De Rosita Amores a doña María Dolores, el muy honorable y los nuevos gerentes del PSOE

Rosita Amores es contratada por la Generalitat Valenciana para distraer a los ancianos. En cuentas poco claras.

Rosita Amores es contratada por la Generalitat Valenciana para distraer a los ancianos. En cuentas poco claras.

Se llama o hace llamar Rosita Amores, una vedette de carnes desbordadas que se fotografía frente a una enorme paellera. Vacía, menos mal. ¿Adivináis dónde hace carrera a cargo de la Administración? Paella, mal gusto, trapicheos.. Sí, es el nuevo hallazgo de la corrupción Gürtel en la Comunidad Valenciana. En la actual, en la del Fabra bueno o menos malo.

El Juez Ceres en su investigación, y tras procesar a 21 cargos de la Generalitat de Francisco Camps, ha llamado la atención acerca del uso que el gobierno de la comunitat hace de la “caja fija” o de las “cajas fijas” porque en los distintos departamentos se gastan unos 40 millones de euros sin mayores controles.

Y allí se ha encontrado a Rosita, esta desparramada mujer que presume así de su físico y gracia sin par. La dirección general de Dependencia y Mayores de la Conselleria de Bienestar Social (ahí es nada) la contrata para que distraiga a los ancianos de la comunidad a razón de 726 euros el bolo. El Mundo incluye en su información el registro de los pagos que se extenderían hasta este agosto aún no iniciado.

Este atracón de vulgaridad extrema, de obscenidad estética, que perpetra el PP en Valencia, con cargo a los impuestos ciudadanos y con la debida opacidad en las cuentas, es casi nada al lado de la entrevista a la Presidenta de Castilla-La Mancha y Secretaria General del PP en el mismo diario. Precisemos, las preguntas y repuestas que para lucimiento de la interesada hace una individua que se firma como periodista. Héctor Juanatey ha sintetizado este derroche de cinismo que se gasta sin mover un músculo de su conciencia doña María Dolores y su interlocutora.

mundo.cospedal.periodista

Cospedal.mundo

Como Maruja Torres, creo que hay que llamar así a Cospedal, doña María Dolores. Mi colega la definía divinamente:  esa figura que tanto pone a muchos hombres progres (las hechuras y la maldad, combinadas, son el sueño de los varones huérfanos de madrastra), asoma a la palestra, enarbolando, cual Estatua de la Esclavitud, la antorcha ciega de un nuevo atentado a las libertades.

Y ahí la tenéis, sonriendo -lo cuál es raro de ver en sus fotos- pero manteniendo esa sonrisa casi diabólica que deja entrever las carcajadas que muestra en privado por su desfachatez.

¿Y Jordi Pujol? Pues nada, que el hombre, un día por otro ha visto pasar 34 años sin regularizar lo que dice ser una herencia de su padre, y que mantuvo oculto en el extranjero. A estas alturas tenéis sobradamente formada vuestra opinión sobre el asunto, pero es que no habéis caído en algunos detalles. Hay que acudir a esos periodistas como la que ha promocionado a Cospedal para encontrar detalles que nos pasan desapercibidos. Yo ayer, con este artículo de Manel Pérez en La Vanguardia vi otra cara del asunto y es que hasta se me saltaron las lágrimas. Ved.

«Fueron dieciocho días de pesadilla para la familiaPujol, y especialmente para el patriarca, Jordi Pujol Soley, durante 23 años presidente de la Generalitat, fundador y máximo dirigente de CDC, primer partido de Catalunya», comienza. Y nos sitúa en en esos sentimientos tan humanos que se desbordan cuando uno ha evadido millones y le han pillado con el carrito del helao:

«La declaración a Hacienda supuso un paso sin marcha atrás y para Jordi Pujol Soley representó un auténtico tormento. Fue en ese contexto que, dando rienda suelta a su desesperación, suspiró pensando en «¡si pudiera quemar ese dinero!», eludiendo así las consecuencias de 34 años de ocultación».

Pero, tranquilos, que el PSOE se ha remozado que no veas. Ya tiene Consejero Delegado como le llama Antonio Orejudo y una ejecutiva estupenda. Dicen «yo» con frecuencia, mandan y ordenan, se autodenominan muy preparados -cuando no lo parecen- y ensalzan mucho al jefe. ¿Algo más sobre sus congresos y promesas? ¿Que les gustan mucho a quienes los han elegido? ¿Y a alguien más? Perdonadme, de verdad hay tan poco qué decir.

Quienes sí andan muy preocupados son los grupos pro sistema, pro sistema del PP y en su caso PSOE, con todas esas medidas que tanto favorecen a la sociedad y que dejan tan en buen lugar a la ética.  Los de las Rositas, los honorables, las Fiscalías que no quieren se juegue con las cosas de comer, etc…

Pero muy preocupados. Mirad lo que están osando hacer.

pais.antisistema

¿Rosita Amores es el principio? No, parece el fin de un camino que aún puede ir mucho más allá.

La permuta inevitable: Valencia por Dinamarca, Madrid por Suecia

Ahora que estamos viendo cómo hasta a Suecia ha llegado la peste neoliberal con sus consecuencias, traigo este relato que escribí hace varios años, para que comprobemos que todo es susceptible de empeorar.  Lo de España apuntaba fuertes síntomas que se han cumplido… con creces. Para Suecia no esperábamos esta degradación. Se repondrán. Hay allí una sólida base cívica. Y desde luego siempre existen soluciones imaginativas. Tanto como esta permuta que yo proponía. O cualquier otra. 

Cuando la crisis económica resquebrajó a los países más débiles, cuando la administración de justicia se colapsó en España por los juicios de corrupción, hubo que tomar decisiones drásticas e imaginativas. La primera llegó al extremo de aprobar en el Parlamento –debatiendo una masiva iniciativa legislativa popular-, que el gobierno elevó a ley, la permuta de Valencia por Dinamarca y de Madrid por Suecia. Se trataba de una experiencia piloto a extender a otras comunidades, a todo el país en realidad, atacando de entrada lo más urgente. Como es lógico, los territorios no se trasladaron por barco, piedra a piedra, campo de golf a campo de golf, gota a gota, el cambió se limitó a la población de todas las demarcaciones implicadas. Intensas labores diplomáticas lograron convencer a los nórdicos para que cambiasen su residencia. Se alegó su condición de temporal, y aceptaron para disfrutar una temporada del cálido sol del Sur de Europa. Se lo plantearon casi como unas vacaciones.

A pesar de sus ardorosas protestas, los implicados se vieron conminados a la mudanza. Aunque, lógicamente- les fueron explicadas las circunstancias, positivas y negativas, por las que se verían afectados. Era un trabajo muy serio, esencialmente necesario. Y fueron estudiados algunos casos para que pudieran permanecer en sus comunidades. Se habían establecido unos cupos por los cuales parte de los residentes habituales no cambiaran de domicilio y actuarán de guía de los recién llegados: compartirían experiencias y harían más fácil el tránsito. En minoría, naturalmente. Alguien planteó cuántas manzanas podridas terminan por arruinar un cesto. La experiencia dice que basta con una. Pero, dado lo acuciante de la situación, se confió en la suerte.

Gran parte de los valencianos se fueron a regañadientes a su nuevo destino, básicamente los que habían sustentado el sistema que hizo tomar al resto de los españoles la decisión de trasladarles, siquiera fuera por su bien, a modo de terapia y por una temporada de duración a evaluar. Otros lo aceptaron de buen grado, comprendiendo la bondad de la iniciativa y con un halo de esperanza. Y hubo un decisivo sector de entusiastas de la idea que se ofrecieron a llevar maletas, ayudar a los ancianos a subir a los transportes, dar de comer a los bebés, cambiarles los pañales, y a cuanta ayuda se les pidiera.

Casi cinco millones de valencianos, en consecuencia, llegaron por tierra, mar y aire –que de todas formas se accede- a Dinamarca. Encontraron fácil alojamiento para todos, dado que los oriundos del lugar eran prácticamente los mismos en número. La primera grata sorpresa –además de unas campiñas verdes y floridas- fue que disponían de casi el doble del territorio, 43.000 Kms2 cuadrados, frente a sus 23.000 y que, por tanto, iban a vivir mucho más holgados. Les tranquilizó también ver que compartían un pasado histórico de solera y que les bañaba el mar, como a ellos durante su vida anterior. Claro que allí se toparon con el Mar del Norte y el Báltico de temperaturas gélidas, y era poner el pie y congelarlo. Pero los lugareños les comentaron que el frío curte –no sé si está probado- y respiraron más tranquilos. Un gozo fue descubrir que contaban con más de 400 islas, la mayor parte despobladas. Es decir, inmensos terrenos para construir y especular, ahora que el litoral valenciano se había saturado de ladrillo. Avisados, los daneses residentes advirtieron severamente que de torre por aquí, rascacielos por allá, urbanizaciones y urbanizaciones, nada: habrían de acostumbrarse, a residir en un paisaje armónico, con un urbanismo elegante y bien diseñado. Muchos valencianos callaron antes de confesar que no sabían de qué les estaban hablando.

-¿Urbanismo elegante y bien diseñado? ¿Tú sabes qué es eso?- preguntó uno a otro compañero.

-Manías europeas, ya les cambiaremos.

Lo cierto fue que más pronto que tarde comenzaron a agradecer la armonía que les rodeaba, llegando incluso a atemperar algunos comportamientos. Complacencia superlativa representó encontrase con sueldos medios de 3.250 euros, los más alto de la UE y con pocas diferencias sociales.

-Oye, que voy 7 horas a trabajar 5 días y me llevo el triple que en Valencia, esto sí está bien.

-Los precios son algo más caros- opuso uno.

-Ya, pero apenas, diría que un 10% más. Pero con estos dinerales que ganamos ¿qué importa?- rebatió el más animado.

-¿Y los impuestos? ¿Qué me dices de los impuestos? Hasta el 50%, el 60% he oído que pagan. Espero que ya no estemos aquí cuando lleguen las declaraciones de la renta.

-Calla, calla, que eso solo es para los millonarios, para los que en España pagan como máximo el 45% y después de la subida, que antes aún era menos.

-Vale ¿y aquí te dan gratis las gafas y las consultas del dentista con extracciones y todo? Escuché que en algunos países de Europa sí- se animó el segundo.

-No sé, chico, ya nos enteraremos. Pero sé que aquí el Estado gasta en los ciudadanos el 30% del PIB, mientras España sigue estando a la cola de Europa con un 21%. En algo se tiene que notar la diferencia.

-Te envidio ¡cómo has estudiado los pormenores! Te vas a adaptar muy bien.

En definitiva, los valencianos admitieron que, en el aspecto económico, el trueque les era rentable.

En Dinamarca no había paella, como mucho servían arroz hervido, y como lujo con verduras. Aunque tenían unos langostinos aceptables, servidos ¡horror! en pan y con mantequilla. Pero ¡coño! no entendían el español. Todos hablaban inglés, en cambio. Y allá se fueron los valencianos a las escuelas de idiomas que debían multiplicar aulas, profesores y horarios para enseñar la lengua. Algún conflicto laboral hubo por ello en los centros, pero se explicó a los profesores la extrema necesidad de la medida y, solidarios, se aplicaron a la labor. Los valencianos pudieron presumir de que poseían una educación bilingüe desde niños y sabían que ayuda al aprendizaje de idiomas. Dominarían el inglés antes, mucho antes que los madrileños.

-Por esto de que mis hijos estudien “Educación para la ciudadanía” y en castellano que se la dan, ¡no paso!, por ahí si que no- clamó uno de los más recalcitrantes.

-Oye, que aquí no protesta por ello ningún partido, ni las iglesias ni nadie. Igual es por algo- le replicaron.

Convinieron los valencianos que trabajar de 9 a 4 resultaba muy cómodo, disponían de casi toda la tarde libre. Volvieron a conocer a su familia, renacieron muchas parejas. Podían ir también a exposiciones y conciertos. Tras la cena.

-Esto de cenar tan pronto no puedo, la verdad. Pero ¡qué vas a hacer si a las 12 de la mañana te tienes que contentar con un bocadillito! No sabe vivir esta gente. ¡Ay!, donde estén nuestras comidas de 3 horas, con aperitivos, dos platos, postre, café y pacharán.

Pronto descubrieron también que Dinamarca es el segundo país más pacífico del mundo, el primero a veces. Y que su capital, Copenhague, está considerada como la mejor ciudad para vivir, en algunas clasificaciones y que fue declarada “Ciudad cultural mundial”, la tercera, tras Londres y París.

-¿Y eso por qué es?

-Valoran su vida cultural, posibilidades de transporte, su grado de delincuencia (que apenas tienen como has visto), la arquitectura, los bienes públicos y el diseño.

-Mira, todo eso está muy bien. A mí me está gustando este lugar. Y que tienen tiendas por todos los lados igual que en España. Y esos lugares tan turísticos donde vamos todos juntos.

-Caras, muy caras, recuerda- apostillaban siempre los más negativos.

-Y el Tívoli ¡qué cosa más bonita!

-Total, un parque de atracciones, es mucho más moderno nuestra Terra Mítica. Y, francamente, tanta bulla con la sirenita y es una miniatura.

-Eso, sí, pero ¿y el río? Esas terrazas tan acogedoras. Y mira, mi chica, que no encontraba trabajo en España, ha entrado de camarera en una de esas terrazas, y ¡no te lo vas a creer! se lleva 2.300 euros al mes, más propinas, por jornadas de 37 horas semanales.

-Sí, todo eso está muy bien. Pero ¿y el clima?

Los valencianos habían arribado a Dinamarca en verano y disfrutaron de unas temperaturas deliciosas, templadas, nulos agobios y sofocos, ni calores húmedos ni nada que se le parezca, pero, llegado el invierno, desde luego, se pelaron de frío.  ¡Y el sol! nada de la maravillosa luz Mediterránea. En los meses crudos ni lo veían, y en verano no se escondía en todo el día el muy ladino.

-Pero eso con unas buenas persianas, puede paliarse- objetaban los más integrados.

Con todo, lo más positivo, lo que debió inclinar a una mayoría social española a promover la ley, se centraba en la calificación de Dinamarca, alternando con Suecia, como el país menos corrupto del mundo, según numerosos estudios y estadísticas. Y que la sociedad tiene arraigados una serie de valores democráticos que defienden a ultranza: la igualdad, la libertad de expresión y los derechos humanos, el respeto a las personas –a los animales incluso-, la solidaridad y la responsabilidad hacia la comunidad, tanto en la vida social como en la familiar. Todo eso les habían dicho al despedirles en aeropuertos, puertos y carreteras.

-Como si en Valencia, en España, no tuviéramos esa conciencia ciudadana, ese rechazo a la corrupción- se quejaban muy ofendidos algunos valencianos.

-No, lo habéis interpretado mal, no es un insulto. Lo único que ocurre es que aquí  es norma de vida profundamente interiorizada por la sociedad- le explicó a un grupo un taxista de Copenhague.

Los madrileños vivieron similares experiencias al llegar a Suecia.

Prácticamente los mismos valores y circunstancias –algo más de gasto social incluso- compartía su nuevo hogar con Dinamarca. Algunos lloraron mucho los primeros días añorando el casticismo, los atascos, los toros, pero otros viajaron a Estocolmo, Lund, Malmö o donde les tocara, francamente contentos y esperanzados. Estos sabían que Madrid tenía remedio, que tan solo había que pulir algunos matices. Y también se aprestaron, como algún sector de los valencianos, en proporcionar cuanto apoyo fuese preciso para la consecución de la tarea. Se habían sentido ¡tan impotentes! Tan hartos ¡tan inmensamente hartos!

En el caso de los madrileños la sensación de amplitud y deshago aún fue mayor. Casi seis millones de ciudadanos disponían de cerca de 500.000 Km² de territorio. Los dirigentes políticos abrieron los ojos con tal desmesura que a punto estuvieron de perder las córneas precipitadas al suelo por la ardiente codicia. Su felicidad no tenía límites al contemplar –no llegaron a perder sus globos oculares- las posibilidades de inversión privada y pública que ofrecía tan inmenso terreno. Ahora bien, al igual que los políticos valencianos, se vieron obligados a vivir con mucha más austeridad y, especialmente, con mayor control, incluso ciudadano. Cualquiera tenía acceso a sus declaraciones de impuestos. Y sus derroches o enriquecimientos súbitos, comenzaron a importar a la sociedad.

Los nuevos madrileños-suecos se encontraron con los mismos gélidos mares que sus nuevos vecinos valencianos-daneses, pero los recibieron mucho mejor:

-Playa al fin y al cabo, lo único que le falta a Madrid para ser maravillosa- saludaron alborozados los más positivos.

Una comisión sueca rebajó su optimismo al advertidles:

-Aquí tendréis que hacer un esfuerzo por mantener las calles limpias, asfaltadas y con las señales de tráfico bien pintadas. Y disponer y rotular en condiciones todas las vías. Cuando vengan las visitas no queremos presentar las ciudades como tenéis vosotros la capital de España.

Se les pusieron también serias cortapisas a los proyectos de desmanes urbanísticos, y a horadar las ciudades con túneles. Les advirtieron que entre sus prioridades no se encontraba trasladarse a gran velocidad por sus calles y carreteras. Y eso cuando ya alguien de la alcaldía de Madrid miraba con auténtica avidez esas vías de medio pelo con tantas posibilidades de obra.

En compensación, descubrieron que Suecia había hecho una altísima inversión en innovación y tecnología, tanto en el sector privado como público, y que poseía una auténtica pasión por el cuidado del medio ambiente. Abría de igual modo posibilidades de negocio, y algo más aceptados por la progresía protestota española.

Aseguraron, más adelante ante otro de los retos, que en Madrid, en la capital y en toda la comunidad, ya estaban acostumbrados a acoger con cariño y respeto a los emigrantes –salvo excepciones-, cuando les contaron que aquello era norma en su país de acogida. Les explicaron que ellos convivían con la emigración sin problemas –excepto salvedades crecientes-  desde los años 70.

-Aquí recibimos a buena parte de los arrojados por las dictaduras latinoamericanas, en aquella época- se les comentó- De hecho, de ahí nace el interés tiene por el idioma español que se estudia incluso en las Universidades.

La obligatoriedad de aprender inglés, por tanto, para relacionarse en toda la zona, con noruegos, fineses, holandeses, también, y con los suecos que permanecieran en su país como guías, se mantenía, pero los madrileños se lo podían tomar con algo más de calma, dado que el español también les funcionaría en algunos casos.

Los dirigentes madrileños se preocuparon cuando vieron que en Suecia prima la educación pública, les produjo una gran inquietud. Más de un temblor sacudió a las más altas instancias. No sabían cómo afrontarlo. Quizás imbuyendo a Suecia de su pasión por las gestiones privadas, argumentándolo tan bien como hacían en España, al punto que fuera igualmente aceptado sin rechazo. Pero ese aspecto pronto pareció subsanable. El cambio de mentalidad ayudaría a solventar el problema en pocos meses.

En cuanto a los suecos trasladados a Madrid, el mayor inconveniente residía en que, eran casi 9 millones –menos los que se quedaron de instructores- y dos millones y medio más de la población habitual de la comunidad iban a notarse mucho. Tuvieron que instalarse en un territorio mucho más pequeño que el suyo. Y lo hicieron. Se veía algunos tan apretados que apenas podían ya “hacerse los suecos”. Pero son gente austera y sufrida, que usan muebles de IKEA y que viajan mucho con lo que una parte estaría siempre ausente.

Con sueldos similares a los daneses, los suecos daban auténticos saltos de alegría por poder disfrutar –sin descabalar sus cuentas corrientes- de las tapas, las cañas, y los chupitos. De los calamares fritos y la paella. Del flamenco y el trasnoche. De los monumentos y museos que acreditan a Madrid. De los parques y paseos. Los suecos vinieron de muy buen grado a la capital de España. Lo mismo que los daneses a Valencia, poblando las playas todo el día y haciendo un uso exhaustivo de los chiringuitos. Echaban en falta, eso sí, los programas informativos y culturales de sus televisiones. Pero encontraron los mismos concursos y bazofias que empezaban a inundar también sus propias programaciones. Jamás llegaron a entender, sin embargo, aquella basura –así la calificaban- conocida como “prensa rosa”.  Se abstuvieron de mirarla y, en consecuencia, bajó a tal punto la audiencia y la recaudación, que terminó por quedar en un apartado residual.

A los malintencionados que pensaron -con la llegada de valencianos y madrileños a Escandinavia- en grandes bloques de ladrillo y especulación, supresión de las leyes y los servicios sociales de sus países de acogida, destrozos irreparables de las administraciones públicas, malversaciones, chanchullos, amiguismo, pérdidas lamentables de tiempo, chapuzas, enredos y jaranas, el tiempo –poco tiempo- les quitó la razón.

Con un puente entre Dinamarca y Suecia, que en 15 minutos te sitúa en el otro país, valencianos y madrileños compartían apasionadamente las nuevas experiencias.

-Nosotros ya respetamos el tráfico y nos desplazamos por lo general en bicicleta que es muy sano. Y más barato.

-Pues nosotros ya no “ayudamos” a la mujer en casa el día que nos parece. Hemos entendido que los hijos y las tareas del hogar son responsabilidad de toda la familia. Casi a partes casi iguales.

En menos de un año, los españoles regresaron hablando en tono mesurado, pidiendo las cosas por favor y dando las gracias, ni uno solo le decía al camarero: “Oye, pónme unos vinos”, sino “por favor, podría servirme unos vinos. Gracias”. Pensaban en los demás, todos, hasta los dirigentes que no insultaban, ni calumniaban, ni gritaban a sus adversarios políticos. Todo el país se contagió del nuevo talante de tan grandes y decisivas comunidades. Cambió la sociedad, la televisión, el periodismo, el gusto por la cultura. Nunca más se apoyó la corrupción pública.

¿Cómo era posible? Se descubrió que el aire o el agua nórdicos eran los que formaban los criterios y que una vez adquiridos ya no desaparecen. En realidad, no podía ser otra cosa.

Por eso, los nórdicos tampoco cambiaron en España. Ganaron, eso sí, en espontaneidad. Aprendieron, también, el gran arte de la improvisación y a relajar la obsesión por la responsabilidad y el trabajo bien hecho.  Los escandinavos –sobre todo los suecos, algo más parcos en gastos aún que los daneses-, y asimilaron hasta ponerlo en práctica, en efecto, el disfrute de algunos placeres de la vida a los que parecían renunciar –y sin endeudarse (jamás) como nosotros-. Ambas partes, se instruyeron la una a la otra para obtener una media aceptable. Ni racanería, ni derroche.

Por si acaso y para prevenir recaídas, como vacuna de recuerdo, hay siempre disponible en las tiendas españolas agua nórdica embotellada y aire comprimido escandinavo en preciosos –y muy baratos- frascos herméticos de IKEA.

*Hablando de literatura. Esta semana inicio algunas presentaciones de mi libro. Os iré avisando. La primera en Zaragoza.

Invitación Salmones contra percebes - CDL Zaragoza (29 may)

El enemigo

Monumental estatua en el Aeropuerto de Castellón

 
 
Valencia, la comunidad española en bancarrota que dispone de circuito de F1, puerto deportivo, fracasados parques de atracciones, o un aeropuerto sin aviones que homenajea -todo con dinero público- al procesado por evasión fiscal Carlos Fabra por ejemplo… 

 

Valencia. Los estudiantes del Instituto de secundaria Lluis Vives siguen en pie protestando ahora por la violencia policial contra su anterior queja por los recortes educativos. La policía del PP que los apalea los considera… el enemigo.

Gallardón, ministro de Justicia, dice que la policía de Valencia ha sido «violentamente agredida«. La policía.

Los profesores del Lluis Vives, que estaban allí, vieron otra cosa. Y están tan escandalizados con el trato recibido por los jóvenes alumnos que han emitido este comunicado.

Foto: Marc Sardón

Agujeros negros debajo de la manta

Esta foto dio la vuelta a España (al mundo debía darla). En el Instituto Vila-Roja de Almassora (Castellón, comunidad valenciana) los alumnos se tapan con mantas porque no disponen de calefacción. El estudiante que tomó la instantánea y la colgó como denuncia en facebook, se llama Francisco Tejedor. Y, tras un calvario de cuatro días, en los que no se le permitió entrar en clase, ha sido expulsado del centro. La directora le ha argumentado como causa que esa imagen “desprestigia” al Instituto. La realidad no, que se difunda. La táctica de la derecha española más cerril.

Numerosos colegios de la comunidad valenciana (y de otras) están sufriendo severas restricciones en servicios elementales. Se estima en 450 los que se encuentran en peligro de cerrar. Ocurre que la Comunidad valenciana se encuentra en quiebra técnica y no hace frente a sus responsabilidades. Ha tenido dinero para hacer un aeropuerto fantasma en honor de uno de los prohombres del PP, Carlos Fabra, un circuito de F1, obras arquitectónicas de envergadura cargadas de sospechas, incluso de denuncias, ha organizado eventos estupendos como la visita del Papa, investigado en la trama Gürtel , y el dinero se ha ido. No os dejéis engañar por la simplificación de «el juicio por los trajes», el juicio es por «cohecho impropio», es decir, soborno.

Los portavoces del PP, desde Soraya a Botella, pasando por todos los demás, claman cada día por la herencia recibida y porque se les engañó con el déficit. Muchos periodistas tampoco saben, según dicen, de dónde ha salido el agujero negro: estaba debajo de las mantas. Las comunidades autónomas, ahogadas por su despilfarro y mala gestión –como vemos en el ejemplo paradigmático de la valenciana, en manos del PP desde hace casi dos décadas-, pidieron ayuda al gobierno socialista hace unos meses. La entonces vicepresidenta Salgado se negó, el PP, dueño hoy de todos los cortijos, se apresta a cubrirles. A la postre lo pagamos nosotros. Y tienen el santo cinismo de desviar la culpabilidad hacia otros.

Lo peor sin embargo, si caben grados, es resucitar la tendencia de matar al mensajero, de guardar la basura debajo de las mantas. “Es tradición en nuestro país”, como diría Rajoy, de la derecha de este país.

EEUU, a quien se acusa de tantas cosas muchas veces de forma bien injusta, está hoy dando una lección al mundo. En rechazo a su propia “Ley Sinde” para coartar los derechos de Internet (SOPA como es conocida) potentísimas corporaciones están haciendo huelga. Han dejado a los norteamericanos sin wikipedia o google que a estas alturas resultan indispensables.

Es decir, no tiene que ser un valiente chico valenciano el que exhiba las mantas de la inmundicia para acabar expulsado de su Instituto. La directora de ese colegio debía ser la apartada del cargo, de manera fulminante. Y no sé qué le habrán dicho sus padres a Francisco. Puede que ellos –aunque no es probable por haber educado a un hijo así- , o los padres de otros chicos –eso sin duda- sean los cómplices con sus votos de esta situación.

El futuro viene muy negro, cada día más. A los portugueses (en quienes deberíamos mirarnos para saber a qué conduce la ignorancia de creer que la derecha neoliberal iba a solucionar la crisis) no pueden ya más de recortes. El Premio Nóbel de economía, Joseph Stiglitiz califica ya de SUICIDIO la austeridad que está imponiendo la UE,  La que preconiza el gobierno de Rajoy, mientras guarda debajo de las mantas el despilfarro y la pésima gestión de su partido en varias comunidades autónomas, y sigue mostrando la desfachatez de la manipulación para echar balones fuera. Es mentira lo que dice Cristóbal Montoro sobre que no se puede gastar más de lo que se tiene, manipula. En economía de países no funcionan así las cosas (releed a Stiglitz). Y encima, debajo de la manta, expurgamos las arcas del Estado para pagar el despilfarro de las autonomías por ejemplo. Y dejamos sin calefacción o cerramos los colegios «para ahorrar».

Lo sucedido en el Instituto de Almassora debería hacernos reflexionar muy seriamente: es una peligrosa deriva. Desde aquí mi apoyo al chico, a Francisco Tejedor, que al menos ha tirado de la manta. Con personas como él –y si no lo fríen más- igual el porvenir pinta algo más esperanzador.

 Rescato algunas de las frases que ayer nos incluía en los comentarios bcn_myway:

MARTIN LUTHER KING

«Nuestras vidas empiezan a terminar el día que guardamos silencio sobre las cosas que importan.»

«Nada en el mundo es más peligroso que la ignorancia sincera y la estupidez concienzuda.»

Actualización:

La dirección del Instituto se ha visto obligada a readmitir al alumno. (Gracias Trancos) La directora, sin embargo, sigue en su puesto.

 

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