Hundiendo la Marca España… más

El caso Cifuentes y sus ramificaciones han acabado por dar el descabello a la imagen de la España del PP. Del PP, sus socios, y todo el entramado que sustenta lo que cualquier país serio consideraría inadmisible. La hoy, aún, presidenta de la Comunidad de Madrid ha demostrado las terribles fallas de un sistema que se cae a pedazos. Las pruebas aportadas por la investigación de eldiario.es son abrumadoras: falsificó su Máster en un procedimiento cargado de irregularidades, mentiras y contradicciones. Pero ni siquiera quedó la cosa ahí, aun siendo enorme quiebra. Díganme qué dirigente de un lugar medianamente  presentable publicaría este tuit con imagen tras un día de pruebas aplastantes en su contra.

El PP –y no solo el PP– ha convertido la política española en un plató  al que envían a tertulianos ultraconservadores  de medio pelo. No es el único, bien es verdad. Trump anda en la misma tarea en EEUU. Precisamente, contamos con una especie de puente que ha establecido la Ministra de Defensa María Dolores de Cospedal que se comprometió con la administración de Trump en dedicarse a la compra masiva de armamento. Cospedal nos ha helado el aliento al publicar un tuit aterrador, doblemente por ser quién es.

No todo vale en política. Las actuaciones de estos días contra @ccifuentes son mezquinas, machistas y miserables. Parece que a algunos les gustaría conseguir lo que no consiguió un accidente de tráfico mortal. Retomando sus palabras de ayer: a seguir todavía con más fuerza.

Esta mujer dirige un ministerio y nada menos que el de Defensa.  “Acusaciones”, no revelaciones, “mezquinas, machistas y miserables”, dice. Para deslizarse hasta este descomunal despropósito: “Parece que a algunos les gustaría conseguir lo que no consiguió un accidente de tráfico mortal”.

Es muy preocupante constatar en qué manos estamos. El Máster de Cifuentes ha actuado de catalizador de un magma putrefacto. Ahí han dado la cara los medios. Los que se callan, los que manipulan, los que informan. Todos aquellos que hablan de una “campaña”, “de ataques”, como si no existiera el periodismo independiente y cada noticia llevara implícito sacar tajada. Los políticos han quedado retratados, sin duda, en sus alabanzas y sus silencios o inacción. Cifuentes gobierna gracias a Ciudadanos, Rajoy y su troupe de ministras y ministros gobierna gracias a Ciudadanos y al PSOE. Y esa es la verdad, por más cintas con que lo quieran edulcorar.

La Universidad pública Rey Juan Carlos ha quedado tocada al límite. La concomitancia con el poder político es abrumadora.  «Han convertido esta universidad en el basurero académico del PP”: se quejan docentes del centro. Pero es mucho más, ponen entredicho los títulos concedidos en la Rey Juan Carlos, y puede llegar a afectar a las universidades españolas gestionadas desde estas políticas.  Si se ha roto el cristal de la credibilidad no hay pegamento que lo arregle.

Y esto ocurre cuando las libertades están también entredicho en España. Las sanciones del Tribunal Europeo de Derechos Humanos no son asunto baladí. En su argumentación demuestran que España es de los países de la UE que más persigue y castiga por las ofensas a la jefatura del Estado, cuando la crítica es lícita y no punible por mucha que sea la zafiedad con la que se exprese. Y ahí tenemos de nuevo a PP, PSOE y Ciudadanos impidiendo que se retire el anacrónico delito de “injurias a la Corona” precisamente. Un excelente trabajo de Alejandro Torrús en Público analizando un Informe de la OSCE  muestra de qué manera son regresivas las leyes españolas, muchas de ellas reformadas por el PP en ese sentido. Un partido que no puede estar más pringado de corrupción. Casualmente.

Ya se habla fuera del alarmante recorte de libertades en España. ¿A la cárcel por cantar?, titula el «Washington Post» a toda página. Un Estado autoritario que borra la libertad de expresión, dice «Aftonbladet» el periódico sueco más difundido.  La ley antiterrorista española tiene un «efecto escalofriante» sobre la sátira, dice Amnistía Internacional, según encabeza un artículo del británico «The Guardian».La BBC también se ocupa de las leyes Mordaza y sus condenas. Ley que sigue en vigor porque los partidos no encuentran mayoría para derogarla. Y en un sentido más amplio que abarca el conjunto de las políticas aplicadas tenemos que  Más de 100 organizaciones denuncian en la ONU “regresión de derechos” en España.

Como colofón, el auto de  procesamiento por rebelión del Juez Llarena del Supremo  a Puigdemont, Junqueras, Turull, Carme Forcadell, Raül Romeva, Dolors Bassa, Jordi Cuixart, Jordi Sánchez… Justo en el día en el que la ONU insta al Estado español a garantizar sus derechos políticos ante la denuncia de su defensa. 13 independentistas procesados. Mientras la Fiscalía del Supremo pedía  prisión incondicional para ellos.  Marta Rovira se ha ido a Suiza. Los demás citados ya están en la cárcel.

El exconseller Jordi Turull (c), candidato a ser investido presidente de la Generalitat, a la salida hoy del Tribunal Supremo, en un receso para comer, a la espera de que el juez Pablo Llarena decida si decreta su ingreso en prisión provisional.
El exconseller Jordi Turull, candidato a presidir la Generalitat, antes de su ingreso en prisión. EFE / ALVARADO

Lo que está ocurriendo en Catalunya es otro de los grandes rotos de nuestras libertades y nuestra credibilidad. Sean cuales sean los intereses, éste no es el camino y ha sido fuertemente contestada la desmesura del magistrado. Llarena, criticado jurídicamente hasta en el procedimiento, parece haber emprendido una Cruzada que argumenta en términos de manipulación de masas violentas.  Y hay un hecho bien ilustrativo: la Justicia española no ha logrado perseguir fuera a los evadidos porque hasta ahora no se ha considera delito lo que en España sí.  En este caldo de cultivo, Albert Rivera, la gran promesa  metroscópica, sentencia  del lado de Llarena desde una dureza primaria y un «a por ellos» salido del alma que ha causado malestar.  Paradojas de la vida, al PP, con la misma ideología y oportunismo, el Procés le está saliendo por la culata electoral.

Los ejecutores del fiasco. La España de la guadaña y la de la trampa. Los tibios de mil caras que siempre caen de pie. Cifuentes en su laberinto, cada vez más hondo. Como la propia España dirigida por ese cortejo que nos hunde en las cloacas. Cada vez más abajo  y con más hedor  al juntarse con los posos sedimentados en el fondo que nunca se limpian.  Falsos amores que matan.

El tiempo, sus propias hazañas, la información rigurosa van poniendo a algunos en su lugar, a pesar del armazón con el que se protegen.  Pero ¿No es hora ya de aventar  tanta mugre?  Airear, limpiar, construir.

Buscando al asesino del periodismo ¿Será la tecnología?

Así lo aseguraba hace unos días un artículo muy celebrado. No se refería al periodismo, sino a la verdad… que cuenta el periodismo. Encausada pues la tecnología, muchos, periodistas incluso, se sintieron tranquilos. Tenemos ya la foto en la mesa de la responsable, desarticulada.

Pienso escribir en el regreso a la actividad de esto, siquiera tangencialmente. Pero estos días que volvemos a vivir el vuelo rasante de las encuestas igual hay que hacer un anticipo. Esos sondeos de los antaño grandes periódicos cada día más famélicos que preguntan solo sobre dos opciones: ¿Prefiere un gobierno del PP o nuevas elecciones y encima en Navidad? O que enardecidos desgajan una pieza para afirmar: El 33% de los españoles culparía al PSOE de no haber gobierno.. Pocos son para la matraca unánime y diaria de esa prensa… radio y televisión.

Tenemos pues detenidos de un lado al PSOE de Sánchez (no al de sus baronías porque hay uno, en Aragón por más señas, que declaró a Sánchez patriota que no eludirá sus responsabilidades (de facilitar el gobierno del PP, se entiende) y del otro a la tecnología como mal mayor del periodismo y la Verdad.

Hace 4 veranos -qué recuerdos, qué nostalgia- dirigí en Torres, Jaén, con Baltasar Garzón, un curso de la Universidad  que incluía reflexionar sobre la responsabilidad de la información en la crisis. Mesa de lujo con (de izquierda a derecha), Soledad Gállego-Diaz, quien esto escribe, Ignacio Escolar y Rosa María Calaf.  Lo que se dijo lejos de perder vigencia se ha agravado. Es solo un fragmento pero yo creo que de interés. Prestad atención al minuto 10,30 por cierto, en donde Calaf lee un texto sobre peligrosas tecnologías

Como en el fin del Imperio romano

felipe.cebrian

Se le llamaba Ciudadano Cebrián, recordando al Citizen Kane de Orson Welles. A media voz. Su poder y su soberbia eran inmensos en los tiempos de esplendor de El País. Pero, como escribe Gumersindo Lafuente (que dejó el rotativo por voluntad propia desde la dirección adjunta) la veda se levantó con el ERE en 2012. Nombres míticos que habían construido el prestigio del diario salieron o directamente o en la onda expansiva. Por citar solo algunos, varios ex corresponsales del periódico, alta cualificación en periodismo: Maruja Torres, Javier Valenzuela, Ramón Lobo, Miguel Mora, Enric González o José Yoldi, al que aún le ardía en las manos la exclusiva sobre  los viajes de placer, guardaespaldas incluido, de Carlos Dívar que tuvo que dimitir como presidente del Tribunal Supremo y del Consejo General del Poder Judicial.

Luego llegaría la censura de un artículo del historiador Santos Juliá simplemente por mencionar a Enric González en el texto. Se lo borraron sin más y Juliá se fue enfadado, pero regresó. Hasta con la carga antiPodemos de rigor. Miguel Ángel Aguilar fue despedido por responder a The New York Times sobre la libertad de prensa en España. El propio New York Times vio suprimida su colaboración con El País, a raíz de su artículo.

Paulatinamente se fueron cancelando las columnas de opinión de colaboradores críticos. Más despidos en los medios de la empresa, desangrados por una mala gestión, algunos tras expresar protestas. Hasta llegar a la selección de Ignacio Escolar y eldiario.es como reo a sacrificar por la publicación de los Papeles de Panamá con vínculos a la segunda exesposa de Cebrián, Teresa Aranda. Y a prohibir a sus empleados asistir a los programas de La Sexta, porque forma parte del grupo que difunde la investigación de estos Paraísos Fiscales. Calígula desde el trono.

Todo esto se ha ido tragando, como se engullen los sapos crudos, y poniendo una vela a la virgen del que me quede como estoy para que el presidente –mucho más allá de sus atribuciones como tal- no repare en ninguno más, no en cada uno. En tiempos de precariedad y también de arbitrariedades sin fin, de corrupción galopante, es peligroso quedarse a la intemperie. Pero no olvidemos que implica elusión de responsabilidades.

Cebrián es el símbolo de esta época que se hunde en su degeneración, aunque sin duda toda ella dará coletazos hasta el final. La  foto con su amigo y socio hispanoiraní Zandi en El Confidencial es la imagen explícita de esa degradación. Pero también, con mayor significado, la que le une a Felipe González, el expresidente del gobierno del PSOE, en amistad, negocios, fiestas, sonrisas, yates, vanidad y ambición de poder.

En estos años, también se abrió la veda para la intocable familia real española -con tantos secretos familiares en sus baúles- hasta costarle el puesto a Juan Carlos I. No sirvió pedir perdón por sus cacerías y dudosas amigas entrañables. Pero ahí siguen, asombrándonos entre manos limpias y sucias, y defensas de la Fiscalía -el órgano que por definición se ocupa de los intereses de los españoles vulnerados por delincuentes-. Hasta llegar a la probable exoneración de la infanta Cristina de los presuntos delitos que acreditó la investigación judicial.

Se suceden de tal forma los atropellos, las evidencias, que una persona medianamente cuerda y honesta duda ya de todos los estamentos del Estado. Jueces y fiscales cobrando de Ausbanc, o del PP de Madrid a través del gobierno regional, por distintos servicios. La sima sin fondo del PP en su conjunto. La estirpe de los Pujol en Catalunya y la cortina que ocultó sus hazañas. Los pozos negros de la Comunidad valenciana. O de la Andalucía del PSOE. O de Canarias, donde el ministro offshore es aplaudido por los suyos, secretaria general del PP a su vera, mientras planta denuncias a la jueza Rosell –casualmente de Podemos- que son admitidas por el Supremo. Y tituladas en primera plana, por medios como El Mundo.

El Mundo es ese periódico que se dispone a echar a la calle a más de doscientos trabajadores –entre varias publicaciones de la editora-, empecinado desde los tiempos de Pedro J. Ramirez en contarnos las excelencias del empresario español para dirigir este país como si fuera un negocio. Igual es que sí lo es. Esos empresarios que eligieron como presidente a Díaz Ferrán – hoy en la cárcel por corrupto- nos dan lecciones, día sí, día no, sobre cómo debemos comportarnos en política. Apelando, por supuesto, a los partidos buenos y temerosos del IBEX y el lucro como dios supremo, que parecen ser PP, PSOE y Ciudadanos, lean. Y algo debe haber cuando Albert Rivera, el líder de este último, declaró hace mes y medio misión cumplida haber impedido un gobierno con Podemos. Y Pedro Sánchez le eligió por pareja en cabriola formalmente incomprensible.

Y así se nos lanza el Parlamento en su abrupto final de legislatura a un debate sobre Venezuela. Y lo apoyan desde la retaguardia el diario de Cebrián y Caño con un editorial titulado “Realismo Mágico Venezolano”. Ahí queda eso. Y desde El Mundo de David Jiménez con las graves carencias alimentarias de los venezolanos. Pásense por Burundi, Sierra Leona, Guinea Ecuatorial que nos cae bien cerca, Haití que anda por el continente de su Venezuela. Por Arabia Saudí, el amigo que ostenta hoy el récord de la venta de armas desde nuestro país y de ejecuciones de disidentes políticos. Pásense por España, por favor, que las políticas que apoyan  mantienen a más de dos millones de personas alimentándose en comedores sociales, un tercio de los niños en el umbral de la pobreza y la tijera en la sanidad produce hasta muertes. Pásense también por el mundo entero al que han tenido que emigrar miles de españoles, jóvenes sobre todo, y a los que encima ponen trabas para votar.

Pero no, es Venezuela, ese país al que estas mismas élites y gobernantes vendían armas y rendían pleitesía incluso con Chávez. La misma que ignoraban los medios  -también en los abusos anteriores de los gobernantes buenos y temerosos de sus mismos dioses- hasta que surgió Podemos. Va a llegar un punto que los escolares españoles van a pensar que Venezuela es una isla ubicada junto a Canarias, o en un lago al lado de Madrid.

Esta semblanza a grandes rasgos, tantas veces denunciada, compone el retrato de un régimen que se desmorona como lo hiciera el Imperio Romano. No le pongamos ni nombres, ni fechas como «el 78». Es el de quienes han mandado en España durante siglos, al que se sumaron unos cuantos avispados sin muchos remilgos. Las bacanales, los rostros abotargados, los bufones para reírles las gracias, la guardia pretoriana, los mercenarios, el ejército, la mordaza en forma de leyes y códigos que aporta la parte más autoritaria del grupo, los yates, los palcos, las cenas, las luchas de poder, los vómitos de ira, el dedo martillo como final de fiesta. La condición humana sobre todas, cuando se infecta de egolatría.

Podría servir de guión al libro que definirá nuestra época. Muchos españoles colaboran con ellos, incluso sin ser conscientes que ya es ponerse una tupida venda sobre los ojos. Porque, como predijo uno de los escritores que nos precedieron en la trágica ciencia ficción de la realidad, George Orwell, han sucumbido a sus estrategias: “Os exprimiremos hasta la saciedad, y luego os llenaremos con nuestra propia esencia”.

Ingrediente básico en el programa es correr tras el señuelo de los falsos motivos de debate, esa Venezuela que les sirve de coartada. O lo que gusten decidir. Odiar a quienes mandan odiar. Votar a los partidos sensatos que nos conducirán a todos al mismo lugar donde estamos, aunque cada vez algo más abajo. Convencerse de que los países son empresas, que las elecciones cuestan demasiado dinero, que la democracia cuesta demasiado dinero. Creer a los medios que ocultan las noticias inconvenientes a sus intereses. A los columnistas tan críticos con los que mandan sus jefes y tan silenciosos cuando el rayo de la arbitrariedad cae en casa.  Seguir encendiendo velas a la virgen a ver si la próxima vez tampoco les toca. Evitar pensar que a veces las circunstancias nos obligan a elegir, aunque maldigamos vernos en esa tesitura.

Los periodistas seguiremos aquí. Si consiguen tumbar a alguno, sale otro. Y otro. Porque este Imperio que se derrumba, arrasado ya por los Atilas de la codicia, puede ser hundido por la verdad. En las urnas. En la voluntad de los ciudadanos decentes, sobre todo. No es fácil, pero será inevitable. Recuerden, lo decía José Luis Sampedro: “La historia no admite vacíos, imparable la vida los llena”. Que sea la vida, no la mugre que hoy nos anega.

*Publicado en eldiario.es

De Pablo Iglesias y los secretos inconfesados a la responsabilidad de los periodistas

El secreto inconfesado de la prensa guarda más monstruos en su interior de los que se cree. Y es esencial tenerlo en cuenta cuando se convocan nuevas elecciones. De repente, un artículo adquiere una relevancia inesperada. Así ha ocurrido con el de Pablo Iglesias y la crisis del periodismo. Se trataba de una visión distinta a la postura oficial que atribuye al líder de Podemos enemistad y ánimo de control a los informadores. Hablar –en un contexto muy preciso como es la Universidad– del seguidismo a las políticas de la empresa editora y centrarlo en un redactor de El Mundo provocó una intensa erupción de corporativismo. Hasta han salido los aguerridos reporteros que paran balas con la boca, acusándole de ser un melindre por no aguantar las invectivas de la prensa como se hace en la arena de la política “de toda la vida”.

El artículo obtiene récords de visitas, se recomienda y se comenta. A plena luz. Pero también con más discreción en llamadas y mensajes. Entre las felicitaciones de compañeros se deslizan frases muy definitorias. “El miedo es libre”, la idea más impactante. Se da por hecho que, por miedo –a perder el empleo pero no solo eso– se exagera, deforma, amplifica, manipula, miente, acorde con las estrategias de la empresa. Estrategias, no hablamos de noticias.

Insisto en que desde siempre se han admitido líneas editoriales con sello ideológico, pero lo que está ocurriendo ahora va mucho más allá. Esos emporios en bancarrota saben perfectamente qué partidos convienen a los intereses de su accionariado y a los suyos propios. Cuantos menos cambios, mejor. Riesgos de levantar alfombras, ninguno. Ante esa intencionalidad, el periodismo se resiente. Desgraciadamente suele ser así, las influencias se dan por descontadas, pero no quizás a los extremos a los que estamos llegando ahora. Nunca se había hecho tan patente la sensación de peligro que parecen sentir quienes dirigen los hilos desde un olimpo alejado de los mortales. La reacción de ira y prepotencia en algunos casos.

Provocan, por ello, más miedo y preocupación. A la corrupción que se enseñoreaba de élites decisivas del Estado se le van añadiendo datos. Los Papeles de Panamá han caído como una tormenta de fango para llenar huecos y elevar el nivel. Nuevas cúpulas de control emergen y quedan al descubierto. Muchos han perdido la inocencia –que a toda costa querían mantener– al ver la foto del expresidente del Gobierno Felipe González y el presidente de PRISA, Juan Luis Cebrián, con sus empresas, sus socios, sus esposas de pasado o de futuro, alojadas en firmas offshore, según el Consorcio Internacional de Periodistas que acredita sus investigaciones. Sus tácticas, sus amistades, sus costumbres. Socialismo y periodismo de progreso quedan muy alejados de su imagen actual.

Como las de otros que fueron llamados, por ejemplo, a reflotar medios como El Mundo, y han acabado subsumidos por las magmas ultraconservadoras, descerebradas con orla. Y así la prensa oficial española dibuja un escenario preocupante: noticias que no se publican –socavones profundos sin señalizar en una carretera, como escribí–, obsesiones ideológicas (contra la izquierda), un acusar a otros de las propias carencias de sumir en la perplejidad. Como si hablaran de ellos mismos. Promociones sin pudor.

El paso adelante acaba de darlo Juan Luis Cebrián, al emitir una nota de prensa en la que afirma que PRISA (la empresa que él preside, una empresa de comunicación con varias publicaciones y negocios, accionistas varios) se querella contra algunos medios por una información que a él le molesta. Porque, dice, le vinculan con las cuentas offshore, al publicar la firma de su exmujer Teresa Aranda. Esa mujer de la que usted me está hablando estuvo un cuarto de siglo casada con Cebrián. Pero la demanda no se dirige a todos los medios que han difundido la noticia, sino a los dos que participan en la investigación –El Confidencial y La Sexta- y a Eldiario.es que dirige Ignacio Escolar. Medio sufragado por lectores como muchos digitales y sin el poderío económico del que goza la parte demandante. Elegido del cesto para castigo ejemplar.

Volvamos pues a los pobres periodistas, presuntamente agredidos por Pablo Iglesias. A los que tienen miedo de algunos de quienes dirigen sus empresas. Con razón, evidentemente. Silenciar noticias, exagerar o inventarse defectos del partido que molesta a sus jefes por sus propios intereses, inflar a sus favoritos, no tiene excusa. Humana, sí, “el miedo es libre”, me dicen. Y lo sabemos. Pero, profesionalmente, el periodismo tiene una responsabilidad de la que a lo mejor carece quien fabrica bolsas de papel, o pone palitos en el chupachups, sin desmerecer su trabajo. Los ciudadanos  precisan datos reales para saber a qué atenerse y decidir sobre sus vidas. El temor a perder el trabajo, el sueldo y cuanto conlleva, puede estar adulterando la realidad y afectar a toda la sociedad en su conjunto. Una enorme responsabilidad. Un cirujano no seguiría operando –creo– si supiera que no lo está haciendo debidamente. Sus temores afectan a todo el colectivo social. Cada día pero más ante elecciones en donde se dirime quién va a gobernar y legislar.

En la sociedad del espectáculo en la que vivimos, un periodista tiene más valor cuando se encuentra en peligro. Mejor, si es en una guerra cruenta y en efecto puede relatar cómo le silbaban las balas por las orejas hasta que se volvió y las detuvo con los dientes. Lo peor es que hay muchos más conflictos silenciosos de todos los días. Y también es un riesgo contarlo. Por cierto, los reporteros de guerra ya no están “de moda”. Les pagan 70 euros por reportaje y, como freelancers, han de costearse viajes, alojamiento y manutención. No hay dietas. Los primeros a quienes ISIS cortó la cabeza eran periodistas sin medio fijo detrás, sin nómina fija.

Esta sociedad, la de las profundas desigualdades, la mentira, la corrupción infecta, se mantiene por el miedo y la desidia. Alguna vez habrá que parar y operar acciones diferentes para lograr resultados diferentes. No ha servido de mucho tragar, cuando cada día es peor. No es de recibo que periodistas y políticos hayan de sufrir mayores riesgos de los usuales por oponerse a los mantos de silencio o de impunidad. Nadie puede exigir heroicidades a los periodistas desde el sofá de casa, y engullendo mensajes erróneos. Si se analiza con seriedad la desintegración de ese sistema que fue troncal en los últimos 40 años, vemos que ya no cabe más. La corrupción asciende como una planta invasora que todo lo enmaraña y nos hace dudar incluso de estamentos esenciales. La España de hoy sí que da miedo, produce auténtico terror. Y las víctimas no terminan de verlo con tanto embuste. Nos va tanto en ello que alguna vez habrá que levantarse y gritar “Yo soy Espartaco”.

*Publicado en ctxt.es

El jardín prohibido de la corrupción

Imaginemos a un periodista a quien las circunstancias sitúan ante claves fundamentales de la corrupción en su país. Durante meses, extrae información, habla con actores decisivos de la trama y termina recibiendo de manos del principal inculpado una confesión de sus delitos. Está moviendo sus hilos porque trata de negociar con la Fiscalía anticorrupción mejores condiciones en su condena y presiona con el clásico “tirar de la manta”. Lo que Ignacio Escolar, el periodista, ha conseguido es precisamente la porquería que en torno al hoy partido en el poder, PP, se escondía tapado. Presuntamente. Se la ha entregado uno de los responsables de esa acumulación de mugre, Francisco Correa. La operación se aborta. Correa vuelve a estirar el cobertor como si nada ocurriera y Escolar, director de eldiario.es, con esa información en la mano, decide publicarla.

Es un riesgo. Siempre, pero más en momentos difíciles como los que vivimos, informar de lo que no conviene al poder es un riesgo. Y un deber. Un deber fundamental. El periodismo solía ser llamado Cuarto Poder por ser el contrapoder al servicio de la sociedad. Ahora se ha convertido en gran medida en el Tercer Pilar del sistema junto al poder económico y al poder político.

Lo que cuenta Correa, como lo que contó Bárcenas, como las innumerables pruebas ya recogidas por la policía, la agencia tributaria y la justicia, nos sitúan ante un relato verosímil –con SMS presidenciales de apoyo y todo-, que, por supuesto, en un Estado de Derecho han de ser probados. El grave problema es que al tercer poder, el judicial, le ocurren cosas extrañas.

Todo empezó cuando el juez Baltasar Garzón inició el sumario de la Gürtel. Por una denuncia de cargos del PP, no lo olvidemos. A la vez comenzó a instruir otra causa contra el franquismo. Era el mes de julio de 2009 e Ignacio Escolar escribió en su blog:

Es una constante en los cuentos, leyendas y religiones de todas las tradiciones. El poder –sea dios, el rey o la propia sociedad– impone un tabú, una manzana prohibida, un jardín secreto que no se puede hollar, so pena de sufrir los peores castigos. Aquel que se atreve a comer del árbol de la ciencia, aquel que pisa el jardín prohibido, debe pagar por ello.(…) Del jardín secreto casi siempre se sale muerto.

 Parecía increíble, pero sí, Baltasar Garzón salió “muerto” del jardín secreto, aunque naturalmente pareció un accidente. Muertos quedaron los ordenadores de Bárcenas, la permanencia de jueces incómodos. Y muy vivas las reformas legales –como la que ahora mismo ya acorta los plazos de instrucción por una ley que jueces y fiscales consideran un pasaporte a la impunidad de los corruptos-. Y los contratos empresariales y las donaciones, y las indemnizaciones por errores, y los indultos, y los nombramientos, y los rescates, y las comisiones, y más tramas que nunca nadie prodá probar. Y los ceses y traslados de periodistas . Y todo es casualidad.

Y nunca pasa nada, escribía hace poco Ignacio Escolar. Así es. La primera que no parece exigirlo es la sociedad afectada ¿o creen que no les pasa factura?. Y aun así hay jueces que, como hizo Baltasar Garzón, se meten en el jardín prohibido porque no pueden hacer otra cosa. Y periodistas que publican lo que afecta gravemente a su país, a sabiendas de lo que le espera. Es un deber que no se puede eludir. Aunque “no pase nada”.

No es sano para una ciudadanía mantener un jardín acotado que acarree tales males por el solo hecho de pisarlo o, más bien, intentar desbrozar la maleza. Poco a poco nos está engullendo a todos. Esa es la manta que, presuntamente, quería echar a un lado Francisco Correa, esa es la manta que –por intereses espurios- tantos ayudan a volver a colocar.

forges.corrupción.chotuno

El periodismo en la era de Wikileaks

 

Quien quiera puede saber -por múltiples fuentes-, las palabras textuales, las filtradas por quien destaca con un criterio subjetivo, las ya digeridas, todas las que se dijeron en el debate “El periodismo en la era de Wikileaks”. Ese hito por el que hemos tenido acceso a una masiva información confidencial que deja en cueros a muchos gobiernos, y que publican 5 grandes diarios del mundo. Qué os voy a contar que todavía no sepáis al respecto. Así que yo me voy por vericuetos personales para comenzar. Tal vez, sólo tal vez, os será útil. Apenas seré crítica, prefiero hoy sumar que restar.

Llevo el periodismo en las venas desde que, muy pequeña, comencé a leer el diario “Pueblo” que traía mi padre por las tardes. Frente al encorsetado entonces Heraldo de Aragón, aquel vespertino –atenazado como todos los medios por el franquismo- rezumaba una savia nueva que me cautivó. Había un tal Copérnico (nunca supe quién fue) cuyas sentencias recorté, guardé y me hicieron perder, por cierto. Y estaba Josefina Carabias, una pionera. Por ella entendí que las mujeres también podíamos hacer ese fascinante trabajo, cuando parecía que nos estaban negando todos, salvo coser, lavar y planchar. Hace muy poco, José Luis Sampedro, testigo del siglo, me contó que Josefina se empleó de camarera en el Hotel Palace para escuchar los secretos de los políticos que allí se reunían, y contarlos. En eso estriba todo, hoy y siempre. Luego llegaron… los malos tiempos, y ella se marchó a París de corresponsal.

Josefina Carabias

Así que entenderéis que, con wikileaks, haya vuelto a ser gozoso leer los periódicos y que ayer me encontrara en el debate plenamente en mi salsa. Porque allí se habló de periodismo todo el tiempo y con voces seleccionadas con especial criterio y sensibilidad, hasta sin complejos. Allí estaba mi querida Alicia Gomez Montano que me permitió despedirme del trabajo en TVE pudiendo dar rienda suelta a mi creatividad, y, que, a pesar de sus cargos directivos, es como una hormiga-obrera del periodismo. Y Nacho Escolar, a quién adopté (como heredero, sin que él lo supiera) muy poco tiempo después de conocer su trabajo. Y Giles Tremblet que, desde hace años, es como mi sueño de una Europa española y de un periodismo de altura. O Javier Bauluz, un premio Pulitzer español que en otros países estaría en los altares y que hoy lucha con empeño y coherencia por su periodismo humano. No conocía a Borja Bergareche de ABC, reivindicando su juventud -33 años y para subdirigir un periódico conservador- interlocutora. Ni a Javier Moreno, a quien uno ve en la distancia en el Olimpo de su alto cargo, pero que a mí me ha demostrado que, por encima de todo, ama el periodismo, vibra y lucha por él. Y abajo, en las butacas, había más periodistas –algunos en mi nómina oculta de herederos- y una ciudadanía anónima ávida de saber. Por tanto, yo estaba ganada y encantada.

Hasta cierto punto, claro está. Cuentan hoy que asistieron al debate 750 personas, hasta en salas contiguas, sentadas en el suelo. Casualmente igual –algunos menos- de los que congregamos en el acto #contrattacando, con muchos menos medios. No eran los mismos, éstos, mucho más jóvenes. Por tanto, debe haber unas 1.600 personas que se molestan en moverse para buscar respuestas. El acto en twitter y el propio eskup de El País fue seguido –eso sí- con una amplitud fuera de lo común. En casa, a punta de clic en el ordenador. Cuando Borja Bergareche, sobre todo, quería indagar quién era Assange, quién le financiaba, si El País había pagado por la información, Javier Moreno casi saltó al evidenciar que ningún político había pagado por los hechos hoy revelados. “Ni un fiscal general del Estado”, me apuntó después Nacho Escolar.

No es tiempo de Watergates, me había lamentado yo en el coloquio también… buscando ayuda. Allí el periodismo derribó a un presidente. Y de los EEUU, nada menos. Los que reivindican el poder de Internet, como Javier Bauluz por ejemplo, señalan poco después que periodismohumano es seguido por 30.000, 40.000 personas, pero… apenas nadie pone el euro semanal que piden para mantener la página. Un euro, por favor, sostengámosles. Empecemos a hacer algo.

Se debatió, brevemente, si wikileaks ha hecho el periodismo que no hacen los periodistas, y si prima el negocio sobre el servicio público. Lo que sí comprobamos a diario es que los grandes medios (especialmente los informativos de televisión) se han venido basando en un periodismo de declaraciones, sin profundizar en datos, contexto o análisis, por el cual, los hechos documentados y las opiniones de la contra-información parecen tener el mismo valor. Y, para captar atención y vender, han explotado el espectáculo, el impacto sin fondo, el pasar a otra cosa porque todo nos aburre. ¿Hay tiempo todavía para estimular el pensamiento crítico y que la sociedad reaccione?

Lo que estamos viendo de nuestros políticos (aposentados muy tranquilos en sus mentiras a los ciudadanos) debería desatar una revolución, pero igual se convierte en un consumible más, que olvida y pide otros. Los hechos de estos políticos que cada día acaban con uno más de nuestros derechos, en total impunidad, porque creen que pueden jugar con la ciudadanía en el tablero del poder. Hasta ahora, sí han podido.

Hay irritación y rebeldía en una parte de la sociedad, conformismo y/o miedo en la mayoría. Algunos si se están moviendo, hay -pese a todo- un interesante caldo de cultivo. No sabemos cómo canalizar todo ello. Echarse a la calle no sirve para nada, pero pulsar una tecla del ordenador o el dispositivo móvil –solo- tampoco.

Sí veo el periodismo que siempre estuvo haciéndose huecos, y otro que a lo mejor despierta. Y que una parte de la ciudadanía se ha divorciado de él porque lo considera parte del problema. Mucha tarea por hacer. Pero ayer mi desánimo de los últimos días se enchufó al periodismo de quien aún puede hacerlo con amplia difusión… y me subió el nivel de las pilas. Quizás todos deberíamos buscar como recargarnos. Nos necesitamos.

 

Del jardín secreto casi siempre se sale muerto

  Ignacio Escolar escribió en su blog esta entrada el 7 de Julio de 2009, que recuerdo con el escalofrío que me produjo. No lo creí posible entonces, pero la sentencia está próxima consumarse:

Es una constante en los cuentos, leyendas y religiones de todas las tradiciones. El poder –sea dios, el rey o la propia sociedad– impone un tabú, una manzana prohibida, un jardín secreto que no se puede hollar, so pena de sufrir los peores castigos. Aquel que se atreve a comer del árbol de la ciencia, aquel que pisa el jardín prohibido, debe pagar por ello.

Vladimir Propp, un erudito ruso de principios del pasado siglo, sintetizó 31 puntos recurrentes que siempre se repiten en todos los cuentos y leyendas. Uno de ellos es la prohibición: el jardín secreto. Propp, en el fondo, no sólo teoriza sobre el cuento sino también sobre la cultura que los elabora: la sociedad, que usa la leyenda a modo de moraleja –como las parábolas de la Biblia– para transmitir un código moral. En este caso la lección es clara: se enseña docilidad ante el poder. Respeto, que diría la mafia. Aquel que rompe el tabú debe ser castigado para así servir de ejemplo.

“Baltasar Garzón ha pisado el jardín secreto del franquismo”, me comenta un importante abogado penalista: “Desde hace décadas, las clases dirigentes españolas han mantenido un pacto no escrito por el que se convertía la dictadura en territorio vedado”. Al igual que Orfeo, Garzón no debía mirar hacia atrás. Ahora espera castigo. La pena puede llegar antes del juicio, con la decisión del instructor del Supremo, Luciano Varela, que podría hacerse pública en cuestión de días. En su mano está sentar en el banquillo al juececillo valiente que osó retar al franquismo. Si así lo hace, supondría –antes del juicio– la peor de las condenas: Garzón tendría que abandonar la Audiencia Nacional. Del jardín secreto casi siempre se sale muerto.

Manifestación apoyo a Garzón. Audiencia Nacional. 8/4/2010

Se están produciendo manifestaciones de apoyo a Garzón y su causa contra el franquismo – que es la de muchos de nosotros -, de rechazo al contrasentido que supone echarle de la carrera judicial gracias a organizaciones ultraderechistas que este régimen democrático tolera. El día en el que el CGPJ le inhabilite «cautelarmente» iremos a la Audiencia Nacional. Se espera sea tras el pleno del día 22 de Abril.

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