1) Sé que las cosas están mal. Soy una persona informada y lo sé. Exijo, por tanto, que otros me aporten iniciativas y me marquen el camino a seguir. Soluciones, caminos concretos. Alientos abstractos no me sirven, reclamo la formulación de acciones claras y específicas. Luego ya veré qué hago.
2) Indispensable que me traigan la revolución a casa. Algo cómodo y que no tenga el menor riesgo ni peligro para mi integridad personal ni la de cualquiera de mis bienes.
3) Gratis como es obvio. Yo ya pongo el portátil de 300 euros, el IPad de 600 y algún dispositivo de telefonía móvil de alta gama (hasta otros 600 euros puedo llegar a pagar cuando lo cambie) para ir leyendo qué me proponen según donde esté. Como primer paso. Estudiaremos también que con la idea venga regalado todo el pack para leerla.
4) Me moveré si la propuesta, formulada con las premisas que anteceden, no tiene ni una sola coma fuera de sitio o puedo yo, haciendo un esfuerzo, cambiarla. Con el hastag que pida por supuesto. El mundo es Internet.
5) Tanto si el mundo es Internet como no lo es (en esto hay incomprensibles ombliguismos contrapuestos), que ni se les ocurra invitarme a moverme si retransmiten un partido de fútbol. Con un Real Madrid-Barça sería suicida intentarlo.
6) Lo mismo digo si es una de las múltiples horas del día en los que habla Belén Esteban o asimilados por la tele. O hay un rifirrafe político, o de tertulianos.
7) Advierto que si mi tertuliano o gurú favorito me dice que no me mueva o me mueva en otra dirección, haré lo que él opine y decida.
8 ) Mejor, que me inviten a moverme por la tarde que por las mañanas me levanto de mal humor. Imposible un lunes, un fin de semana o un puente. Que no llueva o haga demasiado calor, por supuesto.
9) Si cumplen escrupulosamente todas mis condiciones y alguna más que tengo la seguridad de que irán surgiendo, estoy dispuesto incluso a manifestarme en defensa de mis derechos y por lograr un cambio, pero –como esas concentraciones en la calle son horrendas, están plagadas de gente violenta, y duelen los pies de andar- lo haré en mi casa, pulsando un clic con el ratón. Siempre, naturalmente, que el liderazgo de quien convoque las concentraciones me guste, y no descubra que está manipulando a favor de intereses espurios.
10) Recordad, que si ese cambio social, político y económico que ansiamos triunfa “fui yo” quien inició el movimiento. De hecho soy el autor intelectual de la Revolución Francesa, el Mayo 68, y la Transición española. No tenéis que agradecérmelo, yo soy así.
Rescato una vieja entrada del blog porque, si no la conocéis, no puedo privaros de ella. José María Aznar hablaba sobre las islas. Sí, como lo vais a oír. Dado que nuestro ex presidente es tan locuaz, y, según se publicó, cobraba entonces 35.000 dólares la hora, -igual le han rebajado el caché por la crisis como a los demás- creo que merece la pena dar una segunda oportunidad a su discurso.
Ahora bien, siguiendo el hilo de su disertación, me permito apuntar algunas sugerencias que hagan más accesible su profundo pensamiento. Traduzco, en una palabra, lo que dice al lenguaje del común de los mortales. Y lo que dice es esto:
”Las islas tienen una gran tradicción atlántica. De hecho es que las islas se ubican en el agua, y por su tamaño necesitan un mar donde estar, no sirve una bañera, ni siquiera una piscina, uno de ellos -océano por más señas-, es el Atlántico. Porque hay islas, que nadie lo dude, nunca debe dudarse de mi palabra. Si digo que hay islas es que hay islas. Sólo que están menos aisladas que antes. En lugar de acceder por barco, se han construido hasta túneles. No muchos. El que une Inglaterra con el continente ¿dónde va? ¿dónde va? ¡A Francia!, es a Francia. Pero, dado que las islas británicas son importantes.. qué digo, “muy” importantes, implica que ese túnel también es muy importante y sirve para el resto de las islas. No para ir de las Canarias a Cádiz, no me malintepreten -que hay gente insidiosa a la que le gusta malinterpretarme-, sólo sirve para desplazarse de Inglaterra a Francia, pero es ejemplarizador de cómo las islas no están aisladas.
Hay muchas más islas muy importantes. ¿Qué no me atrevo a nombrar a las Azores? ¿No recuerdan que los tengo bien puestos?: ¡las islas Azores son importantes! y no me hagan reír. Aunque el océano atlántico toca América y África, en realidad es un mar europeo, si toca a Europa es europeo. Por eso, todas las islas son europeas, ulteraperiféricas pero europeas. Las Canarias desde luego. También son importantes. Pero hay muchas islas europeas: las islas francesas, la islas Mauricio… que están, no me acuerdo dónde están… ah ¿en el Índico? ¿Y son una república independiente? No importa. Son unas islas europeas importantes. Todo esto es importante. Todo lo que digo es importante, sino no me pagarían lo que me pagan”.
Y estimo que, dado que se trata de un líder internacional, también precisa traducción al inglés:
“The islands have a great tradition Atlantic. The fact is that the islands are located in the water, and its size need to be use a sea, it is no posible use a tub, not even a pool, a sea. Even more: a ocean, it is the Atlantic. Because there are islands, no doubt, you should never doubt my word. If I say there are islands is that there are islands. Just who are less isolated than before.Instead accessible by boat have been built up tunnels. Not many. The linking England with the continent… where does it go? where does? In France!, is to France. But since the British Isles are important .. do I say “very” important, implies that this tunnel is also very important and serves for the rest of the islands. Not to go to the Canary Islands to Cadiz, you musn´t malinterpreten -there are insidious people who like to mistake me-, only serves to move from England to France, but is exemplary of how the islands are not isolated.
There are many more important islands. What I dare not name the Azores? You remember that I “los tengo bien puestos”?: Azores islands are important! and not make me laugh. Although the Atlantic goes and washes the shores of America and Africa, is really a European sea, if touches Europe are European. Therefore, all islands are European, outermost but Europe. The Canaries of course. They are also important. But there ar many European islands: the French islands, Mauritius Islands … they are… can not remember where they are … ah “in the Indian Ocean? Are they an independent republic? No matter. It is a major European islands. All this is important. Everything I say is important, otherwise they don´t pay me what they pay. “
Vivo sin vivir en mí desde que han surgido terribles dudas sobre asuntos cruciales tanto para nuestro carácter y circunstancias en este pasar por el mundo, como para nuestro futuro eterno. Empezaré por estas últimas.
Resulta que el Papa ha dicho que no existe el purgatorio como tal, que es “un fuego interior que purifica el alma del pecado”. O sea, como un remordimiento. Pero muerto. Porque al Purgatorio se iba muerto, inexcusablemente. Igual es que ahora ese lugar de saneamiento y expiación –no, lugar ya no, “fuego interior”- se pasa en vida. Esto no nos lo ha aclarado Benedicto XVI. Sin limbo ya nos quedamos hace tiempo, con el aprecio que yo le tenía por la sugestiva tranquilidad y ausencia de pasiones que tanto se agradecen en ciertas temporadas. Y lo que ignoraba es que Juan Pablo II proclamó, nada menos que en 1999, que el infierno y el cielo católicos no son lugares físicos, sino meros estados de ánimo. ¿Muertos también? ¿Y dónde y cómo se experimentan?
Ratzinger ha enmendado la plana a su antecesor y, si bien nos hemos quedado, sin purgatorio, mantiene el infierno. Ha asegurado que «el infierno existe y es eterno«. Pero no ha comunicado si la inspiración divina le ha revelado la existencia del cielo también. Si es un espacio físico y de infinita duración, o bien, otro estado de ánimo, como lo dejó Juan Pablo II.
Yo no sé si los católicos se han enterado de todos estos cambios y cómo los han asumido, porque los innumerables condicionantes de la vida terrenal se dirigían a ir directos al paraíso o eludir el averno. Realmente, buena parte de ellos son bastante flexibles, toman de los mandatos religiosos lo que quieren y se divorcian, abortan, roban, mienten, imponen su soberbia y demás aunque sea pecado. Así que con esto harán igual, creerán en lo que les venga en gana. Pero reconoceréis que esto ya no es lo que era. En esa apreciación estoy segura de que coincidiremos ellos y yo.
Los males no terminan aquí: también ha sufrido drástricos cambios el zodiaco. Astrónomos de Minnesota lo han actualizado –para ser precisos- con el fin de adaptarlo, dicen, al cambio progresivo de la posición de la Tierra respecto del Sol durante los últimos 2.000 años. Y no contentos con ello, han añadido una constelación más: Ofiuco, que colocan entre Escorpio y Sagitario. Otros astrólogos no están de acuerdo con los de Minnesota -esas cosas que pasan con las ciencias exactas-, pero lo cierto es que se ha armado un gran revuelo, mucho más que con lo del purgatorio, que esta sociedad es muy terrenal.
El enfado ha llegado al punto de que algunos aseguran que seguirán leyendo su horóscopo anterior y esperarán que les lleguen amor, salud y dinero, con los designios de aquél, aunque igual ya no pondrán los medios adecuados para conseguirlos, dado que los consejos, realmente, son para otros y no para ellos. Un auténtico lío, pese a que los de Minnesota aclaran que cambian el zodiaco pero no el horóscopo. Así que luna, sol, estrellas y constelaciones harán otra conjunción, pero actuarán para sus antiguos adeptos, seguramente por los derechos adquiridos. No hay que fiarse, eso dicen siempre, que los respetarán, y luego nos imponen un «decretazo«.
¿Y los de Ofiuco? ¿Qué harán los de Ofiuco sin referentes? Vagando en tierra de nadie, sin saber si han de comprar lotería terminada en 8, evitar el bonito con tomate, o hacerle un requiebro a un mozo o moza al amparo de los astros. Por cierto, le ha quitado el signo astral a casi todos los Escorpio que se quedan en 5 días de nada. Ahora, los Escorpio van a estar muy cotizados, si, por ejemplo, son el único signo afín para otros. Una ruina para millones de personas si representan la única esperanza de felicidad.
Por fortuna para mí, voy a seguir siendo Piscis. Pero me han echado a un par de colegas -José María Aznar y Felipe González-, a quienes siempre utilicé de ejemplo de lo poco que nos parecíamos los tres. Soy una descreída, no puedo evitarlo. Una amiga, devota del zodiaco, entenderá ahora que tenía yo razón, pese a las similitudes que terminó encontrando entre nosotros. Bastante tiene la pobre que antes era Géminis y ahora es Tauro.
¿Y lo de mi hijo? un sosegado Virgo que pasa a convertirse en ardoroso e irreflexivo Leo. Y eso hay pocos cuerpos que lo aguanten. ¿Y Juanjo? uno de mis mejores y más viejos amigos ha pasado a las veleidades de Aries desde su prudente Tauro. Menos mal que Juan -otro amigo- encontrará el sosiego al volverse dulce, cambiante y magnético como yo, por su aterrizaje en Piscis desde el inquietante Aries.
Estas cosas no se hacen. Muchos se van a quedar sin referentes. Sin saber a qué astro encomendarse, ni justificar su forma de ser, ni qué inversión hacer, ni cómo conquistar o mantener una relación. Y encima con un futuro postmortem de etéreos «estados anímicos» que no tranquiliza precisamente. ¡Cómo no vamos a estar como estamos!
Empieza a ser francamente molesto que se nos acuse a los liberales de todos los males de la sociedad. Nosotros lo que adoramos es la libertad. Muchos políticos socialdemócratas ya nos han entendido. La economía solo funciona en libertad y esos ajustes que están resultando “impopulares”, subidas de precios, mercado laboral como debe ser -mayor rendimiento para nosotros que somos los que invertimos y menos costo- van en el buen camino. Es la única forma de que funcione la economía. La búsqueda egoísta del bien individual que decía el bueno de Adam Smith repercute al final en una mejora de toda la sociedad. No somos “malos”, y resulta ya más que irritante esta incomprensión, todo lo hacemos por el bien nuestro naturalmente, pero igualmente por el bien de ellos.
Una persona que recibe ayudas y subvenciones, bien pagada, con buenos servicios, carece de estímulos y no progresa. Se duerme a la bartola. No, no puede ser, la sociedad mejora en la precariedad. Uno tiene que buscarse las castañas. Nada te lo dan hecho, bueno, salvo la herencia de papá quizás, que sí, viene bien. Pero siempre ha habido clases ¡no te fastidia! Algunos de éstos que hoy se quejan, si espabilan, gozarán del mismo éxito que nosotros.
Vergara.Público
El negocio es lícito ¡faltaba más!, es la esencia del ordenamiento económico. Hay grandes posibilidades de beneficio en multitud de sectores que la izquierda fracasada se empeñó en gestionar para todos, y tan mal en muchos casos. El espacio aéreo, las loterías, las agencias de colocación, máxime ahora que hay tanto paro. Menos mal, ya digo, que Zapatero y su gobierno, al menos, lo han entendido. Se juegan mucho en realidad. Nos debe dinero. No importa por qué, los problemas se acometen tal cual están, no en su génesis. No es rentable la pérdida de tiempo. Y, vale, sí, rescataron el sistema financiero con fondos públicos ¿Pero qué hubieran hecho sin nosotros? Todo se hubiera ido a pique. Y ahora hay que pagar, con el dinero no valen los sentimentalismos.
El Roto. El País
¿Que nos aprovechamos de contactos y amistades para obtener contratos? Naturalmente, el liberal se encontró a sí mismo el día que descubrió la familia, los amigos y las tradiciones. Y, sí, ¿Para qué vamos a pagar más impuestos si podemos pagar menos? Cualquiera en su sano juicio lo haría.
Fontdevila. Público
Hay críticos incorregibles que nos atribuyen el que haya gente que se muere de hambre, o que tenga que apretarse el cinturón ¡Que espabilen! Y si no sobreviven tampoco es un problema fundamental, y tiene la ventaja añadida de que ya no forman parte de la ecuación perfecta.
Porque la economía es el sistema, dejémonos de historias. Es un modelo matemático perfecto. Todos esos países que se han ido a la mierda por aplicar nuestras teorías lo han hecho por desviarse de la excelencia. Todos, todos, los países siguen estando demasiado regulados. El Estado tiene que estar para pagarnos cuando hay fallos, pero poco más, es una traba para el desarrollo, para el negocio.
Y, sí, debo admitir que el modelo matemático perfecto a veces comete errores porque no contamos con un factor muy irracional: el humano, que tiene un comportamiento variable, no exacto como debe ser.
Elrich. El País
Vamos, que algunos asalariados si no disponen de un empleo, dinero para comprar, a veces, en lugar de espabilar por sí mismos, entran en protestas y violencia. No rodos claro está, la mayoría no, pero hay algunos muy intransigentes. Y llegan a meter miedo a los políticos que en algunos casos terminan hasta por achantarse y rectificar. Ay, el miedo es una herramienta esencial para aplicar las reformas. Hay que amedrentar más a esos eslabones entre nosotros y el pueblo. Hacerles ver que rescatamos el país en un pis pás y entonces sí va a saber toda esa chusma lo que vale un peine. Lo han entendido bien. Saben además que si la cosa se pone fea realmente, tienen que prescindir del coche oficial, las comidas, los viajes, los teléfonos, las reverencias. Ahora ya, casi todos con poder, son de los nuestros. Es muy fácil aplacar las iras del populacho: se reprimen. Hasta donde haga falta.
Fontdevila. Público
La mala fama, de todos modos, también nos viene de los abusos de nuestra gente. Oye, que les abres la bolsa y algunos entran a saco. Se llevan el dinero a manos llenas. Ha pasado tantas veces, en Chile que tan bien nos estaba saliendo, en Rusia… La gente no es problema sustancial, se les enchufa la tele, los periódicos, los anuncios, se les brinda todo lo que podrían tener y ni se enteran. Unos pocos solo, y ya digo, se les reprime y santas pascuas. En el fondo, hemos sido nosotros mismos con la avaricia y la corrupción quienes más de una vez hemos fastidiado el sistema. Es el factor humano, ya digo. Un problema, por el momento, irresoluble ¿Cómo se podría erradicar?
Da disgustos esta gente que se queja. Bueno, molestias, como decía, tampoco vamos a exagerar. Menos mal que ya viene la parienta del super con las botellas de Moet Chandon, los jamones de pata negra, los corderos enteros. ¿Quién no quiere cenar así en Nochevieja? Que espabilen. Desde luego, rechazo taxativamente que sea nuestra la culpa que nos atribuyen.
La inauguración del AVE Madrid-Valencia actualiza un relato irónico que escribí hace algún tiempo. Será una entrada provisional. La anularé probablemente. Pero, para quien guste, aquí está. Dada su extensión, el que quiera saltarla y seguir comentando las anteriores, está en su casa para hacerlo.
Autoridades inaugurando el AVE Madrid-Valencia
Cuando la crisis económica resquebrajó a los países más débiles, cuando la administración de justicia se colapsó en España por los juicios de corrupción, hubo que tomar decisiones drásticas e imaginativas. La primera llegó al extremo de aprobar en el Parlamento –debatiendo una masiva iniciativa legislativa popular-, que el gobierno elevó a ley, la permuta de Valencia por Dinamarca y de Madrid por Suecia. Se trataba de una experiencia piloto a extender a otras comunidades, atacando de entrada lo más urgente.
Como es lógico, los territorios no se trasladaron por barco, piedra a piedra, campo de golf a campo de golf, gota a gota, el cambió se limitó a la población de todas las demarcaciones implicadas. Intensas labores diplomáticas lograron convencer a los nórdicos para que cambiasen su residencia. Se alegó su condición de temporal, y aceptaron para disfrutar una temporada del cálido sol del Sur de Europa. Se lo plantearon casi como unas vacaciones.
A pesar de sus ardorosas protestas, los implicados se vieron conminados a la mudanza. Aunque, lógicamente- les fueron explicadas las circunstancias, positivas y negativas, por las que se verían afectados. Era un trabajo muy serio, esencialmente necesario. Y fueron estudiados algunos casos para que pudieran permanecer en sus comunidades. Se habían establecido unos cupos por los cuales parte de los residentes habituales no cambiaran de domicilio y actuarán de guía de los recién llegados: compartirían experiencias y harían más fácil el tránsito. En minoría, naturalmente. Alguien planteó cuántas manzanas podridas terminan por arruinar un cesto. La experiencia dice que basta con una. Pero, dado lo acuciante de la situación, se confió en la suerte.
Gran parte de los valencianos se fueron a regañadientes a su nuevo destino, básicamente los que habían sustentado el sistema que hizo tomar al resto de los españoles la decisión de trasladarles, siquiera fuera por su bien, a modo de terapia y por una temporada de duración a evaluar. Otros lo aceptaron de buen grado, comprendiendo la bondad de la iniciativa y con un halo de esperanza. Y hubo un decisivo sector de entusiastas de la idea que se ofrecieron a llevar maletas, ayudar a los ancianos a subir a los transportes, dar de comer a los bebés, cambiarles los pañales, y a cuanta ayuda se les pidiera.
Casi cinco millones de valencianos, en consecuencia, llegaron por tierra, mar y aire –que de todas formas se accede- a Dinamarca. Encontraron fácil alojamiento para todos, dado que los oriundos del lugar eran prácticamente los mismos en número. La primera grata sorpresa –además de unas campiñas verdes y floridas- fue que disponían de casi el doble del territorio, 43.000 Kms2 cuadrados, frente a sus 23.000 y que, por tanto, iban a vivir mucho más holgados. Les tranquilizó también ver que compartían un pasado histórico de solera y que les bañaba el mar, como a ellos durante su vida anterior. Claro que allí se toparon con el Mar del Norte y el Báltico de temperaturas gélidas, y era poner el pie y congelarlo. Pero los lugareños les comentaron que el frío curte –no sé si está probado- y respiraron más tranquilos.
Un gozo fue descubrir que contaban con más de 400 islas, la mayor parte despobladas. Es decir, inmensos terrenos para construir y especular, ahora que el litoral valenciano se había saturado de ladrillo. Avisados, los daneses residentes advirtieron severamente que de torre por aquí, rascacielos por allá, urbanizaciones y urbanizaciones, nada: habrían de acostumbrarse, a residir en un paisaje armónico, con un urbanismo elegante y bien diseñado. Muchos valencianos callaron antes de confesar que no sabían de qué les estaban hablando.
-¿Urbanismo elegante y bien diseñado? ¿Tú sabes qué es eso?- preguntó uno a otro compañero.
-Manías europeas, ya les cambiaremos.
Lo cierto fue que más pronto que tarde comenzaron a agradecer la armonía que les rodeaba, llegando incluso a atemperar algunos comportamientos. Complacencia superlativa representó encontrase con sueldos medios de 3.250 euros, los más alto de la UE y con pocas diferencias sociales.
-Oye, que voy 7 horas a trabajar 5 días y me llevo el triple que en Valencia, esto sí está bien.
-Los precios son algo más caros- opuso uno.
-Ya, pero apenas, diría que un 10% más. Pero con estos dinerales que ganamos ¿qué importa?- rebatió el más animado.
-¿Y los impuestos? ¿Qué me dices de los impuestos? Hasta el 50%, el 60% he oído que pagan. Espero que ya no estemos aquí cuando lleguen las declaraciones de la renta.
-Calla, calla, que eso solo es para los millonarios, para los que en España pagan como máximo el 45% y después de la subida, que antes aún era menos.
-Vale ¿y aquí te dan gratis las gafas y las consultas del dentista con extracciones y todo? Escuché que en algunos países de Europa sí- se animó el segundo.
-No sé, chico, ya nos enteraremos. Pero sé que aquí el Estado gasta en los ciudadanos el 30% del PIB, mientras España sigue estando a la cola de Europa con un 21%. En algo se tiene que notar la diferencia.
-Te envidio ¡cómo has estudiado los pormenores! Te vas a adaptar muy bien. En definitiva, los valencianos admitieron que, en el aspecto económico, el trueque les era rentable.
En Dinamarca no había paella, como mucho servían arroz hervido, y como lujo con verduras. Aunque tenían unos langostinos aceptables, servidos ¡horror! en pan y con mantequilla. Pero ¡coño! no entendían el español. Todos hablaban inglés, en cambio. Y allá se fueron los valencianos a las escuelas de idiomas que debían multiplicar aulas, profesores y horarios para enseñar la lengua. Algún conflicto laboral hubo por ello en los centros, pero se explicó a los profesores la extrema necesidad de la medida y, solidarios, se aplicaron a la labor.
Los valencianos pudieron presumir de que poseían una educación bilingüe desde niños y sabían que ayuda al aprendizaje de idiomas. Dominarían el inglés antes, mucho antes que los madrileños.
-Por esto de que mis hijos estudien “Educación para la ciudadanía” y en castellano que se la dan, ¡no paso!, por ahí si que no- clamó uno de los más recalcitrantes.
-Oye, que aquí no protesta por ello ningún partido, ni las iglesias ni nadie. Igual es por algo- le replicaron.
Convinieron los valencianos que trabajar de 9 a 4 resultaba muy cómodo, disponían de casi toda la tarde libre. Volvieron a conocer a su familia, renacieron muchas parejas. Podían ir también a exposiciones y conciertos. Tras la cena.
-Esto de cenar tan pronto no puedo, la verdad. Pero ¡qué vas a hacer si a las 12 de la mañana te tienes que contentar con un bocadillito! No sabe vivir esta gente. ¡Ay!, donde estén nuestras comidas de 3 horas, con aperitivos, dos platos, postre, café y pacharán.
Pronto descubrieron también que Dinamarca es el segundo país más pacífico del mundo, el primero a veces. Y que su capital, Copenhague, está considerada como la mejor ciudad para vivir, en algunas clasificaciones y que fue declarada “Ciudad cultural mundial”, la tercera, tras Londres y París. -¿Y eso por qué es? -Valoran su vida cultural, posibilidades de transporte, su grado de delincuencia (que apenas tienen como has visto), la arquitectura, los bienes públicos y el diseño.
-Mira, todo eso está muy bien. A mí me está gustando este país. Y que tienen tiendas por todos los lados igual que en España. Y esos lugares tan turísticos donde vamos todos juntos.
-Caras, muy caras, recuerda- apostillaban siempre los más negativos.
-Y el Tívoli ¡qué cosa más bonita!
Tívoli, Copenhague, Dinamarca
-Total, un parque de atracciones, es mucho más moderno nuestra Terra Mítica. Y, francamente, tanta bulla con la sirenita y es una miniatura.
-Eso, sí, pero ¿y el río? Esas terrazas tan acogedoras. Y mira, mi chica, que no encontraba trabajo en España, ha entrado de camarera en una de esas terrazas, y ¡no te lo vas a creer! se lleva 2.300 euros al mes, más propinas, por jornadas de 37 horas semanales.
-Sí, todo eso está muy bien. Pero ¿y el clima?
Los valencianos habían arribado a Dinamarca en verano y disfrutaron de unas temperaturas deliciosas, templadas, nulos agobios y sofocos, ni calores húmedos ni nada que se le parezca, pero, llegado el invierno, desde luego, se pelaron de frío. ¡Y el sol! nada de la maravillosa luz Mediterránea. En los meses crudos ni lo veían, y en verano no se escondía en todo el día el muy ladino.
-Pero eso con unas buenas persianas, puede paliarse- objetaban los más integrados.
Con todo, lo más positivo, lo que debió inclinar a una mayoría social española a promover la ley, se centraba en la calificación de Dinamarca, alternando con Suecia, como el país menos corrupto del mundo, según numerosos estudios y estadísticas. Y que la sociedad tiene arraigados una serie de valores democráticos que defienden a ultranza: la igualdad, la libertad de expresión y los derechos humanos, el respeto a las personas –a los animales incluso-, la solidaridad y la responsabilidad hacia la comunidad, tanto en la vida social como en la familiar. Todo eso les habían dicho al despedirles en aeropuertos, puertos y carreteras.
-Como si en Valencia, en España, no tuviéramos esa conciencia ciudadana, ese rechazo a la corrupción- se quejaban muy ofendidos algunos valencianos.
-No, lo habéis interpretado mal, no es un insulto. Lo único que ocurre es que aquí es norma de vida profundamente interiorizada por la sociedad- le explicó a un grupo un taxista de Copenhague.
Canales de Malmö, Suecia
Los madrileños vivieron similares experiencias al llegar a Suecia.
Prácticamente los mismos valores y circunstancias –algo más de gasto social incluso- compartía su nuevo hogar con Dinamarca. Algunos lloraron mucho los primeros días añorando el casticismo, los atascos, los toros, pero otros viajaron a Estocolmo, Lund, Malmö o donde les tocara, francamente contentos y esperanzados. Estos sabían que Madrid tenía remedio, que tan solo había que pulir algunos matices. Y también se aprestaron, como algún sector de los valencianos, en proporcionar cuanto apoyo fuese preciso para la consecución de la tarea. Se habían sentido ¡tan impotentes! Tan hartos ¡tan inmensamente hartos!
En el caso de los madrileños la sensación de amplitud y deshago aún fue mayor. Casi seis millones de ciudadanos disponían de cerca de 500.000 Km² de territorio. Los dirigentes políticos abrieron los ojos con tal desmesura que a punto estuvieron de perder las córneas precipitadas al suelo por la ardiente codicia. Su felicidad no tenía límites al contemplar –no llegaron a perder sus globos oculares- las posibilidades de inversión privada y pública que ofrecía tan inmenso terreno. Ahora bien, al igual que los políticos valencianos, se vieron obligados a vivir con mucha más austeridad y, especialmente, con mayor control, incluso ciudadano. Cualquiera tenía acceso a sus declaraciones de impuestos. Y sus derroches o enriquecimientos súbitos, comenzaron a importar a la sociedad.
Los nuevos madrileños-suecos se encontraron con los mismos gélidos mares que sus nuevos vecinos valencianos-daneses, pero los recibieron mucho mejor:
-Playa al fin y al cabo, lo único que le falta a Madrid para ser maravillosa- saludaron alborozados los más positivos.
Una comisión sueca rebajó su optimismo al advertidles:
-Aquí tendréis que hacer un esfuerzo por mantener las calles limpias, asfaltadas y con las señales de tráfico bien pintadas. Y disponer y rotular en condiciones todas las vías. Cuando vengan las visitas no queremos presentar las ciudades como tenéis vosotros la capital de España.
Se les pusieron también serias cortapisas a los proyectos de desmanes urbanísticos, y a horadar las ciudades con túneles. Les advirtieron que entre sus prioridades no se encontraba trasladarse a gran velocidad por sus calles y carreteras. Y eso cuando ya alguien de la alcaldía de Madrid miraba con auténtica avidez esas vías de medio pelo con tantas posibilidades de obra.
En compensación, descubrieron que Suecia había hecho una altísima inversión en innovación y tecnología, tanto en el sector privado como público, y que poseía una auténtica pasión por el cuidado del medio ambiente. Abría de igual modo posibilidades de negocio, y algo más aceptados por la progresía protestota española.
Aseguraron, más adelante ante otro de los retos, que en Madrid, en la capital y en toda la comunidad, ya estaban acostumbrados a acoger con cariño y respeto a los emigrantes –salvo excepciones-, cuando les contaron que aquello era norma en su país de acogida. Les explicaron que ellos convivían con la emigración sin problemas –excepto salvedades crecientes- desde los años 70.
-Aquí recibimos a buena parte de los arrojados por las dictaduras latinoamericanas, en aquella época- se les comentó-. De hecho, de ahí nace el interés tiene por el idioma español que se estudia incluso en las Universidades.
La obligatoriedad de aprender inglés, por tanto, para relacionarse en toda la zona, con noruegos, fineses, holandeses, también, y con los suecos que permanecieran en su país como guías, se mantenía, pero los madrileños se lo podían tomar con algo más de calma, dado que el español también les funcionaría en algunos casos.
Los dirigentes madrileños se preocuparon cuando vieron que en Suecia prima la educación pública, les produjo una gran inquietud. Más de un temblor sacudió a las más altas instancias. No sabían cómo afrontarlo. Quizás imbuyendo a Suecia de su pasión por las gestiones privadas, argumentándolo tan bien como hacían en España, al punto que fuera igualmente aceptado sin rechazo. Pero ese aspecto pronto pareció subsanable. El cambio de mentalidad ayudaría a solventar el problema en pocos meses.
En cuanto a los suecos trasladados a Madrid, el mayor inconveniente residía en que, eran casi 9 millones –menos los que se quedaron de instructores- y dos millones y medio más de la población habitual de la comunidad iban a notarse mucho. Tuvieron que instalarse en un territorio mucho más pequeño que el suyo. Y lo hicieron. Se veía algunos tan apretados que apenas podían ya “hacerse los suecos”. Pero son gente austera y sufrida, que usan muebles de IKEA y que viajan mucho con lo que una parte estaría siempre ausente. Con sueldos similares a los daneses, los suecos daban auténticos saltos de alegría por poder disfrutar –sin descabalar sus cuentas corrientes- de las tapas, las cañas, y los chupitos. De los calamares fritos y la paella. Del flamenco y el trasnoche. De los monumentos y museos que acreditan a Madrid. De los parques y paseos.
Los suecos vinieron de muy buen grado a la capital de España. Lo mismo que los daneses a Valencia, poblando las playas todo el día y haciendo un uso exhaustivo de los chiringuitos. Echaban en falta, eso sí, los programas informativos y culturales de sus televisiones. Pero encontraron los mismos concursos y bazofias que empezaban a inundar también sus propias programaciones. Jamás llegaron a entender, sin embargo, aquella basura –así la calificaban- conocida como “prensa rosa”. Se abstuvieron de mirarla y, en consecuencia, bajó a tal punto la audiencia y la recaudación, que terminó por quedar en un apartado residual.
A los malintencionados que pensaron -con la llegada de valencianos y madrileños a Escandinavia- en grandes bloques de ladrillo y especulación, supresión de las leyes y los servicios sociales de sus países de acogida, destrozos irreparables de las administraciones públicas, malversaciones, chanchullos, amiguismo, pérdidas lamentables de tiempo, chapuzas, enredos y jaranas, el tiempo –poco tiempo- les quitó la razón.
Con un puente entre Dinamarca y Suecia, que en 15 minutos te sitúa en el otro país, valencianos y madrileños compartían apasionadamente las nuevas experiencias. -Nosotros ya respetamos el tráfico y nos desplazamos por lo general en bicicleta que es muy sano. Y más barato. -Pues nosotros ya no “ayudamos” a la mujer en casa el día que nos parece. Hemos entendido que los hijos y las tareas del hogar son responsabilidad de toda la familia. Casi a partes casi iguales.
En menos de un año, los españoles regresaron hablando en tono mesurado, pidiendo las cosas por favor y dando las gracias, ni uno solo le decía al camarero: “Oye, pónme unos vinos”, sino “por favor, podría servirme unos vinos. Gracias”. Pensaban en los demás, todos, hasta los dirigentes que no insultaban, ni calumniaban, ni gritaban a sus adversarios políticos. Todo el país se contagió del nuevo talante de tan grandes y decisivas comunidades. Cambió la sociedad, la televisión, el periodismo, el gusto por la cultura. Nunca más se apoyó la corrupción pública.
¿Cómo era posible? Se descubrió que el aire o el agua nórdicos eran los que formaban los criterios y que una vez adquiridos ya no desaparecen. En realidad, no podía ser otra cosa.
Por eso, los nórdicos tampoco cambiaron en España. Ganaron, eso sí, en espontaneidad. Aprendieron, también, el gran arte de la improvisación y a relajar la obsesión por la responsabilidad y el trabajo bien hecho. Los escandinavos –sobre todo los suecos, algo más parcos en gastos aún que los daneses-, y asimilaron hasta ponerlo en práctica, en efecto, el disfrute de algunos placeres de la vida a los que parecían renunciar –y sin endeudarse (jamás) como nosotros-. Ambas partes, se instruyeron la una a la otra para obtener una media aceptable. Ni racanería, ni derroche.
Por si acaso y para prevenir recaídas, como vacuna de recuerdo, hay siempre disponible en las tiendas españolas agua nórdica embotellada y aire comprimido escandinavo en preciosos –y muy baratos- frascos herméticos de IKEA.
En vista de la encendida defensa que hace el PP para declarar los toros bien de interés cultural y patrimonio protegido por la UNESCO, es de suponer que actuará en consecuencia cuando llegue al poder como le vaticinan las encuestas, dado que ya lo ha hecho en las comunidades que gobierna. Pero todavía nos pueden deparar muchas más sorpresas. Por ejemplo, lograr la misma calificación para la corrupción española. Así Cospedal (y el resto de los ecos) no tendría que salir a atacar el Estado de Derecho cada vez que la policía entrulla a miembros de su partido por malversación de fondos públicos, cosa que ocurre con cierta frecuencia. Hay cosas que no deben exponerse a la vista pública. Se lavan o se ocultan en casa, como toda la vida.
Declarar la corrupción española bien de interés cultural, de interés turístico también, y patrimonio protegido de la UNESCO, se asienta en profundas razones que no pueden verse obviadas.
La tradición. Desde el gran éxito editorial de Anónimo, con el Lazarillo de Tormes, sabemos que forma parte de nuestras más arraigadas costumbres. Cuatro siglos ya de la obra y no hemos hecho nada por reivindicar nuestra insuperable aportación al mundo. Se apoyaría también en refranes populares como el que dice “Abierto el cajón, convidado está el ladrón”. Grandes y pequeños, nobles y villanos, reyes y presidentes han robado a manos llenas el dinero público. España puede acreditar una gran tradición en esta práctica, y las tradiciones hay que conservarlas. ¿Qué haríamos sin tradiciones? La corrupción es “un componente especial de la cultura española”.
Trato dado a los corruptos. Como los toros antes de la corrida, los corruptos españoles gozan de grandes prebendas, superiores a los humanos honestos. Y a diferencia de los astados que palman en sangre, nuestros corruptos a gran escala, suelen salir casi indemnes de la cogida. Buenos y caros abogados, lentitud de una justicia que no siempre es del todo ciega, apoyo solidario de unos con otros, e incluso de desconocidos que quieren medrar sin escrúpulos. Muchos españoles llevan un corrupto dentro.
La estética. La corrupción española no es un deporte ni un sacrificio ritual, no, es una mezcla de baile, arte y virilidad. Embutidos en trabillas italianas a costa de los contribuyentes, danzan ante nuestros ojos, con un par de bemoles, amariposados y señoras (por cierto hay menos porque menores son sus cargos públicos probablemente) incluidos. Sus capoteos mediáticos nos embelesan, nos marean.
La trascendencia. Contemplar la corrupción sirve para descargar colectivamente sentimientos positivos y negativos, algo enormemente saludable según los expertos. Es una lucha casi religiosa entre el bien y el mal. Irritados algunos, complacientes otros, vemos que triunfa el mal, a diferencia de lo que ocurre en las corridas de toros, y nos preparamos para la realidad de la vida.
Declarar la corrupción de interés turístico e incluso fiesta nacional, nos traería valores añadidos. Podríamos llevar a nuestros turistas a contemplar los ladrillos del litoral que han edificado millonarias fortunas particulares, el cemento del interior, los campos de golf, los vertederos de basuras, o incluso las administraciones de lotería donde compra Fabra sus boletos. Incontables puestos de trabajo en guías turísticos y una incalculable riqueza para el país.
No olvidemos los souvenirs. Talonarios, sobres bajo mano, chapas, camisetas, jarras, llaveros con la efigie de las estrellas de la corrupción. Beneficio seguro. Una auténtica industria al servicio de «la fiesta». Y, como apuntan los comentarios, congresos y aulas de corrupción donde aprender la carrera.
La corrupción española protegida como patrimonio de la Humanidad en la UNESCO, homologaría además a los grandes malversadores y especuladores mundiales. Agradecidos, «los mercados» dejarían de atacarnos. No se ven más que ventajas.
La sabiduría práctica, la inteligencia emocional, no está para luchar contra los elementos, sabe navegar con el viento a favor y sacar provecho de su patrimonio. Hay que subvencionar –más aún- a los artistas de la corrupción española, no dejar que la fiesta muera. Con rigor y sin apoyos, estos bravos ejemplares desaparecerían. España sería otra. Honesta, responsable, culta.
Por cierto, Camps ha retirado temporalmente la educación sexual de los institutos porque tiene que «rediseñar» sus contenidos (la abejita y el polen, me han apuntado como posibilidad). Y un informe internacional sitúa a los jóvenes españoles a la cola de Europa en innovación y competitividad. Lo atribuye a que aquí no se cultiva la inteligencia. Según los expertos, eso lastra el desarrollo económico y social de los países. ¡Qué sabrán ellos! Aquí les va divinamente a unos cuantos. Y más que les irá. Estamos en el buen camino. ¡Corrupción, fiesta nacional, bien de interés turístico, cultural y patrimonio protegido por la UNESCO!
El secreto mejor escondido del PP es esta cámara de criogenización, muy sofisticada, en contra de lo que pueda parecer. Mantiene los cuerpos a temperaturas inferiores a 120 grados bajo cero, pero, a diferencia de las más comunes que aguardan progresos científicos para revivir a sus ocupantes, de ésta se puede salir en cualquier momento, completamente sano (o tal como se haya entrado, que tampoco hace milagros). Su fin principal, por tanto, es conservar, detener el tiempo.
Tras largas deducciones, más que pesquisas, es evidente que no existe otra explicación para las cosas que acontecen en el partido conservador español. Acabamos de verlo reunido en pleno, ofreciendo el PP, España y todo lo que haga falta, a la imagen del Apóstol Santiago, en el idem de Compostela, aunque al parecer allí hay otro señor enterrado. El más devoto, dándose golpes en el pecho, el presidente valenciano, Francisco Camps, quien debe usar mucho la cámara, dotada sin duda para él (y algunos más) de pantalla de rayos UVA.
La primera pista sobre la criogenización del PP, nos la dio Mariano Rajoy hablando de El Tato, un personaje muy de moda en España cuando él entró por primera vez en la cámara, recuerdo que lo mencionaba mi abuelo. Cuando la abandona, de vez en cuando -apenas media hora diaria para hacer declaraciones en televisión-, va soltando giros tan arcaicos como “de matute”, “escurrir el bulto”, “¿de qué sirve cambiar la peana sin cambiar el santo” o “todo el mundo”, expresión, esta última, utilizada por Ortega y Gasset en 1930 para definir características del hombre-masa.
Ahora bien, la semana pasada, Rajoy dijo: “Una imagen vale más que mil palabras”, y eso es ya de los “sesenta” –del siglo XX-. En el PP se han visto obligados a tomar medidas:
Rebajar la temperatura, aumentar el tiempo de exposición, y dotar a la cámara de un dispositivo que recita el antiguo refranero español y que va directo al subconsciente. En la placidez del sueño –y del franquismo según reza de saludo Mayor Oreja, otro usuario destacado del congelador-, se escucha:
A buen entendedor, pocas palabras bastan.
A enemigo que huye, puente de plata.
A otro perro con ese hueso.
En el país de los ciegos, el tuerto es el rey. (Éste en particular cala hondamente)
En casa del herrero, cuchillo de palo.
Poco a poco … hila la vieja el copo
Más vale pájaro en mano que ciento volando.
Nadie tira piedras a su tejado.
Te doy un dedo y me quieres coger el brazo.
Temprana es la castaña que por mayo regaña.
Ten tu arca bien cerrada, y la llave bien guardada.
Todo depende del color del cristal con que se mire.
A buenas horas, mangas verdes.
A la fuerza, ni los zapatos entran.
Así que previsiblemente las escucharemos en próximas apariciones, alternadas con lecturas parlamentarias de los clásicos más populares, el D. Juan de Zorrilla, que le es muy caro a Soraya Sáenz de Santamaría.
Mis últimas indagaciones indican que, del rosario de frases, han retirado algunas que podían ser perturbadoras:
A caballo regalado no le mires el diente.
Bien predica quien bien vive.
Ojo por ojo, diente por diente
Al que buen árbol se arrima, buena sombra le cobija.
Cada palo aguante su vela.
En boca cerrada no entran moscas.
A mucho hablar, mucho errar.
Aunque empiezo a sospechar la proliferación de cámaras de criogenización en todos los partidos, sindicatos, organizaciones empresariales, profesionales y sociales, y la existencia de un inmenso congelador –que en este caso ya ni mantiene constantes vitales- de uso común en buena parte de la sociedad española. Y mundial, con excepciones.
Mi amigo Juan José Aguirre, tras «sufrir una crisis de fe» y ver que la que profesaba era «una auténtica antigualla«, ha abrazado -dice- la nueva religión: la Ley del Mercado. Y ya venera a su Supremo Hacedor: el Capital Financiero.
Así nos cuenta su experiencia reveladora:
«Descubrí que no hay más ley divina que los dogmas dictados por los Mercados Financieros, a quienes los dirigentes políticos rinden ciega obediencia y sacrifican en su altar – mediante el ritual de las privatizaciones – los logros sociales. Que el Dios Dinero es omnipresente y rige los destinos de los pueblos mediante la Ley del Mercado, castigando a quienes se apartan de su obediencia. Descubrí que, a pesar de nuestra obcecación, el Capital Financiero, en su infinita bondad y a través de la Ley del Mercado, nos enviaba señales para mantenernos dentro de la ortodoxia económica y recta vía que llevan al enriquecimiento universal, y que los comentaristas financieros eran los nuevos sacerdotes que predicaban los designios del Dios Especulador. Éstos, a través de la evolución de las Bolsas, interpretaban su complacencia o disgusto.
Diariamente celebraban una misa, retransmitida urbis et orbe a través de TV, Internet, Prensa y Radio en la que mostraban las evoluciones de las cotizaciones bursátiles en los nuevos templos llamados Bolsas, donde oficiaban sus sacerdotes y acólitos que forman la curia del FMI, BM, BEI y otras sacras instituciones. El pueblo creyente, en comunión a través de la pantalla de TV y los demás medios de comunicación, recibía las señales de satisfacción o disgusto del Dios Dinero. Éste manifestaba su sacrosanta voluntad mediante las fluctuaciones del Mercado a través de los grandes santuarios como Wall Street o la Cyty de Londres, Bolsa de Tokio, y otros templos del Único Dios Verdadero.
Desde que creo en la nueva religión, no paso por delante de una sucursal bancaria sin persignarme. En casa, he levantado un altar donde están expuestas para mi particular adoración, a modo de santos intercesores de la divinidad, las cartillas de ahorros y de plazo fijo. Además, rezo a diario mi rosario con los misterios gozosos – si suben las cotizaciones – o dolorosos, si éstas bajan. Y siempre, siempre, termino con mis jaculatorias:
Y cómo será que, revisado mi estado financiero con un calambre en el estómago, después de echar gasolina (que está volviendo a subir a los niveles pre-crisis), mirar con ojos de náufrago que divisa a los lejos un barco inaccesible las etiquetas en las tiendas y ojear en Internet los viajes que me gustaría hacer, he seguido la iniciativa de Juanjo y acabo de instalar mi altar a las tarjetas de crédito -una cosa sencilla, una caja que compré en «Todo China»-, con una vela a cada lado.
Me tienta incluso probar la vertiente «magufa». Un día escuché en una radio que metiendo un teléfono en el microondas sonaba la llamada que anhelabas. Digo yo que funcionará también con las cuentas corrientes y sus representantes en este mundo: las tarjetas de crédito. Dudo qué hacer ¿el altar contemplativo o meterlas 30 segundos en el microondas a ver si se activan y crecen?
George Carlin fue un humorista norteamericano que murió va a hacer ahora 2 años, a los 72, después de haber dejado páginas memorables en sus monólogos y en sus cinco libros.
Él habla de «El sueño americano», pero creo que intuía que gran parte del mundo -si no todo- tiene sus propios penes de colores. El sueño español lo pinta de rojo y gualda. Y el europeo, azul con estrellitas blancas.
Gracias, Víctor, por recordarnos esta pieza antológica. Pongo todas las etiquetas disponibles, porque a todas afecta.