Los intolerables niveles de suciedad de especímenes políticos

Junto a dos millones de espectadores que dieron al programa de los sábados noche de La Sexta un histórico récord del 15,2%, asistí a su desarrollo por primera vez en mucho tiempo. Soy contraria a esos presuntos debates que no tratan de clarificar sino de montar espectáculo para vender. Pero esta vez, sí dejó las cosas claras: hasta qué punto se puede ser miserable por un puñado de votos… o de audiencia.

Trasciende el «entretenimiento» televisivo, para situarse en las entrañas de este país y de esa «casta» política que tanto se ofende por ser así calificada.

Aún no doy crédito a que un tal Antonio Miguel Carmona, asiduo a las tertulias por parte del PSOE, utilizara nada menos que al gran Ernest Lluch -asesinado por ETA- para tender una trampa a Pablo Iglesias, el líder de Podemos. No doy crédito tampoco a que, a estas horas, ese sujeto no haya sido desautorizado por el partido aunque esté sumido en su catarsis. Y tampoco a que una buena parte de miembros del PSOE justifiquen en las redes la deplorable actitud de Carmona y la difundan, orgullos, con el epígrafe «Brutal lección de Antonio Miguel Carmona a Pablo Iglesias», en donde -por si faltara poco- cortaban la respuesta de Iglesias-. Esta es la versión íntegra.

Eduardo Inda, alto cargo de El Mundo, también hizo lo suyo para ponerse a la altura del betún. Él acude como periodista, en realidad está vendiendo una opción política. Y manipula que es un primor. Así lo vio Javier Pérez de Albéniz, el descodificador:

«Inda acusa a Iglesias de jugar con el dolor de las víctimas del terrorismo por sentarse en una conferencia “con dos etarras”. El mundo al revés. Un periodista del periódico que durante años ha utilizado los atentados del 11-M de manera miserable, no sólo se atreve a hablar del dolor de las víctimas, sino que muestra una agresividad brutal con el líder de Podemos. Seguramente tiene razón Le Monde cuando dice que “El éxito de Podemos en España suscita el resentimiento del resto de partidos”. Yo añadiría que también el de unos medios de comunicación que, tan incapaces y corruptos como los grandes partidos, le ven como un enemigo».

Entretanto en algún lugar de España, Benicio Alonso, miembro del PP tinerfeño analiza con esta profundidad y altura la crisis del PSOE: la clave está en «el cojito de ETA».

Yo la basura la tengo en la cocina, guardada en un cubo. Voy a procurar no volver a desparramarla por el salón donde está el televisor y a veces el ordenador.

 

 

 

Ada Colau y los «debates» para afianzar el sistema

colau-rojo Me cuentan y leo con detalle el episodio bochornoso que vivió este sábado el programa La sexta noche. Nada no habitual solo que esta vez se pasó de rosca. Tres infectos tertulianos utilizaron de muñeco de feria para el ping, pang, pung a Ada Colau, representante de la Plataforma de Afectados por la hipoteca. Exactamente como sucede en las cadenas de ultraderecha de la TDT Party que llevan a alguien de izquierda para freírlo.

Pero es más grave todavía lo que sucede con estos falsos debates que pasan por serios y conviene insistir hasta la saciedad como hago de vez en cuando porque gentes con poco criterio -o con afán de morbo- los confunden con programas realmente informativos, avalados por algunas figuras que (en el caso concreto de la Sexta) tiene en otros programas. La intención de estos debates -de éste y de la mayor parte de los demás- no es clarificar nada. Es ofrecer un espectáculo para ganar audiencia y vender. Cuanto más «bronco» sea el diálogo más venden, y… más afianzan el  sistema. El mismo que consigue tantas víctimas traguen la estafa que los poderes del neoliberalismo nos están perpetrando.

Alfonso Rojo es el individuo que dirige una cosa llamada Periodista Digital. Hace bien pocos días os mostré la creativa versión que hicieron de un artículo que publiqué en eldiario.es. Por supuesto sin pedir permiso y sin pagar nada por incluirlo en su medio. Precisamente me refería en algunos párrafos al peligro de los falsos debates. Este sábado le dijo a Ada Colau:  «Está usted muy gordita para el hambre que se pasa». Además del insulto, la ignorancia de las lenguas viperinas tiende a obviar que hay muchos gordos entre los pobres porque la comida barata -cerdo, tocino, pasta, etc..- tiene más grasa  e hidratos que el jamón de jabugo y las angulas.

El presentador le echó. Un ratito. Como leo pasa en el rugby. Luego regresó al plató para seguir cumpliendo su función. Eduardo Inda, de El Mundo, se animó entonces a pedir a Ada Colau que condenara a ETA. Parece una broma macabra ¿verdad? pues lo hizo.  Y nadie le echó. Y ya, en barra libre de acoso, llegó Francisco Marhuenda, director de La Razón y tertuliano permanente, y le dijo: «España ha progresado gracias a Amancio Ortega, no a gente como usted». Más detalles del espectáculo que acaparó audiencia y morbo, aquí. 

Veamos, estos peligrosos programas han convertido en objeto de «debate» (sucio) y de duda… todo. Un día  muchos de los canelos que lo ven verán morir de hambre o de  hipercolesterelomia (por comida insana) a sus hijos, y acudirá un Marhuenda, un Rojo, un Inda, a decirles que no es cierto lo que están viendo. Acudirá sobre todo un presentador a echarles un ratito, si canta mucho. Para nadie puede representar una sorpresa que estos tertulianos se comporten como lo hacen, para eso les llaman día tras día.

Porque, aclaramos por si acaso la cabeza es perezosa, este sistema permite que miles de personas pierdan sus casas , muchas veces a manos de bancos a los que se ha apoyado con dinero público. Eso es lo que defiende Ada Colau y la PAH. Es lógico que quienes se lucran con este estado de cosas  -con las bajadas de sueldos, los repagos en sanidad, el recorte del Estado del Bienestar en definitiva- defiendan como sea -incluso con bajeza infinita- lo que permite su beneficio. Existe gente de esa calaña. Por lo menos los afectados -la mayoría de la población- deberían ser conscientes de qué están apoyando.

Si La Sexta no expulsa de su nómina fija a estos desaprensivos y no vuelve a llamarlos jamás, estará evidenciando que solo busca distraer de la verdad, buscar bronca para vender y afianzar el sistema de la estafa a la sociedad. En sus manos está. Y en las de su audiencia.

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