Siempre con sangre en las manos, siempre por desenclavar

La Semana Santa de Zamora vive su momento culmen con el Miserere del Yacente
Semana Santa española 2017, de norte a sur. Zamora y el Miserere del Yacente EFE

De todo, esa es la constante: «siempre con sangre en las manos, siempre por desenclavar». Lo escribió Antonio Machado. Ese señor, poeta grande, cuyos restos aún reposan -desde 1939- en Colliure, de la vecina Francia. Machado había sido evacuado de España tras el golpe de estado. La alianza de intelectuales y artistas lo sacó del país para que, visto lo visto, no acabara en esas cunetas de las que se ríen portavoces jóvenes y maduros del PP, hoy en el gobierno. Siempre por desenclavar.

Amanece en Viernes Santo y aniversario de la proclamación de la República. En involución aguda y sueños ingenuos de utopía. Y en gris nube en el centro del país, «aquí» en Madrid. Y en soledad agosteña fuera de temporada. No corren por las calles las plantas enredadas del desierto porque todavía no hace tanto calor. No tanto. Casi. Si te quedas un rato en la ventana, ves pasar el autobús. Hay vida. La del conductor y los posibles viajeros. Y muchos otros que no pueden o no quieren salir de vacaciones por más que sean ignorados. En Twitter cuentan que ha vencido no sé quién en no sé qué número de Gran Hermano. El de los González y Vázquez, no el de Orwell. El mundo, pues, sigue en pie. Este.

Lo cierto es que la soledad va por barrios. Unos vacíos, otros llenos. Más de cuatro millones de personas en España se encuentran en riesgo extremo por el paro o la precariedad laboral. Según un estudio de FEDEA y Accenture, que no son precisamente lo más rojo del lugar. No como UNICEF, organización de la ONU, empeñada en decir que la España de Rajoy es la tercera en pobreza infantil de Europa. Y que se ha agudizado precisamente desde que manda su PP. Y, claro, si no te llega ni para tener dos pares de horas el cocido en la lumbre  cómo te vas a ir de vacaciones igual que «todo el mundo».

Porque, eso sí, las televisiones plantan ante el espejo una imagen a la que no todos pueden acceder, ni muchos asumen sin complejos. Ahí está todo el paquete. La playa, las toallas y sombrillas pegadas las unas a las otras, la grasa en la piel, el «pues se está muy bien»,  la alta ocupación hotelera, el buen tiempo, el sol. Y del otro lado, la pobreza como estigma inducido, precisamente por quienes la causan o la amparan. Cuesta resistirse a la presión. Hasta el sol está perezoso contra todo pronóstico.

Trump ha mandado lanzar a «sus militares» –así los llama- ‘la madre de todas las bombas’, que EEUU ensayó en ‘la madre de todas las batallas’ allá por 2003 en otra invasión ilegal al ser decidida unilateralmente. La de Irak, con nuestro Aznar en una esquina de la foto. A la flota la tiene camino de Corea del Norte, en donde otro fanático egocéntrico, Kim Jong-Un, anda de amenazas nucleares. Y a la Primera Hija de EEUU, Ivanka, a hacer las maletas para irse a una reunión de mujeres en Berlín. ABC, el diario patrio, está feliz. «Trump lanza el tercer aviso a los enemigos de Occidente», titula a toda portada. Siempre con sangre en las manos.

La televisión pública española, TVE, lava y cocina afirmando en el telediario que son «bombardeos de la coalición internacional sobre Siria». Es mentira, son de Trump por su cuenta. Aunque muchos lo aplauden. Para algún periódico global, nada, ni ‘la madre de todas las bombas’, desplaza a su querida Venezuela de lugar prominente en portada.

España, con la bandera a media asta en los cuarteles en señal de luto por la muerte de Cristo hace, según dicen, 21 siglos. La ministra Cospedal ha dado la orden, mientras vive su propia Semana Santa con gran religiosidad y multiplicando su pía actividad allá donde es requerida. Ha recibido, por ejemplo, el nombramiento de Hermana de Honor de la Defensión, una hermandad castrense.

En los tumultos, este año gamberrismo, estampidas e histeria. Con heridos, detenidos y un hombre en la UCI en Sevilla. Desde allí, un informador decía en el telediario de TVE: «La Madrugá es mucha Madrugá para que la empañen unos gamberros».

Es la Semana Santa española. Púrpuras, morados (de los buenos), capirotes, cilicios, coronas de espinas, calvarios, latigazos, piedad, fervor, pies descalzos, penitencia… Las televisiones alternan los cuerpos desnudos sobre la arena con las imágenes de Cristos ensangrentados. Sangre y arena, tan españolas. De personas vivas que se flagelan a conciencia, a toda espalda y pantalla. Miren las expresiones en trance. Dios me libre de llamar a eso sadomasoquismo o necrofilia que, en el puritanismo y cautela reinante, son palabras de mal gusto. Palabras. Siempre por desenclavar.

Ya nos tienen donde querían, de donde nunca salieron en la impermeabilidad de sus cerebros. El PP aprieta en involución, más aún que cuando tenía mayoría absoluta. Hasta Manel Fontdevila se preguntaba por este milagro. ¿Cómo se puede llamar políticamente hablando? Está claro: apoyos, contraprestaciones, ideología compartida. Susana Díaz ya no sale de procesión con el torero de verborrea desatada Fran Rivera Ordoñez,  pero estas pasiones no se olvida ni por conveniencia.

La Semana Santa del Franquismo se rompía del todo en la Hora Nona del viernes, a su término, a las tres de la tarde, en silencio sobrecogedor. Pero en la medianoche del sábado, despertaba la Gloria. Los tres días de rigor precisos para la Resurrección sufrían un drástico acortamiento a menos de la mitad, incluso en aquellos piadosos tiempos de recogimiento religioso y condenas a muerte a la disidencia. Pregunté e insistí mucho en saber por qué y nunca hallé respuesta convincente. Necesidades del guion. Mucho no ver para creer. Demasiadas lagunas para saber.

‘Cantar del pueblo andaluz’, y de casi todos convertidos en piel de incienso, D. Antonio Machado, esto va cada vez peor.  Siempre por desenclavar. Siempre con sangre en las manos.

¿La democracia en peligro?

Una ministra italiana levantando la mano derecha abierta en saludo fascista. Patrullas «ultras» vigilando, con apoyo legal, las calles de Italia para “limpiarlas” de emigrantes. Paramilitares persiguiéndolos en Irlanda. Ascenso de la extrema derecha en las elecciones al Parlamento Europeo, con evidencias tan patéticas como en Rumania, cuyos votantes verían aplicar sobre ellos su propia receta persecutoria sólo con salir de su frontera. Las Instituciones europeas –teñidas de azul- ni siquiera se “preocupan”, esta vez, por el fenómeno. La democracia peligra, mientras goza, al mismo tiempo, de gran predicamento.

mapa-democracia

Éste es el mapa de los países autodenominados democráticos. Del concepto apenas se desmarcan el Vaticano, Arabia Saudita, Kuwait, Nepal, Oman, Buthan, Myanmar, y Brunei. China o Cuba, se llaman a sí mismas “democracias populares”. “Democracia orgánica” decía Franco que era lo que teníamos en España durante su dictadura.  Ahíta me quedé al escuchar a Ahmadineyad, definir a Irán como una “democracia religiosa” (términos antitéticos), hasta Corea se nos presenta como “República popular democrática”.

No importa que el poder no resida en el pueblo, no haya controles efectivos de su mandato, ni separación de poderes, ni libertades de expresión, prensa y asociación, ni protección de los derechos humanos, ellos apelan al término, surgido en los confines griegos. La Europa medieval hizo ciertas aproximaciones a su práctica efectiva, incluso en España con los Reinos de Aragón (que ensayó el primer precedente de federalismo) y de León. Explotó desbordante en la Independencia norteamericana y en la Revolución francesa –que en supremo acto de hartazgo contra la tiranía segó, demasiado expeditivamente, cabezas-. La Segunda Guerra mundial evidenció su deriva y supuso el punto de partida para aferrarse de nuevo a la democracia. Es lo que ahora está volviendo a perderse.

De alguna manera, la existencia del partido único o el pluripartidismo –aunque en la práctica conduzca al bipartidismo- determina qué es y que no es la democracia. No lo es un partido aristocrático que decide por todos. Es lo que tienen los países que la apellidan con algún calificativo exótico. Mucho más civilizadas y aproximadas al término, las “monarquías constitucionales” hablan de democracia, sin embargo, partiendo del hecho de que el máximo representante del Estado, no es elegido por los ciudadanos.

  Un héroe español, Jesús Neira, se apunta a un sólo partido que decide, abriendo aún más –por su prestigio- una brecha en una herida –un cáncer ultraderechista en realidad- que no ha cerrado en 70 años. El que ha impedido, reiteradamente, que las familias entierren a sus muertos asesinados en la guerra de España. Y que se añade a la peligrosa tendencia europea actual. Son pequeños brotes, sí, pero espeluznan.

Algunos criticamos la “partitocracia” desde un deseo constructivo. Los partidos tienen que democratizarse en sí mismos, regenerarse, atrapar con soluciones e ilusiones a la ciudadanía. Con verdad, con ética. Todos debemos mirar con resolución, con actos, los peligros que acechan a la Democracia. EEUU sí ha salido del bache en ese punto.

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