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Son días de fuego. De distinta estructura y la misma huella devastadora. Apenas amainan, hasta la próxima ocasión, los que encendieron Galicia y Asturias al unisono. Las llamas como amenaza incontrolable. El humo, el penetrante olor a quemado, en tristeza que anega los pulmones. La tierra quemada como balance. Es la vida real, una parte de la vida real de esta España que se basta a sí misma para definirse, o para aportar datos que la concreten.

Las redes sociales también “arden”, siempre lo hacen en el decir de los ajenos. Y las calles y los teléfonos y los inefables e infalibles en lo suyo WhatsApp. Buscando culpables. Los hay. Prevención y medios no pueden escasear ante problemas de tan graves consecuencias. La reforma de la Ley de Montes igual no influye directamente pero no se cambió con la mejor de las intenciones sociales. Pero luego la imaginación se desata. Brigadas en moto prendiendo árboles con combustible y cerillas. ¿Será un sabotaje? ¿Un atentado? Hay quienes han especulado incluso con yihadistas recorriendo las escarpadas vías del norte para encender fuegos en lugares estratégicos. La impotencia produce monstruos.

Donde sí campan los pirómanos es en la España que mira a Catalunya. La que la mira mal. La que no la traga. Déjenme que comience con las reacciones del populacho que también “arde” enardecido presentando armas allí donde se requiera su opinión. Hasta algunas pizzas de Mercadona sufren condena por estar elaboradas en Catalunya. Gentes que no han movido ni el meñique de un pie por defender sus derechos propios, los de sus hijos, los de sus conciudadanos, se dejarían la vida por castigar al osado rebelde al que hace tanto le tienen ganas.

El palco huele la sangre y en particular los aplausos que se traduzcan en votos. Y así, en la larga senda de la confrontación, la Audiencia Nacional actúa contra los líderes independentistas de ANC y Òmnium, Jordi Sánchez y Jordi Cuixart  y los manda a prisión incondicional sin fianza. Acusados de un delito de sedición. Y en el número y día que se comentó en los corrillos de la recepción en el Palacio Real el día 12. Lean el artículo de la abogada Isabel Elbal para calibrar en qué ámbito de excepcionalidad se está moviendo la justicia. Y reparen en los medios.  «Encarcelados los promotores de la revuelta separatista en Catalunya» sentencia -tal cual- El País entre otros. La calificación de «presuntos» ha quedado para las tropelías financieras de los notables.

El ingreso en prisión a los líderes independentistas ha producido un  impacto demoledor. En la sociedad catalana que lo manifiesta con estupor, paros y caceroladas. El Ayuntamiento de Barcelona ha suspendido dos días la actividad institucional en señal de protesta. Todos los partidos, salvo PP y Ciudadanos, lo han condenado. Incluso el PSC de Miquel Iceta que parece ignorar las consecuencias de apoyar la estrategia del PP. Albert Rivera actúa de gendarme  y exige  al PSOE de Pedro Sánchez retirar esa condena. Sánchez sigue decidido a colaborar con Rajoy.  Hasta ha liberado sine die a Soraya Sáenz de Santamaría  de pedir su reprobación. «No tendrán más remedio» que restar libertades a los catalanes. El fantasma de José Bono delira en los platós.

Se mueren por aplicar el 155, como mínimo. Hemos entrado ya en la subasta y reparto. Hasta de terrenos y empresas. Un ser como García Albiol que el PP ha puesto para representarle en Catalunya se ha pedido la educación -un puro oxímoron- y los Mossos. Albert Rivera e Inés Arrimadas quieren la presidencia. Elecciones, elecciones, repiten en su recorrido por los medios. Él anda en dura competencia y se le arruga el gesto, la ambición gélida de Arrimadas le supera. Toda esa derecha está  por ilegalizar ideas independentistas. Las elecciones quedarían adhoc.

Y así Mariano Rajoy recupera el Imperio y se dispone a colocar un virrey en Catalunya. Contaba el periodista de La Vanguardia Enric Juliana que Rajoy está desbordado por la derecha -quién lo diría- por Ciudadanos, Vox, “la prensa capitalina y algunos canales de televisión”. Las gradas, enardecidas, piden cabezas, concluye. No olvidemos a los empresarios, al dinero, añado. Y qué mejor forma de tomar drásticas decisiones de gobierno que con la concreta inspiración de esas camarillas. De los aristócratas de la oclocracia.

Lo que más desazón produce, si cabe, es lo que suelta mucha gente por su boca y su tecla. La obtusa ceguera con la que enfrentan estos aniquiladores fuegos que nos cercan, agitando rencores e intolerancia en niebla densa hasta no ver más allá de un palmo. Ni una bandera ha salido a ventanas y balcones para condenar los recortes, el exilio de los jóvenes, la precariedad inducida de miles de personas, las leyes mordazas, el recorte de libertades. Sometan al orgulloso catalán y coman del placer de verlo y ahorren para la pensión, que les hará falta

En otros tiempos, los intelectuales españoles hicieron una labor crítica a los desajustes de España que nos lastran.  Desde los escritores del Siglo de Oro a los regeneracionistas que no eran precisamente de izquierdas. Ahora, muchos de los cronistas oficiales son los principales valedores del Gobierno que ha propiciado nuevos deficiencias  y que enfrenta los diversos incendios con bidones de gasolina. Crean opinión, la refuerzan. El vaso medio lleno de quienes lo tienen a rebosar de privilegios, el vaso medio vacío de quien repara en los recipientes casi secos de los abandonados.

Despliegan sus ingenios para influir decisiones y caldear a la grada. La Cup y sus mariachis españoles y extranjeros, dicen. Sí, porque lo más templados admiten que la violencia policial el 1 de Octubre hizo mucho daño al gobierno de España y que Catalunya “gana la batalla de la imagen”. Veremos qué sensación causa la detención de líderes políticos como en Turquía. Rufian y Tardá, dúo de caricatos, continúan. Son los que “junto a Puigdemont y Junqueras, Forcadell y Anna Gabriel (en pareado), Romeva y Turull y Mas “despiertan un nacionalismo peligroso que llevaba  décadas adormecido”. Allí, impune, en su letargo consentido. No es nacionalismo, es otra cosa. Algunos de ellos son los mismos que no encuentran espacio en sus columnas para hablar del despido por censura de compañeros su periódico.

Nos explican, suscitando entusiasmos, que vivimos en una de esas “democracias ajenas al totalitarismo”. Pueden contárselo a Hungría y Polonia, con gobiernos de ultraderecha. A la Austria en la que un joven conservador de solo 31 años optará, seguramente, por la extrema derecha para formar gobierno. A la Italia de Matteo Renzi, otro moderado izquierdista de centro que ha preparado una reforma electoral a pachas con Berlusconi para que no gane el Movimiento 5 estrellas como pronostican las encuestas. Una pura filigrana. Prevén alianza y si tampoco les llegan los votos no harán ascos tampoco a alianzas hasta con los neofascistas. Algunos columnistas deberían leer su propio periódico. Las noticias.

Vean este  mapa del ascenso de la ultraderecha en Europa y sigan creyendo que vivimos en “democracias ajenas al totalitarismo”, y que hasta en Budapest o Florencia el dúo cómico catalán con la CUP y sus mariachis son quienes han despertado eso que no se atreven a llamar fascismo.  Fascismo banal lo califica con datos en El Periódico Martínez-Celorrio. Los ultraderechistas que en un 80% votan al PP.  O a todos aquellos embestidores que hacen subir al Ciudadanos más radical en las encuestas.

¡Ay¡, esta España tan estupenda. Cómo podemos quejarnos de su generosidad cuando elige “ una película hablada en catalán para representar a España en los Oscar”.  La España que intenta apagar el brillo del círculo cromático bajo el rojo y el gualda. La que esconde bajo las banderas la vida real. Esa vida real que arde y sufre y lucha, se esfuerza y goza. Como en la película de Hollywood que evocamos en los títulos: La España que pudo ser –la que llegamos a ver y nos encandiló- y no es.

*Publicado en eldiarioes

Muertos ahorramos más al Estado

El gobierno presume de haber reducido el gasto farmacéutico en torno a un 20%. Ha sido a causa del co-pago farmacéutico. Solo que el re-pago farmacéutico ha elevado el IPC tres décimas. Es la cuenta de la vieja: el PP aligera sus cifras a costa de que paguen más los ciudadanos.

El caso es “ahorrar” de las arcas públicas. En Grecia, con un 6,2% de recesión tras años de duros recortes, ya no operan de cáncer porque.. es caro. Desde luego, muertos ahorramos mucho al Estado. El problema es que ¿de dónde sacarán los gobiernos los fondos para mantenerse? Casi muertos, oprimidos, mucho mejor.

Siempre quedará algún ciudadano vivo. Recortado su sueldo –de tenerlo- y sus derechos. Suben los transportes. Hasta un 100% en Murcia, el 50% en muchas comunidades. El IVA de septiembre hará insostenibles las facturas de gas o electricidad, ya de por sí desorbitadas. Se incrementa el gasto de material escolar, mientras merma la educación. La lista de los atracos perpetrados a la ciudadanía llenaría páginas. Por restar, hasta han reducido las subvenciones para vacaciones de la Tercera Edad que habían sacado del ostracismo a esa generación en el umbral de la despedida. Muérase ya, pero jodido, «como dios manda».

Todo se resume en esta máxima: pagamos más por menos.

Arde España. Se abrasa, “precisamente”, en parajes idílicos tras irse avanzando la conveniencia de reformar la ley del PSOE que prohibía construir sobre suelo quemado. Y se carboniza La Gomera, y mueren personas que intentaban apagar el fuego en Alicante… y el ministro “responsable” Arias Cañete se va a los toros con el Rey. Y luego argumenta que sí, que los recortes, tienen que ver con el hecho de que se hayan quemado tres veces más hectáreas que el año pasado. Tiene una ventaja, los brigadistas muertos ya no gastarán más.

Rescatados, con una gestión económica que se eleva a los anales históricos del fracaso, el poder otorgado al PP solo muestra eficacia en su decidida involución ideológica y en la represión de las protestas. Nuestros impuestos –cada vez más elevados- solo sirven para eso: para que el PP nos recorte libertades.

Llamar a las cosas como son que propugno desde hace tiempo con insistencia, la «linguística de la ira» como ya está empezando a llamarse, se despliega esta mañana en un texto impresionante titulado “Un cañón en el culo” de Juan José Millás. Conviene sacudir, poner frente a su hipocresía,  a ese sector cómplice de los atropellos que se asusta con las palabras como si fueran monjas ursulinas. Está muy claro lo que pasa. Empiezo a pensar que hasta los de la doble  y única neurona en la que solo cohabitan PP y PSOE, lo saben. Esto explica entre otras cosas Millás:

«A usted y a mí nos están colocando en los bajos del tren una bomba diaria llamada prima de riesgo, por ejemplo, o intereses a siete años, en el nombre de la economía financiera. Vamos a reventón diario, a masacre diaria y hay autores materiales de esa colocación y responsables intelectuales de esas acciones terroristas que quedan impunes entre otras cosas porque los terroristas se presentan a las elecciones y hasta las ganan y porque hay detrás de ellos importantes grupos mediáticos que dan legitimidad a los movimientos especulativos de los que somos víctimas».

(…)

«En la economía real, para que una lechuga nazca hay que sembrarla y cuidarla y darle el tiempo preciso para que se desarrolle. Luego hay que recolectarla, claro, y envasarla y distribuirla y facturarla a 30, 60 o 90 días. Una cantidad enorme de tiempo y de energías para obtener unos céntimos, que dividirás con el Estado, a través de los impuestos, para costear los servicios comunes que ahora nos están reduciendo porque la economía financiera ha dado un traspié y hay que sacarla del bache. La economía financiera no se conforma con la plusvalía del capitalismo clásico, necesita también de nuestra sangre y en ello está, por eso juega con nuestra sanidad pública y con nuestra enseñanza y con nuestra justicia al modo en que un terrorista enfermo, valga la redundancia, juega metiendo el cañón de su pistola por el culo de su secuestrado.

Llevan ya cuatro años metiéndonos por el culo ese cañón. Y con la complicidad de los nuestros.»

El 90% de los incendios son intencionados

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España arde por los cuatro costados, causando víctimas mortales, y superando ya, en este momento, la cifra de hectáreas quemadas de todo el año 2008. En el último cuarto de siglo España ha visto quemarse casi el diez por ciento de su territorio, una superficie equivalente a la de todo Aragón. Tres de cada cinco fuegos se producen en Galicia. Muchos de ellos son intencionados. Según datos de Greenpeace, el 90%.  

En 2005 hice un reportaje en Informe Semanal sobre los incendios. Comenzamos en Galicia. Me sorprendió que, con enorme soltura, algunos apuntaran «a la política» como causa. Jamás lo había sospechado. La derecha culpaba a la izquierda y la izquierda a la derecha, tanto de oscuros intereses como de revancha. Igual en ambos sentidos. Desde la Xunta –socialista en aquel momento- hablaban de condiciones climatológicas extremas: hubo vientos de hasta 60 kms. por hora, decían.

Aclaro lo de los «oscuros intereses». Durante décadas el suelo forestal quemado podía, inmediatamente, convertirse en urbanizable. En 2006, la entonces ministra de medio ambiente, Cristina Narbona, saca adelante una nueva Ley de Montes, que prohíbe cambiar el uso forestal del suelo quemado para convertirlo en urbanizable durante al menos 30 años después de producirse el incendio con el fin de luchar contra la especulación. La aprueba el pleno del Congreso, con el voto en contra del PP.  No hemos sabido de los frutos de esta legislación.  

Hasta el verano, se habían producido en España 18.000 incendios y sólo se habían identificado a 227 de sus causantes. Quema de rastrojos, cigarrillos mal apagados o venganzas, suelen figurar entre las causas investigadas por la Guardia Civil. Pero la experiencia indica que apenas ninguno va a la cárcel. Porque resulta difícil coger a una persona con las manos en la masa y probar que es el autor.

Entre tanto el campo se despuebla y no hay un seguimiento continúo durante el año para limpiar rastrojos.  Este punto es básico, la maleza arde con más facilidad.

Sobre los retenes forestales también recaen sospechas de causalidad. Algunos son detenidos como causantes. La precariedad de su trabajo, fácil de solucionar, dispara las sospechas. Pero la mayoría trabajan con esas deficiencias, hasta la extenuación, fuera de su horario y con riesgo de sus vidas.

El fuego no entiende de fronteras y aquel año –y muchos otros- se cebó también con Portugal. La península ibérica acapara el alarmante récord de gestar en su suelo el 81% de los incendios en la Unión Europea.

Por cada hectárea quemada en Galicia el fuego arrasa 4 en Portugal. Las condiciones físicas, climatologías, humanas incluso –también hay pirómanos- son semejantes. La diferencia fundamental está en que allí faltan medios tanto para prevenir los incendios como para sofocarlos. La mayor parte son voluntarios.

En Portugal no hay el debate sobre revanchas políticas que se produce en España para explicar los incendios. Las autoridades insisten también en las difíciles condiciones climáticas. Y sobre todo en la orografía del terreno, regalo de una generosa naturaleza. Pero la población del campo ha pasado a ser sólo un tercio de lo que era hace 30 años y los bosques se convierten -aún más que en España- en selvas porque no se limpian suficientemente.

Múltiples causas se suman en esta sinrazón e indican -por los abultados datos del desastre- que algo o mucho no se está haciendo bien. La tierra respira por el bosque y los troncos retorcidos, secos, muertos para siempre, nos ahogan un poco a todos nosotros.

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