“Abierto el cajón, convidado está el ladrón” dice un refrán popular español hundido en las raíces de la afamada picaresca. Ciertamente, vemos hasta a un ex presidente de la República francesa, Chirac, entrar en los juzgados por presunto latrocinio, a Berlusconi que ha hecho de Italia el equivalente a un cortijo patrio, metiendo y sacando la mano en la bolsa a discreción, pero lo de esta España nuestra sobrepasa todos los límites, hasta asemejarse a la más granada república bananera.
Cinco hasta ahora prohombres de la política catalana acaban de entrar en prisión por, supuestamente, haber ingresado en sus cuentas corrientes dinero, mucho dinero, robado a los ciudadanos –que ésa es la clave-. PSOE y CIU son sus cunas. El ex presidente Pujol –CIU- amenaza con “tirar de la manta” -pero no lo hace cuando debería serle exigido que lo hiciera ¿no lo va a hacer el Juez?-. Otras «mantas» se desempolvan en Valencia de agraviados de la Gürtel, y ya lo hizo en la Comunidad de Madrid, un antiguo concejal del PP en Majadahonda quién -tampoco por razones muy limpias-, brindó al Juez las pruebas que iniciaron el sumario de ese mismo caso. Pareciera que toda la corte de ex regidores Baleares fuera a pasar por el banquillo. La mancha de la corrupción saja de punta a punta la geografía española. Contratos a dedo, favores a cambio de sobornos, una forma de adjudicación que, según un dirigente popular de Valencia en la sesión de control del gobierno, es “la forma de actuar de todas las administraciones locales”, sin que crujiera la conciencia de casi nadie. Le escuché decirlo en un telediario y ni siquiera encuentro referencias escritas de tamaña declaración. O el “ladrillazo”, flagrante escarnio ético, monumento a la chabacanería estética, germen y consecuencia de nuestros males recientes, que ha enfermado a la gallina del turismo, presta a entrar en la UCI desahuciada por la ciencia, que ya solo pone huevos de hojalata. El control de una entidad bancaria -con dinero de los ciudadanos y para los ciudadanos-, frente de batalla política a chuchilladas, porque es mucho lo que se juega ¿Qué?
Para resumir lo que está ocurriendo en España harían falta 3 ó 4 tomos de novela basada en la realidad. Lo realmente preocupante es que los españoles que se empapan de Millenium, no se inmutan o hasta se aburren con las cuevas de Alí Babá locales. Alcaldes de todos los partidos, acusados de corrupción, ingresan en la cárcel entre llantos, vítores y aplausos, y, en el 71% de los casos, resultan reelegidos, aumentando incluso sus apoyos. Han dado prosperidad al pueblo, vaya por dios, el propio votante ha mojado en la taza de la podedumbre.
La justicia funciona, decimos estos días. Y es cierto en parte. Garzón empecinado en que así sea. Ese Juez que una amiga ultraconservadora –útil para conocer como respira la caverna silenciosa, la de la calle- menta como a la pasma. La justicia y la policía levantan «mantas» sin cesar. Pero ¿cuándo llegarán a término los juicios? ¿devolverá alguien el dinero robado a los ciudadanos? En este post resumí algunos casos sonados, hasta dentro de 6 años como mínimo no sabremos nada. Es esa parte de la justicia arbitraria –la que no ve delito en recibir trajes de una trama corrupta o manda a casa a Millet tras arramplar con millones de euros de una institución cultural y confesar que así lo ha hecho-, la que retarda durante lustros los procesos judiciales, lo que quizás nos desmoraliza. Ahí se debe actuar con atención prioritaria.
El dinero que los distintos administradores se han llevado a casa, con el que han pagado por ejemplo –caso Liceu- 6.000 euros en flores para la boda de la niña, procede de nuestros bolsillos. Resta carreteras, escuelas, agilización de la justicia, por ejemplo.
Vivimos en un país en el que también se roban ideas, como acaba de sucederme a mí con “Europa en suma” y su hija “La hora europea”. Con la mayor desfachatez, con total impunidad. Algunos parecen pensar que es preferible que algo funcione -aunque sea sustentado en la mugre- a «tirar de la manta».
No cesan de llamarnos la atención desde las instituciones internaciones a las que pertenecemos. El Grupo de Estados contra la Corrupción del Consejo de Europa (GRECO) recomendó a España este año endurecer las penas relativas a los delitos de corrupción y tráfico de influencias e intensificar el control fiscal de los partidos políticos a través de auditorías internas. El informe elaborado por el GRECO añadía que la legislación española es deficiente a la hora de perseguir los delitos de cohecho en el sector público, y que los sobornos en el sector privado no están perseguidos «en absoluto». Y urgía al Gobierno español a que firmara el último Convenio de Derecho Penal sobre la Corrupción y su Protocolo Adicional, que fue suscrito por el resto de los países (46) en mayo de 2009. El ejecutivo ha anunciado estos días que lo hará “en breve”.
Informe tras informe, nos dice el GRECO prácticamente lo mismo. Y es curioso este archivo que he encontrado: “Rajoy replica al Consejo de Europa” (2003). El entonces vicepresidente del Gobierno, dijo que España es un Estado de derecho en el que «se lucha eficazmente contra la corrupción», y exhibió como prueba que «ya no es uno de los problemas capitales que tienen planteados los ciudadanos españoles». Rajoy se refería a que la corrupción ni siquiera aparece citada como problema en las encuestas del Centro de Investigaciones Sociológicas. Algo que sigue ocurriendo, prácticamente igual, según os comentaba días atrás.
¿Nada nos importa? ¿Es porque haríamos lo mismo en su caso? Un «cajón abierto» no ha de implicar necesariamente que uno coja lo que no es suyo. Me llamó la atención en Lisboa que pudiera pagarse el autobús, en el centro del vehículo, fuera de la mirada del conductor. Los portugueses subían y echaban las monedas ¡qué gran hazaña! En este artículo apuntaba algunas causas históricas de la laxitud ética de los españoles: la torcida y escasa educación sobre todas ellas. Garzón y otros jueces, la policía, un sector de periodismo, batallan por denunciar y castigar el estigma que nos asola, pero nada producirá auténticos cambios si la sociedad no reacciona. De uno en uno. Hay que regenerar desde la raíz. Y después seguir. No hay tarea que no pueda acometer una suma de voluntades. Tirar de todas las mantas y que el aire fresco se lleve tanta inmundicia.