Conocí al filósofo Carlos Fernández Liria en una mesa redonda que compartimos en Segovia. Me quedé fascinada con su brillantez. Con la forma tan accesible y divertida en la que invitaba a estimular y seguir sin trabas adonde te lleve el pensamiento, a la crítica, como debe ser.
Ya tengo su libro. Se llama ¿Para qué servimos los filósofos? Y es que filosofía es el amor por saber y para saber hace falta pensar.
“Decía Kant que hay algo –algo que sin duda tiene que ser muy excepcional- que hace que “los hombres se nieguen a perder, por amor a la vida, aquello que hace a la vida digna de ser vivida”. La filosofía –dice Fernández Liria- es el intento de sacar consecuencias de lo que se expresa en la frase de Kant. Esta excepción comenzó en Grecia con una constatación esencial: “lo interesante que era lo desinteresado”. Saber por saber, desinteresadamente, resultó ser interesantísimo. De esa experiencia surgieron las matemáticas, la física, la filosofía, la ética y el Derecho. De la perplejidad ante lo desinteresado surgieron las cosas que más nos interesan: el mundo entero de la razón y la libertad. Y así fue cómo se inició para la humanidad la aventura más inquietante, la de convertir esa excepción en norma de vida humana, que solo entonces puede llamarse digna”.
Por supuesto, Fernández Liria aborda lo más cotidiano. Profundamente crítico con el Plan Bolonia para la Universidad, nos hace seguir el hilo de lo que se esconde tras esa frase que cualquiera suscribiría sin reflexión: “Una universidad al servicio de la sociedad”. Parece que no es exactamente así, que no es ésa la prelación. “La universidad debe estar al servicio de la verdad”, solo así estará en condiciones de rendir un buen servicio a la sociedad, propone Carlos.
Atravesando la historia de pensamiento, parándose en la Revolución Francesa con la significativa guillotina de la portada del libro, Fernández Liria estima que hemos regresado a la Edad Media, convertidos en siervos de unos amos locos y tiránicos que se llaman a sí mismos “los mercados”. Y concluye contundentes ideas sobre lo que eso significa:
“El capitalismo ha colonizado el mar, la tierra y el aire. Aún así, todavía le quedaba el mundo intangible por conquistar. Se han deshelado los polos, se ha contaminado la atmósfera, se ha esterilizado el suelo. El mundo de los negocios ha llegado incluso a cambiar de sitio los glaciares. Ha reventado el subsuelo terrestre con cientos de pruebas nucleares. Ha agujereado la capa de ozono en la estratosfera. Ha desquiciado genéticamente las semillas. ¿Por qué iba a dejar en su sitio el mundo de las exigencias de la razón? ¿Por qué iba a respetar la Verdad o la Justicia sin intentar sacarles partido económico?», se pregunta. Y apunta sus consecuencias:
“La historia no devolverá jamás la razón que hoy se nos lleva. Cada milímetro que el mercado y el capital ganen a la razón hará falta luego reconquistarlo, contra la historia, con los mismos esfuerzos con los que en su día se le arrancaron”.
Lo primero que he visto en un correo en el ordenador esta mañana ha sido al Consejero de Turismo Balear, del PP, con las criadillas (testículos) de un ciervo al que había matado chorreando sangre desde su ubicación encima de la cabeza como trofeo. Amenazan Rajoyes, Artures Mas o botoxiadas peperas desde las páginas de los periódicos. Y en mi memoria la gran estafa que nos están perpetrando y que cada semana tiene un capítulo de difusión para el gran público en el programa de Jordi Évole, Salvados. Ayer explicó el asunto de eléctricas y petroleras. Una chica me dijo en las redes sociales que uno no tiene tiempo de enterarse y reflexionar sobre todo esto. Le respondí que en otros países no les ocurren estos atropellos –de características flagrantes- porque, parece, que sí están más al tanto de los que les afecta. Hubo hasta quien me insultó por escribir que solo una sociedad desinformada y/o idiotizada tolera (y propicia) el enorme timo diario. Por eso he preferido traer hoy a Carlos Fernández Liria. Reivindica pensar. No hacerlo tiene graves consecuencias.
¿Para que sirve usar la cabeza más allá de para peinarse? Para no ser ese rebaño de ovejas que ahoga los intentos de tanta gente ya por poner freno a esta situación insostenible.

Carlos Fernández Liria. Libros de La Catarata