El 80% de los catedráticos de universidad son hombres, aunque es mayor el número de licenciadas que de licenciados. Más del 70% de los periodistas somos mujeres y ninguna dirige o ha dirigido un periódico de tirada nacional y son escasas las jefas de sección. Los consejos de administración de bancos y grandes empresas siguen ocupados por una mayoría abrumadora de hombres. En este punto compartimos honor con el resto del mundo. Salvo en Noruega que cuenta con un 42% de mujeres en los órganos de dirección de las empresas, la media europea es del 11%. La foto del poder nos muestra siempre a un grupo de hombres con traje rigurosamente oscuro.
A este panorama ya conocido y sedimentado, se añade en España un intenso recrudecimiento del machismo. Han vuelto los culos a toda pantalla –se diría que hasta para vender estufas o gorros de playa– como síntoma del regreso de la barra libre para usar y minimizar a la mujer. En las recientes elecciones al Parlament de Catalunya el número de mujeres se ha reducido al 38,5%, desde un 40% que tampoco era para tirar cohetes.
A quien se atreva a señalar los privilegios del machismo y defender la igualdad que busca el feminismo le caen insultos y hasta amenazas, como le ocurre a la colaboradora de eldiario.es que firma como Barbijaputa. La visceralidad en este punto, la agresividad, evidencia que mantener la discriminación por razón de presunta superioridad, se sitúa entre lo más sagrado o valioso. Tenemos un problema, va en aumento, a velocidad acelerada, y hay que hablarlo.
La crisis económica y la involución ideológica que vivimos se ha traducido en un aumento de la desigualdad en todos los niveles y explica este aumento del machismo, de esa brecha de género. En él, los medios de comunicación juegan un papel decisivo como vehículo que, a la vez, potencia el modelo.
Aquellos maridos de la publicidad en blanco y negro arrellanados en el sofá que decidían sobre lavadoras cuando ni pensaban darle en toda su vida al botón del encendido siguieron en activo mucho más tiempo del que creemos. Hasta hace apenas dos décadas continuaban siendo voces masculinas las que aconsejaban en los anuncios las bondades de cualquier producto. Invariablemente. La voz de la autoridad en todas las materias. Cuando ya dejaron piar a las mujeres, la publicidad continuó reforzando los papeles tradicionales de uno y otro: el hombre triunfador y la mujer complementaria. El que, en casa, intenta «ayudar» a su compañera. La mujer, joven y muy delgada, incluso para, cuando toca ese perfil, mostrar el culo –cada día más huesudo– en pantalla. Últimamente también usan los de los hombres como señuelo, si se puede igualar a la baja no se plantean dudas.
Con más de un 70% de periodistas y más de un 60% de licenciadas en distintas especialidades, han regresado las tertulias y debates pobladas de hombres y nada más que hombres. En esa progresión sin pausa desde hace tiempo, durante la noche electoral catalana no había ni una mujer en la mesa de La Sexta y Antena 3. Presentadoras o políticas, sí; como comentaristas no. También viene de lejos.
La opinión fue cosa de hombres hasta hace muy poco tiempo. Con una desproporción descomunal. Prácticamente solo Maruja Torres, Soledad Gallego-Díaz, Rosa Montero, con Julia Otero manteniendo el tipo en la radio, y muy pocas más, lograron el derecho a escribir de «asuntos serios». Porque en cuanto te daban la oportunidad –ese raro lujo que ciertamente pocas disfrutaban y disfrutan- y te salías del temario «igualdad hombre/mujer», «la edad» o similares, venían los retrasos en la publicación, hasta llegar al fin de las colaboraciones.
Y en cierto modo sigue la tendencia. Columnas enteras de solo hombres, con opiniones sin duda valiosas, aunque cuesta creer que sean casi los únicos que pueden aportar ideas. Incluso este diario que incorpora un número infrecuente de mujeres ofrece a veces esa desproporción. En otros medios el porcentaje femenino no debe llegar ni al 5%.
Cuando se trata de aportar argumentos en reportajes y noticias, si hay un hombre disponible para entrevistar siempre es preferido. La discriminación lo es a favor del hombre. Con excepciones: si se habla de la educación de los niños o de salud, belleza y moda, ahí sí encuentran que hay más mujeres «expertas». ¿Cuántas economistas salen a opinar con pizarra o sin pizarra? ¿Cuántas investigadoras, abogadas o juezas?
Había comenzado a cambiar. La Ley de Igualdad efectiva entre mujeres y hombresde Zapatero en 2007 –tan vapuleada por la derecha-, su trabajo en ese sentido desde el primer día, tuvo alguna influencia, como ha sucedido en otros países (Noruega, por ejemplo). Trajo no solo un mayor número de mujeres a órganos de decisión, sino que se aceptara su presencia. Una pica en Flandes hablando de España. Eran, además, mujeres; fuera del modelo tradicional de políticas con testosterona. Como reacción, nacieron también las «feminazis», el término que regaló a las mujeres defensoras de la equidad el afamado escritor Arturo Pérez Reverte. Pero hemos vuelto atrás y el machismo gana de nuevo la partida.
Está pasando factura. Si cualquier colectivo tuviera en su seno un balance de 700 personas asesinadas en la última década, como ocurre con las mujeres, se hubiera paralizado el país.
Cada vez son más las noticias y estudios que alertan sobre el agravamiento de las actitudes machistas incluso desde la adolescencia. El control de la pareja, el imponerle con quién puede hablar o qué puede hacer, impedir que vea a sus amigas, son ya prácticas frecuentes. Las chicas tienden a revisar el móvil de ellos más que al revés, aunque lo están haciendo en un gran número todos ellos. Las agresiones tampoco faltan. La creencia de que todo esto ocurre porque «las quieren». En una reciente encuesta, el 59,4% de los adolescentes consultados pensaban que «el chico debe proteger a su chica». Y que ellos tienen más necesidad de sexo. Han retornado hasta las «chicas duras», frente a las «fáciles».
Estos jóvenes están evidenciando una desoladora inseguridad, un peligrosísimo desconcierto, fruto de la crisis social que padecemos. De la debacle social que se enmascara entre globos de colores. Y en la que hombres y mujeres parecen mirar hacia otro lado obviando problemas de enorme envergadura que les afectan y marcarán su vida.
Soy de quienes se empecinan en pensar que las mujeres somos personas. Y que si una mujer está en el poder obrará como ella sea, porque tan mujeres son Ada Colau y Manuela Carmena, como Esperanza Aguirre y Dolores Cospedal y con eso está dicho todo. Pero las mujeres somos algo más de la mitad de la población. Mayoría, en numerosas especialidades ya. Se está ofreciendo un mundo parcial y mutilado. Y tenemos derecho a toda la voz que nos corresponde y a todos los derechos inherentes al ser humano.
*Publicado en eldiario.es en donde entre los numerosos comentarios hay algunos para… añadir al texto.
paco
/ 3 octubre 2015¿Alguna vez se ha ido? Y cuando alguna mujer ha llegado a lo más alto han sido peores que los machos alfa, hay que recordar a Golda Meier, a Margaret Thatcher y actualmente a Ángela Merkel. La educación debe de empezar habituando desde la más tierna infancia a la ética del cuidado en lugar de la ética de la dominación. Cuando los estudiantes hiciesen «botellón» serían los primeros en dejar limpio el lugar si desde pequeños se les enseña a cuidar lo público , lo que es de todos. Los bienpensantes no han entendido a Manuela Carmena en sus divagaciones apasionadas, siempre certeras convenientes.
Pero nos han enseñado desde la cuna a blindar e impermeabilizar el cerebro para que no entre ninguna idea «inconveniente»
Rosa quiero incluirte entre las periodistas de pro que no desmayan para abrir los poros de los cerebros a las ideas. ¡GRACIAS!
Soplabilorio Camborio
/ 3 octubre 2015Rosa, a lo largo de mi septuagenaria vida he conocido y me he relacionado y relaciono con mujeres excelentes, profesional y humanamente que NO QUIEREN ASUMIR PODERES, porque aborrecen los zancadilleos, puñaladas traperas, etc… y prefieren conciliar sus trabajos con la vida familiar antes que salir en fotos. Ignoro en qué porcentaje se da esta postura. ¿Se ha estudiado?¿Hay datos?
Y he visto que bastantes de las aupadas por la «paridad», en lo profesional, no eran unas sabias, precisamente. No sé, habría que ver los datos en cada ramo de la producción, administración, etc… y encuestas fiables realizadas a todas las mujeres que trabajan fuera de casa.
Y siempre viene bien reflexionar sobre el asunto, claro.
Saludos cordiales.
Carlos César Alvarez
/ 3 octubre 2015De acuerdo con todo lo que dices, menos con una cosa: la tal Barbijaputa es la Marhuenda del feminismo. Lo mismo que el director de La Razón le da votos a Podemos cada vez que escupe sus sandeces, la tal Barbijaputa crea machistas con cada artículo lleno de barbaridades que escribe. Las personas viscerales e irracionales son funestas para su propio bando porque siempre acaban logrando el efecto contrario al que pretenden, es decir, crearse más enemigos, en lugar de acercar posturas. En el caso de Barbijaputa desconozco si es algo deliberado o es que ella es así.
rosa maría artal
/ 3 octubre 2015Carlos, sé muy bien lo que he escrito:
«A quien se atreva a señalar los privilegios del machismo y defender la igualdad que busca el feminismo le caen insultos y hasta amenazas, como le ocurre a la colaboradora de eldiario.es que firma como Barbijaputa».
Es de locos que se insulte y amenace muy gravemente a alguien por escribir sobre feminismo, sea exagerado o no.
Gallardeteword
/ 3 octubre 2015Respondo a Carlos César Alvarez :: En su «Guía para detectar a neomachistas», @barbyjaputa ,en el punto 6, explica «Todo neomachista que se precie te dirá que él cree en el feminismo pero en el de verdad, no en ese que quiere la supremacía de la mujer. Y de verdad piensa que ese feminismo existe. Cree firmemente que hay un movimiento de mujeres odiahombres que planean conquistar el mundo y « .no sé si te suena ..
Un saludo
Carlos Mª Herrera (@CarlosMHerrera1)
/ 4 octubre 2015Sólo sé que:
Como varón me siento humillado y me siento víctima por la permanencia del machismo sexista de hombres y mujeres, esa tremenda estupidez colectiva y planetaria, que no aporta nada y que sí me/nos quita mucho desde hace mucho, demasiado tiempo.
Como varón tengo claro que ser machista es ser mucho menos completo.
Como varón tengo plena conciencia de que la inmensa mayoría de quienes controlan el poder político, económico, religioso, social, hombres casi en exclusiva, son dirigentes que están incompletos en su desarrollo y formación. Por ejemplo, las cabezas y todo el soporte estructural en las distintas confesiones religiosas que sí excluyen a la mujer en sus órganos dirigenciales, están inacabados, como si les faltara un hervor, o la mitad del cerebro y la mitad del corazón.
Como varón he decidido no utilizar más la expresión «hijo/a de put A» cuando quiero insultar a alguien, porque me niego a usar una mentalidad sexista y sesgada. Prefiero decirle a quien sea el blanco de mis iras, directamente por ejemplo, «eres un/a mierda, o un/a miserable»
Como varón disfruto con la mujer, en las características diferenciales de los sexos, porque es el caso de mi naturaleza y de mi opción, reconociendo como igualmente válidas distintas naturalezas y opciones, y reconozco la misma capacidad de disfrutar de la mujer con mis propias características diferenciales, en una reafirmación mutua y constructiva.
Como varón me alegra reconocer a tantas mujeres con más capacidad que la mía propia, porque además me coloca en un lugar de privilegio, del que tiene tanto por aprender.
Como varón demando respeto y equilibrio en las relaciones entre hombres y mujeres porque exijo el reconocimiento de una competencia y convivencia entre iguales que es esta forma me coloca en mi verdadero lugar y así me siento orgulloso cuando estoy a la altura de mis supuestas rivales.
Como varón exijo que se me reintegre mi integridad en una comunidad de seres humanos con distintas capacidades indiferenciadas por sexo y con igualdad de oportunidades entre todos y todas.
Quiero sentirme más varón en igualdad de condiciones con la mujer.
Un abrazo
Trancos
/ 4 octubre 2015Tienes razón. Porque además de lo dicho, las pocas mujeres que han llegado al poder también lo han ejercido, en general, de una manera muy masculina.
Julia Otero sí. También es un gustazo y un lujo escuchar a Pepa Bueno en las mañanas de la SER.
MLuisa
/ 11 octubre 2015En mi caso estoy empezando a escuchar comentarios de boca de directivas, en mi caso, viene de una empresa familiar pequeña, todo hay que decirlo… que es más productivo contratar hombres que contratar mujeres porque las mujeres estamos sometidas a cambios hormonales continuos (menstruación, embarazo, menopausia)… que afectan nuestro equilibrio mental; sin embargo, el hombre no. En fin, cierto es que vuelve el machismo y lo peor, es que hay mujeres que piensen todavía así.