Decía que “por su sangre corría tinta… y un poco de whisky”, en sus últimos años discurrieron también los bits de Internet, siendo uno de los pocos periodistas de su edad que se apuntó con pasión a la tecnología. Ha muerto Enrique Meneses, la concepción más romántica y esforzada de nuestra profesión y un espíritu luchador y libre como pocos he conocido.
«La vida profesional de Enrique Meneses englobó en un solo periodista dos eras de un oficio: la antigua época de las máquinas de escribir y la contemporánea de las tecnologías de la información. Su primera nota la escribió en aquellos tiempos pretéritos, en 1947, el día de la muerte de Manolete. Y sus últimos textos y comentarios periodísticos los rubricó en pleno siglo XXI en su blog personal y en su cuenta de Twitter«, dice su necrológica en El País. Todas hablan, desde luego, de aquel arrojado español que se plantó en Sierra Leona en 1958 para cubrir la revolución cubana al lado de Fidel Castro y el Ché Guevara. De sus múltiples hitos que pasaron por las revistas Life, Paris-Match, por TVE, donde creó el mítico programa de reportajes “A toda plana”. Pero una vida como la de Enrique Meneses no cabe en ninguna reseña.
Impulsó hasta última hora nuevos proyectos con periodistas jóvenes. Javier Barrera y Rosa Jiménez Cano a la cabeza de su admiración y apoyo. “Enrique Meneses fue una persona indómita. Completamente indomable. “No recuerdo haber ido jamás a una rueda de prensa en sesenta años de profesión”, nos explicó más de una vez a los 1001 Medios, laboratorio que contribuyó a formar desde el primer momento, en 2009”, escribe con un nudo en la garganta Javier. Por ese contacto y entrega de Enrique Meneses a mantener el espíritu del periodismo auténtico, muchos le conocen cuando sus coetáneos le olvidaron y sobre todo beben en las fuentes de lo que debe ser esta profesión de servicio público. Sin cesar invitaba a emprender aventuras, a no acomodarse en una silla y un ordenador. A salir a la calle, ver y contar.
Pero, de cualquier edad, conocerle era… amarle y admirarle. Georgina Cisquella, colega de RTVE, impulsó un magnífico documental sobre su vida, cuyo título no nos gustaba (ni a ella, ni a él) pero plasmaba a la perfección quién era este hombre único: Oxígeno para vivir. De la generación Mágnum a la generación 2.0.
Porque, sí, demasiado tabaco nubló sus pulmones y llevaba 12 años atado a las botellas de oxígeno y a una silla de ruedas. No por ello dejaba de viajar y dar conferencias, siempre brillantísimas. Encandilando a la audiencia. Aun con el cáncer que llegó después, años de tandas de quimioterapia que decidió suspender. Nunca perdió las apasionadas ganas de vivir, solo comprendió al final que había perdido esa partida.
Inteligente, agudo, chispeante, un punto coqueto, acogedor, indómito –como escribe Javier-, divertido, su vieja casa de la Ciudad de los Periodistas en Madrid se llenaba mil veces de cables para seguir difundiendo cómo veía el periodismo y la sociedad. De charlas jugosas con periodistas de todas las edades. Su blog es una fuente de conocimientos.
La última vez que hablamos y le anuncié que pronto iría a verle, me dijo: Como tardes mucho, me habré muerto. Y no le creí. Me dolía infinito verle en esas penurias aunque a él no le doblegaban. No estaban a su altura. Se va un día de niebla espesa. Con un país que se desmorona y nos encoge aún más el corazón. Él tuvo una vida plena. Contra la corriente. Contra la adversidad. A favor de la vida, del periodismo que cuando atrapa impregna cada poro de cuerpo, piel y neuronas. Él fue feliz: le llenaba lo que hacía. Y hay algo en la tristeza por su muerte que se alivia pensando que Enrique Meneses hizo lo que quiso hasta el final. Prefiero recordarle con una sonrisa. Fue un privilegio conocerle y aprender de él.