El aula de información meteorológica

El periodismo ha cambiado mucho en los últimos años. Con un encomiable espíritu de utilidad social, nos informan –por ejemplo- de todas las inclemencias del tiempo. Y de una forma vibrante, con el reportero “in situ”. En televisión, llamamos “entradilla” al relato del periodista, en imagen, desde el lugar de los hechos. A veces, bien es cierto, lo que cuenta es sólo la cara del informador con “lo que sea” detrás, como se ve en inefables “entradillas” que me vienen a la memoria. Pero, en el caso de los fenómenos meteorológicos, la tónica general es que alguien, micrófono en mano, acuda realmente al lugar donde llueve, hace frío o hace calor, y nos lo cuente. Sin descanso. Esto me hace sospechar que en las actuales facultades de periodismo, han habilitado un aula, con simuladores virtuales, para preparar a los periodistas en este apasionante cometido.

Imprescindible, imagino, aprender el uso del paraguas, que no tape la cara ni le haga sombra. En posición estática y con viento. Presupongo que existirán en la clase ventiladores de distintas velocidades para la ocasión.

Ante la eventualidad de huracanes, entiendo que las mejores facultades se habrán hecho con potentes turbinas de aviones en desecho por ejemplo. Algún profesor de yoga acudirá a dar lecciones sobre la verticalidad. E, incluso, un contorsionista, si se quiere acentuar la venta del peligro.

Indispensable –y dudo que no lo hayan previsto-, una cámara frigorífica para acostumbrar al estudiante a las entradillas en nieve. 2 minutos el primer día, que irán aumentado paulatinamente hasta llegar a la hora o algo más –y no cuento el tiempo del viaje- que se precisa para llegar a lo alto de algún monte, instalar el equipo, esperar la conexión, hablar 20 segundos, 30 quizás, en plano que ocupa al menos un tercio de la pantalla, cuando no la mitad. Tras el cual, el espectador se estremecerá al ver asomar algunos copos blancos (lluvia, en el caso de los temporales de ídem, o un termómetro para el calor). Esenciales, en la lección sobre el frío, un alpinista y un logopeda, para mostrar como se desentumece el rostro y se articulan palabras a varios grados bajo cero.

El trabajo, realmente, lo harán los reporteros gráficos, tomando imágenes de lo que está ocurriendo y sus efectos, pero el periodista presencial es ineludible en el nuevo rumbo de la profesión. Antes, acudíamos a ver cómo se abría el Muro de Berlín sin ir más lejos. O cómo surgían la vida y la muerte. Aún hay quien sigue en ese empeño. Con gran riesgo. Pero cada vez menos. No sería desdeñable tampoco tener muchos más periodistas «in situ» buscando claves y respuestas, al hacer preguntas incisivas a todos aquellos que nos destrozan la vida -que sucede al margen de las inclemencias del tiempo-. Pero, ahora lo vital es tener un informador, ocupando la pantalla, durante escasos segundos, allí donde llueve o hace calor. Incluso donde la naturaleza se desata realmente, no siempre para tomar en las manos la tragedia humana.

Estoy convencida de que, de no existir, ese aula de información meteorológica es necesaria. A este reportero azteca, le hubiera venido bien saber, por ejemplo, dónde está la cámara que le inmortaliza y dónde pone los pies.

 

*Entrada publicada en este blog en Junio de 2010 y… totalmente vigente, si no aumentada. Ahora bien, eran tiempos algo más calmados, en los que se podía escribir de distintos asuntos sin tener que ir como los bomberos a apagar incendios a diario.  Si queréis ver varios que hoy se extienden sin control, en los artículos anteriores.

 

Fin del bipartidismo y continuidad de las fuentes de información

A estas alturas del día, los españoles nos hemos vuelto expertos en la cocina de encuestas, tras conocer el muy demorado barómetro del CIS. Y ya entendemos cómo la intención de voto directa expresada por los españoles (1º) 17,6%, Podemos, 2º)  14,3% PSOE y  3º11,7%  PP) se ha convertido en una estimación de voto que se da la vuelta del revés: 1º) PP con  27,5%, 2º) PSOE con 23,9% y 3º)  Podemos con el 22,5%). Alta gastronomía.

Ocurre, dicen, porque los cocineros tienen en cuenta a los indecisos y otros factores y añaden a la intención real expresada, la «simpatía» por el partido, y, sobre todo, el “recuerdo de voto”. Si el PP tuvo tres veces más apoyos que ahora en 2011, lo lógico –piensan- es que sus votantes conserven ese recuerdo. Podemos no existía en las generales, nadie tiene en su memoria haberle votado, y aún así le otorgan el 22%.

Es decir, los sociólogos del CIS no tendrían en cuenta que a la gente cuando la vapulean como ha ocurrido estos años y se le caen los ojos de las órbitas de pura estupefacción con lo que ocurre,  igual se desprende de la nostalgia de a quién votó. Esto de la cocina de encuestas suele darse bastantes batacazos, además.

Se certifica lo que parece ser el fin del bipartidismo y la evidencia del hartazgo de la sociedad con la política tradicional. Tenemos un presidente de gobierno en el que, según el CIS, no confía el 86 % de los encuestados. El 61 % absolutamente nada, el 25% poco. El PSOE se recupera algo con Pedro Sánchez, aunque el nuevo secretario general tampoco despierta pasiones (el 33% no confía nada en él y el 34%, poco). Es el líder nacional más valorado, sin embargo, dado que el CIS no pregunta por Pablo Iglesias porque -argumenta- no es parlamentario. Todos los líderes y ministros suspenden. El alter ego de Rajoy, Soraya Sáenz de Santamaría, obtiene un 2,9 y es la nota más alta en el gobierno. E Izquierda Unida y UPyD registran sonoros descensos.

Fuera de estos rasgos generales y notorios, quería fijarme en cómo una ciudadanía -que se muestra bastante deprimida- se informa. El CIS lo pregunta:

cis.tv.radios.

Solía distinguir entre radio y televisión. La televisión acaparaba al 70% de los españoles como vía fundamental de información. Juntos, ahora, radio y televisión siguen en cabeza con casi un 69% que emplean estos medios como medio habitual, diario. Un 40% no lee NUNCA la sección de política en los periódicos. Y un 57% tampoco mira jamás estos asuntos en los medios de Internet, usados todos los días tan solo por el 17%. Añadamos un 7,8 % que los ve tres o cuatro días por semana. La eclosión de los diarios digitales españoles es una realidad destacada incluso por expertos internacionales, pero son aún minoritarios frente al fortísimo impacto de la televisión (incluso ha crecido) y eso tiene una importancia decisiva.

Los ciudadanos se han enterado de lo que les ocurre. La tendencia del voto ha cambiado. Pero alguien que vea solo los informativos de las principales cadenas de televisión, por concretar,¿puede considerarse una persona bien informada? Da qué pensar.

Este es el ranking actual de los informativos. Por cierto, apoteósico el descalabro de TVE que andaba hasta hace poco, ni el mes pasado, en torno a los 2 millones de espectadores.

audiencias.tv.

La cultura es la mejor revolución

El PP ha sacado el bulldozer aún antes de haber recibido las llaves de prácticamente todo el poder en España (En la UE que nos destruye ya lo tiene también).

   Tras el acoso a la educación pública (a la educación no mediatizada ideológicamente y dentro de lo que cabe porque el conservadurismo marca tendencia en nuestro país) añade ahora los hachazos a la cultura. Fuera el Festival de Cine de Valencia, mientras se mantiene un circuito de F1 pagado con dinero público. Un Alvárez Cascos desgajado del PP se carga el Centro Niemeyer en Asturias. Y es sólo el principio.

 “La cultura es la mejor revolución. Seguramente por eso a los Gobiernos mediocres y dictatoriales les espanta la posibilidad de un pueblo educado, culto, con preparación, con criterio”, escribe Javier Pérez de Albéniz en Reacciona.

 En el mismo libro, los científicos Carlos Martínez y Javier López Facal plantean varias ideas altamente interesantes:

“En el ranking Scimago de universidades del mundo, figuran seis universidades alemanas entre las doscientas primeras, frente a una sola española”.

“Alemania produce el 41% de patentes solicitadas ala Oficinade Patentes Europeas, frente al 1,2% de España”.

 “No es una extravagancia propia de ricos ociosos, el hecho de que los países de mayor producción tecnológica y mayor dinamismo económico sean también los que más invierten en investigación básica. Se trata más bien de que  los países son ricos porque investigan, no investigan porque ya son ricos”.

 “Conseguir el nivel educativo y el nivel científico de Finlandia y Suecia no es imposible: es una cuestión de diseño estratégico, de consenso político y social, de reformas en la arquitectura institucional y de esfuerzo económico sostenido”.

¿Y la información? Aquí me remito a José Luis Sampedro: “Se confunde a la gente ofreciéndole libertad de expresión al tiempo que se le escamotea la libertad de pensamiento”.

   España arrastra un castrador retraso en estas materias esenciales. En valentía también pese a cacareados mitos patrios. El alcalde de Nueva York cita al 15M para explicar las protestas estadounidenses contra los bancos, sí, pero una amplia mayoría esta acogotada en un rincón viendo cómo, de venir mal dadas, salva sus propios muebles. Entretanto quienes se comprometen en la defensa del bien común sufren un auténtico asedio de requerimientos a pronunciarse y participar más allá de sus fuerzas (léase el caso del citado José Luis Sampedro). Y no es justo, ni siquiera digno. Como dijo alguien en este blog, la pasividad es otra forma de violencia contra el conjunto de la sociedad.

   El camino de cercenar educación, cultura e información es el peor escenario posible para solucionar nuestros problemas pero hay que sumar fuerzas para combatirlo. Y usar la cabeza. Y la dignidad que, seguro, reposa en algún lado. ¿O tiramos todos la toalla? Muchas veces dan serias tentaciones de hacerlo.

  Recurro de nuevo a la foto de las prohibiciones de paso sobre un muro de cemento. ¡Es la propiedad privada, señores! La de unos pocos a la que protegen con los instrumentos del poder las políticas conservadoras.

 

Hotel abandonado en Alhama de Aragón (Zaragoza)

No hay vuelta atrás

Con nosotras está José Miguel Bella, un indignado tozudo que se empeñó en que fuésemos a Altea. Y fue un placer.

Acabamos de estar con los Indignados de Altea Ángels Martínez i Castells y yo. Ella lo cuenta divinamente, aquí tenéis su referencia. A mí me interesa resaltar una cuestión altamente esperanzadora: a estas alturas las personas informadas lo están y mucho. Del ContrATTACando de Noviembre del año pasado a hoy, el escenario ha cambiado radicalmente. Las preguntas de náufrago de entonces ¿Qué se puede hacer? ¡Soluciones, por favor!, han dado paso a un extraordinario conocimiento de la realidad que nos circunda. El debate posterior a la conferencia en Altea lo demostró.

El hecho es que desde el 15 de Mayo grupos de personas se están reuniendo en toda España semanalmente, a diario en algunos casos, hablando e informándose. Se pasa ya por encima de la versión distorsionadora (en sus diferentes grados y matices desde luego) de los grandes medios. Deberían de hecho aprender éstos de cuánto saben los que saben.

Es un trabajo sólido que implica que esa creciente sociedad no va a creer nunca más los cantos de sirena de la propaganda política y mediática. No hay vuelta atrás por tanto en ese punto. Quien posee el tesoro de la información no lo abandona.

Se avecinan días muy negros. Más aún de los que vivimos. Las conquistas sociales que ha costado un siglo como poco lograr se están desbaratando. Léase la educación que, sin tapujos ya, la quiere el PP sólo para ricos y adoctrinada. También la salud ¿y la vida? serán para quien pueda pagarlas en la gran estafa de la que somos objeto.

Una estrategia concienzudamente diseñada nos aboca al abismo que vemos en Grecia, al que no vemos –pero existe- en Irlanda o Portugal (todos ellos países de la UE “rescatados”), al que se palpa cotidianamente en la propia España.

Las personas informadas lo saben. Se impone organizar objetivos, concentrar las manifestaciones de esta ciudadanía que exige cambios. Seguir ampliando el círculo de los que nunca más creerán en patrañas.

Porque la maquinaria camina en la dirección diseñada. Hasta Iñaki Gabilondo dice hoy, no sin un ligero toque de ironía, que “Rajoy empieza a tener carisma”. Sí, ocurre en jardines de siembra planificada.

Víctimas de la «consumopatía»

¿La civilización actual?

¿La civilización actual?

Una noticia de 20 minutos ha confirmado –entre líneas- lo que sospechaba: Madrid es la comunidad con más centros comerciales por habitante: 97. Habla, por supuesto, de grandes megacentros que acogen a grandes estructuras que, a su vez, diseminan sucursales por toda la ciudad. Son como el hiper de los centros comerciales. Yo voy cuando necesito anestesiarme. Es mano de santo. Música alta para que no se oíga, que compite en ordinariez. E infinitas ofertas que uno termina por no ver. Pero ya no hay cabida para ningún pensamiento elaborado. Es un descanso. Degradante, como el sistema que nos envuelve.

Lo escribí cuando las calles se fueron quedando sin cines, para llevarlos, por supuesto a estos templos del consumo. Hasta los años 80 no conocimos su existencia. Los primeros fueron hipermercados de alimentación. La cosecha desde entonces ha sido fecunda, desbordante. Cada carretera de salida dispone de su conglomerado de centros. Siempre los mismos, aunque ostenten nombres diferentes: Las Rozas Village, Madrid Xanadú, Plenilunio, Espacio Torrelodones, La Gavia, Rivas Futura… y dentro, siempre, Carrefour, Alcampo, Mercadona, Caprabo, Eroski, Media Mark, todos juntos o en cuotas. Una vez dentro, uno no distingue si se encuentra en Vallecas o en San Sebastián de los Reyes, en Valencia, o en Cádiz. En los cascos urbanos sucede lo mismo. Cada cuatro pasos un Zara, un H&M, un C&A. Cada cuatro pasos. Se derrumba un cine, y aparece una tienda. Se tumba un teatro y emerge otra tienda más. O un banco, por supuesto.

En las ciudades europeas, encontramos el mismo paisaje: todas se han uniformizado. Y no sólo las capitales de país. En Malmo (Suecia) en Colonia (Alemania), Zara, H&M, C&A. Preguntas en cualquier parte adonde viajes, en España y fuera de ella, por el centro histórico. Y la nube de cadenas comerciales, ropa, bisutería, zapatos, bolsos, te envuelve. Todas son iguales. El comercio local, que aportaba alguna diferencia (estética y hasta de oferta), ha desaparecido prácticamente. Apenas he visto algo en Santander, Salamanca o Girona. Por el momento, pronto llegarán los carteles de “liquidación total por cierre del negocio”. ¿Se cierran los grandes centros comerciales? Apenas, desgraciadamente.

 La necesidad creada del consumo, del hiperconsumo, es el eje en el que se asienta el sistema. Nadie me ha explicado aún –y creo que es pregunta fundamental- ¿cómo seguiremos comprando con sueldos y pensiones mermadas, en paro? Probablemente endeudándonos más. Vendiendo hasta un riñón, una córnea, para seguir con la “consumopatía”.

El consumismo nació como vocablo en el siglo XX –una de sus grandes aportaciones- como consecuencia del capitalismo y el nacimiento de la publicidad. Se liga a la acumulación de bienes o servicios considerados innecesarios. Etimológicamente, la palabra consumismo proviene del latín «consumĕre» que significa gastar o destruir. Los griegos al parecer no supieron de ella.

Una gran paradoja que me viene sorprendiendo: los grandes autores de ciencia ficción anticipatoria no osaron imaginar una sociedad de individuos entregado al consumismo voraz, encandilados con su botín, pero arriesgando su propio dinero y su estabilidad. Más dependientes y vulnerables, por ello, que los epsilones de Huxley con todas sus necesidades materiales cubiertas. ¿Quién induce tal ceguera? Otra neolengua, como la que ideó Orwell, logra ya anular el pensamiento crítico, el gozo de pensar y decidir. Y, paradójicamente, en aras de una libertad quimérica.

De la mañana a la noche, día tras día, el gran motor y colaborador del sistema, la publicidad, nos bombardea. Todos enormemente contentos -y en tono más elevado que el resto de la programación- nos crean necesidades que no tenemos. Esa sucesión chirriante es nociva para la salud.  Especialmente -pero no sólo- la mental.  Calculada, premeditada. Es el instrumento para vender, y -para que penetre mejor- se diluyen los mensajes que nos harían pensar. La telebasura, la información trivial (a mí me produce náuseas y más cuando presumen de ella), como soporte para el mensaje publicitario literal (o encubierto), para la expansión infinita del sistema. La publicidad es spam y sus mensajes no son fiables, no están contrastados, no aportan pruebas de la eficacia del producto. En muchos casos, mienten.

Entre el ascetismo y esta locura ¿no hay un punto medio?

Restaurar la democracia

Tengo un dilema. O dos. Uno lo refleja Elrich en su viñeta de El País. El otro… sí, lo analizaré en partes.

Aznar quiere “restaurar” la democracia. Sin demasiado eco mediático, el ex presidente español, dijo hace unos días «Debemos restaurar el verdadero sentido de la democracia y sus límites. “El poder político ha traspasado todos los límites razonables y ha invadido terrenos que no deben ser de su competencia, porque no es asunto suyo iluminar verdades sino generar y gestionar consensos como instrumento de la paz social”. “Está pendiente una tarea liberal para devolver al poder político a su lugar y para que la vida pública se apoye en un liberalismo de raíz ética cristiana». «Que el Estado sea sólo eso y no haga de escuela, familia o iglesia”.

Hablaba desde la tribuna de FAES, esa organización que subvencionan los poderes públicos. El dinero de todos sirve para que este individuo que rigió los destinos de España durante 8 años y alma del futuro gobierno del PP, si no su presidente salvador, se cuestione la democracia. A precio de oro (para su bolsillo privado), Aznar dicta su doctrina en importantes foros neoliberales de todo el mundo. No es inocuo lo que dice. Puede hacerlo porque alcanzó su estatus a través de unas elecciones democráticas. ¿Sin restaurar?

Me entero ahora, lo confieso, que Caja Sur pertenece a la iglesia católica. Los órganos de gobierno de las cajas los elije –que yo sepa- el poder político autonómico. Lo que sí es cierto es que, para salvar los platos rotos de su mala gestión, se le va a inyectar más de 500 millones de dinero público. Javier Arenas dice que la culpa es…. de Zapatero.

Camps –que no deja de reír ni bajo el agua- dice que Valencia merece “una medalla mundial interplanetaria”, mundial e interplanetaria a un tiempo. A su lado, Rita se despeña en carcajadas. Van a revalidar y aumentar su mayoría absoluta en la desquiciada comunidad valenciana. No es para menos.

Rajoy entretanto no estaba ni delante, ni detrás, ni al lado, ni encima, ni debajo de Camps, tal como prometió: comió caracoles en Lleida.  Por lo menos, sonreía. Es el de atrás, el de las gafas. En la Lleida del estatuto impugnado, se le veía feliz. ¡Menos mal!

   La Razón ha hecho una encuesta, con su empresa de consulting y todo. El 23 % de los espaloles querrían ver como debate estrella, uno a celebrar entre Zapatero… y Belén Esteban. El 23%.

Vivimos uno de los momentos más graves de la Historia. Los “mercados” –con sede en Wall Street, el Pº de la Castellana y grandes arterias internacionales- ha dado un golpe de Estado, imponiendo sus normas al poder político. Al que elegimos los ciudadanos, al que entregamos en impuestos el fruto de nuestro trabajo y nuestros ahorros. Una cuadrilla de desaprensivos lo succionan, pero no se conforman: quieren más. Incluso –hablando con dinero y público y beneficios –muy altos- privados, pretenden “restaurar” la democracia por completo (aprovechando los resortes de la misma si salen elegidos). Este golpe de mano, esta dictadura, tiene también poderosos ingredientes de involución ideológica. Como todas realmente.

Y todo ello ante la estupefacción de unos y la ignorancia supina de una gran mayoría. Hasta una amiga, buena periodista, se entretiene en la maraña de ramas del rábano que le sirven los medios conservadores que escucha para culpar de todo “sólo” a Zapatero. La información está ahí para todo el mundo, pero no, mejor lo remedia, lo aclara, un debate entre el presidente y Belén Esteban.

Y aquí viene mi dilema que trato de aclarar. Buena solución no tiene, lo sé.

   Si España no fuera una monarquía, el presidente electo de la República, sería José María Aznar, con toda seguridad. El que tomaría el dinero público para cumplir los deseos del capital (aún más que Zapatero, que ya es decir) y duele pensar esto a una republicana.

El festín que se están dando los políticos con las Cajas de Ahorros, ruboriza. La “renovación” de Caja Madrid fue un ejemplo: se repartieron el cortijo tan a gusto. Y ya vemos lo que ocurre con las que tienen problemas: nuestro dinero para salvarlas, y escuchando maldades demagógicas.

Y Camps y Rita muertos de risa.

Tengo un grave conflicto, sí. Igual también yo creo que hay que “restaurar” la democracia. Hace unos días, Piezas decía aquí –en un ejercicio sano de querer entender- que, si hay que suprimir el Estado y que cada uno se las apañe como pueda, partamos al menos de la igualdad de oportunidades (dado que los que más tienen se han aprovechado del resto y, digo yo, así lo mandará la «ética cristiana liberal», que viene a ser lo mismo que la «medalla mundial interplanetaria»). Hacemos un saco con todo el dinero y propiedades que existen actualmente en el mundo, y lo repartimos equitativamente entre los 6 mil millones de ciudadanos que lo habitamos. A partir de ahí que cada uno gestione su parte como quiera. Pero aprovecharse del dinero de todos para fines particulares, pues no, esto no.

Por mi parte, solicito una medida complementaria: inyectar educación e información en toda la ciudadanía. En vena. En sesiones intensivas. Toreros ensartados, fútbol y programas del “corazón” en los recreos. El resto del tiempo a hincar los codos. Periodistas incluidos. Clases de recuperación extra para el 23% de los ciudadanos que lee y vota en La Razón, o en su empresa de encuestas. Enérgica y firme terapia psicológica añadida a los votantes del PP en la comunidad valenciana.

Y, si es lo que queremos, a partir de ahí, pistoletazo de salida y barra libre para todos. Pero que todos paguemos la ignorancia y/o la desvergüenza de un sector va a ser que no me parece democrático. Ya anticipé que era un dilema.

Actualización:

   Aznar sigue en su gira neoliberal y de desprestigio de España: «El problema es la falta de credibilidad, porque más responsabilidad en esta crisis es la responsabilidad del gobierno (español)”, ha dicho -así de mal expresado- en la CNN.  Aquí la grabación de la entrevista completa. Una mezquindad más de este gran «patriota».  ¿Y si recuperásemos las empresas públicas que él vendió (a sus amigos)? ¿Y si algún periodista le preguntara por su responsabilidad en el incremento de la burbuja inmobiliaria, causa determinante de nuestra crisis? ¿Vendría Bush a España a desprestigiar a Obama y decir que no se puede confiar en EEUU?

  Enrique Meneses lo comenta en su blog.

Los errores de la televisión pública

Leo que “El PP da por roto el consenso sobre RTVE”. Los dos grandes partidos tuvieron que remontarse a los inicios de la idílica transición para encontrar un candidato aceptable para ambos: Alberto Oliart, de 81 años, era el único sobre el que ponerse de acuerdo. Pero ahora el PP se siente intensamente decepcionado. Denuncia la «manipulación y el sectarismo» de los telediarios y considera que TVE ha «ha dejado de ser la televisión pública española para convertirse en telezapatero«. Los populares dicen sentirse «defraudados» y «traicionados» por Oliart. «El PP exigirá su inmediata dimisión si no la presenta por su propia voluntad, ya que fue nombrado fruto de un acuerdo y ese acuerdo se ha roto”.

No puedo salir del pasmo. Cada día y casi cada hora he de tragarme –si caigo en la tentación de poner los telediarios de mi antigua empresa- todas las opiniones, sobre todas las cosas susceptibles de ser valoradas y algunas más, de Rajoy, Cospedal, Sáenz de Santamaría o quien caiga por allí. Todos los días, a todas las horas. No sé qué opinará Rajoy de la cogida de José Tomás pero es probable que también se lo pregunten, siempre que brinde una oportunidad de confrontación política.

Sigo leyendo, ya en la más absoluta estupefacción, que el detonante ha sido “el tratamiento en TVE de una información sobre el Estatuto de Castilla-La Mancha”. Y que, en su indignación, el PP ha presentado una batería de preguntas en la comisión de control parlamentario sobre la imparcialidad e independencia de los informativos. Oliart deberá responder el martes en el Congreso, y, como vemos, pedir su baja en el cargo.

Debe constar por ahí un tuiteo en el que comentaba a una periodista de Castilla-La Mancha que no había entendido nada de la información del TD2 –el mejor telediario del mundo, según una firma comercial-. La periodista se limitó al “este dice”, “el otro dice”, y, como no había seguido el tema, no supe qué había pasado en realidad. Y ahora comprendo que la pobre chica era otra informadora secuestrada por los cupos.

En este país en el que tantos conceptos democráticos se confunden, los partidos no han comprendido que las televisiones públicas no son sus oficinas de prensa. Ninguna de ellas, y de ninguno de ellos. Y que tanto los partidos políticos como los sometidos –por su voluntad o por el autobenevolente posibilismo- gestores de los medios públicos nos están hurtando la información.

Insisto en lo que he dicho ya otras veces. Los hechos son noticia, no las opiniones, salvo que por su singularidad se conviertan en algo relevante. No las opiniones a peso ¿Alguien ha visto que en las televisiones norteamericanas salga McCaín cada vez que aparece Obama?  ¿Sarzoky tiene sobre sí la permanente sombra de Aubrey, la líder socialista francesa? ¿Quizás en la información británica  Gordon Brown es siamés de Cameron? ¿Y que harán ahora con el liberal Clegg? ¿La BBC alargará sus telediarios? Además, España no es bipardista, tendría que salir hasta la Chunta aragonesista -con perdón por si parece menosprecio a mis queridos paisanos- en cada telediario. Aunque fuera para decir «oh! o ¡ah!, si ha de valorarse la noticia -¡dios, la noticia!- en función de los votos.

En uno de sus peores errores gubernamentales, Zapatero cedió a las servidumbres afectivas -como tantos de sus colegas en otros campos y en otros momentos (léase Telefónica, etecé)-, para descafeinar RTVE, y repartir un pastel que finalmente se comerán los mismos. Y esa medida ha dado un golpe de muerte a la información, y por tanto a la formación de una opinión responsable en la ciudadanía (son muchos los que, aún, se surten fundamentalmente de la televisión para estar al día de lo que sucede). Sólo un medio público no sirve a intereses privados, aunque parezca una perogrullada. Y, mejor, en competencia con las habituales informaciones sesgadas, eufemísticamente llamadas “línea editorial”.

El telediario del fin de semana sí hizo ayer información al hablar de las manifestaciones contra la impunidad del franquismo. ¿Habrá también quejas del PP? Al final, todo quedará en el cese de Oliart, probablemente. En el adelgazamiento aún mayor de RTVE. Y no sé si Zapatero y Rajoy encontrarán en algún general de las guerras púnicas otro candidato de consenso, lo que es seguro es que seguiremos sabiendo, cada día y cada hora, lo que opinan el propio Rajoy, Cospedal, Saénz de Santamaría, la campechana Aguirre, Arenas -no nos olvidems-, o quién toque, y, en su caso -aunque menos-, Zapatero, Blanco, Pajín, and so on, hasta de la mayor o menor clorofila de las lechugas, aunque sin datos, por “convicción moral” si nos atenemos a lo que domina los “argumentos” del PP. No, mire Vd, llame a un catedrático de botánica, preferiblemente especializado en fitoquímica.

Una lástima.  Y la sociedad no es consciente de en cuanto le afecta la desinformación. En cada punto de su vida cotidiana, incluso. Ya dije que nadie lloraría por nosotros. Otras servidumbres ajenas lastraron la televisión pública, pero no por completo. Todo se perdió el día en el que en las redacciones entró la báscula de precisión para servir en el plato la propaganda política.

Actualización (lunes) con tres artículos recomendados:

Valiente, documentado, claro «Cabellos velados, miradas veladas» de Javier Valenzuela.

Demócratas de toda la vida. Ignacio Escolar.

«Decenas de miles de carcamales resentidos asistieron el pasado sábado a los aquelarres»…  así comienza hoy en «Ensuciar la memoria»  Javier Pérez de Albéniz, el descodificador.

Y una viñeta de Cuarto Poder.

Y una foto que hicimos en la manifestación del sábado de algunos «carcamales resentidos»:

Radiografía de la lamentable sociedad española

Hace tiempo que me gusta mirar los barómetros del CIS más allá de los titulares de urgencia que ofrecen los medios. Es un estudio serio por el tamaño y selección de la muestra (edad, sexo, nivel de estudios, tamaño del municipio) y por el rigor del cuestionario. Desde luego, aportan una fuente impagable de conocimiento de nuestra sociedad.

Los españoles se declaran en su mayoría de centro, ligeramente escorado a la izquierda. Hay una razón oculta: es el lugar más alejado de los extremos, en el que nos sentimos cobijados y seguros, más arropados porque son más los que se sitúan cerca. La ciencia matemática lo ha estudiado en la llamada Campana o Curva de Gauss, y es curioso ver su representación visual: uno tira bolas sobre una tabla predeterminada, y la mayoría va al centro. Fundamento de la estadística, se aprecia que cuanto se aleja más uno de la media, menos individuos hay.

Los más conservadores, los mayores de 55 años; los menos el tramo situado entre 25 y 34, los más jóvenes vienen también más a la derecha. Y siempre los hombres se manifiestan más a la izquierda que las mujeres.

Sólo que esta consideración de sí mismos no parece concordar con las actitudes que se derivan de otras respuestas. Casi el 75% se declara católico aunque no va a la iglesia. Ateos y no creyentes algo más del 20%. Son partidarios de los controles –cámaras de videovigilancia por ejemplo- para garantizar su seguridad casi en un 70%, aunque pierdan libertad. Y sólo el 10% los rechaza precisamente porque se “pierde intimidad” y se “violan derechos”. Más del 60% es partidario de imponer «bastantes restricciones» al acceso de menores a Internet y casi el 21% de negárselo absolutamente.

Lo más ilustrativo, a mi juicio, se centra en los asuntos que más preocupan a los españoles. El paro se sitúa en las más altas cotas de nuevo con un 76,4%. Para un 48,4% son los problemas de índole económica. Asciende en vertiginosa carrera “la clase política y los partidos políticos” que representan un problema para el 12% de los españoles ¿No tienen nada que decir a esto sus componentes? Ahora bien, la corrupción y el fraude sólo inquietan a un 1,4%, con la que está cayendo. La Administración de Justicia –con lo esencial que es un buen funcionamiento para el sistema democrático-, a un 2,5%. Después de conocer que miles de expedientes se acumulan en los juzgados, en legajos y sin informática, lo que causa evidentes y trágicas consecuencias al tener a delincuentes convictos sueltos, o tener noticia de resoluciones judiciales francamente dudosas. Los problemas derivados de la juventud actual, tras haber llenado páginas y páginas de alarma, a un 1,7. Lo mismo, exactamente, que la violencia contra la mujer. La sanidad a menos del 5% y la educación no llega al 8%. 

Y atención, un mes más, un año más, los nacionalismos con lo que tantos políticos se llenan la boca son recordados por el 0,4% de los españoles, y el Estatut de Cataluña, por el 0,1%.

El barómetro de septiembre del CIS, dedica un apartado especial a la seguridad, como decía, y también a Internet. Y es muy revelador. El 42,7 % no se ha conectado nunca a la red en el último año. Un 55,8 % sí. Y un 1,5 ni siquiera sabe lo que es Internet. De los que sí usan Internet, casi el 64% lo hacen a diario, buscando fundamentalmente… información (más del 92%).

   El 47% sólo tiene estudios de primaria, es el tramo más numeroso. Estudios universitarios superiores no llega al 11%.

Es decir, de falso centro, poco instruidos, insolidarios, tolerantes a la corrupción, despreocupados de asuntos cruciales suponiendo que no afectan a su bolsillo. Incoherentes hasta con el hecho de declararse católicos mayoritamente pero sólo de nombre. Sin ver en la educación una salida a nuestros problemas. Y una inmensa brecha entre dos Españas, una ávida de información y otra que vive al dictado de la televisión y la radio. Porque ya os conté que, incluso antes de la crisis, la venta de periódicos de papel en España estaba en lo que la Unesco considera el umbral del desarrollo. 100 ejemplares cada 1.000 habitantes. 400 se vendían en Suecia y Finlandia. ¿Podrá la primera, la España comprometida e informada, arrastrar, contagiar,  a la otra?

Pero, hoy por hoy,  ¿a alguien le extraña con este panorama nuestra clase política? Está a nuestra altura. ¿No mejoraría si a nosotros nos preocuparan la corrupción y el fraude? ¿Y la justicia, el periodismo o la educación? Lo que falla es la sociedad española. Y nadie se va a ocupar de incrementar su educación y cambiar su escala de valores, si no lo hace ella.

«A la cola de Europa»

“A la cola de Europa”. Prolifera esta muletilla al hablar de España. Yo misma la he utilizado, es muy gráfica. Uno ve estudios comparativos y solemos andar temblando por el final de la lista, por esos lugares ignominiosos que corresponden a los torpes o poco esforzados. En sueldos –no en impuestos-, en gasto social, en gasto sanitario, en educación. Algunos llegan a comentar que quizás es el lugar que nos corresponde. No diría yo lo mismo. La octava potencia mundial, o la novena pero muy altos ahí en la tabla, con los ejecutivos en quinto lugar europeo entre los mejor pagados, excelente posición en energías renovables, resultados en esforzada investigación, y tirando la casa por la ventana en el fútbol, que cuenta. Un país que se gasta 94 millones de euros en un sólo jugador no está “a la cola de Europa”.

También nos anuncian que nos situamos “a la cola de Europa” en la sociedad de la información. Yo diría que en una degradación bastante generalizada -que leer este sensato editorial inclina por regresar a la cama y dormir todo el día-, el periodismo español y sus lectores engendran un círculo malsano origen de muchos de nuestros males, al menos no de sus remedios en los que debería tomar parte.  Informando el periodismo, sabiendo informarse la sociedad.

Leo un titular excelente, que capta: “Para cualquier duda o sospecha, llamen al 917208727”. Opinión de Público. Jesús Maraña. En un país de lectores de titulares, éste triunfará.

Poco más abajo viene, en cambio, esta noticia: “El resto de los grupos, ajenos a la bronca entre PP y PSOE”. Se refiere evidentemente al Congreso y a las informaciones de estos días, no vamos a repetirlas. ¿Dónde esta la “bronca”? ¿No será entre el PP y los jueces, los fiscales y la polícia? ¿No será entre el PP y la sociedad? Porque somos muchos desde luego los indignados con los últimos acontecimientos protagonizados por la oposición mayoritaria, al punto de no seguir las sagradas reglas de la balanza: ante kilo de basura en este lado, busco kilo de basura para contrarrestrar. Los periodistas, ahora, lo reducen al “rifirrafe” -adoran esa palabra- entre dos partidos que debe venir en los nuevos manuales de periodismo y todos tan contentos.

  ABC se descuelga entrevistando a una persona de entidad para opinar en el conflicto: Ricardo Costa, provisionalmente “desinculpado” en la trama de Valencia. “Una sola escucha ilegal es de una gravedad extrema”, dice el susodicho. Llamad, por favor, al 917208727, que cita Maraña. O robad, prevaricad, insultad, atacad al Estado de Derecho que es dolencia leve en comparación con las escuchas ilegales, o sacaos un carné del PP para espiar que también mejora el diagnóstico de la afección. Para espíar, para presuntos «cohechitos» y comprensión judicial, igualmente.

Una renombrada periodista dicta lección magistral en Santander, en la prestigiosa Universidad Menéndez Pelayo, y asegura: “los periodistas no podemos ser apolíticos”. Toda mi vida he mantenido prácticamente lo contrario: la militancia política está reñida con la independencia, con el sentido crítico que debe tener y ejercer un periodista. Una utopía muy poco rentable, no voy a negarlo.

Vivimos en un país con periódicos que realizan campañas difamatorias en contra del Estado de Derecho, con tesis rebatidas en los tribunales, y que no pagan costo alguno ni en sus jugosas ventas, ni ante la justicia.

Los políticos han detectado perfectamente la debilidad del periodismo actual. Ruedas de prensa sin preguntas, declaraciones sin opción a que nadie se inmiscuya en lo que el pólitico quiere decir. «Vóteme y no pregunte».

Y el círculo se concentra. Estamos “a la cola de Europa”, en lectura de periódicos. Antes de la crisis de la prensa de papel, los periódicos apenas vendían en España 100 ejemplares por cada 1.000 habitantes en España. Justo la cifra que la UNESCO marca en el umbral del desarrollo, y que supone menos de la mitad de la media europea. Finlandia y Suecia alcanzan, por ejemplo, más de 400 ejemplares por 1.000 habitantes. Y sólo Portugal, Grecia e Italia, como siempre, estaban a la par o por debajo de nosotros. Al mismo tiempo, el ocio mayoritario y buena parte de la información, se nutre de la televisión, de las televisiones españolas… «a la cola de Europa», salvo Italia, imagino, esto es una opinión personal.

Cada vez hay más ciudadanos, en cambio, que se informan por Internet, que hurgan en páginas propias y foráneas, que buscan formarse una opinión responsable. Habrá de ser la sociedad la que abandone los lugares “de cola”, exigiendo a los poderes que adecuen nuestra posición en las tablas del progreso, de todo progreso, no el de unos pocos.

Actualización 9 de Agosto.

   Suscribo la indignación de una parte de la sociedad y la firmeza en tratar de resolver los problemas que nos aquejan.

Michael Jackson, muñeco blanco roto

Como tantos otros niños prodigio, trabajó desde que apenas se mantenía erguido. Usado por sus progenitores, sus productores y sus espectadores que nada cuestionan. En un país y un mundo con sus prioridades y sus esquemas. La errática vida personal de un artista genial, Michael Jackson, parte, sin duda, de ese convencimiento inducido que muestra el vídeo entre lo que es bueno y es malo. Su durísimo esfuerzo se vio recompensado con la fama. Había llegado el momento de comprar lo que le había negado la naturaleza: ser el muñeco bonito, el aceptado, el deseado. Aquel guapo muchachito negro perdió el color, la nariz, los labios, el peso adecuado… la razón. Y hubo profesionales de la medicina que secundaron su locura a cambio de dinero.

Cambió todos los esquemas en la música, innovó incluso en la técnica audiovisual y se perdió en un marasmo de insatisfacción y soledad –también soledad, probablemente- que le hizo perder la inspiración y cometer atrocidades. Ese esqueleto patético, pálido, estirado, toscamente remodelado, enfermo de mente y cuerpo, ya no era Michael Jackson. Responsable de sus actos, de cualquier modo, fue un fruto de nuestro tiempo. Muñeco blanco podrido, muñeco feo.

Bailan ya sobre su tumba, reviviendo éxitos ya olvidados. Alguien hará negocio, de nuevo, con Michael Jackson. Cometió el error de no morir antes de que entrara en su vida el bisturí y la medicina transformadora. Pero sí lo hizo. Y muere otra vez su fastasma, a tiempo para reeditar royalties. Muñeco blanco roto, muñeco malo, muñeco inmensamente feo.

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