Democracia para zombis

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Francia vota este domingo, 23 de Abril, primera vuelta de presidenciales, en medio de una gran incertidumbre

 

Una de las últimas ha sido Turquía, siguiendo la estela. Se ha permitido dar un puntapié a la democracia, por muchos que sean los atenuantes. Lo que lleva a los guardianes de las esencias a cuestionarse la propia naturaleza del sistema en el que el pueblo decide. A las urnas las carga el diablo, dicen. Vive el mundo momentos precarios en las libertades. Y todo avisó con antelación.

Llamar democracia a lo que regentaba Erdogan en Turquía es un eufemismo pero algunos preferían pensar que cumplía las formas. Al punto de convocar un referéndum para convertirse oficialmente en una autocracia. Ganado de antemano, por supuesto. Lo curioso es que un nutrido sector de turcos ha avalado y potenciado a un dirigente que ya carga a su espalda el encarcelamiento de cien mil personas con la excusa del presunto y oportuno golpe de Estado que sufrió. Intelectuales, periodistas independientes, jueces, profesores, militares demócratas, son los principales objetivos de su cruzada. Muchos han sufrido torturas.

Ahora, el Erdogan que ostenta todos los poderes, podrá legalizar la pena de muerte y ejecutar disidentes como hizo otro colega admitido sin problemas por Occidente, el dictador golpista de Egipto, Al Sisi. Sujeto al que Trump recibió ya con todos los parabienes. 

Sean mayoría o no, millones de turcos han llegado a la conclusión de que necesitan un tirano para tiempos difíciles. O, los norteamericanos, un esperpento millonario sin escrúpulos, a quien ahora adorna el juego de la guerra –con daños reales– para acrecentar el mito. El presidente de Estados Unidos se ha apresurado a felicitar a su «homólogo» turco –titulan con precisión–. Y ha mostrado sus preferencias por la ultraderechista Marine Le Pen en Francia. Son los líderes idóneos para estos tiempos de confusión en los que unos pocos tienen mucho que ganar y millones de personas tanto que perder.

La democracia no está en cuestión, sino quienes la pervierten. A veces imagino a esa pléyade de votantes de «lo inconveniente» plantados en un bancal como el que plasmó José Luis Cuerda en Amanece que no es poco. Cada mañana, los encargados del jardín, les riegan con mimo y siembran nuevos esquejes. Ahora han colocado a sus líderes en el poder, con indiferencia vegetal. Dispuestos a lanzarse al abismo, llevándonos a todos de la mano.

Los cultivadores son los mismos que a lo largo del día criticarán las deficiencias del desorden que apuntalan. Esos que, cubiertos por el agua y a punto de ahogarse, seguirían tecleando con las dos manos libres contra los enemigos de sus trampas y privilegios. Esa gota malaya, ese ejército dispuesto a segar cualquier idea de progreso.

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Millones de personas son incapaces de relacionar que las políticas de la desigualdad tienen consecuencias. Que matan tanto o más que las bombas y camiones de los fanáticos. Muchos turcos declaran las buenaventuras que esperan del nuevo régimen: trabajo, riqueza, una vida mejor. La mayoría de los votantes de Trump lo creen también. Pero así se sembró y alimentó. Con las mentiras, la banalidad y la infantilización de la sociedad, sobre un sustrato de profunda injusticia social. Y de abandono de los más vulnerables.

Francia, el país que cambió el signo de la historia con la Revolución del  XVIII, podría llevar a la presidencia a una mujer ultraderechista acérrima. Los establecidos temen más a Jean-Luc Mélenchon que a Marine Le Pen. El antiguo primer ministro Lionel Jospin ha venido a demostrar que al partido socialista francés se le fueron antes las figuras de la izquierda que los votantes. Ahora aterra su «extrema izquierda». 65 años, curado de muchos espantos, harto de muchos desvaríos, se ha lanzado a la arena con su imagen más provocadora. ¿Seguro que no se lo explican? El tinglado que se montaron los partidos que nos llevaron a la crisis de todos los valores ya no funciona, por mucho que se empeñen. Cómo será que los medios franceses no paran de hablar de Venezuela. Aunque cueste creerlo: Venezuela también en Francia.

Como en España. «Así empieza lo malo», leo, con… el autobús de Podemos. Ah, ¿no había empezado ya? Por la insistencia se diría que con las primeras papillas. Pero, en definitiva, otro spot de la sociedad del espectáculo. No mayor que la perfomance continua de la derecha. Será que los ciudadanos ya no entienden otra cosa. «Lo malo», lo peor, es la prioridad de las iras del sistema que no demuestra sino su propia degradación.

Tras el trance de la Semana Santa, exaltado este año a conciencia, nos caímos de bruces sobre la realidad. Tenemos a 120 empresas disfrutando del trabajo casi esclavo de presos.  A la sanidad pública descuartizada y utilizada. En Madrid no se cobran servicios a la privada, con la jefa entretenida en hacerse la rubia. La peste creada por Aguirre, la rubia por antonomasia, con sus contratos y dispendios, da cada día nuevos signos de putrefacción.

¿Y las autopistas quebradas? Nos van a costar no menos de 5.500 millones de euros y ahora el ministro del ramo avanza su venta porque igual, sin deudas, ya son rentables. Para sus nuevos dueños. O no. Porque las previsiones con las que se construyeron fueron erróneas y siempre está nuestro dinero para sufragarlo. Y esto se vota una y otra vez.

¿Y Rato? ¿Cabe más escandalosa trayectoria? «Rato se comportó en el poder como un cleptócrata profesional, como el vicepresidente de una república bananera, con el descaro y la impunidad de quien se sabe por encima del bien y del mal», escribe Ignacio Escolar. Sello de la casa PP, con bañador rubio.

Rajoy va testificar ante la Audiencia Nacional por la Gürtel. Con todo el aparato que apoyó a la infanta Cristina en su juicio a su favor. Y nos damos por contentos con una declaración, como testigo, del presidente del PP de la Gürtel. Y reconociendo que es un hito en el sistema, además. La reacción visceral del PP, acusando  al PSOE a través de un comunicado de estar detrás de la llamada judicial, da idea del comatoso estado de la Justicia en España o de la concepción del PP sobre su funcionamiento.

No faltó más que la detención e ingreso en prisión incondicional del ex presidente de la Comunidad de Madrid, Ignacio González, como presunto jefe de otra red criminal que involucra a varias empresas y destacados miembros de este remedo de democracia que vivimos. El Canal de Isabel II como epicentro y muchas otras ramificaciones. La Operación Lezo le ha estallado también al PP y siguen mirando para otro lado. Cinismo flagrante. Y hay gente, con un cerebro presumiblemente, que les cree. O quiere hacer como que les cree. Democracia para zombis.

En la operación también está involucrado un viejo conocido, ahora en libertad bajo fianza.  López Madrid, yerno del empresario Villar Mir, amigo de los reyes, compi yogui de la reina por más señas, con Granados, relacionado también con la Púnica y la dulcemente llamada policía «patriótica». Sonroja enumerarlo y aquí no pasa nada. Realmente, en España, también se votó a un partido que había implementado la Ley Mordaza. Y otros partidos sensatos y moderados, constitucionalistas, se dicen, le dieron la mayoría que les faltaba para seguir gobernando. Y ahí están.

Francamente, el autobús de Podemos, la madre de todas las andalucías y las apuestas mediáticas por el candidato que vaya a llevar al desastre al PSOE como a sus colegas en Francia es casi ya lo de menos. La propia impotencia de la denuncia, de escribir como la página que se lanza a un agujero negro a abrirse paso con desigual fortuna. Cuanto se anunció, se cumple y en sus peores escenarios. Y ahí siguen sus autores empecinados en lo mismo.

«Si supiera que el mundo termina mañana, yo, todavía hoy, plantaría un árbol», escribió el líder negro Martin Luther King, asesinado en 1968. A pesar de todo. Por dignidad, siquiera. Ideas que sobrevivan, no bancales de excluidos útiles.

*Publicado en eldiario.es esta misma semana y actualizado al ritmo de los acontecimientos que no dejan de producirse.

La corrupción termina por pudrir la sociedad

Se abren ante nuestros ojos numerosas evidencias de que, cuando la corrupción no se ataja, se expande e infiltra el esqueleto de un Estado hasta pudrirlo. Avisa, pero los ciudadanos suelen tener dificultades en relacionar causa y efecto -aunque más en unos países que en otros-. Así, va creciendo y llega a invadir los pilares fundamentales. La reacción social puede llega tarde.

El Egipto de los golpistas –ya tolerados por Occidente sin empacho alguno- ha exonerado a Mubarak de todos los cargos que pesaban sobre él. El sanguinario dictador no es corrupto, ni, por tanto, malversó fondos públicos, ni se enriqueció ilícitamente, ni tiene responsabilidad alguna por los 850 muertos que ocasionó la represión, bajo su mandato, de las protestas de la Primavera árabe. Todo fue, cuentan los medios controlados por el nuevo dictador golpista, el general Abdelfatá al Sisi, cosa de una campaña orquestada en el extranjero. No pasó lo que pasó y, para que cuele,  se impone hasta la censura a quienes no cuenten de buen grado la versión oficial.

 De esta forma ha acabado el sueño de la libertad que levantó a miles de personas en la plaza Tahrir. Por la que incluso tantas perdieron su vida. Lograron su objetivo: derrocar al dictador, pero la corrupción, la degradación, se había adueñado del cuerpo de Egipto desde mucho tiempo atrás. Más aún, es su forma de ser, la corrupción es el sistema. Con la connivencia e incluso el apoyo de quienes pasan por ser sólidas democracias. La próxima vez lo conseguirán, quizás. La próxima vez deberán antes cortar los hilos que suministran energía a los corruptos. También dentro del país. La próxima vez puede que lo consigan porque estarán mucho peor.

 Si Egipto y otros países de la zona representan un ejemplo extremo, podemos cruzar el atlántico para contemplar los estragos de otro monstruo que fue creciendo ante nuestros ojos durante décadas. Poco a poco. En México la corrupción ha implosionado. Son años de ir viendo esas mordidas de saludo a los policías que se toman como tradición pintoresca y van creciendo en corruptelas peligrosas sin ponerles freno, hasta que la mafia se sienta en el propio poder de algunos Estados en los que votan mafia los llamados ciudadanos.

 Y un día la mafia -que ya ha manipulado, extorsionado, ejecutado, aterrorizado- se pasa de lo que se ha ido considerando admisible. 43 jóvenes asesinados (y como si fueran ganado) simplemente porque creyeron que su protesta iba a servir para algo. Muchos mexicanos han saltado hartos de aguantar ¿lograrán algo? Si no es así, la próxima vez la peste de la corrupción habrá avanzado más, tras haber ganado otra batalla.

 En Ferguson,  Estado del Misuri, en el Medio Oeste de Estados Unidos, también ha estallado la sociedad. Corrupción no es solo robar, los funcionarios públicos que incumplen a sabiendas sus tareas también son corruptos y corrompen el sistema. Y matar a tiros a un joven (negro) desarmado y con los brazos en alto y absolver al policía (blanco) que lo asesinó ha colmado el vaso del aguante. De negros y blancos.

 España está muy lejos de esos ejemplos, nos dirán. Lo que ocurre es que no sabemos cuántos grados nos separan todavía. El presidente del partido con Caja B –según el juez-, que se beneficia a título lucrativo de la trama Gürtel –según el juez- y, a la sazón presidente del gobierno de España, afirma que la corrupción no está generalizada. En particular en los políticos que se sientan en el Congreso, a lo sumo “los más del  “y tú más”. Y sus señorías se aplauden. Pero los ciudadanos perciben que cada día salta un escándalo y un prócer del país es pillado con las manos en la masa aunque todos ellos digan que son inocentes palomas que perderían el pico entero antes de traicionar nuestra confianza.

 Estamos hablando de una corrupción que implica a miembros de la Casa Real, partidos políticos -como el PP con inmenso poder en estos momentos-, sindicatos, organizaciones empresariales, la Justicia, los medios informativos. Por lo demás, aquí no pasa nada. Dicen ellos.

 Andan preguntándose estos días si los españoles volverán a votar corrupto. Y en este caso me refiero a alcaldes imputados que una y otra vez son elegidos por sus conciudadanos para desesperación del resto, de las personas honradas que han de padecer esa lacra que trunca el futuro de toda la sociedad.

 Parece mentira siquiera el hecho de que exista la posibilidad de votar corrupto, pero se da y no lo solucionarán las tibias y tramposas leyes de transparencia con la que intentan cubrirse las espaldas. La corrupción se arregla desde el poder. Si es ése el objetivo. Se puede dotar de medios a la justicia y limpiar lacras importantes del sector. Meter en la cárcel, pronto, sin indultos ni prebendas, a los condenados. Sería un medio efectivo para que los ciudadanos corruptos no pudieran votar a políticos corruptos. Un alcalde no puede ejercer desde la cárcel aunque alguna barbaridad similar hemos visto ya.  Jueces para la Democracia, entre otros, denuncia que, por el contrario, no hay medios para impartir justicia en unos tribunales sobrecargados, y que (una vez más)  las medidas que anuncia Rajoy son… mentira. 

No todos los ciudadanos que votan corrupto lo son. El estado de opinión de la sociedad cuenta y España vive en estos momentos una efervescencia de opinión, conviene insistir. Numerosos ciudadanos escuchan o leen que los corruptos no son corruptos o tienen algún atenuante. Y dudan. Y vuelven a votar con su corazón poco formado e informado, tan permisivo. La próxima vez habrá que intentar que abran los ojos, su cerebro y su ética.

 La campaña emprendida contra Podemos, tan desaforada, nos muestra con diáfana evidencia, las aguas turbias en las que se mueve la política y grandes medios del periodismo en este país. Tamaña desproporción solo puede indicar intereses ocultos. Sin duda tienen defectos, la Inmaculada Concepción está en el cielo, según la leyenda sacra. Pero ¿constituyen el principal problema de España a tenor de lo que está ocurriendo? Y ni siquiera es eso solo…

 Con un periodismo responsable y limpio ¿hubiera llegado la corrupción a las cotas que ha llegado en nuestro país? ¿Cuánto trabajo previo faltó? ¿Por qué faltó? ¿Por qué continúan las manipulaciones o los paños calientes? ¿Por qué desvían la atención? Las respuestas son cruciales.

 Hay que volver a mirar afuera y a las trayectorias que llevaron a otros países a ser prácticamente insalvables. A que sea más costosa cada vez la recuperación de la decencia y la democracia. Uno no empieza sentando a la mafia en el poder, a ésa que manda asesinar disidentes. No, así no se empieza. Se empieza tragando. Primero pequeños bocados, después sapos vivos completos, luego lo que echen.

 Hay una ciudadanía que ya no traga. No les ha dado un pronto absurdo, según hacen ver desde el poder. Existen razones. No es una casualidad. Prefieren cualquier opción, antes que la podredumbre que padecemos y con tal empeño manipulador. Cómo termine por canalizarse habrá que verlo, habrá que luchar por encontrar el camino. Cada minuto perdido, eso sí, es un paso atrás.

La democracia en caída libre

Vivimos en un mundo en el que la guerra asesina ciudadanos con gases neurotóxicos, como ha ocurrido en Siria según certifican Médicos Sin Fronteras. No le quita hierro que ocurriera antes, allí probablemente y en otros lugares. Un conflicto que se inició como revuelta popular ante la tiranía de Al Assad y que derivó en enfrentamiento civil. Una conjura premeditada en opiniones que tildan de ingenua la explicación más evidente. Sea como sea en este complejo entramado de intereses y emociones, durante más de dos años la Comunidad Internacional mostró varias veces su preocupación por el conflicto, pero no hizo nada por resolverlo, ni por los miles de muertos, heridos y desplazados. Ahora –ante la gravedad de los intolerables hechos- varios gobiernos planean atacar Siria sin la ONU, dado que la ONU –para nuestro mal- es absolutamente inoperante. Como les parezca. Lo peor es que desde hace tiempo no hay diplomacia, ni juicios, ni presiones económicas disuasorias de quien puede ejercerlas, ni se cierra el grifo al gran negocio que surte armamento, solo se opta por las bombas. En ese mundo vivimos.

Perplejos nos quedamos –algunos- al ver cómo no se considera golpe de Estado a un levantamiento armado del ejército contra un gobierno salido de las urnas, el de Egipto. Ese ejército masacra a la parte de su pueblo que ideológicamente no le gusta, aunque comparta con ella postulados religiosos. Y no se puede intervenir –ni retirando subvenciones de gobiernos extranjeros por lo menos- dado el tinglado que mantienen, como parte fundamental de la economía egipcia,  esas fuerzas armadas con grandes empresas privadas norteamericanas. Y mientras la sangre inunda de nuevo las calles de la destrozada primavera árabe, sale de la cárcel el dictador Mubarak, para que no quepan dudas.

Un mundo en el que el gobierno de EEUU –el país más poderoso aún- espía a otros gobiernos y ciudadanos impunemente. Más aún, con ayudas. La persecución de Edward Snowden, a la que varios países prestaron apoyo fuera de las leyes, resulta muy ilustrativa. El gran delito del espía informático fue –recordemos- divulgar los programas “de vigilancia” de la Agencia de Seguridad Nacional estadounidense que transita por las vidas de cualquiera –en su país y fuera de él- con total soltura. Estamos todos a la intemperie. Menos mal, por cierto, que esto sucede teniendo en la Casa Blanca nada menos que un Premio Nóbel de la Paz. Todo un síntoma.

Todos parecen espiar a todos. Que los ciudadanos se enteren de los tejemanejes, la información, se considera un atentado a la Seguridad, y bien que lo viven en sus carnes Manning y Assange. Agentes de la Inteligencia británica entran en un periódico, The Guardian, a borrar discos duros. Retienen al novio de un periodista como coacción. Todo esto está pasando. Y en la antigua potencia rival -Rusia como cabeza- se puede llegar a pagar con la vida informar y a palos o en ocultamiento la orientación sexual no considerada ortodoxa.

En Europa andamos dilucidando si es lícito y positivo que Alemania nos lleve a todos al pairo. Mientras, su insostenible burocracia no hace otra cosa que emitir comunicados de preocupacióntambién –la eternamente “concerned” UE- ante graves hechos sobre los que debería tomar postura eficaz.

Lo de España es de nota. Siempre significando la diferencia de la caspa pegada a nuestras raíces. Estamos contemplando cómo el presidente se prepara para el curso político y segunda parte de su mandato. Es el mismo que ha elevado la deuda pública como nadie lo hizo en un siglo y aspira -en sus siempre incumplidas promesas-a dejar el paro en 2016 “solo” en un 25 % cuando lo cogió en un insostenible 22,80%. El que ha propiciado el destrozo de la sanidad pública cambiando por completo el modelo lo que puede tener consecuencias de muy difícil reversión. O de la educación. O el que ofrece a científicos y jóvenes la patada en el trasero para que se vayan de España como horizonte profesional y de vida. Y es, por encima aún de ese desastre, el que preside un partido enfangado, a cuyas escaramuzas asistimos como si fueran algo normal. Incluso en este mundo corrompido que vivimos, en muchos otros países Mariano Rajoy estaría fuera del gobierno y su partido obligado a enfrentarse de nuevo a las urnas. En cambio, lo vemos afrontar el futuro como si nada de lo sucedido fuera con él, o con ellos.

No hablemos ya del renacer de la moda franquista –brazos en alto, aguiluchos, loas municipales a los asesinatos de la dictadura- tildados de gracieta. En esa deriva dislocada hacia la ultraderecha un alto cargo del partido en el poder dice  las consecuencias de la  República condujeron a un millón de muertos” y a estas horas sigue en activo. También andan por Europa en similares aficiones a pesar del recuerdo de en qué desembocaron tales prácticas. Estamos tolerando más allá de lo tolerable, mucho más allá.

Suele recordarse como un hito que, en 1972, el presidente de Estados Unidos, Richard Nixon se vio obligado a dimitir por el escándalo Watergate. Por una trama de espionaje y también de corrupción económica. Claro que lo negó previamente. Y se resistió. Y cesó y persiguió a quienes pretendían esclarecer la verdad, por todos los métodos a su alcance. Legales y sucios. Por mucho más, hoy todo está aparentemente tranquilo. En EEUU, en Rusia, en Europa y varios de sus países, en la España del PP.  Un cisco descomunal sin consecuencias.

La diferencia básica entre aquella época y ésta es la sociedad que muestra tan pocos escrúpulos hacia la perversión de la democracia. Si ha aparcado su dignidad, la lógica impele al menos a obrar por egoísmo. En su suprema comodidad e ignorancia no calcula las secuelas que puede tener su actitud.  Cuando su infantilidad haya de enfrentarse a días muy duros. Las protestas en la calle de los setenta en cambio marcaron época. También hubo entonces objetivos comunes, “ingenuos” y algo más descontaminados de visceralidad ideológica.

La segunda, la comunicación masiva con masivos mensajes idénticos. Apenas independiente –particularmente en España- desinforma y surte las ideas que convienen al poder del que participa. Puede que esa ciudadanía amorfa y sumisa sea el resultado del trabajo ejercido por los medios pero cada individuo debería tenerse en más estima y buscar la realidad. Lo que le afecta a él y al bien común. Bernstein y Woodward, los periodistas del Washington Post se encontraron con enormes dificultades para llevar a cabo su trabajo pero finalmente contaron con el decisivo visto bueno de sus jefes. Hoy su periódico acaba de ser vendidos para darle un cambio bien moderno. Gran parte de los restantes en el mundo entero se enfrentan a crisis y créditos que anteponen al ejercicio del periodismo. Eso en el mejor de los casos, la manipulación deliberada es patente en algunos casos españoles.

Pero por encima de todo en el Watergate fue determinante el valor de personas con poder ejecutivo. Jueces, como John Sirica, que no se dejaron sobornar ni intimidar. Que tomaban el relevo de la dignidad cuando Nixon sacrificaba al colega molesto. Y, desde luego, políticos incluso del Partido Republicano que investigaron a fondo en el Senado qué había ocurrido y exigieron responsabilidades. ¿Dónde están hoy en parte alguna cargos con esa actitud? ¿Dónde están en España? ¿Puede ser cierto que todos avalen lo que está ocurriendo?

No hay excusas para lo que nos sucede. Ninguna. Sobre las ruinas de la democracia solo anidará la barbarie.

*Publicado en eldiario.es

Preocupantes derivas autoritarias

Pedro J. Ramírez, director de El Mundo, a cuya «encuesta» anónima y sin rigor alude:

«El 81% de los votantes en EM.es apoya que el ejército haya apartado a los islamistas. La clave: las urnas no lo permiten todo. ¿Entendido?»

Ana Palacio, ex ministra de Exteriores con Aznar, la que se empecinó en difundir por medio mundo las teorías conspiranóicas del 11M en el mismo barco que Pedro J. Ramírez, o la que llegó a decir que invadir ilegalmente Irak nos venía bien para que bajara el precio de la gasolina:

«Hablo con amigos en Cairo. Indignados por el calificativo de «golpe»,argumentan que la democracia es mucho mas que una jornada electoral».

En efecto, las urnas no permiten incumplir el programa de la a a la zeta como ha hecho Rajoy e hizo Mursi en Egipto. Y ante esa situación lo democrático es convocar nuevas elecciones. La democracia tampoco permite -menos todavía, es lo último- que un grupo con armas y ninguna legitimidad para hacerlo, imponga por la fuerza su criterio que es lo que parecen sugerir estos personajes de alta notoriedad. De hecho en España vivimos aún las consecuencias del que perpetró Franco.

O el presidente que nos dejó en herencia Esperanza Aguirre en Madrid, el gran privatizador de hospitales públicos contra viento y marea, que -en otro twit- revive al Fraga más franquista:

La calle es de quien dicen los ciudadanos; y en Madrid han dicho que es del PP.

Todo un demócrata que gobierna para todos, aunque solo lo hayan elegido los votantes del PP. Ah, que ni siquiera ellos le votaron.

Añadamos el papelón que hizo la UE este jueves reteniendo en el aeropuerto de Viena al presidente de Bolivia, Evo Morales, y gracias que a Austria le dejó aterrizar, cosa que no hicieron ni Portugal, ni Francia (con su Hollande y todo, la gran esperanza de cambio de Occidente). España le permitió repostar en Gran Canaria tras un intento de registro del avión, desmentido hoy por Exteriores que dicen se fiaron de la palabra de Morales. Le hacen esto a Obama o Merkel y se organiza la tercera guerra mundial. Buscaban a Edward Snowden por orden de los EEUU del demócrata y premio Nobel de la Paz, Barack Obama. Dedicado a espiar a medio mundo, incluida la UE, busca al delator por el medio que sea.  Ah, y Snowden no estaba allí.

Lo peor, la opinión pública -inducida a aceptar hasta Golpes de Estado o cambios de gobierno al calor de los intereses de rivales políticos apoyados por medios de comunicación- a quien todo esto le parece normal. Vamos, que estamos igual que en los años 30 y ya sabemos cómo acabó. Una sociedad mucho mejor informada y más ética  consintió lo que vino y lo pagó bien caro. Con el ganado que hoy sustenta a estos políticos y estos medios, estamos listos como no se actúe de una vez. Democráticamente, parece que hace falta hasta explicitarlo.

La revolución árabe y las redes sociales

Vivo expectante y emocionada la rebelión que se gesta en el mundo árabe. Por muchas razones. Una de ellas, por cuánto se parece a la que derribó el Muro de Berlín hace poco más de 20 años a la que tuve el privilegio de asistir en directo. Para cuando Alemania del Este, la RDA, cayó, ya lo habían hecho gran parte de sus vecinos: una llama prendió en un reguero sembrado por todo el suelo de influencia soviética, en el corazón de sus ciudadanos sobre todo. Igual está sucediendo en el Magreb primero, en Egipto ahora. Túnez ya ha expulsado a su dictador, mientras hierve Egipto, y se mueven Argelia, Yemen, Jordania…

Todos los muros los derriba el ansia de libertad. Y de justicia. Y de dignidad. Y, también, el hambre o la penuria y la riqueza mal repartida, tan relacionada con los anteriores conceptos. Se está dando una importancia desmesurada a “las redes sociales” en la revuelta árabe. Como os he comentado alguna vez, me encuentro a caballo de dos mundos que quieren hacerse antagónicos sin serlo: “creadores versus internautas”, decía hace nada la ministra de cultura. Como si los “creadores” se comunicaran por señales de humo, escribieran en papiro o elaboraran música con latas. Frente a ellos, los herederos de Luis Candelas, van a ver cómo les chupan la sangre porque todo lo quieren gratis. O se unen en la indignación sorteando censuras. Es muy peligroso esto de las “nuevas” tecnologías. Hay mucha gente, intelectuales incluidos, gobernantes -que es lo que peor- que no entienden Internet, y, como no lo entienden, le tienen miedo. Y temen perder el control. Y extienden su miedo para atemorizar a la población, con el único deseo de no perder su poder.

Cuando cayó el comunismo no había ni móviles, ni casi teléfonos fijos en aquellos países sojuzgados. Pero igual se enteraron sus ciudadanos de qué les pasaba y qué querían hacer. Porque, insisto, hay un deseo irrenunciable cuya carencia se hace insoportable: la libertad. Y con ella, repito, justicia y equidad, dignidad. Y hay, también, otra sensibilidad humana inscrita en los genes que busca comunicarse con los otros, especialmente cuando sufre y ansía, cuando ve una salida.

¿Qué las redes sociales han mejorado la comunicación? Vaya si lo han hecho, de forma portentosa. Por eso quieren coartarlas desde el poder. Menudo riesgo los ciudadanos unidos y hablando entre sí. Pero solo es un instrumento. Empleado por realidades diversas.

En una impagable conferencia que dieron Ramón Lobo, la presidenta de la Casa árabe de Madrid y Javier Valenzuela, para presentar el libro de este último, Javier dijo que las dictaduras se derriban en la calle, con sangre y con muertos –y bien lo están sabiendo tunecinos y egipcios-, no haciéndose “amigo” de tal o cual iniciativa en una página de Facebook. Ahora bien, para comunicarse y unir voluntades es fantástico.

Es la sociedad en Red la que está logrando encontrar resquicios al sistema del atado y bien atado. Wikileaks es un ejemplo. Ciudadanos asiduos de este blog, sin ir más lejos, están intentando también detener la ejecución del embargo de la casa de José Luis Burgos en huelga de hambre contra el Banco de Santander. Sorteando el entramado oficial.

Hace 20 años intuí que tan podrido estaba el Muro de Berlín por su fachada oriental como por la occidental. Acribillado por los mercados neoliberales y todos sus sostenes, ese otro cerco que nos aprisiona engrosó su basura en dos décadas hasta apestar desde lejos, y muestra hoy la inmundicia de sus cimientos. Llegará también el día en el que sus víctimas reaccionarán. Es nuestra hora. Con redes sociales o con tambores de montaña a montaña. Es que, normalmente, los humanos con dignidad la reivindican, más pronto o más tarde.

Jóvenes ¡Feliz indigencia!

Joven, el día en el que cumplas 26 años y medio (curioso aniversario) se acaban tus posibilidades de jubilarte a los 65 años cobrando la pensión íntegra, si no tienes un contrato fijo y de por vida. España dobla la tasa de paro de la UE y lidera el desempleo en todos los tramos de edad. Resulta que depende de cada organismo fijar qué es ser joven, de modo que hay una nebulosa entre los 25 y los 35 años de la que apenas existen datos. La horquilla de cifras baila entre el 15 y el 30% de paro en esa edad. Y sí sabemos que por debajo de los 25 hay ya un 43,6% sin empleo, que ha subido casi 4 puntos en un año. Añadamos una precariedad laboral del 30%, también la mayor de la UE, y esos contratos temporales tan majos que no computan para nada. Y por unos sueldos estupendos que ni llegan en muchos casos al salario mínimo, tan mínimo, que solo Portugal, Grecia y algunos país del Este los tienen tan bajos.

Durao Barroso, a la sazón uno de los presidentes de la UE (que suele tener 3 al mismo tiempo), está muy preocupado por los datos de España, mientras impulsa –como todos sus colegas- políticas neoliberales que agravan la situación. El gobierno también padece honda inquietud por esa lacra que sufre nuestro país. Y arbitra medidas que no dan muchos resultados efectivos, pero en lo que realmente se apresura con ahínco es en fijar reformas de pensiones leoninas, y mermas laborales, porque hay que tranquilizar a los mercados. Quien más sufre sin embargo es todo el PP privatizador y neoliberal cum laude.

El despertador es un trasto inservible en el día a día, y la hora de levantarse depende de cuánto tiempo se quedó uno ante el televisor o el ordenador la noche anterior. A temporadas se intenta enviar curriculums, o acercarse a las colas de las oficinas de empleo (o desempleo). Por supuesto uno no puede disponer de su propia casa, ha de vivir con los padres o compartirla con compañeros. En Suecia, por ejemplo, los jóvenes se siguen emancipando en torno a los 20 años. Todos los países de nuestro supuesto nivel andan por cifras del 5% de paro en este tramo.

El resucitado Jesús Caldera dijo el otro día en una tertulia que los parados españoles no se tiran a la calle con metralletas –es un decir- “porque existen redes sociales”. Sí, la familia, como en los países subdesarrollados, ultraconservadores y totalitarios. España está también, 7 puntos por debajo de la media del gasto social en Europa. Lo único cierto es que el PSOE sí ha subido la inversión en este asunto que al PP le importa un pito -así lo ha demostrado-

Los jóvenes de Túnez y Egipto están en la calle derribando dictadores y “sistemas”, porque sienten que les han robado el futuro. Si queréis más datos, Javier Valenzuela, los aporta a diario, y también en su reciente libro. La UE cómplice calla ante la revuelta no le vayan a desmontar el chiringuito a sus amigos inversores.

Querido joven desconocido, queridos jóvenes familiares míos también, a vosotros también os han robado el presente y el futuro. Ni trabajo, ni pensiones, ni casi vida propia. Si no reaccionáis -porque tiene solución-, no me queda sino desearos una feliz indigencia.

Hace varias décadas, a mí me sirvió esta canción

Bob Dylan – The Times They Are A-Changin’

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