Víctimas de la «consumopatía»

¿La civilización actual?

¿La civilización actual?

Una noticia de 20 minutos ha confirmado –entre líneas- lo que sospechaba: Madrid es la comunidad con más centros comerciales por habitante: 97. Habla, por supuesto, de grandes megacentros que acogen a grandes estructuras que, a su vez, diseminan sucursales por toda la ciudad. Son como el hiper de los centros comerciales. Yo voy cuando necesito anestesiarme. Es mano de santo. Música alta para que no se oíga, que compite en ordinariez. E infinitas ofertas que uno termina por no ver. Pero ya no hay cabida para ningún pensamiento elaborado. Es un descanso. Degradante, como el sistema que nos envuelve.

Lo escribí cuando las calles se fueron quedando sin cines, para llevarlos, por supuesto a estos templos del consumo. Hasta los años 80 no conocimos su existencia. Los primeros fueron hipermercados de alimentación. La cosecha desde entonces ha sido fecunda, desbordante. Cada carretera de salida dispone de su conglomerado de centros. Siempre los mismos, aunque ostenten nombres diferentes: Las Rozas Village, Madrid Xanadú, Plenilunio, Espacio Torrelodones, La Gavia, Rivas Futura… y dentro, siempre, Carrefour, Alcampo, Mercadona, Caprabo, Eroski, Media Mark, todos juntos o en cuotas. Una vez dentro, uno no distingue si se encuentra en Vallecas o en San Sebastián de los Reyes, en Valencia, o en Cádiz. En los cascos urbanos sucede lo mismo. Cada cuatro pasos un Zara, un H&M, un C&A. Cada cuatro pasos. Se derrumba un cine, y aparece una tienda. Se tumba un teatro y emerge otra tienda más. O un banco, por supuesto.

En las ciudades europeas, encontramos el mismo paisaje: todas se han uniformizado. Y no sólo las capitales de país. En Malmo (Suecia) en Colonia (Alemania), Zara, H&M, C&A. Preguntas en cualquier parte adonde viajes, en España y fuera de ella, por el centro histórico. Y la nube de cadenas comerciales, ropa, bisutería, zapatos, bolsos, te envuelve. Todas son iguales. El comercio local, que aportaba alguna diferencia (estética y hasta de oferta), ha desaparecido prácticamente. Apenas he visto algo en Santander, Salamanca o Girona. Por el momento, pronto llegarán los carteles de “liquidación total por cierre del negocio”. ¿Se cierran los grandes centros comerciales? Apenas, desgraciadamente.

 La necesidad creada del consumo, del hiperconsumo, es el eje en el que se asienta el sistema. Nadie me ha explicado aún –y creo que es pregunta fundamental- ¿cómo seguiremos comprando con sueldos y pensiones mermadas, en paro? Probablemente endeudándonos más. Vendiendo hasta un riñón, una córnea, para seguir con la “consumopatía”.

El consumismo nació como vocablo en el siglo XX –una de sus grandes aportaciones- como consecuencia del capitalismo y el nacimiento de la publicidad. Se liga a la acumulación de bienes o servicios considerados innecesarios. Etimológicamente, la palabra consumismo proviene del latín «consumĕre» que significa gastar o destruir. Los griegos al parecer no supieron de ella.

Una gran paradoja que me viene sorprendiendo: los grandes autores de ciencia ficción anticipatoria no osaron imaginar una sociedad de individuos entregado al consumismo voraz, encandilados con su botín, pero arriesgando su propio dinero y su estabilidad. Más dependientes y vulnerables, por ello, que los epsilones de Huxley con todas sus necesidades materiales cubiertas. ¿Quién induce tal ceguera? Otra neolengua, como la que ideó Orwell, logra ya anular el pensamiento crítico, el gozo de pensar y decidir. Y, paradójicamente, en aras de una libertad quimérica.

De la mañana a la noche, día tras día, el gran motor y colaborador del sistema, la publicidad, nos bombardea. Todos enormemente contentos -y en tono más elevado que el resto de la programación- nos crean necesidades que no tenemos. Esa sucesión chirriante es nociva para la salud.  Especialmente -pero no sólo- la mental.  Calculada, premeditada. Es el instrumento para vender, y -para que penetre mejor- se diluyen los mensajes que nos harían pensar. La telebasura, la información trivial (a mí me produce náuseas y más cuando presumen de ella), como soporte para el mensaje publicitario literal (o encubierto), para la expansión infinita del sistema. La publicidad es spam y sus mensajes no son fiables, no están contrastados, no aportan pruebas de la eficacia del producto. En muchos casos, mienten.

Entre el ascetismo y esta locura ¿no hay un punto medio?

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14 comentarios

  1. Víctor

     /  11 junio 2010

    Está muy bien ver este post como la continuación del de ayer. En esta nueva religión de los mercados, los grandes Popes reservan para la feligresía la condición de consumidores. Puesto que las catedrales de la élite no son aptas para la plebe (las grandes sedes bancarias, la bolsa, el club Bildeberg,…), para ellos se les reserva estos templo del despilfarro. Productos y más productos que rápidamente deben ir al cubo de la basura, pues la base de todo es su celérica sustitución para que la rueda siga girando.
    Hablas sobre cómo podremos consumir si los sueldos son cada vez más bajos. Hablo de lo que he visto. Brasil, el país con mayor desigualdad de América, está lleno de estos centros (no es solo Europa, Rosa, es el mundo entero). Como los sueldos son tan bajos (300-500 €), todo se compra a plazos. Todo. Desde comida hasta una camiseta. Es el futuro que nos espera

  2. Soto

     /  11 junio 2010

    Hola rosa y amigos contertulios:
    Se me ponen los pelos de punta pensar que debido a la idiotez mental en la que estamos instalados ,pudiera darse lo que tu escribes en este parrafo..((«Nadie me ha explicado aún –y creo que es pregunta fundamental- ¿cómo seguiremos comprando con sueldos y pensiones mermadas, en paro? Probablemente endeudándonos más. Vendiendo hasta un riñón, una córnea, para seguir con la “consumopatía”.»)).Pues si,como es una adicción demostrada todo es posible para disfrutar del objeto(el placer de consumir).no es el primero que empeña su propiedad para ver el partido de futbol «transcendental»….todo es posible ,lamentablemente ,en este «esperpentico mundo»..
    Apertas aagrimosas

  3. Paula

     /  11 junio 2010

    Muy bueno el post. Y lo bien que nos vendría pensar en ello más a menudo. Está claro que la vida nos impone otras adicciones y el consumismo es una de ellas. Nos han hecho creer que la vida se realiza al cruzar las puertas de un centro comercial. Es muy triste que alguien pueda llegar a pensar que de esa manera le va a dar sentido a su vida. Y mientras, vamos perdiendo lo que realmente se lo da. Desde luego el tema es mucho más profundo de lo que parece. Os dejo el enlace de un fragmento de un documental muy interesante sobre el consumismo: http://www.youtube.com/watch?v=OhCtAfqJyJk&feature=player_embedded

  4. Cuando todo lo que te rodea esta bastante mal, y no paran de decirte todo el día lo mal que estas tu, y lo peor que vas a estar, salir a comprar una porción de felicidad instantánea es una solución muy fácil pero poco duradera, por eso hay que comprar mas y mas, y por eso existen los centros comerciales y las tarjetas de crédito, el negocio de los órganos aun no esta muy extendido… Yo particularmente prefiero salir a andar/correr un rato -suerte que aun puedo subir a una sierra cercana andando y gratuitamente- me ayuda a despejar la mente y pensar con claridad.

    Espero que os guste el video

    http://divagea.blogspot.com/2010/01/la-historia-de-las-cosas.html

  5. Posiblemente es muy temprano y todavía ando medio dormido, pero no acabo de entender la primera frase del artículo:

    «Madrid es la comunidad con más centros comerciales por habitante: 97»

    Mi interpretación: por cada habitante de la Comunidad de Madrid hay 97 centros comerciales. Suponiendo que somos 5 millones de habitantes, me sale un total de 485 millones de centros comerciales….

    …necesito despertarme. Me voy a por un café y luego te releo.

    Un abrazo

  6. Les recomiendo una novela reciente ambientada en uno de esos megacentros comerciales: Lo que perdimos, de C. O’Flynn. Una delicia. En la línea de lo que se dice en el post.

  7. Joan

     /  12 junio 2010

    En tus ojos veo humana esperanza.

    Y no voy a sucumbir a nada que no sea, esta música, esta poesía.

    Y adorare las palabras, los gestos, de esta bandera que siento en mis entrañas.

    Y te reconoceré por el brillo de tu mirada, por tus manos, por tu risa.

    Y sabre que no te has traicionado, y que sigues vivo.

    Y sentiré, el miedo, la soledad, la incertidumbre que dicta mi razón.

    Y perderé la esperanza detrás de negras nubes.

    Y cuando por un momento, mis ojos se crucen con los tuyos, o mis manos te toquen.

    Y ya nada importe.

    Y no tema ningún más allá, ni crea en el.

    Y sabre lo que siempre supe, pero por un momento olvide.

    Y otra vez sonaran las viejas canciones, se oirán las mismas palabras.

    Y la muerte se alejara.

    Y el significado, tendrá y será, el Amor.

  8. Trancos

     /  12 junio 2010

    Hay que vivir

    Habrá que hacernos a la idea
    que sube la marea
    y esto no da mas de sí.

    Habrá que darnos por vencidos
    y echarnos al camino
    que no hay nortes por aquí.

    Al sueño americano
    se le han ido las manos
    y ya no tiene nada que ofrecer;
    sólo esperar y ver si cede
    la gran bola de nieve
    que se levanta por doquier.

    ¡Hay que vivir, amigo mío!
    Antes que nada hay que vivir,
    y ya va haciendo frío,
    hay que burlar ese futuro
    que empieza a hacerse muro en ti.

    Habrá que componer de nuevo
    el pozo y el granero
    y aprender de nuevo a andar.

    Hacer del sol nuestro aliado,
    pintar el horno ajado
    y volver a respirar.

    Quitarle centinelas
    al parque y a la escuela,
    columpios y sonrisas volarán.

    Sentirse libre y suficiente
    al cierzo y al relente,
    mientras se va dorando el pan.

    ¡Hay que vivir, amigo mío!
    Antes que nada hay que vivir,
    y ya va haciendo frío,
    hay que burlar ese futuro
    que empieza a hacerse muro en ti.

    Habrá que demoler barreras,
    crear nuevas maneras
    y alzar otra verdad.

    Desempolvar viejas creencias
    que hablaban en esencia
    sobre la simplicidad.

    Darles a nuestros hijos
    el credo y el hechizo
    del alba y el rescoldo
    en el hogar.

    Y si aún nos queda algo de tiempo,
    poner la cara al viento
    y aventurarnos a soñar.

    ¡Hay que vivir, amigo mío!
    Antes que nada hay que vivir,
    y ya va haciendo frío,
    hay que burlar ese futuro
    que empieza a hacerse muro en ti.

    (Joan Bautista Humet)

  9. Trancos

     /  12 junio 2010

  10. Joan

     /  13 junio 2010

    Gracias Trancos. No conocia a Joan Bautista Humet, comunica de una

    forma maravillosa lo que yo intentaba decir.

  11. Trancos

     /  13 junio 2010

    Lo que tú intentabas decir, también lo has dicho de una manera maravillosa, Joan. Gracias a tí.

  12. Las realidades son múltiples.Lo que has descrito es rigurosamente cierto ,pero incompleto.Las grandes urbes europeas ,yo habitualmente sólo me muevo por Barcelona,han sufrido en mayor o menor medida lo que describes.Y ,efectivamente poca diferencia hay de un extrarradio de París o Madrid, pues los centros comerciales están plagados de grandes superficies de capital francés,alemán,belga,sueco y poco más.Una de las cosas que me sorprendieron hace quince años de San Sebastián ,fue la omnipresencia del
    comercio tradicional que gozaba entonces de gran vitalidad.También disfrutamos durante años de un comercio de proximidad,y especializado,en Madrid y Barcelona.Durante los últimos veinte años la substitución de gran parte de ese comercio por uno de nuevo cuño y basado en la nueva emigración ha dado cómo resultado una realidad comercial en muchos barrios,significativamente en los cascos históricos,bien diferente a la anterior.Por un lado aportan vitalidad y servicio a los vecinos,son la punta de lanza de sus propias estrategias individuales y colectivas de supervivencia y de expansión en nuestro país.El caso de los chinos especializados en el textil (todo el comercio mayorista del sector Trafalgar de Barcelona ha pasado a sus manos),o el caso de pakistaníes etc Son otros comercios ,es otro consumismo,basado en los precios bajos y calidades discretas.Y además añadir que este tipo de comercio suele tener horarios mucho más flexibles por la propia idiosincrasia y realidad económica de los dueños y empleados.Es otra realidad ,da vida a barrios degradados ,y que aunque eso no les salva de muchos problemas les aleja del espectro del casco urbano tipo USA donde no hay nada y tienes que ir para todo en coche.

  13. ANA

     /  16 junio 2010

    Enhorabuena Rosa por este artículo y todos los que publicas. Respecto al artículo en cuestión sobre el consumismo y los centros comerciales, es un tema que me entristece y que le he dado vueltas. Primero, como residente en Madrid me da pena cada vez que voy por el centro y veo como cada vez van cerrando las tiendas de toda la vida ( mercerias, ultramarinos, etc) y ya todo es zara, h & m, etc…Todos vamos iguales, somos clones, y pasa cada vez en mas ciudades…Por otro lado, es triste que tengamos esa necesidad de consumir por consumir para sentirnos realizados. Hemos convertido el hecho de comprar en un hábito, y si no tenemos dinero pues a plazos o sales a mirar escaparates. No es mejor ir a ver un museo, un paseo al campo…Muchas cosas que se pueden hacer gratis y que te alimentan más. Pero en fin, la única solución que veo es la educación y claro si tu hijo ve que cada año cambias de movil que hará el de mayor.

    Y ya como anecdota he podido presenciar como van las familias a pasar el sabado a Ikea, el matrimonio dando vueltas por el centro (jugando a las casitas, ahora cambio aqui estas cortinas, pongo este sofa en vez del que tengo, etc…) los hijos en los recintos de las bolas ( pobrecitos, una rato está bien pero que tengan que avisar a los padres por megafonia para que los vayan a recoger…) y por último los abuelos sentados en uno de los decorados en el sofa ektorp…

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