Nueva descarga de la Doctrina del Shock

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En La naranja mecánica (1971), Stanley Kubrick denunciaba con sarcasmo las técnicas de condicionamiento clásico o pavloviano

Constatamos a diario  el profundo cambio operado en la sociedad occidental y en la española como apéndice que nos afecta específicamente. Apenas damos crédito a lo que estamos viviendo y al contraste que ofrece con momentos similares años atrás. ¿Qué ha podido ocurrirle a esta sociedad, a los gobernantes que la representan, para reaccionar como lo están haciendo? El impacto ahora son los atentados de París de hace dos semanas y la amenaza del terrorismo yihadista que, de repente, paraliza ciudades enteras como Bruselas. No nació ayer ni se gestó en tres días. Lo que sí regresa es la siembra del miedo y el recorte de libertades. Un clásico. ‘La Doctrina del Shock –brillante imagen literaria de la periodista y escritora Naomi Klein- está asestando una nueva descarga.

Pocas evidencias serán más significativas que las que enfrentan a Francia en 2003 y en 2015. Entonces, el Gobierno de París lideró la oposición a la invasión de Irak guiada –como el tiempo demostró- por los habituales intereses comerciales y de hegemonía política y basándose en mentiras: las inexistentes armas de destrucción masiva. Pero también la lucha contra el terrorismo y “el eje del mal”. Es paradójico que aquello, la guerra de Irak, fuera el germen donde creció ISIS que ahora ha atacado Paris.

El discurso en la ONU, en febrero de 2003, del político conservador Dominique De Villepin, un intelectual, escritor y poeta, ha entrado en los anales de la historia. Razonaba por qué era prioritaria la paz, desde “un país viejo, Francia, un viejo continente como el mío, Europa, que les dice hoy, que ha experimentado guerras, la ocupación y la barbarie”. Es el mismo país, un poco más viejo, el ahora liderado por dos socialistas, Françoise Hollande y Manuel Valls -funcionario el uno, político temprano con estudios de historia el otro- que han descubierto su pasión por la guerra. Aunque la venta de armas de Francia a contendientes del polvorín sirio y sus ideólogos aportara algún síntoma y, desde luego, de doble moral. Villepin, regresa con un artículo en Liberation donde titula y argumenta en detalle: « La guerra no nos hace más fuertes, nos hace vulnerables». «Responder con la fuerza [a Daesh] equivale a apagar fuego con un lanzallamas», destaca.

La cercanía de las víctimas que dejó la barbarie terrorista en París, explica la conmoción –aunque sean muchos más los abatidos por la misma causa fuera de Europa-. Pero la reacción sobredimensionada de los gobiernos no hace sino aumentar la sensación de peligro y puede que la amenaza real. Nada peor que el miedo y el desconcierto para que el agresor se crezca.

Y está teniendo otras consecuencias menos evidentes que deberían hacer recelar a los ciudadanos. El Reino Unido de Cameron, en su cruzada para desmantelar la sanidad pública, NHS, argumenta para su dotación presupuestaria las mayores necesidades “en seguridad” y en Ejército –también se apunta entusiasta a la guerra-. La seguridad total no existe, pero muchos podrán empezar a morir de cualquier enfermedad con varios policías patrullando su agonía.

Cierre de fronteras, asaltos sin respetar lo más elemental, culpas indiscriminadas… récord de alzas bursátiles para las empresas de armas y políticos de mano dura que suben su cotización electoral.

Es la sociedad quien se la da. Quien al parecer optaría por vivir en una jaula –con televisión y dispositivos móviles, eso sí-  con tal de que le garanticen la entelequia de la seguridad.  Los gobernantes tienen, sin duda, la obligación de proporcionárnosla, sin errores, ni trampas por cierto, y respetando derechos. Pero ni aun así la inmortalidad está garantizada.

España, nuestro calvario particular, también nos alarma.  En momentos críticos ,la amenaza exige un gobierno con experiencia como el de Rajoy, nos clavó de propaganda TVE (sin consecuencia alguna). ¿Experiencia en qué? Dada la desvergüenza con la que el terrorismo es usado como baza electoral, convendrá recordar un hecho objetivo: el 11M se produjo con el PP en el Gobierno y Rajoy de vicepresidente. Y en ese día está otra gran diferencia de la preocupante transformación social operada. Todavía es el atentado más grave que se ha producido en Europa,y los españoles reaccionamos sin miedo y castigando la manipulación.

Por cierto, nadie nos ha explicado la mutación del Pacto Antiterrorista aprobado en febrero por PP y PSOE en Pacto Antiyihadista. Ni que se hayan evaporado las reticencias dentro del partido socialista y el frontal rechazo del resto de la oposición por su merma de libertades y derechos para todos. Ni que sea ahora «esencial» suscribirlo bajo amenaza de excomunión del club de los responsables, dando por hecho que bombardear es el único camino.

El problema es más complejo. Exigíamos, el 15M, con más del 80% de aceptación popular, «no ser mercancía en manos de políticos y banqueros», y ahora , según las encuestas, les vamos a dar un cheque en blanco por 4 años. Para las sobras que hayan quedado.  Se tragan recortes, mentiras, la más hedionda corrupción. Sabemos que hay mucho corrupto vocacional en España pero ni siquiera eso lo explicaría.

Cuesta también entender a un país que vivió un golpe de Estado, una guerra civil de 3 años, y 40 más de dictadura que siguió matando, con miles de muertos aún por las cunetas, con las heridas incurables de tal atrocidad, vivir semejante festín de franquismo en el aniversario de la muerte de su héroe. Con total permisividad.  Y tanto o más -por lo que implica acerca de nuestro futuro- la ofensiva banalidad con la que el candidato sepia, Albert Rivera, y sus Ciudadanos equiparan a “rojos y azules” en busca de no sé qué tiempo nuevo, a edificar, sí, pero sobre bases de mayor respeto, entidad y cordura.

¿Qué nos ha pasado a todos? nos preguntamos. Los que lo hacemos, porque hay miles aposentados en su recreo enjaulado pensando solo en seguir jugando.

La nueva crisis de las muchas que nos han sacudido parte (2007) de una debacle alimentaria provocada por la especulación, con incremento brutal del precio de los alimentos básicos en grandes regiones del planeta, y de un alza desmesurada del petróleo. Con las guerras, las variantes habituales. Puede que la mayor diferencia con ocasiones anteriores  sea la comunicación masiva. Los mensajes que distribuye la prensa adoctrinada. El mundo feliz de Huxley o el infeliz que solo encuentra amparo en un Gran Hermano protector y controlador. “Os exprimiremos hasta la saciedad y luego os llenaremos con nuestra propia esencia”, escribía George Orwell en su libro ‘1984’. Primero hay que dejar espacio con la electroconvulsión, con una sacudida tras otra. Se ha abierto la veda, como ya comentamos, para desenmascarar a los periodistas cortesanos, pero ahí siguen impertérritos. Lo que empieza a calar al menos es el papel determinante de muchos medios convencionales en cuanto nos ocurre.

Están llegando a conminar para que España vaya a la guerra, como hace el diario El País (sin contar a los periódicos conservadores habituales). Al tiempo de colocar en portada de la web y con foto de Pablo Iglesias el clásico de ‘la Caverna’ de vincular con ETA a quien no secunde sus ansias belicistas y por boca de una víctima del terrorismo de ETA. Los candidatos de la prensa, de cada televisión, están claros. ¿Quién compite con semejante aparato para que todo siga igual y cumpliendo determinados objetivos?

Pero la sociedad no es inocente. Cada persona adulta dispone de cerebro y, con él, de sentimientos y ética, aunque intente acallarlos. De una familia o de un colectivo ante el que responder. Capacidad de elegir, al menos en algún grado.

Vivimos un momento similar al que siguió al 11S, gestionado por el peor presidente de los EEUU, George Bush. El que recortó libertades, el que arruinaría las arcas de su país. La máquina del shock, encendida, trabaja de nuevo sin descanso ¿Dónde están los franceses que buscaban la playa bajo los adoquines? ¿Dónde los españoles hartos de latrocinios, abusos y fomento de la desigualdad?  ¿Cómo es posible que el PP pueda ser el partido más votado y con Mariano Rajoy de cabeza de lista, en quien no tiene «ninguna confianza» más de la mitad de los españoles y poca casi el 30%? ¿El que se burla de todos nosotros al huir de los debates yendo al mismo tiempo a programas fáciles de entretenimiento? ¿Cómo es posible?  ¿O la otra derecha presentada por los vendedores clónicos mejor entrenados para la misión? No es fácil el panorama electoral pero menos es la vida que por esta senda nos espera.

En la navidad de 1969, Franco dijo en su mensaje de fin de año a los españoles concluido su programa de sucesión y reformas de leyes: “Todo está atado y bien atado”. Se ha demostrado cierto. Y no sólo en España.  Y aquí estamos, sujetos a la camilla. para recibir cuantas descargas consideren convenientes. Unos contentos, otros tratando de zafarnos. Sabemos que cualquier lazo es susceptible de ser desanudado. De no hacerlo, como siempre nos dará otra vuelta más. Y que la electroconvulsión llega a abrasar el cerebro y la dignidad.

*Publicado en eldiario.es

La sociedad percebe tiene a su líder en La Moncloa

No hay día que no escuche la idea en sus diferentes sinónimos: “Hay que aguantar”, “Para cómo está todo, mejor no me quejo”, “Es lo que toca”. El líder del movimiento percebe, Mariano Rajoy, añade al mismo comportamiento un matiz diferente debido a que él sí presenta su posición mejorada: “El que resiste, gana”. Fue el lema que le aupó a lo alto de la piña. Demasiados años cuajados de esfuerzos –mínimos, para no agotarse- y sobre todo sinsabores y hasta humillaciones. Cuando nadie daba un euro por él. No se irá por su voluntad. Una vez cementado, solo los poderes financieros y medios internacionales de prestigio podrían soltarle de la silla. Quienes realmente deciden en ese punto. Por ellos hace como que comparece ante los diputados, aunque sea un 1 de Agosto a las 9 de la mañana. Ni el remedo de representación popular, ni la sociedad que protesta cuentan en su  opinión.

Si a Rajoy le guía un objetivo, su bienestar, no es así en el caso de gran parte de la ciudadanía que se limita a sufrir mansamente, esperando que dejen de batir las olas con tanta intensidad. Aquellos que se indignaban porque Zapatero bajó un 5% el sueldo de los funcionarios, congeló las pensiones y suprimió el cheque-bebé (que él había implantado), llevan año y medio “aguantando” cuanto les echan. Han visto crecer el número de parados, a muchos les ha tocado ese número en el bombo. La reducción de salarios y subsidios. Las podas a la sanidad o la educación. La ayuda a la dependencia… para otros. Se han encontrado en la calle por un desahucio mientras han contribuido a regalar a los bancos más de 26.000 millones de euros a fondo perdido durante el mandato del PP. Los repagos, la elevación descomunal de precios de casi todo. La amenaza a cuanto constituían sus seguridades. Y lo soportan. Con resignación. Y es distinto, radicalmente opuesto, el “resistir” de Rajoy defendiendo sus logros, que el “aguantar” mermas, padecerlas.

Es lo que toca”. Como si les hubiera sobrevenido una enfermedad virulenta que invalida. Tiene nombre: se llama neoliberalismo. E inoculadores con filiación completa. En este momento en España: Mariano Rajoy y todos los miembros del PP. Con parcelas anidadas como la de CiU en Cataluña. Con híbridos como el PSOE. Y también existen causas que la precipitan. Hábitos perniciosos que bajan las defensas y atoran el cuerpo propio y el social. La principal no pensar, no prever, no unir conceptos. Fiarse de opiniones interesadas. Guiarse por reacciones viscerales que no permiten calibrar el resultado de los actos que se llevan a cabo. Como dar la llave del país, los derechos ciudadanos y la caja fuerte a quienes sobradamente avisaban de su malignidad.

Puede que no al punto de podredumbre corrupta que se está evidenciando. Es cierto también que las alternativas no eran estimulantes, al menos en el bipartidismo que se propicia, aunque no solo. Y aquí viene en ayuda para la propagación de la enfermedad imponderable –de serlo, que no lo es- esa educación  basada en el mínimo esfuerzo, en distraerse para no pensar, en la sumisión, en entregar a otros las decisiones que corresponden a uno mismo, en… aguantar. Inermes, permiten que el daño campe a sus anchas y gane terreno. Ha vencido la resistencia a combatirlo.

Hemos llegado a la fase final de la Doctrina del shock –que tan magistralmente describió Naomi Klein en 2007 como aviso de lo que llegaba-.  Cuando, tras ver sacudidas las estructuras económicas inicialmente y afectados nuestra forma de vida y nuestro futuro, tratan de vaciar la mente, para introducir un disquete nuevo con instrucciones precisas. “Os exprimiremos hasta la saciedad y luego os llenaremos con nuestra propia esencia”, escribió previamente George Orwell en 1984.

La historia, sí, es vieja, pero ahora “nos toca” afrontarlo a nosotros. Pasiva o activamente. Prima la aceptación estoica. Con un inconveniente serio en contra: la comunicación masiva que antes no existía. Los medios de propaganda o los que igualmente la ejecutan atrapados en las trampas que ellos mismos fabricaron. ¿Para cuándo una sesión completa –con imagen y sonido- de la acreditada y prolífica sarta de mentiras del PP, en prime time, y ante sus autores enfrentados a sus propias palabras?

El miedo a algo peor es el argumento básico que inmoviliza. Y por él se engullen mermas y atropellos que no se hubieran aceptado en momentos de mayor fortaleza. Y por él, parte de los españoles están dispuestos a suprimir prácticamente de su dieta las proteínas, por ejemplo, y alimentarse de pasta o arroz “porque tampoco está tan mal” y después a “rezar” porque no les toque el despido o una excesiva rebaja en el sueldo o la pensión, o la expulsión de su casa, o lo que sea. A causar estupor por su nivel de tragaderas. Y sabiendo que es a causa de un mal que no provocaron. Es más fácil, al parecer.  Vuelven a no usar su cabeza. A hacer dejación de su dignidad. Menos mal que este país presume de valentía.

Tras las vacas gordas, vienen las flacas, y tras las flacas, las gordas, hay que tener paciencia”, dicen quien han hecho elipsis de siglos de desarrollo… agropecuario. Ya asoman, dicen, por la verde pradera. Muchos asistimos perplejos a esos datos estadísticos que valoran sesudamente los expertos, incluso los bien intencionados. Ya cae menos nuestra economía ¡qué bien! y si tenemos en cuenta que se han incrementado un poco las exportaciones de las empresas, etc… igual la deuda pública que crece descomunalmente no nos arrolla. O este gobierno tan eficaz consigue volver a llenar de nuevo con los vestidos de Zara, cosidos en talleres de explotación tercermundistas, la hucha de las pensiones que saquea cuando le apura. O llegamos a cobrar lo mismo que los obreros de Bangladesh y así nos dan matrícula de honor en competitividad. Por poner un ejemplo, entre muchos, de esta locura.

Estamos hablando de personas, no de anotaciones contables. Las que día a día vivimos el abrumador retroceso que nos han inferido y que no se revertirá en absoluto por este camino. Pero la consigna es “aguantar”, como el percebe. Como Rajoy o cualquiera de sus clones. Él, aferrado su poder  y a sus prebendas, resiste. Es un pulso. Con uno de los oponentes autoderrotado de antemano. ¿Quién “aguantará” más? ¿Y “aguantará” los mismos contratiempos? Por el momento, esta sociedad tiene lo que ha trabajado por merecer por acción u omisión: Rajoy. Hay grúas disponibles si uno no sabe cómo levantarse: se están oxidando por falta de manos suficientes.

*Publicado en eldiario.es

La trampa de los peligros inmediatos

 

Nada más triste que ver morir a un grupo de niños por disparos de un desequilibrado como ha ocurrido en Newtown (EEUU). La noticia copa los informativos que suministran todo tipo de datos. No así de las 10 niñas muertas en Afganistán por una mina antipersonas, herencia de guerra… mientras recogían leña en edad escolar. Esto pasó sin pena ni gloria. Daños colaterales, menos rubios y no tan “como dios manda”. ¿Cuál es el auténtico riesgo? ¿El inadaptado con pistolas o la madre que introdujo un arsenal en su casa? ¿Todavía hace falta buscar la causa del casi medio millón de víctimas anuales por arma de fuego en un país que acumula entre sus ciudadanos cerca de 270 millones de artefactos para matar?

Cada poco un sobresalto. Gripes mortíferas, huracanes, tsunamis, teorías magufas varias, y la gran y útil baza del terrorismo, como miedos a inseminar en la población -muchas veces con la entusiasta colaboración de lo usuarios-. ¡Claro que algunos causan víctimas! vivir acarrea el riesgo de morir. Pero cada día fallecen por hambre evitable millones de personas, sin que se inmute la sociedad aunque vea acercarse ese fantasma a las puertas de su propia casa. No infunden el mismo temor tampoco (ni por asomo) los asesinos de mujeres en la violencia de género o los suicidios que arroja esta sociedad insolidaria y ciega, aunque sus cifras sean mucho más abultadas.

Probablemente es el –supuesto- azar lo que nos descoloca, frente a lo que mata más sistemáticamente y con menor espectacularidad. Y errar en el diagnóstico de donde están los riesgos y la violencia. Temer el peligro que se siente inmediato, no el que crece más lentamente. Ahí radica una fuente básica de nuestros males que, de alguna manera, alimentan los medios y todo el engranaje en el que vivimos. Usar el miedo y el espectáculo como instrumento de control. Moverse por reacciones emotivas exaltadas y no por una planificación colectiva que prevé las herramientas a utilizar para afrontar los problemas en su origen. Enderezar la raíz, evita frutos rastreros y podridos.

Son más nocivas las amenazas reales del día a día, enmascaradas por lo que se hace ver como peligro próximo y más visible. Para muchas personas la violencia es la pistola, el palo, la piedra o el grito sin más, eso es ya ¡ la búsqueda del “caos”! No alcanzan a ver el ataque a gran escala que supone cambiar un sistema de vida, atentar contra derechos fundamentales -como la sanidad, la educación, la justicia, la ciencia o la cultura- o reprimir las protestas por el medio que sea -arbitrando leyes represivas por ejemplo que no se aprecian como cruentas-.

Quienes reparten nuestro dinero a bancos, concesionarios de autopistas y hospitales semiprivatizados, por poner algunos casos entre muchos, ¿no ejercen ningún tipo de violencia sobre la sociedad? Los que extienden las enfermedades por –en flagrante injusticia- negar la asistencia sanitaria a enfermos sin el documento requerido ¿Acarician con guante de seda? Los que ahondan en las desigualdades sociales en virtud de propiciar el lucro de unos pocos ¿Necesitan una pistola para que sea apreciada su agresión? La escritora Susan George lo explica de forma clara: “ la desigualdad profunda es el equivalente a 1.000 Katrinas, 100 tsunamis, solo que causa estragos un mes tras otro, un año tras otro, arrastrando no solo a los pobres y vulnerables sino a todo el mundo”. La destrucción del medio ambiente, del agua, del aire, de la tierra, es otro peligro real, aunque no «parezca « ni sangriento, ni para ya.

Atemorizados desde por una tormenta a un peregrino fin del mundo, muchos ciudadanos caminan a la deriva sirviéndose a sí mismos como víctimas en una bandeja. Del miedo se toma cada cuál la dosis que quiere. No hables, no escribas, no te signifiques, no comentes, no vayamos a perder lo que nos queda, esto pasará. Como muestran las claves de las que informamos sin cesar, la situación en España solo va a peor, a infinitamente peor, cada día que pasa. Hartos de avisar desde hace tiempo, el plan se cumple inexorable. Porque no varían los datos para “pronosticar” el futuro, empeoran. ¿No es esto ya… el caos? ¿Qué más caos y más violencia hay que aguardar? ¿No aterra el propio presente?

 Por primera vez en la historia, el miedo se ha globalizado por medio de la comunicación masiva. Y, del mismo modo, las gratificaciones que se ofrecen como calmante. Un puro espejismo. Ese país, por ejemplo, del chorizo –sobre todo del chorizo-, la paella, y la “exportación” de jóvenes por medio de un puntapié, que ha consolado a los inermes. El miedo es un sentimiento que se contagia y se extiende, que crece cuando no se lo combate. Los políticos lo han usado como arma desde el comienzo de los tiempos.  Hobbes lo situó como el inicio del Estado. Maquiavelo enseñó al Príncipe, con un manual de instrucciones, a utilizar el miedo para gobernar. Descansen en paz los niños norteamericanos y las niñas afganas. Lloremos a las innumerables víctimas de la irracionalidad y la codicia, pero aprendamos todos a desbrozar el espectáculo y la distracción, dejando desnudos los peligros reales. Y a atajarlos. Será nuestro mejor instrumento, incluso para luchar contra el miedo.

*Publicado en eldiario.es

Grecia vota

Bajo una intolerable presión. El conciliábulo mundial de acuerdo para decirles cuál debe ser el sentido de su voto, con serias amenazas si no obedecen. Recuerda hoy Soledad Gállego-Díaz: “los totalitarismos no se edifican sobre sus virtudes, sino sobre los errores de los demócratas, como explicó Camus y como se ha dejado escrito en miles de libros de historia europea”.

 Un país que apenas supone el 2% del PIB de la UE va a desestabilizar al parecer a toda Europa si elige a Syriza. Grecia lleva dos años y medio aplicando la durísima política de ajustes de la Troika (BCE, UE y FMI) y los resultados para la población –cuya máxima responsabilidad en la quiebra es haber votado apenas sin opciones- son catastróficos. ¿Qué puede darles –y darnos- más miedo? ¿La situación actual, la realidad de hoy y el futuro previsible, o un cambio? ¿Funciona bien –para la sociedad- el sistema que con tanto ahínco defienden políticos y la inmensa mayoría de los medios y hasta la sociedad con el cerebro y la dignidad cautivos?

Enric González, un periodista de enorme solvencia, define la situación sobre el terreno, como enviado especial de El País. «Europa pone una presión abrumadora a un país condenado a sufrir” titula su crónica -de imprescindible lectura completa– que comienza así:

 Grecia carece de arsenal nuclear. Pero dispone de algo que, al parecer, puede tener efectos igualmente devastadores: elecciones democráticas. La Unión Europea y sus gobiernos, empezando por el alemán, han advertido a los griegos de que si hoy venciera la izquierda podría romperse el euro y desatarse una crisis económica mundial. La presión sobre los votantes, que han comenzado a votar a las siete de la mañana (6.00 en España), es abrumadora. Y los sondeos predicen algo parecido a un empate.

Las consecuencias de la presión extranjera sólo se sabrán a partir de esta noche. En cualquier caso, las amenazas apocalípticas no pueden angustiar mucho más a un pueblo al límite de la ansiedad. No hay trabajo, ni dinero, ni futuro. El índice de desempleo rebasa el 22%, y el 50% entre los menores de 30 años, pese a la reducción de los salarios en un tercio; los únicos comercios todavía con clientes son los de alimentación; las multinacionales empiezan a marcharse; la Seguridad Social ha sido destruida; aumentan en paralelo la delincuencia y la xenofobia; el turismo, una de las grandes fuentes de riqueza, está huyendo.

El principal candidato de la izquierda, Alexis Tsipras, de la coalición Siryza, ha insistido hasta el final de la campaña en que no quiere dejar el euro, sino renegociar los acuerdos con los acreedores porque imponen una austeridad que, tras cinco años de recesión, resulta insoportable y contraproducente. “No se atreverán a expulsarnos del euro, eso es un farol”, proclama. El líder de la derecha, Antonis Samaras, se presenta como el defensor de la unión monetaria, pero también admite que las contrapartidas del rescate concedido a Grecia (170.000 millones de euros) están desangrando al país. Angela Merkel, la canciller alemana, es inflexible: “No renegociaremos los acuerdos”, declaró el viernes…

Otoño 2010: programados para la melancolía y el miedo

Pues sí, ha amanecido nublado y esta pobre España en crisis ve cómo millones de personas que nunca se van de puente -nunca jamás, es que jamás se va nadie de puente- lo van a pasar entre lluvia y viento. Para colmo de males, nos cambian el horario y –leo en un titular- “una hora más que da paso a la melancolía…”. Y como las desgracias no vienen solas, es noche de muertos, masificados y caricaturizados ahora por costumbres foráneas. Muertos al fin y al cabo.    

Y cosas más serias. Se ha ido un hombre coherente y muy bueno, y ha dejado a una viuda hermosa y sólida que parece resumir la historia de la mujer en España. Y recordamos, en el centenario de su nacimiento, al Miguel Hernández de todos los tiempos. Al que cantó a los «vientos del pueblo» pero también a la pasión y la derrota presentidas desde que uno descubre que su corazón late algo más deprisa que los de la prudente mediocridad.

Como el toro te sigo y te persigo,

y dejas mi deseo en una espada,

como el toro burlado, como el toro”.

Y ni siquiera acaba aquí la tragedia. En el ordenamiento social de la codicia, la desfachatez, la opresión y la conformidad, llega el cíclico temor al terrorismo. El miedo como excusa perfecta para apretar tres agujeros más el yugo en el cuello. Nunca el terrorismo ha ocasionado un cambio de régimen, a no ser los provocados por reacción a manos del orden establecido, como sucedió tras el 11S. Y hasta por contaminación se producen más víctimas que por atentados (16.000 al año en España). Mas, a todos los niveles, mientan el miedo para provocar el silencio, la inacción. Nos programan para la melancolía y el miedo, nos programan simplemente.   

 No nos engañemos, dentro de 100 años, todos muertos. La fecha es casi una anécdota. “Es posible que los valientes no vivan mucho, los cobardes no viven nada”, escuché en una película no especialmente sesuda. Y en otra (Out of Africa): “Cuando los dioses quieren castigarnos atienden nuestras plegarias”. Si la luz no entra diáfana por la ventana, fuerte y rotunda, es que nació viciada. Evita las componendas. Y alégrate cuando los dioses te perdonan. Ya lo has hecho otras veces.    

 Por lo demás ¿Es posible encontrar una estación más bella que el otoño? El de toda la gama cromática. En la naturaleza que crece o en el sol que pasa del blanco al dorado fuego, iluminando, calentando, sin quemar. El que trae día grises para la reflexión y lluvias apaciguadoras. El que permite mirar al año vivido y al futuro que aguarda. Para saber que somos nosotros mismos quienes componemos nuestra propia vida.

 

Los beneficios de la gripe A

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“Las guarderías van a llenarse de jabón”, he escuchado, atónita, en esos telediarios de “servicio público” o “interés social” que más bien parecen dirigidos a inmaduros mentales en proceso de crecimiento. ¿No lo estaban ya? La gripe A amenaza con cambiar hábitos y costumbres y no siempre será para mal. Una limpiadora friega el suelo con fruición en las imágenes y el mosaico reluce. Los pequeños españolitos acuden al lavabo en el siguiente plano y, con generosa ración de detergente, se lavan las manos. A continuación, las secan con toallitas desechables. Deberán practicar tan saludable costumbre cada vez que las ensucien. Tendrán, también, su botella de agua particular, en lugar de vasos compartidos. La gripe A va a propiciar la higiene, que, por lógica aplastante -al presentar el jabón y la limpieza como una innovación-, no se prodigaban precisamente. Si al mismo tiempo, les enseñan a los cachorritos humanos patrios a no hablar a gritos y a preocuparse de los demás, a respetarlos, a escucharlos, a entender que el trabajo en equipo reporta mejores resultados a la colectividad, habrá que pensar en la gripe A como un mal que para bien ha venido.

Les van a aleccionar por el contrario con que el contacto físico es peligroso. “Hola”, en lugar de un beso, como los británicos que abolieron hace cuatro días el castigo físico y por acuerdo parlamentario, en la que constituyó una explosiva mezcla de no tocar más que para castigar.

La parte negativa de la gripe A es la inoculación del miedo, nada funciona mejor que el temor e incluso el terror para someter a una sociedad. Claro que morirá gente por gripe A, y por la común, y por esas enfermedades exóticas que viajan en los aviones, y porque les atropelle un coche. La ciudadanía adulta sabe que corre riesgos, incluso el de morir. Y que muchas de sus causas son incontrolables. 6 millones de niños mueren anualmente en el mundo por desnutrición. Ingentes cantidades porque no hay para ellos una pastilla que les detenga la diarrea consecuente a beber agua no potable, por ejemplo. A quienes esta realidad les parezca demagogia, les aseguro que aquellos y los nuestros son igual de niños.

Los telediarios y otros informativos -incluso las autoridades- nos han enseñado ya a guarecernos del sol poniéndonos a la sombra, actitud que conocen de forma innata hasta los animales. A no hacer esfuerzos físicos a 40 grados a la sombra, salvo que dependamos de un trabajo en esa ubicación para subsistir. Ahora a lavarnos las manos, gran signo de prevención… y de progreso. Ya digo, con añadir al programa no hablar a gritos, escuchar, y pensar en el bien común, no parece un mal proyecto. Pero, por favor, incluyan la erradicación del miedo y el impulso del criterio responsable. No beban las babas de un lanzador de esputos, pero besen y vivan. “Puede que los valientes no vivan mucho, pero los cobardes no viven… nunca”, ya lo escribí aquí una vez.

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La imagen del miedo

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   Lo escuché en una película tonta para crías: «Puede que los valientes no vivan mucho, pero los cobardes no viven… nunca».  La he recordado al ver en Público, esta foto de EFE/Franck Robichon.

Gripe porcina: Nuevos miedos

 

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 (El Roto. El País. 2007)

 Tos, dolor de garganta, constantes perfectas sin embargo, mal día para ponerse enfermo. Las temperaturas han bajado diez grados y vivimos esta primavera en una montaña rusa climática -es decir, como todas las primaveras-, sólo eso justifica los síntomas de catarro. Pero estamos inmersos en una psicosis por una nueva enfermedad transferida a los humanos: la gripe porcina. La OMS reunida sin saber qué hacer pero avisando que puede ser una pandemia y muy grave. Numerosos gobiernos trabajan hoy de urgencia para dar respuestas que tranquilicen a la población.

 Podrían haber muerto un centenar de personas en México -origen del brote- en apenas 48 horas. Acaba de fallecer, con síntomas de gripe, un arqueólogo que se entrevistó con Obama la semana pasada en su visita a su vecino del Sur para asistir a la Cumbre de las Américas, y la Casa Blanca se ha visto obligada a emitir un comunicado asegurando que el Presidente estadounidense no corre peligro. Hay contagiados en California, Texas, Kansas y posiblemente en Nueva York. También se sospecha de afectados en Nueva Zelanda tras haber permanecido de vacaciones en México. En España hay bajo vigilancia tres casos en Almansa (Albacete), Bilbao y Valencia. Esta tarde tres más en Cataluña.  Varios paises estudian posibles enfermos de gripe porcina. Lo cierto es que los virus viajan divinamente en los aviones y ya han partido camino del mundo entero.

La gripe porcina es una enfermedad respiratoria altamente contagiosa que afecta a los cerdos, ocasionada por uno de los virus A de la gripe porcina. Su morbilidad suele ser alta y su mortalidad baja (1-4%). El virus se contagia entre los cerdos por aerobio y mediante contacto directo e indirecto, pero ha mutado y ha pasado a los humanos. La gripe aviar no hace mucho ocasionó similar alarma, que quedó en nada, en unos cuantos afectados a quienes correspondió la china de la mala suerte. ¿Pasará lo mismo con la porcina?

De cualquier forma, caben varias reflexiones sobre las que actuar en lo posible:

1) Durante el siglo XX se produjeron cinco pandemias de gripe debido a la aparición por mutación de diferentes cepas del virus. A menudo estas nuevas cepas han surgido a partir del trasvase de cepas típicas de animales al ser humano, en lo que se denomina salto de especie o heterocontagio. No hay tratamiento para los virus -algunos antivirales específicos-, tomar antibióticos no sirve de nada, pero sí para sus complicaciones. Lo único eficaz son las vacunas preventivas, una vez identificado el virus. Leo que la mayoría de las víctimas han muerto por neumonía no tratada y para ella sí puede haber solución. Hay neumonías fulminantes, pero en general sí existen para ellas fármacos. Ahora bien, sistemas sanitarios deficientes por falta de cobertura universal pueden ayudar a extender la epidemia o pandemia.

2) Sin embargo, los expertos avisaron hace tiempo de que una de las consecuencias perniciosas del cambio climático era la reactivación o aparición de enfermedades. De alguna manera la tierra mantiene su equilibrio (es lo que viene a demostrar la hipótesis de Gaia) pero la mano del hombre -esa que niegan algunos iluminados- ha alterado las condiciones en las que vivimos. Los ciclos de frío y calor se han trastocado. Antes lograban matar los virus y microbios estacionales, ahora permanecen y, vivos, se hacen más fuertes. Cuando leí hace unos días, que había dengue en Argentina con miles de afectados, supe que algo así estaba pasando ya. Es una zona proclive pero su extensión ha sido desmesurada.

3) Nos movemos sin cesar en aviones y los virus, como digo, no vienen sólo en pateras, se alojan también en primera clase de las aeronaves. No podemos detener el flujo. No podemos quedarnos todos en casa o prohibir que vengan a visitarnos por miedo.

4) México que estaba logrando espectaculares resultados económicos va a sufrir un serio revés con su gripe porcina. El mundo le culpabilizará aunque el hecho podía haberse producido en cualquier parte.

5) y conclusión: los humanos no hemos resuelto el incomprensible problema de la muerte. Avanzan estudios espectaculares y esperanzadores para prolongar la vida y en buenas condiciones, pero la realidad se impone y por una simple -o no tan simple- gripe podemos morir. La muerte nos aterra. Lo desconocido nos angustia. Un día, ideamos las religiones para dar consuelo a esa verdad incuestionable. Pero la vida es una aventura impredecible y no tiene que asustarnos. Aunque se puede racionalizar la muerte y lo desconocido, pero no asumir emocionalmente. No sé si más la propia o la de los seres a quienes amamos. También la propia, con seguridad. Pero el miedo sólo añade problemas y dolor. Y ése sería el primer asunto a resolver: erradicar el miedo. Porque, además, casi todos los miedos son utilizados por alguien para empobrecernos.

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