La democracia en caída libre

Vivimos en un mundo en el que la guerra asesina ciudadanos con gases neurotóxicos, como ha ocurrido en Siria según certifican Médicos Sin Fronteras. No le quita hierro que ocurriera antes, allí probablemente y en otros lugares. Un conflicto que se inició como revuelta popular ante la tiranía de Al Assad y que derivó en enfrentamiento civil. Una conjura premeditada en opiniones que tildan de ingenua la explicación más evidente. Sea como sea en este complejo entramado de intereses y emociones, durante más de dos años la Comunidad Internacional mostró varias veces su preocupación por el conflicto, pero no hizo nada por resolverlo, ni por los miles de muertos, heridos y desplazados. Ahora –ante la gravedad de los intolerables hechos- varios gobiernos planean atacar Siria sin la ONU, dado que la ONU –para nuestro mal- es absolutamente inoperante. Como les parezca. Lo peor es que desde hace tiempo no hay diplomacia, ni juicios, ni presiones económicas disuasorias de quien puede ejercerlas, ni se cierra el grifo al gran negocio que surte armamento, solo se opta por las bombas. En ese mundo vivimos.

Perplejos nos quedamos –algunos- al ver cómo no se considera golpe de Estado a un levantamiento armado del ejército contra un gobierno salido de las urnas, el de Egipto. Ese ejército masacra a la parte de su pueblo que ideológicamente no le gusta, aunque comparta con ella postulados religiosos. Y no se puede intervenir –ni retirando subvenciones de gobiernos extranjeros por lo menos- dado el tinglado que mantienen, como parte fundamental de la economía egipcia,  esas fuerzas armadas con grandes empresas privadas norteamericanas. Y mientras la sangre inunda de nuevo las calles de la destrozada primavera árabe, sale de la cárcel el dictador Mubarak, para que no quepan dudas.

Un mundo en el que el gobierno de EEUU –el país más poderoso aún- espía a otros gobiernos y ciudadanos impunemente. Más aún, con ayudas. La persecución de Edward Snowden, a la que varios países prestaron apoyo fuera de las leyes, resulta muy ilustrativa. El gran delito del espía informático fue –recordemos- divulgar los programas “de vigilancia” de la Agencia de Seguridad Nacional estadounidense que transita por las vidas de cualquiera –en su país y fuera de él- con total soltura. Estamos todos a la intemperie. Menos mal, por cierto, que esto sucede teniendo en la Casa Blanca nada menos que un Premio Nóbel de la Paz. Todo un síntoma.

Todos parecen espiar a todos. Que los ciudadanos se enteren de los tejemanejes, la información, se considera un atentado a la Seguridad, y bien que lo viven en sus carnes Manning y Assange. Agentes de la Inteligencia británica entran en un periódico, The Guardian, a borrar discos duros. Retienen al novio de un periodista como coacción. Todo esto está pasando. Y en la antigua potencia rival -Rusia como cabeza- se puede llegar a pagar con la vida informar y a palos o en ocultamiento la orientación sexual no considerada ortodoxa.

En Europa andamos dilucidando si es lícito y positivo que Alemania nos lleve a todos al pairo. Mientras, su insostenible burocracia no hace otra cosa que emitir comunicados de preocupacióntambién –la eternamente “concerned” UE- ante graves hechos sobre los que debería tomar postura eficaz.

Lo de España es de nota. Siempre significando la diferencia de la caspa pegada a nuestras raíces. Estamos contemplando cómo el presidente se prepara para el curso político y segunda parte de su mandato. Es el mismo que ha elevado la deuda pública como nadie lo hizo en un siglo y aspira -en sus siempre incumplidas promesas-a dejar el paro en 2016 “solo” en un 25 % cuando lo cogió en un insostenible 22,80%. El que ha propiciado el destrozo de la sanidad pública cambiando por completo el modelo lo que puede tener consecuencias de muy difícil reversión. O de la educación. O el que ofrece a científicos y jóvenes la patada en el trasero para que se vayan de España como horizonte profesional y de vida. Y es, por encima aún de ese desastre, el que preside un partido enfangado, a cuyas escaramuzas asistimos como si fueran algo normal. Incluso en este mundo corrompido que vivimos, en muchos otros países Mariano Rajoy estaría fuera del gobierno y su partido obligado a enfrentarse de nuevo a las urnas. En cambio, lo vemos afrontar el futuro como si nada de lo sucedido fuera con él, o con ellos.

No hablemos ya del renacer de la moda franquista –brazos en alto, aguiluchos, loas municipales a los asesinatos de la dictadura- tildados de gracieta. En esa deriva dislocada hacia la ultraderecha un alto cargo del partido en el poder dice  las consecuencias de la  República condujeron a un millón de muertos” y a estas horas sigue en activo. También andan por Europa en similares aficiones a pesar del recuerdo de en qué desembocaron tales prácticas. Estamos tolerando más allá de lo tolerable, mucho más allá.

Suele recordarse como un hito que, en 1972, el presidente de Estados Unidos, Richard Nixon se vio obligado a dimitir por el escándalo Watergate. Por una trama de espionaje y también de corrupción económica. Claro que lo negó previamente. Y se resistió. Y cesó y persiguió a quienes pretendían esclarecer la verdad, por todos los métodos a su alcance. Legales y sucios. Por mucho más, hoy todo está aparentemente tranquilo. En EEUU, en Rusia, en Europa y varios de sus países, en la España del PP.  Un cisco descomunal sin consecuencias.

La diferencia básica entre aquella época y ésta es la sociedad que muestra tan pocos escrúpulos hacia la perversión de la democracia. Si ha aparcado su dignidad, la lógica impele al menos a obrar por egoísmo. En su suprema comodidad e ignorancia no calcula las secuelas que puede tener su actitud.  Cuando su infantilidad haya de enfrentarse a días muy duros. Las protestas en la calle de los setenta en cambio marcaron época. También hubo entonces objetivos comunes, “ingenuos” y algo más descontaminados de visceralidad ideológica.

La segunda, la comunicación masiva con masivos mensajes idénticos. Apenas independiente –particularmente en España- desinforma y surte las ideas que convienen al poder del que participa. Puede que esa ciudadanía amorfa y sumisa sea el resultado del trabajo ejercido por los medios pero cada individuo debería tenerse en más estima y buscar la realidad. Lo que le afecta a él y al bien común. Bernstein y Woodward, los periodistas del Washington Post se encontraron con enormes dificultades para llevar a cabo su trabajo pero finalmente contaron con el decisivo visto bueno de sus jefes. Hoy su periódico acaba de ser vendidos para darle un cambio bien moderno. Gran parte de los restantes en el mundo entero se enfrentan a crisis y créditos que anteponen al ejercicio del periodismo. Eso en el mejor de los casos, la manipulación deliberada es patente en algunos casos españoles.

Pero por encima de todo en el Watergate fue determinante el valor de personas con poder ejecutivo. Jueces, como John Sirica, que no se dejaron sobornar ni intimidar. Que tomaban el relevo de la dignidad cuando Nixon sacrificaba al colega molesto. Y, desde luego, políticos incluso del Partido Republicano que investigaron a fondo en el Senado qué había ocurrido y exigieron responsabilidades. ¿Dónde están hoy en parte alguna cargos con esa actitud? ¿Dónde están en España? ¿Puede ser cierto que todos avalen lo que está ocurriendo?

No hay excusas para lo que nos sucede. Ninguna. Sobre las ruinas de la democracia solo anidará la barbarie.

*Publicado en eldiario.es

No es tiempo de «watergates»

En 1974, dos periodistas del Washington Post, Carl Bernstein y Bob Woodward, lograron apartar del cargo al presidente de EEUU, Richard Nixon, como responsable último de una trama de corrupción a la que no faltaba un ingrediente. A saber, espionaje político, escuchas, sabotajes, sobornos, y un sin fin de actividades ilegales ejercidas de alguna manera desde el Estado. Había nacido el “Watergate”, gracias a la investigación de esos dos periodistas. El caso quedó como un mito para la profesión.

No fue el único. Hubo un tiempo en el que el periodismo desenmascaraba corrupciones y abusos, como marca su razón de ser. Y la difusión de sus hallazgos lograba impacto social y resultados. Por eso se llamó a la prensa “El Cuarto Poder”, un continuo azogue y azote de los otros ya establecidos. No de forma generalizada, por supuesto, pero sí significativa. La literatura y el cine se han poblado de la labor “justiciera” del periodismo.

Hoy, asistimos impertérritos -por ejemplo- a que se reúnan en una cena los causantes de la crisis económica mundial con el objetivo de hundir el euro –con todos sus usuarios, incluidos países enteros – a ver si logran más beneficios privados, y ni se ocultan ya para hacer declaraciones en ese sentido, y las leemos, y no ocurre absolutamente nada.

  O que en China (ese «modelo» económico, social y laboral a imitar por los cuantiosos beneficios que obtienen unos pocos) se vendan órganos humanos -de tan dudoso origen que produce escalofríos- (una auténtica primicia de Borja Echevarría), se publique a todo rango,  y pasemos página. 

En España es aún peor. Si cabe. claro. Estamos a punto de ver, por lo que parece, que el supremo escándalo de la Gürtel, se puede disolver, porque hay jueces partidarios de no tener en cuenta grabaciones de conversaciones. No importa que en ellas se revelen con meridiana claridad descomunales trapicheos de enriquecimiento ilícito con el dinero de los ciudadanos. Y tampoco tiembla en monario, que decía mi padre. Añadamos las desvergüenzas valencianas, las baleares, las madrileñas, catalanas y de casi cualquier punto de la geografía española. Pura desfachatez, frescura infinita. Y todos los despilfarros. Los móviles, los saraos, las subvenciones (parece que la”renovada” Europa en Suma,  va tener una tal como era el propósito, qué manera de tirar el dinero colectivo).

En este país se puede ver a un Juez encausado por un presunto delincuente ahíto de pruebas en ese sentido. Por los herederos del franquismo. Por los que difaman con mentiras sobre cobros. Que el único ser humano con problemas por la larga dictadura sea el Juez –Baltasar Garzón-  por pretender imponer un poco de justicia, es suficientemente revelador.

Al Ministerio de Medio Ambiente parece que tampoco le gustan los reportajes que mencionan la corrupción inmobiliaria. Aunque los encargase la ministra predecesora. Y si no gustan, se quitan. Telemadrid, no ha mencionado una sola vez el episodio del “hijoputa” de su dueña (por la gracia de los votos), ni nada que le perjudique. Este blog, como muchos otros, está pleno de denuncias de todo lo que convierte a nuestro país en muy poco edificante. No es cuestión de resumir aquí todo lo dicho a diario. Baste recordar, sin ir más lejos, las terribles desigualdades en el coste de la crisis o la pornográfica intención de rebajar sueldos y despidos, mientras los ricos se forran. O las disfunciones en servicios. No pasa nada. No hay Watergates.

Antes de la crisis de la prensa escrita, España se situaba en lo que la UNESCO califica como umbral del desarrollo en lectura de periódicos –la información es una variable destacada en el progreso-. Frente a los 100 periódicos por 1.000 habitantes de España, en Suecia por ejemplo se leían 400. Y, sin embargo, los editoriales y línea ideológica de los periódicos siguen teniendo un desproporcionado peso, auténtica influencia decisoria. No la información. Porque se dirigen a quienes ostentan poder. No a la ciudadanía.

Han desmantelado la información. Nos han desmantelado a nosotros, a la sociedad, que vemos pasar los escándalos como en el cuento, salpicado de incidentes, que nos cuentan para entretenernos. Pero es real, tiene protagonistas vivos que padecen las consecuencias.

Sustituir la información por opinión, los datos por debates, logra que nada parezca cierto, que todo sea opinable. E insisto en el desmesurado abuso de la política en los informativos, de las opiniones de los políticos, como si los medios –en particular las televisiones públicas- fueran órganos de prensa de ellos. ¿Alguien ha visto que en las televisiones norteamericanas salga McCaín cada vez que aparece Obama? ¿Quizás en la BBC Gordon Brown es siamés de Cameron? ¿Sarzoky tiene la sombra de Martine Aubrey en cuanto abre la boca? Yo lo he arreglado de una forma expeditiva: lo quito. En cuanto aparece en pantalla un político desconecto el receptor. Prefiero leer las declaraciones que me interesen que pagar el peaje del spam político/informativo. Pero ¿lo hace la inmensa masa de votantes?

También los periodistas estamos en cierto modo anulados, de una forma u otra. Por la precariedad, el sometimiento, o la escasez de audiencia si no se tiene acceso a los grandes medios. Ya no es tiempo de “watergates”, ya nadie reacciona. Los grandes actores de la historia conocen bien los mecanismos del éxito, del suyo.

Y mientras la sociedad en su conjunto vegeta pasiva,  mientras el periodismo digital no logra estructurarse como poder al servicio de la ciudadanía, otros se organizan con total demagogia. Llamando a la insumisión ciudadana por la subida del IVA mientras nos crujen a impuestos en las comunidades y Ayuntamientos que regentan. Impunemente. Nadie reacciona. No nos engañemos, publicar escándalos, por muy flagrantes que sean, no logra más que un impacto efímero y no promueve cambio alguno. Algo habrá que hacer ¿no? Estoy convencida de que es posible. Nos va mucho en ello.

   Buenos días y buena suerte.

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