Buscamos un presidente del gobierno, no candidatos al Oscar

rivera.escenario

Los grandes decorados de Albert Rivera como ejemplo.

Esto no es Hollywood, aunque cada día lo parezca más. Cuesta encontrar propuestas o ideas en esta campaña porque las que llegan a exponerse quedan sepultadas por el espectáculo. Los grandes escenarios que utiliza Albert Rivera evocan a los decorados de las superproducciones de la época dorada de Hollywood. Es un síntoma. Hay nuevos actores que revitalizan la obra. Realmente, y es apreciable y positivo. Como los debates que les enfrentan con mucha más soltura que en la vieja función, la que aún repetirá la televisión pública nacional, TVE, el lunes. Pero de lo que hablamos tras ellas es de quién ganó ¿la carrera?, de actuaciones, vestimentas, estados de ánimo.  De las influyentes opiniones de los críticos. Igual, en lugar de recibir el mandato para formar gobierno, deberíamos repartir estatuillas de Oscar. El problema es el marco social en el que se celebran unas elecciones tan decisivas.

No es solo ese concurso de habilidades en los que hemos visto a candidatos y sustitutas de candidato, bailar, cantar, cocinar, pilotar un todoterreno, subir en globo, acudir a programas “populares” de los que se dedican a “entretener”, cuando no a entontecer, a la audiencia. De meter en  portada hasta el número de zapato que calza Pablo Iglesias o “meninas” que no son suyas. No es solo eso, no. Estamos asistiendo, aunque sean debates serios y necesarios, al más difícil todavía de tener a los contendientes de pie un par de horas, con o sin atril, al final del día. Una prueba de aguante ¿Cómo las islas de famosos llevadas a la política? Es cierto que permite ver que uno se tambalea y gesticula, otro suda, otra se afianza al suelo con altos tacones porque a empecinamiento no le gana nadie. A Soraya Sáenz de Santamaría habría que otorgarle el Oscar a la Resistencia. ‘Ex aqueo’ con los ciudadanos que hemos sufrido las políticas de su equipo: el PP.

Campaña electoral “a la americana”.  Del norte, especialmente. Y ya vemos cómo deriva: en Donald Trump. A quien –según contaba la corresponsal de TVE Almudena Ariza- llevan cada día a las televisiones por el juego que da con sus excentricidades. Es decir, sus proclamas fascistas y racistas. Por esta vía, puede acabar dirigiendo los destinos de EEUU y, por tanto, de buena parte del mundo.

En el dramático fin de carrera, ya oteando la alfombra roja, irrumpen en campaña quienes no deberían participar porque una cosa es lo que se admite como tendencia de un medio y otra los patrocinios y fobias evidentes.  Con apuestas de última hora que cambian a un ganador por otro, sin suficientes explicaciones. O dando la vuelta a las encuestas posteriores al debate sin atisbo de pudor. O insistiendo en la tabla rasa: “nadie destaca”. Con opiniones tan enternecedoras como la del efímero director de El Mundo Casimiro García-Abadillo que vio así el de Atresmedia: triunfadora la vicepresidenta y en el último lugar a Pablo Iglesias, declarado ganador prácticamente por unanimidad. Con tal cantidad de trampas adicionales –la casi supresión del voto exterior, reducir la campaña a PP y PSOE como hace ya TVE en sus telediarios, la ocultación de cómo se financian este gasto algunos partidos- que implican una alteración de la voluntad popular.

Se juega mucho en esta campaña. Y desde el poder actual o sus proximidades se trata de afianzar la idea de que lo serio es lo de siempre: el bipartidismo.  Incluso desde una presumible buena intención  se apela a criterios conservadores en este campo, a valores seguros –que en algún caso han brindado certezas bien poco ejemplares-.  A esa tendencia, desde distintas ideologías y tonos, le puso voz un admirado maestro de periodistas, Iñaki  Gabilondo: “Cuesta imaginarlo (a Pablo Iglesias) de presidente”. Y, en una de las ocasiones que lo mencionaba, añadió: “Quizás  porque él no se ve todavía”.  ¿A qué cree, pues, que Iglesias concurre a las elecciones? En el mismo vídeoblog había dicho sobre Pedro Sánchez, el candidato del PSOE: “Su presencia es muy noble y su porte viste muy bien el cargo, pero le falta algo…” Se refería a: “Está encajonado por las circunstancias históricas, del pasado, y de ahí hay que salir con algo más de gas”.

En efecto, Pedro Sánchez es un candidato al que, desde esferas próximas, alaban, tumban, menosprecian, suben, animan a plantar batalla, le ponen tiritas si estiman que los otros candidatos le han hecho hecho un rasguño en el juego. Como si también les tuviera que rendir cuentas. Mientras él se considera “humildemente, ganador del debate” y acusa a Pablo Iglesias de quererse solo a él mismo, dado que, según declaró, su principal virtud –la de Pedro- es «la humildad».

Desde el poder actual o sus proximidades se trata de afianzar la idea de que lo serio es lo de siempre: el bipartidismo

No deberíamos catapultar lo accesorio en detrimento de los contenidos. Si bien los detalles que están acaparando el discurso aportan datos sobre caracteres y presiones, de cómo se afrontan también, de la reacción al vapuleo y el juego sucio. El debate a 9 de TVE permitió ver algunas propuestas más de los principales partidos en liza.  Y fue enriquecedor escuchar a Garzón, Herzog,  Errejón e incluso los partidos nacionalistas; había algo más de calma, menos espectáculo. Hasta que abrió la boca Marta Rivera, número 3 de Ciudadanos por Madrid, para dar un recital de despropósitos.  En el amplio historial  de texto y voz  de la candidata figuran desde minimizar la violencia machista, racismo agudo –escribió de Carla Bruni, esposa de Sarkozy  “espero que tenga un hijo negro o claramente oriental”, menosprecio de los asesinados por el franquismo comparado con las famosas dudas sobre la autoría del 11M…  En suma, no ha habido polémica en la que Marta Rivera no haya mostrado su ideología ultraconservadora y clasista.  Si sirviera para que el electorado ubique de una vez qué espacio político ocupa Ciudadanos, sería útil, pero tampoco debe convertirse en el nuevo divertimento de la grada.

Y esto ocurre cuando a Albert Rivera le empiezan a retirar sus apoyos mediáticos. En 10 días pasó de ser declarado en Luna de miel con el electorado y viviendo un momento dulcísimo a poco menos que verlo como un bluf y afearle que muestre “debilidades y nerviosismos  poco compatibles con un pretendiente al principal puesto ejecutivo de la política española”.  Ha defraudado, dicen, “las altas expectativas creadas”… en buena parte de quienes las generaron. La película de Ciudadanos se proyecta ya en todas las salas, puede que la audiencia no disponga de tiempo para enterarse de la rectificación. Porque cumple los requisitos : también se resalta de él hasta la saciedad precisamente que es “guapo”.  Y eso tira mucho en pantalla.

Mientras, Mariano Rajoy, ganador en todas las quinielas, elude debates incómodos, desdeña y desprecia a sus adversarios desde la retaguardia y lanza promesas electorales fuera de los presupuestos aprobados, que pueden seguir el camino de las anteriores. Su principal objetivo ahora es cuidar a lo menos crítico y conservador de  “la España rural” en la que espera asentar su triunfo.  Hay gente que prefiere las películas españolas en blanco y negro, siempre que no sean de Berlanga o Juan Antonio Bardem.  Rajoy aspira al Oscar de señor de derechas clásico, que solo debate con quien puede ser presidente.  Cunde el mensaje. Los otros, para ellos, están de atrezo.

El problema es que no vivimos en una ficción. Todos los atropellos, recortes, expolios y engaños sufridos, el aumento de las desigualdades, no habrán servido para nada si no se sale a la realidad. La más amarga certeza de este período innoble es que por el camino que proponen los principales guionistas no habrá cambios, o cosméticos en el menos malo de los supuestos.  Y por una buena temporada ni se podrá construir frente a ese futuro de quiebras que venden empaquetadas en sonrisas.

Hubo un tiempo, mucho tiempo, décadas, siglos, en los que el poder solo podía recaer en un hombre, joven, y rico o de alta cuna. No se podía concebir otra opción. Con el tiempo, mucho tiempo, esfuerzo, víctimas y hasta heroicidades, algo cambió. En el mundo y en España. A muchos les costó imaginar a Ada Colau o a Manuela Carmena de alcaldesas de las dos principales capitales españolas.  Y a muchos otros alcaldes y concejales. A plenos donde los gestores se parecen a la gente, para desesperación de quienes siempre manejaron los hilos.

En Borgen, la aclamada serie de la televisión pública danesa, políticos y medios llegan a plantearse “si una mujer puede ser primera ministra”, dado que la que ocupa el cargo ha cogido una excedencia de un mes para atender a su hija. Enferma, por cierto, con la ayuda de los dardos del mal periodismo intencionado. Birgitte Nyborg cita a las primeras diputadas de su país en los albores del siglo XX –quién las hubiera tenido en otros lares como éste- para concluir: “Quienes así hablan llevan un siglo de retraso”.

Siglos de retraso u otra película de fantasía. No nos hagan pensar en candidatos marioneta en defensa del guión que pueden ser intercambiables, hay quienes quieren llevar sus ideas a la presidencia con total convicción. Sobre todo, porque aquí no estamos inermes en la butaca: vivimos, con cuanto implica. Y soñamos en un futuro mejor.

*Publicado en eldiario.es

Vuelve el machismo

La foto del poder puede ir cambiando algunos elementos pero siempre es masculina

La foto del poder puede ir cambiando algunos elementos pero siempre es masculina

El 80% de los catedráticos de universidad son hombres, aunque es mayor el número de licenciadas que de licenciados. Más del 70% de los periodistas somos mujeres y ninguna dirige o ha dirigido un periódico de tirada nacional y son escasas las jefas de sección. Los consejos de administración de bancos y grandes empresas siguen ocupados por una mayoría abrumadora de hombres. En este punto compartimos honor con el resto del mundo.  Salvo en Noruega que cuenta con un 42% de mujeres en los órganos de dirección de las empresas, la media europea es del 11%. La foto del poder nos muestra siempre a un grupo de hombres con traje rigurosamente oscuro.

A este panorama ya conocido y sedimentado, se añade en España un intenso recrudecimiento del machismo. Han vuelto los culos a toda pantalla –se diría que hasta para vender estufas o gorros de playa–  como síntoma del regreso de la barra libre para usar y minimizar a la mujer. En las recientes elecciones al Parlament de Catalunya el número de mujeres se ha reducido al 38,5%, desde un 40% que tampoco era para tirar cohetes.

A quien se atreva a señalar los privilegios del machismo y defender la igualdad que busca el feminismo le caen insultos y hasta amenazas, como le ocurre a la colaboradora de eldiario.es que firma como Barbijaputa. La visceralidad en este punto, la agresividad, evidencia que mantener la discriminación por razón de presunta superioridad, se sitúa entre lo más sagrado o valioso. Tenemos un problema, va en aumento, a velocidad acelerada, y hay que hablarlo.

La crisis económica y la involución ideológica que vivimos se ha traducido en un aumento de la desigualdad en todos los niveles y explica este aumento del machismo, de esa brecha de género. En él, los medios de comunicación juegan un papel decisivo como vehículo que, a la vez, potencia el modelo.

Aquellos maridos de la publicidad en blanco y negro arrellanados en el sofá que decidían sobre lavadoras cuando ni pensaban darle en toda su vida al botón del encendido siguieron en activo mucho más tiempo del que creemos. Hasta hace apenas dos décadas continuaban siendo voces masculinas las que aconsejaban en los anuncios las bondades de cualquier producto. Invariablemente. La voz de la autoridad en todas las materias. Cuando ya dejaron piar a las mujeres, la publicidad continuó reforzando los papeles tradicionales de uno y otro: el hombre triunfador y la mujer complementaria. El que, en casa, intenta «ayudar» a su compañera. La mujer, joven y muy delgada, incluso para, cuando toca ese perfil, mostrar el culo –cada día más huesudo– en pantalla. Últimamente también usan los de los hombres como señuelo, si se puede igualar a la baja no se plantean dudas.

Con más de un 70% de periodistas y más de un 60% de licenciadas en distintas especialidades, han regresado las tertulias y debates pobladas de hombres y nada más que hombres. En esa progresión sin pausa desde hace tiempo, durante la noche electoral catalana no había ni una mujer en la mesa de La Sexta y Antena 3. Presentadoras o políticas, sí; como comentaristas no. También viene de lejos.

La opinión fue cosa de hombres hasta hace muy poco tiempo. Con una desproporción descomunal. Prácticamente solo Maruja Torres, Soledad Gallego-Díaz, Rosa Montero, con Julia Otero manteniendo el tipo en la radio, y muy pocas más, lograron el derecho a escribir de «asuntos serios». Porque en cuanto te daban la oportunidad –ese raro lujo que ciertamente pocas disfrutaban y disfrutan- y te salías del temario «igualdad hombre/mujer», «la edad» o similares, venían los retrasos en la publicación, hasta llegar al fin de las colaboraciones.

Y en cierto modo sigue la tendencia. Columnas enteras de solo hombres, con opiniones sin duda valiosas, aunque cuesta creer que sean casi los únicos que pueden aportar ideas. Incluso este diario que incorpora un número infrecuente de mujeres ofrece a veces esa desproporción. En otros medios el porcentaje femenino no debe llegar ni al 5%.

 Cuando se trata de aportar argumentos en reportajes y noticias, si hay un hombre disponible para entrevistar siempre es preferido. La discriminación lo es a favor del hombre. Con excepciones: si se habla de la educación de los niños o de salud, belleza y moda, ahí sí encuentran que hay más mujeres «expertas». ¿Cuántas economistas salen a opinar con pizarra o sin pizarra? ¿Cuántas investigadoras, abogadas o juezas?

Había comenzado a cambiar. La Ley de Igualdad efectiva entre mujeres y hombresde Zapatero en 2007 –tan vapuleada por la derecha-, su trabajo en ese sentido desde el primer día, tuvo alguna influencia, como ha sucedido en otros países (Noruega, por ejemplo). Trajo no solo un mayor número de mujeres a órganos de decisión, sino que se aceptara su presencia. Una pica en Flandes hablando de España. Eran, además, mujeres; fuera del modelo tradicional de políticas con testosterona. Como reacción, nacieron también las «feminazis», el término que regaló a las mujeres defensoras de la equidad el afamado escritor Arturo Pérez Reverte. Pero hemos vuelto atrás y el machismo gana de nuevo la partida.

Está pasando factura. Si cualquier colectivo tuviera en su seno un balance de 700 personas asesinadas en la última década, como ocurre con las mujeres, se hubiera paralizado el país.

Cada vez son más las noticias y estudios que alertan sobre el agravamiento de las actitudes machistas incluso desde la adolescencia. El control de la pareja, el imponerle con quién puede hablar o qué puede hacer, impedir que vea a sus amigas, son ya prácticas frecuentes. Las chicas tienden a revisar el móvil de ellos más que al revés, aunque lo están haciendo en un gran número todos ellos. Las agresiones tampoco faltan. La creencia de que todo esto ocurre porque «las quieren». En una reciente encuesta, el 59,4% de los adolescentes consultados pensaban que «el chico debe proteger a su chica». Y que ellos tienen más necesidad de sexo. Han retornado hasta las «chicas duras», frente a las «fáciles».

Estos jóvenes están evidenciando una desoladora inseguridad, un peligrosísimo desconcierto, fruto de la crisis social que padecemos. De la debacle social que se enmascara entre globos de colores. Y en la que hombres y mujeres parecen mirar hacia otro lado obviando problemas de enorme envergadura que les afectan y marcarán su vida.

Soy de quienes se empecinan en pensar que las mujeres somos personas. Y que si una mujer está en el poder obrará como ella sea, porque tan mujeres son Ada Colau y Manuela Carmena, como Esperanza Aguirre y Dolores Cospedal y con eso está dicho todo. Pero las mujeres somos algo más de la mitad de la población. Mayoría, en numerosas especialidades ya. Se está ofreciendo un mundo parcial y mutilado. Y tenemos derecho a toda la voz que nos corresponde y a todos los derechos inherentes al ser humano.

*Publicado en eldiario.es en donde entre los numerosos comentarios hay algunos para… añadir al texto.

Marca España del PP

Es un aluvión diario. Cuesta enterarse de tanta porquería como cae. Algunos se insensibilizan. El menú de fin de semana en esta España del PP viene denso:

Bankia ha sido un pufo monumental. Rodrigo Rato falseó las cuentas de la entidad para sacarla a bolsa, según exhaustivo informe de los peritos del Banco de España. Han pringado todos: los supervisores como el Banco de España, la Comisión Nacional del Mercado de Valores, el ministerio de Economía y hasta la firma privada Deloitte, ellos sabrán por qué. Y nosotros que lo veamos y comprobemos cómo pagan sus responsabilidades. Su sucesor, el gran Goirigolzarri también extendió la percepción de esos balances inflados. Rato y Blesa ocultaron deliberadamente las tarjetas Black porque sabían que «sería un escándalo».

«¿Fue una estafa? Eso lo tendrá que sentenciar un juez, pero de ser así estaríamos ante una de las mayores de la historia de España. «El perjuicio directo causado a los inversores se cifra en 3.092 millones de euros, el importe de los fondos captados en la salida a bolsa», dicen los peritos. Eso, y los  22.000 millones de euros de dinero público que se movilizaron para salvar de la quiebra a esta entidad en la que todo se hizo mal.», se pregunta Ignacio Escolar.

Rato ha declarado en Onda Cero:“No hubo intención ni posibilidad de engañar”.  Para eso estaban los supervisores. Pues ya está. Igual que el aumento del déficit en las comunidades regentadas por el PP -la exitosa y sorprendente «herencia recibida»- fue culpa de Zapatero por no mirar.

El PP aprueba este viernes una nueva ley procesal. Sin dotar de medios a la justicia (que es la causa fundamental de los retrasos) estipula (por imperativo legal) en 6 meses la duración de los procesos y en 18 si son más complejos. Como la Gürtel, vaya. Si el juez no llega se hace algún atajo bonito. Los medios nos cuentan que a las asociaciones del gremio no les gusta.  Ya, nos lo suponíamos. A la ciudadanía hambrienta de justicia, tampoco.

A Ruz se lo cargan. Está sentenciado. Forma parte de esa entusiasta colaboración del PP con la justicia, aunque les afecte, que comenzó con la defenestración de Baltasar Garzón que tan oportunamente incurrió en errores, al menos según sentenció el Supremo vistas la denuncia de Correa, el presunto jefe de la trama Gürtel/PP/Bárcenas.

Con este panorama, el personal anda volcado en culpabilizar a Iñígo Errejón de Podemos por su contrato de investigación en la Universidad de Málaga. Ese azote de los corruptos que es la presidenta andaluza, Susana Díaz, tiene un particular empeño en que lo de Errejón sea ejemplarizante, que no se vuelva a robar a manos llenas de las arcas públicas, ah, que no es éste el caso, que se obligue a los investigadores universitarios, incluso a profesores y catedráticos a residir en el lugar que les ha contratado, que es algo que no pasa siempre. Nos va la vida en ello en este país.

Ayer, en el Telediario 2, de TVE, pusieron en titulares el tema de Bankia, «hay dudas» sobre el balance, ¿dudas?, ¡400 folios! Y el de Errejón. Recuerdo que es ese telediario que no se iba a emitir tras la sentada de los profesionales descontentos con los cambios manipuladores en la dirección. Pues nada, se levantaron y se sigue emitiendo así de bonito.

Leo que Rajoy ha enviado a miembros destacados del PP a difundir su mensaje, la #marcaEspañadelPP que, bien es verdad, ellos ven algo distinta. Y así María Dolores de Cospedal irá a uno de los «debates» de la vigilia sabatina. Para competir ya de esta semana no pasa llevar al otro a la cabra de dos cabezas. Por esto, lo digo. Ese monstruo que están creando y que añade males a nuestra factura, porque son imperceptibles, porque la gente no se entera. Le gusta mirar y ya no se pregunta más.

Reconoce Merkel que Europa no es una tierra de futuro para jóvenes. Culpa suya sin duda y espantosa certeza. No, de hecho piensan echar a los emigrantes sin trabajo. En el Reino Unido también. ¿Y adónde van ahora pues?¿Y qué hacen en sus puestos los responsables? ¿Y cuándo, también, se les exigirá responsabilidades? ¿Cabe mayor aberración que cargarse un continente como futuro para los seres que lo habitan?

España es el ejecutor aventajado de la gran estafa. La OIT (Organización Internacional del Trabajo)acaba de hacer público un informe en el que resalta cómo se están ahondando las diferencias salariales. ¿Dónde más en el mundo? En EEUU… y España.  En estos dos países es en donde más crece la desigualdad.

La desigualdad mata. La estupidez también. La envidia no digamos. Es tan evidente la maniobra de cargarse a cuanto pone en peligro el poder de los que ahora mandan, de los responsables de esta situación, que aterra ver como gente normal entra al trapo.

Ay, España país de toros en la plaza, de cazados, de siervos…

¿O no?

15m-nobelieve

 

 

El Parlamento en los platós de televisión

“Tiene más carisma que Rajoy, más credibilidad que Pablo Iglesias y liga más que Pedro Sánchez”. “El pequeño Nicolás con tan solo 20 añitos, le moja la oreja a la mayoría de los políticos de nuestro país”. Opiniones de este tenor, vertidas en la red, demuestran lo que los programas llamados de Debate suponen en nuestra sociedad. Los personajes son intercambiables: políticos de cualquier ideología, periodistas, diferentes vividores –con mayores o menores problemas psicológicos-, lo que cuenta es el espectáculo. El que siempre pide más. En los circos ambulantes de la anterior miseria española –en la larga posguerra- ofertaban en cada nueva gira algo más sorprendente: la mujer barbuda o la cabra de dos cabezas, el más difícil todavía. A ver, qué es lo siguiente para mantener la atención.

 Los programas de opinión se han enseñoreado de la programación audiovisual. De la mañana a la noche, todos los días de todas las semanas y todos los meses. Se diría –se ha dicho- que han  sustituido de alguna manera al Parlamento en discusiones básicas, dado que la apisonadora del PP lo ha convertido en un órgano inútil en la práctica. Hace tiempo que de hecho lo es legislando por medio de Decretos-Ley y al imperar, además, la disciplina de voto. Pero ya ni se escenifica la simulación.

Miles de personas se congregan, pues, ante el televisor para ver qué opinan otros sobre temas que les interesan. No tantas tampoco. Salvo que pesquen una buena pieza –que entonces sí se disparan las audiencias-, la cifra habitual se sitúa en torno al millón de espectadores. Mucho menos que un partido de fútbol o una película con cierto gancho. En el caso de los debates, eso sí, amplificados por las redes sociales. Por Twitter con mayor precisión que se convierte en una carrera de hashtags.

¿El Parlamento se ha traslado a los platós de televisión? Dejemos sentado que una tertulia sería la que cuenta con varios participantes fijos o asiduos que comentan la actualidad desde sus puntos de vista, y un debate el que confronta ideas, preferiblemente con especialistas. Aquí hablamos de programas de entretenimiento. De lucha por la audiencia. No hay representatividad social como en Congreso o Senado. La dirección del espacio elige a sus contertulios o entrevistados en función del juego que van a darle para lograr su objetivo: la audiencia y cuanto conlleva.  En un Parlamento no ocurre así, por supuesto.

 En teoría, se ofrece pluralidad con personas de distintos partidos. Es evidente que en algunos casos son las propias formaciones quienes  designan a sus representantes lo que choca con lo que debe ser un programa destinado a informar. Luego están los periodistas afines al PP –cuyos postulados defienden la mayoría de ellos como lo haría cualquier empleado del partido-, y los considerados progresistas en los que se aprecia recientemente una mayor variedad. Con notable presencia de socialistas, por ese flanco se ha roto el bipartidismo y hay más voces. También se han habilitado sillas para miembros de la extrema derecha mediática y desprestigiados esperpentos que viven una renacida edad de oro que nunca soñaron volver a repetir. Garantizan la gresca.

 La audiencia suele saber qué van a decir, especialmente personas que repiten a diario en varias tertulias. Y cuándo gesticularán como si fuera la primera ven su vida que escuchan la misma crítica exacta. Todos los días, de la mañana a la noche. Es el rito de todo espectáculo. Pero el truco no está ahí y merece la pena reflexionar sobre el por qué del éxito –momentáneo, al menos- de los programas de debate.

 A las personas nos gusta hablar con otros y saber más. Las redes sociales han venido a llenar ese espacio y han fomentado la participación, el protagonismo de cada uno. La televisión ofrece la oportunidad de intervenir casi de la misma forma. Si un contertulio ofrece datos y razonamientos interesantes puede quedarse con ellos y serle útil, pero en general muchos espectadores lo que prefieren es apostar en el combate. Ver si gana el suyo o si él cree que gana el suyo. Si tumba al contrario. Poder opinar también, criticar y, según el perfil del tuitero, insultar.

 En un país presidido por un señor que habla a través de un plasma y que huye de los periodistas a la carrera por los pasillos del Senado, la oportunidad de ver bajar al ruedo a políticos también suele atraer a personas interesadas en la información. Solo que alguna carta queda marcada con la selección de preguntadores o periodistas y con el entrenamiento del político por sus colaboradores para que no se salgan del guión. Véase el caso –patético- de José Antonio Monago y sus viajes “de trabajo” a unas islas Canarias que se reducen a Tenerife y solo cuando tiene allí la novia.

 Los dirigentes de Podemos, y en particular Pablo Iglesias, aprovecharon con gran astucia el sistema. Últimamente, todos los debates tenían a alguien de Podemos. Hasta estragar (todos los excesos cansan). Lo hubiera dicho la semana pasada de haber escrito este artículo como llevaba idea, ahora se han replegado. No ha sido de la forma más airosa, en eso tienen razón algunos colegas. Pero si a estas alturas de la historia queda alguien en este país que no haya oído preguntar y responder a Pablo Iglesias sobre la renta básica y lo que cuesta, la derecha o la izquierda, o su relación con el nudo geoestratégico mundial que para el periodismo conservador español se ubica en un país de América del Sur llamado Venezuela, es que ha estado en coma. Profundo.

 Pablo Iglesias desborda las audiencias allí donde va. Pero, mira por donde, da plantón, se le sustituye por el pequeño Nicolás y Mariló Montero, y petan tanto o más. Y encima los adeptos pueden comparar y opinar entre el surtido ofertado. Y repartir -tan campantes-, carisma, credibilidad y atractivo. De «pelazo» no se sí hablaron, se lleva mucho. O decidir sobre esta trascendental cuestión: ¿Miente o no miente el pequeño Nicolás? En el país de pandereta que vivimos, se le coló hasta a la Casa Real en el día grande para Felipe VI de su Coronación. Estas cosas ocurren cuando en una sociedad todo anda manga por hombro. Y eso es lo que habría que explicar.

 Los debates fructíferos, los que aportan elementos de juicio, deben ahondar en los razonamientos, a partir de datos y hechos ciertos y constatables. Clarificar, construir, con bases sólidas. Alguno hay, pero pocos. «La Clave» de José Luis Balbín, en tiempos difíciles (1976/1985), puso el listón muy alto.

Se están viendo tantos plumeros sucios que se atisba la putrefacción. Eso apenas entra en los debates (siendo generosos con el “apenas”) cuando es factor determinante. Críticas tan furibundas que dejan en cueros las intenciones que las alumbran, la ley del embudo como parámetro visible.  Pizarras reservadas, siempre, invariablemente, a la economía neoliberal que nos ha traído hasta aquí. La que sustenta este sistema destinado a trabajar para unos pocos a costa del resto, de una inmensa mayoría.

Puede que los programas de entretenimiento con debates terminen siendo una moda finita por saturación. Empieza a costar atender a tanta opinión, hasta atreverse a formularla. En un momento crucial: nos han diseñado un futuro de seguir temblando. Y, en su defensa, hay más cómplices de lo que parece.

*Publicado en eldiario.es

Ada Colau y los «debates» para afianzar el sistema

colau-rojo Me cuentan y leo con detalle el episodio bochornoso que vivió este sábado el programa La sexta noche. Nada no habitual solo que esta vez se pasó de rosca. Tres infectos tertulianos utilizaron de muñeco de feria para el ping, pang, pung a Ada Colau, representante de la Plataforma de Afectados por la hipoteca. Exactamente como sucede en las cadenas de ultraderecha de la TDT Party que llevan a alguien de izquierda para freírlo.

Pero es más grave todavía lo que sucede con estos falsos debates que pasan por serios y conviene insistir hasta la saciedad como hago de vez en cuando porque gentes con poco criterio -o con afán de morbo- los confunden con programas realmente informativos, avalados por algunas figuras que (en el caso concreto de la Sexta) tiene en otros programas. La intención de estos debates -de éste y de la mayor parte de los demás- no es clarificar nada. Es ofrecer un espectáculo para ganar audiencia y vender. Cuanto más «bronco» sea el diálogo más venden, y… más afianzan el  sistema. El mismo que consigue tantas víctimas traguen la estafa que los poderes del neoliberalismo nos están perpetrando.

Alfonso Rojo es el individuo que dirige una cosa llamada Periodista Digital. Hace bien pocos días os mostré la creativa versión que hicieron de un artículo que publiqué en eldiario.es. Por supuesto sin pedir permiso y sin pagar nada por incluirlo en su medio. Precisamente me refería en algunos párrafos al peligro de los falsos debates. Este sábado le dijo a Ada Colau:  «Está usted muy gordita para el hambre que se pasa». Además del insulto, la ignorancia de las lenguas viperinas tiende a obviar que hay muchos gordos entre los pobres porque la comida barata -cerdo, tocino, pasta, etc..- tiene más grasa  e hidratos que el jamón de jabugo y las angulas.

El presentador le echó. Un ratito. Como leo pasa en el rugby. Luego regresó al plató para seguir cumpliendo su función. Eduardo Inda, de El Mundo, se animó entonces a pedir a Ada Colau que condenara a ETA. Parece una broma macabra ¿verdad? pues lo hizo.  Y nadie le echó. Y ya, en barra libre de acoso, llegó Francisco Marhuenda, director de La Razón y tertuliano permanente, y le dijo: «España ha progresado gracias a Amancio Ortega, no a gente como usted». Más detalles del espectáculo que acaparó audiencia y morbo, aquí. 

Veamos, estos peligrosos programas han convertido en objeto de «debate» (sucio) y de duda… todo. Un día  muchos de los canelos que lo ven verán morir de hambre o de  hipercolesterelomia (por comida insana) a sus hijos, y acudirá un Marhuenda, un Rojo, un Inda, a decirles que no es cierto lo que están viendo. Acudirá sobre todo un presentador a echarles un ratito, si canta mucho. Para nadie puede representar una sorpresa que estos tertulianos se comporten como lo hacen, para eso les llaman día tras día.

Porque, aclaramos por si acaso la cabeza es perezosa, este sistema permite que miles de personas pierdan sus casas , muchas veces a manos de bancos a los que se ha apoyado con dinero público. Eso es lo que defiende Ada Colau y la PAH. Es lógico que quienes se lucran con este estado de cosas  -con las bajadas de sueldos, los repagos en sanidad, el recorte del Estado del Bienestar en definitiva- defiendan como sea -incluso con bajeza infinita- lo que permite su beneficio. Existe gente de esa calaña. Por lo menos los afectados -la mayoría de la población- deberían ser conscientes de qué están apoyando.

Si La Sexta no expulsa de su nómina fija a estos desaprensivos y no vuelve a llamarlos jamás, estará evidenciando que solo busca distraer de la verdad, buscar bronca para vender y afianzar el sistema de la estafa a la sociedad. En sus manos está. Y en las de su audiencia.

Alcalde de Yunquera, otro ejemplar para Twitter

Se llama José Antonio Víquez y en su perfil de Twitter @javiquezruiz  se define así: Alcalde de Yunquera por el Partido Popular . Yunquera (Paraiso de la naturaleza y del Pinsapo. Alma de la Sierra de las Nieves), y amante de la aviación.

Conversaba el hombre con un amigo por Twitter sobre el Debate de la Sexta del sábado por la noche y me mencionan.

2013-08-26 09.25.29

 

Le contesto con cierta ironía y lo hacen amigos míos. No estuve en ese debate, se ha confundido de persona y está haciendo el ridículo. Pero sigue creciendo en sus respuestas a todos con cierta obsesión en llamarme «pseudointelectual», «intelectualoide» y, siempre, maleducada.

Hoy responde esto:

2013-08-26 09.26.02

 

En los tiempos del pasado que añoran esto se llamaba “sostenella y no enmendalla”. Que la verdad no estropee tu convencimiento. Por mucho que hayamos agotado la capacidad de asombro, siempre van un poco más allá. Ahora, como ejemplo es paradigmático.

¿Quién ha abierto la caja de los truenos?

Nos vemos obligados a escuchar que en España se ha desatado “el frentismo”, “la revisión de la Transición”, “el guerracivilismo”, y el argumento de la extrema derecha y la derecha más extrema, es que esta argucia es obra del PSOE «y sus grupos de presión» para distraer a la sociedad de la situación económica. «Garzón es una anécdota», aseguran. Y en ese terrible juego de los falsos debates donde no se busca la verdad, nos quedamos con el “éste opina”, “el otro opina” y sírvase Vd. de quien más le guste.

Medio mundo está escandalizado porque organizaciones ultraderechistas -una de ellas directamente vinculada al franquismo-, vayan a lograr llevar a juicio e inhabilitar en sus funciones a un magistrado, Baltasar Garzón, por osar meter la nariz en ese tema tabú en nuestra patria que fue el golpe de Estado y los 40 años de dictadura. Ignoran -los extranjeros- que en realidad las “Hedge Funds” internacionales y todos los promotores de la construcción y miembros de corporaciones corruptas que inflaron la burbuja inmobiliaria, todas los políticas liberales que nos han sumido en esta crisis -y lo harán en las que vengan- están afiliadas al PSOE. Desconocen también que fue la Ministra de Economía, Elena Salgado, quien presentó las querellas contra Garzón, y no Falange o Manos Limpias, o un intachable ciudadano apellidado Correa.

Ignacio Escolar publica en su blog el auto por el que Luciano Varela amonesta a Falange por no haber hecho bien los papeles. No se acusa así hombre, hágalo Vd bien, con las correctas normas procesales, o no vamos a poder seguir con el asunto, la correción formal ante todo. Vamos, que si -como en el chiste- añaden una «hache» a esta frase «ijo de puta» ya sirve. Alentados por la comprensión recibida, los demandantes no se han molestado ni en cubrir las formas.

 Varela dice a Falange que hace demasiadas valoraciones que dificultan entender la descripción de los hechos. Que incluyen constantes referencias personales del acusado que son ajenas al hecho del que se trata. O que su escrito podría entenderse más como una exposición para el debate ideológico que no es lo que dilucida el proceso. Y alude a que no quiere hacer del proceso un escenario para actos propagandísticos.

Y es que, entre otras cosas, Falange llama a Garzón «redentor del bando vencido«. Pero no, ha sido el PSOE quien ha desatado el «guerracivilismo».

¿Esto esto no invalida por si sólo el proceso? ¿No muestra la intencionalidad de sus promotores? ¿Va a ser el Supremo cómplice de esta jugada? Porque ya sabemos cómo acaban «los debates ideológicos» de Falange.

En Alemania está prohibida toda apología del nazismo y el uso de sus símbolos. Y sin cesar estudian como ilegalizar a los partidos neonazis que se han colado en el comprensivo sistema. En España el PP no ha condenado siquiera el franquismo, y Mayor Oreja evitó que lo hiciera el grupo Popular del Parlamento europeo, aunque el resto de la Cámara sí reprobó (de forma devaluada por la ausencia de la derecha) el régimen padecido en España.

Pero disponemos de una Ley estupenda que tenemos por ahí arrinconada: la llamada Ley de partidos.

En su artículo 9, prohíbe «complementar y apoyar políticamente la acción de organizaciones terroristas para la consecución de sus fines de subvertir el orden constitucional o alterar gravemente la paz pública, tratando de someter a un clima de terror a los poderes públicos, a determinadas personas o grupos de la sociedad o a la población en general».

 Solo es por ayudar, porque si no fue el más desatado terrorismo y subversión del orden constitucional dar un golpe de Estado y mantener a una sociedad 40 años bajo dictadura, no sé qué más se le puede pedir. Por no hablar de cómo todo esto ha alterado la paz pública o la de varias personas, en particular Baltasar Garzón. Ah, vaya, que no, que no ha sido Varela, que no ha sido el Supremo, que ha sido el PSOE quien ha abierto la caja de los truenos.

No es tiempo de «watergates»

En 1974, dos periodistas del Washington Post, Carl Bernstein y Bob Woodward, lograron apartar del cargo al presidente de EEUU, Richard Nixon, como responsable último de una trama de corrupción a la que no faltaba un ingrediente. A saber, espionaje político, escuchas, sabotajes, sobornos, y un sin fin de actividades ilegales ejercidas de alguna manera desde el Estado. Había nacido el “Watergate”, gracias a la investigación de esos dos periodistas. El caso quedó como un mito para la profesión.

No fue el único. Hubo un tiempo en el que el periodismo desenmascaraba corrupciones y abusos, como marca su razón de ser. Y la difusión de sus hallazgos lograba impacto social y resultados. Por eso se llamó a la prensa “El Cuarto Poder”, un continuo azogue y azote de los otros ya establecidos. No de forma generalizada, por supuesto, pero sí significativa. La literatura y el cine se han poblado de la labor “justiciera” del periodismo.

Hoy, asistimos impertérritos -por ejemplo- a que se reúnan en una cena los causantes de la crisis económica mundial con el objetivo de hundir el euro –con todos sus usuarios, incluidos países enteros – a ver si logran más beneficios privados, y ni se ocultan ya para hacer declaraciones en ese sentido, y las leemos, y no ocurre absolutamente nada.

  O que en China (ese «modelo» económico, social y laboral a imitar por los cuantiosos beneficios que obtienen unos pocos) se vendan órganos humanos -de tan dudoso origen que produce escalofríos- (una auténtica primicia de Borja Echevarría), se publique a todo rango,  y pasemos página. 

En España es aún peor. Si cabe. claro. Estamos a punto de ver, por lo que parece, que el supremo escándalo de la Gürtel, se puede disolver, porque hay jueces partidarios de no tener en cuenta grabaciones de conversaciones. No importa que en ellas se revelen con meridiana claridad descomunales trapicheos de enriquecimiento ilícito con el dinero de los ciudadanos. Y tampoco tiembla en monario, que decía mi padre. Añadamos las desvergüenzas valencianas, las baleares, las madrileñas, catalanas y de casi cualquier punto de la geografía española. Pura desfachatez, frescura infinita. Y todos los despilfarros. Los móviles, los saraos, las subvenciones (parece que la”renovada” Europa en Suma,  va tener una tal como era el propósito, qué manera de tirar el dinero colectivo).

En este país se puede ver a un Juez encausado por un presunto delincuente ahíto de pruebas en ese sentido. Por los herederos del franquismo. Por los que difaman con mentiras sobre cobros. Que el único ser humano con problemas por la larga dictadura sea el Juez –Baltasar Garzón-  por pretender imponer un poco de justicia, es suficientemente revelador.

Al Ministerio de Medio Ambiente parece que tampoco le gustan los reportajes que mencionan la corrupción inmobiliaria. Aunque los encargase la ministra predecesora. Y si no gustan, se quitan. Telemadrid, no ha mencionado una sola vez el episodio del “hijoputa” de su dueña (por la gracia de los votos), ni nada que le perjudique. Este blog, como muchos otros, está pleno de denuncias de todo lo que convierte a nuestro país en muy poco edificante. No es cuestión de resumir aquí todo lo dicho a diario. Baste recordar, sin ir más lejos, las terribles desigualdades en el coste de la crisis o la pornográfica intención de rebajar sueldos y despidos, mientras los ricos se forran. O las disfunciones en servicios. No pasa nada. No hay Watergates.

Antes de la crisis de la prensa escrita, España se situaba en lo que la UNESCO califica como umbral del desarrollo en lectura de periódicos –la información es una variable destacada en el progreso-. Frente a los 100 periódicos por 1.000 habitantes de España, en Suecia por ejemplo se leían 400. Y, sin embargo, los editoriales y línea ideológica de los periódicos siguen teniendo un desproporcionado peso, auténtica influencia decisoria. No la información. Porque se dirigen a quienes ostentan poder. No a la ciudadanía.

Han desmantelado la información. Nos han desmantelado a nosotros, a la sociedad, que vemos pasar los escándalos como en el cuento, salpicado de incidentes, que nos cuentan para entretenernos. Pero es real, tiene protagonistas vivos que padecen las consecuencias.

Sustituir la información por opinión, los datos por debates, logra que nada parezca cierto, que todo sea opinable. E insisto en el desmesurado abuso de la política en los informativos, de las opiniones de los políticos, como si los medios –en particular las televisiones públicas- fueran órganos de prensa de ellos. ¿Alguien ha visto que en las televisiones norteamericanas salga McCaín cada vez que aparece Obama? ¿Quizás en la BBC Gordon Brown es siamés de Cameron? ¿Sarzoky tiene la sombra de Martine Aubrey en cuanto abre la boca? Yo lo he arreglado de una forma expeditiva: lo quito. En cuanto aparece en pantalla un político desconecto el receptor. Prefiero leer las declaraciones que me interesen que pagar el peaje del spam político/informativo. Pero ¿lo hace la inmensa masa de votantes?

También los periodistas estamos en cierto modo anulados, de una forma u otra. Por la precariedad, el sometimiento, o la escasez de audiencia si no se tiene acceso a los grandes medios. Ya no es tiempo de “watergates”, ya nadie reacciona. Los grandes actores de la historia conocen bien los mecanismos del éxito, del suyo.

Y mientras la sociedad en su conjunto vegeta pasiva,  mientras el periodismo digital no logra estructurarse como poder al servicio de la ciudadanía, otros se organizan con total demagogia. Llamando a la insumisión ciudadana por la subida del IVA mientras nos crujen a impuestos en las comunidades y Ayuntamientos que regentan. Impunemente. Nadie reacciona. No nos engañemos, publicar escándalos, por muy flagrantes que sean, no logra más que un impacto efímero y no promueve cambio alguno. Algo habrá que hacer ¿no? Estoy convencida de que es posible. Nos va mucho en ello.

   Buenos días y buena suerte.

¿Qué es una noticia?

jrmora

La realidad le nubló la fiesta al periodismo anoche en Hawaii. JRMora, no puede expresarlo de forma más gráfica en su blog. CNN internacional, junto a innumerables medios informativos, apostó sus cámaras en las costas del archipiélago norteamericano con la intención de mostrarnos la llegada del tsunami anunciado, en directo. “Las olas pueden llegar de un momento a otro”, “Ya llegan”, “Las olas impactan en Hawaii”, y pasaban las horas y el mar seguía como un plato.

El periodismo está que no se encuentra a sí mismo, descolocado. Vive una zozobra mundial que ofrece singularidades en España, especialmente en la televisión –aún y ya no por mucho tiempo medio masivo de comunicación-.

A simple vista parece que nos fallan las reglas fundamentales de la profesión. Por ejemplo, saber qué es una noticia.

Diferenciar entre información y opinión: es la primera máxima del periodismo. No es lo mismo y hay que marcar esa separación. Aquí yo hago habitualmente opinión a partir de la información. Opinión, por tanto. Esto es un blog, no un canal de noticias. En los reportajes de Informe Semanal hacía información, tratando de aportar todos los datos y guardando lo que pensaba. Toda la vida la objetividad ha sido una entelequia porque incluso la selección de qué se habla y no es subjetiva. Pero se debe tender a ella con honestidad. De hecho, el blog es la válvula de escape a todo lo que he pensado durante años y en rigor no debía decir. No soy un caso único ni mucho menos, observo a muchos compañeros que en blogs y en tertulias se expresan de otra forma, porque lo necesitan. Pues bien, las fronteras entre opinión e información en el periodismo español están seriamente dañadas. Y es esencial acabar con esa confusión. El receptor ha de saber si le cuentan unos datos ciertos, o se trata de la opinión de alguien que en muchos casos ni siquiera está basada en la realidad. La proliferación desorbitada de debates tiende a agudizar esa falacia y pienso que con intenciones distintas al periodismo.

¿Qué es una noticia?

Categóricamente, el rumor no es noticia. El “podría” tampoco es noticia. Y de todo ello se está nutriendo en demasía el periodismo español, las tertulias especialmente.

Definición. A estas alturas de la Historia creo que ni siquiera lo tenemos claro. Noticia se refiere a un hecho novedoso o atípico, que  a interesa a una comunidad, y que se divulga, se comunica. Hay quien añade “algo que alguien está interesado en que no se dé a conocer”, eso es una parte tan sólo de la noticia (la romántica) y no en todos los casos. Nadie parece interesado en principio en que no se divulgue un tsunami. Así que ni siquiera nosotros podemos definir con precisión todo lo que es noticia.

Los hechos son noticia, no las declaraciones salvo que contengan esos elementos novedosos y atípicos. Voy a poner un ejemplo concreto de la deriva del periodismo en España. En los telediarios de TVE me cuentan todos los días todo lo que piensa Rajoy –o en su defecto Cospedal o Saénz de Santamaría- acerca de todo. ¿Se nos muestra alguna novedad en estas declaraciones? ¿Hay algo que no sepamos de lo que nos dice el PP? Y ¡ay! del día que falta la pildorita o sobra algo difundido que les molesta, porque montan la de dios es cristo. Tampoco me interesa todo lo que piensa el gobierno, sino lo que hace o no hace.

Mis viejos y nuevos compañeros andan de manifestaciones y huelgas porque –dicen- no les dejan trabajar y encargan los programas a productoras. Pese a ello, todos estamos muy contentos, encantados de conocernos, –trabajadores, políticos, sociedad- con esa “pluralidad” conseguida por la televisión pública estatal “por primera vez en su historia”.

Veamos, en tiempos de UCD, la máxima de los Azcona, Sotillos o Macía (todos de distinta tendencia política), o Luís Mariñas, y muchos otros, era: el hecho es la noticia, si está presente un político se cuenta al final.  Es decir: «En Segovia se han instalado parquímetros con duchas lavacoches… los construyó el concejal de urbanismo fulanito de tal (ni siquiera es preciso aclarar, en este caso, a qué formación politica pertenece)». Y no había cupos, los políticos tenían que «ganarse» salir aportando una noticia real. Tenían que «hacer algo» para ser incluidos en la única televisión de España, no hablar sin más. Duró poco, por supuesto, pero creo, sinceramente, que fue una positiva medida para la sociedad.

Ahora, al margen de defectos estructurales -como basar las noticias en declaraciones sin aportar todos los datos precisos para que el receptor se informe-, tenemos ese bipartidismo político que parece convertir a los informativos en oficinas de prensa de los partidos en permanente campaña electoral. Para empezar, España es realmente plural. Si me cuentan lo que opina el gobierno y lo que opina el PP, sería necesario incluir también (porque habrá alguien a quien le interese más y no somos un órgano polìtico sino informativo) con IU, UPyD, o el PNV si soy vasco, CiU y ERC si soy catalán, BNG si gallego, Coalición Canaria en su caso, el CHA y el PAR en Aragón, UPN y Nafarroa Bai en Navarra y demás. Pero eso no bastaría, habría que añadir las opiniones de otros colectivos. Tendríamos unos informativos interminables y muy poco clarificadores.

¿Alguien ha visto que en las televisiones norteamericanas salga McCaín cada vez que aparece Obama? ¿Quizás en la BBC Gordon Brown es siamés de Cameron? ¿Sarzoky tiene la sombra del líder socialista francés… si alguna vez lo encuentran?

Partamos de la base que fuera de España los debates políticos son debates políticos, no mítines electorales, y que los periodistas moderadores, son periodistas, y no mudos repartidores de tiempos al gusto de los partidos. Que intervienen para señalar las contradicciones, que preguntan y repreguntan para clarificar las respuestas a la audiencia.

Tampoco llaman exclusivamente a políticos y periodistas para obtener información, sino a expertos, catedráticos, investigadores.

 Por cierto, Euronews que me parece un buen canal de noticias/noticias, emitió el otro día un reportaje sobre la situación económica de España elaborado por una cadena suiza. Chapeau. Eso era claridad y equilibrio. No tenían las servidumbres de los cupos.

Con todo ello logran una ciudadanía algo más informada, algo más adulta, algo más responsable. Estas que he puesto son reglas del parvulario del periodismo que, osadamente -y con cierto rubor-, me he atrevido a esbozar. Y es que pienso que no se practican de forma generalizada, que existe una tremenda confusión a todos los niveles. La que está cayendo en España exige un buen periodismo y, en líneas generales, no lo tenemos. Menos mal que los grandes medios abrumados apuestan apresuradamente por Internet. Ya no seremos un ghetto, aunque… siempre habrá clases.

Actualización con el comentario de Trancos. En él destaca algo de lo que sobre el periodismo dice el Departamento de Estado de EEUU:

La primera obligación del periodismo es decir la verdad.

• Su primera lealtad es para con los ciudadanos.

• Su esencia es una disciplina de verificación.

• Quienes lo practican deben mantener su independencia con respecto a las personas sobre las cuales escriben.

• El periodista debe ser independiente como observador del poder.

• El periodismo debe ofrecer un foro para la crítica y la participación del público.

• Se debe esforzar por hacer que lo significativo resulte interesante y relevante.

• Debe tratar de que las noticias sean completas y no desproporcionadas.

• Se debe permitir que quienes lo practican apliquen su conciencia personal.

Esta ¿utopía? alguna veces se da.

A %d blogueros les gusta esto: