San Jordi. Librería en Barcelona. Firman entre otros Ignacio Ramonet y autores de su altura intelectual. En un determinado momento entra también en las mesas Mario Vaquerizo con su afamado libro “Haciendo majaradas, diciendo tonterías”, uno de los más vendidos. Me cuentan que la avalancha de admiradores de Mario ha roto todas las barreras de seguridad al punto que el resto de los autores han optado por marcharse bajo el temor de perecer sepultados. Ramonet que reside en París ha preguntado quién era el escritor. Se lo han contado. Seguro que la anécdota enriquece uno de sus próximos libros. Él ha plasmado páginas memorables sobre cómo manipula y embrutece el poder mediático.
Muchos títulos, muchos autores, y mucha afluencia sin embargo. Todavía hay personas que buscan libros. Pero no es la única referencia del éxito arrollador en San Jordi para autores por el hecho de “salir por la tele”.
Conversaciones en Internet me han confirmado lo que intuía y no quería racionalizar: hay que escribir “por amor al arte”. Lo mismo que cualquier expresión cultural. Han llegado a decirme que uno siempre busca un “lucro” escribiendo aunque no sea económico. Y encima quiere uno siquiera resarcirse mínimamente de los gastos o del esfuerzo. ¡Qué desfachatez!
Tienen razón los que dicen que solo se paga lo que se valora. Al menos en este terreno, pronto podría llegar a todos, hasta a los sentimientos que parece ser por el momento –y salvo excepciones que también buscan un buen negocio- lo único que se libra. Y lo que se valora es “ser famoso” y “salir por la tele”. Puede uno “salir por tele” pelando patatas o dando brincos, lo importante es que esté en la pantalla. De hecho prima más la aparición en una actividad frívola que razonando –que en algún caso también se da-. Es de dudar, incluso, si la lectura que interesa es el texto o solo la firma y la dedicatoria.
¿Quién creará entonces cultura? Escribir –como otras actividades- también cansa, es un trabajo entendido éste como esfuerzo. ¿Quién se arriesgará a publicar para perder la inversión? ¿Hay que publicar también por “amor al arte”? ¿En meritorias editoriales que no alcanza difusión? ¿En Internet como hacemos en los blogs… para una audiencia similar a la de los blogs? ¿Y qué «amor al arte? ¿El “amor al arte” de las estrellas de la tele que aprovechan el tirón y sacan un libro? Y muchos, muchísimos, hay que vender y desde luego nunca en un libro colectivo para que compense si es rentabilidad económica lo que se busca. Un libro cuesta lo que un menú barato diario, y digital como un pincho de tortilla. Cuesta, «vale» mucho más. Realmente el trabajo desmantelador de la cultura y la educación emprendido por el PP lo tiene ya ganado, queda poco que conservar. Levantar el estado actual de una buena parte de los españoles sí exigiría cultura subvencionada, para inyectar en vena. El venidero será ya irremediable.
Viniendo ahora hacia casa escuchaba en la radio (de alguna manera este artículo es continuación del anterior) a un empleado –no un oyente- comentar la festividad del día. Ha hablado de El Quijote, ese símbolo tan español del desfacedor de entuertos al que anulan tildándolo de loco. No era eso lo que había escuchado el comentarista. Se ha acercado al soliloquio de la razón –por cierto la figura literaria se llama políptoton- y lo ha leído:
“La razón de la sinrazón que a mi razón se hace, de tal manera mi razón enflaquece, que con razón me quejo de la vuestra hermosura”.
Ha convenido que no entendía nada y que no es de extrañar que al Quijote lo llamaran loco. Con lo clarito que hablan Cristiano Ronaldo y Mourinho. Sí, el sueño de la… sinrazón produce monstruos. Y ésta es la ciudadanía a la que están robando su presente y su mañana. ¿Tanto cuesta utilizar la cabeza para algo más que para peinarse?
Entiéndase -para los no habituales del blog que me conocéis- que quien escribe «salió en tele» precisamente durante muchos años y que puede escribir hasta de erotismo o de recetas de cocina. Tampoco me quejo en absoluto de la difusión de mis últimos libros. No es un lamento personal por tanto. La crítica amarga es por el estado de idiocia al que ha llegado la sociedad. Dolor por el inmenso daño que causan a la ciudadanía en su conjunto.