De la seducción al castigo

Montaje: Manuel Ansede

Enero 2009. Soraya Sáenz de Santamaría aparece en la portada del diario El Mundo en actitud sugerente. Es una entrevista de andar por casa, personal, en la que quien llegaría a ser vicepresidenta del Gobierno español está sentada en el suelo, envuelta en vaporosos tules, descalza, intensamente maquillada y retocada y con expresión –digamos- seductora. Poco más de tres años después, la vemos ataviada con vestido monjil hasta el cuello, mantilla cubriendo su pelo púdicamente recogido y un desmesurado recato. El tránsito es todo un símbolo del aparente cambio del PP.

Como en el cuento de Caperucita, antes de las elecciones el partido mostraba patita de cordero. No era la derecha rancia de toda la vida sino una moderna y liberal. Después emergió el lobo completo, ultraconservador, más fiero aún de lo previsto.

En Abril de 2011, Mariano Rajoy prometía de nuevo que su máxima prioridad sería el empleo. Añadía una solución que no pasó inadvertida a ciudadanos atentos: Hay que trabajar unas poquitas horas más o ganar un poquito menos.  Los medios recogieron la frase entre líneas, no se atrevieron a reflejarla textual en toda su inmensa profundidad.  Pero, en efecto, la reforma laboral demostraría que la pezuña con photoshop correspondía al lobo. Menos sueldo, más horas, y mayor facilidad para el despido. El paro nos cruje, va a más, y asistimos al doloroso desgarro de EREs dramáticos, y en condiciones miserables que ha posibilitado la ley del PP.

La memoria viva de los vídeos de Internet nos muestra la seducción que acabó en maltrato. La subida de impuestos era profundamente insolidaria con las clases medias. Del todo “inaceptable” pagar las “gracietas” del gobierno (del PSOE). El IVA se constituía en el mayor “sablazo” imaginable. Congelar el sueldo de los funcionarios suponía un inadmisible recorte. La sanidad y la educación jamás los tocaría un gobierno del PP. Los pobres tenían que ser menos pobres y la clase media dejar de ser perseguida. Decían: “que se hunda España, nosotros la levantaremos”. Y aseguraban que su gobierno daría “confianza” y se solventaría la crisis.

Aún aleteaban las pestañas y entreabrían la boca, agitaban el tul y marcaban atributos, aún arrullaban con cantos dulces cuando la realidad llegó una vez más disfrazada: las “subidas temporales”, los “gravámenes”, la “regularización de activos ocultos”, los copagos y repagos en sanidad, las exclusiones, el hacinamiento de las aulas, las fiambreras para comer, la subida de tasas en la Universidad,  el desplume de la cultura, la ciencia y la investigación, la bajada de sueldos y acoso a los funcionarios que sostienen uno de los sistemas públicos más depauperados de Europa.

De negro riguroso ya, el PP enarbola el látigo para declarar delito –incluso contra el Estado- las protestas de los ciudadanos sojuzgados. Para enclaustrar a la mujer en el papel secundario que tuvo en tiempos de aciago recuerdo: tutelada en sus decisiones y abocada a regresar al hogar por los precisos recortes que se han estipulado. Para envolvernos en toros, inciensos, mantillas, sacristías, recato, escasez, penitencia, cilicios, lutos, la españolización por decreto. Para educar en la ignorancia, la sumisión y el infantilismo. Para culpar a los ciudadanos de los males que les aquejan y eludir toda responsabilidad en los hechos. Para ignorar el llanto y el desamor.

Esta España nuestra –quizás por la educación recibida durante siglos- muestra una especial querencia por el sadomasoquismo. Y por desenfocar la raíz de los problemas. El civismo no toleraría flagrantes mentiras, ni mucho menos el castigo social. Pero todavía hay quien gusta de ser flagelado y humillado. Y rechazar ser ciudadano libre y con dignidad.

De las sugerentes transparencias al embozo mojigato.  De los pies desnudos a la gota malaya. Nos pronostican años de recesión y aumento del paro. Y los amos culpables se ensañan con la víctima rellenando de lucro botas ajenas. El mal sueño ha de acabar. No era seducción embriagadora, era photoshop. Y bajo los disfraces queda un desnudo que solo se mantiene para los crédulos por la elevada y desproporcionada autoestima de sus propietarios. Por su inmenso cinismo.

*Publicado en eldiario.es

El por qué de la mediocridad de numerosos altos cargos

Me lo preguntaron el otro día, y hay dos razones fundamentales:  los principios de Peter y de Dilbert.

  • “En una jerarquía, todo empleado tiende a ascender hasta su nivel de incompetencia”.
  • “Con el tiempo, todo puesto de una jerarquía tiende a ser ocupado por un empleado que es incompetente para desempeñar sus obligaciones”.

Principio de Peter 1969

  • “Las compañías tienden a ascender sistemáticamente a sus empleados menos competentes a cargos directivos para limitar así la cantidad de daño que son capaces de provocar”.

Principio de Dilbert 1990

Estoy en desacuerdo con el fin último de Dilbert: los mediocres con mando pueden hacer un inmenso daño. Lo hacen.

El problema es que están aupados y sostenidos por personas de características similares que se sienten cómodas con quienes consideran afines. Porque ¿Cómo es posible que alguien pueda andar por la vida con tan bajísimo nivel de autoexigencia que no se entere, o acepte sin reflexión, lo que personalmente le perjudica? Resultaría incomprensible a menos que, como sucede en España, la ignorancia y la mediocridad sean un valor, algunos ciudadanos de otros países lograron ya superar la fase que exponía Darwin. 

  •  ”La ignorancia frecuentemente proporciona más confianza que el conocimiento”.

Charles Darwin. Siglo XIX.

Aquí, no la de Ortega y Gasset aún. No todos, muchos sí. 

  • “Hombre-masa es todo aquel que no se valora a sí mismo, sino que se siente “como todo el mundo”, y, sin embargo, no se angustia, se siente a salvo al saberse idéntico a los demás”.

José Ortega y Gasset 1930

Hay otro postulado que explica porqué algunos mandatarios no sienten vergüenza de su incapacidad:

  • Las personas con escaso conocimiento tienden sistemáticamente a pensar que saben mucho más de lo que saben y a considerarse más inteligentes que otras personas más preparadas”.

Efecto Dunning-Kruger 1999

        No lo ilustro con imágenes, cada cuál tiene las suyas en mente.

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