Nueva descarga de la Doctrina del Shock

lanaranjamecanica

En La naranja mecánica (1971), Stanley Kubrick denunciaba con sarcasmo las técnicas de condicionamiento clásico o pavloviano

Constatamos a diario  el profundo cambio operado en la sociedad occidental y en la española como apéndice que nos afecta específicamente. Apenas damos crédito a lo que estamos viviendo y al contraste que ofrece con momentos similares años atrás. ¿Qué ha podido ocurrirle a esta sociedad, a los gobernantes que la representan, para reaccionar como lo están haciendo? El impacto ahora son los atentados de París de hace dos semanas y la amenaza del terrorismo yihadista que, de repente, paraliza ciudades enteras como Bruselas. No nació ayer ni se gestó en tres días. Lo que sí regresa es la siembra del miedo y el recorte de libertades. Un clásico. ‘La Doctrina del Shock –brillante imagen literaria de la periodista y escritora Naomi Klein- está asestando una nueva descarga.

Pocas evidencias serán más significativas que las que enfrentan a Francia en 2003 y en 2015. Entonces, el Gobierno de París lideró la oposición a la invasión de Irak guiada –como el tiempo demostró- por los habituales intereses comerciales y de hegemonía política y basándose en mentiras: las inexistentes armas de destrucción masiva. Pero también la lucha contra el terrorismo y “el eje del mal”. Es paradójico que aquello, la guerra de Irak, fuera el germen donde creció ISIS que ahora ha atacado Paris.

El discurso en la ONU, en febrero de 2003, del político conservador Dominique De Villepin, un intelectual, escritor y poeta, ha entrado en los anales de la historia. Razonaba por qué era prioritaria la paz, desde “un país viejo, Francia, un viejo continente como el mío, Europa, que les dice hoy, que ha experimentado guerras, la ocupación y la barbarie”. Es el mismo país, un poco más viejo, el ahora liderado por dos socialistas, Françoise Hollande y Manuel Valls -funcionario el uno, político temprano con estudios de historia el otro- que han descubierto su pasión por la guerra. Aunque la venta de armas de Francia a contendientes del polvorín sirio y sus ideólogos aportara algún síntoma y, desde luego, de doble moral. Villepin, regresa con un artículo en Liberation donde titula y argumenta en detalle: « La guerra no nos hace más fuertes, nos hace vulnerables». «Responder con la fuerza [a Daesh] equivale a apagar fuego con un lanzallamas», destaca.

La cercanía de las víctimas que dejó la barbarie terrorista en París, explica la conmoción –aunque sean muchos más los abatidos por la misma causa fuera de Europa-. Pero la reacción sobredimensionada de los gobiernos no hace sino aumentar la sensación de peligro y puede que la amenaza real. Nada peor que el miedo y el desconcierto para que el agresor se crezca.

Y está teniendo otras consecuencias menos evidentes que deberían hacer recelar a los ciudadanos. El Reino Unido de Cameron, en su cruzada para desmantelar la sanidad pública, NHS, argumenta para su dotación presupuestaria las mayores necesidades “en seguridad” y en Ejército –también se apunta entusiasta a la guerra-. La seguridad total no existe, pero muchos podrán empezar a morir de cualquier enfermedad con varios policías patrullando su agonía.

Cierre de fronteras, asaltos sin respetar lo más elemental, culpas indiscriminadas… récord de alzas bursátiles para las empresas de armas y políticos de mano dura que suben su cotización electoral.

Es la sociedad quien se la da. Quien al parecer optaría por vivir en una jaula –con televisión y dispositivos móviles, eso sí-  con tal de que le garanticen la entelequia de la seguridad.  Los gobernantes tienen, sin duda, la obligación de proporcionárnosla, sin errores, ni trampas por cierto, y respetando derechos. Pero ni aun así la inmortalidad está garantizada.

España, nuestro calvario particular, también nos alarma.  En momentos críticos ,la amenaza exige un gobierno con experiencia como el de Rajoy, nos clavó de propaganda TVE (sin consecuencia alguna). ¿Experiencia en qué? Dada la desvergüenza con la que el terrorismo es usado como baza electoral, convendrá recordar un hecho objetivo: el 11M se produjo con el PP en el Gobierno y Rajoy de vicepresidente. Y en ese día está otra gran diferencia de la preocupante transformación social operada. Todavía es el atentado más grave que se ha producido en Europa,y los españoles reaccionamos sin miedo y castigando la manipulación.

Por cierto, nadie nos ha explicado la mutación del Pacto Antiterrorista aprobado en febrero por PP y PSOE en Pacto Antiyihadista. Ni que se hayan evaporado las reticencias dentro del partido socialista y el frontal rechazo del resto de la oposición por su merma de libertades y derechos para todos. Ni que sea ahora «esencial» suscribirlo bajo amenaza de excomunión del club de los responsables, dando por hecho que bombardear es el único camino.

El problema es más complejo. Exigíamos, el 15M, con más del 80% de aceptación popular, «no ser mercancía en manos de políticos y banqueros», y ahora , según las encuestas, les vamos a dar un cheque en blanco por 4 años. Para las sobras que hayan quedado.  Se tragan recortes, mentiras, la más hedionda corrupción. Sabemos que hay mucho corrupto vocacional en España pero ni siquiera eso lo explicaría.

Cuesta también entender a un país que vivió un golpe de Estado, una guerra civil de 3 años, y 40 más de dictadura que siguió matando, con miles de muertos aún por las cunetas, con las heridas incurables de tal atrocidad, vivir semejante festín de franquismo en el aniversario de la muerte de su héroe. Con total permisividad.  Y tanto o más -por lo que implica acerca de nuestro futuro- la ofensiva banalidad con la que el candidato sepia, Albert Rivera, y sus Ciudadanos equiparan a “rojos y azules” en busca de no sé qué tiempo nuevo, a edificar, sí, pero sobre bases de mayor respeto, entidad y cordura.

¿Qué nos ha pasado a todos? nos preguntamos. Los que lo hacemos, porque hay miles aposentados en su recreo enjaulado pensando solo en seguir jugando.

La nueva crisis de las muchas que nos han sacudido parte (2007) de una debacle alimentaria provocada por la especulación, con incremento brutal del precio de los alimentos básicos en grandes regiones del planeta, y de un alza desmesurada del petróleo. Con las guerras, las variantes habituales. Puede que la mayor diferencia con ocasiones anteriores  sea la comunicación masiva. Los mensajes que distribuye la prensa adoctrinada. El mundo feliz de Huxley o el infeliz que solo encuentra amparo en un Gran Hermano protector y controlador. “Os exprimiremos hasta la saciedad y luego os llenaremos con nuestra propia esencia”, escribía George Orwell en su libro ‘1984’. Primero hay que dejar espacio con la electroconvulsión, con una sacudida tras otra. Se ha abierto la veda, como ya comentamos, para desenmascarar a los periodistas cortesanos, pero ahí siguen impertérritos. Lo que empieza a calar al menos es el papel determinante de muchos medios convencionales en cuanto nos ocurre.

Están llegando a conminar para que España vaya a la guerra, como hace el diario El País (sin contar a los periódicos conservadores habituales). Al tiempo de colocar en portada de la web y con foto de Pablo Iglesias el clásico de ‘la Caverna’ de vincular con ETA a quien no secunde sus ansias belicistas y por boca de una víctima del terrorismo de ETA. Los candidatos de la prensa, de cada televisión, están claros. ¿Quién compite con semejante aparato para que todo siga igual y cumpliendo determinados objetivos?

Pero la sociedad no es inocente. Cada persona adulta dispone de cerebro y, con él, de sentimientos y ética, aunque intente acallarlos. De una familia o de un colectivo ante el que responder. Capacidad de elegir, al menos en algún grado.

Vivimos un momento similar al que siguió al 11S, gestionado por el peor presidente de los EEUU, George Bush. El que recortó libertades, el que arruinaría las arcas de su país. La máquina del shock, encendida, trabaja de nuevo sin descanso ¿Dónde están los franceses que buscaban la playa bajo los adoquines? ¿Dónde los españoles hartos de latrocinios, abusos y fomento de la desigualdad?  ¿Cómo es posible que el PP pueda ser el partido más votado y con Mariano Rajoy de cabeza de lista, en quien no tiene «ninguna confianza» más de la mitad de los españoles y poca casi el 30%? ¿El que se burla de todos nosotros al huir de los debates yendo al mismo tiempo a programas fáciles de entretenimiento? ¿Cómo es posible?  ¿O la otra derecha presentada por los vendedores clónicos mejor entrenados para la misión? No es fácil el panorama electoral pero menos es la vida que por esta senda nos espera.

En la navidad de 1969, Franco dijo en su mensaje de fin de año a los españoles concluido su programa de sucesión y reformas de leyes: “Todo está atado y bien atado”. Se ha demostrado cierto. Y no sólo en España.  Y aquí estamos, sujetos a la camilla. para recibir cuantas descargas consideren convenientes. Unos contentos, otros tratando de zafarnos. Sabemos que cualquier lazo es susceptible de ser desanudado. De no hacerlo, como siempre nos dará otra vuelta más. Y que la electroconvulsión llega a abrasar el cerebro y la dignidad.

*Publicado en eldiario.es

Sarkozy camino de Santa Elena

 

Nicolás Sarkozy ha planteado con realismo una cuestión inaplazable, al margen de retóricas buenistas o de discursos vacíos de contenido, porque los políticos sensatos tienen el deber de afrontar los problemas antes de que estallen conflictos irresolubles para la convivencia democrática”.

Así concluye el editorial de ABC que había iniciado escribiendo “La libertad de circulación de las personas es un derecho fundamental garantizado por todos los Estados democráticos y se consagra como elemento básico en el proceso de integración europea”. A continuación venían los “peros” que anulaban el discurso. Por completo.

Nicolás Sarkozy, el nuevo Napoleón, enfila el camino hacia Santa Elena y algo tiene que hacer para evitarlo. Este “político sensato” –según ABC- apareció en nuestras vidas informativas peleando por el poder conservador con un colega, Dominique De Villepin, que nos había dejado boquiabiertos con su discurso combativo y progresista en la ONU oponiéndose a la invasión calculada de Iraq. De Villepin era, por tanto, mucho más progresista que Sarkozy, pero además, infinitamente más culto, más alto, y tan poco francés/francés como él mismo (si Nicolás venía de padres húngaros, Dominique nació en Marruecos, donde su progenitor ejercía como embajador de Francia). La pugna política se tiñó de tintes negros y sucios, con espionajes, denuncias, falsas pruebas, juicios. De Villepin cayó, aunque acaba de ser exonerado por la justicia y prepara su vuelta en un nuevo partido.

Entretanto, y mucho antes, Sarzoky experimentó, como ministro del interior con mando en plaza, las mieles que acarrea la utilización de la mano dura para aplacar los miedos cerriles de una sociedad adormecida. Su brutal represión de las protestas de franceses de segunda generación, tan inmigrantes como él, le acarreó popularidad y le llevó a la presidencia de la república.

Su esposa española, Cecilia, le dejó varias veces por otros hombres. Se diría que le fue públicamente infiel, aunque, mientras, él hacía también lo que podía. Las disputas maritales llenaron los periódicos.

Y llegaron el premio y la gloria. Presidente de una Francia respetada, interlocutor válido en una Europa que se muere, una deseada e inteligente esposa acalla rumores de hombre abandonado, Claudia Bruni. Sarzoky elevaba su talla, siquiera a costa de exigir guardaespaldas de menor estatura que él. ¡Que la Madeleine nos libre de los acomplejados!, alguno conocemos por aquí.

Pero ¡ay! esas cenas con la alta sociedad, con ricas herederas desvariadas que distribuyen sobres bajo mano en los postres, le han llevado a la ruina. Y para colmo ¡ la crisis! Los franceses que se iban al retiro tan ricamente a los 60 años, con pensiones estupendas, tras haber disfrutado también de estupendos sueldos, van a ver prolongada la edad de jubilación hasta los 62 ¡Habrase visto! Y lo que ya les ha sublevado al máximo: hasta los 67, para cobrar la pensión íntegra (como el resto de los europeos casi). Pero… ni Napoleón hubiera podido con “los mercados”. Hoy Francia vive una huelga general en protesta.

¿Qué hacer? Expulsar ciudadanos europeos del país, de esos –pobres- obligados a vivir en barracones, para tratar de rememorar los éxitos que le llevaron a la cumbre. La mano dura, el racismo, la demagogia para exaltar y aplacar las bajas pasiones analfabetas y fascistas.

Un amigo francés me contó que también a su país ha llegado la ola primermundista de la anestesia mental y el pasotismo. Pero no en vano ellos fueron los inventores de la guillotina como resolución de grandes atropellos. De momento les ha gustado muy poco ver a su Presidente metiendo mano en el saco –presuntamente aún, bien es verdad-, y no parecen muy dispuestos a admitir que se mermen sus derechos. El resultado de la huelga puede ser el definitivo pasaje que lleve a Sarzoky a su inevitable destino en Santa Elena.

Vaya, pues igual he practicado la “retórica buenista” que dice ABC. Cómo le gusta al extremo-centro ese vocablo que han inventado.

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