Las calculadoras como muletas en la resolución de problemas, el pensamiento mascado para ser mejor digerido. Pocos parecen enfrentarse a la realidad con ojos nuevos cada día para hacerse preguntas y encontrar respuestas, para equivocarse y volver a replantearlas, para tratar de ver, asociar y sacar conclusiones. Lanzarse a la aventura de descender una montaña hasta el mar del conocimiento como río nuevo, en lugar de seguir – en barca sin piloto identificado- todos los canales establecidos. Más aún, como razona Ignacio Escolar, entrar en el jardín secreto está penado por la sociedad.
Varios amigos coetáneos míos coinciden en resaltar que ahora ya no parecen existir grandes pensadores, cuyas palabras aguardar con interés. Los Aranguren, Madariaga, Marías, de nuestra juventud, publicaban artículos, eran entrevistados en grandes medios. Ahora, en efecto, no pueden proliferar más los “opinadores” de oficio, tediosos repetidores de tópicos, pero faltan los elaboradores de ideas. Se ha perdido -se diría- la práctica de pensar.
Es un mal general, los filósofos han sido sustituidos por los sociólogos –de meritoria labor sin duda- en una corriente que trata como máximo de analizar los hechos, pegarse a la realidad. Pareciera que la última corriente de pensamiento filosófico notable fuera la del Círculo de Viena y data de la primera mitad del Siglo XX. De otro lado, se recupera la “matematización”, las matemáticas como eje e instrumento: Todo lo que no puede reducirse a variables cuantitativas se rechaza.
Descubrí en un reportaje el valor capital de las matemáticas sin embargo. Origen de todas las ciencias, ofrece un punto clave: “Es una cuestión de entrenamiento”, me decía la matemática Marta San-Solé, “un deportista de élite no llega a serlo si no hay un entrenamiento muy duro detrás. Y, si uno no se rompe la cabeza resolviendo problemas desde niño, problemas sencillos, pero que sirvan de entrenamiento al racionamiento, pues evidentemente no va a tener una cultura matemática”.
Ni de vida. Hay que trabajar para abrir cauces, pero si no se ejercita, el cerebro se extingue. En un mundo global, con sobre-información, las ideas nuevas se diluyen en el conjunto. Con la crisis, no hay tiempo para pensar –precisamente, cuando sería más necesario-. La Universidad hoy busca el pragmatismo urgente, piezas que encajen en empresas, en lugar de primar ser lo que siempre fue: un foro para el desarrollo de ideas. Pero la causa principal puede estar en los medios de comunicación. Los espacios culturales de los telediarios ya no informan sobre cultura, sino que promocionan industrias o productos propios. Productos, no cultura. Los medios más serios no se arriesgan con experimentos. Los debates políticos han quedado reducidos a lo que el sociólogo Fermín Bouza denomina «píldoras»: «la televisión ha contribuido a un proceso de debilitamiento de las ideologías porque ha impedido el discurso ideológico. Es un discurso de píldoras, sintético, rápido, y ha formateado al resto de la sociedad a su manera”. 59 segundos para sintetizar una idea, la audiencia ya no aguanta más tiempo atendiendo.
Vivimos en una sociedad trivializada y, por tanto, más vulnerable. Ella da de comer a los medios también, en un bucle que se retroalimenta. El fin último es fomentar el consumo, como dice una intelectual innovadora, ésta sí, Naomi Klein.
Aún tenemos en España, mejor en la península ibérica, a Saramago, Sampedro, José Vidal-Beneyto o Federico Mayor Zaragoza. Mezclados, y tapados, con las hordas “cristianoronaldas”. Un cerebro para toda la vida. Anquilosado y lánguido por falta de uso. Cuestionarlo todo, volver a mirar, asociar y concluir para hallar nuevas soluciones. Fortalecer el cerebro, entrenarlo. Para abordar también problemas prácticos, sí, esos que nos acucian. Empequeñecios y más accesibles a un pensamiento maduro.
giselgh
/ 8 julio 2009Uno debe, incluso por menos, ir asintiendo a cada frase lapidaria que se desgrana de tu texto diluído por la amalgama de sensaciones de la época que nos ha tocado vivir.
Es la sequía de pensadores, que se diluyen en la masa, que todo lo puede, y se transforman en pragmáticos vendedores de productos al uso.
Gracias a que uno hace tiempo que ha aceptado el ramillete de años que lo puebla y puede echar la vista atrás sin más miedo que el vértigo que da la lejanía del ayer, se da cuenta de que con pensadores o sin ellos todo marcha igual. Los grandes pensadores son productos de consumo de unos pocos. La mayoría sigue siempre la norma instaurada con acierto político en la Antigua Roma que basaba la vida de los ciudadanos en dos ideas fundamentales: Pan y Circo.
Ahora el pan comienza a escasear, pero no así el circo, sobre todo en la capital.
Una pequeña revolución cultural sobrevendrá a falta de los dos elementos vitales para volver a dormirse en los laureles al aflorar de nuevo panes de nueva cuña, circos de nuevos horizontes.
En cualquier caso, a seguir bien.
lainon
/ 8 julio 2009Totalmente de acuerdo. Lo suscribo a pesar de la negatividad que rezuma.
Saludos.
Waldeska
/ 8 julio 2009Y, mientras tanto, aún quedan maestros y maestras ilusionados en entrenar a las pequeñas criaturas que tienen ante sí en la elaboración de su propio pensamiento. No son muchos, es cierto, la inmesa mayoría está envuelta en la misma espiral consumista y frívola, pero los hay. Son auténticos héroes románticos, enamorados de su trabajo, aunque nadie reconozca su papel. Tampoco ellos lo reivindican.Son felices así.
La EDUCACIÓN (así, con mayúsculas), ese bien tan escaso y deseado en otras épocas, una vez que se ha generalizado (en realidad, lo que se ha generalizado es la escolarización) es menospreciada cuando no, denostada. Y la clave está en ella: Ya sabéis lo que decía Marx (Groucho), «si la educación os parece cara, probad con la incultura» Así nos va …
apajerabierta
/ 8 julio 2009¿Pensar para qué? ¿Cuando?¿Qué se gana pensando?
La machacona publicidad, nos adormece las neuronas. Los noticieros solo informan de lo que queremos oir (si no nos gusta las noticias de una cadena, pasamos a la otra). Esto de pensar, de razonar, de querer aproximarse a la Verdad era una actividad cuando no había TV o una oferta tan grande de espectáculos. Si pensamos, a lo mejor nos damos cuenta de que estamos siendo manipulados o que nuestras opiniones no son tan correctas (por falta de información) y eso ¡no se puede tolerar!. ¡Cómo yo (o los míos) no van a tener razón! Hasta ahí podíamos llegar!!
Que piensen por mí mis políticos los creativos…los opinion leaders, para eso les pagamos!!!
cualestuopinion.wordpress.com
/ 8 julio 2009muy bueno, interesante debate
Food and Drugs
/ 8 julio 2009Cristiano Ronaldo dice que hace 2500 abdominales diarios. ¿Se puede entretanto pensar en algo más allá de inspirar-expirar?¿Deja eso tiempo para sentarse a leer algo?
lainon
/ 9 julio 2009A ver, a mi sinceramente que Cristiano Ronaldo y cualquiera que juega al fútbol piense o no me parece una utopía, y además totalmente innecesario. No creo que la cuestión sea que nos convirtamos todos en auténticos intelectuales de esos que se reúnen en cafés para charlar de lo divino y humano; yo me conformo con que la gente use el cerebro para algo más que hacer las cuentas de la compra, porque hay algunos que ni eso: simplemente compran lo que se les ocurre en el momento y ni miran el precio ni la fecha de caducidad. Vivimos en un mundo descerebrado, pero nos hemos dejado, así que luego la mayoría no tiene derecho a quejarse.
frantic
/ 11 julio 2009¿Quién dijo que pensar no sirve para nada?
Pensar sirve para ocupar momentos en que no tienes nada con que entretener una espera, sirve para construir relatos y poemas, sirve para evitar problemas, sirve para solucionarlos, hasta sirve para ahorrar dinero.
Estoy segura de que la fobia al pensamiento no es sino el miedo que toda persona tiene hacia lo que no conoce. Quizás sería bueno, también en este caso, echar mano de todas esas terapias conductistas y cognitivas que existen para vencer las fobias.