¿Quién compra este futuro?

El banco ‘millennial’ inglés Revolut busca un responsable de negocio para España. Los aspirantes deben conseguir, en una semana, que 2 00 personas abran una cuenta y metan diez euros. Es la prueba decisiva. Pero no les pagarán por la gestión consigan o no el puesto. Ha sido una de las noticias más vistas en este medio al inicio de la semana. Al mismo tiempo, la cadena de supermercados Dia, comercio tradicional, cae en picado. En una semana ha perdido el 55% de su valor en Bolsa. Y sigue bajando. No supone el hundimiento del sistema pero sí potentes síntomas de los cambios que se están produciendo en nuestra sociedad. Y, justo, cuando electores obnubilados se prestan a escuchar los cantos de las orcas asesinas de los fascismos.

El mundo está cambiando a una velocidad vertiginosa, sin que muchos sean conscientes de cuánto implica. Lo hace ahora mismo. Impelidos cada semana a apagar algún fuego, los periodistas terminamos dejando a un lado las grandes transformaciones que se cuecen. Un tsunami que arrasa con las formas de lo conocido, creando nuevas normas. Las preocupaciones de hoy dejarán paso a otras que se desarrollan en terreno desconocido.

Nos están marcando otra manera de vivir. Pisos nicho sin apenas espacio para moverse, escasez brutal de empleo cargado de incógnitas y formas diferentes de funcionar y relacionarse. Coexistiendo con el inmovilismo y la regresión y un frívolo desentenderse de todo. Tendiendo a la precariedad. En un campo en el que viene a pastar y cazar la ultraderecha.

Soluciones «habitacionales»

El hogar, de entrada. Vamos leyendo las ofertas de “soluciones habitacionales” -toda una declaración de intenciones- que del globo sonda pasan a la realidad. Se están alquilando ya “estudios”, cuatro paredes, de 15 metros cuadrados. «Aunque no hay cocina, la habitación viene equipada con un microondas, una placa de inducción y una nevera», recogía un reportaje de la Cadena SER. Y, todavía más espectacular, por entre 510 y 550 euros al mes. Auténticos zulos, armarios, como pude comprobar en el Manhattan de los 90 que se fue extendiendo en tendencia. Hay otros, por supuesto. Los de 120 metros cuadrados ya andan por 1.700 euros de alquiler y la derecha política afirma que cobrar 900 euros de salario mínimo es un derroche. El modelo neoliberal se impone y se acrecienta. Se reafirma en su función especulativa, no social. Y hasta Alemania que la había preservado, cae en las alzas de precios. Habría que revertir la tendencia.

La crisis del comercio

El empleo es la otra gran variable. No salen las cuentas. La burbuja que ahora mismo está explotando es la del comercio, el minorista en particular. Un sector que da trabajo a millones de personas en todo el mundo. EEUU, el paradigma del consumo, viene cerrando establecimientos desde la gran crisis de 2008. El año pasado fue una hecatombe. Ahora mismo, al gigante SEARS le quedan 900 tiendas de las 3.500 que tuvo y prevé cerrar 188 de aquí a primeros de año. Ha presentado ya su expediente de quiebra. Los centros comerciales, el gran símbolo de esta fase del capitalismo, se encuentran en un momento difícil.

Cada vez desciende más la actividad comercial en tiendas físicas. La tendencia ya ha pasado a Europa. Se escriben libros sobre el apocalipsis del retail. Artículos que, sin duda, quedarán postergados por alguno de los ataques de los políticos sedientos de poder, algún zarpazo de los medios, alguna boutade de cualquier de los actores de ese gremio. La vida real sigue su marcha entretanto.

Antonio M. Vélez contaba hace unas semanas en eldiario.es las firmas europeas que ya están sufriendo la debacle experimentada en Estados Unidos. La británica Marks and Spencer, la sueca H&M, están cerrando tiendas, como ya lo hiciera la alemana C&A. Inditex también se está viendo afectada en su comercio internacional. Pérdidas millonarias en Carrefour que atribuyen a la compra de Día en Francia. A la propia cadena Dia ya la vemos. Visibles problemas en El Corte Inglés, inconfesos. Rumores de fusiones. De todos con todos. Ya no venden lo que vendían: venden distinto, es el comercio el que ha cambiado y lleva camino de cambiar más. Se citan como causas principales, los avances tecnológicos y la demografía. La robótica. La uberización. La compañía que da nombre al movimiento planea alquilar por horas, como los coches, a camareros, azafatas o guardas de seguridad. De momento, llegarán por su propio pie, se supone. Uber ya planea repartir comida con drones para resolver el problema del tráfico, dice. Habla de «hamburguesas voladoras». Son dos noticias del día. Cambian los gustos también: clientes jóvenes que prefieren adquirir experiencias y productos menos habituales. Hubo una alocada sobreabundancia de tiendas. Algunos países todavía van en la fase de abrir sin tino.

Todas las grandes superficies se están adaptando. Los usuarios ya no acuden tanto a la tienda física como a Internet, convertida en la vía preferida para buscar antes de adquirir. El comercio electrónico está arrasando, entre los jóvenes sobre todo. En Media Markt de San Sebastián de los Reyes, Madrid, pude comprobar que el espacio para recoger pedidos está ganando terreno, enorme terreno, en la tienda. De un modo casi exponencial. Aún se recoge en las tiendas. Aún. Amazon, la gran cadena de distribución, se multiplica en los envíos. Todos quieren ser Amazon, con lo suyo y lo ajeno. Empezamos a ver un futuro de empleos de repartidores masivo… hasta que sean sustituidos por drones. Habrá empleo para constructores de drones, programadores de drones. De momento.

Los trabajadores del comercio afectados son, según los datos, 42 millones en EEUU, el 25% de la población activa. El 20% en el Reino Unido y en España entre el 16% y el 18%. Pero en el fondo afecta a muchas más profesiones alrededor, al empleo indirecto.

Otra forma de vivir

Lo estamos viendo. Los cines desaparecen de las calles que se llenan de tiendas de ropa barata. Todavía. Se mantendrán algunas solo, lo más probable es que pasemos a las plataformas de distribución que proliferan. Para ver en el metro. En el parque. En el bar. En el gimnasio. En casa. En las que merman. Según el alquiler o la compra que podamos pagar con los empleos que habrá o no habrá pero están cambiando.

Trabajando en casa también. O en el metro, el parque, el bar, la biblioteca. Con la información y hasta la educación que nos llega por los medios. En donde ya se ve a bancos aconsejando sobre la educación de los hijos en vídeos que ofrecen entre las noticias los periódicos. Vigilados, desde en las compras hasta en los pensamientos escritos. Otra forma de relacionarse. Donde lo virtual toma gran protagonismo.

Son solo apuntes del futuro que ya tenemos en la puerta, que la ha traspasado en muchos casos. La Cuarta Revolución Industrial está aquí, la Industria 4.0, I4 también la llaman. Están aquí cuando algunas cabezas no han pasado de la primera o la segunda. A todas se fue adaptando la Humanidad.

Nada previsto para los menos hábiles y competitivos

Lo que parece seguro es que no habrá empleo para todos o no el que conocemos. Ni suficiente población activa para sostener a la inactiva. No por este camino. Los afamados expertos, citados para todo, avisan sin cesar de estos cambios pero no tanto de cómo resolver la ecuación. No, por este camino. Y tampoco contemplan muchos más. Hablan de mejorar las habilidades, los talentos, de especializarse y ser competitivos. De Skills Revolution, Talent Magnet, Digital Leader. Mientras tanto se educa en el adormecimiento. Y no se prevé nada para los menos hábiles y competitivos. Hay otras vías, más sociales, más humanas de abordar el tiempo que viene.

Buena parte de los jóvenes lo tienen claro: les hemos preparado un futuro que no hay quien lo compre ni con regalos de oferta. No parece que les interese adquirirlo y menos sufragarlo con estas cargas. Buscarán sus soluciones. ¿Y los demás? ¿Todos?

España ocupa  el último lugar en inversión pública en I+D de la OCDE en datos de 2015. España ha descendido con Rajoy al puesto 26 en el Índice de Desarrollo Humano desde el 13, en el que estuvo con Zapatero.

¿Usted les dejaría la gestión a los chicos de los másters fantasma y las acusaciones fraudulentas? ¿A los que enfangados en sus intereses ni se enteran de lo que realmente debería ocuparles? ¿A quienes agitan banderas por todo proyecto de país? ¿Somos conscientes del futuro que viene?

El mundo cambia, como es su obligación. Lleva haciéndolo desde el comienzo de los tiempos. La involución lleva a la barbarie que ya vemos. Y solo los peces muertos siguen la corriente, como dice un proverbio foráneo que ha terminado siendo internacional.

Feria de autores (de libros o no)

Acaba la Feria del libro de Madrid y llegan los datos. El primero, las ventas. Es una Feria. 8,2 millones de euros, lo que implica un descenso  del 7% respecto a 2017.  Los organizadores lo atribuyen a la lluvia y el viento que ha azotado la capital como a otros muchos lugares de España. 2,2 millones de visitantes. Y un récord de autores firmando: más de 2.000.

Si se mira bien, es una Feria de autores en la que se venden libros. La megafonía no deja de recitar los nombres y las casetas en las que se encuentran. Es como unFarenheit 451 paradójico. Una voz señala en tono monótono dónde encontrar al ídolo. En un universo tan variado como la propia vida.

Los visitantes, tantos en fin de semana que entorpecen el paso, buscan quién tiene la fila más larga. Este domingo de cierre, el título andaba entre María Dueñas, Miguel Ángel Revilla, Sandra Barneda, Leticia Dolera, Carme Chaparro y una tertuliana de ultraderecha. Todos aparecen en la tele, en programas estelares u ocasionalmente. Enorme expectación también Roberto Santiago, cineasta y autor de éxito de libros para niños y jóvenes.

El escritor Manuel Rivas dialoga con lectores
El escritor Manuel Rivas dialoga con lectores

Veo a Benjamín Prado. Un poco más allá a Manuel Rivas charlando relajadamente con los lectores que se han acercado. Muchos escritores señalan que ese contacto directo les enriquece y estimula. No queda tanto tiempo cuando la fila da vueltas a la caseta, como le ocurrió el primer día a Jiménez Losantos. O a los youtubers que un año más acaparan la máxima atención.  La autoayuda sigue arrasando. Y está el autor al que no le llega casi nadie, mientras pasan los visitantes y miran.

 La Feria del libro nos sitúa ante la propia estructura de la sociedad actual. Sigue habiendo ciudadanos interesados en la ficción de calidad o el ensayo que aporta análisis de interés. Pero tiene esa otra cara: la búsqueda del famoso, escriba lo que escriba, haga lo que haga. Para verle de cerca, mirar la dedicatoria, seguramente colgar su libro en la estantería sin leer. En algunos casos, por fortuna. Y es de temer, de haber un pulso, quién ganará.  Los  famosos de la peor televisión de la historia andan formateando a la  sociedad.

La Federación del gremio de libreros hizo público un barómetro en enero. Se lee más pero peor, señalaron. Con menos tiempo y reflexión. Casi el 65 % de las mujeres leen algún libro al año. Los hombres, diez puntos menos, el 54%. Los niños leen o les leen de forma habitual. Los jóvenes también, pero a partir de los 25 años van abandonando paulatinamente la lectura. Las mujeres recuperan el hábito a partir de los 35 años. Estos porcentajes se han dado en la Feria de Madrid, en su presencia. Gran número de mujeres buscando libros de mujeres sobre todo. En muchos casos por su fama. Los contenidos son esenciales. Siempre.

Se habló de no dar el top de ventas. Irá parejo a las librerías. La autoayuda -pseudo ayuda, pseudo literatura- convive con ensayos de entidad. El secuestro de la justicia: Virtudes y problemas del sistema Judicial, de Ignacio Escolar y Joaquín Bosch Grau, es uno de los libros más vendidos. María Dueñas vende siempre. Leticia Dolera  ha entrado arrasando con su libro feminista Morder la manzana.Cuentos de buenas noches para niñas rebeldes es otro de los grandes éxitos de la temporada. Breves historias de mujeres buenas y malas que pueblan la historia.

La vida real se abre paso también en la literatura. Si las ferias son de autores, el escaparate diario lo protagonizan los libros. Para quedarse a solas, incluso en medio de la gente, con sus historias. La selección, una vez más, en esencial. Si es de mujeres para las niñas rebeldes de todas las edades, hay un buen surtido. Desde la emperatriz japonesa Jingū (Circa 169-269) que quería apoderarse de la tierra de los tesoros, a Maya Angelou, la escritora  norteamericana, fallecida en 2014, que permaneció muda hasta que encontró su voz. Previamente se hizo con la base: memorizando palabras.

Como los libros en  Farenheit 451. Palabras, ideas, sueños, nombres –por favor- que merezcan la pena.

 

*Publicado en eldiarioes 10/06/2018 – 

Crónica emocional de la malsana realidad

Sigue el PP su camino imperturbable de reincidir en sus clichés. Ya tiene presidente en Madrid.  Designado por Rajoy. Es experto en ceremonias de puestas de largo de siglos pasados y en insultar a la izquierda, especialmente a las mujeres. Por la edad, también. Se traga y difunde los bulos de su partido. Se comporta, pese a todo, como un trol sensato en Twitter, más sensato que los titulares. Un precursor del cuñadismo en política. Es, en definitiva, un señor de la tradicional derecha española, manifiestamente clasista y rancia.

A Ciudadanos le parece bien Ángel Garrido. Comparten odio visceral a la izquierda.  Los habitantes de Madrid les importan mucho menos que manejar bien el interregno para ganar las elecciones en 2019. Pío García Escudero, tocado por una buena pasta “en créditos” –como él mismo dijo- de la Caja B que controlaba Bárcenas, va a presidir la gestora. Nada dice el partido de Rivera. Tan selectivo y cambiante para sus cosas.

Siguen PP y Ciudadanos tal cual, pues. Y, sí, también el PSOE y Unidos Podemos en sus distintas burbujas, flotando en paralelo.  Y los partidos catalanes. Y el PNV. Todo.  Igual, con viraje a peor. Tan similar que sale el Barómetro del CIS y todos se congratulan de sus éxitos. Al PP le aguanta un 24%, seguiría siendo la lista más votada, que ya les vale. PSOE y Podemos confían en que Ciudadanos se desgaste. Una vida esperando que se desgaste el PP y ahora toca aguardar desgastes nuevos, mientras quien más se desgasta es la sociedad.

En el continuo girar de la rueda, no faltará alguna crítica ácida de Felipe González a la Venezuela de Maduro que es lo peor del mundo mundial de todos los tiempos. Ni una exaltada preocupación desde Ciudadanos y el PP por el adoctrinamiento escolar que no sea en cuplés de Banderitas e himnos de novios de la muerte. Ni una coz del portavoz Hernando.  Ni una salida de tono, altamente estentórea de Girauta. A quien se le sube el agro a la mínima como a su correligionario Jiménez Losantos (demos gracias que no coge la lupara) . El propio presidente de Ciudadanos participa de esa enardecida actitud. Es ver un independentista y también se tira al monte.

No nos veremos libres tampoco de los centenares de machistas de testosterona desbocada luchando prestos a desahogarla sin pararse en nada.  Ni de la ceguera buscada de varios miles más. Ni de algún juez que disminuya una condena porque el violador de un objeto etiquetado como mujer c ontó con algún atenuante como ir borracho,  el angelito.

Tampoco nos privarán de la enésima manipulación de RTVE. Una televisión pública que ha convertido sus informativos en una máquina de propaganda del PP y de sus propios programas de entretenimiento. Y que hurta información esencial. Ni de un, dos, tres, cuatro tertulianos, sentados en los platós con la sagrada misión de lavar los desafueros de la derecha. Tan segura de su impunidad que manda a joderse, con todas las letras, a quien se le antoja. Con las mismas “santas pascuas” que precarizan la vida del colectivo del que toque aprovecharse. Y siempre caerá algún tipo, un catedrático, por ejemplo,  obsesionado con que le chupen él sabe  qué un par de mujeres concretas: Carmena y Margarita Robles como castigo a su maldad.

Pasaremos página de las corrupciones del día, porque el hecho de que miembros del PP –preferentemente – nos saqueen las arcas del Estado ya aburre un poco. Habría que echarle unos gramos de algún tipo de pimienta, la jamaicana que pica lo suyo. O un «Soraya y María Dolores se llevan mal». Y una controla todo el aparato de poder y la otra un arsenal creciente de armas y efectivos para usarlas.

Y no pasa nada aunque sepamos –los que no viven a la sopa boba de la información oficial– que el PP contrató la plataforma SNAP para anular el éxito de Podemos en redes. Con Arriola de gestor y dinero público. Y otra, del Grupo Zed,  contra Pedro Sánchez, además.  Cómo van a estar las criaturas, si parecen los hijos de la madrastra. De las pérfidas del cuento, que, sin duda, encontrarían hoy justificación en medios y judicaturas. Este maltrato mientras los hijos favoritos del Sistema, PP y Ciudadanos, operan a sus anchas, entre algodones de mimo. Esto es trampa, altera resultados, pero éste no es un país que se preocupe en exceso de estas minucias.

Así ocurre que la prestigiosa revista The Lancet lanza un duro estudio contra el destrozo de la sanidad pública española llevado a cabo por el PP y exige a Rajoy que revierta los recortes. Y ni Trending Topic es siquiera. Cómo se le va a prestar atención sin ser  TT. Ni la desigualdad que se extiende hasta quitar el pan de la boca a 700.000 hogares como mínimo. Ni la advertencia de la Comisión Europea sobre los salarios reales españoles: retrocederán este año un 0,4%. Los  únicos de la UE que perderán poder adquisitivo en 2018.  Ni nuestro liderazgo en obtener los peores datos en la media europea  sobre «trabajo decente y crecimiento económico» de la ONU.

Hombre, pónganle otro poco de Sáenz de Santamaría con gafas Audrey Herpbun, otro poco de Girauta a punto de coger la escopeta, a ver si así entran mejor estas noticias.  O un libro que titule de forma «sospechosa» el nombre de España. O un libro, sin más, de los de leer. O sazónenlo con algún cotilleo que evoque las rivalidades de la corte versallesca.

En Londres, acaba de celebrarse un Congreso sobre temas tan aburridos como estos que acabo de citar. Han hablado sobre el lenguaje de los estornudos o sobre guisar en una tetera. El organizador dice que “cualquier tema aburrido puede resultar apasionante si se cuenta con energía y entusiasmo”. Prácticamente el mismo día, se supo que 78 personas sin hogar habían muerto durante el invierno en calles del Reino Unido. Habían muerto tirados en la calle en un Primer Mundo en el que sobra de todo y ha de fabricar interés para no morir de tedio.

Cunde una desazón que produce cansancio, agotamiento, cada semana desde el mismo lunes. Y, al tiempo o alternativamente, esa abulia que inclina a la indolencia. Es vivir en un bucle sin fin. En el que seguimos viendo a quienes pueden decir basta a todo,  critican la situación, y no se mueven. Hay que seguir esperando desgastes. Pobres de nosotros, bipolares, trifásicos, nos montamos a lomos de un cometa cuando avistamos una luz.

Menos mal que estamos las mujeres y los pensionistas saturados de agravios y decididos a no dejarnos engañar más.  En principio, que luego llegan las encuestas con su mazo disuasorio. Atrapados y asqueados, algunos, alguna, en esta rutina de la malsana realidad.  Esperando a ver qué fuerzas de la naturaleza humana pueden más.

 

*Publicado en eldiarioes 8/05/2018 – 

Terror en la peluquería, horror en el Barrio de Salamanca

Hay personas que te hacen desagradable hasta lo más simple de la vida cotidiana. No existe la obligación de ser amable aunque se trabaje con el público pero la cosa cambia cuando se llega al maltrato.

Desde hace un par de años, iba a cortarme el pelo a una peluquería bajo el nombre de Marco Aldany, en la calle Príncipe de Vergara, 25, de Madrid. Pleno Barrio de Salamanca. Una cadena de precios populares en zona pija y conservadora. Pasé por allí  una tarde de sábado de agosto, no había nadie, me quedé y salí muy contenta. La peluquera que me atendió es excelente, podría trabajar donde quisiera.

La cosa se fue complicando al decir que para no dañar mis cervicales prefiero ir con el pelo recién lavado. Y seco, naturalmente. Al principio no hubo problema, luego ya sí. Que si mejor lo mojo, que si ya puestos un champú, que si ya una crema… Duplicando el precio sin duda (tengo los pagos con tarjeta), y mi malestar. En España hay una cierta afición a este tipo de subterfugios. Algunos lo llaman picaresca, yo lo designo con otro nombre.

Hace unos días acudí en horario pertinente y volví a sufrir el “ya puestos”. Le advertí a la peluquera que, a mis problemas de cervicales, se había añadido un nuevo accidente –por embestimiento de otro coche mientras estaba detenida en un semáforo- y que incluso el lunes tenía fijada una resonancia magnética. Lo escribo y no me puedo creer las estupideces que se llegan a hacer. ¿Tendría que haber ido con el parte de urgencias y la cita para la prueba en el Hospital?

La excelente peluquera no se apiadó en lo más mínimo. Hubo que regatear de nuevo, con un aumento profundo de mi incomodidad ante este tipo de situaciones. Con lo fácil que es decir: así no lo hago ya, o esto cuesta tal precio en tus condiciones. Accedí, a regañadientes, a mojarme el pelo, pero no al periplo innecesario de champús, cremas y  aclarados. De forma que me sentaron con el pelo mojado y se fue demorando el corte. De muy mal gas y protestando, la peluquera dejó la tijera en la repisa frente a mi silla y se fue a cobrar a varias clientas que se iban, tras ser atendidas por otras, y diferentes gestiones. Creo que podría escribir un cuento de humor negro con estos ingredientes. Me contento con hacer un parafraseado de la canción de Alaska y los Pegamoides en el título, porque tampoco da para más.

Sentada en la silla, mirando la tijera, el humor de la peluquera, el humor de las demás colegas, de las señoras muy del barrio de Salamanca allí sentadas, opté por marcharme. No afrontaría más riesgos.

Pretendí, claro está, que si había llegado con el pelo seco y, dadas las circunstancias, prefería marcharme, secarme yo misma un poco para no salir a la calle con el pelo empapado.

No lo consintieron. Otra peluquera me arrancó el secador de las manos, literalmente. Y nadie movió un dedo para solucionarlo. Una clienta, para insultarme por no tener paciencia.

Pedí hablar con la persona encargada de la peluquería. No contestaron. Pedí el libro de reclamaciones. No contestaron.

Y salí a la calle con exactamente 7º de temperatura con todo el pelo mojado. Menos mal que llevaba en el bolso un gorro de lana que algo palió el frío. Pero pude haber pillado una pulmonía.

Tengo cita con el departamento de Consumo del Ayuntamiento en mi distrito. Y me digo que, con todo cuanto ocurre, no debo entretener a un empleado que a buen seguro tendrá cuestiones más importantes que gestionar. Creo que no facilitar el libro de reclamaciones y una interlocución con la persona encargada para formular mi protesta sí es una falta que merecía sanción. Seguramente esa persona estaba allí y participaba del castigo a la clienta.

Que esas peluqueras sean unas desalmadas, creo que no está tipificado.  Pero evidentemente acudir allí es un riesgo que no aconsejo a nadie medianamente normal.

 

 

 

 

 

 

 

La trastienda del Black Friday

En la mañana de este viernes, Black Friday, millones de personas se han levantado pensando en ir de compras y aprovechar las ofertas. Y millones de personas han saltado de la cama sabiendo el día que les esperaba porque son ellos los encargados de venderlas. La mayoría vienen entrenados por los días previos porque este “viernes negro” se ha convertido incluso en una semana. “Yo me mentalizo y trato de llevar bien el día, lo peor es por la noche al terminar la tarea”, responde una dependienta afable y armada de paciencia. La jornada apenas despunta y ya ha tenido que atender a varias clientas al mismo tiempo, sus dudas y sus protestas. Imaginas la cantidad de pasos que habrá dado al regresar a casa, las sonrisas, las disculpas.

Las empresas aumentan la plantilla para estos días. En cantidad notablemente insuficiente.  Esta web, Xataca, llega a cifrar el incremento de los trabajadores en un 20% y el de los pedidos en un 2.000%. En cualquier caso, la desproporción es notable y no deja de reproducir la habitual. En el inicio de la oferta Black Friday, dos o tres días antes en muchos casos, te encuentras a primera hora de la mañana con 4 vendedores para atender a todo el que entre en una enorme tienda de aparatos electrónicos y electrodomésticos. Cada uno tiene asignados a su vez no menos de cuatro departamentos, y no otros, sin mezclas. No pueden prestar atención ni a consultas. La espera y la disuasión acaban con la encargada mandándote al mostrador a qué pongas por escrito una queja.

Lo mejor es intentarlo en otro comercio. Más grande aún, la proporción de vendedores es ligeramente superior y mejor el talante. Pero tardan demasiado en “volver del almacén” o en llegar a su pupitre debido a las continuas interrupciones de otros clientes. ¿Están haciendo el negocio a costa de sus trabajadores? “Tampoco es eso”, me explica un reponedor que oye y ve mucho. “Es que no se vende, por más que digan que España va bien, no se vende”.

El comercio ha cambiado a un ritmo vertiginoso. Grandes zonas de las ciudades, en el centro y los extrarradios en particular, han convertido sus calles en monumentales centros comerciales. Caen los últimos cines y en su lugar se coloca otra tienda, muy similar a la que puedes encontrar pocos metros más allá. La oferta es descomunal, bastante uniforme, y en busca del más barato todavía o lo selecto, el lujo. Pero múltiples expertos aseguran que las tiendas físicas se están convirtiendo en escaparates para la compra on line, sobre todo de tecnología. Pedro Bravo también aguza la vista en bicicleta. Y al parecer la venta exige mucha motivación para atraer al cliente porque se anuncia más y más espacio para instalar comercios. Nuevos centros y ampliaciones, se disponen a  añadir más de 2.350.000  de espacio comercial en el conjunto de España, según Cinco Días.

Almacén Amazon. San Fernando de Henares, Madrid.
Almacén Amazon. San Fernando de Henares, Madrid.

El negocio de venta on line es el que más crece. Amazon y sus primos hermanos se están haciendo con el mercado. Solo el macrocentro que la multinacional norteamericana proyecta en Toledo tendrá 200.000  y hay más ampliaciones en perspectiva. Es de imaginar qué quedará de esa burbuja del consumo que se asienta en cada esquina y cada tramo de nuestras ciudades. Todavía muchas personas, no todas ya, acuden a los centros comerciales físicos a ver el producto, pero luego lo buscan en la Red. De ahí que el empleo de repartidor crezca también exponencialmente. “En 2015 hubo 600 contrataciones, en 2016 fueron 1.000 y este año la cifra crece hasta las 2.700”, concreta a Xataca un responsable de Amazon. Los sueldos de los repartidores oscilan entre 1.000 euros al mes,  según Indeed , un buscador de empleo, con datos insuficientes para su fiabilidad, a auténticos abusos como publicamos en eldiario.es de algunos repartidores de comida que apenas llegaban a 4 euros la hora.

A simple vista no hay dinero para tanta tienda, quizás porque tampoco sigue habiendo pan para tanto chorizo. Hecha la salvedad quincemayista, la dura evidencia es la desigualdad instalada en España, que incluso nos afean desde la Comisión Europa, de esa UE que presionó y presiona con las políticas neoliberales que la han propiciado. Ayudadas en España por la corrupción, del robo público y la evasión y elusión fiscal. Solo Rumanía y Bulgaria, los parientes pobres, casi apestados, de esta Europa organizada, tienen una desigualdad mayor que la España del PP y sus socios impenitentes.

El  informe de la UE y otro de  la editora Bertelsmann nos sitúan en una España en situación “crítica” que suspende en todos los parámetros de la justicia social, salvo en la salud por el gran esfuerzo de sus profesionales y la alta calificación de la que partía antes de la fiebre privatizadora del PP. Riesgo de exclusión social, pobreza infantil, abandono de los estudios, escasa efectividad de las prestaciones sociales. Mapas sonrojantes, en el caso de tener vergüenza, para quienes amparan esta situación.

Hay una correlación análoga en los compradores españoles según su nivel adquisitivo. Se abre paso el saldo puro y duro, las camisetas a 2 y 3 euros, zapatos enteros con su suela y su todo a 10 o 15, labradas con tanta explotación como sabemos lejos de aquí. Para saciar el placer o la necesidad –creada-  de comprar. Y en un nuevo Monopoly empiezan a caer cadenas solventes que no pueden competir en precios. C&A anunció que reducía tiendas incapaz de lograr precios como los de Primark. La venta por Internet también se lanza a por ese mercado con empresas que facilitan las tallas con sus  medidas completas, nivel sastre o modista, y que devuelven integro el dinero si la compra no complace al cliente.

Se ha basado el tinglado de esta sociedad en el consumo. Y como poco es un sector en movimiento agitado.  Los síntomas lo asemejan a todas las demás burbujas que pincharon. La tecnología en constante desarrollo no dejará de venderse, todo lo contrario, pero puede que no lo haga ya apenas en las tiendas que colocan a 4 vendedores en todo el recinto. Y algo tiene que cambiar en tanta ropa colgada en lo que un día fueron edificios que aún deben guardar en sus paredes ecos de historias y calidades en celuloide más allá del pack de bragas a 3 euros o la camiseta de turno.

En una especie de huida hacia adelante, de pirámide, los gobiernos pujan por el favor de las grandes multinacionales del consumo.  En EEUU el cierre de centros comerciales adquiere ya niveles de problema. Apuestan por lo que vende dando todo tipo de facilidades, incluso las administraciones del gobierno. Una ciudad de EE UU Stonecrest, en Georgia, ofrece a Amazon cambiar su nombre por el de la compañía. En Seattle,  ya han tomado el espacio urbano las denominaciones Microsoft y Amazon. En Japón existe Toyota City, aunque creada al efecto, como contaba la periodista Rosa Jiménez Cano.

Toman el relevo las grandes superficies, en donde comprar los tomates, las sábanas, el detergente, la comida del gato y el televisor de oferta. En este último departamento se están creando trabajadores a un nivel de estrés malsano. De habitual, no solo en tiempo de campañas. Literalmente atienden a un cliente, mientras son interrumpidos por otros y por sus compañeros, y alguien –un jefe con certeza- habla y responde conectado por un pinganillo. Ocho o diez horas así, a diario.

Otro caso que he constatado es el del empleado que está solo atendiendo ofertas de electrodomésticos, permanente  colgado de un teléfono mientras de igual modo intenta servir a un cliente y a las interrupciones. En este caso, con ostensible cara de agobio, de tristeza.  Comentan que muchos trabajos son más o menos así ahora, aunque no estén cara al público. El empleado multifunciones. Es la sociedad que se ha formado. La que sale tan guapa en la televisión.  El informe de la UE, refleja que España tiene una de las tasas más altas de trabajadores pobres, por culpa del trabajo temporal y parcial que el gobierno llama empleo. El 13,1%, junto con Grecia y Rumanía. No se puede desperdiciar lo que haya, pero los derechos han disminuido.

El Black Friday -la gran fiesta del consumo internacional-  es una renuncia a los márgenes comerciales habituales, el pájaro en mano, que dejará volando otros de la campaña de navidad. La gente compra ahora y no compra lo mismo después, se reparte la venta. En este Black Friday de 2017, al margen de las cifras de beneficio que den, de los reportajes de exaltación del consumo, existen unas personas que llegarán rotas a casa. Los dependientes de ropa cara han estado algo más tranquilos, a la caza de clientes a quien ofertar las bicocas. No verán ustedes a las élites rebuscando por los percheros, no lo precisan. Ven en un centro de lujo un pañuelo para el cuello de 199.- euros y si les gusta lo compran como complemento del resto del avío.

Cuanto más barato, más aglomeración sin embargo. Los grandes almacenes del centro, los clásicos, no andan tal mal surtidos de dependientas como otros. El día acaba con el martilleo en los oídos de decenas de peticiones de tallas para el almacén, preguntas de por  qué hay rebaja en unas prendas y en otras no, de por qué no lo señalan bien, consultas de “míreme si tiene rebaja”, quejas de “si es una engañifa porque nada tiene rebaja”, de la tardanza en la consulta o el pago, quejas, quejas, esa solera de mando conservador que portan las señoras del, por ejemplo, Barrio de Salamanca en Madrid. Quienes tratan a los clientes igual – de mal si es el caso- que su empresa a ellos que los hay, son minoría.

No se habla de los empleados del Black Friday. Del comercio amenazado a pesar de la exaltación del consumo, o en mutación imprevisible. De quienes apechugan con él a costa de su esfuerzo y hasta de su salud. Es la consecuencia lógica del trabajo precario, en tiempos de injusticia y desigualdad. De incertidumbre constante por el paro o las mermas. En tiempos de cargar en los brazos a sectores indiferentes de la sociedad con erráticas prioridades para el bien común. No se habla de que en la España del PP y sus apoyos, para muchos es Black Friday, tiempo de rebajas en sus derechos y posibilidades, todos los días.

Acaba el Black Friday pero sigue el sábado, y el domingo, y la navidad, y los Reyes y las rebajas… Puede ser de otra manera, pero no quieren.

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