Enrique Meneses, espíritu libre, periodista único

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Decía que “por su sangre corría tinta… y un poco de whisky”, en sus últimos años discurrieron también los bits de Internet, siendo uno de los pocos periodistas de su edad que se apuntó con pasión a la tecnología. Ha muerto Enrique Meneses, la concepción más romántica y esforzada de nuestra profesión y un espíritu luchador y libre como pocos he conocido.

«La vida profesional de Enrique Meneses englobó en un solo periodista dos eras de un oficio: la antigua época de las máquinas de escribir y la contemporánea de las tecnologías de la información. Su primera nota la escribió en aquellos tiempos pretéritos, en 1947, el día de la muerte de Manolete. Y sus últimos textos y comentarios periodísticos los rubricó en pleno siglo XXI en su blog personal y en su cuenta de Twitter«, dice su necrológica en El País. Todas hablan, desde luego, de aquel arrojado español que se plantó en Sierra Leona en 1958 para cubrir la revolución cubana al lado de Fidel Castro y el Ché Guevara. De sus múltiples hitos que pasaron por las revistas Life, Paris-Match, por TVE, donde creó el mítico programa de reportajes “A toda plana”. Pero una vida como la de Enrique Meneses no cabe en ninguna reseña.

Impulsó hasta última hora nuevos proyectos con periodistas jóvenes. Javier Barrera y Rosa Jiménez Cano a la cabeza de su admiración y apoyo. “Enrique Meneses fue una persona indómita. Completamente indomable. “No recuerdo haber ido jamás a una rueda de prensa en sesenta años de profesión”, nos explicó más de una vez a los 1001 Medios, laboratorio que contribuyó a formar desde el primer momento, en 2009”, escribe con un nudo en la garganta Javier. Por ese contacto y entrega de Enrique Meneses a mantener el espíritu del periodismo auténtico, muchos le conocen cuando sus coetáneos le olvidaron y sobre todo beben en las fuentes de lo que debe ser esta profesión de servicio público. Sin cesar invitaba a emprender aventuras, a no acomodarse en una silla y un ordenador. A salir a la calle, ver y contar.

Pero, de cualquier edad, conocerle era… amarle y admirarle. Georgina Cisquella, colega de RTVE, impulsó un magnífico documental sobre su vida, cuyo título no nos gustaba (ni a ella, ni a él) pero plasmaba a la perfección quién era este hombre único: Oxígeno para vivir. De la generación Mágnum a la generación 2.0.

Porque, sí, demasiado tabaco nubló sus pulmones y llevaba 12 años atado a las botellas de oxígeno y a una silla de ruedas. No por ello dejaba de viajar y dar conferencias, siempre brillantísimas. Encandilando a la audiencia. Aun con  el cáncer que llegó después, años de tandas de quimioterapia que decidió suspender. Nunca perdió las apasionadas ganas de vivir, solo comprendió al final que había perdido esa partida.

Inteligente, agudo, chispeante, un punto coqueto, acogedor, indómito –como escribe Javier-, divertido, su vieja casa de la Ciudad de los Periodistas en Madrid se llenaba mil veces de cables para seguir difundiendo cómo veía el periodismo y la sociedad. De charlas jugosas con periodistas de todas las edades. Su blog es una fuente de conocimientos.

La última vez que hablamos y le anuncié que pronto iría a verle, me dijo: Como tardes mucho, me habré muerto. Y no le creí. Me dolía infinito verle en esas penurias aunque a él no le doblegaban. No estaban a su altura. Se va un día de niebla espesa. Con un país que se desmorona y nos encoge aún más el corazón. Él tuvo una vida plena. Contra la corriente. Contra la adversidad. A favor de la vida, del periodismo que cuando atrapa impregna cada poro de cuerpo, piel y neuronas. Él fue feliz: le llenaba lo que hacía. Y hay algo en la tristeza por su muerte que se alivia pensando que Enrique Meneses hizo lo que quiso hasta el final.  Prefiero recordarle con una sonrisa. Fue un privilegio conocerle y aprender de él.

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En agosto sí hay noticias

Forges en El País

 

Rajoy, desde su silente descanso, ha desplegado a sus lugartenientes para avivar conflictos y sacar réditos políticos exacerbando los sentimientos primarios de los ciudadanos (que es la genuina definición de la demagogia). Según González Pons, se vive casi un clima bélico en Melilla y la culpa es ¿adivinamos? De Zapatero. Un periodista único, testigo presencial durante décadas de lo que allí ocurre, Enrique Meneses, da todas las claves de un problema, que no surgió ayer,en un artículo que concluye:   

“Nadie se ha querido parar a pensar que el rey alaouita tiene que tratar con mucho tiento el latente independentismo bereber”.   

Una última hora de la SER anuncia que José María Aznar se va a plantar en Melilla con un par… 

El agosto griego   

Javier Valenzuela nos enseña en una brillante Cuarta Página de El País, cómo debemos poner nuestras barbas a remojar. Entresaco el meollo, pero es un goce leer el texto completo por su gran calidad. Y por su carácter ilustrativo.   

«En 2009, a causa de la crisis financiera internacional, Grecia ya perdió un 10% de sus ingresos turísticos. Fue un duro golpe para un país en el que uno de cada cinco trabajadores -y el 18% del PIB- depende de ese sector. Pero lo peor estaba por venir. A lo largo del pasado invierno se supo que el déficit público y la deuda nacional de Grecia eran de dimensiones descomunales. Peor aun, Atenas había estado engañando durante años a Bruselas a la hora de presentar sus cuentas. Se desencadenó así un periodo de turbulencias en los mercados financieros internacionales y de ataques contra la cotización del euro.   

Recién llegado al poder, el Gobierno socialista de Yorgos Papandreu tuvo que adoptar medidas urgentes de austeridad para paliar la desastrosa herencia dejada por su predecesor, el derechista Kostas Karamanlis. Como es habitual en el sistema capitalista, tales medidas (reducir los ingresos de asalariados, funcionarios y pensionistas; alargar la edad de jubilación; abaratar el despido; subir los impuestos indirectos; disminuir los servicios públicos; privatizar lo que quede de patrimonio nacional) se centraron en los más débiles, en los votantes de Papandreu.   

Pero Grecia, la tierra de Mikis Theodorakis, es un país con corazón de izquierdas (y no solo socialdemócrata; comunistas y anarquistas tienen aquí más peso que en otros países europeos), así que no tardaron en llegar huelgas y manifestaciones. Algunas de ellas, las más violentas, fueron noticia internacional y provocaron el aluvión de cancelaciones.   

A decir de muchos griegos, las protestas están siendo menores de lo habitual en este país (menores, por ejemplo, que las provocadas en diciembre de 2008 por la muerte de un estudiante a causa de un disparo policial). Pesan tanto un sentimiento colectivo de resignación como la idea de que es injusto cebarse en Papandreu (como escribió el profesor Guy Burgel en Le Monde del pasado 6 de marzo, «no es fácil ser de izquierda y predicar la austeridad a los que ya son pobres, aunque sea para corregir la ineptitud y la corrupción de un anterior Gobierno de derechas»)».   

El día en el que se privatizó la guerra   

  Desarrollo el tema en www.escolar.net, a partir de la noticia puntual:   

Karzai, el presidente que, en todo el mundo, menos manda en su propio país –Afganistán- (a salvo del que ocupa la presidencia del llamado gobierno transicional de Somalia), ha dado una patada a la mesa y concedido 4 meses de plazo para que abandonen Afganistán las “empresas de seguridad” que allí operan. Un eufemismo –uno de tantos- que esconde a auténticos mercenarios de la guerra. ¿Qué han hecho para que un débil presidente adopte tan drástica medida que le enfrenta a EEUU? Son 40.000 efectivos. De 52 empresas diferentes. Y Karzai argumenta que han causado “incidentes trágicos y horrorosos“.   

Hay más. El goteo constante de corrupción desvelada en el partido del «todo se rompe y es culpa de Zapatero«.  Su magnitud asombraba a los propios autores.    

Los dejados de la mano ¿del sistema? Hoy en Pakistan.   

Y no nos olvidemos que Garzón sigue imputado, fuera del cargo y de España.   

Vergara en Público

Doblar el cabo, un viaje a la madurez

Me pide Gabriel que hable en el blog de los ancianos, que le ayude en su loable empeño de mantenerlos activos e ilusionados. Y… yo tengo un problema con ese asunto. Cada día contemplo el paso del tiempo en los rostros, cuerpos –y en algún caso en las mentes- de personas que conozco, y no lo encajo. Ver al lúcido Antonio Mercero –y a tantos otros- convertidos en bebés, me produce una pena infinita. Qué decir del brillantísimo -y tan injustamente tratado- Adolfo Suárez.  Y de tener que despedir para siempre  a personas que quieres, o aprecias, o valoras. No entiendo la injusta cinta sin fin que nos va arrojando al abismo para hacer sitio, y mucho menos el deterioro como guinda al pastel. Posee un cierto equilibrio sádico: la cinta no se para, a todos toca antes o después, aunque durante gran parte de la vida parezca algo muy lejano. Para eso, como consuelo, inventó la mente humana la fantasía de otra vida sobrenatural. Doblar el cabo, un viaje a la madurez. Era el título de uno de mis primeros libros que la desquiciada editorial dejó… en otra cosa. Me preocupaba ya el tema. A las mujeres nos obligan a envejecer desde los 35 años.

Aunque las mujeres, como digo, nos vemos más afectadas en la consideración social al envejecer, todos los seres humanos parecen ser víctimas de un virus maligno cuando llega el mediodía de la vida, la hora de doblar el cabo, entre los 40 y los 50. Nos ha tocado la peor época posible para ser maduros: vivimos en el reinado de la juventud y la belleza, aunque luego se fustigue a sus poseedores con toda suerte de trabas y carencias.

Tras el regalo que trajo el desarrollo de prolongar la juventud, o con más precisición, detener la vejez, en cuanto asoman arrugas y canas se nos arrincona en el gueto de los fósiles. Los psicólogos decían que a esa edad es cuando suelen abandonarse los sueños. Soportamos un tiempo, sin embargo, en el que nadie parece tenerlos. Puede que sean más vibrantes todavía en aquellos hijos del rock and roll y la represión, afanados en luchar y construir contra todas las dificultades.

Betty Friedan, en «Las fuentes de la edad», se hacía una pregunta interesante: “¿Por qué el ser humano es la única especie que tiene un período de vida tan largo, de 20 a 30 años, después de la etapa de la reproducción? ¿Es la vejez un accidente o un avance evolutivo? ¿Y por qué unas personas, después de los sesenta, continúan tan jacarandosas y otras andan decrépitas y asustadas?» La lotería de la salud (física y mental) escasea sus números de la suerte conforme avanzan los años, se tienen más enfermedades y achaques. Pero parece cierto que los intelectuales suelen mantener su capacidad de raciocinio hasta edades muy prolongadas. No siempre, no es regla fija.

El escritor José Luis Sampedro es un anciano joven, lúcido y luchador. Acaba de cumplir 93 años y continúa haciendo alegatos contra todas las injusticias, sigue poniendo su fama y su prestigio en una serie de causas que regala a los que seguirán en la búsqueda de un mundo mejor.

Tengo algunos referentes más. La madre de mi amigo Juanjo, de 94 años. Compra, cocina, cose, corta patrones, y piensa y razona con enorme perspicacia. Y Miguel Cruz. Él no lo sabe, pero cada vez que voy a nadar le busco, porque verle me reconforta. Le entrevisté para un reportaje –premiado- sobre “Un cuerpo para toda la vida”. Así supe de él, no suele relacionarse con nadie. Deben ser 92 años los que tiene ahora. Cada día toma su autobús, va al gimnasio, hace pesas, va al agua siguiendo un medido ritual. Camina ligero y seguro. Es catedrático emérito de Historia del pensamiento islámico, y me cuenta que de vez en cuando aún le llaman para dar conferencias. O Enrique Meneses con un alma luchadora y el periodismo puro en la sangre que obvia las limitaciones de su salud. Mi querido José Antonio Rodríguez, más joven que éstos, rodeando el mundo y saboreando paraísos ignotos, como un chaval… sabio.

Son muchos, ahora que lo pienso. Cada vez más. En general, la llamada tercera edad ha sido rescatada del olvido y el arrinconamiento, exprime el jugo de los días e incluso se lanza a repescar el amor que la tradición les niega. Todos ellos viven como quieren vivir, saboreando la vida hasta el último día. Aunque no dejo de pensar, como tantos otros, que “envejecer es una putada” a la que hay que echar filosofía. Es mejor estar que no estar. Casi a eso se reduce.

“¿Qué queda? Más música, más libros, más ideas, más afectos”, me respondió un día George Moustaki. O Manuel Vicent, en el mismo reportaje que Cruz: “Para mi ser joven es simplemente tener una salud aceptable, según la edad, y sobre todo tener proyectos, proyectos que no sean darle migas al canario en un parque, ni jugar a la petanca, proyectos aportativos, que te levantes con una idea de que estas aportando algo positivo a la sociedad”.

Desde hace algún tiempo prefiero el otoño sobre todas las estaciones, y agradezco cuando –como ahora- nos lo regala la primavera. Lluvia apaciguadora, frescor en la cara, la experiencia del tiempo transcurrido, la -siempre incierta- promesa del futuro. Apuntalando las alas si es preciso, porque, con ellas quebradas, no se puede volar. La sabiduría como savia para engrasarlas. Pero… todavía no lo asumo.

SATURNO

Es adusto y es taciturno

Dueño del tiempo, tiempo cruel

Nombre hermoso el de Saturno

Pero es un dios, cuidado con él.

Y si el tiempo al seguir su rumbo

De vez en cuando al descansar

Se entretiene matando rosas

Es por matar tiempo sin más.

Y hoy a ti te tocó mi amada

Pagar el pato de su crueldad

El tiempo no perdona nada

Y en tu pelo una cana más.

Los poetas todos cantaron

Las flores del tiempo otoñal

Cuando te miro, yo proclamo

Flor de mi dicha, que es verdad.

Ven otra vez, mi amor, mi vida,

Ven, vamos juntos al jardín,

A deshojar la margarita

Del veranillo de San Martín.

Si tú eres la preferida

Que pase el tiempo que más da,

Deja a Saturno vivir su vida

La nuestra en nuestro amor está

Y las mocosas de hoy en día

Por mi pueden irse a pasear.

Quién mejor la cantó fue su autor: George Brassens (no permiten insertar el vídeo directamente).

Tertulia de Enrique Meneses y 1001 medios

Me invitaron a charlar. En casa de Enrique Meneses, historia del mejor periodismo y uno de los pocos que -tras esa dilatada carrera- sabe ver el presente y el futuro, tanto de los medios como de la vida, con total clarividencia. Con él, los esforzados componentes de 1001 medios, periodistas jóvenes con el inconfundible espíritu que debe imbuir a quienes ejercen esta profesión, con entusiasmo además, buscando innovar. Una delicia de tertulia. Carmen Ibañez, Rosa Jiménez Cano, Paco Torres y Javier F. Barrera. Estamos en buenas manos.

En el primer enlace está el avance. Eso que ellos llaman «teaser» y nosotros «trailer». Después una foto, y finalmente la tertulia completa en audio. De cualquier forma en su página podéis ver y oír todo, y con más fotos.

1001medios: Tertulia con Rosa María Artal from Rosa Jiménez Cano on Vimeo.

Más democracia

El cirujano de hierro, como otras entradas del blog, ha suscitado un enconado debate en los comentarios, aunque –también como es habitual- templado y, en mi opinión, enriquecedor. Una evidencia diáfana: no nos gusta “el sistema”. Con mayor o menor fortuna, la mayoría lo expresamos así, en un continuo cuestionamiento de cada postulado que es lo que caracteriza el pensamiento crítico. Ése que con tanto ahínco se combate porque es el que puede lograr cambios.

Es cierto que la sociedad tiende al maniqueísmo en todos los niveles, rojos y azules, buenos y malos. La constatación de la realidad se convierte en ataque que procede del bando contrario, todo es subjetivo. Y no es cierto: ahí están cada día los abrumadores datos del desastre –y no sólo del desastre-. Lo peor es que la crítica al sistema de los ingenuos, de los independientes, de los seres libres, es utilizada a menudo por los medios organizados para arrimar el ascua a su sardina. Hay quien quiere, desde luego, desestabilizar el sistema para hacerse con su control y utiliza a los descontentos. Estimo que muchos aquí lo que pretendemos es mejorarlo, estimulando con la constatación de los errores su solución.

Un preso político cubano, Orlando Zapata, ha muerto en una cárcel de La Habana, tras 85 días en huelga de hambre. Fue capturado en 2003 en una redada que condenó a 75 opositores a largas penas. Nos cuentan periodistas de toda solvencia que Orlando, de 42 años y raza negra, ni siquiera pertenecía a ese grupo, era un espíritu libre que se rebeló contra las injusticias. La diplomacia no ha logrado nada para esa aberración dictatorial que encarcela las ideas y Orlando Zapata ha fallecido el mismo día en el que el meritorio Lula llegaba a Cuba, en apoyo al régimen.

China, la dictadura comunista/capitalista, es el sistema al que mira de reojo el neoliberalismo para lograr mayores beneficios económicos. Las autoridades chinas sojuzgan a más de mil millones de personas. El país ostenta el record de ejecuciones del mundo con más del 80% del total. Pero también hay rebeldías que, de momento, se siguen castigando con la  muerte.

Le sigue en el ranking precisamente Irán, otro país que ha saldado con pena capital las protestas a sus elecciones fraudulentas. Y el poder económico no osa meterse ni con China ni con Irán.

Y sin embargo desde democracias establecidas tenemos todo el derecho a quejarnos de cómo funcionan. Estamos en el mismo barco y no clonados. El Muro de Berlín me enseñó que nada ni nadie puede enclaustrar eternamente la libertad, y la historia de la Humanidad que tampoco se puede mantener sine die la injusticia. “Ningún imperio ha pervivido, decía mi querido José Luís Sampedro, las revoluciones las hacen los pequeños”. Llegan los hachazos de la eterna Edad Media, es verdad, pero la humanidad termina por ir hacia delante. Al menos, por desbordar los controles.

Vivimos momento críticos, en mi opinión y en la de muchos de vosotros, sobre todo por esa sociedad autocautiva que no reacciona. Pero por primera vez estamos comunicados, somos «Ciudadanos en Red”. Por eso los poderes se empeñan con tanto ahínco en cercenar la vía de Internet. Los españoles ya dedican más horas a Internet que a la controlada (para el sistema) televisión. Lo grabamos el otro día para “1001 medios” con Enrique Meneses. El maestro recordaba el baldío intento de encerrar en las manos la arena del desierto en la que, pese a todo, tantos se han empeñado.

Más democracia. Es la única solución posible. La real, la de la participación ciudadana, la del control social de unos políticos que parecen haber olvidado de donde vienen, por qué y para qué. Y confianza en nuestra fuerza, que no nos autoderrote el desánimo por la tarea pendiente. Centrados en el fondo, no en la hojarasca con la que, continuamente, pretenden distraernos.

El paro, la madre del cordero

A punto de cumplir un año en el cargo, Obama ha perdido 20 puntos de popularidad. Los periodistas nos cuentan que, aunque la recesión se está deteniendo, “todavía no se ha traducido en una creación de empleo”. Zapatero es el presidente que “más parados tiene de toda la UE”, repiten también machaconamente. Él solito creó la burbuja inmobiliaria española casi cuando iniciaba su estrellato político en la oposición al gobierno del PP, cuya ley de liberalización del suelo abrió la barra libre de las construcciones anárquicas –que, por demás, llevaban ya su tiempo de alegre festejo-. Por cierto, gracias al paisaje que nos han dejado, cada vez vienen menos veraneantes extranjeros. La burbuja turística que anuncio desde hace tiempo, también será culpa de Zapatero, quien –pico, pala, grúa y hormigonera- se construyó en sus ratos libres, esa desastrosa mole de cemento que cubre nuestras playas.

A lo que íbamos ¿Pueden Obama y Zapatero empleo? Si dispusieran de empresas estatales sí podrían hacerlo, pero dependen de otros. De un diseño económico cuyo cambio nadie se atreve a afrontar. Vamos, no “figura en las agendas” siquiera.

Mientras el periodismo oficial vende una versión, los estudiosos de la economía buscan brechas mediáticas para alertarnos. Veamos, el capitalismo sufre crisis de vez en cuando. Pero, oh maravilla, en la recuperación de cada una de ellas se reduce prácticamente a la mitad la creación de empleo y, también, el poder adquisitivo de la mayoría. Y ¿os lo podéis creer? Los beneficios empresariales aumentan. Quien mejor lo cuenta es el profesor Viçens Navarro, de cuyo reciente artículo en Público -al que he remitido varias veces-, destaco este dato:  «los beneficios empresariales, que habían subido un 7,4% al año durante el periodo 1950-1975, se incrementaron sustancialmente, alcanzando un 10,8% durante el periodo 2001-2007». (Antes ha dado las cifras de la destrucción de empleo).

¿Qué ocurre cuando “las rentas del trabajo disminuyen” y no se “reactiva el empleo”? ¿Qué ocurre cuando disponemos de menos dinero para vivir y un gran número de trabajadores se encuentra en paro? Que disminuye la demanda, el consumo. Y eso tiene sus consecuencias: “la ralentización de la demanda ha contribuido a la baja producción de empleo y al decrecimiento de la economía llamada productiva (es decir la economía donde se producen y distribuyen bienes de consumo), siendo esta sustituida por la economía especulativa basada en el capital financiero (es decir, en los bancos)”, sigue diciendo Navarro.

¿Qué motivos tenemos para pensar que se ha producido una “inflexión de esta tendencia”? Ni uno. En consecuencia, si cada crisis del sistema capitalista se salda con una menor recuperación del empleo, y un aumento del tráfico “de aire” que enriquece a quien lo practica ¿se va a crear empleo? Pues ni de coña, si me permitís la expresión.

Añadamos en España esa riqueza cultural, tan nuestra, la “picaresca”, que nos lleva a ser los líderes europeos -y a gran distancia- de la economía sumergida. El maestro Enrique Meneses remite a un viejo estudio aquí: “Tenemos casi cuatro millones y para que el número sea más abrumador se niega la existencia de economía sumergida. Hace unos veinte años tuve en mis manos el estudio de un catedrático de sociología, de Salamanca o Valladolid, no recuerdo bien, que señalaba entre un 25 y un 30% de masa laboral que trabajaba fuera del control del gobierno”. Y borda a continuación una reflexión que mejoraría algo las cosas: “La confianza que inspira Gordon Brown no parece alcanzar los tobillos. Descartado el Reino Unido, pasemos a Alemania. Ángela Merkel, presidenta de la Unión Demócrata-Cristiana (CDU), ejemplo favorito de Rajoy y del PP a la hora de echar en cara a ZP no aplicar las fórmulas del mismo capitalismo que ha producido el hundimiento económico mundial, gobierna un país donde el ladrillo ocupa un puesto insignificante y las exportaciones de maquinaria con tecnología de alta calidad y valor añadido es la base de su riqueza. Véanse el número de marcas de automóviles alemanas y compárense con las que tiene la “España de Zapatero”.” (…) “Francia, aunque en menor medida que Alemania, también depende de sus exportaciones industriales y de marcas de automóviles propias. Existen muchas empresas en las que aún manda el gobierno y tiene unos sindicatos super reivindicativos. ¿Liderar la Unión Europea? ¿Quizá la Italia de Berlusconi podría ser la Roma de César?”

Beneficios millonarios para nuestros ricos que apenas pagan impuestos (un 1% las SICAV), negociar con el aire y no con la producción, empresarios que no invierten en futuro. Y unos pocos datos significativos que extraigo de mi libro: “Algunas empresas españolas triunfan fuera –Zara, Telefónica, los Bancos y los Clubes deportivos- pero apenas hay un centenar reconocidas internacionalmente, nuestras estrellas económicas representan un 2% de las marcas mundiales. Sólo hay tres entre las 100 grandes compañías mundiales. La primera en aparecer en la lista Forbes, es el Banco de Santander, que figura en el puesto número 58. Telefónica está en el 76 y Repsol YPF, en el 92”. Telefónica, Repsol, aquella Argentaria que hoy engrosa el BBVA –a quien tampoco le va mal-. ¿No fue aquello que vendió Aznar? Todos los gobiernos del mundo lo hacían, digamos en justicia. Y, a los pobres que no se dejaban, les obligaba el FMI. Que le pregunten al depauperado Haití cómo la liberalización del comercio, decretada para ellos por el FMI, les situó en casa cereales más baratos estadounidenses -dado que estos estaban subvencionados por su gobierno- que los que producían ellos. Y tuvieron que abandonar los campos y marcharse a la caótica Puerto Príncipe a mal vivir. Y encima con gobernates corruptos.

Con todo, Obama y Zapatero sí pueden hacer algo por crear empleo: empresas públicas bien gestionadas que aporten puestos de trabajo y compitan en el libre mercado. Si el libre mercado es el marco, juguemos en él pero en igualdad de condiciones.

Actualización:

  Y entretanto una nueva constatación de la misería salarial española.

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