España, una, disoluta, corrupta y en venta

La tragedia se consumó. Artur Mas, el presidente catalán, firmó su desafío soberanista. Y no solo eso, deja el destino de Cataluña en manos de la movilización callejera, una Lluita de Carrer, emparentada, quién sabe, con la Kale Borroka. Se rompe España, la hora de activar el Estado de Derecho para tumbar al agresor de la unidad patria. El nacionalismo español salta en todo su apogeo. Con las luces del alba del día posterior a la firma del decreto catalán, Rajoy nombra centinela de la bandera nacional, para su custodia y respeto, a Soraya Sáenz de Santamaría.  La vicepresidenta del gobierno lo había dicho bien claro: Todos estamos sujetos a la ley, sin ley no hay democracia. Por eso activamos tan a menudo la máquina de fabricarlas. El PSOE apoya al PP porque, como ya declaró Pedro Sánchez, la deriva soberanista catalana es el principal problema de España. Consejo de ministros extraordinario. Rajoy comparece y cita 16 veces la palabra “ley”. El Tribunal Constitucional suspende la consulta por unanimidad en apenas hora y media. Tras tardar años en otras resoluciones, su politización aguda actual le presta inusitados bríos para dictaminar con la máxima celeridad.

Una España sin fisuras. Una democracia modélica. Un Estado de Derecho para enmarcar. Lo curioso es que acabamos de saber que la prostitución, el juego y las drogas han elevado el PIB español en más de 26.000 millones de euros. No es que se haya producido un súbito aumento de la actividad, sino que el gobierno los ha sacado del armario. Les ha aplicado una amnistía moral, para entendernos. Por necesidades contables.  El Instituto Nacional de Estadística (INE) los computa desde ahora como actividad económica. Se incluyen aquí, por supuesto, el contrabando de drogas, juego ilegal, trata de personas para su explotación sexual, coacciones y lo que haga falta, sexo a cambio de dinero, tal cual.

 Prostitución, juego y drogas, no parece que sea precisamente como los mazapanes y yemas que tan dulcemente elaboran las monjas del Monasterio de Santa Clara. Son actividades en su mayoría ilegales. Todavía. Siempre se puede dictar una ley para limpiarlos, dado que ya se les ha exonerado de culpas en la economía. Tal es así, que los catalanes que se sienten agraviados cuando el feroz ultranacionalismo español les llama hijos de puta, deben pensar que en realidad es un elogio. Y quien dice los catalanes, los antisistema, homosexuales, feminazis o periodistas que odian -de forma sectorial o simultánea- al PP, al PSOE y a los ultraliberales. Están hablando de uno de los sostenes –dicho sin doble intención- del país. Económico, insisto. Menudo dilema tienen ahora jueces y policías: detener a un proxeneta atenta contra el PIB.

 Y luego está “lo otro”. Las cajas B de dinero procedente de donativos de empresas que luego suscriben contratos públicos y la interminable cadena de mangancias que vemos a diario hasta anestesiar a buena parte de los españoles. Todos sujetos a la ley, sin ley no hay democracia. Perocuando recusan al juez que inicia la causa de la Gürtel (Baltasar Garzón) que, casualmente, va a dar con sus huesos fuera de la Audiencia Nacional, es porque les tiene manía. Y borrar los discos duros de los ordenadores de Bárcenas, un puro afán de colaboración con la justicia que no tenga que molestarse en analizarlos.

 Está España tan pringada de corrupción –véase también la Andalucía de los EREs- que los pobres próceres nuestros ya no se aclaran. Oigo a Artur Mas – el enemigo de la unidad de España, precisamente, sí-  decir que él cree no ser corrupto, aunque uno nunca sabe si comete algún error. La mayor parte de los humanos sí notaríamos si le estábamos robando a alguien la cartera, pidiendo comisiones a las empresas a las que por ello favoreceríamos en las contrataciones, evadiendo dinero a los paraísos del ídem y minucias de ese calibre.  Hombre, Artur, estas cosas se notan. Siempre que uno no esté muy ocupado rompiendo España, igual es eso.

 España, una, disoluta, corrupta… y en venta. No, no es un ataque a las esencias patrias, es todo lo contrario: una exaltación de sus nuevos valores. El PP se está puliendo, también, todo nuestro patrimonio público con una presteza que ya querríamos para crear empleo. Todo ha caído bajo la mano demoledora de esta empresa, el PP, tanto en su sede central como en las delegaciones territoriales. Prácticamente todo lo rentable se ha entregado o se quiere entregar a manos privadas, desde piezas fundamentales de la sanidad a RENFE o AENA. Los edificios y patrimonio artístico de valor los venden de saldo. Constatable. Se apea «la bandera de España que ha ocupado un lugar preminente y de máximo honor” en el edificio y se hace caja.

  Fondos de inversión, fondos buitre, grupos organizados norteamericanos, chinos, rusos y venezolanos, han encontrado en España el Edén para llegar, comprar y marchar. Poco patriotismo aquí, la unidad de España se desparrama bien lejos. Y no en las manos más limpias.

 El roto hecho en algunos ayuntamientos es irreparable. La Empresa Municipal de la Vivienda y Suelo del Ayuntamiento de Madrid, por ejemplo, vendió en 2013  1.860 viviendas sociales a Blackstone, un fondo norteamericano. Salían a 51.000 euros, precio que no facilitó a los inquilinos. Ahora, amenazan con desahuciarlos. El urbanismo en la capital ha sido el sigiloso teatro de actuaciones ultraliberales de Botella, saltándose cuanto haya que saltarse. Y no andarán muy lejos otras ciudades en esta España sin ley, pero con tantas normas.

Y, pese a habernos vendido hasta las joyas de la abuela, el PP de Rajoy nos tiene con un billón de euros de deuda pública, en récord histórico absoluto. A devolver a los acreedores. Con intereses.

Este es el modelo de país. Prostitución, juego, drogas, corrupción, pirateo de lo público (por cierto, ¿los obispos no han dicho nada de todo esto?). Y luego la devaluación del trabajo y los derechos de los ciudadanos para intentar cuadrar la caja que pese a todo tiene un agujero inabarcable. La investigación y desarrollo no lo es. En realidad se les combate, dados los recortes que les ha practicado el PP.

 Pero lo importante es la unidad del territorio. A la derecha española y catalana les ha venido a ver un santo con esto de sus nacionalismos. Es tan sensible y manipulable la gente que no piensa o se deja desbordar por las pasiones. Recordemos que todo se generó -uno de los principios de la historia al menos- cuando Artur Mas fue a ver a Rajoy a pedirle un pacto fiscal. A Mariano se le arqueó el ojo del tick, henchido de emoción, y dijo No. Y ambos siguieron engordando la madeja.  ¿Movilización callejera? Decenas de miles de ciudadanos catalanes se manifestaron al margen de los políticos. Una y otra vez. No fueron manipulados, tanto como ahora quieren utilizarlos.

¿Caerá todo el peso de la ley que toque por decir que miles de personas necesitamos independizarnos de toda esta basura? «Cuanto más corrupto es el Estado, más numerosas son las leyes», decía el gran historiador Tácito de la Antigua Roma.

Ante la privatización del agua de Madrid

Por razones que no vienen al caso he seguido durante años las peripecias del agua de París. Privatizada en los tiempos iniciales de esta fiebre que impulsó el ascenso neoliberal (los ochenta), había llegado a tal grado de deterioro y carestía que ha tenido que ser nuevamente remunicipalizada. Los intentos por devolver el agua al control público parten de no menos de 5 años atrás por lo que he venido viendo. Es lo que ha llevado deshacer el entuerto.

En loor de multitudes incautas, Esperanza Aguirre se propone privatizar también (padecemos ya “su” sanidad deteriorada de día en día aunque pintada y con hilo musical) el Canal de Isabel II. Como sus obras, Aguirre también cuela como válida en algunas mentes: «es tan campechana». Pintada y con hilo musical, ya digo.  

Un poco de historia. Desde hace 160 años, la empresa pública Canal de Isabel II capta, depura y distribuye con eficiencia el agua para todos los ciudadanos de la Comunidad de Madrid. Además de eficaz, el Canal es una empresa rentable, con unos beneficios anuales que rondan los cien millones de euros. Unos beneficios que revierten en toda la ciudadanía. Y el agua es de gran calidad, aquí nos sobran las embotelladas. ¿Seguirá así cuando la Presidenta de la Comunidad de Madrid la privatice?

Juantxo Uralde también se lo pregunta: “De una altísima calidad, el agua se recoge en los bosques del Guadarrama, y se acumula en los embalses de las cuencas altas. El agua de Madrid es motivo de envidia para otras ciudades. ¿Qué ganamos transfiriendo este caudal a manos privadas? O mejor dicho, ¿acaso ganamos algo?”

¿Por qué la va a privatizar Aguirre entonces? Precisamente porque es rentable, porque los llamados “inversores” privados la quieren. Según Angels Martínez Castells en Reacciona, «el sector del agua genera unos ingresos anuales de más de un billón de dólares, aunque sólo esté privatizado entre el 5 y el 10% a nivel mundial». 

La mayoría absoluta y colmada que van a darle los votantes a Esperanza Aguirre nos aboca al despojo de un servicio esencial que aún es nuestro: el agua. Ante ello –como ante tantas cosas- solo cabe la información.

Attac organiza este jueves un acto con ese fin:

¡NO A LA PRIVATIZACIÓN DEL AGUA!

LUCHAS Y ALTERNATIVAS EN EUROPA Y EN MADRID

12 de mayo de 2011. 19:00 horas

Salón de Actos del Instituto Cardenal Cisneros

C/ De los Reyes, 4. Madrid.

Este martes también se va a desarrollar una manifestación desde Callao a la Puerta del Sol (escaso tramo que no indica que se espere demasiada concurrencia). Es a las 19,30. La convocan en este caso el Comité de Empresa del Canal de Isabel II y la Plataforma contra la privatización del Canal.

El agua no es un negocio, dicen. Eso creo también, con una fuerte convicción. Y a la vista de los estragos causados en otras ciudades que, como París, la privatizó para tener que regresar a la cordura. Remunicipalizar, como renacionalizar es posible, pero costoso. Lo sensato es actuar antes de que se produzca el desastre.

¿Servirán las pestañas para rellenar almohadas?

Vicente Romero nos habla de la fiesta que este sábado se celebra en el poblado gitano de El Gallinero. Cita que allí viven 300 niños entre miseria y basuras, a solo 12 kms. de la Puerta del Sol. Hacen una fiesta de los pobres.

 Entretanto, el Ayuntamiento y la Comunidad de Madrid dilapidan nuestro dinero en lo que les parece. La mega obra de soterramiento de la M30, las construcciones realizadas para un soñado Madrid 2016 olímpico o remodelar una faraónica sede municipal en el Palacio de Correos, fueron las principales apuestas de Gallardón para endeudarse y endeudarnos (durante lustros)… hasta las pestañas. Era la fiesta de los ricos.

Nadie ha gastado y debe más que la ciudad de Madrid, gobernada por ese partido que propugna reducir el gasto público. Pero entonces llega su rival más enconada, la dicharachera y campechana Esperanza Aguirre, y aconseja a Gallardón que venda edificios públicos. El neoliberalismo en estado puro. El que nos llevó a la crisis, o no, ahora ya admiten que es “un cambio de paradigma”, que la fiesta se acabó para todos menos para “los mercados”, sus voceros, impulsores y protectores.

Vendida ya el agua del Canal de Isabel II ¿qué más queda por liquidar del erario público para entregarlo a empresas privadas con afán privado de lucro? Rajoy ya dijo que, en cuanto ponga un pie en La Moncloa, privatiza RENFE, aeropuertos, lo que haga falta sí señor. Nos van a dejar en cueros. Con más gasto y peor servicio porque el objetivo primordial es que ganen dinero los accionistas a costa de nuestra salud, nuestra educación y todos los servicios, hoy, aún, públicos.

 ¿Servirán en su día nuestras pestañas «endeudadas» para rellenar almohadas? Probablemente, ¡pues dadlo por hecho! Hemos entregado el poder de decisión y el dinero público a una serie de políticos muy poco ventajosos para nuestros intereses (utilizando su terminología económica). Los que justifican soeces pederastias en Telemadrid, por ejemplo, hoy, en nombre de la libertad que cercenan a otros. Y lo cito como ejemplo de sus sistemáticas mentiras y dobles raseros.

En Cataluña los votos se dilucidan entre orgasmos –textual-, utilizando el sexo como reclamo, o persiguiendo emigrantes y hasta «extranjeros» andaluces. No tienen nada mejor que ofrecer. Hoy hace 35 años que murió Franco. Tranquilito en su cama, tras 40 años de dictadura. ¿De qué valentía española me hablan? Aquella etapa nos lastró mucho más de lo que buena parte de la sociedad es consciente. Una laguna mental y moral de cuatro décadas deja graves secuelas. Los lodos que nos enfangan.

No perdamos la esperanza. Utilicemos nuestra fuerza para difundir, señalemos lo que deciden los votos. Hay poco que elegir entre tanta inmundicia, sí. Obliguemos a los políticos a cambiar, a los partidos a tener criterios de selección.

La almohada de pestañas para que se arrellanen los vendedores del Estado, muertos de risa, para que construyan túneles y demagogia, o la fiesta de la mayoría.

La calle es mía

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Una plaza de Madrid, bajo el letrero «propiedad particular». Está cerca del Estadio Santiago Bernabeu, patrimonio de un afamado club de futbol… privado. En realidad es una calle con forma de «ese». Además de la cámara de vigilancia, está vallada por ambos extremos. ¿Cuándo la ha vendido el Ayuntamiento? ¿Lo permiten las leyes?

La viñeta de Forges, hoy, en el País, está patrocinada por REPSOL. O así lo parece. No sé si es la primera vez. Amarillo de rabia se advierte al gran personaje.

La mayor parte de las noticias en vídeo que ofrecen los periódicos digitales, obligan a pagar un peaje: unos segundos de publicidad.

Ya no hay quien vea la televisión convencional. Abruman tantos «consejos» y sugerencias de compra. La calidad de los programas se ha envilecido porque la irrupción de las cadenas privadas abrió a la voracidad eso que llaman la tarta publicitaria. Hay que repartir los ingresos, adocenemos al personal con mensajes triviales y será más vulnerable al consumismo.

La televisión concebida como negocio no ha sido inocua. España es el tercer país del mundo en consumo de anuncios de televisión, tras Estados Unidos e Indonesia. Más de 33.000 impactos al año, un 32% superior a la media mundial. El día que se «patrocinó» -respaldó, favoreció… pagó en definitiva- un informativo, llegó el fin de la información. Ahora es «otra cosa», espectáculo, vehículo, reclamo.

Y, mientras, la privatización supera hasta las concepciones más esencialistas del concepto Estado, como «el monopolio de la violencia legítima» de Max Weber. Todo hoy se queda corto ante la realidad: ya se ha privatizado hasta la guerra. La principal empresa, Blackwater, dispone de 20 aviones de guerra y más de 20.000 soldados, entrena a 40.000 agencias privadas «listas para entrar en combate», y en su página web se publicitan así: «la más completa compañía de militares profesionales para tareas de refuerzo de la ley, seguridad, pacificación y operaciones de estabilidad, en todo el mundo». Dirigida por un ultraconservador cristiano, financió a Bush. Cuando él, con la ayuda de Blair y Aznar, invadió Irak, la proporción era de 10 soldados profesionales estadounidenses por uno privado, ahora, hay desplegados 180.000 contratados, frente a 160.000 militares, en palabras de Naomi Klein, autora de «La estrategia del Choque».

Me niego -y todos deberíamos hacerlo, con todos los instrumentos de los que dispongamos- a que mi vida y hasta mi muerte se decidan en consejos de administración privados, pese a la ultramontana defensa que los liberales hacen de ese sistema. Todos pagamos ahora el fiasco económico mundial, dirigido desde las plantas nobles de los más grandes edificios. El fin de una empresa es el lucro privado, no el mío, no el tuyo.

En un Madrid cada día màs privatizado. uno puede, según la prueba gráfica -que, seguro, tiene alguna explicación ¿cómo va a ser lo que figura textualmente?-, y pese a que las leyes -¿qué leyes?- no lo permitan, plantar un letrero y hacerse con la tierra, igual que en el lejano Oeste. Como en la foto: propiedad particular… o «la calle es mía».

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