno no distingue si se encuentra en Vallecas o en San Sebastián de los Reyes, en Valencia, o en Cádiz. En los cascos urbanos sucede lo mismo. Cada cuatro pasos un Zara, un H&M, un C&A.

Y en las ciudades europeas. Prácticamente todas se han uniformizado. Y no sólo las capitales de país. En Malmo (Suecia) en Colonia (Alemania), Zara, H&M, C&A. Preguntas en cualquier parte adonde viajes, en España y fuera de ella, por el centro histórico. Y la nube de cadenas comerciales, ropa, bisutería, zapatos, bolsos, te envuelve. Todas son iguales. El comercio local, que aportaba alguna diferencia, ha desaparecido prácticamente. Apenas he visto algo en Santander, Salamanca o Girona. Por el momento, pronto llegarán los carteles de “liquidación total por cierre del negocio”.

¿Tan difícil sería caminar, o tomar un medio de transporte, para ir a la tienda buscada?

Sí, la oferta ha de entrar por los ojos, nos han educado para comprar sin tino, aunque no lo precisemos de forma imperativa. La necesidad creada del consumo, del hiperconsumo, es el eje en el que se asienta el sistema. No es nada nuevo, lo sabemos. Muchos tenemos la experiencia –las mujeres más no sé por qué- de ver en el armario prendas que ni has estrenado o has usado una sola vez. Y aún así vuelves a salir a la calle, te inundan las sugerencias y vuelves a caer.

¿La desaparición de los cines ha causado el giro a la derecha del electorado alemán? Se podría rizar el rizo y ver que sí. El capitalismo que fomenta el consumo para mantener y ampliar su negocio no es castigado por sus desmanes. La justicia social se deja al margen, cuando, por la crisis, peligra nuestro propio bienestar. Tenemos que seguir comprando, hasta morir. Más de lo preciso. Como zombis bien educados. Los que se mueren de hambre no son mi problema. Ningún gobierno me quitará el nuevo bolso, la camisa está vez con canesú, el coche, la casa, las vacaciones. Edificantes ambiciones.

Las escasas salas de proyecciones también se alojan ahora en los centros comerciales. Para borrar la magia cruzado el umbral, y volver a comprar lo inútil. Algunos centros, como el Arturo Soria Plaza de Madrid, presenta una oferta en la que todo, absolutamente todo, es accesorio, casi hasta el supermercado de Sánchez Romero –el más caro de España- con exotismos fútiles. Pero Rosa Márquez, acaba de decir tras las noticias, que “Los accesorios que ofrece el Corte Inglés son imprescindibles”. Una paradoja.

De ver Espartaco salías con ganas de luchar contra la injusticia, de ¡Qué bello es vivir! con la ilusa idea de que el bien hacer obtiene recompensa, de El jardinero fiel decididos a cambiar el mundo actual, de Bambi interiorizando que la realidad puede ser muy cruel. Casablanca, El gran dictador, Cadena Perpetua, La milla verde, Amelie, rotundas en fondo y forma. Obras de arte. El humor inteligente de Willy Wilder, el suspense magistral de Hitchcock, la ya amenazada Luna nueva del periodismo, la España a combatir de El verdugo. De Cantando bajo la lluvia soñando con volar de felicidad posible, aunque diluvie. Era un peligro. Fomentaban la belleza y el espíritu crítico. Hay que verlas ahora en casa, en soledad. El televisor nos inundará después de ofertas, la calle mañana será una adocenadora sugerencia irresistible. Y ahí estamos.

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