De atunes y sardinas

Un intenso olor a atún putrefacto me rodea hasta producirme náuseas. Llega de millonarios despachos de abogados londinenses, de navieras que no pagan impuestos en el suelo al que reclaman asistencia, de humanas pero impresentables exigencias autoritarias para los riesgos del negocio privado, de sentar precedentes para los secuestros. Ha costado mucho dinero, muchos efectivos, solucionar el secuestro. A un montañero catalán le hicieron pagar los gastos de su rescate al haberse arriesgado imprudentemente. Y no buscaba un lucro personal. En el mismo mar del atún, nadan las sardinas con su ascua adjunta, sirviendo carnaza a la ciudadanía que ya tenemos reallity show nuevo. El señor de los hilillos habla de imprevisión en las catástrofes, sin el menor pudor, sin vergüenza propia o ajena. Una lectora escribe (para un tema cerrado) que ella no entiende nada de lo que lee y escucha y que es obligación de los informados sacarla de su ignorancia o dejar de quejarnos para que todo siga como está.

El colegio de médicos de Andalucía pide que se pueda objetar la ley de muerte digna, porque, cuando ellos no saben curarnos, lo que manda la tradición es que uno palme con dolor e indignidad humana. La Hacienda española despluma a quienes una funcionaria coge ojeriza, mientras uno ve todos los días a numerosos personajes públicos robar a manos llenas. John Paulson, el gestor neoyorquino de hedge funds, se ha embolsado 20.000 millones de dólares con la crisis (que contribuyó a provocar) en el periodo comprendido entre su estallido en el verano de 2007 y el suelo bursátil en la primavera de 2009 (vía “jmares”). La FAO se ha reunido en Roma. Llaman la atención sobre las alarmantes cifras del hambre. En tres años la población en peligro extremo ha pasado de 854 a 1.020 millones. 17.000 niños mueren diariamente porque no tienen qué comer durante días, clamaron en un grito. El G8 ni se molestó en asistir a la cumbre, ni ha pagado la ayuda a la que se comprometió. Y los 60 mandatarios que sí lo hicieron coparon los hoteles de lujo de la capital italiana.

Pues bien, muchos de esos hambrientos, la mayoría, están en África. Somalia lleva más de dos décadas sin gobierno efectivo. Los señores de la guerra campan a sus anchas, incluso ahuyentaron  y ridiculizaron al poderoso ejército de los EEUU y a los cascos azules de la ONU. Para quien quisiera verlo, que para todos se servía, en TVE mostrábamos –en el oscuro reducto del telediario internacional- cómo la ayuda humanitaria para la mayoría hambrienta caía de los aviones pero no podían cogerla. A veces pagaban con su vida el intento. Los señores de la guerra les disparaban, robaban los alimentos y especulaban con ellos. Les servía para afianzar su poder.

La esperanza de vida en Somalia es de 48 años. Las mujeres tienen una media de 7 hijos (que harían las delicias de la derecha española). El 97,8% de ellas son analfabetas, frente al 2,7% de los hombres. Y el islamismo radical –religión mayoritaria en el país- crece por momentos. Y para colmo de males llegaron los occidentales, les quitaron la pesca, sus recursos naturales. El libre mercado, la globalización, lo justifica.

Pero héteme aquí que un día también llegó la televisión. Me cuentan los más viajados, que no hay aldea por mísera que sea en toda África en la que al menos alguien no disponga de un aparato con su parabólica. Y ven cómo vivimos nosotros, o como contamos que vivimos. Los más honrados, los más valientes, se plantan en una patera, para –si  alcanzan puerto y consiguen quedarse- ser tratados como ciudadanos de segunda. O de tercera. ¿A alguien le extraña que los jóvenes somalíes opten por la piratería consentida? Hombre, que es cambiar la choza por coches de lujo ¿cuántos occidentales no lo harían en sus circunstancias?

Vuelvo a insistir en que África se está hartando. Con toda razón. Y numerosas pruebas lo atestiguan. Pero, nada, sigamos con los atunes, las sardinitas y los fuegos artificiales.

  Por cierto, en Somalia hay una rica tradición literaria. La poesía y los cuentos populares, los juegos de palabras, se constituyen en valiosa fuente de comunicación y socialización.  Uno de sus más afamados autores, Al-Hasan’s, con libros traducidos al inglés, concluye así un poema:

«Si no se hubieran convertido en ingratos, no me habría convertido en furioso con ellos.

Yo no he perdido la generosidad y el respeto por ellos.

Yo no les ocultó nada, si ellos desean la paz.

 Pero cuando actuaron con desprecio, la muerte se dirigió directamente a ellos».

Y aquí una mujer, disertando en la calle:

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6 comentarios

  1. luis

     /  18 noviembre 2009

    Comparto tu indignación, Rosa, como siempre un excelente artículo.

  2. Andrés

     /  18 noviembre 2009

    Me gustaría que todo lo que dices y denuncias fuese radicalmente falso, pero por desgracia en tan ciertamente angustiante como el hambre.

  3. apajerabierta

     /  18 noviembre 2009

    Los costos:
    -Un día de fragata nos cuesta 50.000 euros
    -Una hora de vuelo del P-3 Orión 5.000 »
    Todo eso para proteger atuneros que deciden pescar en aguas peligrosas bajo bandera de… no sé pero no de España o de algún paraíso fiscal.
    Otra cosa: ¿ Hay algún tipo de cuotas de captura de atún o se trata de esquilmar el caladero como se ha hecho con otros?.
    Respecto al hambre, es curioso el poco interés que los paises que nos autodenominamos civilizados tenemos por erradicarla. Me empieza a parecer que hay un cierto interés en que incluso aumente, (siempre en países del tercer mundo). El aumento de la población a nivel mundial puede ser a medio plazo un gran problema de sostenibilidad del planeta. Cuando hay más animales que comida, los animales se pelean. Un sistema de «aclaramiento » de la población siempre han sido las guerras. Posiblemente en el 2050 cuando la población mundial sea del orden de 10.000.000.000 de personas el planeta empiece a ser incapaz de mantenernos, (sobre todo teniendo en cuenta que la huella ecológica de un ciudadano del primer mundo es disparatada). En vez de recurrir a guerras, se opte por dejarlos morir de hambre… hasta alcanzar la cifra de los 600 millones que se considera sostenible.
    Todo esto parece aberrante, pero es lo que día a día estamos haciendo, mientras miramos para otro lado, calentitos y bien comiditos.
    En el siguiente enlace: http://www.crisisenergetica.org/staticpages/index.php?page=20070126131019945, podeis daros cuenta de la magnitud del problema.

  4. En 1992 fui en verano a esquiar a la estación de Les Deux Alpes, en Francia. Contraté para ello un paquete que incluía forfait, uso libre de las pistas habilitadas, unas clases de 4 horas al día y un seguro. Hay que recordar que el esquí es una práctica de riesgo y que estábamos en alta montaña (pues las pistas habilitadas en verano se encuentran por encima de los 3000 metros, donde al principio se notan ya dificultades para respirar) y, también, que en caso de necesidad la única posibilidad para el rescate de un herido pasa forzosamente por el helicóptero. En el mencionado seguro que contraté se explicaba claramente que el rescate sólo era cubierto por el seguro si se esquiaba por las pistas habilitadas. Si se salía fuera de éstas buscando las emociones fuertes de la nieve virgen sobre acantilados de vértigo o se deseaba esquiar sobre el hielo del peligroso glaciar lleno, especialmente en verano, de grietas de profundidad enorme y era preciso el rescate, los gastos precisos corrían exclusivamente por parte del contratante.

    Creo que es de lógica que los gastos del rescate del Alakrana los pague el armador del Alakrana. Él y el capitán (¿y los marineros?) decidieron alejarse y permanecer lejos del perímetro de seguridad porque sopesaron riesgos y beneficios y parece que, como en los antiguos dibujos animados, les apareció en los ojos el símbolo del dólar. Money.

    Money, money, money, money, money, que cantaba Liza en Cabaret. Y allons sur la mer, enfants de la patrie!! ¿de la patrie? Pero si la patrie del bateao es Seychelles… supongo que, sus responsables, nacionalizan allí los barcos porque esas islas son paraíso fiscal, money, money. Gozar de buenos fueros, ante todo, y mucha presión al Gobierno de España que Hacienda somos todos (pero unos más que otros).

    Por cierto que ahora Don Mariano venga a quejarse de lo mal que lo ha hecho el gobierno, que es su obligación como leal oposición que es y representa.

  5. Como siempre, das certeramente en la diana. Ahora que se han superado las situaciones personales angustiosas sería deseable que se abriera un debate profundo en nuestro país sobre el asunto y todas las aristas que lo rodean . Supongo que eso es pedir demasiado. Yo, por mi parte, creo que voy a comer mucho menos atún.

  6. Mundo complicado el de la pesca. Mal regulado, sobre todo. Los gobiernos quieren que comamos subproductos de piscifactoría, panga del fango de Vietnam y perca del lago Victoria.

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