Los herederos de Suárez

La pasión necrofílica española se ha desatado otra vez. Interminables horas de programación televisiva, aunque lo cierto es que no se están saldando con grandes audiencias: el pastel de la cuota de pantalla está muy repartido. Colas –al frío de Madrid hoy- para ver el ataúd con los restos de Adolfo Suárez. Lo de siempre. Fragmento-editorial-ABC-dimision-Suarez_EDIIMA20140324_0392_13 (1) Como era previsible, los mismos que le crucificaron, ahora le ensalzan. El Suárez más injustamente tratado resulta que era imprescindible. Algo más de calor no le hubiera venido mal al fallecido cuando estaba vivo y luchaba contracorriente, sin que le echaran una mano, al menos hubiera agradecido que no le pusieran zancadillas. Pero es que no era exactamente de su clase, un advenedizo, y eso se paga. También están saliendo herederos del insigne personaje. El ministro de exteriores y TVE ayer -que no pierde ocasión de vender su producto- apuntan a Rajoy. Aznar se anota él solo. El y nadie más recoge las esencias del presidente de la Transición. Aznar es un Suárez redivivo que ni precisa le alaben que ya lo hace sin el concurso de nadie más. Esto escribe y esto queda resaltado.

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Es decir, este mismo Aznar que ríe con hipo tocino al contar que él se cargó al partido de Suárez y le retiró de la política. No fue el único.

Mostré ya mis impresiones sobre la figura de Suárez, sobre su personalidad, con motivo de su fallecimiento. El tiempo le agrandó, sobre todo por comparación con sus colegas. Me conduelo ahora más al ver la eternamente repetida hipocresía española. Su infantil y superficial gusto por la muerte y la tragedia como si fueran un espectáculo sin víctimas. Por las emociones intensas aferradas a lo más negativo, al sadomasoquismo que goza con el dolor, heredero –este sí- de la religión imperante a la fuerza en la España de esta gente –queramos o  no-. Al que lleva a sentirse «más bueno» si se sufre en lugar de por regocijarse y ser feliz. Creo que Adolfo Suárez fue un hombre brillante, maltratado… y práctico. Quizás por eso dijo hace ya una década: ahí os quedáis. Si hoy viera el circo montado probablemente se uniría a Labordeta para mandar a unos cuantos adonde se debe. No sirve de mucho pero se queda uno más relajado. Cada vez que alguien muere nos recuerda nuestro tiempo finito y la necesidad de aprovecharlo exprimiendo sus esencias. Lo hermoso sería que de una vez la mayoría impulsara el gusto por la vida, por la alegría. Por la razón y la justicia, por la madurez. Quitarse de encima esta losa de la España profunda. El mundo de los vivos, no de tanto fantasma. Es decir, los fantasmas no son precisamente los herederos de Adolfo Suárez.

De la seducción al castigo

Montaje: Manuel Ansede

Enero 2009. Soraya Sáenz de Santamaría aparece en la portada del diario El Mundo en actitud sugerente. Es una entrevista de andar por casa, personal, en la que quien llegaría a ser vicepresidenta del Gobierno español está sentada en el suelo, envuelta en vaporosos tules, descalza, intensamente maquillada y retocada y con expresión –digamos- seductora. Poco más de tres años después, la vemos ataviada con vestido monjil hasta el cuello, mantilla cubriendo su pelo púdicamente recogido y un desmesurado recato. El tránsito es todo un símbolo del aparente cambio del PP.

Como en el cuento de Caperucita, antes de las elecciones el partido mostraba patita de cordero. No era la derecha rancia de toda la vida sino una moderna y liberal. Después emergió el lobo completo, ultraconservador, más fiero aún de lo previsto.

En Abril de 2011, Mariano Rajoy prometía de nuevo que su máxima prioridad sería el empleo. Añadía una solución que no pasó inadvertida a ciudadanos atentos: Hay que trabajar unas poquitas horas más o ganar un poquito menos.  Los medios recogieron la frase entre líneas, no se atrevieron a reflejarla textual en toda su inmensa profundidad.  Pero, en efecto, la reforma laboral demostraría que la pezuña con photoshop correspondía al lobo. Menos sueldo, más horas, y mayor facilidad para el despido. El paro nos cruje, va a más, y asistimos al doloroso desgarro de EREs dramáticos, y en condiciones miserables que ha posibilitado la ley del PP.

La memoria viva de los vídeos de Internet nos muestra la seducción que acabó en maltrato. La subida de impuestos era profundamente insolidaria con las clases medias. Del todo “inaceptable” pagar las “gracietas” del gobierno (del PSOE). El IVA se constituía en el mayor “sablazo” imaginable. Congelar el sueldo de los funcionarios suponía un inadmisible recorte. La sanidad y la educación jamás los tocaría un gobierno del PP. Los pobres tenían que ser menos pobres y la clase media dejar de ser perseguida. Decían: “que se hunda España, nosotros la levantaremos”. Y aseguraban que su gobierno daría “confianza” y se solventaría la crisis.

Aún aleteaban las pestañas y entreabrían la boca, agitaban el tul y marcaban atributos, aún arrullaban con cantos dulces cuando la realidad llegó una vez más disfrazada: las “subidas temporales”, los “gravámenes”, la “regularización de activos ocultos”, los copagos y repagos en sanidad, las exclusiones, el hacinamiento de las aulas, las fiambreras para comer, la subida de tasas en la Universidad,  el desplume de la cultura, la ciencia y la investigación, la bajada de sueldos y acoso a los funcionarios que sostienen uno de los sistemas públicos más depauperados de Europa.

De negro riguroso ya, el PP enarbola el látigo para declarar delito –incluso contra el Estado- las protestas de los ciudadanos sojuzgados. Para enclaustrar a la mujer en el papel secundario que tuvo en tiempos de aciago recuerdo: tutelada en sus decisiones y abocada a regresar al hogar por los precisos recortes que se han estipulado. Para envolvernos en toros, inciensos, mantillas, sacristías, recato, escasez, penitencia, cilicios, lutos, la españolización por decreto. Para educar en la ignorancia, la sumisión y el infantilismo. Para culpar a los ciudadanos de los males que les aquejan y eludir toda responsabilidad en los hechos. Para ignorar el llanto y el desamor.

Esta España nuestra –quizás por la educación recibida durante siglos- muestra una especial querencia por el sadomasoquismo. Y por desenfocar la raíz de los problemas. El civismo no toleraría flagrantes mentiras, ni mucho menos el castigo social. Pero todavía hay quien gusta de ser flagelado y humillado. Y rechazar ser ciudadano libre y con dignidad.

De las sugerentes transparencias al embozo mojigato.  De los pies desnudos a la gota malaya. Nos pronostican años de recesión y aumento del paro. Y los amos culpables se ensañan con la víctima rellenando de lucro botas ajenas. El mal sueño ha de acabar. No era seducción embriagadora, era photoshop. Y bajo los disfraces queda un desnudo que solo se mantiene para los crédulos por la elevada y desproporcionada autoestima de sus propietarios. Por su inmenso cinismo.

*Publicado en eldiario.es

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