Hace años que me gusta una canción de Chris Rea llamada “Gone fishing”. “Me voy a pescar. Nada de lo que yo haga marcará una diferencia. Así que me voy a pescar. Y me voy hoy. Sé que suena raro, porque no sé ni media palabra acerca de pescar, pero de todos modos, ya me estoy yendo a pescar”. Es lo que viene a decir, en traducción muy resumida.
Por fin amanece esta mañana nublado y con temperatura respirable, aunque parece que no durará mucho a lo largo del día. Sí mañana. Mañana, dicen los expertos, llega un anticipo del otoño. Y, sin embargo, el gris es un color muy suyo que influye según te pille al abrir los ojos al día y contemplar la realidad.
El Tea Party, el ala ultraderechista del Partido Republicano estadounidense, triunfa en las primarias para las elecciones de este año. Y una analfabeta retrógrada como Sarah Palin, demagoga e inconsecuente entre lo que dice y lo que hace, se consolida como gran líder. ¡Es tan parecida a nuestras cospedales y aguirres!
Mi amigo Jan me escribe contándome aterrado que en Suecia ha nacido un nuevo partido: El SD, Swedish Democratic Party. Procedente de una minoritaria formación abiertamente fascista, dicen ahora que han abandonado esa ideología. “Sólo” son racistas, xenófobos y anticomunistas. Los sondeos les auguran un 5% de los votos. Con ello, deduce mi amigo -profesor de Ciencias Políticas- Suecia va a ser ingobernable, porque ni el bloque conservador ni el de izquierdas obtienen mayoría. Y, según él, no pactarán con este partido de ultraderecha. Por otro lado primo hermano del danés Danske Folkeparti. Tenemos buena a la idílica Escandivania.
La única diferencia alentadora que veo es que las televisiones, privadas incluidas, han rechazado emitir su propaganda electoral. «O emigrantes, o cuidado a nuestros mayores, tú eliges«.
“La política es una elección”, aseguran en su eslogan los neofascistas suecos. Sí lo es. A veces. Ahora se están marcando bien las diferencias en todo el mundo. Entre el centro-derecha y la extrema-derecha bien es verdad. Y luego viene todo lo que viene, ya sabéis.
En casa, Camps les ha puesto a sus chicos la película «Invictus» para animar el nuevo curso. Mandela, la concordia y la lucha, profanados por la turbia mano del maniquí bronceado con trabilla italiana, presuntamente costeada con dinero público. Por cierto, esa «poca entidad» de lo robado -presuntamente, repito-, que no mueve acciones en el PP, me vendría de perlas para pagar unas facturas que llegan por estas fechas. Al menos, deberían devolverme mi parte de lo mangado tanto de entidad como de poca entidad.
No sé cuántas cosas veo claras esta mañana. Bien pensado bastantes y necesarias. Así que me voy a pescar. Lo mejor es que yo sí sé pescar. Desde pequeña. La paciente, tediosa, solitaria y callada espera a la orilla del río-inigualable oportunidad de pensar-, a la lucha con una esquiva trucha que se esconde por las piedras de los ríos de montaña y que abordas vadeando el cauce con el agua hasta la rodilla. Una vez más es el camino, no la meta. De hecho no me gustan las truchas, ni pez alguno de río. Pero, sí, me voy a pescar.