La Doctrina del Mal Menor


7 DE MARZO DE 2016

Lo conveniente es no repetir elecciones. El candidato que aceptó presentarse a la investidura, Pedro Sánchez, del PSOE, debe ser apoyado como la mejor opción o como mal menor. Con sus 90 diputados y su empecinado pacto con los 40 Ciudadanos. Para evitar que siga gobernando Rajoy. No vaya a ser que las gentes de Sánchez, Luena o Hernando se vean obligadas a suscribir la Gran Coalición, como quiere Albert Rivera. “En tiempos de tribulación, no hay que hacer mudanzas”, advierten Santa Teresa de Jesús y María Dolores de Cospedal.

La llamada prensa es ya casi unánime. Podemos se equivoca en su estrategia. Si Sánchez dijo sí al Rey aunque no supiera sumar a su candidatura más que a una feroz campaña mediática para conminar y culpar al partido de Iglesias, siempre será mejor un gobierno del PSOE y aledaños a que siga el PP, autor de tantas tropelías. Las voces más sensatas se apuntan a esa teoría. Venga, que yo conduzco, sin frenos, ya se apartará Podemos (e IU, Compromís, nacionalistas vascos y catalanes) y mal que bien aparcaremos o nos empotraremos en La Moncloa. No puede haber conductor más fiable. Y su equipo, con esas voces brillantes y mesuradas que con tanta aplicación venden el plan.

La Doctrina del Mal Menor ha hecho estragos en la historia de España. Socialmente también con el “no te signifiques”, “aguanta”… con todo. Con la injusticia, la desigualdad, los atropellos, hasta el maltrato machista, hoy avanzando en el rebautismo de la  “violencia en el ámbito familiar”. Así lo escuché el domingo en una radio.

Por virtud del Mal Menor se firmó una Transición que dejó muchos cabos sueltos. Por el Mal Menor todos los crímenes y  abusos de la Dictadura quedaron absolutamente impunes. Todo: ejecuciones, encarcelamientos, trabajos forzados de presos políticos como el que nos mostró Jordi Évole en Salvados marcando la agenda, robos de niños, la corrupción… todo.

Y así seguimos engullendo arbitrariedades y demasiados trazos torcidos. Avanzamos a trompicones, como se hace en España, sin un modelo económico de progreso. Del turismo al ladrillo para terminar en la degradación laboral y en derechos de los trabajadores. Con un reparto de cargas y beneficios que debería incluir en la bandera española un embudo enorme. Echando atrás libertades ganadas. Con una corrupción que toca a las más altas instituciones del Estado y que en algunos lugares –si nos atenemos a denuncias de la propia Guardia Civil– deja en cuento infantil el Chicago de Al Capone. En un clima de manipulación mediática que está llegando a niveles irrecuperables.

Sí, es cierto, salimos adelante a pesar de todo. Con grandes avances como sociedad que hoy se están perdiendo. A pesar de, no gracias a. No es cierto que el dolor sea germen de bondades. No hay correlación lógica en el  “No hay mal que por bien no venga”, que haría las delicias del saco de refranes de Rajoy. Hay trámites que pueden y deben ahorrarse. Gran parte de lo que llaman sabiduría popular no es sino consuelo popularY a él nos abocan de continuo. Muchas veces con la más sana intención, y menor visión de pasado y de futuro.

¿Hemos reflexionado cómo seríamos los españoles sin tanta mugre con la que cargamos desde hace años, siglos incluso? ¿Qué logros hubiéramos obtenido si muchos más hubieran perdido el miedo y erradicado la indecencia?

Los mimbres con los que se ha gestado el Pacto PSOE/Ciudadanos siguen renglones torcidos. Por la forma –en alto grado– y por el fondo. La ideología netamente ultraliberal y conservadora, reverencial con el sistema, de Albert Rivera, Girauta y, sobre todo, Garicano, no ofrece duda alguna. La elección de Sánchez para catapultar sus 40 escaños solo se comprende al hilo de los editoriales, portadas, entrevistas y encuestas de El País. Y no solo de ellos. Este Mal Menor lleva visos de ser el Mal de siempre. Es subsanable, con mucho empeño y serias intenciones de limpieza y bien… común.

La campaña contra Podemos es tan extrema que resulta hasta jocosa de conocer las técnicas clásicas de la manipulación mediática. No ayuda la torpeza de mentar en el Parlamento un programa de televisión que convirtió en titular el sí a la pregunta de la entrevistadora sobre un tema frívolo. Una anécdota, al lado de los turnos de alusiones de ministros y portavoces fuera del temario, de cuanto evidenció el discurso del bipartidismo, pero magnificada por el espectáculo de los medios.

Una vez más el Mal Menor puede llevarnos a no resolver los problemas acuciantes que padecemos. De tantos rodeos y demoras para alcanzar la meta cabe el peligro de acabar perdidos. Otra vez. La desproporción de medios con los que cuentan, sin embargo, convierte en inútil hasta avisarlo. Hay muchos que viven muy bien a ese lado de la historia.

Sigue la amenaza de recesión económica consecuente a la religión neoliberal imperante. En España, Rajoy deja en herencia la Deuda Pública mayor en un siglo. Más de un billón de euros. Impagable. Como le ocurrió a Grecia. El paro juvenil sigue en los puestos más altos de Europa. Nos han avisado de que la hucha de las pensiones –exprimida desde el superávit que dejó Zapatero– solo llegará hasta 2018. Los jóvenes y ya hasta los maduros pueden olvidarse de cobrarlas. Pero en el potro de tortura mediático y en las pasiones políticas existe dificultad en relacionar los hechos.

Al menos, cuando se pregunten por qué alguien como Donald Trump tiene posibilidades de ser el próximo presidente de los Estados Unidos, piensen que todo tiene un principio, una trayectoria, una deriva. Hay demasiados hijos de  males menores diseminados por el mundo. Tiempo de enderezar el rumbo hay, voluntad no lo parece.

Pacto a la naranja, ponche al Calisay

Pedro Sánchez y Albert Rivera han llegado a un pacto de legislatura. Suman 130 diputados y PP y Podemos ( 1º y 3º en escaños) anuncian que no le darán su apoyo o su abstención para que el líder del PSOE gobierne en minoría.

Sánchez negociaba con Rivera hasta el mismo día en el que, por fin, su equipo empezó a hacerlo  a 4 con Podemos, IU y Compromís. En otro despacho los dos pactadores de hoy se reunían en secreto de nuevo. Y hubo fumata blanca. Pero claro el tiempo no da para todo y Sánchez ya avisó:

Como Sánchez se había comprometido a consultar a la militancia, para acallar a las baronías de su partido por si pretendía aliarse con Podemos, va y suelta ya la pregunta que es ésta, según informa Antonio Maestre de La Marea.

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Diría más: una solemne tomadura de pelo. Ni dice con quién pacta, ni el qué.  Ni siquiera nombra a Ciudadanos.

Por supuesto, la brigada mediática prepara el terreno o directamente se decanta por culpar ya a Podemos de que Pedro fracase y hayamos de ir a nuevas elecciones.

No todos. El Gran Wyoming analiza con precisión lo que ocurre, pero no en El Intermedio que no dirige, en su columna de un periódico digital y con menos audiencia: infolibre. Antes del «histórico» acuerdo ya escribía esto con lo que coincido y contrarresta la abrumadora campaña en el otro sentido:

Estando como está la cosa, no se entiende bien la risa que causaba la propuesta de Pablo Iglesias de que las negociaciones se hicieran públicas, con testigos, eso que llaman “luz y taquígrafos”. Hasta ahora, desde luego, se han buscado argumentos de lo más peregrinos para no hacer lo que hay que hacer si es que se quiere hacer. Eso que nos vendieron, también el PSOE, como el cambio. Desde luego ya se han hecho, por lo visto, pactos con Ciudadanos de los que no nos han contado una palabra. Debemos entender que Albert Rivera reúne las condiciones de humildad, educación y respeto para poder sentarse con ellos en sofás contiguos, sin tener que mandarle con los negociadores.
(…)
Hay que mirar por el negocio y su enemigo real no es Ciudadanos, ni el PP, esos no le restan ni un voto. La competencia a hundir son los emergentes. Ese es el problema.
(…)
No quieren que les tutelen porque saben que solitos pueden prescindir de las promesas electorales. Con Ciudadanos están más cómodos, no les van a exigir el cambio, han venido a evitarlo.
(…)
Y la llamada fuerza del cambio que encabeza Pedro Sánchez, buscando estrategias de escaqueo mientras en Madrid sale la cifra de un millón de pobres de los cuales setecientos sesenta mil viven con menos de trescientos euros al mes. Manda huevos.
El cambio es una exigencia de la honradez política elemental.

Pacto a la naranja con lo que serían graves divergencias en cuestiones sociales y económicas entre un partido ultraliberal y otro socialista, de seguir siéndolo. Yo suelo escribir PSOE, en lugar de socialista por no pillarme los dedos.

Pedro Sánchez anda avanzando los acuerdos a los que ha llegado. Otro periodista nos brinda un avance muy orientativo:

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Tras el discurso anunciando el pacto, se han escuchado aplausos en la sala  ¿Quién aplaudía a Pedro Sánchez? ¿No es una rueda de prensa? ¿No son periodistas los que le escuchaban?  Los periodistas no aplauden, no como periodistas. Luego les ha dicho que se ciñeran a preguntas sobre el Pacto, no a otros temas, y ha dado la palabra a tres o cuatro.

Ha dicho que al acuerdo con Ciudadanos»le han echado muchas horas, inteligencia política, ambición y humildad». Es decir se lo han guisado y comido entre Pedro Sánchez y Albert Rivera. Y piden que otros se sumen. En mi opinión eso es echar a otras fuerzas políticas, es una actitud bastante humillante para otros. Legítima, pero útil si tuvieran más de 130 escaños.

¿Hay caballos de Troya agapazapados en el PP para lograr por fin la gran coalición que satisface a los poderes económicos y mediáticos? ¿Ha obrado osada y precipitadamente Sánchez al elegir al cuarto partido en votos y ser más difícil el quorum para gobernar?

«Pacto a la naranja» es un buen título para este guiso. Lo leí hace mucho tiempo ya en Twitter y lo difundí desde entonces. El iniciador parece ser Antonio Ramos de Antena3. Dado que ya lo escriben hasta los medios grandes, nos sirve para entendernos. Pero igual va más allá del gusto por lo naranja o sepia. Igual es el modelo tan afín en ambos contendientes: la estética, tan similar, aporta datos. Al final sería un Ponche al Calisay. Pero ¿Hay alguien más que preste los votos necesarios?

pedro.albert

 

 

En España solo puede gobernar la derecha o la crispación

En España solo puede gobernar la derecha -y asimilados que no pongan en peligro el sistema de injusticias- o la crispación. O tienen el poder, crispando, o irritan desde la oposición. Es así desde hace siglos, pero la estrategia se ha perfeccionado y especializado desde que Rajoy encabeza el PP. Más aún, a raíz de ganar las elecciones en 2011 en un ambiente social que cuestionaba hondamente las políticas tradicionales, se añadieron factores decisivos al plan.

El PP de Rajoy no ha dado una sola puntada sin hilo de su madeja. Se ha pertrechado de un entramado jurídico que penaliza cuanto no sea la sumisión a sus postulados. Ha blindado también sus dañinas reformas para que resulte muy arduo desmontarlas. Y, por el grifo de las subvenciones o el temor común a los cambios, ha sumado en su lucha a un número notable de medios y periodistas, dispuestos a dejarse la piel por mantener el régimen de privilegios. O a mirar para otro lado que opera similares resultados. Factores que convierten este período en peligroso como pocos en la historia reciente y que influyen como una losa en el gobierno en gestación.

Rajoy se hace cargo del PP perdiendo las elecciones de 2004 por su gestión manipuladora de los terribles atentados del 11M –lo dijo hasta la prensa internacional-. Desde el día siguiente a ese 14 de Marzo, comenzó la campaña contra José Luis Rodríguez Zapatero y el PSOE arguyendo que su triunfo era poco menos que ilícito. Con sus panfletos de cabecera como ABC o La Razón, con El Mundo de Pedro J. Ramírez intoxicando de forma miserable, el resto de los medios no participaban básicamente del juego. RTVE recuperó una calidad solo conocida en tiempos de Fernando Castedo, Gabilondo, Azcona, Sotillos, Pedro Macía o Luís Mariñas, entre otros.

Si Rajoy llamó “ruiz” –ruin- al candidato socialista, Pedro Sánchez, en el debate para las elecciones de diciembre de 2015, a Zapatero en sus dos legislaturas le cayó una lluvia inhumana de improperios y acciones. Como ahora a las víctimas favoritas de la nueva cruzada. A este paso alguien puede acabar en la hoguera. De momento, quienes llevan más números son Carmena, Zapata y Rita Maestre. Entonces, no fue ‘solo’ que Rajoy acusara al presidente socialista de servirse de los muertos, es la lista de calificativos que le dedicó durante su mandato. Recopilé en su día algunos:

Acomplejado, agitador, ambiguo, antojadizo, aprendiz de brujo, bobo solemne, chisgarabís, cobarde, débil, frívolo, grotesco, hooligan, impreciso, imprudente, incapaz, inconsecuente, indigno, inestable, inexperto, insensato, insolvente, irresponsable, maniobrero, manipulador, mentiroso, oscuro, perdedor complacido, radical, rastrero, sectario, taimado, traidor, turbio, veleidoso y zafio.

El proceso del 11M e, invariablemente, ETA, fueron una vez más armas de manipulación y uso partidista en manos del PP y sus medios. La política antiterrorista del PSOE  terminaría dando frutos pero aquellos días, años, se escucharon y se vieron posiciones tan radicales que sembraron el temor en una buena parte de los ciudadanos. Muchos no tienen memoria, volvamos a constatarlo. Igual hacen ahora. Con cuanto se les pone por delante. El presunto chantaje al que cedía Zapatero, llevó a pedir Cirujanos de Hierro, es decir, hasta golpes de Estado en algún medio. Ocho veces, al menos, salió el PP a la calle para protestar por la política antiterrorista del Gobierno, y no menos de 13 para rechazar leyes del ejecutivo, muchas veces de la mano de los Obispos que hoy disponen de su propia cadena de intoxicación.

Cuesta creer que miembros del PSOE hayan contado con el PP en aras de lo que llaman estabilidad (presunta). Y es porque ahora el enemigo ha cambiado: ahora es Podemos y las mareas y confluencias. Hijos de todos los desmanes anteriores, como no debemos cansarnos de atestiguar. Y los golpes y cuchilladas les dan de todos los lados. Confusiones nada inocentes como la que pretende equiparar los escraches, tan medidos c omo explicaba en eldiario.es Stéphane M. Grueso @fanetin, con el acoso violento de miembros de la Seguridad municipal, por tanto del Estado, a un superior. Ministros, periodistas, editoriales, unidos con un Fernández Díaz que dice: “El tiempo coloca a cada uno en su lugar”.  ¿Lo entenderían mejor si el ejército se plantara en la Moncloa por una protesta laboral?

Es la última hazaña de este tiempo, convertido en distinto e inquietante por las leyes y códigos mordaza del PP. En el que, a diario, vemos llevar al juzgado y a la cárcel opiniones u obras de ficción, como sucede ahora mismo en Turquía, China o las autocracias árabes. En estas últimas también es delito agraviar los sentimientos religiosos. Los jueces progresistas han expresado su alarma por el “abuso de detenciones” y de “privación de libertad” como instrumento. En los que la Seguridad del Estado -es decir, de los ciudadanos, no de los poderes atrincherados al margen de los resultados de las urnas- están en manos de un Ministro en funciones que piensa, declara y actúa de forma muy preocupante. O la Justicia en las de otro ministro que no desaprovecha ocasión para hacer campaña a favor de su partido como si trabajara las masas en el mismo plato.

Sembradores masivos de cizaña ‘alertan’ de falta de respeto y agresiones a la convivencia. Patéticamente alterados porque reciben críticas en Twitter. Crispación hay, pletórica: la propagan a diario desde la política y los medios. Mientras la corrupción ya nos está llegando a las vías respiratorias, las arbitrariedades y las dobles varas de medir hieren la vista, nos insultan las desigualdades que ha propiciado su precioso sistema. Ese que, por cierto, les peta otra vez porque las religiones económicas no funcionan en la práctica más que para el selecto grupo de sus beneficiarios.

Nos levantamos cada mañana con nuevos exabruptos, añadidos insultos a la inteligencia y a la más elemental dignidad. Con mentiras o tibiezas. Nos echan al día con el hígado revuelto. Es su modus operandi. Herencia de sus ancestros. Hoy, sumando fuerzas en la labor.

Y la gente lo nota aunque quiera evadirse. A la mayoría nos han devaluado las condiciones de vida, las económicas y todas las demás. Por eso algunos –malnacidos- descargan su malestar contra sus mujeres, los homosexuales, los emigrantes, aquellos a quienes consideran más débiles o diferentes. Por eso se consumen en gran cantidad drogas, ansiolíticos y antidepresivos.

No es posible que políticos decentes no entiendan que así no podemos seguir. Ni un día más. Ni una hora más, si fuera posible. Mientras el PP se rearma en nuevos cinismos, para lavarse la cara. El daño causado es tan grande que llevará mucho tiempo repararlo. Por lo menos habrá que intentarlo, habrá que empezar. No es la única opción, pero obliga a elegir.

El infierno de los vivos no es algo por venir; hay uno, el que ya existe aquí, el infierno que habitamos todos los días, que formamos estando juntos. Hay dos maneras de no sufrirlo. La primera es fácil para muchos: aceptar el infierno y volverse parte de él hasta el punto de dejar de verlo.

La segunda es arriesgada y exige atención y aprendizaje continuos: buscar y saber reconocer quién y qué, en medio del infierno, no es infierno, y hacer que dure, y dejarle espacio”.

(Las ciudades invisibles. Italo Calvino)

 *Publicado en eldiario.es

España y los pactos electorales

El sábado se constituyen las corporaciones nacidas de las elecciones del 24 de Mayo. A esta hora, nos encontramos con fuertes rumores de Tamayazo en Madrid, alentados sobre todo por el periódico ABC que, a diario, está hablando del tema, casi dando instrucciones. Es la fecha elegida por Tomás Gómez -el torpemente defenestrado secretario general- para plantar cara a los pactos con Podemos, tras haber estado callado desde que fue sustituido -de mala manera, ya digo- por Ángel Gabilondo. Su queja la ha publicado en un medio «solvente»: la Razón y luego ha concendido una entrevista a Onda Cero.  Qué pretende con tan torpe actitud es una incógnita. Botella, entretanto, ha decidido despedirse del Ayuntamiento desalojando y tapiando el Patio Maravillas que era espinita que tenía clavada en su (incomprensible) ego. Es que además duele -si es el caso- no dejar el cortijo a una colega, aunque ea Aguirre. La amplia famiglia estaría más tranquiela.

En la Comunidad valenciana andan a la greña en el centro izquierda, aunque han llegado a un acuerdo para constituir la mesa de Las Corts. Vamos a ver cómo acaba. De no haber acuerdo, hasta Rita Barberá podría repetir.

Ciudadanos apoya, en efecto, al socialismo andaluz y al PP madriñeño, con los aplausos de la prensa oficial, desde El País a La Razón.

A Soraya Sáenz de Santamaría le están haciendo la cama, según parece, tras acumular un poder omnímodo. Rajoy anuncia cambios y uno de ellos será el de portavoz, se dice. Algunos creen que la hoy vicepresidenta gana, hasta se advierten apoyos mediáticos de envergadura para que así sea e incluso sea candidata a la sucesión. Ella despliega agrias verborreas, a mí me da la sensación de que va perdiendo en la pugna.

Que España da mucha pena, que casi disuade cualquier intento de regeneración, es un hecho. Aunque hay cosas que se mueven y que eran impensables hace bien poco. Los principales ayuntamientos van a conocer otros aires. La Asamblea de Madrid lucía ya de esta guisa, gente normal, que algo cambia desde el poder que «se lleva» y se aplaude.

madrid.asamblea

A La Razón y a ABC (entre otros) les ha enfadado mucho.

razon.madrid.puede

Mi artículo de eldiario.es de esta semana pretendía hablar de las decisiones básicas que están en juego. Es éste:

rajoy.cabreado

Pactos: Es hora de abrir la jaula

La indignación del PP por la pérdida de poder local ha llamado a intervenir hasta a sus principales líderes. Parecen intentar recomponer en los pactos lo que les han negado las urnas. En un rasgo arriesgado en democracia, el presidente del gobierno descalifica a otras fuerzas políticas y manifiesta su disgusto por los acuerdos que se prevén: No le gustan. Ha encontrado un culpable: los medios que hablan de lo que no tienen que hablar -la corrupción del PP-. Tampoco entiende que las cadenas de televisión privadas “den cobertura a  miembros de Podemos y afines”. Y esa frase, pendientes de concesiones licencias gubernamentales, suena a coacción. Otros medios más serviles le secundan y toman parte en la negociación de los pactos para llamar a “Podemos y afines” extrema izquierda radical y meter en ese saco al líder del PSOE, Pedro Sánchez, lo cual va más allá del colmo. Tanta izquierda radicalmente extrema por doquier irrita a Rajoy y le lleva a afirmar que esto es “muy peligroso para la estabilidad de España”. Siempre ha confundido España con él mismo, como el Rey Sol.

La vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría –tan exquisita que jamás opina de política en ruedas de prensa del gobierno… si se trata de su partido pillado con las manos en la masa- carga también contra “la izquierda radical”. Todos en su opinión, salvo –sugiere- Susana Díez. Lo que está sucediendo es “muy preocupante”, corrobora como su jefe. Y por si acaso toca ser designada por el altísimo para sucederle.

 Muy preocupante para empezar es tener un gobierno que no respeta ni los resultados de las elecciones ni a otras opciones políticas y que pretende una suerte de censura a la información y a los derechos ciudadanos. Consumada en la ley mordaza y reforma del Código Penal próximos a entrar en vigor. O en la nueva ocurrencia de prohibir tomar imágenes de detenidos. Todas esas acciones, milimétricamente premeditadas, que han llevado a Jueces para la Democracia a calificar esta legislatura como la peor de la historia. La asociación progresista de la judicatura añade como lacras de este tiempo una “mayor impunidad para la corrupción y un CGPJ correa de transmisión de los partidos”.

 La corrupción. Difícilmente se puede llegar a más –y nuestra capacidad de asombro está ya largamente saturada- que a situar como delegado del gobierno, delegado del PP.S.A, en la Comunidad Valenciana a un sujeto de las características de Serafín Castellanos, hoy detenido. Según El Mundo y con datos de la UDEF (Unidad de Delincuencia Económica y Fiscal),  formaría parte también de una trama corrupta que esta vez explota la extinción de incendios, en régimen de auténtico cártel hasta con conexiones en Portugal. Allí donde hay montes y cerillas, hay negocio.

 Es un no parar. Cajas B durante años, acreditadas por múltiples fuentes, conpoderosos tentáculos que callan buena parte de los medios. Y que los ciudadanos vemos, atónitos, sepultar en el olvido pese a su intragable calibre. Un partido que -sustentando el gobierno además- es sentado en el banquillo en un juicio por corrupción que le toca como beneficiario pero que sitúa a sus empleados encausados en la calificación de “organización criminal”. Y que tampoco abre portadas cuando sí lo hacen asuntos de menor envergadura y trascendencia de otros políticos. Tampoco las máquinas trituradoras de documentos o los intentos de “tamayazos”. Resucitan intensos los rumores, perfectamente verosímiles, lo que dice todo de la calidad de nuestra democracia. ¿Cuántos más habrá, por cierto, hasta el sábado que se constituyen las nuevas corporaciones? O después…

 Dicen estar preocupados pero es a los ciudadanos a quienes nos asedia ese sentimiento en tanto no cambien las cosas. Las mayores cotas de desigualdad social. El paro. La destrucción de empleo. La creación de puestos de trabajo basura. Los recortes. El brutal aumento de la deuda pública y el saqueo de la hucha de las pensiones. El cierre de empresas que aún continúa. Los desahucios. Es difícil hace más daño en tan poco tiempo.

 Los parados mayores de 45 años pueden echarse a temblar porque el 71% de ellos ya llevan más de un año sin trabajar. Con un paro juvenil del 53% ¿qué futuro permite esa corta y precaria vida laboral? ¿El exilio? ¿El que ya empieza a echarles y maltratarles? Los emigrantes forzosos deben de andar preparando un monumento a la preocupación de Rajoy y Sáenz de Santamaría.

 Es de imaginar la angustia de los padres que han visto entrar a sus hijos pequeños en la pobreza en cifra récord desde que gobierna el PP. La de tantos españoles que han caído en la misma bolsa. Las ayudas llegan solo al 35% de los hogares y la cuantía media es de 420 euros. Es de suponer su inquietud. Y su rabia al ver los sobresueldos en A, que confesó Rajoy cobraba “todo el mundo”, más los B acreditados por la justicia.

 Los copagos en sanidad –y el deterioro de las prestaciones- que  están inquietando ya a personas que creyeron tener cubierto ese servicio tras toda una vida, o los años que sea, cotizando. Los enfermos de hepatitis C, el cáncer que se está poniendo ya en el punto de mira.

  Esto es lo que millones de españoles están experimentando o ven a otros sufrir, si tienen conciencia. Esto y mucho más. Solo la soberbia, el alejamiento de la realidad y la desvergüenza pueden permitirse calificar de “preocupante” la búsqueda de soluciones para salir de ese pozo. Y enderezar el rumbo de un futuro que camina inexorable por veredas de mayor precariedad si se siguen las mismas pautas. Digan lo digan los bien pagados servidores del sistema.

 Nada de lo sufrido hasta ahora les basta. No hay presunta recuperación que les sacie. El FMI vuelve a pedir más copago en sanidad y educación, abaratar aún más el despido y los derechos laborales, y subir el IVA. Es el camino trazado. Camino sin fin.

 Así que lo que realmente intranquiliza es que el PP se quede. Puede que el futuro no sea fácil, pero sin duda no incluye seguir como estamos. Y, no nos engañemos, la única regeneración posible para el PP pasa por una especie de embalsamamiento que sustituya todas sus vísceras podridas. Es este Partido Popular el que se rechaza, es él quien realmente da miedo.

 Y un inmenso tedio. Vivimos como el oso en la jaula de un zoo de medio pelo, topando eternamente con los mismos atropellos y recetas: idénticos miedos, fantasmas y excusas. Es hora de abrir la puerta y henchir los pulmones.

Testigo de la idílica Transición.

 Pocas cosas resisten menos el analísis maniqueísta del blanco o negro que la Transición española. Fue, desde luego, una época de cambios drásticos. Hubo que reedificar el Estado de Derecho desde los cimientos. Restablecer todos los derechos civiles: libertad de expresión, de reunión, de asociación. Legalizados los partidos políticos y sindicatos, se precisaba hacer andar –sin experiencia- a un parlamento elegido por los ciudadanos, dotarse de las leyes que rigen en los países democráticos, y elaborar una Constitución, lo que se hizo en tiempo record y con consenso. Todos colaboraron en mayor o medida, pero Adolfo Suárez fue el artífice de la Transición (a instancias del Rey, ciertamente). Suárez, a quién acribillaron desde el interior de su partido quienes terminarían por engrosar el hoy Partido Popular, sufrió por parte del PSOE de Felipe González una moción de censura y tuvo que presentar otra de confianza. Hoy es un hombre perdido en la nebulosa y en la metáfora de su memoria rota. Pero aquellos primeros Parlamentos legislaron a favor de las libertades que hoy disfrutamos, como el divorcio y todas las demás normativas progresistas o habituales en los países de nuestro entorno; e incluso aprobaron una Ley de Amnistía (que hoy está en controversia por razones opuestas a las de entonces). Iniciativas todas que AP (refundado en PP) no logró tirar abajo con su exiguo 8% de votos. Menos mal que también se sentaban en los escaños otros partidos.

CRISIS ECONÓMICA :

España apenas se parece en nada a aquella en lo que caracteriza el desarrollo. Y han pasado poco más de tres décadas. Los expertos nos definían como «un país semidesarrollado y capitalista«. Un estudio de la revista de consumo “Ciudadano”, nos habla de un salario anual (en 1976) de 122.400 pesetas (menos de mil euros al año), de las cuales una familia de matrimonio y dos hijos, dedicaba 107.000 a la alimentación y 26.000 a la vivienda en sus gastos fundamentales. La mitad de los edificios no disponían de ascensor pero sí, el 40% -y cuando encontré este dato me pareció enormemente definitorio-, de portero uniformado. Empezaban a instalarse los primeros hipermercados. Dos. En Barcelona y en Zaragoza. No había tarjetas de crédito ni cajeros automáticos. El coche más popular, el SEAT 127, costaba 360.000 ptas. Seis millones de coches circulaban por las carreteras imposibles -y atravesando los cascos urbanos-, dado que la mayor parte de la red actual se construyó con fondos comunitarios (tras ingresar en la hoy UE en 1986). En el inicio del boom de la vivienda, por una buena casa se pagaban en torno a tres o cuatro millones. De pesetas. Podría decirse que las viviendas eran baratas, pero tampoco resultaban accesibles a los bajos salarios (más que ahora desde luego). Había menos de diez millones de teléfonos para 36 millones de españoles. Pero un millón de personas (de una población activa de 13 millones -hombres en su gran mayoría-) estaba en el paro y pocos cobraban subsidio. Los créditos –muy difíciles de obtener- se establecían al 25% de interés y la inflación, el alza de los precios, se situaba en el 27% que hubiera llegado al 40% si no la cortan los famosos pactos de la Moncloa. Se produce entonces una fuerte devaluación de la peseta que nos hace perder el 20% del valor de nuestro dinero. Así de idílicamente vivíamos. Y así de trágica es nuestra actual crisis económica comparada con nuestro enorme bienestar pasado.

En uno de los reportajes, José María Serrano, un didáctico catedrático de la Universidad de Zaragoza, nos contaba cosas bastante interesantes:

«En el año 77 España se encuentra atrapada entre dos grandes problemas uno es la crisis económica y energética, y el otro es la crisis política. Hasta que no se resuelve la crisis política no se puede empezar a resolver la crisis económica. Alguno recordó lo que había ocurrido en la Segunda República: que la experiencia de la democracia fue breve en parte porque coincidió con una crisis económica muy fuerte. Para remediarlo, partidos, políticos, sindicatos patronal se pusieron de acuerdo y alcanzaron un acuerdo de salvación de la democracia que fueron los pactos de la Moncloa”.

CONVULSIÓN POLÍTICA Y SOCIAL:

Suárez, gobernando siempre en minoría, se enfrentaba de continuo, a huelgas y manifestaciones (con reivindicaciones totalmente legítimas pero que poco ayudaban a un clima pacífico). En el terreno político, a fortísimas reivindicaciones nacionalistas y, sobre todo, a una cadena de atentados de todo signo –desde ETA a la ultraderecha-. Se habló de un muerto cada tres días, durante períodos concretos. Todo ello creó un gran malestar en un sector del ejército que cristalizaría en el 23F, tras alguna otra conspiración.

En 1976, las mujeres aún éramos las incapaces mentales que nos consideró el franquismo con toda aquella serie de restricciones de las que tanto se ha hablado. La mujer ha protagonizado el cambio más radical producido en España desde la llegada de la democracia. Sin gran ayuda externa. Con un Parlamento masculino, con hombres poblando todos -absolutamente todos- los centros de decisión. Sólo representábamos el 2,1% de los estudiantes de  la Universidad. En mi caso, lo simultaneaba ya con el trabajo. Ejercer el periodismo entonces fue la más apasionante aventura que pueda vivirse. Todo era nuevo, todo por construir… y derribar. Y no era fácil. Nada, en una sociedad educada en el inmovilismo visceral.

HOY:

Leo con enorme hastío que no habrá pacto político porque, por ejemplo, Cospedal dice que sería “traicionar al Estado”. También que Rajoy “perdona a Camps y le permite volver a ser candidato en 2011” en Valencia. Y, por vergüenza ajena, apenas escucho el insolvente discurso de Leire Pajín. Veo al gremio del cine repartirse premios, filias y fobias, -encandilando al público-, en esa mediocridad que nos caracteriza, de la que, sin embargo, emergen -también como peculiaridad española- individualidades tan brillantes que casi justifican la existencia del resto.

Tenemos los políticos que nos merecemos, decía el otro día, y, sí, los periodistas, la justicia –no en ese punto deberíamos ser absolutamente radicales en nuestra exigencia-, los cineastas, la sociedad, que nos hemos labrado.

Hubo otra forma de hacerlo. La Transición, pintada en claroscuros, no debió dejar sedimentos franquistas y remansos de caspa.  Precisamente porque impiden el progreso real, son la rémora. Solo sé que los jóvenes que vivimos aquella época, teníamos otro espíritu, nos sentíamos actores y adultos, no pasivos espectadores infantilizados. Y sigo pensando que nada hay que se resista a ese empuje. Nosotros seguimos aquí. El rock nos hizo inmortales.