La envidia del villano

Publico en ctxt.es este artículo que quisiera ser más reflexivo que el apresurado comentario de noticias…

cristina.ctxt

Horrach ha perdido frente a Castro. El fiscal del Caso Nóos que se dilucida en Palma acaba de ver derrotadas las tesis que le enfrentan al juez: la infanta Cristina seguirá sentada en el banquillo de los acusados por delito fiscal.

Asistimos en España a una serie de duelos que nos afectan. Un solo duelo, quizás. Al estatus vigente le han nacido incómodos rivales y se defiende agrio. Síntoma de que algo está realmente cambiando. La pugna se representa en varios escenarios destacados por los que, de alguna manera, brilla el eterno mito de la envida del villano. Del que llega a serlo, al ver irrumpir en su estabilidad a alguien que, aparentemente, solo aparentemente, logra sin esfuerzo aquello por lo que él tanto ha luchado.

Cuentan las crónicas serias que Salieri no fue el ruin envidioso que se esforzaba en poner palos en el camino de Mozart. No tanto. La música del Siglo XVIII y de toda la posteridad se enriqueció con el pique entre ellos. Lo cierto es que su relación sirve de paradigma de los casos que nos ocupan: un profesional asentado, docente, compositor y maestro de capilla de la Corte de Viena, en cuya apacible vida irrumpe otro músico dotado por el genio, cuyas obras trascenderán la historia. La competencia es un estímulo, el peligro se plantea cuando se convierte en rivalidad y ésta en un asunto personal que lleva a querer la aniquilación del otro. Más o menos simbólica. Parece que Salieri, en contra de la leyenda, cuidó a un Mozart que murió en la pobreza con solo 35 años. Pero el prototipo es muy gráfico y se mantiene en diferentes versiones.

El fiscal Pedro Horrach y el juez José Castro trabajaron durante años formando equipo en el archipiélago balear. De su pericia emergió uno de los grandes nidos de corrupción vinculados al PP, junto a Madrid y Valencia. El caso Palma Arena, por posibles prácticas corruptas en la construcción del velódromo de la capital mallorquina, va a aportar sorpresas. Precisamente Horrach será quien encuentre el hilo que les conduce al Instituto Nóos del yerno del rey Juan Carlos, Iñaki Urdangarin. Sobre su imputación, no dudan. El fiscal discrepa de llevar a juicio a su mujer y socia: la infanta Cristina.

Todo en este proceso ha venido siendo singular. Partiendo de la ardorosa actuación del fiscal Anticorrupción Horrach, volcado en exonerar a Cristina de Borbón, sin pasar siquiera por el banquillo.  Imputaciones y desimputaciones. La Abogacía del Estado que también defiende a la implicada y el Ministerio de Montoro nos hacen saber que “Hacienda somos todos” es solo una frase publicitaria. Ni siquiera ocultaron que han admitido facturas falsas de los Urdangarin para desgravar. El propio Horrach argumenta en defensa de la Infanta que, aunque “Aizoon era una sociedad instrumental utilizada por su cónyuge para presuntamente apoderarse de fondos públicos, ¿por qué tenía que conocer que era una sociedad instrumental para defraudar a la Hacienda pública?”. Estimó también que llevarla a juicio oral en esas circunstancias la conducía “a la indefensión”. Criada con privilegios muy superiores a la mayoría de los ciudadanos, Cristina supo de sirvientes contratados en negro, pero no, aseguran sus defensores, de las actividades de la empresa familiar. Y, así, la Infanta ha contado a su favor con quienes deberían velar por resarcir el daño público que se infiere por la evasión de impuestos.

El juez Castro se mantuvo firme pese a las innumerables presiones de todo tipo que ha venido sufriendo. Entre otras muchas, llamadas, amenazas, vergonzantes portadas de los diarios afines al poder o dejarle excrementos en la puerta de su casa. Esas prácticas que en cualquier país democrático serían consideradas mafiosas y por tanto castigadas. En los autos judiciales que cruzaron Horrach y Castro, el fiscal llegó al terreno personal. Le acusó de hacer un «juicio de valor», de investigar a la hija del Rey de manera “inquisitiva” o de estar contaminado. De hacer mal la instrucción, en suma. Al punto de que el juez le retó a presentar denuncia por prevaricación. Cosa que Horrach no hizo. Tampoco nadie la ha interpuesto contra él, contra el fiscal. Algo quedó en el camino: la imputación por blanqueo de capitales de la que se exoneró a Cristina de Borbón.

Coincidentes en varias características –prestigio profesional, una gran capacidad y entrega al trabajo, pasión por las motos de gran cilindrada–, Castro y Horrach concluyeron en ruptura. Su desavenencia, pública, es también la de quienes creen que todos los ciudadanos somos iguales ante la ley (y ante Hacienda) y quienes de alguna manera estiman que una Infanta de España forma parte de “los pilares del Estado de Derecho”. Fue una frase empleada por Castro: no creía estar quebrantándolos, le dijo al fiscal, por llamar a declarar en juicio a la hija del Rey. Es la lucha por quedarse quieto o cambiar. Es la virulencia de quien ve relegada o en peligro su idea, su posición, o su silla.

Esperanza Aguirre, aún alto cargo del PP, protagoniza otro enfrentamiento: una intensa hostilidad con Manuela Carmena, la actual alcaldesa de Madrid llegada con las Mareas del Cambio. Magistrada, relatora por los Derechos Humanos de Naciones Unidas, comprometida y con un gran prestigio, está siendo víctima de una intolerable campaña de acoso desde que es regidora del ayuntamiento de la capital. A Aguirre, expresidenta de la Comunidad de Madrid, le apetecía ahora ser alcaldesa, pero no obtuvo los votos suficientes para lograrlo y nadie le prestó ni uno para que lo consiguiera. Esperanza languidece en bilis cuando ve a Manuela que se mueve, como ajena, a las zancadillas. Todo en ella molesta a Aguirre y a la derecha aguda y tramposa que representa. El traje….

*Para seguir leyendo y, además, llegar a la conclusión -porque hay más villanos-, aquí… 

Vuelve el machismo

La foto del poder puede ir cambiando algunos elementos pero siempre es masculina

La foto del poder puede ir cambiando algunos elementos pero siempre es masculina

El 80% de los catedráticos de universidad son hombres, aunque es mayor el número de licenciadas que de licenciados. Más del 70% de los periodistas somos mujeres y ninguna dirige o ha dirigido un periódico de tirada nacional y son escasas las jefas de sección. Los consejos de administración de bancos y grandes empresas siguen ocupados por una mayoría abrumadora de hombres. En este punto compartimos honor con el resto del mundo.  Salvo en Noruega que cuenta con un 42% de mujeres en los órganos de dirección de las empresas, la media europea es del 11%. La foto del poder nos muestra siempre a un grupo de hombres con traje rigurosamente oscuro.

A este panorama ya conocido y sedimentado, se añade en España un intenso recrudecimiento del machismo. Han vuelto los culos a toda pantalla –se diría que hasta para vender estufas o gorros de playa–  como síntoma del regreso de la barra libre para usar y minimizar a la mujer. En las recientes elecciones al Parlament de Catalunya el número de mujeres se ha reducido al 38,5%, desde un 40% que tampoco era para tirar cohetes.

A quien se atreva a señalar los privilegios del machismo y defender la igualdad que busca el feminismo le caen insultos y hasta amenazas, como le ocurre a la colaboradora de eldiario.es que firma como Barbijaputa. La visceralidad en este punto, la agresividad, evidencia que mantener la discriminación por razón de presunta superioridad, se sitúa entre lo más sagrado o valioso. Tenemos un problema, va en aumento, a velocidad acelerada, y hay que hablarlo.

La crisis económica y la involución ideológica que vivimos se ha traducido en un aumento de la desigualdad en todos los niveles y explica este aumento del machismo, de esa brecha de género. En él, los medios de comunicación juegan un papel decisivo como vehículo que, a la vez, potencia el modelo.

Aquellos maridos de la publicidad en blanco y negro arrellanados en el sofá que decidían sobre lavadoras cuando ni pensaban darle en toda su vida al botón del encendido siguieron en activo mucho más tiempo del que creemos. Hasta hace apenas dos décadas continuaban siendo voces masculinas las que aconsejaban en los anuncios las bondades de cualquier producto. Invariablemente. La voz de la autoridad en todas las materias. Cuando ya dejaron piar a las mujeres, la publicidad continuó reforzando los papeles tradicionales de uno y otro: el hombre triunfador y la mujer complementaria. El que, en casa, intenta «ayudar» a su compañera. La mujer, joven y muy delgada, incluso para, cuando toca ese perfil, mostrar el culo –cada día más huesudo– en pantalla. Últimamente también usan los de los hombres como señuelo, si se puede igualar a la baja no se plantean dudas.

Con más de un 70% de periodistas y más de un 60% de licenciadas en distintas especialidades, han regresado las tertulias y debates pobladas de hombres y nada más que hombres. En esa progresión sin pausa desde hace tiempo, durante la noche electoral catalana no había ni una mujer en la mesa de La Sexta y Antena 3. Presentadoras o políticas, sí; como comentaristas no. También viene de lejos.

La opinión fue cosa de hombres hasta hace muy poco tiempo. Con una desproporción descomunal. Prácticamente solo Maruja Torres, Soledad Gallego-Díaz, Rosa Montero, con Julia Otero manteniendo el tipo en la radio, y muy pocas más, lograron el derecho a escribir de «asuntos serios». Porque en cuanto te daban la oportunidad –ese raro lujo que ciertamente pocas disfrutaban y disfrutan- y te salías del temario «igualdad hombre/mujer», «la edad» o similares, venían los retrasos en la publicación, hasta llegar al fin de las colaboraciones.

Y en cierto modo sigue la tendencia. Columnas enteras de solo hombres, con opiniones sin duda valiosas, aunque cuesta creer que sean casi los únicos que pueden aportar ideas. Incluso este diario que incorpora un número infrecuente de mujeres ofrece a veces esa desproporción. En otros medios el porcentaje femenino no debe llegar ni al 5%.

 Cuando se trata de aportar argumentos en reportajes y noticias, si hay un hombre disponible para entrevistar siempre es preferido. La discriminación lo es a favor del hombre. Con excepciones: si se habla de la educación de los niños o de salud, belleza y moda, ahí sí encuentran que hay más mujeres «expertas». ¿Cuántas economistas salen a opinar con pizarra o sin pizarra? ¿Cuántas investigadoras, abogadas o juezas?

Había comenzado a cambiar. La Ley de Igualdad efectiva entre mujeres y hombresde Zapatero en 2007 –tan vapuleada por la derecha-, su trabajo en ese sentido desde el primer día, tuvo alguna influencia, como ha sucedido en otros países (Noruega, por ejemplo). Trajo no solo un mayor número de mujeres a órganos de decisión, sino que se aceptara su presencia. Una pica en Flandes hablando de España. Eran, además, mujeres; fuera del modelo tradicional de políticas con testosterona. Como reacción, nacieron también las «feminazis», el término que regaló a las mujeres defensoras de la equidad el afamado escritor Arturo Pérez Reverte. Pero hemos vuelto atrás y el machismo gana de nuevo la partida.

Está pasando factura. Si cualquier colectivo tuviera en su seno un balance de 700 personas asesinadas en la última década, como ocurre con las mujeres, se hubiera paralizado el país.

Cada vez son más las noticias y estudios que alertan sobre el agravamiento de las actitudes machistas incluso desde la adolescencia. El control de la pareja, el imponerle con quién puede hablar o qué puede hacer, impedir que vea a sus amigas, son ya prácticas frecuentes. Las chicas tienden a revisar el móvil de ellos más que al revés, aunque lo están haciendo en un gran número todos ellos. Las agresiones tampoco faltan. La creencia de que todo esto ocurre porque «las quieren». En una reciente encuesta, el 59,4% de los adolescentes consultados pensaban que «el chico debe proteger a su chica». Y que ellos tienen más necesidad de sexo. Han retornado hasta las «chicas duras», frente a las «fáciles».

Estos jóvenes están evidenciando una desoladora inseguridad, un peligrosísimo desconcierto, fruto de la crisis social que padecemos. De la debacle social que se enmascara entre globos de colores. Y en la que hombres y mujeres parecen mirar hacia otro lado obviando problemas de enorme envergadura que les afectan y marcarán su vida.

Soy de quienes se empecinan en pensar que las mujeres somos personas. Y que si una mujer está en el poder obrará como ella sea, porque tan mujeres son Ada Colau y Manuela Carmena, como Esperanza Aguirre y Dolores Cospedal y con eso está dicho todo. Pero las mujeres somos algo más de la mitad de la población. Mayoría, en numerosas especialidades ya. Se está ofreciendo un mundo parcial y mutilado. Y tenemos derecho a toda la voz que nos corresponde y a todos los derechos inherentes al ser humano.

*Publicado en eldiario.es en donde entre los numerosos comentarios hay algunos para… añadir al texto.

Políticos, tenemos un problema

Vergara en Público

Zapatero y Rajoy están a punto de reunirse por fin. Y esa noticia que como tal nos sirven los medios, provoca la mayor indiferencia ciudadana que pueda esperarse. Hasta un 95% de los lectores de “El Mundo”, piensan que no servirá para nada. Uno se imagina a Zapatero ensayando su optimismo irreductible  y a Rajoy redactando ya el catastrofista y victimista mensaje que soltará en las escalerillas de La Moncloa. Nunca antes hubo mayor desafección a la política de la que vivimos ahora, según reflejan encuestas con tan elevados porcentajes de hastío que uno no entiende cómo los dedicados a esa profesión no se meten debajo de un ladrillo… o reaccionan.

Como es muy lógico, algunos ciudadanos niegan a los políticos autoridad moral para cargarles el coste de la pandemia económica, contemplados en sus sueldos, pensiones y prebendas, y el espectáculo de los hemiciclos semivacíos. O en la crispación artificial, tan alejada de los problemas reales de la sociedad. Para mí no son «todos iguales«, aprecio sensibles diferencias, pero entrar en el saco de la mierda que unos más que otros propician, embadurna al conjunto. La política cae en barrena en la desesperada búsqueda del héroe justiciero que restablezca al menos la aparente estabilidad anterior, aunque era absolutamente ficticia. ¿Quién lo hará? Por primera vez en nuestra reciente historia democrática, nadie desata esperanzadoras pasiones. Un gobierno desbordado (y acosado) y una oposición mayoritaria predicando lo que no cumple en las corporaciones que gobierna, ya que, en ellas, ostenta importantes cifras de paro, además de prácticamente liderar la Comunidad –Valencia- y el Ayuntamiento –Madrid- más endeudados de España. Sin contar el altísimo grado en el que le atañe el engrosamiento de la largamente inflada burbuja inmobiliaria y especulativa, talón de Aquiles de nuestra economía. En el desasosiego, surgen tentaciones populistas (desde un híbrido ideológico a la reina del desparpajo y el cinismo). Siempre sucede así cuando la política defrauda. Y aún puede ser peor. Todavía más.

El ciudadano tiene que lidiar con una corrupción insostenible pero aceptada; prácticamente, la mayor economía sumergida de la UE y un  grupo que parece lucrarse, a gran escala, sangrando nuestros impuestos. Y le asalta la duda, a tenor de los datos, de si la persecución del fraude fiscal deja fuera los bocados más gruesos.

Victor Lapuente, un joven español, profesor de Ciencias Políticas de la Universidad de Gotemburgo, Suecia, vuelve a escribir del tema del que es experto, la corrupción con esa visión comparativa imprescindible que da las auténticas dimensiones del problema.

Tras explicar las reacciones ante la corrupción en diversos países del mundo (nosotros estamos al nivel, dice, de Italia, India, Tailandia, y México, donde el corrupto gana votos),Lapuente habla de lo que en realidad lastra todo nuestro sistema político:

 1) El clientelismo. “Los políticos corruptos sobreviven en sus cargos gracias a que ofrecen bienes particularizados a miembros de redes clientelares, ya sean legales, como puestos en la Administración pública, o ilegales, como tratos de favor en contratos públicos. Los países donde los políticos corruptos se consolidan a perpetuidad en el cargo suelen tener términos específicos -padrino, cacique, o jao pho (en Tailandia)- reservados para designar a los cabecillas de las redes clientelares que distribuyen trabajos en la Administración, accesos preferenciales a servicios públicos, contratos públicos o licencias de negocios. Los políticos corruptos exitosos electoralmente son aquellos que, cuando llegan al poder, no llegan solos sino que son capaces de colonizar la Administración pública con los miembros de una red clientelar. Y en España es bastante sencillo”

2) El sistema electoral. “Tenemos lo peor de cada sistema electoral: listas cerradas y escasa proporcionalidad”. Así lo argumenta Lapuente: Si los votantes te pueden echar a ti directamente, intentarás mantener tu reputación intacta. Esta es una característica buena de los sistemas electorales denominados «mayoritarios» (como los anglosajones) y que nosotros no tenemos, pues votamos a una tribu entera. Por otra parte, la falta de responsabilidad individual se compensa en muchos países europeos -que, como nosotros, tienen sistemas electorales denominados «proporcionales»- con un instrumento para limpiar la política de partidos corruptos: diseñar circunscripciones electorales que elijan simultáneamente a muchos representantes. En otras palabras, en esos países hay pocas «barreras de entrada» para que una opción política nueva pueda entrar en la vida política, pues incluso un modesto porcentaje de voto te garantiza representación. Esa característica está muy limitada en España, donde abundan las circunscripciones electorales minúsculas y los incentivos para favorecer el bipartidismo.

3) Los medios de comunicación. “El mayor paralelismo entre medios de comunicación y partidos políticos que existe en España hace que, al contrario que en otros países, las noticias de corrupción se perciban como el resultado de intereses políticos encubiertos. Podemos discutir cuáles son las causas -aunque, la alta discrecionalidad política que tienen los Gobiernos, sobre todo autónomos, para moldear a su imagen y semejanza canales públicos regionales y para asignar subvenciones, licencias de radio y televisión u otras vías de subsistencia a grupos privados de comunicación es una seria candidata-.

¿Soluciones?

“Si los dirigentes políticos españoles estuvieran realmente interesados en eliminar la corrupción, deberían proponer tres acciones opuestas a las que han estado implementando en los últimos años y que, en un ejercicio de ignorancia o de cinismo, siguen postulando hoy día como solución. En lugar de «prestigiar la política», deberían aspirar a prestigiar la Administración. Y enfatizo que eso no nos acercaría al franquismo, sino a las democracias más avanzadas. En lugar de dar más fuerza a los partidos, deberían dar más peso a los políticos individuales. Y en lugar de fomentar una pluralidad externa y sectaria de los medios de comunicación, deberían mimar la pluralidad interna. O esto o, sin ánimo de ser Casandra, nos deberíamos ir preparando para una tragedia griega”.

   Es decir, ellos conocen la soluciones, pero la corta visión de mantener y conseguir más poder, les ata a mantener las cosas como están. Mientras, a los ciudadanos nos va mucho en la historia. Islandeses y griegos ya lo están viendo.

Educación para la ciudadanía

En el día en el que el Juez Garzón es llamado a declarar, como imputado, por osar remover nuestro sagrado franquismo, y que prestigiosos jueces de todo el mundo apoyan la causa de Garzón contra la dictadura y la «interferencia injustificada» a la que está siendo sometido para impedir su propósito, la entrada más vista en el diario El Mundo dice: 

Siete técnicas (y dos trucos sucios) para pagar lo mínimo por su casa

1. La regla de oro. «Lo principal es encontrar a un vendedor que tenga necesidad de vender«, prioriza Eduardo Molet, portavoz de la Red de Expertos Inmobiliarios (REI). La tarea no es tan obvia como parece. A pesar de la que está cayendo, detrás de los carteles de ‘Se Vende’ no siempre se esconde un vendedor ansioso. Realmente, urgencia por vender tienen «las familias que reciben pisos en herencia, los divorciados y separados. Esos son los que ofrecen los precios más competitivos», explica Gerardo Álvarez, director comercial de una de las oficinas de Look&Find.

Por si ésta no fuera bastante sucia, siguen otras 6, para concluir:

Y, por fin, los trucos de dudosa elegancia sólo aptos para el comprador menos escrupuloso:

La última ‘rebajilla’, en el notario. Eduardo Molet, de la Red de Expertos Inmobiliarios, lanza un aviso a navegantes: «Varios notarios nos han comentado que algunos compradores obtienen descuentos de última hora en sus oficinas». Lo habitual es ofrecer una cantidad mínima al vendedor a modo de señal con la promesa de firmar las escrituras en un breve plazo de tiempo. convencido de la venta, el propietario vacía el piso, se compromete en otros pagos y, en el momento de sellar la venta ante el notario, el comprador se presentará media hora tarde, con un fingido disgusto: «Fíjate lo que nos han hecho los del banco: ayer nos dicen que la hipoteca nos la dan por 10.000 euros menos de lo que habíamos pactado. Así que o te conformas con ese dinero, o no te puedo comprar el piso». Según Molet «el 99% de los propietarios ‘tragan'».

El comprador y su pandilla. Todo vale con tal de minar la moral del propietario. El interesado acude a ver la vivienda en cuestión y lanza una oferta bastante baja pero dentro de lo razonable, la cual el vendedor rechaza: «es rebajar demasiado». Durante las siguientes semanas, comenzará a recibir varias llamadas de personas que le proponen precios aún más bajos, candidatos desconocidos para él, pero amigos, vecinos o familiares del primer comprador, que ha orquestado una táctica para convertir su oferta inicial en atractiva. Al cabo de un tiempo, éste volverá a llamar al comprador para hacerle una oferta superior a la inicial, la cual, comparada a las recibidas en el intervalo de estas dos llamadas, le parecerá un regalo del cielo. Para Valentín Fernández, de Foroconsultores, esta estrategia es «muy poco eficiente. No existen, o al menos yo no los conozco, vendedores tan crédulos».

 

Realmente, «es imposible que pueda haber dos».

Pensar, práctica en desuso

Las calculadoras como muletas en la resolución de problemas, el pensamiento mascado para ser mejor digerido. Pocos parecen enfrentarse a la realidad con ojos nuevos cada día para hacerse preguntas y encontrar respuestas, para equivocarse y volver a replantearlas, para tratar de ver, asociar y sacar conclusiones. Lanzarse a la aventura de descender una montaña hasta el mar del conocimiento como río nuevo, en lugar de seguir – en barca sin piloto identificado- todos los canales establecidos. Más aún, como razona Ignacio Escolar, entrar en el jardín secreto está penado por la sociedad.

Varios amigos coetáneos míos coinciden en resaltar que ahora ya no parecen existir grandes pensadores, cuyas palabras aguardar con interés. Los Aranguren, Madariaga, Marías, de nuestra juventud, publicaban artículos, eran entrevistados en grandes medios. Ahora, en efecto, no pueden proliferar más los “opinadores” de oficio, tediosos repetidores de tópicos, pero faltan los elaboradores de ideas. Se ha perdido -se diría- la práctica de pensar.

Es un mal general, los filósofos han sido sustituidos por los sociólogos –de meritoria labor sin duda- en una corriente que trata como máximo de analizar los hechos, pegarse a la realidad. Pareciera que la última corriente de pensamiento filosófico notable fuera la del Círculo de Viena y data de la primera mitad del Siglo XX. De otro lado, se recupera la “matematización”, las matemáticas como eje e instrumento: Todo lo que no puede reducirse a variables cuantitativas se rechaza.

Descubrí en un reportaje el valor capital de las matemáticas sin embargo. Origen de todas las ciencias, ofrece un punto clave: “Es una cuestión de entrenamiento”, me decía la matemática Marta San-Solé, “un deportista de élite no llega a serlo si no hay un entrenamiento muy duro detrás. Y, si uno no se rompe la cabeza resolviendo problemas desde niño, problemas sencillos, pero que sirvan de entrenamiento al racionamiento, pues evidentemente no va a tener una cultura matemática”.

Ni de vida. Hay que trabajar para abrir cauces, pero si no se ejercita, el cerebro se extingue. En un mundo global, con sobre-información, las ideas nuevas se diluyen en el conjunto. Con la crisis, no hay tiempo para pensar –precisamente, cuando sería más necesario-. La Universidad hoy busca el pragmatismo urgente, piezas que encajen en empresas, en lugar de primar ser lo que siempre fue: un foro para el desarrollo de ideas. Pero la causa principal puede estar en los medios de comunicación. Los espacios culturales de los telediarios ya no informan sobre cultura, sino que promocionan industrias o productos propios. Productos, no cultura. Los medios más serios no se arriesgan con experimentos. Los debates políticos han quedado reducidos a lo que el sociólogo Fermín Bouza denomina «píldoras»: «la televisión ha contribuido a un proceso de debilitamiento de las ideologías porque ha impedido el discurso ideológico. Es un discurso de píldoras, sintético, rápido, y ha formateado al resto de la sociedad a su manera”. 59 segundos para sintetizar una idea, la audiencia ya no aguanta más tiempo atendiendo.

 Vivimos en una sociedad trivializada y, por tanto, más vulnerable. Ella da de comer a los medios también, en un bucle que se retroalimenta. El fin último es fomentar el consumo, como dice una intelectual innovadora, ésta sí, Naomi Klein.

Aún tenemos en España, mejor en la península ibérica, a Saramago, Sampedro, José Vidal-Beneyto o Federico Mayor Zaragoza. Mezclados, y tapados, con las hordas “cristianoronaldas”. Un cerebro para toda la vida. Anquilosado y lánguido por falta de uso. Cuestionarlo todo, volver a mirar, asociar y concluir para hallar nuevas soluciones. Fortalecer el cerebro, entrenarlo. Para abordar también problemas prácticos, sí, esos que nos acucian. Empequeñecios y más accesibles a un pensamiento maduro.

A %d blogueros les gusta esto: