«Crónicas del gran timo», un libro imprescindible

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Es un libro imprescindible para estar bien informado. Un libro que coloca numerosos eslabones que nos faltan para conocer lo que está ocurriendo en España. Ayuda a encajar piezas.  España es uno de los países más afectados por la doble devastación -económica y de calidad democrática- que se produjo tras el estallido, en 2008, de la crisis que se venía gestando por los abusos del capitalismo. Ambas vertientes se han profundizado notablemente aquí con el Gobierno de Mariano Rajoy. Igual que Sarkozy puso voz a la alarma para decir que, como solución, iban a refundar el capitalismo y fue al revés, el PP nos ha refundado a los españoles de arriba abajo.

“Crónicas del gran timo” es un libro que forma parte de la revista satírica Mongolia, de sus “Reality News”, la sección informativa. Y que tiene detrás a Pere Rusiñol, un periodista nato y riguroso, ex de El País y de Público entre otros cometidos. Hay una frase clave en el texto que aúna los tres grandes pilares relacionados en los que se asienta el tinglado: “política, negocio y periodismo”. Y el libro lo cuenta con capítulos cortos e intensos. Con cuadros explicativos o de resumen. Muy bien estructurado.

En España manda una gran familia, con sus amores y diatribas, aunque unida en objetivos comunes, según va documentando el libro. En la cúspide el Opus Dei y la Gran Banca con un poder inmenso en la economía. La Gran Banca en la prensa, dado que ya se sienta en los Consejos de Administración de varios grandes medios que tuvieron problemas  financieros. De ahí, que quien es perezoso para buscar noticias y argumentos tenga una información tan sesgada, con ese dibujo idílico de la recuperación que soslaya puntos fundamentales del daño causado a gran parte de la población. Fuertes pilares de la estirpe serían además los burócratas. Gozan de un gran poder en España el cuerpo de Abogados del Estado de la mano de Soraya Sáenz de Santamaría, y el Cuerpo de técnicos de la Administración, en dónde es posible encontrar a esa serie de nombres que se repiten y que ocupan puestos decisivos.  “La sala de máquinas, escribe Pere Rusiñol, la supervisan el ex jefe de Lehman Brothers para España, Luis de Guindos, y el jefe jurídico del Banco Santander Jaime Pérez Renovales”.

Están los temas fundamentales. Los primeros en el bloque de Estampas de la crisis.  La austeridad. Las puertas giratorias. Los paraísos fiscales. El relevo generacional o cómo los hijos de quienes alimentaron la burbuja y nuestra ruina se están forrando con sus consecuencias. Los niños de Aznar, Aguirre, Botín, Zaplana/Pujol, Vidal-Quadras. Empresarios poderosísimos y peculiares, como Alierta, ejemplo del “Capitalismo cañí”. “La maldición de Lehman brothes aun golpea España”, que detalla cómo llegaron a implantarse aquí antiguos directivos, cuando en el resto del mundo se escondieron discretamente y cómo siguen mandando que es todavía más asombroso.

Detengamos en La tecnocracia. Los grandes beneficiarios de este cambio de paradigma piensan que “la gente no sabe lo que le conviene”. Y así como a griegos e italianos les colocaron un presidente tecnócrata a este fin, aquí optaron por hacer Comités de sabios para justificar decisiones de gran calado en temas fundamentales, de las que definen el modelo económico y social. Sobre todo estos tres: universidad, pensiones, fiscalidad. Y, mira por dónde, los sabios son, casualmente, en un 90% hombres y relacionados con la banca en un alto porcentaje. Como en todos los temas, hay un listado completo. Y allí aparecen los nombres de viejos y nuevos conocidos como José Ignacio Wert o Luis Garicano.

Tremendo el capítulo dedicado a los negocios que han hecho con la muerte. Con los entierros y funerarias.  En Madrid y Barcelona en cabeza con la privatización del servicio, total o parcial. ·”En 1998 el coste medio, en Barcelona, de un funeral eran 830 euros, ahora 6.400”. Tras diversos vericuetos, la Funeraria catalana acaba en manos de inversores de Londres que se queda a través de un fondo que se queda un 85%. Se lo vende un ayuntamiento socialista de Barcelona que lo cuela porque le da a la nueva estructura pátina catalana, introduciendo socios de la burguesía local.

La de Madrid la vendieron por 100 pesetas, 0,60 euros, cuando valía 7,4 millones de euros.  Los dueños  ganaron en dos décadas 64 millones de euros. Todos los datos están documentados. De los juicios incluso, porque aquí se han exigido responsabilidades. No nos faltó más que, al llegar Rajoy, subiera el IVA de los entierros del 8% al 21%. Argumentan que en estos trances, la gente, dolida, paga lo que sea. Edificante.

Interesante cómo “Crónicas del gran timo” muestra artículos a favor de estas funerarias privadas, algunos de gran extensión en periódicos de gran tirada. Lo digo porque hoy tenemos a “periodistas” la Caverna diciendo que, remunicipalizada. la funeraria de Madrid será un desastre.

Razones de Estado

En el segundo bloque. En donde vemos a la monarquía, rodeada de corrupción y siempre impoluta. Y sobre todo las amistades peligrosas de los reyes.

Ejemplificadores los capítulos dedicados a la rivalidad Madrid/Barcelona o Cataluña/España. Existe sin duda pero, con rotunda claridad, es también el teatrillo de la Unidad y el se rompe España, del que se sirven para fidelizar a sus respectivos públicos, a un lado y a otro, mientras hacen negocios conjuntos sin problema alguno. Los directores de la obra lo cuelan bien, demostrando que, para quien tiene como única patria el dinero, lo importante es «la pela». Y que hay gente que se deja llevar por donde le indican, muy bien mandada.

A mí me ha descubierto cosas estge libro, me ha llenado huecos con eslabones. No sabía el tremendo poder de Jorge Fernández Díaz, paseando con Fainé, el presidente de la Caixa, tras la misa diaria. Ambos son miembros del Opus Dei. Y a Fernández Díaz con Francisco Marhuenda. Saber cuánto le debe Fainé en su ascensión a presidente a Artur Mas. Y Artur Mas a Fainé.  Etcétera.

Acongojante “El sueño de la Stasi revive en España”, aunque esto es más conocido porque muchos datos ya se publicaron en diarios digitales. Enorme. Hay un millón de teléfonos intervenidos en España, según estas informaciones, pero luego no tienen personal para escuchar y transcribir las grabaciones, son miles de datos y de páginas. De ahí que van soltando lo que llaman la “minería de datos”. Y es lugar donde pesca algún desaprensivo periodista con contactos bajo mano con la policía. Un mercado negro de la información.  Con agencias privadas de espionaje de por medio. Y lo terrible es que sucede desde hace años. En 1995 escribió ya de ello Ernesto Ekaizer.

Una gran familia, con muchos fiambres y mucha pestilencia en el armario. Asombra cómo se repiten los nombres. Habla de López del Hierro, marido de Cospedal, y van apareciendo empresas y de repente: Cotino, el valenciano Cotino, que debe tener muchos hermanos.  Así sucede con múltiples nombres. De la Serna, hoy imputado, es otro de ellos. Y muchos más, se repiten, siempre son los mismos.

Decía que es un libro de imprescindible lectura, un trabajo serio y documentado que solo se hace desde la más profunda vocación periodística porque solo trae problemas. Muy valiente. El abogado Gonzalo Boye respondió a las preguntas que no ha tenido demandas porque está todo comprobado y no entran en la ilegalidad los datos que se publican. Su objetivo es informar a la ciudadanía que lo precisa. Por eso, para que este libro se compre y se difunda, no daré muchas más pistas. Por ejemplo, del capítulo dedicado a Francisco Marhuenda, director del diario La Razón, que desmonta por completo al personaje. Uno de  hitos fue publicar las fotos del DNI, al que no tiene acceso cualquier mortal, de Magistrados a los que consideraban simpatizantes de convocar un referéndum. Con todo el riesgo que conllevaba ante fanáticos.

Porque la prensa ocupa el bloque final del libro. Están las andanzas de otro famoso tertuliano, Eduardo Inda, sus “exclusivas”, procedencia y fines. El turbio “periodismo de investigación a la española” que también queda retratado. La apuesta del PP por Libertad Digital de Losantos. Y no pueden faltar desde luego Cebrián y el grupo PRISA o el antiguo Público. Como para hacer amigos.

La prensa de nuestros dolores queda muy mal parada. Esa prensa convencional que vive de subvenciones por publicidad institucional, publicidad del IBEX y la banca. Convinimos en la presentación de este jueves entre el autor Pere Rusiñol, Ignacio Escolar y yo que se precisa matizar el hecho cierto de que en estos medios hay grandes profesionales que luchan por sacar adelante un periodismo decente. Corren muy malos tiempos para la profesión. Ahora bien hay, también, que dejar de considerar periodistas a quienes hacen otra función como algunos de los citados. Y fiscalizarlos como se fiscaliza al poder que es labor del periodismo. La lucha sin embargo es muy desigual.

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La presentación en Madrid en la Librería Méndez de la calle Mayor

¿Tiene remedio esto? Me pregunto.  Encima hay que avanzar muchas veces entre las fanatizadas victimas que tienen a su servicio para que nada cambie. Si nos callamos es peor. Algo se ha conseguido además. Es como si en estos momentos la política corrupta –en el más amplio sentido que incluye todo tipo de traiciones a la sociedad- apareciera en proceso de desintegración por su propia podredumbre. Solo queda renovarse o desaparecer en su caso. ¿Pero quién vive sobre esta pocilga? Haberlo hecho tantos años tiene las consecuencias que vemos.

“Crónicas del gran timo”, Reality news, lo muestra de forma diáfana. No ocupará portadas ni abrirá telediarios, con lo necesario que sería lo hicieran sus contenidos. pero contiene información esencial. Es un libro para leer y contar, para regalar, para guardar. Para conocer la realidad. Es una gota en un océano no muy limpio de «política, negocios y periodismo» que nos inunda, pero es de oro puro.

 

 

El poder y la condición humana o Mariano y un señor de Murcia

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Foto. Marcial Guillén. EFE.

La foto está firmada por un anodino EFE, Agencia EFE, pero su autor -que ha resultado ser Marcial Guillén- ha encontrado el alma de los personajes y hasta de la condición humana. Como un Goya de la era masificada y tecnológica. Mariano y un señor de Murcia la ha titulado en un twit la revista Jot Down Magazine -donde lo he visto-, pero va más allá.

De un lado tenemos a un simpatizante del Partido Popular que consigue ver de cerca a su ídolo, Mariano Rajoy. El presidente del Gobierno ha ido a Murcia a un acto electoral. Lo que no ha impedido por cierto que eso se convirtiera en noticia: un acto electoral de un partido. El simpatizante -vestido de forma muy modesta- no piensa en los recortes y subidas de precios. Ni en Bárcenas, ni en Blesa. No piensa, de hecho; siente. Está al lado de alguien a quien admira profundamente. Y tiene oportunidad de estrecharle entre sus brazos. Y, como si fuera el amor de su vida, cierra los ojos en un arrullo.

Un muchacho de la organización, algún NNGG, sonríe al contemplar la escena. Con superioridad, sabiendo que él posee el privilegio de estar cerca del presidente, de forma más habitual. Él se ha ganado ese derecho.

La mujer, también del PP, también de la organización a la vista del cordel que parece indicar está acreditada, muestra expresión condescendiente, de una cierta ternura: pobrecillo, ha podido abrazarle ¡a él! Este gesto por cierto es característico de quien se sitúa cerca de un poderoso. Se encuentra prácticamente en todas las fotos de alguien “importante”.

Detrás de Mariano parece haber o un guardaespaldas, o alguna otra autoridad que no se conmueve por estas familiaridades.

Finalmente, está él: Mariano Rajoy. Poniendo prácticamente cara de asco y llevando a un lado el beso que aborta. Falta total de empatía. Y eso que lleva ¡coderas!, lo han vestido para la ocasión, para rozarse con el vulgo, con el vulgo del PP naturalmente.

Una familia ha muerto en Alcalá de Guadaira (Sevilla) por intoxicación al haber ingerido, presuntamente, comida caducada, como ya era su costumbre. ¿Alguien cree que esta gente de la foto hará algo por ellos y todos los que son como ellos? ¿Piensa alguien que lamentan lo que están causando? Todos ellos, hasta el señor del pantalón de pana y la chaquetilla raída. Basta repasar esta instantánea para entender por qué.

Felices y entre banderitas, directos al abismo

La viñeta de El Roto es demoledora: felices, entre banderitas de fiesta, nos dirigimos al abismo. Sorprende la dejación que hacen muchos seres humanos de una capacidad que nos es inherente: acumular datos y relacionar conceptos.

 El Gobierno socialista ha cometido graves errores. A mí me resultan insuperables, por mi propia dignidad. Zapatero tuvo que haber dimitido antes de ceder a la presión de los poderes que gobiernan realmente el mundo. Pero la alegría con la que los españoles van a entregar el poder, todo el poder, al PP, asusta por su irreflexión. Es pura visceralidad. Es un acatamiento de la manipulación sin cuestionarse nada.

España se dispone a encomendar todos los presupuestos y decisiones al PP en ayuntamientos, comunidades autónomas, gobierno central y Europa. En realidad, salvo el gobierno de España, ya los tiene en gran parte. Los ciudadanos, enfadados, trivializando la importancia de votar al parlamento de la UE, enviaron en carroza de oro alada nada menos que a Mayor Oreja. El Partido Popular Europeo es mayoritario en Europa y dicta leyes y “ajustes”. ¿Alguien espera seriamente que Mariano Rajoy se enfrente a “los mercados” y cree empleo? ¿Cómo? ¿Por qué no dice cuál es su plan? urge que lo haga ¿No son los empresarios los que dan trabajo? ¿Quiere decir que habilitará empleo público con nacionalizaciones para cumplir su “promesa”? ¿No leen los ciudadanos a diario cómo está organizado el mundo hoy? ¿Lo cambiará Rajoy? ¿Quizás Dolores De Cospedal? ¿Camps?

Hablo de los ciudadanos bien intencionados, quienes se disponen a entregar su voto a políticos encausados por la justicia tras investigación policial y judicial deberían ser invalidados para ese derecho porque sus decisiones nos afectan a todos. Hasta ese punto. No queremos la berlusconización de España y hacia ella caminamos. ¿No leemos a diario el respeto que muestran hacia la Justicia y el resto de las instituciones los actuales dirigentes del PP? 

 El PP hubiera necesitado una catarsis para homologarse como un partido conservador europeo. Avalar a este PP lastrado por la caspa milenaria de un atroz conservadurismo es un grave error. La manipulación de la que están haciendo gala los dirigentes del PP por otro lado ofende la inteligencia. ¿La tienen sus votantes? ¿Zapatero ha ocasionado 5 millones de parados? ¿Ni la crisis financiera mundial, ni la burbuja inmobiliaria que infló el PP con su ley liberalizadora del suelo de 1998 tienen nada que ver? ¿Qué va a cambiar el PP para arreglarlo?

 Ciertamente, tras 7 años en el Gobierno, el PSOE tiene una seria responsabilidad en lo sucedido. Hubo de afrontar medidas que paliaran el desaguisado, pero pensar que Rajoy tiene una varita mágica para solucionarlo de un plumazo hace dudar de la cordura de muchos españoles. ¿Qué haremos después cuando no sea así? ¿Una nueva frustración? ¿Más pasividad y apatía?

Es mi opinión, si tienes otra que, por favor, sea informada y apelando a la lógica de las conclusiones a las que llevan los datos.

 Felices y contentos, entre banderitas, sin reflexionar. Somos los únicos animales con esa capacidad que exige cuatro pasos fundamentales: curiosidad, información, relacionar conceptos y sacar conclusiones. Preguntas imprescindibles son ¿Por qué? ¿Qué? ¿Para qué? ¿A quien beneficia?

 Es la hora de la sociedad. Una ciudadanía harta pero constructiva sale de las catacumbas y las alcantarillas donde nos han recluido para reivindicar la democracia real, la Política con mayúsculas que enfangan los partidos, algunos hasta el colmo de la porquería y la caspa secular de esta desgraciada España. Sería bueno reivindicar también la inteligencia, por propia dignidad al menos. Libres, autosuficientes, juntos.

Nos vemos esta tarde a las 18,00 Democracia Real Ya.

El síndrome del vasallo

Acabo de ver “N, Napoleón y yo”, una película recién estrenada de Paolo Virzi, a la que me acerqué sin grandes expectativas. El actor francés Daniel Auteuil suponía para mí un poderoso gancho, completado con el descubrimiento del joven Elio Germano, la envidiablemente bella Monica Bellucci y, como vería, el resto del reparto. Más hallazgos: no es una sesuda recreación histórica sino una comedia cuajada de matices y de ironía que me desató múltiples reflexiones.

Un Napoleón caduco y fracasado llega desterrado a la isla italiana de Elba que se ha convertido en efímero Principado para acogerle. Año 1814. La población babea al recibirle. Todos, salvo un joven profesor radical jacobino, cuya obsesión es matar al emperador pero termina de secretario que le sigue y apunta sus gracias.

Un supremo hartazgo había desembocado en la Revolución francesa que, cortando expeditivamente cabezas, acabó con una época, la de los privilegios de una casta superior y la tiranía. Resulta de partida incomprensible que, tras tamaña convulsión, la sociedad reprodujera los viejos esquemas, corregidos y aumentados con un emperador del calibre de Napoleón Bonaparte. Pero así fue, parece haber una tendencia al vasallaje en los seres humanos.

El encuentro entre el Emperador y su joven secretario que le detesta va a aportar múltiples matices. Napoleón baja un tanto de su pedestal para dar una faz humana, aunque, encantado de haberse conocido, se haga seguir de un ilustrado que anote sus supuestas frases brillantes que, a veces, incluso repite. La camarilla ríe y se asombra de su brillantez, el pueblo le venera desde lejos. Napoleón ha ocasionado miles de muertos, algunos salieron de la sangre de Elba, pero es poderoso y se baja la cerviz con placer, sin cuestionarse nada. Hasta el odio del joven italiano parece ablandarse con el conocimiento. “No más muertos”, le ha dicho el poderoso y él parece creerle. Pero acabará en traición, según la trayectoria conocida.

Napoleón no ha muerto, no han desaparecido los emperadores de todo pelaje. El poder ejerce una influencia sobre la sociedad que debería ser calificada de síndrome, el síndrome del vasallo. Desplazad el foco de vuestra atención cuando miréis una foto o un vídeo de alguien con algún tipo de influencias, desde un político a un artista famoso. Advertiréis forzadas sonrisas de encantamiento en cuantos le acompañan. Y cómo la población se acerca, y se detiene, y de alguna forma admira. Al lado y detrás de la cámara lo he vivido hasta la náusea. Coche oficial que aparta el tráfico y que para a pie de acto, innumerables flashes, perennes sonrisas como digo, silencio y veneración. Preguntas periodísticas. Interesa cuanto diga o no diga, aunque sean estupideces –que muchas veces lo son-. La audiencia seguirá después sus palabras. Querrá escucharles en debates, creyéndoles seres superiores a ellos. El poderoso se ve transportado a un limbo del que imagino hace falta mucha cordura para distanciarse y enjuiciar la situación en su justa medida.

¿Qué sabes de la vida de los famosos? Preguntan periódicos serios. ¿Qué hay que saber? Si es un político quiero verle actuar velando por mis intereses y los de mis conciudadanos, si es un artista aspiro a disfrutar de su obra. No más. Pero es la sociedad quien les encumbra y alimenta su ego, haciéndoles sentir en una cúspide de difícil acceso, a la que –en el caso de los políticos- han llegado con los votos, con el mío también, con el tuyo. No es así en todo el mundo. Al presidente sueco Olof Palme, le mataron en la calle porque seguía viviendo en su domicilio y hacía la vida de cualquiera. A la ministra sueca Anna Lindh, lo mismo. Los ciudadanos alemanes pueden al menos apoyarse en las paredes del Bundestag, con Angela Merkel dentro, porque ninguna medida de seguridad, ni ningún guardia, prevalece sobre su consideración de que el Parlamento y el Gobierno son de los ciudadanos.

“El poder no me cambiará”, dijo José Luís Rodríguez Zapatero al ser elegido en 2004. ¿Le ha cambiado? Sí. Ya anda con camarillas de las que sí se fía para esquivar los cuchillos envenenados. Cambia a todos los engolados portavoces, cambia hasta al más humilde concejal de pueblo.

La raíz podría estar en el síndrome del vasallo de la población que les alimenta. Todos los cometidos para que una sociedad funcione son importantes. Pedid autógrafos a la cajera del supermercado, sin ella puede que no tuviéramos qué comer. Pero el ser humano parece necesitar ser dirigido, admirar fuera de los cauces de la lógica y la moderación. Quizás precise mayor autoestima, mayor conciencia de su papel protagonista de la historia. Seguramente es lo que tienen quienes expresamente tocan el edificio del Bundestag alemán porque sienten que es suyo. También trabajan por él, por su país. Esa actitud –que precisa conocimiento responsable, implicación y madurez- es más patriota que el rendezvous o la crítica desde el sótano que sólo ve los pies del ídolo. ¿Dejaríais abierta la llave de vuestro dinero y vuestra despensa y os pondríais a mirar la televisión? Pues España -sin ir más lejos y a partir de ahí lo que queráis- es tan nuestra como nuestro hogar. El vasallo nunca es un auténtico adulto, por eso pide tutelaje.

La Historia se repite

El ascenso de la ultraderecha en Holanda, que se coloca tras los democristianos vencedores y en el gobierno desde 2002 –aunque perdiendo escaños-, y relegando al tercer lugar a la izquierda laborista, cumple los peores pronósticos. Anticipa al mismo tiempo la tendencia de lo que puede suceder en otros países.

Una de las democracias más antiguas y más sólidas, fundador de lo que llegó a ser la UE, con quizás las políticas más abiertas y provocadoras del mundo, consolida al fin lo que se venía gestando: el auge de un partido antieuropeísta, contrario a la ampliación de países a los que considera inferiores –con rechazo absoluto a la entrada de Turquía- y antiislámico.

Con ese regusto amargo, anoche vimos en casa, por casualidad, una película que me revolvió: “Mrs. Henderson presenta” de Stephen Freans. Una arístócrata quien al enviudar decide convertirse en “vieja dama indigna” comprando un teatro de variedades. Lo curioso era que había vivido la Primera Guerra Mundial perdiendo un hijo de 21 años y que iba a tocarle sufrir la Segunda. La penuria económica de la población –no de ella- desde la crisis financiera del 29, va gestando el nazismo (apoyado y votado por la población) que desencadena la búsqueda de un nuevo imperio a través de las armas. Y uno asiste ante la pantalla al proceso que culmina con las bombas y la destrucción.

Fracasó otra vez el fascismo y la Unión Europea surgió precisamente para que nunca más se repitiera. Ya tenemos en Italia a un «mussolini» de la nueva Era, millonario, populista, forzando leyes a su medida –tan graves como la de la impunidad-, con una doble moral vergonzosa –Eluana y las Bacanales no parecen muy compatibles- y… votado masivamente por los ciudadanos. Holanda (Países Bajos en su denominación oficial) resucita la ultraderecha, xenófoba y racista. Nuestro Rajoy cierra campaña, eufórico, diciendo: “Hemos ganando en Holanda”. Europa es azul desde los noventa pero ahora se tiñe también de morado putrefacto y amenazador.

Las estimulantes conversaciones con mi hijo, nos han llevado esta mañana a recordar que, hasta griegos y romanos, el gobierno de los pueblos era un ejercicio de fuerza. Surgió la política buscando –por distintas vías- la organización en el servicio de los ciudadanos, frente al poder que sólo persigue el beneficio propio en un ejercicio de dominación. Ése dilema no se ha resuelto nunca. Entregamos el mando para que se ocupen de nosotros y nuestro voto se convierte en poder descarnado.

Una crisis casi tan grave como la del 29, provocada por el capitalismo salvaje, por la derecha, revierte en su beneficio. El enemigo hoy no es el judío –aupado al sistema con gran influencia- sino la piel diferente que viene a quitarnos trabajo, con otro desarrollo que nosotros –el primer mundo- detuvimos, y otras creencias tan desquiciadas como las nuestras si se basan en religiones. El poder se reconcentra en sí mismo y se aprovecha, se sigue aprovechando. Los países cierran filas en sus fronteras.

La siguiente ficha en moverse, en ser movida, ¿adónde nos lleva? Los peores augurios se ciernen sobre el mundo si no reaccionamos.

Yo veo dos focos de esperanza:

1) En EEUU, sí han reaccionado. Y es la primera potencia mundial. Allí no pueden decir Rajoy, Aznar, Mayor, Aguirre y tantos otros: han ganado “los nuestros”. Por el contrario, a su Bush lo han desmantelado. Sin embargo, se “transfusiona” sangre al sistema enfermo en lugar de cambiarlo, buscar otro modelo, que no es, desde luego, el fracasado comunismo. (Me dice el corrector ortográfico que no existe esa palabra, transfusiona, yo creo que sí, los fondos pasan de nuestros bolsillos a los de quien ha provocado la crisis, la inyección no viene del aire).

2) La sociedad de la información. Internet nos ha comunicado y tenemos muchos más datos que nunca. Gran parte de la población ha sido desactivada deliberadamente, amarrada en deudas que son entendidas como posesiones a conservar, pero otra bulle como no lo hizo jamás. Hay que emprender la tarea de impregnarles: con información, con datos.

El dilema “política para los ciudadanos/poder para unos pocos”, no va a cambiar con nuestro voto. No hoy, no mañana. Pero es urgente hacer algo:  parar la amenaza que viene, la que ha llegado a Holanda y veremos en otros países al terminar el recuento.

Un mundo perfecto

  Al hilo de lo que hablamos estos días en anteriores entradas, he recordado un cuento que escribí en 2001. Así que hoy un poco de literatura. Entresaco los párrafos fundamentales:

«Más que nunca ¡era necesario actuar!, iniciar una revolución nueva, que no recordara en nada parámetros conocidos. Y poco a poco -ni sé cómo sucedió el milagro- nos unimos. Primero nos fuimos reconociendo. De dos en dos. Por una palabra, un gesto. Alguno encontró a otros dos y esos a otros y a muchos más. Tejimos ondas de ideas por el aire de Internet, a media voz en el trabajo, a corazón roto en casa y con los amigos.
(…)
El día de la cita para la primera reunión, nadie sabía cuántos íbamos a acudir. Y fue hermoso ver cómo salían de las alcantarillas o de los grandes edificios, de las tiendas, las fábricas, se apeaban del autobús, volaban a nado por el mar, aterrizaban sin peso goteados desde el cielo, cerraban el cajón de la mesa de al lado en tu propio trabajo para ir a buscar a los otros. Parecíamos hormigas, surgidas de todas las esquinas, dirigiéndose con destino firme a buscar la brizna de pan que, casual, había caído de una mesa. Igual de pequeño e intangible vivía nuestro sueño, pero éramos muchos, muy cercanos algunos, más de los que pensábamos. Teníamos fuerza… y razón.

(…)
Nos centramos básicamente en dos programas, formulados con astucia en inglés para que despertaran menos sospechas : el «Pure Power Extractor» y el «Put in the place of the other«.

El primero consistía en despojar a todo poder de sus aditamentos. Políticos, empresarios, estrellas de la más variada condición, podían, si querían, ejercer su liderazgo pero carecerían de la consideración del resto, nadie les admiraría ni les envidiaría, no gozarían de prebenda alguna. Una humilde casa, un sueldo base, un coche utilitario, ni una cámara resaltando su imagen. Los futbolistas trabajarían, meterían sus goles, se defenderían del acoso del contrincante, por el salario de una cajera de un supermercado. No habría fichajes, ni traspasos. Supermodelos, actores y cantantes, percibirían una cantidad similar. Los financieros deberían vivir con el sueldo de su más modesto contable. Los políticos no acudirían ni a cenas, ni a recepciones, jamás saldrían en televisión, adaptando sus gastos a los de la clase media de su país.

Cuando se comenzó a aplicar el programa hubo muchas bajas, sólo quedaron unos pocos altruistas. Pero se solucionó su necesaria presencia estableciendo un turno rotatorio entre todos los ciudadanos. Muchos, claro, no sabían cantar, o dirigir una empresa, o un gobierno, o no podían ni con su alma cuando corrían por un estadio de fútbol, entonces se pasaba turno a otro. La medida se previó provisional, se trataba sólo de que el poder quedara desnudo y la gente que lo ejercía amara su función por ella misma. Pero la igualdad de oportunidades hizo emanar muchos talentos. Surgió una apreciable y sana competencia, que mejoraría el ejercicio del poder cuando volviera a aplicarse sin restricciones. Los peor parados fueron los aduladores, los que siempre pululan como buitres olisqueando el sabor de la presa, no sabían qué hacer, quedaron muy desorientados. Incluso lo intentaron con alguno de nosotros, incluso hubo alguno de nosotros que cayó herido de vanidad. Afortunadamente, fueron pocos.

Con el tiempo, se pudo aplicar el salario social. Todo el mundo tenía lo suficiente para vivir y sólo trabajaba quien lo deseaba, le gustaba o quería ganar más. Y como es lógico los empleos más duros, más arriesgados, se pagaban mejor. Un minero cobraba lo que antaño un notario.
(…)
Por supuesto, los que vieron alterado negativamente su status, protestaron. No les sirvió de nada. Teníamos un gran apoyo popular. Todo esto no hubiera sido posible sin la aplicación simultánea del «Put in the place of the other». Aquí sí obramos sin contemplaciones. A esas personas a quienes se escucha pregonar -aunque estén hablando de fresas o paraguas- que no son racistas pero no quieren negros en su país porque les quitan el trabajo y no desearían tenerlos de yernos, las catapultamos de golpe a Somalia, Yemen, Sierra Leona, donde pudimos. Y tuvieron que permanecer un tiempo, largo, sintiendo en su piel el hambre y la guerra, el desdén y la injusticia, la impotencia. Los hicimos viajar en pateras después de haber pagado el sueldo de media vida a un desaprensivo, con noche y frío, con miedo y desesperanza. Y no los ahogamos en las aguas del estrecho, porque -aún siendo una revolución- teníamos descartada la violencia. Pero sí les azuzamos con policías y focos para que, viendo ya la costa prometida, se exprimieran de pánico.

 
Ese era el punto más duro del programa. Para los recalcitrantes. Para dictadores, racistas… y egoístas superlativos, para los que empleaban su vida toda en ir de vacaciones a las Fidji o adquirían, como quien va al supermercado, hoy un traje de Versace, mañana de Yves Saint Laurence o se gastaban miles de dineros en comprar lo inútil, pasando de largo por el dolor ajeno. Para los que dejaban morir sin emitir un gesto. El trabajo de campo se centró en pequeños detalles. A veces muy simples, como rayar los coches de quienes con un objeto punzante dañan los ajenos.

Progresivamente la actuación creció en otras direcciones y llegamos a abarcar multitud de problemas no resueltos. Les hicimos oír sobre ellos las palabras hirientes que habían proferido sobre otros. Les dejamos solos cuando precisaban ayuda, o, simplemente, necesitaban hablar. Encerramos en las paredes de su angustia a los que coartaban la libertad. Les pusimos en situación de ser pisoteados, sometidos, sojuzgados, si ésa era su actitud con los demás. Fuimos injustos, arbitrarios, déspotas, si ellos lo habían sido.

Logramos que sintieran el peso de un poder que dolía para que se ahogaran en su garganta las palabras de rabia y tuvieran que añadir al quebranto, la humillación. Tragaron sapos en crudo, con alioli, a la parmesana, al pil pil y con juliana de verduras. Los mismos que ellos habían arrojado a las gargantas de los demás, cerrándoles la boca. Contaminamos a los contaminadores y descargamos sobre sus casas y jardines lluvia ácida. Pusimos a confeccionar ropa, durante 12 horas diarias por un sueldo ínfimo, a todos los que la usaban sin saber que había sido labrada con dolor en países muy lejanos. Tapiamos a los talibán machos en cuerpo y vida. Conseguimos que cada persona, antes de fastidiar, en mayor o menor medida, al prójimo pensara que podía ser un escupitajo arrojado en vertical al cielo».

   El final, desesperanzado, se pregunta por la influencia en el proceso de «la condición humana». El hombre es un lobo para el hombre, o todo el mundo es bueno, o es preciso un pacto entre caballeros.  Para teorías más realistas, mirad las otras entradas.

La erótica del poder

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Contemplamos, a diario, la lucha por el poder y la épica desesperada, desgarrada, por mantenerlo. Ese pobre -o no tan pobre, probablemente- alcalde de Boadilla del Monte (Madrid) cuya dimisión anuncia el presidente de su partido, el PP, y que se resiste como cualquier animal en celo a ser desposeído de su propiedad, pero que termina sucumbiendo con argumentos que presumimos demoledores e irrebatibles. En el PP de Madrid, sobre todo, nadie se fía de nadie, y todos, desde la todopoderosa presidenta al más humilde jefe de negociado, andan protegiendo sus espaldas por si la nuca ciega les depara un navajazo imprevisto. Haciendo más que nada un esfuerzo sobrehumano porque nadie les desbanque de la silla.

¿Qué tiene el poder que degrada hasta la humillación por ridículo? Se lo pregunté una vez a un poco avispado presidente de Aragón -acribillado desde varios flancos-, y me dijo en un arrobo: «lo de la erótica del poder es cierto».

Claro que es la erótica, con su juego de imanes y rechazos, su recompensa gozosa saturada de oxitocina… y las prebendas que derivan de ocupar un cargo.

La erótica del poder ataca, además, a las altas cumbres y a todos sus estadios intermedios, hasta llegar a una miserable comunidad de vecinos, según contaba una serie de televisión que jamás vi porque me estomaga ver series españolas, a excepción de «7 vidas» en su día. ¡Presidente! ¡Firma! ¡Dirigir la sesión! ¡Elegir a los proveedores… y el color verde hospital del vestíbulo! ¡Qué gran misión!

Por poner un cargo en la tarjeta, uno mata. Y vampiriza las ideas de los otros, presentándolas como propias. Habla alto, con decisión. Y se abre paso a codazos. Y pisotea. O muere, si no dispone de la oportunidad.

¿No hay otra forma de mandar, de presidir? Dirigí una sola vez un telediario cuando el director tirano atrapó -en buena hora- una gastroenteritis. Todo el equipo acudió antes de la hora para prestar ideas: fue un telediario comunitario que -seguro- José María Fraguas (el hermano de Forges) o José Ignacio Igual, los realizadores, guardan en su recuerdo. Parece que hay otras formas, pero la costumbre no las acepta. Son los demás quienes se sienten perdidos. Y hay que aprender ya a tomar conciencia de otros poderes: la mayoría, la razón, el bien común… del primer al último del engranaje.

El poder debería servir para marcar directrices tendentes a lograr el bienestar y el objetivo del grupo. Dejar a un lado las propias ambiciones. Buscar el mejor resultado.

Por primera vez en mi vida, hoy, la patética figura de Mariano Rajoy anunciando una dimisión que ha sacado con fórceps y, probablemente, con la férrea Esperanza Aguirre de comadrona, me ha inspirado un hálito de ternura. Igual hasta cree en lo que hace -mal, pero hace-.

«Tristes guerras si no es amor la empresa, tristes armas si no son las palabras». Erotismo con comunidad de intereses.

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